Opinión

Increíble que hayan pasado ya tres semanas desde el 10 de agosto, día de la muerte de Carlos Germán Belli (Lima, 1927-2024), figura fundamental de la tradición latinoamericana y una de las voces más altas de la Generación peruana del 50. 

 

En su poesía Carlos Germán Belli muestra múltiples vertientes de la literatura occidental. La crítica ha destacado su refinado manejo de las formas y estrofas tradicionales, provenientes sobre todo del Siglo de Oro español, pero con un uso abierto de coloquialismos peruanos, discretos toques surrealistas y una visión aguda y crítica de la sociedad moderna. Los múltiples libros de Belli, desde Poemas (1958), Dentro & fuera (1960), Oh Hada Cibernética (1961), El pie sobre el cuello (1967), Sextinas y otros poemas (1970), En alabanza al bolo alimenticio (1979) y varios más son hoy ya clásicos de la poesía en español y constituyen un elocuente testimonio del hombre contemporáneo frente a las fuerzas de la opresión económica y social. Revelan asimismo un afán innovador que no pierde la mirada sobre la tradición, constituyéndose así como un corpus pionero de lo que hoy se entiende como poesía neobarroca, si bien la etiqueta no explica del todo algunos rasgos humanistas y comunicativos de su escritura. 

 

Recibió el Premio Nacional de Poesía en 1962, la Beca Guggenheim en dos ocasiones (1969 y 1987), el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (Chile) el 2006, el Premio Casa de las Américas de Poesía José Lezama Lima (Cuba) el 2009 por El alternado paso de los hados, una Distinción de la Casa de la Literatura Peruana (2011) y la Medalla al Mérito Ciudadano de la Presidencia del Consejo de Ministros del Perú (2016). También fue candidato al Premio Nobel de Literatura el 2007. Carlos Germán Belli fue nieto del arqueólogo piamontés Carlos Belli Core (Biella, 1857-Ica, 1926), que se afincó en el Perú desde los 22 años y se dedicó a la investigación de la cultura Nazca. Hoy su nombre distingue a uno de los museos arqueológicos de la zona.

 

Sobre sus inicios, cabe decir que en los años 50 la sombra de Vallejo había motivado a las jóvenes generaciones a elegir entre dos estilos poéticos diferentes. Por un lado, el ideal social y político del difunto Vallejo influyó entonces en un sector de la nueva poesía y se convirtió en compañero de lucha por una mayor justicia social. Por otro lado, algunos de los nuevos poetas prefirieron sumergirse en una tradición más órfica y simbolista, sin referirse al contexto histórico inmediato. Belli supo superar ambos extremos y buscó tanto la complejidad de la forma como el uso de prestigiosas tradiciones literarias en cuanto a la expresión de un malestar social y denuncia de la opresión política. En ese sentido, es y siempre fue un poeta inclasificable.

 

Pero, ¿cuál es la naturaleza de tan difícil combinación? ¿La poesía tiene que ver con el ritmo o importa más por su responsabilidad hacia la sociedad? Belli ha demostrado una y otra vez que la poesía puede ser tanto una renovación y enriquecimiento del lenguaje como una protesta contra las desigualdades. Vemos en sus escritos un uso virtuoso de los ritmos del Siglo de Oro español, de la sátira corrosiva de Quevedo, de los tópicos de la literatura pastoril, y también de la vanguardia y la retorcida jerga coloquial limeña. Vemos asimismo que esos recursos están al servicio de una voz que desafía el orden establecido y las fuerzas que atentan contra la felicidad humana. 

 

Sin embargo, no se crea que la poesía de Belli trata solo de temas sociales. De hecho, el tema del amor y la construcción de un sujeto múltiple también aparecen como algunos de sus grandes rasgos. Belli ha dedicado algunos de sus poemas más notables al amor. Y sin embargo, al construir una voz poética que asume diferentes códigos y tiempos, va más allá de los criterios convencionales sobre la unidad del sujeto poético. Encontramos en Belli una constante fractura de la voz poética que cuestiona las convenciones tradicionales sobre el poeta como eje de síntesis de una cultura en un momento dado. Belli, por el contrario, expone las contradicciones del mundo contemporáneo y reinventa la literatura desde un espacio de marginalidad y decepción.

 

Se nos ha ido una figura extraordinaria de las letras peruanas. Difícilmente habrá otro poeta de sus kilates en mucho tiempo. Nos deja un legado de libros importantísimos, pero por otro lado se lleva la posibilidad de seguir escribiendo y por lo tanto de abrir nuevos caminos de expresión sobre nuestros problemas actuales.

 

Desde que soy mamá he notado que hay muchas cosas que usamos en el día a día con nuestros bebés están hechos de materiales que difícilmente pueden reciclarse como los pañitos húmedos y los pañales desechables, ambos de uso múltiple por día. Los pañales desechables suelen fabricarse con pulpa de madera, algodón, rayón viscosa y plásticos como poliéster, polietileno y polipropileno. Existen alternativas ecológicas como usar pañales de tela, pero que pasa si no quieres o no tienes tiempo para lavar tantos pañales. 

El promedio de uso de los pañales es de 10 en un recién nacido y 6 en bebes de un año. Solo en Perú nacieron 106,177 bebes en 2023, así que ellos durante su primer mes de vida gastaron 31’853,100 pañales que, con un peso promedio de 36 gramos, son 1’146711.6 kilos de basura que fueron a parar a un relleno sanitario, botadero, foco infeccioso y en algunos casos, el mar.

