Opinión

Algunos comentarios a mi columna de ayer, en la que pedía un shock capitalista para salir de la recesión pandémica y para reencaminar al país por la senda del crecimiento, señalaban que estaba proponiendo más de lo mismo que nos ha gobernado los últimos veinte años.

La verdad es que no hay manera de asociar los regímenes de la transición a un programa de construcción de un capitalismo competitivo o liberal. Ni siquiera el gobierno de Fujimori a plenitud. Se hicieron reformas liberales los primeros años de los 90, pero luego el régimen se volvió populista y corrupto, trancó las privatizaciones (vean Sedapal o Petroperú), y, sobre todo, la reforma del Estado por un mero afán de Fujimori de reelegirse  fraudulentamente el 2000. ¿Alguien puede sostener que Fujimori de su segundo mandato era liberal cuando tuvo a Víctor Joy Way de ministro de Economía?

Lo que vino después, fue la continuidad del modelo económico construido en los 90, pero poco o nada se hizo para ahondar las reformas liberales o siquiera emprender reformas institucionales. Toledo desbarató la 20530, inició los tratados de libre comercio y desplegó la descentralización. De reformas, nada más que eso. García fue un gobernante proinversión -eso hay que reconocerle (las cifras de crecimiento de la inversión privada durante su gestión fueron superlativas)-, pero no promercado. No hizo mayores reformas desperdiciando la bonanza. A lo sumo, hizo algunos pininos en materia magisterial.

Ollanta Humala trancó todo. No fue un buen gobierno. Que nos alegremos de que no haya sido el cuco chavista que algunos temían, no lo convierte en un gobernante que pase la valla. La inversión privada empezó a caer con él y fuera de la reforma magisterial, no hizo ninguna otra. Menos, alguna procapitalista. Y nos deja como legado el desastre financiero de la modernización de la refinería de Talara.

Y el periodo Kuczynski, sobre el que había enormes expectativas en los mercados, más aún bajo la suposición de que haría un gran pacto derechista con el fujimorismo congresal, fue una gran decepción. No pasó de dictar algunas medidas mercantilistas. Y, por supuesto, lo de Vizcarra -su sucesor-estuvo muy lejos de ser un gobierno reformista en lo económico.

La apuesta procapitalista de mercado es una agenda pendiente, que ojalá el gobierno entrante despliegue. Acompañada de reformas institucionales de primer orden (salud, educación, seguridad, justicia y electoral), puede ayudar a cambiar el rostro apesadumbrado del país en estos tiempos oscuros.

Como todas aquellas de lógica liberal ortodoxa que hemos vivido, la reactivación en curso, diseñada por el MEF y el BCR, es claramente subdesarrollante: reproduce y agudiza las condiciones de nuestro rezago económico, y nos aleja cada vez más de la posibilidad de una mejora significativa.

 

En lo concreto, y más allá de sus orígenes históricos, nuestro subdesarrollo responde a una economía donde el 85% de habitantes viven en la precariedad laboral y con ingresos de subsistencia (menores a los necesarios para asegurar la salud y las capacidades laborales), debido a sus muy bajos niveles de productividad y formación. Esto último les impide emprender o ser contratados con posibilidad de recibir una remuneración que les provea un mínimo de calidad de vida. Adicionalmente, hay un 15% superior en la economía peruana, compuesto por dos grupos: el primero está conformado por poco más de una decena conglomerados empresariales millonarios (nacionales y extranjeros) que operan en sectores donde aseguran grandísimos retornos con muy poco riesgo, entre los que destacan la minería de exportación, la agroindustria, la industria alimentaria, la banca, las telecomunicaciones, la construcción y otras actividades como medios de comunicación o servicios. Y el segundo grupo está integrado por empresarios grandes pero menores, además de asalariados y consultores cuya educación y capacidad productiva les permite acceder a las exigencias productivas de los conglomerados, lo que les significa ingresos-promedio muy superiores a los de la mayoría y, por tanto, mucha mayor de capacidad de ahorro y progreso. Las grandes diferencias productivas y de relevancia económica entre el 15% más competitivo y el resto, se evidencian en estas cifras: alrededor del 95% de nuestras unidades productivas son micro-empresas, y se calcula que no generan más del 7 u 8 % del PBI peruano. El 5% de firmas restantes, con los grandes grupos empresariales a la cabeza, explican todo el resto del crecimiento peruano.

