Opinión

Es políticamente muy importante que la derecha haya logrado el nivel de movilización que ha mantenido en ristre luego del proceso electoral. Más allá de algunos excesos, si se confirma el triunfo de Castillo, se avecinan varias pruebas políticas de primer orden que van a requerir que la mitad del país que votó por la derecha no se adormile o se desactive.

Aun en su plan moderado -el de Francke y Dancourt- el eventual gobierno de Castillo no descarta el camino del referéndum y de la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Ello nos va a llevar a un nivel de confrontación permanente.

La única manera de lograr ese propósito pasa por conseguir 87 votos en el Congreso en dos legislaturas. No los tiene. Segunda opción: 66 y posterior referéndum. Tampoco los tiene.

Lo que va a hacer Castillo, si no desiste de la idea de la Constituyente, es presentar un proyecto de reforma constitucional del artículo 206, en el cual se plantee que el Ejecutivo pueda convocar directamente a un referéndum para disponer que el pueblo decida. Y hacer cuestión de confianza de ello.

Negada dos veces la cuestión de confianza, disolverá el Congreso. En consecuencia, habría elecciones prontas para nuevo Congreso. Allí la derecha tendrá que dar una batalla para ganar la mayor representación. Si la pierde y Castillo consigue la mayoría absoluta (87 congresistas) para aprobar reformas constitucionales, ya no habría necesidad de una Constituyente.

Pero si Castillo no consigue si no mayoría relativa, aprobará la reforma y deberá convocar a un nuevo referéndum para saber si se aprueba o no esa reforma constitucional. Segunda batalla política de la derecha será ganar ese referéndum. Si Castillo lo gana, podrá desde el Ejecutivo convocar otro referéndum ya para decidir explícitamente si se convoca a una Constituyente. Tercera batalla de la derecha.

Si finalmente se convoca a elecciones para conformar una Asamblea Constituyente, será la cuarta batalla política que la derecha tendrá que dar para impedir que suceda lo de Chile y se imponga una mayoría de izquierda que logre cambiar el modelo que tantos éxitos le ha dado al país.

Para librar todas las contiendas electorales señaladas, en caso de ganar Castillo y persistir en su despropósito (no se necesita cambiar la Constitución para desplegar un gobierno de izquierda moderado como el que anuncian Francke y Dancourt), la derecha tiene que mantener el músculo entrenado y el activismo al tope.

Recuerdo cuando hace pocos años atrás mostrábamos preocupación por la banalidad de las actividades del gobierno de Vizcarra proyectadas para celebrar el bicentenario de nuestra independencia. El asunto sobre esa conmemoración llegó a mayores cuando el año pasado irrumpe la pandemia y con la restricción social se tira abajo muchos más de los actos planificados. Pero eso no fue todo, pues su sentido se trastoca nuevamente cuando tras la vacancia de la Presidencia de la República y el golpe del congresista Manuel Merino, se le otorga un nuevo significado: doscientos años de sometimiento y explotación negados por el exitoso modelo neoliberal, quedan develados ante la envergadura de nuestras profundas carencias en salud, la pérdida de un año de educación regular y la exposición de los puntos más débiles de nuestra institucionalidad democrática. Es entonces cuando el emblema del bicentenario pasan a encarnarlo las vidas de Inti Sotelo y Bryan Pintado, sacrificadas durante la lucha en las calles contra la descontrolada represión policial, otorgándole con el nombre “Generación bicentenario” un homenaje a los jóvenes que con su fuerza consiguieron un gobierno transitorio que convoca a elecciones presidenciales y de pronto…

Debido a que nuestro sistema democrático permite postular hasta a una candidata en plena investigación judicial por dirigir una presunta organización criminal de lavado de activos; ante el desconcierto nacional, pasan a la segunda vuelta electoral Keiko Fujimori y un recordado y sorprendente líder sindical, profesor de escuela rural de educación primaria, llamado Pedro Castillo que postula invitado por un partido cuyo líder se encuentra también acusado de corrupción. Lentamente, Castillo deslinda sus vínculos con el fundador del partido marxista leninista que lo albergó, cambia su postura sobre el enfoque de género y da forma a un equipo técnico, con claro esfuerzo porque quedara conformado con una notoria mayoría de intelectuales y científicos regionales y con el menor número de capitalinos posible.

Keiko y los sectores socioeconómicos A y B de las principales ciudades de la costa peruana, entre ellas la más desproporcionadamente poblada Lima, declararon cerrar filas contra el comunismo. Pero en realidad, cerraron filas contra los campesinos, con un racismo y un clasismo quizá sólo vistos hasta cuando los terratenientes pudieron mantenerlos analfabetos en las décadas de 1950 y 1960, aquellas del “desborde popular”.

Esa es la razón por la que el triunfo de Pedro Castillo no simboliza una división para el país, sino la primera integración real, radical y democrática de las hijas, de los hijos de los campesinos analfabetos que pudieron atender a la escuela por primera vez en sus familias. Y ya su esposa se ha encargado de contarnos cómo fue que se conocieron en sus aulas, en su patio, en ese espacio que Castillo supo reconocer y valorar desde niño como un medio de transformación.

