Opinión

Alguna vez cuando niños nos hemos asombrado o hemos estado en trance hipnótico con narraciones que nos abrían las puertas a mundos de ensueño, fantasía y, por supuesto, mucho de crueldad, elemento que sin duda multiplica los efectos de la conmoción frente a una historia cautivante. Estas narraciones no son otras que los llamados “cuentos de hadas” o también “cuentos maravillosos”, muchas veces clasificados erróneamente como relatos para niños.

Charles Perrault, uno de los autores fundamentales de este género, nació en París en 1628. Su trabajo creador, inspirado en cuentos orales y relatos populares, terminó por dar forma a un tipo de narración en el que los hechos sobrenaturales, a diferencia de lo que ocurre con el cuento fantástico, tienen una explicación: los operadores mágicos (hadas, embrujos, maldiciones, etc.). Ese rasgo es clave en la aceptación inmediata de esos mundos representados por parte de los lectores.

A Perrault se le recuerda por textos que son un paradigma del cuento de hadas o maravilloso: “Cenicienta”, “Pulgarcito”, “La bella durmiente” o “Caperucita roja”, que han alcanzado difusión universal y han tenido una notable influencia cultural, siendo todos ellos no solamente auténticos clásicos del cine animado, sino también material adaptable hasta el infinito para representaciones dramáticas dirigidas esencialmente a un público infantil. 

Uno de los componentes más recurrentes de este tipo de relatos es la moraleja –tradición que nos lleva a Esopo (siglo V a.C.) –una sentencia interpretativa que cierra cada relato, que se inscribe allí a manera de enseñanza o también como un mecanismo de alivio a las perturbaciones que pudiera provocar la historia. Perrault no escapa a la regla, y se da maña para escribir moralejas en verso, acaso el modo más efectivo de recordarlas. 

No es infrecuente encontrar en estos relatos elementos de horror o el tratamiento de oscuras pulsiones humanas, incluyendo el canibalismo, como ocurre en “La bella durmiente”, cuando la reina madre del príncipe que deshace el hechizo de la princesa siente el voraz deseo de devorar a los hijos de su nuera, e incluso a la mismísima progenitora de sus nietos políticos. Un mayordomo leal oculta a la princesa y su prole y ofrece a la reina madre cordero y venado y logra engañarla por un tiempo. Cuando la reina ruin descubre la trama, ordena que el mayordomo, la princesa y sus niños sean introducidos en una gran batea con sapos y serpientes como castigo. Al llegar el rey, la reina ogra se lanza al fondo del recipiente. 

La historia, como se ve, es bastante truculenta, pero Perrault la narra con maestría: se lee de un tirón, sin titubeos, y no sorprendería que con la respiración algo agitada. Canibalismo y suicidio, oscuridad y maldad, envidia, soberbia, el catálogo de pecados capitales y pulsiones primitivas es amplio y aterrador. Eso explica que este tipo de relatos haya llamado la atención de diversos sicoanalistas como Sigmund Freud (quien veía en estos cuentos frecuentes manifestaciones edípicas), Carl Jung (que a partir de su lectura formuló una teoría de arquetipos universales del inconsciente colectivo) o Bruno Bettelheim (que analizó las diversas formas de deseo sexual presentes en el corpus de estos textos).

Nada impide que estos textos sean leídos por entretenimiento también. Pero hay que recordar que son al mismo tiempo herramientas que permiten explorar la sicología profunda de las personas. El mundo representado en estos relatos propone un escenario donde actúan motivos universales como el amor, el miedo, el deseo y el conflicto. Esa circunstancia favorece el hecho de que estos relatos sean un espacio seguro para que cada lector confronte los conflictos que viven en su interior.

Recientemente la editorial peruana De Lirio ha editado una selección de cuentos de Perrault, traducida por Alejandra y César Garayar e ilustrada magníficamente por Jéssica Valdez. La edición es impecable, los textos se leen con absoluta naturalidad y las ilustraciones complementan sin problemas la lectura. Se incluye un prólogo sobre la edición a cargo de Fanuel Hanán Díaz, que aclara la historia textual y revela mas de una circunstancia del contexto en el que Perrault compuso sus historias. La selección incluye, además de los cuentos mencionados antes, otros clásicos como “Maese gato o el gato con botas”, “Barba Azul”, “Las hadas” y “Riquet, el del copete”. ¿Qué si vale la pena, pregunta usted, lector? Claro que sí.

Charles Perrault. Cuentos de Mamá Oca. Lima: De Lirio, 2024.

[EN LA ARENA] Salir de viaje es un recurso al que han recurrido muchos de nuestros ministros y gobernantes. Con variados objetivos, por supuesto. Quisiéramos que todos fueran para conseguir acuerdos internacionales que nos convengan o porque se están resolviendo proyectos vitales con poblaciones locales, pero aquí en Perú, ¿cómo describir el uso que del viaje han hecho nuestros políticos? El avión presidencial podría ser una pista si pensamos en todo aquello de lo que ha sido objeto: los vuelos de narcotráfico de Alberto Fujimori, las parrandas de Alejandro Toledo, los vuelos de Alan García con Jorge Barata o la promesa de vender el avión del presidente Pedro Castillo. Otro criterio podría ser cómo en estos tiempos mediáticos, presidentes como Javier Milei y Dina Boluarte parten en busca de un reconocimiento que en vano llene sus bien fundamentadas inseguridades. 

De todos, los viajes por huida son los más reveladores, porque dejan muy claro que se trata de vuelos tomados por no querer dar la cara. Uno de los más famosos, narrado como novela policial, fue el de la huida de Alan García a Colombia y de ahí a Francia. Como si se tratara de un heroico y perseguido líder político, García contó haberse escondido y planificado su fuga, con ayuda del gobierno a través de Hurtado Miller, tras haber sido acusado por ordenar las matanzas en los centros penitenciarios y por enriquecimiento ilícito. En aquel entonces, todavía el Estado peruano no había ratificado del Estatuto de Roma, en el que se establece que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles. Así que pasados los diez años, Alan García regresó al Perú el 2001. El Estatuto recién entró en vigor al año siguiente. Ahora el Congreso busca desconocerlo. 