 

Como puede verse, los grandes favorecidos de este esquema son los  conglomerados empresariales, quienes sólo invierten en sectores cuyas utilidades son exorbitantes y seguras, pero cuya capacidad de dar empleo masivo de calidad es insuficiente para nuestro desarrollo. Además, con un 85% de peruanos precarios y desesperados por trabajo, el 15% restante no tiene posibilidad alguna de exigirles el pago y trato que corresponde, pues sobran reemplazos baratos en la calle. Qué van a querer cambiar el destino sectorial de sus inversiones para favorecer la industrialización estratégica y el empleo digno en el país: más bien operan políticamente y corrompen para que todo siga igual, en complicidad con los países que reciben los beneficios económicos y geopolíticos de tener grandes capitales en nuestro territorio.

 

Frente al contexto descrito, una política de reactivación es un esfuerzo proactivo del Estado, en el que por medio de una combinación de posibles políticas fiscales (figuras de reducción de impuestos o de aumento del gasto público) y monetarias (manejos diversos en la cantidad de dinero circulante) se busca sacar de la depresión a una economía y llevarla hacia el crecimiento estable en el mediano plazo. Como puede deducirse, hay muchas combinaciones posibles para armar el paquete de políticas reactivadoras, por lo que cada responsable macro-económico definirá su estrategia dependiendo de la filosofía económica del gobierno al que pertenece. Aunque se suele soslayar, es posible una reactivación exitosa que aproveche el momento político y busque romper con el modelo vigente.

 

Pero como era previsible, el MEF de Waldo Mendoza y el BCR de Julio Velarde han querido reactivar a tono con su ortodoxia neoclásica. En lo esencial, la política de reactivación en curso está compuesta por el programa de crédito barato  llamado Reactiva – canalizado por la banca privada en magistral jugada de rescate -, y por una elevada ejecución de inversión pública para este año (dicen que 35% superior a la del 2020). A esto se suman algunos fondos de apoyo para sectores específicos, la ampliación de algunos programas estatales de empleo temporal, mayor gasto en políticas sociales y una transferencia masiva de 600 soles. Pese a que está recomendado por el FMI y se cuenta con el dinero para solventarlo, el plan no incluye un conjunto de bonos significativos y universales en favor de la población. Como se sabe, Reactiva prácticamente no ha llegado a las micro y pequeñas empresas, por lo que ha sacado de la quiebra sólo al sector no precario, y reimpulsado a los millonarios de nuestra economía. El resto de la estructura empresarial, donde hay miles de quiebras y millones de desempleados, nunca saldrá de la depresión de esta crisis pandémica, y se hará más precario.

 

De lo anterior, la reactivación en curso es claramente subdesarrollante, porque degrada – aún más – a la gran mayoría del país, dejándola sin ningún apoyo para recuperación alguna, y más bien elevando sus negativas brechas productivas y de ingresos frente al 15% privilegiado. Esto es muy conveniente para los conglomerados empresariales, que requieren un contexto de precariedad que le abarate insumos y mano de obra, para así poder maximizar la ganancias del próximo gran ciclo de crecimiento ya augurado públicamente por las expeditivas cabezas del MEF y el BCR, de sutil y permanente trabajo ideológico en los medios. Una vez más seremos líderes de la región, dicen. Obviamente, las millonarias empresas en mención no sólo se van a recuperar rápidamente, sino que van a crecer a niveles suficientes como para no sentir la crisis pandémica en sus evaluaciones de largo plazo. Y en esta precariedad cada vez más insostenible, seremos presas fáciles del velo consumista y la manipulación política, lo que nos llevará a loar y entender como indispensables las inversiones de los conglomerados, que explican crecimientos del PBI que nada tienen de desarrollantes ni de progresistas.

 

Desde luego, por su boca muere el pez, y es ilustrativo verlo. Sobre Reactiva, Julio Velarde ha defendido el programa informando que ha llegado a empresas que cubren hasta dos tercios del empleo formal; es decir, al 20% de nuestra estructura empresarial. Juez y parte al cabo, él no va a confesar que no tiene interés en el restante 80% porque su rezago es parte del modelo de subdesarrollo que conviene a los grandes capitales nacionales y extranjeros. Dirá que las capacidades productivas y la poca relevancia de esta mayoría dentro del PBI – expresada en su habitual informalidad – les impide provocar un periodo de crecimiento (lo que es cierto, pero a razón de 200 años de capitalismo depredador), y que lo único que puede traer prosperidad y empleo tras la crisis es la gran inversión, lo que es falso. Tiene de dónde engañarse el prestigioso y tecnocrático Velarde, pues esto de pretender que el gran capital es el artífice exclusivo del progreso, y por lo tanto se debe teorizar desde sus perspectivas y recomendar modos de gobierno en su favor (incluidas las reactivaciones), es un espíritu que el liberalismo económico trae desde Adam Smith, salvo que éste hablaba de empresas intensivas en empleo como son las industriales, y además esperaba – aunque admitiendo  la desigualdad favorable a la clase capitalista – que toda la economía se beneficie del crecimiento, con bienestar y progreso material.