Keiko Fujimori y el sector que la respalda (encabezado por el marqués Mario Vargas Llosa, defensor “porque sí” del sistema liberal) insisten en que Castillo sí lo divide, pues encabeza a los “resentidos sociales” o “ignorantes” que han sido capaces de realizar un “fraude” organizado a nivel nacional. La prueba principal para exigir la nulidad de las actas se basa en considerar que las firmas no totalmente similares al DNI son falsas, única explicación que justifica que pueblos rurales enteros hayan votado por Castillo.

Al resto del Perú no le queda la menor duda que la razón por la que acusa sin verdaderas pruebas es porque falta poco para retornar a la prisión preventiva el próximo lunes 21 de junio y porque luego será condenada a treinta años de prisión por los delitos cometidos. Pero lo interesante es que sus seguidores, quienes repiten todo lo que ella denuncia de manera obcecada, parecen perpetuar un juego especular en el que ella proyecta sus delitos y culpas en sus opositores. Ella se declara protectora de la libertad y la democracia cuando niega los resultados de la Oficina Nacional de Procesos Electorales, ONPE, amenaza al Jurado Nacional de Elecciones y sus aliados políticos piden golpe de estado. Sus seguidores gritan portando antorchas que se respete su voto, pero ellos insisten en que el voto de los pobladores rurales es falso. De ser así, si todo aquello de lo que son culpables lo proyectan, ¿quiénes están sintiendo el “resentimiento social” al que se refieren? La población que ha venido hasta Lima para velar por su voto, para defenderse de la cárcel que la imputación de firma falsa implica como castigo, solo ha compartido, desde que ha llegado a la capital, solidaridad, sonrisas y alegrías durante las marchas. Una esperanza y una unión nunca antes vista. Si de rencor se trata, entonces, que aprendan a darse cuenta de que puede estar dentro de quien lo acusa, que quizá sea esa rabia que da ver que el poder que se ejercía sometiendo y despreciando a quienes no hablan su castellano, comen o se visten como ellos, es la patética furia que ya llegó la hora de apagar, pues llegó el tiempo, doscientos años después, para que los igual de verdaderos y merecidos dueños de nuestra tierra se encarguen de nuestro gobierno.

15 de junio de 2021

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corrupción, Fraude, Generación bicentenario

Vivimos un momento muy delicado porque aparentemente los peruanos estamos totalmente divididos. Eso es lo que nos quieren hacer creer los extremistas de cada lado y la gran mayoría de periodistas y políticos que no han participado en las últimas elecciones.

Sin embargo, encontramos muchas posiciones en las que los peruanos estamos de acuerdo por abrumadora mayoría.

El proceso electoral que está por culminar nos ha dejado en claro que el pueblo peruano es abrumadoramente democrático. En épocas tan difíciles como las actuales, en medio de una pandemia terrible, el pueblo peruano se ha volcado, no una sino dos veces, a las mesas de sufragio para elegir a sus representantes. Si efectivamente ha habido ausentismo este ha sido minoritario. Además, no ha existido ninguna manifestación importante por parte de la población contra el sistema democrático.

En la primera vuelta encontramos nuevamente que una abrumadora mayoría no tiene simpatía por un candidato o partido. Hubo 18 candidaturas presidenciales. Menos de 11 de cada 100 electores hábiles votó por Castillo, poco más de 7 lo hicieron por Keiko, poco menos de 7 por Renovación Popular, muy similar cantidad por Avanza País, 5 de cada 100 votaron por Acción Popular, poco más de 4 por Juntos por el Perú, poco más de 3 por Alianza para el Progreso, al igual que por Victoria Nacional, 13 de cada 100 votaron en blanco o nulo y 30 de cada 100 electores hábiles no se presentó a votar. Repito sólo 11 de cada 100 peruanos aptos para votar lo hizo por Castillo y sólo 7 por Keiko.

La votación para el Congreso fue bastante similar sobre todo en lo que se refiere a la cantidad de votos nulos y en blanco y a la cantidad de electores que no acudieron a votar. Sin embargo, debido al uso del sistema de cifra repartidora, sólo obtuvieron representación 10 agrupaciones políticas.

Aquí nuevamente se repitió el abrumador fraccionamiento. Castillo obtuvo 37 escaños (28%), Keiko 24 escaños (18%),

En la segunda vuelta encontramos otra abrumadora mayoría, la del voto en contra. A la mayoría de peruanos no nos gusta ninguno de los 2 candidatos así que votamos en contra del que nos parece peor.

Contra Castillo votaron en rechazo y miedo a la propuesta comunista de su partido y en rechazo a la corrupción del presidente de su partido, actualmente sentenciado por corrupción, que representa al modelo mafioso que tiene sometidos a Venezuela, Cuba entre otros.

Contra Keiko votaron en rechazo y miedo a la continuidad del modelo mafioso, corrupto y negligente que venimos viviendo en el Perú en las últimas décadas ( con 5 ex Presidentes de la República acusados de corrupción o presos, con innumerables Presidentes regionales, jueces, fiscales, contralores, ministros, empresarios, etc, también procesados y encarcelados) y en rechazo al accionar corrupto de Keiko y sus partidarios que fue tan evidente como dañino al Perú en el último lustro.