Leyendo y buscando encontré un estudio publicado en la revista Scientific Reports sobre que un equipo de investigación de la Universidad de Kitakyushu, en Japón, que preparó muestras de hormigón y mortero combinando residuos de pañales desechables lavados, secos y triturados con cemento, arena, grava y agua y las curaron durante 28 días.

A continuación, probaron seis muestras que contenían diferentes proporciones de residuos de pañales para medir cuánta presión podían soportar sin romperse. Luego, calcularon la proporción máxima de arena que podía sustituirse por pañales desechables en una serie de materiales de construcción que serían necesarios para construir una casa con una superficie de 36 metros cuadrados.

Los investigadores descubrieron que los desechos de pañales podrían reemplazar hasta el 10% de la arena necesaria para el hormigón utilizado para formar columnas y vigas en una casa de tres pisos. Esta proporción aumentaba hasta el 27% de la arena necesaria para las columnas y vigas de hormigón de una casa de un solo piso.

Hasta el 40% de la arena necesaria para el mortero de tabiques puede sustituirse por pañales desechables, frente al 9% de la arena del mortero para suelos y pavimentos de jardines. En conjunto, hasta el 8% de la arena de todos los materiales de construcción de hormigón y mortero necesarios para construir una casa de un solo piso con una superficie de 36 metros cuadrados puede sustituirse por residuos de pañales desechables, lo que equivale a 1,7 metros cúbicos de residuos.

Sin embargo, esta solución enfrenta varios retos como la recolección y almacenamiento de estos residuos así como el cambio legislativo que permita su uso como material de construcción sin contar con la necesaria inversión. 

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Mamás sostenibles, Pañales, Reciclaje, Sostenibilidad

José Santos Chocano fue un poeta muy funcional a la dictadura de Augusto B. Leguía. De acuerdo con lo escrito por quien fuera talentoso intelectual Pedro Planas, Chocano justificó la quiebra del orden institucional por parte del megalómano autócrata señalando que el Perú no estaba preparado para la democracia. Por tal motivo, razonaba, el Perú requería una “dictadura organizadora” que establezca, desde la palestra de una autoridad irrefutable, las bases institucionales para transitar hacia la anhelada libertad*.

No ha dicho más el congresista Edward Málaga. Según él, a diferencia de Alemania, el Perú no está preparado para la democracia por lo que sus normas se quiebran cotidianamente. La solución propuesta por el padre de la patria difiere poco de la de Chocano: “hay que ajustar la democracia”, “seguirá siendo democracia pero …” 

Vamos por partes, el argumento de Chocano y de Málaga es falaz. Ningún autoritarismo conduce a la democracia, la socava. Las democracias maduran a través del tiempo. Tales son los casos de Alemania y Estados Unidos. En esos países, la legitimidad que otorgan la Constitución y las leyes se ha convertido en costumbre, se ha vuelto consuetudinaria y esto ha sucedido porque ha prevalecido por décadas o siglos. 

La democracia necesita tiempo para que las instituciones maduren, arraiguen, funcionen y finalmente le brinden a la ciudadanía servicios de calidad, fortaleciéndola como tal y también en su conciencia de sí. La democracia requiere continuidad, no su interrupción, tampoco su acotación. 

¿Cuánto tiempo ha regido la democracia en el Perú?  En el siglo XIX, salvo Manuel Pardo y Nicolás de Piérola, los presidentes fueron caudillos militares. ¿se fortalecieron así las instituciones democráticas como afirmaba Chocano? Desde luego que no. 

La República Aristocrática (1895-1919) fue el primer ensayo mediadamente serio de implementación del orden constitucional en el Perú, aunque solo votaban los varones, contribuyentes y alfabetos: era la época. La verdad no nos fue tan mal.  Planas explicaba que de aquella aristocracia debimos transitar a la democracia y se lamentó mucho de que, en dichas circunstancias, se haya interpuesto el gran modernizador Leguía para legarnos la dictadura, macabro invento del siglo XX. La dictadura no es un modelo distinto, es la reversión de todos los valores y garantías democráticos, sin más.  

El Oncenio inició con el golpe de Estado del 4 de julio de 1919. Desde entonces hasta el fin del milenio, 57 años fuimos gobernados bajo dictaduras y apenas 24 en democracia ¿ya entiende el congresista Málaga por qué nuestra frágil institucionalidad no es una cuestión de idiosincrasia? Es más sencillo,  el militarismo nos impidió construir nuestra república democrática desde que nos fundamos como Estado independiente. 

¿Y ahora qué sucede? quienes nos gobiernan están corroyendo las precarias instituciones que instauramos al recuperar la democracia el 2000. No es un problema de la sociedad, es la distopía favorita de la clase política: sembrar el caos más absoluto y apuntalar al crimen organizado para que ejecute públicamente a jaladores de colectivos, cobradores de microbuses, humildes emolienteros, o a cualquier ciudadano de a pie que se niegue a pagar cupo. El objetivo es claro: “que todos clamen aterrorizados por la llegada de un Bukele peruano, autoritario como ninguno, que reestablezca el orden y “ajuste nuestra democracia a la realidad”. Déjà vu

*Planas, Pedro. La República Autocrática. Lima, Friedrich Ebert, 1994. 

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Augusto B Leguía, Bukele peruano, Democracia, dictadura, Edward Málaga, José Santos Chocano, Pedro Planas.