 

En relación a la apuesta por la inversión pública, se ha dado el innecesario argumento de que el BCR ha comprobado su mayor efecto multiplicador (capacidad de dinamización económica) frente el resto de alternativas, cuando es una decisión que nadie ha cuestionado. Ciertamente, todos sabemos que buena parte de estos millones del presupuesto van a ser ejecutados por los grandes grupos empresariales que se reparten obras públicas vía coimas, y que estaban en cola, detrás de los hoy delatados. No hay otras rutas en el Perú, menos con un pedido de apuro regional del mismo Waldo Mendoza, lo que por fuerza lleva a relajar controles y facilitar los actos de mega-corrupción de siempre.

 

Y con respecto a la negativa a entregar una cantidad razonable de apoyo en bonos universales – para ayudar a evitar la pobreza y a levantarse mínimamente a millones – se han dado argumentos débiles desde el principio, aunque populares ante el sentido común liberal. Uno muy reiterado, es aquel que alude a cuidar el gasto para enfrentar mejor lo que viene de la emergencia y, sobre todo, para controlar el déficit fiscal – hoy inevitablemente alto – a la brevedad posible. Este indicador en cifra negativa no es otra cosa que una deuda a honrar a plazos, pero es una fijación estratégica del modelo capitalista global, pues es una forma de evitar la intervención distorsionante del libre mercado en “equilibrio óptimo” (para los grandes empresarios, no para todos) y la inflación, que casi siempre son correlativos al exceso de gasto público que genera endeudamientos; aunque en realidad, puede darse el caso de que haya superávit e inflación, o déficit con estabilidad de precios, como nos pasa ahora mismo. Al final siempre mandan ellos, así que condicionan la inversión extranjera y la entrega de créditos a la desaparición del déficit presupuestal, lo que en la práctica dificulta la indispensable intervención del Estado para construir nuestro desarrollo.

 

Con diferentes argumentos y poca explicación seria, todas las reactivaciones de nuestra vida republicana han sido subdesarrollantes, sobre todo aquellas cuyas crisis que incluían lo inflacionario, como la de fines de los 80, que Fujimori solucionó con un ajuste de extrema e innecesaria radicalidad. En todas las recesiones había otras salidas, pero escapando del capitalismo liberal que subdesarrolla con variados métodos, entre ellos las reactivaciones.

Un punto importante a la hora de decidir nuestro voto debe ser atender cuál de los candidatos promete desplegar un shock capitalista que no solo nos permita salir rápidamente de la recesión producida por las cuarentenas y la pandemia, sino que lleve al país a reconectarse con una espiral de crecimiento interrumpida por la medianía centroizquierdista de Ollanta Humala y luego paralizada por la crisis política desplegada por la mediocridad de Kuczynski y la beligerancia del fujimorismo.

Necesitamos a gritos un shock de inversiones. Y es un tema que está entre las prioridades. Es una lástima que muchos de los que lo proponen, como López Aliaga, arrastre consigo una mochila de ultraconservadurismo y autoritarismo que lo hace indigerible, pero hay más opciones. Está Hernando de Soto y está la propia Keiko Fujimori (desprendida ya de los halcones), además de Alberto Beingolea, que debería haber merecido mejor suerte en esta campaña.

Eventualmente, esa derecha, gane o no las elecciones, deberá unirse con ese objetivo común, de desplegar el capitalismo competitivo con toda su potencia energética y capacidad de cambiar el país para bien, disminuyendo la pobreza y reduciendo la desigualdad. Si con esquemas mercantilistas hemos visto inmensos resultados macroeconómicos, imaginémonos lo que sería construir de verdad una agenda liberal competitiva.

Y si sale derrotada, le corresponderá ponerle freno desde el Congreso a los despropósitos macroeconómicos que proponen candidatos como Yonhy Lescano y Verónika Mendoza. Y desde el Parlamento se puede hacer mucho para construir esa agenda.