Estoy seguro que muchos de los que votaron contra Castillo tenían también muchos motivos y ganas de votar contra Keiko y viceversa, pero el formato de segunda vuelta no lo permitía.

Nuevamente encontramos aquí una abrumadora mayoría que votó en contra, por rechazo y miedo a la mafia y la corrupción venga de donde venga.

¡Sólo 18 de cada 100 peruanos votaron por Castillo o Keiko en la primera vuelta, 82 votamos en contra o no votamos! 82 de cada 100 estamos de acuerdo en algo, entonces por qué nos peleamos como enemigos a muerte?

Según las reglas del sistema democrático que abrumadoramente apoyamos, ni Castillo ni Keiko, pueden imponer su oferta electoral porque para ello necesitan mayoría en el Congreso y no la tienen. Peor aún, están en absoluta minoría, tanto que en caso de llegar al poder si quieren gobernar solos el resto del congreso los puede vacar. Y eso, o la disolución del congreso, es lo que probablemente termine pasando si es que el que gana no tiende la mano en busca de concertación, moderando hacia el centro su programa y evitando la corrupción en sus actos.

El último lustro ha sido muy educativo para todos, pero sobre todo para los mafiosos. Si no hay acuerdo político el sistema obligará a nuevas elecciones y los corruptos ya saben que no sólo los estamos vigilando sino que hay equipos anticorrupción que vienen mostrando su capacidad para investigar, acusar y sancionar con penas de cárcel.

La ONPE ha hecho un trabajo extraordinario, ha llevado adelante exitosamente dos elecciones en plena pandemia y nos ha brindado los resultados de manera oportuna con total transparencia. Problemas ha habido pero han sido menores, no se puede esperar la perfección total .

El empate es una realidad , ya nos la habían anunciado las encuestadoras. La diferencia va a ser mínima, dejemos que las instituciones encargadas la establezcan a través de procedimientos transparentes y públicos.

Somos mayoría los que , ya sea a través de los congresistas que elegimos o a través de una militancia pacífica, legal y alerta tenemos el poder de evitar excesos de cualquiera que sea el ganador. No caigamos en el fanatismo y el odio de los extremistas, ellos son minoría, y recuperemos la paz y fraternidad que nos corresponde.

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ausentismo electoral, Elecciones 2021, ONPE

El ganador de las elecciones que asuma el Ejecutivo -hasta que el JNE no falle, no se puede asumir nada oficialmente- se enfrentará a un Congreso tan o más populista que el actual.

La composición fragmentada del mismo (hay diez bancadas, ninguna con mayoría absoluta), el hecho de que 122 de los 130 ejerzan por primera vez el cargo (un Parlamento novato), la naturaleza ideológica de sus miembros (solo hay 44 de derecha antipopulista), no genera buen pronóstico.

Si a los 37 de Perú Libre, le sumamos los 17 de Acción Popular, los 15 de Alianza para el Progreso, los 5 de Juntos por el Perú, los 5 de Podemos y los 4 de Somos Perú, quienes han demostrado ser materia dispuesta para cuanto despropósito legal se le ocurriera a alguno de sus colegas, suman nada menos que 81 votos fácilmente prestos a aprobar cualquier iniciativa populista regulatoria, como las que han abundado en el Legislativo vigente.

Hay que agregar el dato de las próximas elecciones regionales y municipales que seguramente llevarán a que muchos parlamentarios traten de sembrar políticamente a favor de sus partidos para que obtengan mejores resultados en dichos comicios. Se viene un carnaval de iniciativas antimercado.

Este Congreso, elegido en enero del 2020, presentó entre marzo del 2020, que asumió, hasta junio del 2021, nada menos que 969 proyectos de normas que se entrometían en el manejo macro y microeconómico del país, teniendo como principales blancos el sistema financiero y el de las AFP. Más allá de que muchos de ellos no prosperaron, revela una fruición digna de mejores causas legislativas, habiendo tanto por hacer en ese sentido.

Va a ser un problema para el Ejecutivo lidiar con estos arrebatos. Que desde el Legislativo se petardee su plan de acción, distorsionando la política económica general, será uno más de los problemas con los que el gobierno entrante tendrá que lidiar, aparte de la pandemia y la recesión económica.

Será necesario que el Ejecutivo plantee un gobierno multipartidario, que incluya miembros del Congreso en el gobierno quizás o establezca pactos muy explícitos, para lograr que se establezca un compromiso de no intromisión en asuntos regulatorios. De otro modo, será un festín de irresponsabilidades el que desde el Congreso veremos perpetrarse los siguientes cinco años.

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Congreso, Ejecutivo, JNE

La ONPE se ha pasado el fin de semana desmintiendo noticias falsas. Pero el daño está hecho, pues las noticias cumplieron su cometido de crear un clima de desconfianza en las autoridades electorales. El twitter de la ONPE tuvo una excelente capacidad de reacción, y uno esperaría que esto habría hecho detener la difusión de estas mentiras, pero lamentablemente la gran mayoría de personas que comparte noticias falsas es completamente indiferente a desmentidos y refutaciones. Como una primera aproximación, quisiera hacer una tipología de las personas que comparten estas noticias.