[El dedo en la llaga] Salir del clóset suele ser un acto individual por el cual una persona declara abierta y voluntariamente su orientación sexual y/o identidad de género, diversa a la orientación sexual más frecuente: la orientación heterosexual. Las personas que optan por dar este paso adoptan muchas veces una postura valiente a contracorriente de opiniones prejuiciadas en las sociedades en las que viven y suelen sufrir consecuencias indeseables a raíz de esta decisión.

Sin embargo, también hay países donde ha habido avances notables en el reconocimiento de los derechos de las personas no heterosexuales. Uno de ellos es Alemania, donde se han dado incluso las salidas de clóset colectivas —ya no tanto personales— más numerosas de la historia.

El 5 de febrero de 2021 la iniciativa #ActOut publicó en el suplemento del Süddeutsche Zeitung, uno de los periódicos más importantes e influyentes de Alemania, un manifiesto que a la vez constituía una salida del clóset de 185 actores y actrices que se declaraban gays, lesbianas, bisexuales, transgénero, queer, intersexuales o no binarios.

El manifiesto #ActOut comienza con una autoafirmación:

«¡Aquí estamos y somos muches!Nosotres somos actores y nos identificamos como lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, queer, intersexuales y no binarios. Hasta hoy no podíamos ser totalmente transparentes sobre nuestra vida privada sin temer consecuencias en nuestra vida profesional. Muches tenemos la experiencia en la que agentes, jefes de reparto, colegas, productores, redactores, directores, entre otres, nos aconsejaron mantener nuestra orientación sexual, identidad y género en secreto para no poner así en riesgo nuestras carreras.

Esta narrativa llega a su final».El motivo principal del manifiesto son las experiencias negativas que muchos actores y actrices han tenido durante sus carreras en relación con su propia identidad u orientación sexual o con su identidad de género. Por eso el manifiesto subraya lo siguiente:

«Hasta ahora se suponía que cuando nosotres hablamos abiertamente sobre ciertas facetas de nuestra identidad, concretamente nuestra identidad sexual así como nuestra identidad de género, automáticamente perdemos la capacidad de interpretar ciertas figuras o relaciones. Como si la representación de estos roles fuese inconciliable con nuestra capacidad de personificar la complejidad y credibilidad necesaria de los mismos.

¡Esta supuesta incompatibilidad no existe!

Somos actores. No tenemos que ser las figuras que interpretamos. Nosotres actuamos, como si fuésemos esas figuras — ésa es nuestra profesión».

Los firmantes indican que no podían hablar abiertamente sobre su vida privada en el entorno laboral sin temer repercusiones profesionales. Y a eso había que ponerle punto final.

Lo que no se sabía entonces es que esta iniciativa inspiraría otra, menos numerosa pero más audaz y riesgosa. Y sorprendente, porque tuvo lugar precisamente en la Iglesia católica alemana. Se trata de la iniciativa #OutInChurch – Por una Iglesia sin miedo.

El 24 de enero de 2022, 125 personas no heterosexuales que trabajan profesionalmente o como voluntarios en la Iglesia Católica en Alemania, tanto laicos como clérigos, salieron conjuntamente del clóset y se reconocieron públicamente como lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales o no binarias, con el objetivo de «contribuir a la renovación de la credibilidad y la solidaridad hacia lo humano de la Iglesia Católica». Simultáneamente, se propaló un documental en la televisión (Wie Gott uns schufComo Dios nos creó) y se abrió una petición en línea con demandas relacionadas con el derecho laboral de la Iglesia católica alemana. Al mismo tiempo, la iniciativa publicó un manifiesto detallado en 14 idiomas en Internet. Además de las 125 personas mencionadas, firmaron el manifiesto 35 asociaciones e iniciativas católicas, entre ellas el Comité Central de los Católicos Alemanes (Zentralkomitee der deutschen Katholiken – ZdK). Para mediados de febrero, más de 70 organizaciones se habían unido a la iniciativa.

El manifiesto #OutInChurch – Por una Iglesia sin miedo —a semejanza del manifiesto #ActOut—comienza con una autoafirmación:

«Nosotros, que somos empleados, voluntarios, potenciales y antiguos colaboradores de la Iglesia católica romana. Trabajamos y nos comprometemos, entre otras cosas, en la educación escolar y universitaria, en la catequesis y la educación, en el cuidado [de ancianos y enfermos] y su tratamiento, en la administración y organización, en el trabajo social y caritativo, como músicos de iglesia, en la dirección de la iglesia y en la pastoral. Nos identificamos, entre otros, como lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, intersexuales, queer y no binarios. […] Todos hemos sido siempre parte de la Iglesia y hoy la modelamos y y le damos forma. La mayoría de nosotros ha tenido múltiples experiencias de discriminación y exclusión, incluso en la Iglesia».

El manifiesto menciona algunas citas homófobas de documentos oficiales de la Iglesia —los aludidos «fracasarían en cuanto a su humanidad»— y toma posición:

«Exigimos una corrección de las declaraciones doctrinales que son contrarias a los derechos humanos, especialmente en vista de la responsabilidad mundial de la iglesia hacia los derechos humanos de las personas LGBTIQ+. Y exigimos un cambio en el derecho laboral discriminatorio de la Iglesia, incluida la eliminación de todas las formulaciones degradantes y excluyentes en la normativa básica del servicio eclesiástico».