De estilo opuesto, parco y tecnológico, fue el último viaje que realizó Alberto Fujimori, cuando renunció desde Japón por fax. Se reeligió a sí mismo por tercera vez y a pocos meses de haber juramentado, salieron los vladivideos. Fingió estar sorprendido, echó toda la culpa a Vladimiro Montesinos, dijo que llamaría a elecciones y luego enrumbó hacia la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Al pasar por Tokio decidió renunciar, se asiló y al Congreso le llegó por Fax su carta de renuncia. Indignado, el Congreso rechazó la renuncia del Presidente, lo declaró incapaz moralmente y lo inhabilitó por diez años para ejercer cualquier cargo público. Al finalizar el año 2005 fue detenido en Chile por sus crímenes. Por cierto, Chile acaba de ampliar su extradición. 

Dina Boluarte, bajo investigación por las masacres ocurridas al comenzar su mandato y su colección de relojes ha optado por el silencio. Todavía no está en tiempos de huida, pero sí sus ministros, que han huido de presentarse ante dos comisiones del Congreso de la República por sus declaraciones contra los pueblos Awajún y Wampis, justificando los abusos sexuales cometidos por docentes en la residencia rural de Condorcanqui, al decir que se trata de prácticas culturales. 

El ministro de Educación, Morgan Quero, huyó a Puno para anunciar la construcción de seis Escuelas Bicentenario que costarán más de 500 millones de soles. La ministra de la Mujer, Ángela Hernández, fue a Tumbes para inaugurar un Centro de Emergencia Mujer. La ministra de Cultura, Leslie Urteaga, fue a Junín para recibir la solicitud de que una fiesta tradicional sea considerada patrimonio cultural de la Nación. Y el ministro de Salud, también convocado, César Vásquez, pues se fue con la presidenta Boluarte a visitar China. Como consecuencia, la congresista Ruth Luque, y su bancada han impulsado una moción de censura.

Viajes y silencios, así les responden a nuestras niñas, a nuestros niños. Y sin embargo, los políticos que hoy nos gobiernan, desaprobados por la población, insisten en ser candidatos y proponen nuevas postulaciones. Quizás este sea el gobierno más negacionista de nuestra historia, en el que sus actores no saben ni quieren dar la cara. 

[LA TANA ZURDA] Digan lo que digan y pese a todos sus problemas, Cuba sigue siendo un país que produce intelectuales de altísimo nivel. Podremos comprobarlo esta semana con la visita de la Dra. Susana Haug Morales, profesora de la Universidad de La Habana y talentosa poeta que llega al Perú invitada por el Centro de Estudios Vallejianos (CEV) y la Asociación Internacional de Peruanistas (AIP).

En el reciente mes de marzo, cuando se develó el primer busto de César Vallejo frente a la Casa de la Poesía de La Habana, Susana Haug participó en una mesa redonda sobre la presencia de Vallejo en Cuba, haciendo gala de erudición y un sentido agudo de la obra de Vallejo que motivó a las mencionadas instituciones peruanas, dirigidas por Jorge Kishimoto (CEV) y José Antonio Mazzotti (AIP), a gestionar su presencia en el Perú. Estos vallejólogos de cepa compartieron la mesa redonda sobre el gran poeta peruano, a los que se sumó el consagrado poeta cubano Roberto Méndez.

En el Lima y Cuzco, Susana Haug tiene programadas las siguientes actividades:

Lunes 24 de junio, 10 am: Universidad César Vallejo (campus Los Olivos) para impartir una charla al alumnado sobre «Vallejo en Cuba». Seguirá la charla «El Inca Garcilaso y sus eternos detractores» por José Antonio Mazzotti.

Miércoles 26, 7:30 pm: Vallejo Librería-café, presentación del libro El Inca Garcilaso y la invención del Perú, de José Antonio Mazzotti. Participan Susana Haug (Universidad de La Habana), José Carlos Vilcapoma (UNALM) y Luis Millones Santa Gadea (UNMSM).

Jueves 27 de junio, 11 am: Universidad Nacional Agraria la Molina (auditorio A5). Conferencias magistrales y conversatorio: «Nueva visión sobre Junín y Ayacucho».

Dr. José Antonio Mazzotti (Tufts University, Boston): «Bolívar en la encrucijada frente al incaísmo de Olmedo»

Dra. Susana Haug (Universidad de La Habana): «Versión cubana: Junín y Ayacucho en el continente».

8:30 pm: Recital de poesía en Rayuela Mundo Café (Terán 951, Chorrillos) con los poetas peruanos Raúl Mendizábal, Pablo Salazar Calderón y José Antonio Mazzotti.

Viernes 28 de junio, 7:30 pm: Mesa redonda «Vallejo en Cuba» en el Centro Cultural Ricardo Palma de la Municipalidad de Miraflores (Av. Larco 770), junto con José Antonio Mazzotti y Jorge Kishimoto. 

Sábado 29 de junio, 3 pm: Gran recital y concierto Perú-Cuba organizado por la Asociación Cultural La Huaca es Poesía en el Complejo Arqueológico Huallamarca (esquina Nicolás de Ribera y Av. El Rosario, San Isidro). Participan también los poetas Rafael Hidalgo, Lesley Costello, Brenda Vallejo y Manuel Liendo, concluyendo con un concierto del cantautor Rudy Rivera. Tambien la poeta cubana presentará el libro Poemas posthumanos de José Antonio Mazzotti. 

Viernes 5 de julio, en el Cuzco:  Simposio sobre «El Inca Garcilaso en dimensión internacional» junto con Jorge Kishimoto y Christian Fernández Palacios en el auditorio de la Municipalidad del Cuzco, Ciudad Imperial.