Hay mucho por hacer: destrabar proyectos mineros, alentar megaproyectos de inversión privada, privatizar Petroperú y Sedapal, flexibilizar el mercado laboral, construir organismos reguladores eficaces y potentes, reformar el Estado, etc.

La transición post Fujimori optó por una medianía macroeconómica llevada a su extremo durante el humalismo. Las tres grandes tareas de fortalecer la democracia, reformar el Estado (salud y educación) y profundizar la economía de mercado, fueron dejadas de lado. Y hoy sufrimos las consecuencias de esa indolencia política, de ese centrismo mediocre que hoy la población castiga electoralmente (véase los resultados del símbolo de ese centrismo, Julio Guzmán).

Hay que romper paradigmas y transformar el país. La agenda del cambio radical también debe estar en la derecha.

En la aldea de los pitufos, 6 de ellos son los punteros con 55% de la intención de voto. Casi 60% si metemos al cuco Castillo. Entre el primero y decimosegundo hay 10% de diferencia. En el 2016 solo los 4 primeros concentraban 71% de preferencias. Para que se hagan una idea. Cierto que menos candidatos, pero con preferencias más definidas.

 

En enero pensábamos que en febrero. En febrero que al inicio de marzo y al inicio de marzo que al final de marzo, las tendencias se iban a clarificar. Estamos en abril prácticamente y las tendencias no se clarifican en nada. Que una sube y el otro baja, que para arriba y para abajo. Nada en realidad. Mire por favor este cuadro que toma el movimiento de cada candidato entre febrero y marzo, pero usando una escala de 100% y dígame qué tendencias ve:

 

Yo ninguna. Porque no lo hay. Pero además el mismo IEP ha dejado en claro que en los parámetros estadísticos que los números arrojan, NADA está dicho. Punto.

 

Hay movimientos que llegan a ser interesantes, que dejaremos para más tarde, pero lo que se dice tendencias…

 

Una cosa sí es clara. Desde la calle ninguno de los pitufos ha generado un interés notable. De allí que el tercio que no define un voto sigue firme, militante y convencido. ¿Esto se resuelve? En las dos últimas elecciones presidenciales el porcentaje que no define el voto ha sido estable y correspondiente con el blanco / viciado que reporta la ONPE:

 

* Fuente: IPSOS, Opinión Data fechas correspondientes. Suma de respuestas que no definen voto

** Resultados ONPE de votos blancos / viciados de la elección en cuestión

 

Es decir que la aproximación al “no voto” suele mantenerse estable desde el inicio del proceso y se refleja directamente el día de la verdad. Desde enero vamos viendo que hay una ligera reducción, pero sigue siendo alto. Es de esperarse que tengamos un récord de voto nulo esta elección.

 

 

* Fuente: IEP, Estudios de Opinión Pública de enero a marzo

 

 

 

En este escenario, ¿qué pitufo tiene una mejor expectativa de asumir el Palacio de la aldea? Casi que cualquiera, así de feo suena. Son muy pocos los que han tenido un movimiento importante desde enero. En el siguiente cuadro se muestran las diferencias en la intención de voto entre enero y marzo  para el IEP:

 

 

Como vemos, las movidas son mínimas salvo en el caso de López Aliaga y Lescano (al alza) y Guzmán y sobre todo Forsyth (a la baja). En un escenario tan cerrado, ampliar el espectro de comparación le da mejor sentido a la visión. De Soto no ha subido tanto desde enero como se piensa y Mendoza y Fujimori están bastante quietas.

 

Al apreciar aperturas por segmentos hay más cosas interesantes:

 

 

Si lo vemos por NSE, en el AB el que más crece en el período señalado es De Soto y le sigue López Aliaga. Pero de allí viene ¡Mendoza! Entre enero y marzo sube cuatro puntos. ¿Producto del debate último? El que sale muy mal parado es Forsyth. Por su parte, en los NSE más bajos, la subida de Lescano y López Aliaga y el descenso de Forsyth es claro.

 

Entre los jóvenes es muy claro el crecimiento de De Soto (de las grandes sorpresas de esta elección) y el desplome de Guzmán que tenía en ellos y en Lima sus más grandes bastiones. Entre los mayores es notorio el crecimiento de Lescano y de López Aliaga, pero también de Mendoza.

 

Por sexo llama la atención la subida favorable de De Soto entre mujeres es muy interesante y digna de análisis, mientras que las candidatas mujeres no logran incrementar significativamente su intención de voto entre sus congéneres.

 

Por geografías llama la atención el incremento de Mendoza y Fujimori en Lima. Y su descenso en el Perú rural (Lescano incrementa fuerte acá).