Los mentirosos. En primer lugar, tenemos a los que saben que las noticias son falsas, pero las distribuyen para conseguir un fin ulterior. Aquí existen dos grupos, los que actúan como si la noticia fuera verdadera, y los que actúan como si no supieran si la noticia es falsa o no, y la comparten como si estuvieran consultando sobre su veracidad. En los casos más tristes, estas personas justifican hacia sí mismas su proceder aludiendo de manera oblicua al hecho de que son muy pocas las proposiciones empíricas sobre las cuales tenemos certeza absoluta (y así el pobre David Hume termina siendo utilizado para apañar la idiotez).

Los inocentes. En segundo lugar, muchas personas no están acostumbradas a verificar la información. Es más, en muchos casos ni siquiera saben cómo verificar una noticia. ¿A dónde ir? ¿A quién creer? En teoría, una vez que se llega a la página de la ONPE o del JNE debería terminar el asunto, pero vivimos en una época en la que se confunde ser perspicaz con ser escéptico, y donde el que dice no a todo se cree transgresor y profundo. Entonces, ya no se duda solamente de los miembros de mesa, o personeros de Perú Libre, sino de los mismos organismos electorales. Cual gallina sin cabeza, estas personas andan epistemológicamente desorientadas, y terminan creyéndole a cualquiera que les hable bonito y los haga sentir especiales.

Los tercos. En tercer lugar, hay personas que no están acostumbradas a reconocer sus errores o que creen que eso sería una muestra de debilidad, y por lo tanto se embarcan en las más inverosímiles racionalizaciones. Dos ejemplos: Primero, varias personas compartieron la falsa noticia de que el JNE había colocado a Vladimir Cerrón como segundo vicepresidente de Perú Libre. A pesar de que se les mostró la página del JNE donde se indica que la candidatura de Cerrón es improcedente, estas personas reaccionan con ejercicios de gimnasia mental. El más increíble que encontré es este: “Claro, pero si el JNE editara su página, podría cambiar la denominación de improcedente por una de procedente, lo cual prueba que, en efecto, el JNE ha declarado la candidatura como procedente”. Segundo ejemplo, una persona dice que Perú Libre ha impugnado más de mil actas, teniendo que pagar una cuantiosa suma de dinero. Se le muestra la página de la ONPE donde se ve que las actas impugnadas son menos de 500, que no hay ninguna indicación de que estas hayan sido impugnadas solo por Perú Libre, y que la impugnación no tiene costo. Pero nada de esto le importa al susodicho, y ahora uno se ve forzado a asistir al suicidio intelectual del homo sapiens: “Quise decir observadas”, “Es probable que todas hayan sido impugnadas por Perú Libre”, y “¿De dónde sacó Perú Libre plata para la campaña?” Todos hemos sido engañados alguna vez, pero si tuviéramos la costumbre de retractarnos cuando accedemos a evidencia que nos contradice, el nivel de difusión de noticias falsas sería mucho menor.

Los gregarios. El cuarto punto tiene que ver con la dinámica al interior de los grupos de WhatsApp. Tal como señala el sociólogo y economista político William Davies, en un artículo publicado en The Guardian el año pasado, las características particulares del formato de WhatsApp facilitan la difusión de noticias falsas. En WhatsApp la transmisión de mensajes es completamente encriptada, por lo que el nivel de privacidad es mucho mayor que en otras redes sociales. Esto hace que los usuarios puedan hablar más francamente, compartiendo no solo sus alegrías y logros personales, sino también ideas que no se atreverían a compartir en público, tales como prejuicios e incluso discursos de odio. Los grupos de WhatsApp desarrollan rápidamente un fuerte sentido de comunidad, generalmente en torno a una visión compartida del mundo. Esto también implica una solidaridad negativa, donde se define a un enemigo común del cual los miembros del grupo deben defenderse. Debido a ello, los ataques al enemigo común suelen ser premiados, mientras que los desacuerdos suelen ser castigados. Esto genera un espíritu de cuerpo acrítico, que contribuye a la radicalización del grupo. En ese contexto, cuando una noticia favorece la visión del mundo compartida por el grupo, es más probable que sea aceptada, e incluso será reenviada a otros grupos, independientemente de si es verdadera o no. Desmentir dicha noticia suele percibirse como un acto incómodo, como un insulto al que la compartió. La reacción ante un desmentido no es la subsecuente desconfianza en aquél que compartió la noticia. Por el contrario, en solidaridad con el agraviado, el grupo suele compartir más y más noticias que vayan en la misma línea, verdaderas o no, y el que desmiente pasa a ser el nuevo enemigo. Validar al grupo es más importante que decir la verdad. En el caso que nos ocupa, el enemigo común es el comunismo. Al comienzo, este se materializa solo en Perú Libre. Pero gradualmente esta idea se va radicalizando. El gobierno también pasa a ser comunista, luego la prensa independiente, los organismos electorales, y por último las entidades internacionales que observaron nuestras elecciones. Y como el fraude se le atribuye al ‘comunismo’, se crea el clima perfecto para aceptar cualquier noticia falsa en ese sentido. Como el grupo se percibe a sí mismo como aislado, no existe conciencia de que lo que ocurre ahí pueda tener repercusiones reales (como me comentaba un amigo, la gente actúa como si estuviera en un videojuego, donde lo que haces supuestamente no tiene consecuencias). Pero las noticias falsas suelen saltar de grupo en grupo: a mayor concentración de noticias falsas en un grupo, mayores las probabilidades de que estas transpiren a otros grupos. Y así, cuando los líderes de opinión salen a pedir abiertamente un golpe de estado militar, cientos de grupos de WhatsApp han contribuido no solo a crear un clima donde el fraude es tomado como una realidad indiscutible, sino que la idea de un golpe se ha normalizado.