Susana Haug es poeta y profesora de Literatura Hispanoamericana y Caribeña en la Universidad de La Habana, Cuba. Sus numerosos trabajos publicados incluyen ensayos sobre poesía hispanoamericana contemporánea, José Martí, José Lezama Lima, César Vallejo, el Inca Garcilaso, narradores del continente y procesos culturales antes y después de la Revolución cubana. Su estudio sobre Los raros en las literaturas hispanoamericanas del siglo XX. Apocalípticos e integrados. (Los casos de Pablo Palacio, Macedonio Fernández, Antonio Di Benedetto y Hugo Hiriart) es un sólido examen de algunos de los autores que, por razones cronológicas, no pudieron entrar en la lista de “raros” de Rubén Darío (un tipo de escritor que trabaja al margen del canon pero que, por la misma razón, innova y desafía las convenciones literarias existentes). La profesora Haug identifica cuatro autores que merecen amplia atención, pero que la mayoría de los críticos literarios no han logrado explicar en profundidad. Ella elabora el concepto de Borges de “un canon del deseo” en contraposición a “un canon del poder”, ofreciendo perspectivas originales sobre los autores antes mencionados y sus correspondientes tradiciones nacionales.

Aproveche esta semana y vaya a alguna de las actividades mencionadas. Valen un Perú (y una Cuba).

Tags:

Cuba, Inca Garcilaso, novedades literarias, Presentaciones, vallejo

[LA COLUMNA DECA(N)DENTE] La congresista Rosangella Barbarán, en un alarde de creatividad digno de un genio, ha elevado las ideas de Alberto Fujimori a la categoría de «pensamiento Fujimori». ¿Quién diría que el legado de un ex presidente condenado por crímenes de lesa humanidad y corrupción podría ser considerado un pensamiento filosófico? Pero Barbarán no se anda con rodeos, ella sabe reconocer la grandeza donde otros solo ven autoritarismo y violación de derechos humanos.

Intrigado por este salto cualitativo, le pregunté a la congresista, vía X, en qué consistía tan excelso «pensamiento». Pero, para mi sorpresa, la dilecta congresista Barbarán no tuvo a bien responder a mi consulta. Tal vez estaba muy ocupada planeando cómo encarnar y aplicar el «pensamiento Fujimori» en el Congreso y en la vida política nacional.

No me rendí ahí y decidí consultar a otro conspicuo congresista naranja, Alejandro Aguinaga, para ver si él podía iluminarme sobre este nuevo descubrimiento filosófico. Pero, al igual que su colega Barbarán, Aguinaga prefirió guardar silencio. Quizás temían que si revelaban los secretos del «pensamiento Fujimori», perderían su ventaja competitiva en el mercado de las ideas autoritarias.

En fin, parece que el «pensamiento Fujimori» es un misterio reservado solo para los elegidos de Keiko Fujimori. Los mortales comunes tendremos que conformarnos con leer las memorias de Alberto Fujimori, escritas en prisión, para tratar de entender la profundidad de este nuevo paradigma intelectual. Mientras tanto, Barbarán y Aguinaga seguirán elevando el nivel del debate político peruano con sus brillantes aportes a la luz del “pensamiento guía” de Alberto Fujimori.

Pero, ¿qué es realmente este «pensamiento Fujimori» que tanto alaba la congresista Barbarán? Según los expertos, se trata de un conjunto de ideas y estrategias políticas que se caracterizan por el autoritarismo, la corrupción y la violación de los derechos humanos. Durante su gobierno, Fujimori pasó de ser un presidente elegido democráticamente a convertirse en un líder autoritario que concentró el poder en torno a su figura y relegó a las instituciones democráticas.

Barbarán y Aguinaga, conspicuos seguidores del “pensamiento Fujimori”, parecen estar empeñados en revivir este legado cuestionado y oscuro. Lejos de reconocer los crímenes y abusos cometidos durante el gobierno de Fujimori, ellos prefieren elevarlo a la categoría de «pensamiento filosófico», como si se tratara de una obra maestra del pensamiento político.

Pero, ¿cómo puede considerarse «pensamiento» algo que se cimenta en la corrupción y la vulneración de los derechos más básicos? Es evidente que el «pensamiento Fujimori» no es más que un intento de legitimar y glorificar un régimen autoritario, disfrazándolo de supuesta grandeza intelectual. Los peruanos de a pie, aquellos que no pertenecen al selecto círculo de Keiko Fujimori, tendremos que conformarnos con leer las memorias del ex presidente, escritas desde la prisión, para intentar comprender la profundidad de este «nuevo paradigma intelectual». 

Por último, parece que la presidenta Dina Boluarte ha decidido aplicar el famoso «pensamiento Fujimori» en su gobierno, lo que sin lugar a dudas hubiera hecho Keiko Fujimori. ¡Qué original! Debilitar las instituciones democráticas, es sin duda una estrategia brillante. Y hablando de discursos, Boluarte no se queda atrás. Su estilo confrontacional contra sus críticos y opositores es digno de su novísimo mentor. En fin, parece que el Perú está condenado a repetir la historia. Primero fue Alberto, ahora es Dina. ¿Quién será el próximo en aplicar el «pensamiento Fujimori»? ¿Tal vez Keiko misma, cuando por fin llegue al poder? Solo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, sigamos disfrutando de este espectáculo, de este amago de democracia, una democracia a la peruana.

Tags:

Alberto Fujimori, Alejandro Aguinaga, Keiko Fujimori, pensamiento Fujimori, Rosangella Barbarán

[MÚSICA MAESTRO] En el argot del rock clásico conocemos como “supergrupo” a aquel cuyos integrantes provienen de bandas consagradas que se juntan para un evento específico o para iniciar un camino propio, paralelo a su actividad principal o un capítulo nuevo de sus desarrollos artísticos. 

