Opinión

La próxima semana, a partir del 21 de octubre, empieza la huelga general indefinida del Sutep, que, sin proponérselo, puede ser el catalizador que integre las protestas y paros que han empezado con los transportistas y que amenazan con escalar.

La protesta social alcanza niveles de intensidad política, es capaz de mover la aguja del tablero gubernativo, cuando abarca diversos sectores, es efectivamente nacional, y no tiene final previsto. Eso puede ocurrir a partir del 21 y harían bien los gremios sociales en buscar ponerse de acuerdo para ampliar las plataformas y no solo hablar de las extorsiones o del incumplimiento del régimen de ciertos acuerdos educativos.

Si a ello se le suman inteligentemente los actores principales de la clase política opositora, el resultado puede ser sísmico para el régimen, haciéndole sentir que su basamento en Fuerza Popular y Alianza para el Progreso solo le sirve para tener paz con el Congreso.

Aunque resulte sorprendente, la centroderecha debería sumarse a la protesta y apoyar el paro. Así sea por conveniencia política, este sector debiera tener claro ya hace rato que mientras más perdure Dina Boluarte mejor les va a ir a los candidatos radicales populistas, tanto de izquierda como de derecha, y ellos, por el contrario, serán subsumidos por la vorágine polarizante que el ahondamiento de la crisis va a generar.

No pinta bien la cosa para el 2026. No surge hasta ahora un líder convocante, que se encarame sobre el resto, convoque la unidad nacional y aglutine fuerzas dispares en favor de una refundación republicana y liberal. Quizás esta coyuntura de protesta social sirva para medir la talla de quienes aspiran a ocupar ese lugar, aunque hasta el momento el mutis es total (hasta la Confiep se ha pronunciado y no los partidos ni los líderes de la centroderecha).

Quien se ponga de perfil en esta coyuntura, en la que el pueblo se pronuncia en las calles, perderá toda capacidad de convocatoria futura. A ver si lo piensan un poco y se ponen las pilas.

La del estribo: una vez más gratitud a Alonso Cueto, quien en su club del libro nos manda a leer obras extraordinarias. Este mes tocó en suerte Eugenia Grandet, de Honoré de Balzac. Y en el teatro, vamos con expectativa a ver Brotherhood, obra argentina de la dramaturga y directora Anahí Ribeiro. Va en la Alianza Francesa desde el 15 de octubre hasta el 1 de noviembre. Entradas en Joinnus.

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huelga, paro nacional, Sutep

[Música Maestro] Hace años, cuando las únicas redes sociales eran Facebook, Twitter y YouTube -en tiempos sin Instagram, WhatsApp o IA- y que nadie escuchaba podcasts ni veía Netflix, creo que fue en el 2008 o 2009, apareció un comercial de radio -seguro algunos de ustedes lo recuerdan- en el que una chica «cantaba» en español algunas líneas de una cancioncita muy conocida y tontona, My humps, incluida en el CD Monkey business (2005), cuarta producción discográfica de ese insufrible pero megamillonario vendedor grupo mixto de pop y hip hop llamado Black Eyed Peas.

El tema central del comercial -aunque no logro recordar qué marca o producto anunciaba- era hacer notar, en tono de chacota, lo extraña que puede llegar a escucharse la letra en inglés de una canción muy conocida traducida a nuestro idioma. En el caso de My humps, mostraba lo ridícula que era, tan ridícula como las letras cantadas originalmente en español por personajes del reggaetón como Daddy Yankee, Karol G, Bad Bunny y ese larguísimo etcétera de clones que padecemos a diario. Paradójicamente, las mismas radios que propalaban el comercial repitieron y repitieron ese tema de Fergie, wii.i.am y compañía hasta convertirlo en superéxito, influidas desde luego por las coordenadas lanzadas desde los EE.UU. con esos artistasque venden montañas de discos cantando tonterías.

En esa línea, seguro también han jugado más de una vez a probar cómo suenan algunos nombres de bandas traducidas al español, como cuando Gerardo Manuel anunciaba a “la pequeña banda del río” (Little River Band, Australia), “la orquesta de la luz eléctrica” (Electric Light Orchestra, Inglaterra) o “tierra, viento y fuego” (Earth, Wind & Fire, Estados Unidos). O las clásicas malas traducciones, como ocurrió con la canción del recientemente la banda del fallecido Greg Kihn (1949-2024), The breakup song, incluida en su sexto LP, Rockihnroll (1981) que literalmente significa “La canción de la separación”) pero que era presentada por todos los disc-jockeys de la época como “la canción incompleta”.

