Opinión

Se hizo una el Congreso de la República al censurar al inefable e incompetente ministro de Educación, Carlos Gallardo. Como habíamos señalado en anteriores columnas no era admisible que el Legislativo se abocara, entusiasta, a buscar la vacancia del Presidente y no haya sido capaz, en más de 130 días, de haber siquiera censurado a uno de los tanto ministros impresentables que este gabinete alberga.

En el caso de Gallardo, se trataba de un ministro comprometido con la reversión de la reforma magisterial y universitaria, sospechoso de haber filtrado la prueba docente de manera corrupta, ligado a un sindicato como el Fenatep, de filiación filosenderista, empeñado exclusivamente en destruir el tejido sindical del Sutep antes que en desvelarse, por ejemplo, por el reinicio de las clases presenciales. Muy bien censurado. Más bien, lo criticable es que no se haya hecho mucho antes.

La lista de próximos censurados cae por su propio peso. Juan Silva, ministro de Transportes, entre otros, resalta por su incapacidad y por su manejo sinuoso del portafolio. Ha destruido lo poco que se había avanzado en materia de reforma del transporte, entregándole cuotas de poder a las mafias del transporte informal, orondo e impune.

Eduardo Gonzáles, ministro de Energía y Minas, cómplice de la destrucción de la actividad minera que este gobierno está dejando que se produzca, ausente, cuasi responsable delictivo. El propio ministro ha llegado a hacer declaraciones contemplativas con los autores de los desmanes violentos que ya han paralizado varios proyectos mineros (ayer nomás han incendiado las instalaciones de la mina Anabi, en Chumbivilcas, Cusco).

El propio ministro del Interior, Avelino Guillén, merece, al menos, una interpelación. ¿Cómo es posible que las fuerzas policiales no intervengan en el levantamiento de los ilícitos y extorsivos bloqueos de carreteras, o que no actúen respecto de los ataques a la propiedad privada que hemos visto en varios campamentos mineros, sin que se haya producido siquiera una acción de custodia o de investigación posterior? La policía, al parecer por órdenes del ministro, ha decidido no actuar.

¿El Congreso quiere recuperar sus fueros y su legitimidad? Que acentúe su labor de fiscalización de un Ejecutivo que no da la talla. Eso no es obstruccionismo. Por el contrario, al hacerlo, el Parlamento colabora con la escasa gobernabilidad que un Presidente tan mediocre como Pedro Castillo despliega.

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Congreso de la República, ex ministro Gallardo, Ministro de educación

Los indicadores de calidad que tienen en la cabeza los directivos de la Sunedu corresponden a otras realidades”, Alfredo Rodríguez, asesor de Carlos Gallardo, hoy censurado Ministro de Educación.

¿A cuáles “indicadores de calidad” se refiere el asesor? ¿Acaso a las Condiciones Básicas de Calidad (CBC) cuyo cumplimiento permite el licenciamiento de las universidades? Según la Ley Universitaria, la Superintendencia de Educación Superior Universitaria (Sunedu) es la instancia responsable del licenciamiento de las universidades. Licencia que, por cierto, es temporal y renovable y tiene una duración mínima de 6 años. Asimismo, es la que supervisa la calidad del servicio educativo universitario y fiscaliza si los recursos públicos y los beneficios otorgados por el marco legal a las universidades son destinados a fines educativos y al mejoramiento de la calidad. 

Como se sabe, desde finales del 2015, cada una de las universidades del país, públicas o privadas, debía demostrar ante la Sunedu el cumplimiento de las CBC para prestar el servicio de educación superior universitario. En total son 8. La primera, alude a la existencia de objetivos académicos;  grados y títulos a otorgar; y planes de estudios correspondientes. La segunda, a la oferta educativa a crearse compatible con los fines propuestos en los instrumentos de planeamiento. La tercera, a la infraestructura y equipamiento adecuado al cumplimiento de sus funciones (aulas, bibliotecas, laboratorios, entre otros). La cuarta, a las líneas de investigación a ser desarrolladas. La quinta, a la verificación de la disponibilidad de personal docente calificado con no menos de 25% de docentes a tiempo completo. La sexta, a la verificación de los servicios educacionales complementarios básicos (servicio médico, social, psicopedagógico, deportivo, entre otros). La séptima, a la existencia de mecanismos de mediación e inserción laboral (Bolsa de trabajo u otros). Y, la última, a la transparencia de las universidades.