Un par de ejemplos básicos, para entender la figura: Crosby Stills Nash & Young reunió, a fines de los sesenta, a integrantes de tres exitosas agrupaciones: The Byrds (David Crosby), The Hollies (Graham Nash) y Buffalo Springfield (Stephen Stills y Neil Young). O, a mitad de los ochenta, decenas de estrellas del pop se juntaron en Inglaterra y Estados Unidos para los proyectos Band Aid y USA For Africa, dos supergrupos que dieron origen al movimiento Live Aid que recaudó millones de dólares para llevar ayuda humanitaria al África. Aunque solemos pensar en The Police como una de las tantas bandas nuevas que aparecieron en pleno auge del punk y los albores de la new wave, el famoso trío fue también una especie de supergrupo, la unión de tres instrumentistas virtuosos y ampliamente fogueados. 

Stewart Copeland, un baterista nacido en EE.UU. pero criado entre Líbano e Inglaterra, país al que llegó con sus padres a los  15 años, se unió en 1974 a Curved Air, respetada aunque poco conocida banda de rock progresivo. Participó en Midnight wire  (1975) y Airborne (1976), los dos últimos álbumes oficiales del quinteto liderado por el violinista Darryl Way y la cantante Sonja Kristina -con quien Copeland se casaría en 1982- y, aunque lejos del estilo que exhibiría en The Police, dejó claro qué tipo de percusionista era en temas como Juno o Dance of  love. De hecho, en los créditos del álbum final de los intérpretes de clásicos del prog-rock británico como Melinda o Back street  luv, lo presentan como “la artillería pesada”.

Sting, cuyo nombre verdadero es Gordon Sumner, nació en Wallsand, cerca de Newcastle, al noreste de Inglaterra. Antes de The Police, el bajista y cantante integró entre 1974 y 1977 una banda de jazz-rock llamada Last Exit. Aunque en su momento llamó la atención de Richard Branson, fundador del sello Virgin  Records, Last Exit no dejó grabaciones oficiales. Actualmente, gracias a la magia de YouTube, podemos saber cómo sonaban.

Por su parte, el guitarrista Andy Summers -nacido en la ciudad sureña de Lancashire- era, al momento de conocer a Sting y Copeland, una especie de estrella en la escena del blues y la psicodelia británica. Diez años mayor que sus futuros compañeros, Summers había pasado por grupos importantes como Soft Machine y The Animals -en el décimo disco de la banda de Eric Burdon, Love is (1968)-, además de colaborar, entre 1969 y 1976, con artistas de diversos géneros, desde Neil Sedaka y Joan Armatrading hasta Kevin Ayers y Mike Oldfield.

Cuando Steward Copeland y Sting decidieron unirse, llamaron al francés Henri Padovani, un guitarrista punk, para completar el grupo. Entre enero y agosto de 1977, esta primera versión de The Police grabó algunos temas, entre ellos Fall out y Nothing  achieving, composiciones del baterista influenciadas tanto por  Sex Pistols como por Elvis Costello & The Attractions. Sin embargo, pasó poco tiempo antes de que ambos comenzaran a notar las limitaciones técnicas de Padovani. Una invitación a tocar en un proyecto ajeno a ellos, Strontium 90, liderado por el bajista Mike Howlett (ex Gong) fue la cuota de destino que necesitaban. En ese grupo Sting, Summers y Copeland tocaron juntos por primera vez. Andy quedó impresionado por la dinámica de los otros dos y les dijo: “Ustedes tienen algo. Y me necesitan en su grupo. Pero con una condición: Henri (Padovani) debe irse”. 

Aunque al principio no les fue muy fácil desembarcar a Padovani -de hecho, The Police actuó algunas veces como cuarteto-, eventualmente lo hicieron. En cuanto a Strontium 90, grabó algunas canciones y luego participó de un concierto-reunión de Gong, en 1977. Veinte años después, en 1997,  apareció el disco Strontium 90: The Police Academy, con algunos de esos temas, entre ellos una versión primitiva de Every little thing she do is magic, desprovista de los sofisticados arreglos que todos conocemos. Los tres integrantes de The Police tenían, entonces, nexos con el jazz y el rock progresivo del más alto calibre. Aunque su origen se produjo en el circuito punk, era evidente que tenían un perfil distinto. Como escribió alguna vez un crítico, reseñando uno de sus primeros conciertos: “Las bandas de punk solo se saben cuatro acordes. Este trío, en cambio, se sabe cuatrocientos acordes”. Otro cronista de la época, al ver sus capacidades como instrumentistas, los calificó de “fake punks”.

La discografía de The Police es una de las más concisas e interesantes de la primera mitad de los años ochenta, que marcó  a fuego a toda una generación de amantes del pop-rock con su brillante combinación de estilos. Al principio fueron tres géneros, rock, punk y reggae, que lograron condensar de manera fluida y natural en el álbum Outlandos d’amour (1978), pero luego incorporaron elementos del jazz y la new wave. En este debut destacan los superéxitos Can’t stand losing you y Roxanne -fuentes de polémica por abordar temas espinosos como el suicidio y la prostitución, respectivamente- y otro infaltable en nuestras fiestas barriales ochenteras, So lonely. 

Roxanne fue el tema que los catapultó. Miles Copeland III -hermano mayor de Stewart y manager del grupo- no confiaba mucho en el futuro de esa onda que combinaba rasgueos de Bob Marley con vestimentas parecidas a las de Johnny Rotten. Pero apenas escuchó esa canción, salió corriendo a las oficinas de A&M Records y les consiguió un contrato de grabación. Canciones como Next to you, Truth hits everybody y Peanuts -una diatriba contra Rod Stewart y sus setenteras poses de divo-, están inscritas en la tradición punk. Otras, como Born in the  50’s y Hole in my life muestran el lado más rockero y muscular del trío en este debut que apenas alcanza los cuarenta minutos de duración. 

Luego vino Regatta de blanc (1979), que incluye las inolvidables Message in a bottle -tema básico para estudiantes de guitarra eléctrica- y Walking on the moon, para muchos la canción más reggae de su catálogo, aunque también están Bring  on the night y The bed’s too big without you. En este álbum se mantiene el esquema del anterior con un ligero desmarque del punk-rock, salvo canciones como It’s alright for you, Deathwish o No time this time que muestran todavía cierta vocación por los ritmos veloces y la confrontación directa. Pero si algo elevó su juego musical fue el semi instrumental Regatta  de blanc. El vértigo de los instrumentos y las interjecciones gritadas de Sting -que se volverían una marca registrada- crean una atmósfera poderosa alrededor de esta canción que les valió su primer Grammy al Mejor Tema de Rock Instrumental.