Las noticias falsas correncomounreguerodepólvora, facilitadas por gente que se miente a sí misma y a los demás, o que no sabe distinguir entre lo verdadero y lo falso, o que es incapaz de reconocer un error, o, como en el caso de los grupos de WhatsApp, se maneja con un falso sentido de solidaridad. Las noticias falsas socavan la democracia, y cualquier persona que se autoproclame defensora de la democracia debería luchar activamente contra esta plaga.

[Nota: El artículo de Davies se llama What’s Wrong with WhatsApp, y fue publicado en The Guardian el 2 de julio del 2020. Lo del ‘reguerodepólvora’ es de Rayuela. Las categorías de mentirosos, inocentes, y tercos corresponden vagamente a las de perros, ovejas y chanchos, que usé en mi columna El Zoológico del Terruqueo (Sudaca 9.3.21), que a su vez provienen del Animals, de Pink Floyd].

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

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Fake news, JNE, ONPE

Un día después del último debate electoral, lunes 31 de mayo, a seis días de la elección definitiva, el encargado del despacho presidencial decide convocar a la prensa. Su gobierno hace un anuncio sin novedades: El Perú supera los 180 000 muertos por covid-19. La cifra espeluznante ya la sabíamos pero el gobierno no la reconocía oficialmente sino hasta ese día, especialmente ese día.

Desde el año anterior, los números reales los venían mostrando incluso medios afines a las posturas del gobierno del vacado Vizcarra, con quien pasamos gran parte de la pandemia en el 2020. Se basaban en las estadísticas del Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef) que siempre arrojaban una contabilidad distinta a la del Ministerio de Salud (Minsa). Así, el 31 de mayo, en medio de la competencia ajustada por la presidencia del país, el gobierno de Sagasti se anima a reconocer 180 764 fallecidos por el virus entre el 1 de marzo del 2020 y el 22 de mayo de este año. Hasta el domingo 30, día del debate, el Perú solo reconocía 66 471 muertos por covid-19, tres veces menos. De la noche a la mañana nos convertimos, entonces, en el quinto país a nivel mundial con más muertes registradas por coronavirus, detrás de Estados Unidos, con 594 468; Brasil con 461 931; India con 329 100, y México con 223 507, teniendo en cuenta los datos ofrecidos por la Universidad Johns Hopkins, recogidos por el diario Gestión.

¿Por qué el gobierno de Francisco Sagasti decidió actualizar las cifras faltando 6 días de la segunda vuelta y no mucho tiempo antes? La información que nos ofrecieron en aquella conferencia del 31 de mayo—ya lo dije— no era novedosa. Fue evidente la incapacidad de Martín Vizcarra y de sus ministros en el manejo de la pandemia. Y el Sinadef era el termómetro en todo este tiempo: mientras el Minsa vizcarrista «lamentaba» 3 muertes por covid, los sepultureros sellaban 10 tumbas. El exceso de defunciones siempre nos dijo que el gobierno mentía.

Recordemos. Lo que sucedió el domingo 30 de mayo, día del debate electoral —y un día antes de la conferencia del gobierno— fue que la candidata Keiko Fujimori ratificó su propuesta de campaña más emblemática: El Bono Oxígeno, que plantea la entrega de S/10 000 a todas las familias que han perdido integrantes como consecuencia de la pandemia. Una estrategia económica calculada por su equipo técnico sobre 66 471 defunciones. Sospechoso que al gobierno morado se le ocurriera hacer oficial la multiplicación por 3 de esa cifra especialmente en la última semana de campaña política.

Por supuesto, esto tuvo un efecto. Algunos colegas pensaron que el Bono Oxígeno se caía con las nuevas cifras de fallecidos dadas por el gobierno morado. Recuerdo que un conductor de televisión lanzó la pregunta a Fujimori: ¿Acaso su propuesta ahora será imposible de realizar? A lo que ella respondió que su equipo técnico siempre consideró el exceso de víctimas del covid que ni el gobierno de Vizcarra ni el de Sagasti se atrevían a revelar.

Francisco Sagasti ha entrado a la campaña desde un principio, la llamada por teléfono a Mario Vargas Llosa no ha sido su único intento de virar a la izquierda los destinos del país. Lo hizo, primero, al no renunciar a su candidatura a la vicepresidencia sino hasta que por presión mediática fuera excluido por las autoridades electorales; segundo, al exhibirse en actos públicos con corbatas moradas, el color de su partido en campaña; luego, con sus anuncios oficiales que influyeron en las promesas de campaña de Fuerza Popular; y, después, al jugar al filo de la ley pidiendo a un nobel que interceda para que Keiko Fujimori desista de sus reclamos contra las irregularidades descubiertas de esta elección. Reclamos que —muy probablemente— la mitad del país más 1 apoyamos.