Se hace referencia a la normativa básica del servicio eclesiástico católico en Alemania, que menciona como contrarias a la obligación de lealtad a la doctrina y moral católicas ciertas transgresiones sexuales y permite el despido de los supuestos infractores por estos motivos. Esta normativa es la base legal para unos 90,000 empleados que trabajan para la Iglesia católica y 700,000 empleados en su organización benéfica Caritas. En total, alrededor de 1.3 millones de personas trabajan en Alemania para las iglesias cristianas y sus instituciones. El manifiesto señala al respecto:

«Hasta ahora, muchos de nosotros no pueden manifestarse abiertamente sobre su identidad de género y/o su orientación sexual en su entorno laboral o eclesiástico, sin temer consecuencias laborales que pueden llevar hasta la aniquilación de la subsistencia profesional. […] Se ha establecido así un sistema de silencio, doble moral y falta de honestidad».

Dos de las principales demandas de la iniciativa son las siguientes:

«La orientación sexual o la identidad de género, así como la declaración de la misma, o el establecimiento de una relación o matrimonio no heterosexual, nunca deben considerarse como una violación de la lealtad y, en consecuencia, como un obstáculo para la contratación o como un motivo de despido. Las personas LGBTIQ+ deben tener acceso libre a todas las profesiones pastorales. Además, la Iglesia debe expresar en sus ritos y celebraciones que las personas LGBTIQ+, ya sea que vivan solas o en pareja, son bendecidas por Dios y que su amor produce frutos diversos. Esto incluye, al menos, la bendición de parejas del mismo sexo que soliciten tal bendición».

La solidaridad es la principal motivación que guía a los firmantes del manifiesto:

«Hacemos esto por nosotros mismos y lo hacemos en solidaridad con otras personas LGBTIQ+ en la Iglesia católica romana, que todavía no tienen, o ya no tienen, la fuerza para hacerlo. También lo hacemos por la Iglesia. Porque estamos convencidos de que sólo actuando con veracidad y honestidad puede cumplir con el propósito para el cual la Iglesia debería existir: proclamar el mensaje alegre y liberador de Jesús. Una Iglesia que en su núcleo lleva la discriminación y la exclusión de minorías sexuales y de género, debe preguntarse si realmente puede considerarse fundamentada en Jesucristo».

El manifiesto termina con un llamado a las autoridades eclesiásticas:

«Con este manifiesto, defendemos una convivencia y colaboración libres y basadas en el reconocimiento de la dignidad de todos en nuestra Iglesia. Por eso invitamos a todos, especialmente a los responsables y líderes de la Iglesia, a apoyar este manifiesto».

Los firmantes del manifiesto eran conscientes de que corrían el riesgo de ser despedidos o separados de sus funciones. Sin embargo, eso no ocurrió. 

A finales de enero, el Südwestrundfunk (SWR), una cadena de radio y televisión de los estados de Renania-Palatinado y Baden-Wurtemberg, contactó a los 27 obispados de Alemania para conocer su postura: 22 de ellos declararon que no considerarían tomar medidas contra los participantes de la iniciativa #OutInChurch; los obispados de Augsburgo y Colonia respondieron de manera evasiva, y 3 no respondieron. Puede afirmarse que, en general, la mayoría de los obispos alemanes manifestaron su apoyo a la iniciativa.

 
A mediados de febrero, once vicarios generales de diócesis alemanas (Berlín, Essen, Hamburgo, Hildesheim, Limburgo, Magdeburgo, Münster, Paderborn, Espira y Tréveris, así como el vicario general militar de Alemania) publicaron una carta abierta dirigida al presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el obispo de Limburgo Georg Bätzing. En esta carta, exigieron que no se tomaran represalias laborales contra los empleados queer de la Iglesia Católica, incluso en ocupaciones vinculadas al anuncio del Evangelio, como el personal pastoral o los profesores de religión. Varios obispados ya habían emitido declaraciones similares o informado a sus empleados de que no tomarían medidas en su contra. Otros obispados anunciaron que, en el futuro, no despedirían a empleados debido a su identidad de género u orientación sexual o en caso de volverse a casar tras un divorcio. Estas declaraciones no se quedaron solamente en palabras, sino que llevaron a una reforma del derecho laboral de la Iglesia católica alemana aprobada con voto mayoritario en la asamblea del episcopado alemán y hecha oficial el 22 de noviembre de 2022. La causal de despido de empleados católicos debido a un matrimonio tras un divorcio o una relación entre personas del mismo sexo quedó eliminada. El «núcleo de la vida privada, especialmente la vida en pareja y la esfera íntima» ya no serán objeto de evaluación legal respecto al orden laboral.

El 1 de enero de 2023 entró en vigor la versión liberalizada de la normativa básica en el derecho laboral eclesiástico en 21 de los 27 obispados. Los otros 6 obispados anunciaron que adoptarían la nueva normativa básica durante el primer trimestre de 2023.

Mientras tanto, la iniciativa #OutInChurch ha seguido creciendo y reúne actualmente a más de 650 miembros. Hasta ahora los logros son parciales, pues no se ha conseguido que la Iglesia católica inicie un proceso para reformar su moral sexual y la adapte a las exigencias que se desprenden de los conocimientos científicos, psicológicos y sociológicos, y de los derechos humanos que deben ser respetados en toda persona. Y probablemente no se avance nada en este campo, pues la moral sexual católica, tal como está planteada hoy, sigue sirviendo de instrumento para mantener dominadas las conciencias de los fieles.

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Alemania, Discriminación, homosexualidad, Iglesia católica, transexualidad

Se está complicado tanto la trama de los audios del ministro del Interior, Juan José Santibáñez, y se ve a la par el respaldo público de la presidenta, que más parece un pacto mafioso que un síntoma de simpatía política. Si a ello le sumamos el ya extraño retraso en la captura de Vladimir Cerrón, uno empieza a sospechar si la presidenta no está envuelta en una trama de corrupción que, descubierta, la ponga al desamparo de un Congreso que por más pacto fáctico que haya establecido con ella, se vería obligado a proceder a su vacancia.