Bueno, hago esta larga y tal vez innecesaria introducción porque, a pesar de haber escuchado el disco al cual me voy a referir cientos de veces y saber inconscientemente desde hace tiempo qué significa su título, no puedo ocultar que me sorprendió ponerme a pensar en su traducción literal: Madre de corazón atómico. Atom heart mother es el cuarto álbum del cuarteto británico Pink Floyd, lanzado en 1970 (inmediatamente después de ese experimento psicodélico titulado Ummagumma, de 1969, uno de los empaques más creativos de su tiempo y que supo adaptarse muy bien al formato CD) y el segundo de la banda sin el influjo lunático de Syd Barrett (1946-2006).

El título surgió a raíz de un artículo que la banda leyó en un periódico londinense acerca de una mujer embarazada a quien le habían colocado un marcapasos. Nada que ver… ¿no? La idea en sí misma no significa absolutamente nada, y no tiene ninguna relación ni con las canciones del disco ni con su carátula enigmáticamente sencilla: la foto de una vaca en medio de una pradera, en un día super claro. Ninguno de estos elementos tiene que ver entre sí ni con la banda en especial. Es más, como aseguró Storm Thorgerson (1944-2013), el diseñador oficial de las carátulas floydianas, esta desconexión es deliberada, hecha a propósito. Pero en la época calzó a la perfección con la onda psicodélica, esa onda de la cual Pink Floyd fue siempre uno de los más grandes representantes.

Este álbum, lanzado originalmente bajo el sello Harvest Records, divide a la fanaticada de Floyd entre los que lo consideran una de sus obras maestras y quienes piensan que es demasiado pomposo. El tema inicial, que tiene el mismo título, se denominó en un principio The amazing pudding (El postre sorprendente). O sea, nada que ver tampoco. Contiene algunas de las piezas fundamentales del sonido del grupo en esa época: If, Fat old sun, Summer 68 y Alan’s psychedelic breakfast -mini suite de trece minutos en tres partes- son canciones que uno espera escuchar de una banda como Pink Floyd en ese momento de su carrera, ni más ni menos.

Pero el tema central, que ocupa todo el Lado A de la versión original en vinilo y tiene una duración exacta de 23 minutos con 45 segundos, es simple y llanamente una de esas composiciones musicales que trascienden los límites de los territorios de rock and roll en los que fueron concebidas para convertirse en una entidad con vida propia, una cinemática obra musical con distintos niveles de emotividad, significado e interpretaciones múltiples capaz de colocar al oyente, tanto al iniciado como al experto, frente a un lienzo de distintas capas que merece más de una pasada para terminar de asimilarlo.

Años luz antes de que el término «fusión» se hiciera parte del vocabulario cotidiano de los cultores de ese nuevo rótulo llamado «Sonidos del Mundo» y que se pusieran de moda los acústicos-sinfónicos promocionados por la MTV hubo, en los años setenta del siglo pasado, gran cantidad de músicos aventureros y preocupados por llevar las cosas hacia adelante en cuanto a rock se refiere, gente como Deep Purple, The Mothers Of Invention, Procol Harum, los Beatles, entre otros, que comenzaron a incorporar en sus producciones discográficas el sonido de orquestas tradicionalmente asociadas a la música clásica para enriquecer sus composiciones básicamente rockeras, y así ampliar el panorama sonoro de un género que, posteriormente, demostró no tener fronteras al momento de la creación.

Pink Floyd, una de las bandas más arriesgadas y vanguardistas de su época, no se quedó atrás y lanzó, en esa línea, este Atom heart mother. Aunque sin muchas ideas conceptuales de por medio, las intenciones de Waters, Gilmour, Wright y Mason estaban dirigidas a conseguir un sonido épico y grandioso, sin alejarse del aura de misterio y psicodelia que ya habían exhibido en sus tres anteriores entregas. Sin embargo, posteriores análisis y apreciaciones acerca del álbum han deslizado conexiones con la mitología, vinculando a la «madre de corazón atómico» y la vaca de la carátula con la Vía Láctea, en su representación egipcia como un gran contenedor de leche nutricia como fuente de vida.