Del hipnótico soul-funk de When the world is running down, you make the best of what’s still around al reggae politizado de Driven to tears y el instrumental new wave The other way of   stopping -escrito por Copeland-, Zenyatta Mondatta (1980) fue el primer álbum en que el grupo comienza a explorar otras texturas, tanto en sus composiciones como en los acabados que les daban en el estudio. Además, incluye canciones alucinantemente buenas como Voices inside my head -otra vez los gritos monosilábicos de Sting, dándole personalidad a la banda-, el reggae Man in a suitcase y la tensa Behind my camel, composición de Andy Summers que, a pesar de que Sting la  odiaba tanto que se negó a grabarla -Andy terminó tocando el bajo en el estudio- les dio su segundo Grammy, otra vez en la categoría de rock instrumental. Pero Zenyatta Mondatta es pasó a la inmortalidad por sus dos canciones principales.

¿Quién no ha escuchado De do do do, de da da da? Esta canción es, en apariencia, el primer éxito de The Police no influenciado por el reggae. Y digo “en apariencia” porque la batería de Copeland nos dice todo lo contrario. El popular tema, cuya letra hace una reflexión sobre el sinsentido de las palabras y el encanto de las canciones simples, se convirtió en el emblema de este disco, junto con Don’t stand so close to me, en que Sting vuelve a jugar con un tema controversial -la joven escolar que se relaciona con su profesor- y lo conecta con la célebre novela Lolita (1955) del ruso Vladimir Nabokov (1899-1977). No es la única referencia literaria que encontramos en The Police. Su primer éxito, Roxanne, tomó el nombre del personaje femenino de un clásico de la literatura de fines del siglo XIX, Cyrano de Bergerac (Edmond Rostand, 1897). Y tanto los títulos como varias canciones de los siguientes discos estuvieron inspirados en obras del célebre escritor socialista húngaro Arthur Koestler (1905-1983), experto en política, psicología y ficción.

Ghost in the machine (1981), sobre la base del reggae fantasmal  Spirits in the material world y la festiva Every little thing she  does is magic, mostró el progreso definitivo de la banda. Totalmente desligados del punk pero fieles a la influencia  jamaiquina, The Police incorporó instrumentos como piano, saxofón, steel drums, teclados y contrabajo, así como temáticas más densas como en Demolition man, Rehumanize yourself o Invisible sun. Dos años después aparecería Synchronicity  (1983), que produjo exitazos como Wrapped around your finger -un reggae atmosférico en el que los rasgueos de guitarra aparecen solo en la imaginación del oyente atento- y su inolvidable videoclip en cámara lenta, King of pain y, por supuesto, Every breath you take, una de las canciones que definieron la década de los ochenta. El álbum mostraba una banda extremadamente enfocada y madura, capaz de pasar del escapismo de Synchronicity I/Synchronicity II a la denuncia sociopolítica de Murder by numbers, que Sting cantó en versión jazz, con la banda de Frank Zappa en 1988. Sin embargo, en el pico más alto de su popularidad, el cantante, bajista y principal compositor decidió disolver al grupo.

Parte de la legendaria saga del triángulo perfecto que fue The  Police fue la permanente tensión y competencia entre dos de sus vértices. Las discusiones de Sting y Stewart Copeland podían escalar hasta la agresión física. Y Andy Summers, el hermano mayor, se encargaba de ponerles paños fríos y hacer que prevaleciera la amistad y el inmenso respeto que se tenían como músicos. Otra manera de bajar esa tensión era dedicarse, de vez en cuando, a proyectos personales. Copeland lo hizo primero, en 1980, con una banda new wave llamada Klark Kent -un divertido video en YouTube lo muestra a él con sus compañeros de The Police, en el programa musical Top Of The Pops, usando máscaras para no ser reconocidos- que editó un único disco. Summers, por su parte, grabó un par de interesantes álbumes de experimentación guitarrística con Robert Fripp (King Crimson), I advanced mask (1982) y Bewitched (1984). Y Sting, una vez finalizada la gira del LP Synchronicity -que incluyó un multitudinario concierto en el histórico Shea Stadium de New York- se dedicó a grabar su primer disco como solista, el notable The dream of the blue turtles (1985), anclado en su amor por el jazz.

En 1986, surgió la posibilidad de reunirse para preparar un sexto disco, pero Stewart Copeland sufrió un accidente que le impidió tocar la batería por varios meses. El trío decidió solo regrabar uno de sus temas, con arreglos diferentes. Don’t stand so close to me ’86, con un videoclip que apelaba a la nostalgia y funcionaba como un mensaje de despedida, fue incluido en el  LP recopilatorio Every breath you take: The Singles, que fue #1 en todo el Reno Unido ese año. En el 2018 apareció el CD Flexible strategies, que reúne todos los lados B de sus singles   ochenteros y formó parte del boxset Every move you make: The studio recordings. 

Más de veinte años después, Sting, Summers y Copeland volvieron a tocar juntos en The Reunion Tour, una gira de 152 conciertos que cubrió Estados Unidos-Canadá, Europa, Australia, Latinoamérica y Japón, un regreso comparable al de Led Zeppelin en el mismo año o el de Pink Floyd, al año siguiente en el concierto Live 8. Como resultado de ello, se produjo el CD+DVD Certifiable: Live in Buenos Aires que incluye el documental Better than therapy y, por supuesto, un compendio de los dos megaconciertos que dieron en el Estadio Monumental de River Plate, los días 1 y 2 de diciembre del 2007, ante casi 90 mil personas por noche.