Sería lo mejor que le podría pasar al país. No podemos tolerar dos años más de un Congreso que se ha propuesto destruir la institucionalidad democrática (siendo el Ministerio Público el último de sus objetivos) a paso firme e impune, junto a un Ejecutivo mediocre y débil que no es capaz de desplegar una mínima política pública decente y eficaz.

Ese marasmo político del Estado está aumentando los niveles de irritación ciudadana a niveles tales que si no estallan ya no sólo de manera aislada, como vemos en las calles contra funcionarios públicos, se manifestarán en la colocación del voto en las ánforas llevando al país al imperio de la furia y el desencanto.

Ya votó el Perú así dos veces en las últimas décadas. Lo hizo en el 90 por Fujimori, quien felizmente se reconvirtió y lejos de aplicar el programa heterodoxo que prometía terminó desplegando la mayor reforma estructural de la economía vista desde los tiempos de Velasco. Y lo hizo también el 2021 con Pedro Castillo, con los resultados calamitosos que hasta hoy sufrimos con la heredad de su mediocre vicepresidenta Dina Boluarte. Un lustro desastroso que no ha hecho si no ahondar la crisis política y económica que ya desde el 2011 empezamos a padecer.

Le haría bien al país que se adelanten las elecciones. Un año menos de suplicio le restará posibilidades a los candidatos disruptivos, que prometen patear el tablero y, en base al malestar ciudadano, construir un país donde el odio y la venganza sean su signo vital. Que se vaya Dina Boluarte ayudará a atemperar ese estado de ánimo cada vez más arraigado.

La del estribo: interesante apreciar en las tablas la obra de Mario Vargas Llosa, ¿Quién mató a Palomino Molero?, con la adaptación y dirección de Edgar Saba y un elenco actoral encabezado por el gran Gustavo Bueno, Haydeé Cáceres, Oscar Carrillo, Ramón García, Susan León y otros. Va en el clásico teatro Marsano hasta el 29 de setiembre. Entradas en Teleticket.

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Candidatos, elecciones 2026

[Música Maestro] A lo largo de nuestras vidas, aprendemos de memoria algunas canciones que no tienen nada que ver con lo que escuchamos en la radio o en la televisión. Son melodías que, de una u otra manera, nos conectan con aspectos específicos de nuestra sensibilidad más íntima y, sin importar la etapa en la que nos encontremos -adolescencia palomilla/rebelde, juventud estudiosa/alienada, adultez (ir)responsable, ancianidad- basta con que sintamos sus primeros acordes para que, en cuestión de segundos, aparezcan imágenes del pasado, sentimientos y emociones que no forman parte de nuestra vida diaria.

La memoria humana, ese mecanismo fascinante, se nutre de una diversidad de estímulos que impactan directamente en nuestros sentidos -olores, sabores, texturas, imágenes, sonidos- y emociones -alegría, tristeza, ilusión, miedo, etc.- de una manera entrecruzada y compleja, que ninguna unidad de almacenamiento digital es capaz de igualar. A través de esa conexión mental y emocional, esas primeras composiciones ingresan a nuestro sistema y se quedan para siempre, en especial las relacionadas a aquellas experiencias que determinan los momentos iniciales de la construcción de nuestras personalidades.

Esas melodías primigenias son, por supuesto, los himnos. Definidos escuetamente por el Diccionario de la Real Academia Española como “composiciones musicales emblemáticas de una colectividad, que las identifica y que une entre sí a quienes las interpretan, que sirven para exaltar a una persona, celebrar una victoria u otro suceso memorable, expresar júbilo o entusiasmo”, los himnos aportan una de serie de aprendizajes múltiples que van del contacto con formas e instrumentos musicales de otras épocas a la experimentación de emociones como la identidad comunitaria y el sentido de pertenencia.

El primer himno que aprendemos es, desde luego, el que identifica a nuestro país de nacimiento. En el caso del Perú, la composición de 1821 de José Bernardo Alcedo (música) y José de la Torre Ugarte (letra) es el primer contacto sonoro que tenemos con la idea de amor a la patria y sus símbolos. Aun cuando no entendiéramos mucho sus versos, todos cantábamos a grito pelado el Himno Nacional del Perú en los patios de nuestros colegios o cada vez que la televisión transmitía los partidos de la selección de fútbol. Y también, cómo no, en todas las actividades relacionadas a las Fiestas Patrias, cada julio.

Como no tengo hijos, ignoro cómo será en estos tiempos tan pobres en cuanto a la formación de la memoria auditiva de los más pequeños. Pero, en mis épocas, algunos colegios enseñaban incluso la letra de la Marcha de Banderas que escribió en 1895, a pedido del presidente Nicolás de Piérola (1839-1913), el compositor y saxofonista filipino José Sabas Libornio (1858-1915). Y luego llegaban las solemnes canciones de iglesia. Cada domingo, esos salmos cantados y esas adaptaciones de canciones populares con letras que hablaban de la Santa Trinidad y sus diversos elementos, dogmas y personajes ingresaban a nuestro repertorio personal y fijaban, por repetición, su lugar en nuestras memorias, del cual resurgen como por arte de magia apenas suenan sus primeras notas, aun cuando hayamos perdido hace tiempo el hábito de ir a la iglesia.