 

En un escenario de pitufos, el mago malvado que tratará de comérselos muy posiblemente será el debate de estos tres días. Una elección tan cerrada necesita un golpe fuerte que defina. El Gárgamel de esta aldea se oculta en estos tres días. Veremos a quién se come y quién lo vence.

 

Entonces, haciendo un rápido recuento de lo que la encuesta que el IEP nos ha presentado, podemos decir:

 

  • Los pitufos no crecen, se mantienen y se reparten los mismos votos.
  • El voto por nadie es más estable de lo que se cree
  • No hay nada claro para el 11 de abril.
  • El debate va a ser necesario e importante para la definición de algunas posiciones.

 

El Partido Morado obtuvo el 7.4% en las elecciones congresales extraordinarias del 2020. Y en las elecciones del 2016, antes de que el JNE lo retire injustamente de la contienda Guzmán llegó a bordear el 20% y asomarse como casi seguro partícipe en la segunda vuelta electoral.

¿Qué puede explicar el desastre? Como siempre, hay varios factores. Creo que el más incidente ha sido el escándalo del incendio, que fue una prueba de carácter para el candidato y allí claramente demostró que salió huyendo para evitar la vergüenza conyugal y pública sin quedarse a asumir las consecuencias de sus actos. Por culpa de ese incidente, previo a la votación congresal última, apenas colocó nueve parlamentarios.

Pero no basta ello para explicar el castigo popular a alguien que mal que bien es uno de los más articulados y que, además, ha tenido buenos congresistas vigentes y ha logrado armar una lista potable para esta elección.

Creo que Guzmán está concentrando en sí, el hartazgo de un sector mayoritario de la población con un segmento ideológico que si bien no ha ganado nunca una elección presidencial (salvo en el caso municipal de la Villarán) se ha encargado de infiltrarse en varios gobiernos. Este centroizquierdismo progresista, también llamado “caviar”, tuvo alta participación con Toledo, con Humala, con la Villarán, y también con PPK, Vizcarra y Sagasti, regímenes que precisamente no gozan del aprecio popular estos momentos. Se han ganando la antipatía ciudadana.

De otro lado, no parece tan sólida la tesis de que la gobernanza de Sagasti lo afecte. Al contrario, lo debería haber ayudado si el propio Guzmán, tontamente, no se hubiera encargado de tratar de marcar distancia. Sagasti, a pesar de todo, tiene 24% de aprobación, según Ipsos. Que un tercio de ese sector poblacional se endosase a Guzmán, habría bastado para colocarlo en el pelotón que hoy se disputa el pase a la segunda vuelta.

Encima Guzmán, no ha hecho una campaña prodigando su plancha presidencial o a su lista congresal, que claramente tiene mayor aceptación que él mismo. Su narcicismo le ha jugado una mala pasada y hoy sufre las consecuencias de malas decisiones, sumadas a las razones mencionadas.

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Francisco Sagasti, Julio Guzmán, Partido morado

La población latina en los Estados Unidos es hoy una realidad innegable que está cambiando la faz del país. Estamos hablando de una población de aproximadamente 55 millones de personas. Dentro de este vasto y variado grupo hay miles de escritores de habla hispana y portuguesa.

 

Desde mi regreso a los Estados Unidos luego de una pausa que interrumpió treinta años de residencia continua, me encuentro instalada en Houston, Texas, observando algunos de los cambios importantes que ocurren bajo la administración de Joe Biden. Por lo pronto, ha facilitado la vida de los “dreamers”, cerca de 670 mil jóvenes latinos y de otras minorías que llegaron muy jóvenes a los EEUU y han vivido como ilegales casi toda su vida, pero que ya son tan estadounidenses como cualquiera que haya nacido acá. El nombre de “dreamers” o “soñadores” viene del Acta “Development, Relief and Education for Alien Minors” (DREAM) propuesta en el Congreso el 2002 para ayudar a esos jóvenes a terminar sus estudios universitarios, reconociendo que ellos no son culpables de su propia situación.

 

El presidente Obama propuso a su vez el 2012 el Acta “Deferred Action for Childhood Arrivals” (DACA)que declara que una vez acabados sus estudios, esos jóvenes podrían tener el camino llano a su residencia o incluso la ciudadanía, lo cual los protege automáticamente de la deportación. Donald Trump se opuso fervientemente a DACA e intentó varias veces que el Congreso la rechazara, sin mayor éxito. Ahora Joe Biden espera pasar el Acta a estatuto de ley, lo cual es una muy buena señal.

