La filósofa norteamericana Susan Wolf publicó en el 2010 un artículo llamado “Meaningfulness: A Third Dimension of the Good Life” en el que hace una propuesta acerca del sentido de la vida. Tuve acceso a este artículo recientemente a través de un curso de filosofía y me llamó la atención su propuesta por la manera clara y didáctica en la que explica un tema muy relevante. Por esto decidí que valía la pena producir un resumen en español que espero disfruten tanto como yo.
Introducción
Los modelos filosóficos de motivación humana tienden a caer en dos categorías. Por un lado, existen modelos egoístas, que conciben a los seres humanos como movidos y guiados exclusivamente por lo que consideran su propio interés.
Por otro lado, hay modelos dualistas, que sostienen que las personas son capaces de moverse no solo por el interés propio, sino también por algo «superior».
Estos modelos de motivación, sin embargo, dejan fuera muchos de los motivos y razones que dan forma a nuestras vidas, los cuales no son periféricos ni excéntricos.
Específicamente, sugiero que estas razones están conectadas con la posibilidad de que vivamos vidas con significado, entendiendo el significado como un atributo no reducible bajo los criterios de felicidad o moralidad.
La conciencia de que el significado representa una categoría de valor conceptualmente distinta a la felicidad y al interés propio, por un lado, y la moralidad, por otro, debería afectar la forma en que pensamos sobre estas otras categorías más familiares.
Los ejemplos más obvios de esta nueva categoría son aquellos en los que actuamos por amor. No actúo por interés propio ni por deber ni cualquier otro tipo de razón imparcial, actúo por amor.
Así como los modelos egoístas y dualistas dejan fuera estas «razones de amor», me parece también dejan fuera muchas de las razones que nos mueven a perseguir intereses que nos apasionan, como por ejemplo escribir filosofía, practicar un instrumento musical o cuidar el jardín, los cuales pueden exigir más tiempo del razonable desde el punto de vista de nuestro propio bienestar.
No es forzado pretender que los sujetos de estos ejemplos amen la filosofía, la música o las flores, y que su amor por estas cosas pueda no solo explicar sino justificar sus decisiones y comportamiento más que el amor por sí mismos o un imperativo moral.
En el caso de actuar en favor de un ser querido, es el bien de esta otra persona el que nos proporciona las razones para actuar, lo que nos atrae es un valor percibido que se encuentra fuera de uno mismo.
Mi afirmación entonces es que las razones de amor – ya sea a personas, ideales u otro tipo de objetos – tienen un papel distintivo e importante en nuestras vidas y no deben ser asimiladas como razones de interés propio o de moralidad.
Sin embargo, no todas las acciones motivadas por razones de amor están justificadas ni son buenas razones. Lo que deseo defender es la justificación e importancia de un subconjunto de esas acciones y decisiones que se guían por razones de amor.
Quiero defender la importancia de las acciones y patrones de acción que se involucran positivamente con objetos dignos de amor, de una manera que sea independiente de si estas acciones promueven el máximo bienestar de la persona en cuestión o el bienestar del mundo en general.
Ser propensos a ser movidos y guiados por razones de amor, cuando los objetos de amor son dignos, es, creo, el núcleo de nuestra habilidad para vivir vidas con significado.
De acuerdo con el concepto de significado que propongo, este surge de amar objetos dignos de amor y comprometerse con ellos de una manera positiva.
La relación entre el sujeto y el objeto de su atracción debe ser activa. El mero reconocimiento pasivo y una actitud positiva hacia el valor de un objeto o actividad no es suficiente para una vida significativa.
Lo que quizás sea más distintivo de esta concepción de significado, es que implica elementos subjetivos y objetivos, inextricablemente vinculados.
Este punto de vista podría verse como la combinación de dos puntos de vista populares.
El primero, también llamado Enfoque de Plenitud,es la visión de que no importa lo que hagas con tu vida, siempre y cuando sea algo que amas. Encuentra tu pasión. Averigua lo que te enciende y búscalo.
El segundo, también llamado Enfoque Más grande que uno mismo, dice que para vivir una vida verdaderamente satisfactoria, uno debe ser capaz de ser parte de algo “más grande que uno mismo”. Esto con el objetivo de contribuir a algo cuyo valor es independiente de uno mismo.