Desde aquel entonces, 145 universidades solicitaron su licenciamiento. De ese total, 94 fueron licenciadas y 51 no. De las 51 universidades no licenciadas, 48 fueron privadas y 3 públicas. Todas estas universidades, por ejemplo, incumplieron tres CBC relacionadas a objetivos académicos,  programas de estudio y grados académicos; investigación y mecanismos de inserción laboral de sus egresados y graduados. Una evidencia que el anterior procedimiento para crear universidades, bajo la responsabilidad de la Asamblea Nacional de Rectores (ANR), no era el más adecuado y no garantizaba condiciones mínimas de calidad para la prestación del servicio educativo superior universitario. Por eso mismo, se le reformó mediante la promulgación de la Ley Universitaria el 3 de julio de 2014.

A la fecha, el impacto de la reforma universitaria ha sido positivo. Por citar solo algunos ejemplos. En primer lugar, el aumento de publicaciones en revistas indexadas en Scopus. Se pasó de 1770 en el 2014 a 5823 en el 2020. Scopus es una base de datos de prestigio en el mundo académico y los criterios que utiliza para incluir una publicación son muy exigentes. En segundo lugar, el porcentaje de docentes a tiempo completo en las universidades públicas y privadas, en promedio, se duplicó entre el 2015 (25%) y el 2021 (48%). En tercer lugar, el porcentaje de docentes incorporados, luego del licenciamiento, en el Registro Nacional Científico, Tecnológico y de Innovación Tecnológica (RENACYT) aumentó de 2% a 5.5%. Los cuales son calificados, clasificados e inscritos de manera rigurosa.  

El sentido de la reforma universitaria ha sido garantizar condiciones mínimas de calidad para el funcionamiento de las universidades. A partir de lo cual, revisarlas y mejorarlas periódicamente para ir elevando el nivel de la calidad educativa. Una apuesta y una necesidad que se condicen con lo señalado por Unesco: “En las dos últimas décadas, la garantía de calidad en la educación superior ha alcanzado un impulso significativo en todo el mundo, en un esfuerzo por asegurar que los estándares educativos se mantienen y refuerzan”. 

Por último, confiemos que quien reemplace al Ministro de Educación no piense, como pensaba su asesor, que “el concepto de calidad es un concepto eurocéntrico que quiere decir que creen que las universidades del Perú deben ser equiparables con las universidades europeas”. 

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Minedu, ReformaUniversitaria, SUNEDU

Uno. Esa foto viral de Ricardo Gareca en Caracas, atropellado por Cueva en la celebración del gol. El técnico lo contiene, lo enreda entre sus brazos, y una marea de jugadores arman una imposible estatua múltiple entre ellos. Será una celebración histórica aún si Perú no va al Mundial, porque es la resurección futbolística explicada en un retrato instantaneo y eterno. 

También simboliza a la selección peruana de este año. Agarró fuerza con la aparición de Lapadula. En junio, a pesar de haber descendido en la Serie A de Italia con su equipo, fue el artifice del inicio de la remontada en las Eliminatorias. En Quito corrió hasta el último aliento a pesar de ser el primer partido en altura de toda su carrera, a los treinta años. Y evitó la eliminación.

Luego la selección tuvo una Copa América decente alcanzado a jugar todos los partidos del torneo. Probó jugadores, sistemas de juego y variantes, pero al final volvió a los mismos de siempre para remontar en el camino a Qatar. Y lo logró. Ha terminado el 2021 con el mejor puntaje de la tabla, detrás de Argentina y Brasil. El quinto lugar momentaneo es un premio a la perseverancia y la motivación.

Quizás el 2021 es solo comparable en éxito futbolístico con el 2017-2018. Todo lo vivido en el cierre de la Eliminatoria y los meses previos al Mundial, e incluso en Rusia. Aquel fue un fútbol de descomunal factura, una selección comparable únicamente con el top 10 del mundo. Ahora Perú está cerca de esa versión. No gana fácil, pero no pierde entregado. Sufre, pero ha vuelto a entender su juego.

Dos. En otra latitud lejana, el mejor jugador del mundo dejó su casa por más de dos décadas para irse a Paris. Messi puso al mundo en suspenso un par de semanas para hacer un contrato multimillonario (para todos los implicados), y dejar el Barcelona en la ruina futbolística (y económica). Uno a uno se alinearon los nuevos fanáticos del PSG, al que llamaron “el equipo invencible”.