 

Naturalmente, este complejo panorama tiene sus manifestaciones culturales. Por ejemplo, la Primera Feria Internacional del Libro Latino y Latinoamericano en la Universidad de Tufts (FILLT 2021), en Boston, familiarizará a estudiantes y maestros, así como al público en general, con el trabajo cultural y literario contemporáneo de la población latina. Así, algunos de los autores más notables de la comunidad latinoamericana y latina dialogarán con profesores y estudiantes de todas partes gracias al Zoom. La Feria del Libro de Tufts también congregará a editores relevantes de la zona de Nueva Inglaterra (noreste de los Estados Unidos).

 

La FILLT ofrecerá un programa de mesas redondas y lecturas literarias, incluyendo a autores de renombre como José Kozer (cubano-americano), Roger Santiváñez (peruano-americano), Carmen Boullosa (mexicana), León Félix Batista (dominicano), Eduardo González Viaña (peruano), Carlos Aguasaco (colombiano), etc. Entre los escritores locales, Adela Pineda, Tino Villanueva, Juan Casillas, Taty Hernández, Mynelys Sánchez Luperón, César Pérez, Yanitzia Canetti (la autora de libros infantiles más publicada en español, con cerca de 500 títulos), Gladys González de Naeckel (historiadora peruana), etc. De Tufts, también participarán los narradores Pedro Ángel Palou (México) y Pablo Martín Ruiz (Argentina) y los poetas Dean Simpson (USA) y José Antonio Mazzotti (Perú), que es el organizador de este evento.

 

La Feria incluye un Premio de Poesía y un Premio de Testimonio en español por obras inéditas escritas por residentes de habla hispana en los Estados Unidos y Puerto Rico. Este premio es el único de su tipo que existe actualmente en los Estados Unidos. Sin duda ha atraído la atención de numerosos escritores y estudiantes que desean desarrollar sus habilidades literarias en español. Axiara Editions ha publicado ya a los ganadores de los premios de Poesía (Cristián Gómez Olivares y Silvia Goldman) y Testimonio (Oswaldo Estrada, con menciones a Rocío Uchofen, José Serna y Fredy Roncalla), quienes participarán en las presentaciones.

 

La diversidad cultural de este evento es evidente, ya que ayudará a apreciar a la población latina y latinoamericana como un agente cultural y no como un grupo sujeto solamente a intereses económicos. En ese sentido, la Feria del Libro contribuirá a lograr una mayor justicia social al valorar en el mundo académico y en los medios de información una producción literaria en español y bilingüe, dado que Boston es uno de los polos de atracción más importantes de la migración latinoamericana en los Estados Unidos.

 

​La Feria del Libro de Tufts se realizará del 22 al 24 de abril próximo y promete estar de cajón. Pronto difundiremos los enlaces vía Facebook Live y Youtube.

 

La última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (telefónica, no simulacro), muestra que los populismos -de izquierda y de derecha- caen o se estancan (Lescano y López Aliaga), y los programas más clásicos suben (De Soto y Mendoza). La segunda vuelta está para cualquiera de los seis primeros. Van a ser dos semanas tremendas.

Lescano (11.4%, -2.5): Caída importante. No le fue bien el debate. Tendrá que resarcirse en el de esta semana. Parece un candidato solo, sin equipo. El problema es que si lo muestra puede perder más votos. La cercanía con Acción Popular no lo ayuda.

López Aliaga (9.7%, +0.2): Estancado. Llegó a su techo. La virulencia del candidato y sus ayayeros congresales le ha pasado factura. Se ve difícil que pueda recuperar impulso. En la derecha, a su ladito, vienen creciendo De Soto y Fujimori, con mejores perspectivas.

Mendoza (9.6%, +2.6): trepa fuerte. Fue la ganadora del debate. Eso debe haber influido. Y lo otro es el estancamiento de Lescano, que le permite crecer. Su problema es que Castillo sigue trepando y de hecho, eso le quita viada.

De Soto (8.5%, +2.8): la sorpresa de la encuesta. A pesar de errores cometidos, el hecho de haberse decidido a hacer campaña (en visitas a regiones y en medios de comunicación) lo ha beneficiado más que al resto. Tiene programa y equipo y eso lo ayuda respecto de sus contendores en la semifinal de la derecha.

Forsyth (8.2%, +1.4): crece, pero difícilmente le va a alcanzar para pasar a la segunda vuelta si no permite que sus cuadros aparezcan (y tiene varios, incluida su plancha). Sigue representando el voto antipolítico. No le fue bien en el debate, pero eso no parece hacerle mella en su público objetivo.