Sting (72) se convirtió en una de las superestrellas más exitosas e influyentes del pop-rock mundial, con álbumes destacados  como … Nothing like the sun (1987), Ten summoner’s tales   (1993) o Brand new day (1999), además de desarrollarse como actor y adscribirse a diversas causas benéficas. Ha tocado jazz, rock y música clásica, interactuando con los mejores en cada campo. Y lo vimos en Lima, en su espectáculo sinfónico Symphonicities, el año 2011.

Andy Summers (81) tiene una muy prolífica carrera con discos instrumentales y homenajes a estrellas del jazz como Charles Mingus, George Gershwin y Thelonious Monk, además de su proyecto Call The Police, con el que llegó a Lima en 2019, homenajeando a su banda matriz. 

Y Stewart Copeland (71), uno de los mejores bateristas en la historia del rock, se dedicó desde 1986 a su otra pasión, componer bandas sonoras. Paralelamente, integró dos supergrupos más. Por un lado, en el 2000 formó el trío Oysterhead junto al guitarrista Trey Anastasio (Phish) y el bajista Les Claypool (Primus) y, años después, en el 2017, se unió a Adrian Belew (guitarra, King Crimson, David, Bowie, Talking Heads, Frank Zappa), Mark King (bajo, Level 42) y Vittorio Cosma (teclados, Premiata Forneria Marconi) en Gizmodrome.

Sin embargo, los logros artísticos que The Police registró en tan solo cinco años -de 1978 a 1983- no han podido ser eclipsados por las casi cuatro décadas de desarrollos individuales de sus miembros. Su extraordinario legado permanece intacto en la memoria auditiva tanto de melómanos y coleccionistas con profundos conocimientos y capacidades apreciativas como de oyentes convencionales de radios especializadas en canciones “del recuerdo”. 

Tags:

Andy Summers, rock clásico, Rock de los 80, Stewart Copeland, Sting, The Police

Imaginemos que vivimos en un país en donde se nos persigue, se nos hostiga y amedrenta. Ya sea por nuestro origen étnico, identidad de género, posiciones políticas o cualquier otra condición.

Imaginen tener que forzosamente desplazarte para poder comer, beber agua, o, simplemente no morir.

Lo inimaginable para muchos, es la penosa realidad de millones de personas alrededor del mundo. Mujeres, hombres, niños y niñas; que han dejado sus hogares buscando refugio del hambre, las dictaduras, la persecución o las guerras. 

El 20 de junio se conmemora el día mundial de las personas refugiadas, fecha instalada por las Naciones Unidas, para reconocer el valor y la fortaleza de quienes huyen de sus países de origen para buscar refugio en otro, en medio de la incertidumbre y, muchas veces, la hostilidad del país de acogida. 

Según ACNUR, más de 1,5 millones de personas venezolanas han llegado al Perú y más 532.000 han solicitado la condición de refugiado/a.  Lamentablemente la xenofobia y la consecuente criminalización de la migración, han conllevado a que muchas personas que han buscado esta protección internacional encuentren en el país, un contexto hostil y criminalizador.  

El Estado Peruano, como muchos otros alrededor del mundo, está en la obligación de garantizar y proteger los derechos de las personas que piden refugio, respetando el principio de no devolución y erradicando la criminalización de la migración. 

Esto quiere decir que, las autoridades no deben promover ni retornar a los solicitantes de asilo o refugio a las fronteras de sus países, ni expulsarlos, en la medida que esto pone en peligro la vida y la libertad de estas personas que de por sí, ya tienen una situación de vulnerabilidad. 

Así, el principio de no devolución es un aspecto fundamental de los derechos humanos y un eje central en los tratados y convenciones relacionadas con los derechos de los /as refugiados/as y la movilidad humana. 

Según la Opinión Consultiva del ACNUR sobre la aplicación extraterritorial de las obligaciones de no devolución en virtud de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su Protocolo de 1967; este principio contempla excepciones cuando la persona se constituye en un riesgo o amenaza para la seguridad del país, siempre que se haya condenado y probado un delito grave. Esto quiere decir que los casos tienen que ser individualizados y no caer en la criminalización de toda la migración. 

En el Perú, tenemos mucho por reflexionar al respecto. Existe la Ley de Refugiados (Ley 27891), el Decreto Legislativo de Migraciones y compromisos internacionales que hemos aceptado y ratificado. No obstante, la población refugiada aún se siente en estado de desprotección, especialmente las mujeres quienes por temor no denuncian, por ejemplo, los hechos de violencia que padecen. 

Es tiempo de promover un país más inclusivo, en donde las políticas migratorias y sobre refugio sean gestionadas con seriedad y sin cargas de temor ni discriminación. Todos queremos un país seguro, pero eso no se logra criminalizando a los migrantes ni desprotegiendo a la población que busca refugio en el país. 

[AGENDA PAÍS] En el Perú estamos viviendo un ataque diario a la poca institucionalidad que nos queda. 

Por un lado, nuestro menú diario, de restaurante de lujo con 3 estrellas Michelin, se compone de una entradita de denuncias constitucionales con acusaciones cruzadas, una sopita de cacicazgos electorales, un segundo bien “taipá” de ministros cuestionados por sus competencias o por sus declaraciones, copiosamente acompañado de guarniciones de congresistas que deberían asistir a los plenos en traje a raya y esposados, y de postre, periodistas politizados y agremiados en cofradías de intereses económicos. 

Por el otro lado, los ciudadanos, con menúes menos opulentos a los cuales incluso, les es difícil de acceder, observan impávidos cómo se pasan los años, tan callando, sin poder ver una luz al final del túnel y maldiciendo a ese Dios peruano del que tanto se habla pero que poco o nunca aparece.

A ese copioso menú, maloliente e indigesto, se le ha sumado una serie de declaraciones, aparentemente coordinadas, para tildar al congreso de dictador, como si el congreso fuera una sola persona, un Nicolás Maduro, que a sola mano dicta acciones sin consulta ni voto parlamentario alguno.

La señora Patricia del Río, periodista de RPP, que hace un par de años viralizó un audio donde soltaba suspiros por Vizcarra, a la vez que reconocía una relación cercana y aceptaba lo corrupto que era ese individuo, ha dicho en una entrevista con su amigo Jaime Chincha, y muy suelta de huesos, que en el Perú vivimos una dictadura congresal.