Conscientes de sus escasas posibilidades como orquestadores, convocaron a Ron Geesin, un pianista, arreglista y compositor que tenía una relación de amistad con Waters, a quien ayudó en la armazón del extraño collage de ruidos y efectos de sonido llamado Several species of small furry animals gathered together in a cave and grooving with a pict del LP anterior, y posteriormente trabajaría con él sampleando sonidos del cuerpo humano en la banda sonora de documental Music from the body, también de 1970. Esta colaboración entre Pink Floyd y Geesin fue perfecta para lograr los objetivos sonoros de la banda. Lo épico y grandioso, lo dramático y misterioso, lo psicodélico y espacial, todo confluye a lo largo de la suite, que en vivo fue pocas veces interpretada, algunas sobrepasando la media hora de duración.

De hecho, uno de los pocos registros en audio y video que existen de Atom heart mother en concierto están incluidos en un boxset de tres DVD titulado Pink Floyd: Video anthology 1966-1983, que no figura en la relación oficial de videos de la banda. En el disco 2 de esa colección, puede verse una presentación completa del tema en el Hakone Open Air Festival realizado en Japón, los días 6 y 7 de agosto de 1971. En esos quince minutos de metraje podemos ver también al grupo durante su llegada a la Tierra del Sol Naciente, en ela aeropuerto o recorriendo tiendas en la calle, como anónimos turistas.

El tema se grabó en los famosos estudios Abbey Road de Londres entre marzo y agosto de 1970 y para las partes orquestadas la banda contó con la Abbey Road Session Pops Orchestra, el Philip Jones Brass Ensemble y el Coro de John Aldiss. Además, a lo largo de la canción hay una serie de sonidos pregrabados, voces y diálogos que le dan esos matices de sonido que el grupo estableció como propio en aquella etapa auroral de su carrera.

Y aunque hoy en día los mismos miembros de la banda se dividen cuando opinan sobre qué significó este álbum para ellos -mientras Gilmour asegura que ni siquiera lo escucha y que le parece malísimo, Mason dice que sentó las bases para muchas de las cosas que hicieron después- no cabe duda que Atom heart mother es uno de los temas fundamentales para el desarrollo del rock progresivo, del rock sinfónico, del art-rock, de la fusión o de cualquier otro nombrecillo que se les ocurra. En suma, es una página importante dentro de la rica historia de la música contemporánea, una interesante y bien lograda combinación entre lo popular y lo académico. Pomposo para algunos, iconoclasta para otros, la verdad es que al escuchar Atom heart mother con audífonos y suma concentración, vuelo.

Las sensaciones producidas por los metales al principio de la suite, en la sección denominada Father’s shout (El grito del padre, para continuar con lo de la traducción de títulos) parecen sacadas de la Sinfonía fantástica (1830) del francés Hector Berlioz (1803-1869) y cuando el tema central, que hace recordar otros temas de ese periodo como Careful with that axe, Eugene o A saucerful of secrets, donde escuchamos la voz de Gilmour cumpliendo el mismo del que aquí cumple el coro polifónico, rompe con la presencia de la banda en pleno uno experimenta la fusión de estilos sin sentir que se estén forzando situaciones o calculando efectos. Es música hecha con el único propósito de estimular a los sentidos.

El teclado de Richard Wright (1943-2008) suena armoniosamente acompañado por unos cellos celestiales que van acercándose, junto a Mason y sus metronómicos tambores, a una brisa suave lanzada desde los amplificadores por un inspiradísimo Gilmour, mientras que Waters hace fondo con arpegios agudos y notas colocadas para marcar el ritmo del tema. Mientras tanto los sonidos se sobreponen unos a otros: pianos, violines, metales, baterías, bajos, todos creando el fondo ideal para que el maestro guitarrista se explaye.

Tras el solo se inicia la segunda parte: Breast milky (algo así como Senos lácteos) donde se empieza a oír al monumental coro por detrás de la artillería de teclados. Poco a poco, las voces se van sobreponiendo hasta alcanzar brillo propio y darle renovada energía a la melodía, que discurre entre calmada y tensa, creando una sensación de expectativa ante cada acorde. Ese remanso coral nos conecta con la parte bluesera del tema: Mother four/Funky dung (Madre cuatro/Basura funky… más títulos raros…) en donde la banda hace un jam en medio de algunos cánticos alocados del coro. Al final de esta sección, Gilmour cambia su amplificada guitarra eléctrica por sutiles toques acústicos.