Fujimori (7.9%, +0.7): sigue creciendo, pero a una velocidad que ya empieza a complicarla. El problema es que está atada de manos. No le puede hacer caso a sus halcones, que le aconsejan beligerancia y agresividad, porque eso haría recordar al fujimorismo de los últimos cinco años y allí sí Keiko va perdida. Como va todavía tiene posibilidades. Le fue bien en el debate. Si repite la performance puede seguir creciendo.

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Congreso, Elecciones 2021, Encuesta

Cuando en junio de 1966 el Papa Pablo VI anunció que ya no habría nuevas ediciones del infame “Índice de Libros Prohibidos”, publicado por primera vez en 1564 —donde se listaba los libros que todo católico tenía prohibido leer bajo pena de sanciones (censura y excomunión)—, y que debía ser considerado a partir de entonces solamente como un referente moral y nada más, Josemaría Escrivá de Balaguer, el curita estrambótico fundador del Opus Dei, exclamaría en varias de sus alocuciones públicas, levantando teatralmente el índice derecho: «Cuando el Papa quitó el “Índice” de la Iglesia, yo puse el mío».

 

¿A qué se refería? A la lista secreta de libros que bajo el eufemístico nombre de “Guía bibliográfica” todavía se mantiene en el Opus Dei, indicando qué libros pueden leer sus miembros y cuáles no, poniéndoles una valoración que va del 1 al 6, y cuya calificación sube de acuerdo al grado de formación —entiéndase adoctrinamiento o lavado de cerebro— que tengan los potenciales lectores. A partir de la nota 3 se requiere permiso del director espiritual para leer un libro. No se permite la lectura de los libros que tengan nota 5, salvo con permiso de la delegación local, y los libros con nota 6 son de lectura prohibida, salvo con autorización expresa del prelado, la máxima autoridad de la Obra.

 

Éste “Índice” lista más de 60.000 títulos, de los cuales más de 5.500 son de lectura no permitida y más de 6.800 son de lectura prohibida, lo cual da como resultado unos 12.400 libros que un miembro del Opus Dei por lo general no está autorizado a leer si no quiere ir contra las normas de la institución y cometer una falta grave.

 

Una somera revisión de la versión 2003 de este “Índice” —disponible de manera no oficial en Internet— nos proporciona un panorama curioso y preocupante del horizonte cultural del Opus Dei, institución a la cual Rafael López Aliaga pertenece en calidad de numerario o laico consagrado.

 

De arranque, los más importantes autores de la filosofía moderna están vetados : desde Descartes hasta el estructuralismo, pasando por el empirismo británico, la ilustración francesa, el idealismo alemán, el positivismo, la fenomenología, el existencialismo y el marxismo crítico. También están prohibidos los libros de los creadores de la psicología moderna en el siglo XX: Sigmund Freud, Alfred Adler, Carl Gustav Jung, Erich Fromm, entre otros. Autores clásicos de la literatura francesa del siglo XIX también están entre aquellos cuyos libros deberían ser quemados en la hoguera: Honoré de Balzac, Alejandro Dumas, Gustave Flaubert, Guy de Maupassant, Emile Zola, etc. A mayor abundamiento, varios libros —y en algunos casos las obras completas— de los siguientes ganadores del Premio Nobel de Literatura no se verán en estantes de las bibliotecas opusdeístas: Anatole France, Henri Bergson, Thomas Mann, Sinclair Lewis, Hermann Hesse, André Gide, William Faulkner, Bertrand Russell, Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Samuel Beckett, Pablo Neruda, Saul Bellow, Isaac Bashevis Singer, Gabriel García Márquez, Camilo José Cela, Octavio Paz, José Saramago, Günter Grass, Doris Lessing y Mario Vargas Llosa. La lista de la “infamia” continúa con autores latinoamericanos como Alejo Carpentier, Ernesto Sabato, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Guillermo Cabrera Infante, Alfredo Bryche Echenique, Manuel Scorza, Juan Carlos Onetti, José Donoso, Isabel Allende, Jaime Bayly. Otros clásicos peruanos como José Carlos Mariátegui, Cesar Vallejo y José María Arguedas también son de lectura prohibida. Sin contar con clásicos de la literatura española como Pío Baroja, Ramón del Valle-Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Vicente Blasco Ibáñez, Rafael Alberti y Juan Goytisolo, entre otros.