El exgobernador Mesías Guevara, aquel que junto a otros personajes se infiltraron en Acción Popular, partido al cual casi destruyen, inaugura su flamante cargo de directivo del Partido Morado para también unirse al cargamontón diciendo que “nos están llevando a una dictadura congresal”.

El recién autodenominado candidato presidencial, el rector de la UNI Alfonso López Chau, ha sido más creativo, uniéndose a la manada e instituyendo un nuevo vocablo, el de la “tiranía electiva”.

Caray, lo que pueden hacer 130 congresistas dictadores es impresionante, ¡130! ¡Record Guiness para Perú! Aplausos por favor.

¿Cuántas veces hemos reclamado al ejecutivo y al legislativo que trabajen en conjunto para lograr un mínimo de gobernabilidad para poder generar confianza y un entorno favorable a la inversión pública y privada?

Recordemos que en la época del presidente Kuczynski (PPK) con Keiko Fujimori y sus 73 congresistas, a gritos pedíamos que se pongan de acuerdo y que trabajen en conjunto por el país. Gobernabilidad pedíamos y no pasó nada. 

Bueno, sí pasó… Renunció PPK, entró Vizcarra, vacaron a Vizcarra, entró Merino, renunció Merino, entró Sagasti, llegó Castillo y se vacó solito, dejando a Dina Boluarte en la Presidencia. Entre todo este laberinto, por no haber buscado gobernabilidad y estar pensando en intereses particulares y no en el país, hemos tenido 6 presidentes en 6 años. 

Ahora parece que queremos mantener el record de 1 presidente por año vacando a Boluarte, con lo que al 2026 tendríamos 8 presidentes en 8 años. ¡Otro record Guiness! ¡Vamos Perú!

Dejemos de atacar nuestra propia institucionalidad. Hay congresistas pésimos, sí y un montón. Algunos de ellos tienen más perfil para Piedras Gordas que para la Plaza Bolívar, también. Que el ejecutivo ha demostrado ineficiencia, poca coordinación e indiferencia ante los graves problemas por los que atraviesa el país, sin duda.

Pero por ellos votamos, y si nos equivocamos, no podemos ser tan caras duras de vociferar “dictadura congresal” cuando los parlamentarios y el ejecutivo encuentran consensos que no nos gustan y por el otro, criticarlos cuando no se ponen de acuerdo porque atenta contra la gobernabilidad. 

Solo espero que la campaña presidencial del 2026, que ya está empezando, enfoque a los políticos y a la prensa en los temas de estado que deberían importarnos para luchar contra la pobreza y la anemia, para pensar en nuevas políticas públicas que aseguren una educación y una atención de salud humanas y de excelencia, para que podamos pasear por nuestras bellas ciudades y encantadores pueblos originarios con la tranquilidad de vivir en seguridad, y para así lograr un clima de paz social que es la base para el desarrollo sostenible de nuestro país.

Tags:

Boluarte, Castillo, Congreso, dictadura, Ejecutivo, Gobierno, lópez chau, Merino, Mesías Guevara, Patricia del Rio, Perú, PPK, Sagasti, tiranía electiva, Vizcarra

[Cosecha Roja] Desde que empezó la actual legislatura, se han presentado en el Congreso más de 45 proyectos de ley que proponen el endurecimiento de penas y condenas en aras de frenar la actual arremetida de crimen y delincuencia que mantiene a la población en vilo. Es decir, en promedio se ha presentado un proyecto y medio por mes en los últimos dos años y pico que tiene el actual parlamento en funciones. De todas estas iniciativas, 10 han tenido el mismo objetivo: crear la figura penal de “terrorismo urbano” e incorporarla al Código Penal. Ante tanta insistencia, finalmente, la semana pasada, la Comisión de Justicia del Congreso decidió aprobar el dictamen de ley que incorpora el delito de terrorismo urbano en el Código Penal y establece penas de entre 23 a 30 años, así como sus causales. 

¿En el país donde una película, una obra de teatro, una presentación de libro y una manifestación pueden ser calificadas de “terroristas” o de “apología al terrorismo” (y lo han sido) qué significa que ahora el crimen también pueda serlo? 

Ciertamente, el terrorismo urbano existe: los atentados del 11 de setiembre de 2001 en los Estados Unidos, los ataques terroristas de Paris en 2015 y la explosión provocada en el Manchester Arena de 2017 son solo algunos ejemplos recientes. Pero, a diferencia del crimen que actualmente agravia al país, todos estos ataques fueron motivados por objetivos ideológicos, religiosos y políticos de organizaciones extremistas como Al-Qaeda y el Estado Islámico. 

Con esto no estamos buscando invisibilizar el trágico legado que ha dejado el accionar de organizaciones que en el pasado ejercieron la violencia para avanzar sus respectivas plataformas ideológicas y políticas como Sendero Luminoso y el MRTA. Pero equiparar el accionar de estas organizaciones y, sobre todo, las estrategias para combatirlas con el de organizaciones criminales como el Tren de Aragua, Los Gallegos, Los Pulpos, entre otros, puede terminar siendo más perjudicial a la larga. 

Tampoco pretendemos negar el hecho de que muchas de estas organizaciones criminales recurren a la violencia extrema y tácticas terroristas para instalar el miedo en poblaciones enteras y/o ejercer un control territorial tiránico en los espacios donde despliegan sus actividades delictivas: trata de personas, extorsión, tráfico de drogas y muchas más. Pero su lógica sigue estando motivada por las ganancias económicas de sus negocios ilícitos y no necesariamente por cuestiones ideológicas. 

Es fundamental reconocer que etiquetar la violencia y las tácticas de organizaciones criminales bajo el término de “terrorismo urbano” no solo puede diluir el significado del terrorismo verdadero, sino también complicar los esfuerzos para abordarlo eficazmente. La militarización de la respuesta al crimen organizado (y nuestra sociedad) es un riesgo real que este dictamen podría precipitar. En el país donde potencialmente todo puede ser terrorismo, esta realidad no parece estar tan alejada.  