La guitarra y el teclado son los grandes protagonistas de esta sección, siempre con ese apoyo alucinante de los metales y la orquesta en pleno, que entra con todo para retornar a la línea melódica principal y luego dar paso a una serie de sonidos raros y cacofonías orquestales, propias del estilo compositivo de músicos concretos, seriales, exponentes de la música instrumental contemporánea/moderna -que algunos insisten en denominar “música clásica contemporánea”, como Arnold Schoenberg (1874-1951), Édouard Lalo (1823-1892), entre otros. Uno tras otro, los elementos surgen y no atiborran al oído -al oído entrenado, quiero decir- y nos convencen de que es una buena mezcla, hecha por músicos que saben lo que están haciendo.

Finalmente, las dos últimas partes de la suite -Mind your throats please/Remergence (Mentalicen sus gargantas por favor/Resurgimiento)- cierran el tema con un violín que repite el primer solo de Gilmour, acompañado otra vez por los teclados de Wright y luego un nuevo ataque, esta vez con slide, del guitarrista en una serie de overdubs alucinantemente floydianos. Muchos opinan que este es el segmento que hace de Atom heart mother un clásico del grupo.

Para mí toda la composición merece estar considerada como una de las piedras angulares del catálogo Pink Floyd. Cada vez que escucho este disco siento inevitablemente que otras obras maestras de la banda como The dark side of the moon (1973), Wish you were here (1975) o The wall (1979) han opacado injustamente el valor de este disco, y en especial del tema, que resume en poco menos de media hora lo que significa una buena combinación de estilos musicales. Al final todo lo épico-dramático se condensa en la última nota del coro y la orquesta en unísono, como cuando el cielo se abre para dar paso a un nuevo día, luminoso, lleno de esperanza a pesar de las tensionesprevias, un abrazo de la vida ante la adversidad.

 

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Atom heart mother, Pink Floyd, Prog-Rock, rock clásico, Rock sinfónico

La pregunta que suelen hacerme en las charlas de análisis de coyuntura que brindo regularmente, sobre todo, a directorios empresariales o gremiales, es si Dina Boluarte dura o no hasta el 28 de julio del 2026.

Hasta hace una semana señalaba que por el lado del Congreso no veía ninguna posibilidad de vacancia por iniciativa propia (no sé qué tiene que ver julio del 2025 y que el Ejecutivo ya no los pueda disolver para que los congresistas recién se animen a evaluar esa posibilidad), y que la calle sí era una opción política potente, capaz de tumbársela, pero que inexplicablemente andaba silente y resignada, al parecer, al desastre gubernativo vigente.

Parecía como si la explosión violenta de finales del 2021 e inicios del 2022 hubiese generado una suerte de trauma colectivo, que inhibía toda protesta y cohibía a la población de reiniciar esa vía, dada la violencia que esa protesta expuso, tanto desde la población protestante como de las fuerzas represivas.

Inesperadamente, un hecho vinculado a la inseguridad ciudadana ha despertado al pueblo. Y sumado a la tozudez patológica del Congreso, se puede encender la chispa -si no lo ha hecho ya- de protestas mayores, ya no solo vinculadas a la derogatoria de determinada ley sino de rechazo al establishment conformado por el pacto lesivo del Ejecutivo y el Congreso.

Hay algunos analistas que señalan que la protesta se ha pervertido porque la izquierda se ha querido aupar. Por el contrario, la izquierda ha hecho lo que corresponde, encaramarse en el sentimiento popular y si lo logra habrá ganado una gran batalla política.

Lo que sorprende, más bien, es el silencio de los diversos líderes de la centroderecha liberal, a quienes la protesta y la plebe parecen repelerles y ni siquiera se han pronunciado en estos días sobre los hechos que ahora sí amenazan con escalar hasta un grado impensado.

La centroderecha le tiene fobia al desorden social (por eso muchos gremios empresariales toleraban a Dina Boluarte en la medida que había cierta paz social), pero si quiere hacer política va a tener que aprender que no se puede hacerla lejos de los sentimientos populares, callejeros, más aún si son espontáneos y sin agenda política ideológica. Es allí donde se debe estar.