Dependiendo de las actividades a las que se dedica un individuo durante su crecimiento, puede aprender varios himnos. Por ejemplo, para quienes decidieron hacer carrera en la Policía o las Fuerzas Armadas, en cualquiera de sus divisiones/armas, memorizar sus correspondientes loas musicalizadas es tarea obligatoria. En otros casos, los himnos pueden provenir de una colorida diversidad de instituciones, desde los Boy Scouts hasta equipos de fútbol, tunas, clubes departamentales o regionales, sectas religiosas, hermandades y partidos políticos, colegios profesionales y asociaciones civiles. Pero de todos esos no hay ninguno que posea mayor carga nostálgica y emotiva que los himnos escolares, por lo menos para aquellas personas que, como quien esto escribe, han pasado toda su formación básica en una sola institución educativa.

Para quienes fuimos adolescentes entre 1986 y 1990, en Lima, durante el primer alanato y sus desastres económicos y políticos, la época colegial ofrece recuerdos ambiguos. Por un lado, está la absoluta sensación de libertad al no tener más responsabilidades que las de hacer las tareas, comer toda tu comida y llegar a tiempo para jugar con tus amigos o ver tu programa favorito en la televisión local de cuatro canales. Y, por el otro, la incertidumbre provocada por la crisis económica de nuestras casas, el temor a las levas y los atentados terroristas con sus apagones y crípticos ajusticiamientos y, en el caso de quienes estudiábamos en el sector público, las constantes huelgas que extendían hasta el aburrimiento los recreos con esos recesos provocados por un sindicalismo que no entendíamos del todo bien.

Hace una semana, el sábado 24 de agosto, fue el aniversario 77 del Bartolomé Herrera, escuela pública fundada en 1947 durante el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero (1945-1948), en la Av. Brasil y que pasó a su local definitivo, en la cuadra once de la sanmiguelina Av. La Marina, cinco años después, cuando fue incluida en el programa de ampliaciones durante el ochenio de Manuel A. Odría (1948-1956), convirtiéndose así en Gran Unidad Escolar (G.U.E.), denominación que mantuvo hasta que el segundo alanato, con más desastres y corruptelas, la convirtió en Institución Educativa Emblemática (I.E.E.), pomposo nombre para justificar un plan de necesarias remodelaciones que fueron coartada de múltiples irregularidades, en su momento investigadas y difundidas profundamente por todos los medios de comunicación. Y, como cada año, la asociación de ex alumnos organizó un almuerzo de camaradería para celebrar el cumpleaños de nuestro entrañable colegio, el Bartolo.

Organizadas por años, las promociones se van reencontrando en medio de risotadas, abrazos y fotos grupales en el amplio patio donde cada lunes hacíamos fila de uno para cantar el himno del colegio. Con el paso de las horas, es difícil escuchar a la orquesta de herrerianos que, sobre el escenario, demuestran enorme destreza para la salsa. En realidad, suenan mucho mejor que las destartaladas orquestas del Callao que destruyen los oídos con sus metales destemplados y sus desafinadísimos coros. De repente, dos notas de trompeta anuncian lo que todos esos señores, con vidas e intereses diferentes, de generaciones distintas, reconocemos de inmediato. Todos nos callamos y nos ponemos de pie. 

“Viril impulso, canción de forja, el herreriano paso escuchad…” dice el verso inicial del himno del Bartolomé Herrera, escrito a mediados de la década de los años cincuenta por José Antonio Lora Olivares (1904-1968), profesor de música y violinista chiclayano durante la gestión del educador Jorge Castro Harrison, quien fuera el primer director del colegio en su etapa de Gran Unidad Escolar. Lora Olivares era hermano menor de un personaje ilustre de la literatura norteña, el poeta y periodista Juan José Lora Olivares, integrante del legendario Grupo Norte, colectivo de intelectuales vanguardistas que incluyó, entre otros, al filósofo Antenor Orrego, al pintor Macedonio de la Torre, al poeta César Vallejo y al político Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del APRA.

Como todas las composiciones de esta naturaleza, se trata de una marcha de estilo militar que contagia entusiasmo y une a la congregación de individuos que la comparten en una catarsis que tiene de orgullo, nostalgia e inocultables deseos de volver a ser niños. Porque, siendo objetivos, los grandes conceptos que contienen generalmente las letras de estos himnos no son necesariamente los que mueven nuestra vida diaria, marcada por el cinismo de la adultez, las responsabilidades, los problemas. Pero esa colección de palabras e ideas positivas adquiere de inmediato un valor especial porque nos hace retroceder en el tiempo, hasta aquella época en que eran cantadas por un coro infantil y adolescente de voces agudas, más atentas a la hora del recreo que al cumplimiento de los mandatos imperativos de grandilocuentes frases que ponen por delante la disciplina, el amor por el estudio y por la patria.

La introducción del Himno Herreriano es una llamada desde la trompeta, que lanza un intervalo de dos tonos y medio en la escala de Fa mayor (Fa) y La sostenido (La#) que se resuelve nuevamente con un Fa mayor en la siguiente octava, da paso al coro y luego prosiguen dos estrofas escritas con una elegante pero sencilla pretensión poética. En líneas generales, todos los himnos se parecen entre sí, por el uso de instrumentaciones portentosas de raigambre europea y letras que tienen como finalidad inflamar los ánimos y generar emociones con esos mensajes que convocan a la defensa de una institución, realzar sus características y filosofías sobre las que basa su funcionamiento y objetivos frente a la comunidad. 