Tags:

Congreso de la República, crimen organizado, Populismo Punitivo, seguridad ciudadana, Terrorismo

[Sin título] Hace algunos días, se cumplieron treinta y ocho años de la muerte de uno de lo más grandes escritores que ha tenido la humanidad. Como pocos, se desempeñó con maestría en la prosa, el ensayo y la poesía. La musicalidad que lo caracterizaba recorre cada una de sus líneas. Y me parece imposible no fascinarse cuando uno lee por primera vez a Jorge Luis Borges, ese sabio que se divertía tanto tomándole el pelo a todo el mundo —como alguna vez se lo señaló descaradamente un periodista peruano—. 

Recuerdo mi primer acercamiento a él. Un librito azul y pequeño con una hermosa carátula: un fragmento del famoso tríptico del Bosco. No entendí nada. Se trataba de una reunión de poemas que para mi versión de apenas trece años eran inaccesibles (aún me cuestan). La segunda vez intenté por los cuentos. Aún siendo menor de edad, abrí la edición de Debolsillo de Ficciones que mi abuela me acababa de comprar. “Tlön, Uqbar y Orbis Tertius” me derrotó. Pensé que nunca podría entrar en ese autor. Hasta que mi profesor de matemáticas, Fernando Torres —un gran lector e influencia—, mientras me preparaba para entrar a la universidad (le debo mi ingreso) fue quien me ayudó con un comentario muy atinado:‘Tranquilo, nos pasa a todos. Ficciones comienza difícil y se va haciendo fácil. El Aleph, en cambio, es lo contrario. Comienza fácil y acaba difícil’. Retomé Ficciones y acepté la incomprensión del primer cuento. Algo cogí del libro, pero no sería hasta llevar con Alonso Cueto un curso de cuento en mi último ciclo de Letras que me cautivaría absolutamente con ese viejecito ciego que escuché por mucho tiempo hasta como playlist para dormir cada noche. Escribí un largo ensayo sobre “El Aleph” en el que lo vinculé a buena parte de las ideas de los autores que había estudiado en los cursos de filosofía de generales. Encontraba y buscaba referencias por todos lados. Y comprendí lo que sigo pensando: Borges es un autor genial en tanto es un autor versátil. Uno puede leer uno de sus cuentos sencillos y divertirse con una historia fantástica (en todo el sentido del término) o irse a buscar referencias, textos y enigmas que se esconden en las sonoras oraciones de cualquiera de sus párrafos. 

Me encontré absolutamente excitado. Quería leerlo todo, quería conocer todas las genialidades de las que hablaba Borges. Hoy, a la distancia, pienso que lo más genial de todo era Borges. Era él quien hacía brillantes a todos esos autores. No niego el valor de todos los referidos, pero Borges (como sucede con lo propuesto en “Kafka y sus precursores”) crea a sus referencias, encuentra lo borgeano en ellas, y les da ese toque que en no les es intrínseco. Borges es capaz de vincularlo y unirlo todo a sus temas de interés. Claro, se ocupa de los grandes temas, pero no deja de tener ese aire que todos podríamos reconocer como “borgeano”. 

Me sucedió. Empecé a encontrar borgeano todo lo que veía y vivía. No solo en los textos, veía Borges en los edificios, en las noticias, en los museos, en la música, en las plantas. En todo. Y es que eso pasa. Borges influencia la vida y, por desgracia, también la prosa. En ese aspecto, aprendí de él la anáfora, la adjetivación y otros recursos. No obstante, a Borges no se le puede copiar. La adjetivación solo en él funciona, solo en él no es pretenciosa. Esa musicalidad solemne esperó a ser inventada por él y murió con él. A nadie más le queda. Todos quienes apuestan por ella, rápidamente, son descubiertos como seguidores del argentino. Te enamoras perdidamente, tanto que te alejas de todo lo que no encaja. La única que vez en los últimos años que pasé cerca de un mes sin leer fue cuando, aún metido en Borges, decidí leer Crimen y castigo. La prosa dura de Dostoyevski me era insufrible. No había nada de esa musicalidad que me acompañaba hasta en los sueños. Y, confieso, que hasta ahora no he retomado esa lectura que me hizo padecer un frustración tan grande que estuve un mes temiendo agarrar una novela. 

Alonso —entre tantas cosas— me enseñó a Borges y le estaré siempre agradecido por eso. El curso acabó y nosotros seguimos hablando de sus cuentos. Es más, luego dictó un curso en la maestría de escritura creativa dedicada a él, a Onetti y a Cortázar, al cual me invitó y asistí encantado. Borges me acompañó por mucho. Y, por más de que no lo haya leído todo —con el afán de guardarme algunos libros para más tarde— sí creo que se quedó en mí una idea e impresión fuerte de lo que era lo borgeano. 

Con el tiempo me alejé de él y creo que hice bien, pues este tema de que se meta en tu vida de tal forma y, peor, en lo que escribas resulta muy pesado y aterrador. Visité sus restos en Ginebra junto a una amiga francesa que me creyó un bobo por hacerla padecer una escala en “el país más aburrido mundo” antes de visitar a sus padres en Grenoble. Al ver la tumba, me dijo ‘tenías razón, es una tumba preciosa. Voy a leerlo’.Y Lo hizo y nunca más cuestionó alguna de mis propuestas durante los viajes que hicimos. 

No vuelvo con mucha frecuencia a mis libros de Borges. Sí lo llevo mucho a conversaciones con amigos. Es muy divertido conversar sobre sus ocurrencias, ingenios y artificios. Pero a leerlo creo que le temo un poco. Aunque, las pocas veces que releo algunos de mis cuentos favoritos, confirmo tanto mi motivo de distancia como el de admiración. Insisto, no creo que haya muchos autores de su tamaño en la historia de la humanidad. Tampoco creo que aparezcan muchos más. A casi cuarenta años de su partida, sus textos no se permiten el envejecimiento.

x