Pero la aventura de Messi no ha empezado bien. Es el ejemplo de como toda la plata del mundo no van a comprar nunca el éxito deportivo. Se necesita trabajo, perseverancia y mucha ambición. Neymar parece un ex jugador, Ramos ya es un jugador retirado y Pochettino no encuentra una estructura defensiva sólida, sobre todo en el medio campo. También el factor psicológico es vital.

Cuánto hubieran querido los hinchas del fútbol ver a Messi jugando para un equipo guerrero con gran hinchada, como Maradona en el Napoli. Hacer realidad ese tipo de proyectos imposibles logrados por megaestrellas. En el Saint-Etienne, por ejemplo, para tirar pases con Trauco. Pero Lionel escogió la lógica estabilidad y el correcto orden de toda su vida. No es, ni de cerca, el personaje Maradona. 

Ahora el PSG se jugará los octavos de final de la Champions League, el verdadero objetivo de Messi, ante un viejo cuco. Real Madrid es el líder absoluto del fútbol español y Ancelotti ha recuperado ese mediocampo solemne entre Kroos, Modric y Casemiro, todos en gran nivel esta temporada. Quizás Messi tenga que esperar una temporada más para ganar la Champions y luego por fin poder retirarse lejos del mundanal ruido de la fama en Miami, donde (dice) nadie lo conoce.

Tres. Los líos administrativos en el fútbol. Los de saco y corbata, los dirigentes, han tenido un año ejemplar, por decir lo menos. Han acaparado titulares y sus decisiones han dado la vuelta al mundo. Primero, a Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, se le ocurrió crear una Champions League con solo los mejores clubes, con el objetivo de recaudar más dinero por el alto nivel futbolístico.

Pero su idea se desinfló incluso antes de que el Sheriff de Tiraspol, un equipo totalmente desconocido y sin historia a nivel continental de Moldavia, le ganó de visita a su propio Real Madrid en Champions. Sí, con Gustavo Dulanto del Callao como capitán. Es por ese tipo de sucesos que la Champions debe incluir siempre a equipos pequeños, para hacer de la gloria del fútbol un sueño posible para todos.

Y luego, a Gianni Infantino, Presidente de la FIFA, se le ha ocurrido hacer un Mundial de fútbol cada dos años. Si así fuera, se pondría en riesgo el gran valor histórico de este torneo. Es decir, que no sea tan dificil ganarlo. Como hoy ocurre cada cuatro años, en una década a penas hay dos o tres mundiales jugados. Eso reduce las posibilidad de que una misma generación gane más de uno. 

La gran mayoría de jugadores tienen diez años de alto nivel futbolístico, y solo los más grandes llegan a jugar más de tres torneos mundiales. Messi y Cristiano, solo ellos, llevan cuatro y se irán por el quinto. Maradona y Pelé jugaron cuatro cada uno. Qué sería del récord de Cubillas con diez goles en Mundiales si un delantero cualquiera francés o danés pudiera jugar siete u ocho mundiales en su carrera.

Cómo cambiaría el fútbol si a partir de ahora los jugadores pudieran tener una carrera con diez o doce Mundiales. Quedarían atrás los récords logrados, por la decisión individual del humano y no por el natural paso del tiempo. Infantino ya cambió demasiado las reglas incluyendo más equipos en el torneo. Hacer más es desligitimar a los campeones, y también a los perdederos y los invisibles. 

El fútbol ha demostrado el 2021 que se trata de perseverancia, trabajo y honor. También la búsqueda de la igualdad, la ambición y la motivación. 

 

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2021, Deporte, Fútbol, Qatar 2022

Ayer se pintó de cuerpo entero el ministro de Educación, Carlos Gallardo. En medio de la controversia surgida por la denuncia propalada en el programa de Milagros Leiva, respecto de la participación de una colaboradora eficaz que denunció que una congresista oficialista, de la mano de la hija del ministro, habían sido los autores del filtrado de la prueba docente, en lugar de aclarar las dudas sobre el tema, se dedicó a zaherir gratuitamente al gremio mayoritario del magisterio, el Sutep, en claro afán distractor.

Totalmente descaminado, sin perspectiva de gestion, guiado por sus odios personales o respondiendo a encargaturas presidenciales, sin ningún desvelo por los problemas principales del sector, así es el titular de Educación que nos ha tocado en suerte.