Una curiosidad musical: esas dos notas -Fa mayor y La sostenido- son las mismas que escuchamos en el tradicional toque del minuto de silencio, una melodía simple y sensible denominada Taps que surgió en el siglo XIX, durante la Guerra de Secesión en Estados Unidos (1861-1865), usada comúnmente en ceremonias oficiales, institucionales, deportivas o artísticas masivas para homenajear a personas fallecidas y que, casi cien años después, Jimi Hendrix incorporó en la electrizante interpretación del himno nacional norteamericano, The star-spangled banner (letra de Francis Scott Key, música de John Stafford Smith), que disparó desde su blanca Stratocaster la mañana del 18 de agosto de 1969, en la última jornada del Festival de Woodstock. 

Como he comentado ya en otras oportunidades en este espacio, el Perú no es particularmente cuidadoso en la conservación y sistematización de las obras musicales populares producidas en sus fronteras. Y los himnos escolares no son la excepción. El Himno Herreriano, composición de José Antonio Lora Olivares que identifica a la Institución Educativa Emblemática Bartolomé Herrera, se ha mantenido vigente porque cada promoción del colegio lo ha seguido cantando, en ese mismo patio, todos los lunes desde hace más de setenta años. Como seguramente ocurre con los himnos de miles de otros colegios en el país, si no fuera por la labor anónima de directores y arreglistas de las bandas escolares, profesores de música, alumnos y planas docentes, estas composiciones habrían quedado en el olvido hace mucho. 

Para el almuerzo de camaradería por el 77 aniversario del Bartolo, el sábado pasado, la orquesta de ex alumnos nos sorprendió a todos con un arreglo especial del Himno Herreriano en salsa, casi podría decirse que en latin-jazz, con evoluciones elegantes, solos de percusión y resoluciones muy bien pensadas. Y hace algunos años, un grupo de herrerianos publicó en las redes sociales Facebook y YouTube una simpática versión del himno de nuestro colegio, en ritmo de vals criollo, una demostración de lo que puede llegar a producirse cuando existe un elevado nivel de identificación y cariño por la institución educativa que, con todas sus carencias y altibajos, nos cobijó durante nuestra niñez y adolescencia.

La cultura musical de niños y adolescentes es un importante aspecto dentro de su formación integral que sensibiliza, educa las emociones y amplía las posibilidades de desarrollar la apreciación artística, en el ámbito de lo sonoro. Composiciones orquestales como los himnos escolares cumplen, en ese sentido, una importantísima función exponiendo a los más jóvenes a formas musicales y letras positivas que, al estar ligados a la experiencia escolar, quedarán grabados en sus memorias y servirán de subconsciente contención cuando comiencen a recibir el bombardeo de los géneros populares de moda que solo promueven el aturdimiento y la adicción a ritmos repetitivos y mensajes insulsos. 

Hay momentos históricos que hacen que las naciones requieran de un tipo de gobierno en particular, si alguno de derecha inclinado sobre todo a reforzar la marcha económica o si alguno de izquierda predispuesto más a construir un tejido institucional.

Hoy, el Perú necesita a gritos un régimen de derecha liberal, que ponga especial énfasis en romper el marasmo económico instalado en el país desde el 2011 cuando Ollanta Humala empezó a pervertir las fórmulas de mercado construidas desde la reforma de los 90.

Con ello, el Perú recuperará las tasas de crecimiento que permitieron la generación de una inmensa clase media (por primera vez en su historia el dibujo sociográfico de las clases sociales peruanas era un rombo), disminuir radicalmente la pobreza y aminorar las desigualdades.

De la mano con ello, con ese sostén sociológico prodemocracia, abocarse a hacer lo que los regímenes de la transición no hicieron, que es construir reformas institucionales en salud, educación, seguridad y justicia, pero desde un punto de vista liberal, no de izquierda, ni caviar (por años, la izquierda ha manejado estos sectores y los resultados saltan a la vista: millones en consultorías -que debieran ser investigadas- y cero resultados).

Lo único bueno que se hizo en materia institucional fue la reforma educativa dirigida por Jaime Saavedra, que solo quien no lo conoce puede tildar de izquierdista, caviar o estatista. Hay decenas de estudios de políticas públicas que, desde un punto de vista liberal, proponen fórmulas de arreglo de problemas seculares como la salud y la educación públicas, la justicia y la seguridad.  A ellos y sus tecnócratas hay que acudir.

Anticipo mi voto: lo haré por aquel candidato de derecha liberal que sepa ofrecer un programa de gobierno y un equipo tecnocrático capaz de empezar a hacer estar reformas estructurales desde el primer día. No votaré por la izquierda y mucho menos por la derecha populista y mercantilista que impera, por ejemplo, en el Congreso actual.

Se necesita una refundación republicana, pero rápida y acelerada, no gradual no timorata. La vorágine reformista de los 90 en materia económica debe ser replicada incluyendo en esta ocasión materias de institucionalidad democrática secularmente soslayadas en el Perú y que han generado la justificada irritación popular con el statu quo.

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El apaleo desmedido e injustificado que sufriera a manos de la policía, Lucio Castro Chipana, secretario general del Sutep, a propósito de los justificados reclamos que el gremio sindical está realizando por convenios incumplidos por este gobierno, lo lanza de lleno a la arena política.

Ya de por sí, Castro está registrado como parte del Partido de los Trabajadores y Emprendedores y busca, por ende, afianzar una opción política de izquierda para las elecciones del 2026. No ha tenido mejor lanzamiento que el que el gobierno, torpemente, le ha desplegado por la habitual conducta abusiva de las fuerzas represivas.