Entendida de esta manera, la primera visión, puede entenderse como una forma de abogar por el elemento subjetivo, mientras que la segunda visión, nos insta a satisfacer la condición objetiva.
Cuando se piensa en la propia vida, por ejemplo, la preocupación de una persona respecto a que su vida carece de significado suele ser una expresión de insatisfacción con la calidad subjetiva de su vida.
Por otro lado, cuando consideramos las vidas de los demás, nuestra tendencia es a caracterizarlas como significativas, o no, basados en nuestra evaluación del valor objetivo de estas.
El Enfoque de Plenitud
El Enfoque de Plenitud nos insta a «encontrar nuestra pasión e ir a por ella», porque hacerlo nos dará un tipo particular de sentimientos positivos, llamémoslos de plenitud, opuestos a sentimientos de aburrimiento y alienación.
Aunque los sentimientos de plenitud son indudablemente buenos, hay muchos otros que podrían ser clasificados como placeres, que no tienen nada que ver con la plenitud.
Para alguien que trata de decidir qué carrera seguir o cómo estructurar su vida, este enfoque aconseja no centrarse demasiado en los objetivos superficiales de la facilidad, el prestigio y la riqueza material.
No obstante, el Enfoque de Plenitud, tal como lo he interpretado, es una forma de hedonismo, en el sentido de que su prescripción para la mejor vida posible se basa exclusivamente en la cuestión de cómo una vida puede alcanzar el mejor carácter cualitativo. Desde este punto de vista, la experiencia positiva es lo único que importa.
Si, como sugiere el Enfoque de Plenitud, lo único que importa es la calidad subjetiva de la vida, entonces no debería importar qué actividades dan lugar a esa calidad. Imagínese, en particular, una persona cuya vida está dominada por actividades que la mayoría de nosotros estaríamos tentados a llamar sin valor, pero que sin embargo le dan satisfacción, como por ejemplo resolver crucigramas o ver telenovelas.
En la variación que el filósofo Richard Taylor hace del mito de Sísifo (los dioses inyectan a Sísifo una sustancia que lo hace apasionarse por rodar piedras), la tarea de Sísifo ya no es aburrida para él. Pero sigue siendo una tarea inútil. Algo deseable parece faltar en su vida a pesar de su experiencia de plenitud. Dado que lo que falta no es una cuestión subjetiva –la vida de Sísifo es la mejor posible desde su punto de vista–, debemos buscar una característica objetiva que defina lo que falta.
El Enfoque Más grande que uno mismo
Este segundo enfoque nos dice que el mejor tipo de vida es aquella que contribuye a algo «más grande que uno mismo». Podríamos entender este enfoque como uno que recomienda la participación en algo más importante que nosotros mismos, algo, en otras palabras, que es más grande que nosotros mismos no en tamaño, sino en valor.
¿Es la filosofía o la poesía o el baloncesto algo “más grande que uno mismo” en valor? Es difícil saber lo que significan estas preguntas. Una interpretación más prometedora de este enfoque es recomendar que uno se involucre con algo que no sea uno mismo, es decir, con algo cuyo valor es independiente y tiene su fuente fuera de uno mismo.
El Enfoque Bipartito o de Plenitud Adecuada
La combinación del Enfoque Mas grande que uno mismo y el Enfoque de Plenitud, producen el Enfoque Bipartito, una mejor concepción del significado que cualquiera de los dos enfoques tomados por sí solos.
En esta visión bipartita, para que una vida sea significativa, se debe cumplir una condición objetiva y subjetiva. Lo que recomienda este enfoque es que uno se involucre activa y amorosamente en proyectos que den lugar al sentimiento de plenitud, pero siempre que estos tengan un cierto tipo de valor objetivo.
Al vivir de una manera que está parcialmente ocupada y dirigida hacia la preservación o promoción o creación de algo independientemente valioso, uno hace algo que puede ser entendido, admirado y apreciado desde el punto de vista de los demás, incluyendo el punto de vista imaginario de un observador imparcial.