La moción de censura, presentada el 17 de diciembre, cuestiona precisamente la idoneidad de Gallardo para el cargo; su evidente vinculación con la Federación Nacional de Trabajadores en la Educación del Perú (Fenate Perú), gremio promovido por el presidente Pedro Castillo y vinculado al Movadef; su presunta participación en eventos con miembros del citado movimiento filosenderista; su rol en la contrarreforma magisterial; su falta de compromiso con el reinicio de las clases escolares presenciales; las cuestionables designaciones en su sector; y las mencionadas irregularidades en el desarrollo de la prueba única nacional del concurso de nombramiento docente del 2021, respecto de la difusión o filtración de preguntas y el cuestionario.

Un rosario de dislates y barbaridades cometidas en el portafolio de Educación que, al parecer, el presidente Castillo está dispuesto a tolerar, sin ningún empacho por la falta de probidad intelectual, ideológica o moral del citado ministro. Dado ese escenario, le corresponde al Congreso, en ejercicio de sus facultades, proceder a su fiscalización y, en caso extremo, como aparenta serlo el de Carlos Gallardo, censurarlo y sacarlo del gabinete ministerial.

Es un tema de dignidad institucional el que le corresponde zanjar al Legislativo. Si no es capaz de censurar a un ministro absolutamente incompetente, que está destruyendo el sector Educación -uno de los sectores esenciales en la marcha del Estado peruano-, sería un baldón que desprestigiaría aún más al Parlamento. Si consigue los votos y lo saca del poder, en cambio, dignificaría su propia institucionalidad.

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legislativo, parlamento

Hace un poco más de dos meses escribí aquí una carta abierta de una tibia, con la intención de llamar al diálogo empático y a tender puentes con quienes alguna vez nos alejamos por debates ideológicos en los que podríamos haber estado en posiciones enfrentadas. Lamentablemente la polarización sigue dominando el debate público, en el que quien llama la atención quien tiene posiciones más extremas, en lugar de quien propone debates serios y sustento real.

Hoy propongo algunos temas que, independientemente de la posición ideológica de cada uno, deberían poder generar consensos. Sin duda a partir de ellos se podrá generar debate, y bienvenido sea, siempre que podamos partir de una base común, con diálogo alturado y sin descalificar a quien piensa distinto. 

  1. La vacuna contra la COVID-19 funciona, es útil y necesaria para combatir la pandemia, pero además debemos seguir respetando las medidas de seguridad. Las vacunas que ya han sido aprobadas son producto de trabajo científico supervisado en distintas instancias por personas y entidades especializadas. Incentivar su uso no es un complot universal ni una violación de derechos fundamentales, es posiblemente la única medida que realmente podrá dejar la pandemia atrás.
  2. La reforma en la educación es clave para el desarrollo del país. ¿Quién podría no querer que la educación en el Perú mejore? Una mejor formación en el colegio independientemente de la condición económica, y el posterior acceso a educación superior de calidad redunda en beneficios para toda la sociedad. Como toda ley, estas reformas son perfectibles, pero es necesario partir de una base, que en ambos casos ya existe y que ya viene rindiendo frutos. No podemos retroceder en el poco terreno avanzado ni permitir que las autoridades elegidas por voto popular no reflejen esta necesidad en su trabajo.
  3. Como en todo trabajo, se debe designar a personas preparadas para ejercer cargos en el Estado. Los cargos políticos son ocupados por personas que tienen mayor afinidad a la autoridad de turno, y eso no está mal. No podemos pretender que un congresista o un ministro contrate como asesor a una persona que piensa distinto en aspectos fundamentales. Sin embargo, es necesario que la afinidad esté acompañada de un nivel de conocimiento apropiado para el cargo. El fortalecimiento se Servir es un camino para alcanzar la idoneidad de los perfiles para ocupar cargos públicos.
  4. La violencia contra la mujer es inaceptable. No podemos ignorar la situación de la mitad de la población, pero subirnos al coche cuando es políticamente conveniente. El rechazo a actitudes machistas y misóginas debe ser constante, independientemente de quien es la víctima y el agresor.
  5. Los derechos son universales. El goce de los derechos fundamentales no debe conocer distinción en base a nacionalidad, sexo, orientación sexual, religión, u otros criterios de discriminación. La ironía de este punto es que es, posiblemente, el que más controversia genere en un debate, y sin embargo es el primero en ser recogido en nuestra Constitución. 