La historia política del país está plagada de hechos así, que luego escalan y se convierten en hitos fundacionales de líderes. Desde el manguerazo de Belaunde, el desplante de Alan García a Manuel Ulloa, el propio desempeño del radical y taimado Pedro Castillo en la huelga magisterial del 2017, sirvieron de catalizadores de la opinión pública.

En el caso particular de Lucio Castro, este gesto tiene un componente adicional. Sintoniza perfectamente con la irritación popular que este gobierno genera, que el statu quo produce, y que ya se expresa en diversas circunstancias por arrebatos de furia popular.

La educación y su mejora son un clamor ciudadano. Y el Sutep ha sabido ponerse del lado de la reforma magisterial. Sus reclamos tienen, por ello, una legitimidad mayor porque exige lo que la ciudadanía hace suyo: una mejor educación pública para todos los sectores populares.

En la izquierda ya hay varias candidaturas, pero ninguna tiene la base sindical organizada y galvanizada que tiene Lucio Castro. Más de 350 mil maestros alineados como un puño (se ha logrado derrotar al senderista sindicato de Castillo) son una fuerza política de arranque que permite avizorarle un futuro electoral promisorio.

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En las últimas semanas, los ciudadanos peruanos hemos estado esperando el anuncio presidencial de cuáles serían los ministerios a fusionarse olvidándonos un poco de los verdaderos problemas del país.

Si bien una reforma del ejecutivo es un tema altamente deseable, para un gobierno que se enfila a los últimos meses de su mandato, ésta no pareciera que debería ser una de sus prioridades.

Un reciente estudio de la FAO indica que el 51.7% de los peruanos se encuentra en situación de inseguridad alimentaria grave o moderada. Por otro lado, los niveles de anemia ascienden a 42.8% para la población menor a 36 meses de edad, según el propio MINSA. La primera prioridad de cualquier gobierno debe ser que ningún peruano pase hambre, estar subalimentado o sufrir de anemia.

El país continúa con niveles de inseguridad sin precedentes. Quizá lo más cercano para que los que pintamos algunas canas es la violencia terrorista que se vivió a fines de los 80’s y principios de los 90’s, pero era otro tipo de inseguridad. Estábamos bajo un ataque armado de subversivos que atentaban, sin miramientos y sin escrúpulos, la vida de pacíficos ciudadanos. 

Ahora, son los empresarios, grandes y pequeños, y el ciudadano común, los que son objeto constante de amenazas de bandas de extorsionadores, amenazas que se concretan a través de sicarios, terminando con la vida de quienes, con su sudor, dan empleo a muchos peruanos. La lucha contra la inseguridad ciudadana es otra prioridad, la segunda de la lista.

Sacar una cita para atenderse en algún hospital del estado es casi un imposible y si por mala suerte tienes un accidente, como una rotura de cadera que muchas mujeres adultas mayores sufren con frecuencia, te expones a esperar sentada por horas una cama, sí, sentada con fractura de cadera, y una vez en la cama de emergencia, rogar a que se libere una cama de cuarto, lo cual puede durar varios días. Tercera prioridad.

En marzo pasado, la Contraloría, luego de realizar inspecciones, alertó que en las instituciones educativas públicas (IIEE) existen “deficiencias de infraestructura, carencia de servicios básicos y necesidad de docentes lo que pone en riesgo la salud integridad de los estudiantes y la prestación del servicio educativo” . Si queremos elevar la calidad de la educación de forma integral, esta debería ser la cuarta prioridad.

Una manera de atacar sin piedad la subalimentación y la anemia es contando con un programa que podría llamarse Combo 365 donde a todo niño y niña en edad escolar se le ofrezca desayuno y almuerzo en sus locales escolares TODOS los días del año, incluyendo fines de semana y feriados. Esto implicaría que en paralelo el gobierno se concentre en mejorar de inmediato la infraestructura básica de los colegios.

Tenemos que ser implacables contra la extorsión y el sicariato dotando a la PNP de unidades motorizadas, personal y tecnología de punta, y decidir en conjunto, la mejor estrategia para que los delincuentes, una vez detenidos, no puedan ser fácilmente liberados. Queremos ver un Ministerio del Interior, Poder Judicial Fiscalía y PNP unidos y no en disputas que solo benefician a los malhechores. 

La reforma del nivel de atención de la salud pública lleva años dándole la espalda a los ciudadanos con evidente desidia y desinterés. Es prioritario que se implementen al 100% todos los centros y hospitales a la par que se profesionaliza la administración de los centros de salud para que los médicos se dediquen enteramente a su profesión.

Por último, si bien es plausible el énfasis en desarrollar colegios emblemáticos como las Escuelas Bicentenario, es urgente que TODOS nuestros escolares cuenten con baños con agua limpia, con desagües que encuentren al menos silos bien hechos y mantenidos, con todas las carpetas sillas e implementos para estudiar, y con un local noble donde nuestros escolares puedan soñar con un mañana mejor y tener las herramientas para lograr esos sueños.

Si el gobierno de la presidenta Boluarte se enfoca en estas 4 prioridades, asumiendo que los sectores productivos generadores de ingresos dinamizan la interacción con los respectivos ministerios, podríamos estar viendo no solamente resultados tangibles en cada una de ellas al final de este mandato presidencial, sino también, una mejora en el índice de pobreza multidimensional que toma en cuenta estos factores.

Faltan 23 meses para el cambio de gobierno y menos de 18 meses para la primera vuelta de las elecciones presidenciales del 2026. Siempre se puede repensar en las prioridades y actuar en consecuencia.

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