15 DE JUNIO DEL 2021

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Covid-19, Vizcarra

En la charla organizada por el Citibank, en la que participaron los economistas Pedro Francke y Oscar Dancourt, y que tanta tranquilidad ha generado en los agentes de inversión, por las posturas evidentemente más moderadas que ambos expositores desplegaron respecto de las propuestas originales contenidas en el ideario auroral y el Plan Bicentenario de Perú Libre, hay un cabo suelto que es menester advertir.

Es cierto que se descartan estatizaciones, confiscaciones de ahorros o controles de cambios. A la vez, señalan que se respetará la autonomía del BCR. Se mantendrán contratos de estabilidad tributaria y se respetarán las cuentas de las AFP. Todo ello suena muy bien. Pero a renglón seguido señalan que se mantendrá el principio de plantear un referéndum para convocar a una Asamblea Constituyente.

Ello implica necesariamente zozobra política y económica. La única forma de lograrlo pasa por aprobar con 87 votos en dos legislaturas, o con 66 en una y convocatoria a referéndum. No tiene esos votos. En un escenario radical Castillo solo tiene 42 votos en el Parlamento (los 37 propios más los 5 de Juntos por el Perú); en un escenario moderado podría aumentar a 77, si los cerronistas no se separan por su moderación. En ese caso, si las otras bancadas se suman al proyecto constituyente, sí le alcanzaría para aprobarlo en una legislatura y convocar a referéndum.

Pero lo más probable que es que Alianza para el Progreso, Acción Popular, Somos Perú o los morados no se sumen a ese empeño y así restringirían las posibilidades de Castillo a plantear un escenario de colisión frontal con el Congreso.

Tendría que presentar un proyecto de ley para modificar el artículo 206 y agregar a las vías de reforma constitucional la del referéndum planteado por el Ejecutivo y posterior convocatoria a una Constituyente. Y hace cuestión de confianza de ello. Se la niegan una vez, cae un gabinete. Lo vuelve a presentar, se la niegan nuevamente, cae un segundo gabinete y disuelve el Congreso.

En esa tesitura o lo vacan antes o lleva al país a un derrotero de zozobra e inestabilidad, donde habría que convocar primero a nuevas elecciones congresales, luego esperar a que dicho Legislativo sí apruebe la reforma castillista y si es así realizar el referéndum y luego de eso, si lo gana, convocar a una Asamblea que durante un año discutirá la nueva Constitución. Zafarrancho innecesario. Los planteamientos de Francke y Dancourt no requieren cambios constitucionales para llevarse a cabo. Huele a gato encerrado.

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Oscar Dancourt, Pedro Francke, Perú Libre

La asociación de Italia con una propuesta futbolística conservadora ha quedado atrás. Desde hace un buen tiempo, en realidad, aunque nunca falten algunos altavoces desde los que se hable de la posible presencia del histórico ‘catenaccio’. Y es que, tras haber quedado eliminada de forma sorpresiva en su intento de llegar a Rusia 2018, Roberto Mancini —entrenador de perfil propositivo, que intenta imponer condiciones a partir del buen trato de balón— asumió la dirección técnica de la ‘Squadra Azzurra’,  iniciando un proceso constructivo que se inscribe en un contexto de renovación e incorporación de nuevas tendencias (ej. Atalanta, Sassuolo, etc) en el fútbol italiano. No solo por mantener un invicto de veintiocho jornadas podemos afirmar que marcha bien, sino también por ‘la manera’, es decir, el ‘cómo’ ha jugado su equipo para conseguirlo. En ese sentido, la victoria por tres a cero frente a Turquía en el partido inaugural de la Eurocopa significó la respuesta exitosa en la primera prueba de rigor, además de un buen indicador sobre la evolución del juego colectivo de los dirigidos por el exestratega del Inter de Milán.

Así, en el Stadio Olímpico, de principio a fin, el dominio fue del seleccionado italiano. Jugando prácticamente todo el encuentro en campo contrario, el 4-3-3 que se planteó como esquema base, en realidad, experimentó varias modificaciones -sin perder el orden- por la tendencia natural a intercambiar roles, combinar y la movilidad de sus hombres de avanzada. Con laterales que otorgaban amplitud y fijación de adversarios por los carriles exteriores como Spinazzola y Di Lorenzo (mejor que Florenzi), en la zaga, Giorgio Chiellini junto a Leonardo Bonucci no hicieron sino evidenciar amplia compenetración, además de capacidad para sumarse a la elaboración de juego mediante pases filtrados a compañeros ubicados a distintas alturas del campo. Jorginho, Manuel Locatelli y Nicolò Barella —de mayor libertad para desprenderse y, por lo general, recostándose sobre el sector derecho, generar situaciones ofensivas—, los tres mediocampistas, fueron determinantes a partir de su manejo de balón y ocupación de los espacios, vinculando positivamente con los tres movedizos e incisivos atacantes, a saber, Lorenzo Insigne, Ciro Immobile y Domenico Berardi.