Espero que estos temas sean un punto de partida desde donde se pueda construir consensos, en un mundo en el que se da cada vez más espacio a la polarización. Sin duda no son los únicos, así que los invito a hacer el ejercicio de encontrar más aspectos sobre los cuales podamos trabajar independientemente de la ideología con la que nos identificamos. 

La denuncia de Panorama, que señala que luego de una reunión entre el presidente Castillo, el gerente general de Petroperú, Hugo Chávez Arévalo, la ubicua lobista Karelim López y el empresario Samir Abudayeh, éste obtuvo un jugoso contrato de 74 millones de dólares para proveer de biodiesel a la petrolera estatal, es grave.

Ya no parece que estemos siendo testigos de reuniones accidentales o de casualidades fortuitas, sino de un patrón de conducta presidencial, que atenta contra las buenas prácticas administrativas y tiende un manto de sospecha de corrupción que involucra, sin duda, a su propia persona.

Castillo no parece entender que es ilícito y poco ético reunirse previamente con proveedores del Estado que están postulando y compitiendo con otros -que no tienen la suerte de reunirse con él en Palacio- por obtener determinados contratos. No está bien, es incorrecto, es pasible de sospecha de corrupción.

Ya la Contraloría General de la República anunció que iniciará una acción de control inmediata sobre la legalidad de la licitación, más aún cuando, según la denuncia, fueron cambiadas a último momento dos condiciones de la misma para favorecer al ganador (práctica corrupta habitual en este tipo de procesos).

Si el presidente Castillo cree que el cargo le otorga impunidad se equivoca de cabo a rabo. No se trata, pues, de que lo que aparentemente hacía en el pasaje Sarratea ahora lo haga en Palacio y asunto arreglado, sino de que no practique lo que aparentemente está haciendo, que es tráfico de influencias y corrupción de funcionarios. Sin empacho ni rubor. Aparentemente, sin consciencia plena (quisiéramos creer).

El fallido proceso de vacancia debería haber tenido el efecto virtuoso de hacerle entender al Primer Mandatario de que ese tipo de conductas son inapropiadas y punibles (la reunión que denuncia Panorama ocurrió el 18 de octubre y la votación por la vacancia fue la primera semana de diciembre), porque si no es así y siguen apareciendo denuncias de este tipo, ya estaríamos ante un caso temprano de corrupción palaciega cuyo único correctivo es la vacancia presidencial, en vista de que el Presidente no es pasible de acción penal mientras dure en el cargo. A ese juego está jugando irresponsablemente el personaje que precariamente ocupa el sillón palaciego.

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Hugo Chávez Arévalo, Karelim López, Pedro Castillo, Petroperú

Se va acabando el año. A fines del 2020 considerábamos que se acababa un año de quiebre en el país y que lo que viniera en adelante iba a ser mejor, porque nada podría igualar el año de la pandemia, el año del golpe de Merino, el año en el que la clase política se puso de espaldas a la gente.

Vaya que el 2021 se encargó de contradecirnos. Nos fuimos poniendo peor a medida en que avanzaba la campaña electoral y la segunda ola se hizo realidad. Cuando tuvimos que aceptar que el Covid – 19 se había llevado no menos de 200,000 peruanos y no sabemos con certeza cuántos murieron de otras enfermedades porque no encontraron atención médica gracias a la pandemia. Cuando -algunos varios- no pudimos dormir después del resultado de la primera vuelta sabiendo que se enfrentarían dos opciones pésimas en la segunda. Cuando tuvimos que ver cómo semana a semana el gobierno de Castillo se iba encargando de demostrar lo terrible que es la precariedad y la soberbia, y cuando está asociado a sospechas enormes de corrupción y no parece que haya discurso racional frente a eso. Cuando la oposición sigue demostrando que, si en el Ejecutivo la cosa está mal, en el Legislativo está igual, destruyendo las únicas cosas buenas que se han logrado concretas en los últimos años.

En un escenario así, el panorama debería ser desolador y la perspectiva terrible. Los peruanos deberíamos sentirnos en un hoyo en el que la anarquía o la desafección deberían ser alternativas válidas. Pero Lima no es Ciudad Gótica y no aparece un Batman en el país, así que tenemos que vivir con lo que tenemos. En el Perú largamente hemos aprendido a sobrevivir independientemente de lo que el gobierno y el Congreso hagan. Una de las grandes herencias del Perú post 80s ha sido esa: la increíble capacidad que tenemos para estar desligados de la lógica política. Por más que ello dispare el dólar, afecte nuestra canasta básica y nos ajuste el monedero, seguimos adelante ajustando lo que haya que ajustar.