La contemplación de la propia mortalidad, de la insignificancia cósmica y la indiferencia del universo puede hacer que algunos se estremezcan o entren en desesperación. El vivir de una manera activa y comprometida en proyectos de valor independiente puede poner fin a estos sentimientos.
Si estamos comprometidos en proyectos de valor independiente –luchando contra la injusticia, preservando un edificio histórico, escribiendo un poema–, entonces presumiblemente otros también serán capaces de apreciar lo que estamos haciendo. Esto nos hace al menos teóricamente parte de una comunidad, compartiendo valores y un punto de vista.
El hecho de que el interés por una vida con significado no aflore hasta que se satisfagan las necesidades más básicas no es razón para perder de vista su importancia. El hecho de que una persona no articule conscientemente un interés en garantizar que algunos de los proyectos o cosas con los que está ligada su vida puedan ser juzgados independientemente como valiosos no es suficiente para justificar la opinión de que su valor sea irrelevante para él.
La búsqueda de significado a través de un compromiso activo y amoroso en proyectos de valor es una característica distinta de la felicidad y la moralidad y merece ser incluida en una concepción de vida humana plenamente exitosa.
Nuestro interés en vivir una vida significativa no es un interés en que nuestra vida se sienta de cierta manera – es un interés en que sea de cierta manera, específicamente, que sea una que pueda ser apreciada apropiadamente, admirada o valorada por otros al menos en principio; que sea una vida que contribuya o se conecte de una manera positiva con un valor independiente.
Para tener una vida que no sólo parece significativa, sino que es significativa, el aspecto objetivo es tan importante como el subjetivo.
Me parece que hay dos tipos de preocupaciones que tienden a alimentar las dudas sobre la objetividad de los valores.
La primera es de tipo moral y está relacionada con la pregunta “¿Quién puede decir que proyectos son o no valiosos?”, a la cuál respondo “Nadie en particular”.
Estas son preguntas abiertas, nuestros juicios de valor siempre serán tentativos y supongo que las responderemos mejor si compartimos nuestra información, experiencia y pensamientos.
Sin embargo, la ausencia de una autoridad final sobre la cuestión de qué cosas tienen valor no pone en duda la legitimidad o coherencia de la búsqueda de una respuesta más o menos razonable, aunque también parcial, provisional, impermanente.
El segundo tipo de preocupación es más intelectual y pone en duda el hecho de que pueda existir un estándar objetivo de valor. Algunos podrán juzgar una actividad como inútil mientras que otros la podrán ver como valiosa.
Con respecto a los juicios de valor, entonces, uno puede estar equivocado. En mi opinión, encontrar una explicación adecuada de la objetividad de los valores es un problema sin resolver en filosofía, o quizás mejor, un grupo de problemas sin resolver.
La ausencia de un cálculo adecuado de la objetividad en los valores nos da mayor razón para ser tentativos en nuestros juicios sobre qué tipo de proyecto merece ser incluido en la clase de actividades que puede contribuir al sentido de la vida.
Debemos admitir la razonabilidad de la controversia no sólo sobre el valor de actividades particulares, como hacer bailes de tiktok, jugar frisbi o estudiar filosofía, sino también sobre categorías enteras de actividad, como la autorrealización o la comunión con la naturaleza.
Mi propia inclinación es ser generosa en mis juicios tentativos acerca de lo que es valioso. ¿Cuál es el punto de insistir en que existe tal cosa como una vida significativa, podrían preguntarse, si no se puede dar ningún tipo de orientación sobre cómo vivir una?
Parte de la respuesta es que reconocer al significado como una categoría distinta de la felicidad y la moralidad nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y a nuestros valores, y nos hace menos propensos a distorsionar el carácter y la importancia que algunos de nuestros intereses más profundos tienen para nosotros.
Una segunda parte es que el reconocimiento del significado como una tercera dimensión de la buena vida debe cambiar la forma en que pensamos en las otras dos dimensiones de la felicidad y la moralidad.
Uno puede considerar la pregunta “¿Qué tiene valor objetivo?” como inteligible e importante sin dejar de ser apropiadamente humilde sobre la limitada capacidad para descubrir la respuesta y ser debidamente cauteloso sobre el uso que se le puede dar a la respuesta parcial y tentativa que se obtenga.
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Susan Wolf