Turquía, ante la dinámica del equipo italiano, no hizo sino replegarse con un bloque bajo e intentar salir de contragolpe buscando especialmente a su estrella Burak Yilmaz para construir sus ataques, pero eso fue impedido en gran medida por la agresiva presión tras pérdida que aplicaron los de Roberto Mancini. Ni bien perdían el balón, los más cercanos, sostenidos por la estructura táctica, iban hacia adelante forzando al error o incomodando el intento por enlazar alguna jugada rápida por parte del cuadro dirigido por Şenol Güneş. Esto no es sino signo del interesante trabajo coordinativo de un equipo en el que las relaciones de sus futbolistas respondieron correctamente ante las distintas situaciones que implica el juego.

Por su parte, los goles se hicieron esperar durante la primera mitad, pero cayeron de forma sucesiva en el complemento. Goles que, me parece, tienen un carácter simbólico en tanto involucraron conductas distintivas de la idea de juego de esta ‘Squadra Azzurra’. En el primero, Manuel Locatelli identifica a Nicolò Barella ubicado entre líneas con tiempo y espacio y le entrega el balón; así, el mediocampista del Inter espera el momento justo y se lo cede con ventaja a Domenico Berardi, que se interna en el área y saca un centro que terminó con un autogol por parte de Merih Demiral. En el segundo, tras haber arrastrado marcas y ‘limpiado’ la jugada con un pase a Locatelli desde su propio campo, Barella siguió avanzando, volvió a recibir entre líneas por parte de Insigne y replicó el pase a Berardi, que decidió sacar un centro a Spinazzola y, frente al bloqueo de su remate, apareció Ciro Immobile para pescar el rebote y marcar. Finalmente, en el tercero, fruto de la insistencia en la presión alta, obligaron al error al portero rival, que le entregó el balón a Berardi y, tras combinación entre Barella e Immobile, Insigne apareció solo ante una línea defensiva descoordinada para definir con clase ante Uğurcan Çakır.

De este modo, exponiendo un fútbol alegre y dinámico, como lo ha caracterizado el periodista Ramón Besa, el panorama para el equipo de Roberto Mancini da la sensación de ser particularmente alentador. Aunque desde la óptica histórica las mejores performances de los italianos se corresponden con su inscripción fuera del campo del favoritismo, sus posibilidades de progresión en esta ocasión parecen ser manifiestas. En una Eurocopa donde selecciones como las de Bélgica, Francia e Inglaterra, por citar algunos nombres, llegan en gran momento y que, además, como todos los certámenes internacionales, se caracterizan por su dinámica caótica e imprevisible, Italia -sin confundir el camino- tendrá que ratificar progresivamente que puede ser un protagonista de consideración.

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Eurocopa, Italia, Roberto Mancini

La transparencia de la información y los datos abiertos ha logrado parar -más allá de los candidatos y los medios- muchas mentiras y manipulación de la verdad sobre la elección última. Pero esto no ha parado. Tenemos que seguir en actitud vigilante para conocer la verdad.

Dos señoras, digamos “bien”. Sábado mediodía. Conversan en el parque donde han sacado a sus hijos a jugar: “¿nos vemos más tarde no? Por supuesto, ya organicé todo, la nana se queda con ellos y voy con mi esposo. Perfecto, tenemos que protestar, el fraude no va a pasar. ¿Quieres ir con nosotros? Así vamos en un solo carro.”

“El fraude no va a pasar” es un tema común de discusión entre mis vecinos que se han visto animados a la participación, motivados por el miedo, por el enojo, que la sensación del amaño de la elección les genera. Pero ¿existe el fraude?

Semana dura la última. Deberíamos estar escribiendo acerca de quién ganó las elecciones, aunque eso esté en evidencia, pero aún. Se ha instalado desde el lunes con fuerza pero desde hace varias semanas con sutilezas, la idea de que existe un fraude. Un fraude no es algo menor. Es un intento consciente de sabotear las elecciones usando diversos mecanismo, para manipular el voto.

Más de 86,000 actas electorales escrutadas, un candidato que matemáticamente ya pasó el límite y es imposible que pueda perder, una contabilidad de votos abierta, pública y transparente; están en riesgo de quedar en entredicho porque la candidata que va perdiendo está dispuesta a jugarlo el todo por el todo por la premisa de que hubo un intento para sabotear la elección.

Para eso, armó una estrategia legal compleja, buscando demostrar que al menos en 800 mesas de las zonas donde había ganado el contrincante, había un grosero intento de manipulación de la intención popular. Conseguir demostrar eso, no es tarea fácil. Las elecciones en el Perú toman en cuenta la resolución de la mayoría de controversias en mesa. Para eso hay un juzgado ad hoc, los miembros de mesa, y unos abogados, los personeros, que se encargan de dilucidar el proceso. Las observaciones deberían ser una excepción. Fuerza Popular considera que hay irregularidades más allá de la excepción y de que se trata de un intento sistemático.

¿Cómo se logra esa demostración? Con pruebas. Pruebas tangibles y objetivas de que se cambió la voluntad del voto en la mesa, a través de un sistema que por ejemplo ponga miembros de mesa amañados, falsifique formas, etc. Pruebas difíciles que son necesarias. Que no pueden ser cuatro o cinco ejemplos que se dan en conferencia de prensa.