Las últimas encuestas dan fe de ello. La encuesta del IEP, publicada el día de ayer en La República contiene un conjunto de preguntas interesantes a mirar. Por ejemplo, cómo se evalúa a nivel personal este año y qué expectativas se tienen para el 2022. Este año se considera que el balance es regular o malo, pero el siguiente la perspectiva es bastante más positiva. En el siguiente cuadro hemos elaborado un comparativo:

Fuente: Encuesta IEP diciembre 2021. Elaboración propia

Como se ve, las perspectivas para el 2022 son bastante positivas. Vamos a estar mejor a nivel personal sin dudarlo, dicen las personas encuestadas. La paradoja de esto es que entre quienes señalan que el 2021 fue malo o muy malo destaca el bolsón electoral que llevó a Castillo al poder: el NSE D/E rural, con menor nivel educativo, de izquierda (plop), de 25 a más años. Si uno ve esto, comprende más por qué la popularidad del presidente se ha desplomado. Pero aún así, los segmentos que son más pesimistas con el 2021, son los más aprueban al gobierno:

Como apreciamos, es una lógica que no funciona del todo o se asume que no es el gobierno el responsable en estos casos. 

Los optimistas en el 2022, aquellos que señalan que les irá bien / muy bien, son el NSE C, los jóvenes de 18 a 24 años, de educación superior, de centro. 

Estos perfiles ayudan a comprender elementos más finos, pero en grueso nos deja ver que hay un optimismo general con respecto al futuro inmediato que nos habla del divorcio que hay con una política que cada vez es menos relevante para la gente.

Lo mismo pasa cuando se ve la encuesta de DATUM. AL preguntársele a las personas por las compras navideñas, la expectativa de gasto en regalos supera el monto de incluso el 2019.

Impresionante recuperación para lo que ha sido este año para el país, ¿verdad? Hay más, con respecto al 2020, sube 11% la proporción de personas que señalan que gastarán más de 400 soles en regalos este año y baja 8% la proporción que indica que no gastará en regalos.

Una perspectiva indirecta para señalarnos que hay la sensación de tener mejores recursos para afrontar las fiestas -gasto no indispensable- comprando regalos. Esto es muy importante porque puede asumirse como un indicador de bienestar a nivel individual.

¿Todo esto es positivo? Desde luego que sí, por la percepción ciudadana de que la situación va mejorando y que vamos teniendo un alivio pese a la crisis. Pero también nos deja pensando si es que no es un momento en el que esta perspectiva de mejora no nos hará más resistentes al ruido político y las cuerdas separadas funcionen mejor que nunca en este país. Si llegamos al punto del “hagan lo que quieran, mientras mi economía no sufra (mucho)”, estaremos a merced de lo que los políticos hagan, confiados en que no habrá ofensa ciudadana que los haga calcular mejor sus pasos.     

 

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Congreso de la República, Gobierno

Se ha hablado, escrito y analizado en extenso -desde diversas miradas- el tema de la gobernabilidad en el país para dar así tregua al inicio de gobierno de Pedro Castillo. Terminado las elecciones, opositores a él (y lo que representa) anunciaban que no era posible que esté en Palacio de Gobierno, que era inevitable la vacancia presidencial. Era el inicio de una confrontación por todo lo dicho en campaña de parte del actual mandatario con discurso radical en ese escenario. En ese inicio solo cabía esperar, no era el momento. 

Para tal caso, esperar los cien días de gobierno era ineludible para tener claro el camino que iba a tomar Pedro Castillo. Como había escrito a inicios de julio por este medio, su gestión gubernamental transitaría entre la ideología y la improvisación. Y no me equivoqué. Había analizado, para ese entonces, el entorno presidencial y realizado un posible escenario. 

Desde julio hasta ahora, en nombre de la gobernabilidad (que no es más que relación armónica entre Estado, sociedad y empresarios según lo que expresa la teoría) diversas bancadas políticas habían sugerido que no se vaque al presidente. Habiendo rápidamente indicios de vínculos con Movadef (brazo político de Sendero luminoso), con el narcotráfico y con corrupción en temas de licitaciones públicas, diversas bancadas, sobre todo las de Acción Popular y Alianza Para el Progreso, les otorgaba (y otorgan críticamente) el beneficio de la duda a Pedro Castillo, gabinete y aliados.