 

Y así se podría continuar con autores imprescindibles para entender la cultura contemporánea como David Herbert Lawrence, Bertolt Brecht, Aldoux Huxley, Norman Mailer, Jack Kerouac, William S. Burroughs, Gore Vidal, Woody Allen, Umberto Eco, etcétera, etcétera, etcétera. Como anécdota curiosa cabe contar que incluso una compilación de sermones de Martin Luther King , publicada en 1963 bajo el título de “Strength to Love” (“Fuerza para amar”), cae bajo la guadaña censora del index secreto del Opus Dei.

 

Bajo estos parámetros es prácticamente imposible que un miembro del Opus Dei sea una persona culta según los estándares actuales, aunque probablemente pueda serlo de acuerdo a criterios medievales. Esta prohibición masiva de lecturas sólo puede engendrar brutos ignorantes que se creen sabios en base a los pocos libros que se les permite leer y que compaginan con su visión de pequeños burgueses mojigatos sin mayores horizontes críticos en la vida y con una concepción estrecha y sesgada de la realidad.

 

Además, representa una suerte de control de la información, lo cual suele darse en organizaciones de características sectarias que se caracterizan también por mostrar una fuerte agresividad hacia aquellos que no comparten su cosmovisión religiosa y su ideología trasnochada. No es coincidencia que éste sea el estilo de quienes representan a la derecha más bruta y achorada que ha tenido el Perú, no sólo López Aliaga sino también otros personajes vinculados al Opus Dei: Rafael Rey, Martha Chávez y el cardenal Cipriani.

 

Por último, que López Aliaga, como cualquier miembro del Opus Dei, considere como lo más normal del mundo que haya miles de libros cuya lectura no le estaría permitida, constituye también una amenaza para la libertad expresión, si llegara a ocupar el más alto cargo público del país. Porque quien cree que hay libros cuya lectura debe serle inaccesible en lo personal, fácilmente puede dar el salto hacia la idea de que hay libros cuya difusión no debe ser permitida y que hay medios periodísticos que deberían ser prohibidos. Y que hay textos que nadie debería leer y noticias que nadie debería escuchar.

 

Subleva el reciente informe publicado en el diario Gestión, elaborado por la organización Más Igualdad, que muestra cómo buena parte del talento académico, profesional, científico y artístico del país ha debido migrar y labrar su futuro en el extranjero por ser parte de la comunidad LGTBQ y ser rechazado o discriminado en el Perú.

La lucha por la tolerancia a la diversa variedad de géneros es una batalla liberal por excelencia. El erotismo humano -felizmente liberado de las ataduras biológicas del instinto animal- permite una explosión de variantes sexuales, perfectamente normales y, por ende, merecedoras de un trato constitucional igualitario.

Es en las sociedades capitalistas liberales, modernas e inclusivas, que existe mayor tolerancia. Sucede como con el arte contemporáneo o el feminismo, que florecen en sociedades de ese tipo (por más que paradójicamente haya artistas o feministas que crean que su lucha pasa por ser anticapitalista). La tolerancia a la múltiple orientación sexual que alberga el ser humano es, por ello, una batalla que debe ir a la par de la conquista de las libertades políticas y económicas.

Evitar la discriminación pasa, entre otros factores, por insistir en que se disponga de estrategias educativas de género no solo en las escuelas, también en las universidades, institutos tecnológicos, escuelas de formación policial y cuarteles, ambientes laborales, academia de la magistratura, escuela diplomática, etc.

Preocupa por ello que en la elección política que estamos a punto de tener haya candidatos que abiertamente señalen que se van a tumbar lo poco que se ha avanzado en materia de políticas de género. Entre ellos, el oscurantista López Aliaga, faltaba más. O que el puntero de las encuestas, Yonhy Lescano, manifieste también posiciones conservadoras. O que Keiko Fujimori (en esto no parece acordarse de lo que fue el fujimorismo de los 90), mire de costado cuando se trata de hablar de derechos sexuales y reproductivos. Y ni qué decir de agrupaciones como el Frepap, abiertamente antimodernas y antiliberales, y que amenaza con colocar una bancada congresal numerosa.

Una de las luchas liberales más importantes a librar en el futuro es ésta. No sólo afianzar la democracia, extender y profundizar la economía de mercado, o establecer un shock de inversiones privadas. También, asentar las libertades civiles y la tolerancia -amparada legalmente- a todo tipo de identidad de género.

 

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Elecciones 2021, Liberalismo, Rafael Lopez Aliaga
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