En estas elecciones, como nunca antes hemos visto, disponemos de información privilegiada y de la capacidad de poder “bajarla” y hacer con ella todos los análisis convenientes para poder entender si es que hay o no fraude en alguna dirección. Profesionales del open data como Ragi Burhum por ejemplo, han logrado descargar la base de mesas de votación -de libre acceso- y aplicado determinados algoritmos para guiar sus propios análisis, descubrir patrones a través de algoritmos, entender si es que hay datos anómalos. Tenemos el universo de información a nuestro alcance. También lo tuvo Fuerza Popular y pudo empezar por allí su proceso de anulación de mesas, pero prefirió que los abogados en horas determinaran si había firmas falsificadas o no. El resultado va siendo catastrófico para ellos.

Pero el tener la data sola no sirve. Como Josué Ortega señala en un extenso hilo de Twitter (https://twitter.com/josueortc/status/1404183119582928904) entender un fenómeno como una elección popular y sus distintas complejidades no puede pasar solo por una aplicación de algoritmos y ya. Responden a contextos, realidades y espacios específicos que merecen tomar un momento para la comprensión, en lugar de mencionar exclusivamente: “es fraude”, “es fraude”.

Pero el marco de análisis está allí para verlo y para usarlo. Tenemos la base y a partir de ella sí hay esfuerzos muy relevantes para comprender los datos y poder darles una dimensión coherente. En función de ello lo primero que podemos decir es que no hemos hallado una sola referencia analítica de la información que se demuestre que hay un fraude. Ninguna. Nos hemos pasado los últimos tres días buscándolo y no hay nada en ese sentido. Por el contrario hemos visto algunos ejemplos que demuestran que de fraude esta elección ha tenido nada.

El mismo Ragi Burhum muestra que su análisis y algoritmos consideran que hay irregularidades para ambas candidaturas y que no se puede colegir de ello que hay fraude (https://twitter.com/rburhum/status/1404136235053031427). Usando su data, Saki Bigio hace sus propios análisis y manifiesta que: “no encuentro ninguna evidencia de fraude sistemático a nivel estadístico.” (https://twitter.com/SakiBigio/status/1404122740638945284)

La estadística ha jugado su papel, como no. Han existido hasta matemáticos que han señalado que es “estadísticamente imposible” que haya cambio de datos entre primera y segunda vuelta. Cómo es posible que si en la primera vuelta votaron por mí, ahora en la segunda no. ¡Fraude! Otros científicos de datos ya explicaron hasta la saciedad que eso no es anómalo. Pero acá vale entender que no solo se trata de la data cruda. Hay una inferencia importante a nivel del comportamiento humano. ¿Es posible que algunos votos cambien de dirección entre la primera o segunda vuelta? ¡Por supuesto que sí! Más en cinco años aún. Ni siquiera se debe entrar en la motivación expresa de ello. Si no fuera así, que elaboren una ley para que solo quienes no votaron por Castillo o Fujimori voten en segunda vuelta, porque quienes sí lo hicieron no pueden cambiar su opinión. Así de ridículo suena.

Además, Alejandra Costa y Kenneth Sánchez de Comité de Lecturas analizan de manera más cualitativa los casos en los que hay diferencias de votos de primera y segunda vuelta en un hilo muy meticuloso. Su conclusión: “ninguno de estos datos apunta de manera concluyente a un fraude o a una manipulación de las mesas” (https://twitter.com/alecosta/status/1403961227835895808)

Aún más, Sebastien Polis usa el análisis de al distribución de Benford, que analiza patrones de datos, para concluir que no hay datos fabricados, ergo, son datos que siguen un patrón natural que rompe cualquier presunción de fraude. (https://twitter.com/SebastienPolis/status/1403628945346641920). Todo esto es análisis de datos abiertos que están a disposición de todos y que cualquiera puede hacer. De eso se trata. No de andar lanzando ideas porque se me ocurren.

Todos estos son ejemplos, hay varios más que por extensión ya no se pueden presentar, de que:

  1. Se habla de fraude alegremente y no hay ni una sola evidencia de ello
  2. El acceso a los datos es público y gratuito y era esperable que Fuerza Popular presentara argumentos más serios de la existencia de fraude a partir de la data.
  3. Nada hace pensar que realmente exista un fraude o una intención de hacerlo.

Cualquier mensaje sobre las elecciones debe partir de allí. No podemos permitir que una idea tan compleja como la de fraude quede dando vueltas por allí como si fuera normal. Ello va a preparar las cosas para deslegitimar todo lo que se venga.

Finalmente, encontrar elementos “anómalos” es el primer paso para la comprensión. Necesitamos más que nunca a las ciencias sociales, en especial a la antropología, apara que nos aproximen a los vasos comunicantes que requerimos como sociedad.

No termino este artículo dejando de expresar solidaridad con todos aquellos que han visto su nombre expuesto acusados de fraude, de no ser ellos, de haber suplantado identidades o firmas. Ojalá se les brinde la reparación necesaria.

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Elecciones 2021, Fraude electoral, Keiko Fujimori
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