Ni qué decir de analistas políticos que también otorgan ese beneficio para que Pedro Castillo siga en Palacio. Es así que la palabra gobernabilidad se desgasta en contextos políticos que presentan políticos amateurs, sin capacidad de poder convocar y mirar sensatamente lo que otros países realizan para el beneficio de sus ciudadanos. En ese contexto, agregamos que minorías activas (como el terrorismo y el narcotráfico) ponen en riesgo nuestra joven democracia por todo lo que representan (y hacen) en el Estado y el escenario político y económico. 

Así, la gobernabilidad presenta quiebres, puentes rotos, entre los actores que esta palabra encierra. Lo que se debería plantear en la opinión es cómo reconstruir ella. Cómo acercar nuevamente la confianza ciudadana a una gestión gubernamental sin ningún tipo de problemas, como las mencionadas líneas arriba. Hay momentos de la historia en que los países pueden ir hacia ese camino. Los ciudadanos se acomodan, resuelven sus problemas y permiten que los actores políticos en juego planteen las soluciones que se requiere. 

Estamos a tiempo, avancemos a reconstruir la relación entre Estado, ciudadanía y empresarios. ¿Quién dijo que eso es fácil? Quien diga eso no ha transitado ni las bibliotecas de historia ni el escenario político. Hay coyunturas críticas que permiten avanzar hacia la reconstrucción de la gobernabilidad. Que los actores políticos tengan firmeza.

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Gobierno

El presidente Castillo tiene margen para mejorar su gestión de gobierno, sin duda. Si cumple algunos requisitos y sigue algunos pasos podría darle viabilidad a su gobierno y lograr, inclusive, cierta eficacia en algunos aspectos de su gestión pública.

Lo primero que tiene que hacer es descartar la tesis de la Asamblea Constituyente, que pende como una espada de Damocles sobre la confianza de los inversionistas. Hay dos vías para hacerlo: o la descarta explícitamente, de plano, o simplemente deja que siga su curso en el Congreso la reforma constitucional del artículo 206, espera a que sea rechazada y luego lo da por hecho y asumido y da vuelta a la página. No se imagina el Presidente, el impacto positivo que ello tendría en la reversión de la fuga de capitales, en el descenso del dólar y en la recuperación de la confianza de los inversionistas, quienes están dispuestos a tolerar un gobierno mediano, pero no uno disruptivo.

En segundo lugar, tendría que darse cuenta que es aconsejable un giro a una convocatoria de tecnócratas o funcionarios de centro o, cabe pensarlo, algunos de derecha para puestos clave (Economía, Energía y Minas, Transportes, Educación, Interior, etc.), que hoy son sus puntos flacos en términos de una correcta administración pública.

Sin necesidad de renunciar a su voluntad de cambio del país, que entendemos transita básicamente por reformar radicalmente la salud y la educación públicas, y lograr una mejor distribución del ingreso, puede albergar una coalición mucho más amplia, que además de sus alfiles de izquierda admita personalidades de otras vertientes.

Si en estos tiempos de reflexión se da cuenta que ese camino es transitable, no solo -reiteramos- le aseguraría una mejor gobernabilidad a su gestión, sino que, al basarse, esa amplitud de convocatoria, en un pacto más consolidado con los partidos de centro en el Parlamento, le daría una mayor tranquilidad respecto del escenario siempre movedizo de una eventual vacancia presidencial.

Si todo ello es acompañado por una mayor prolijidad personal (nunca más Sarrateas), Castillo podría completar su mandato con mejor pie que el que hasta hoy ha exhibido. Ojalá su curva de aprendizaje personal sea lo suficientemente rápida para no ser desbordado por la crisis.

La del estribo: notable el biopic documental The Real Charlie Chaplin, bajo la dirección de Pete Middleton y James Spinney. Estrenado este año -ya lo tiene su proveedor favorito-, muestra, con imágenes inéditas y audios desconocidos, el itinerario vital de un genio, desde la pobreza más absoluta hasta el triunfo total y, luego, su exilio autoimpuesto. Chaplin fue un protagonista de la historia y fue partícipe de los sucesos políticos de su tiempo (el inefable Hoover, mano férrea del FBI, lo tenía en su lista negra). El documental invita a revisar su filmografía y para verla no necesita de su habitual proveedor. Está toda o casi toda en Youtube.

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Pedro Castillo, Sarrateas
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