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paro nacional

Esta Casita de Cartón abre sus puertas, pasado casi un mes desde que escribió su última columna en la cual dedicó al siempre y eterno periodista desde las sombras, Víctor Patiño, más conocido en la población como el ‘Búho’. Aún no asimilo su pérdida, probablemente nunca lo haga, sino que uno aprende o trata de aprender a sobrevivir con ese dolor y ausencia indescriptible. En la metáfora cotidiana de ‘la silla vacía en la mesa’. Y en mi caso, la persona que nos daba alegría a esta ‘tenebrosa tiendita’, como le llamaba, ‘la tiendita del horror’, se me fue. Con su imponente personalidad, carisma y locura que amenguaba las caras largas y taciturnas que parece velar siempre en esta familia, incluido en mí, por desgracia. Las calles donde ya no se recorren hablando sobre tantos aconteceres y acontecimientos de la historia y de la vida y las músicas que le daban las campanadas al viento, pasando por distintas décadas y géneros, el soundtrack del alma que uno siempre llevará ahora en silencio. 

Ahora estás solo, te das cuenta ante la orfandad de las almas que alrededor poco o nada entienden de compasión o empatía. Muchas veces pensé que lo más penoso de la ausencia de alguien es no volver a ver a la persona, pero no necesariamente es así, sino lo que muchas veces es superior a ese dolor, es tener a la persona al lado y brillar con tanto fulgor y esmero su ausencia hacia ti. Un muerto en vida, y qué penoso es serlo. Y lo digo yo, que también me estoy convirtiendo en eso. Una triste sombra que lo único que tiene es esto, su escritura, lastimosamente en tiempos de ágrafos y videntes, en tiempos de tik toks, que manejan y encauzan sus emociones y paradigmas desde sus vientres… Y dejando de lado el ideario romántico cristiano, no sé si estará en el cielo y me volveré a ver con él. Yo simplemente, siempre lo llevo en el presente y lo menciono cuando requieren saber quién soy, porque lo que soy es en gran parte por él, porque para mí fue la luna que siempre iluminó el camino del maestro y padre. Lo llevaré hasta el último día, hasta me toque llegar al silencio eterno.

Lo cierto que la columna tomará otro sendero. Por ejemplo, hasta en el común y cotidiano. Como un blog que sería en antaño, pero siempre añadiendo el arte y las vivencias reales. Muchas veces me han dicho que siempre tengo buena suerte con las mujeres en las victorias silenciosas que otorgan o que he tenido vivencias extraordinarias, como si fuera una película andante. Además de ideas que terminan en el ‘por qué’, dejando la del estribo. Y más allá del floro barato, que sería decir: es por mi labia o el hecho de comprar sentimientos efímeros con dinero, en realidad todo ha sido por la lectura, el acto descarriado de leer. Porque así como muchas veces vivo, otras veces la vida se me va entre libros o con lo que escribo. No soy un ratón de biblioteca, me gusta vivir hasta el último sudor, gramo o centímetro del límite y creo que muchos de ustedes lo saben, bueno, aquellos que han visto que no es mito sino realidad. Y es que creo más en las personas que mueren en su ley, en su leyenda, que en aquellos que crean su novela de vida, con el ‘éxito’ que la sociedad les vende como moneda corriente. Y todo esto lo he hecho para antes de irme a cantar las mañanitas con el de abajo decirle: ‘Confieso que he vivido’. Y tengo la seguridad que sí, con todo lo que he pasado y he vivido, tengo la plena certeza que es así. Y ahora solo dejo a los puntos suspensivos que se cansen y me den el último punto, el del final. Así que la columna toma una nota más personal, más íntima y sincera. Martín Adán, el poeta del cual me tomé la licencia en honor a su monumental obra, ‘La casa de Cartón’, para el título de esta columna, alguna vez escribió en una misiva que lo desnuda: ‘Si quieres saber de mi vida, vete a mirar al Mar’. 

Esta Casita de Cartón, cierra sus puertas en este caso diciendo que si quieren saber quién soy y quién fui, lean estas sinceras hojas que he decidido que solo salga una o dos veces al mes. Que la vida les sea grata y les acompañe amantes de la noche, el vino, el arte y las victorias silenciosas.

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el buho, La casa de cartón, Martín Adán, Víctor Patiño

Es tarea fundamental de la centroderecha -si quiere pasar a la segunda vuelta- derrotar a Keiko Fujimori. Ella encabeza las preferencias electorales (Ipsos le da 10% antes de la muerte de Alberto Fujimori y ésta la va a beneficiar políticamente) y es la rival a derrotar, junto con la izquierda radical.

La propia encuesta de Ipsos nos da algunas pistas. Preguntada la ciudadanía sobre los hechos más negativos en la historia de Alberto Fujimori, destaca en primer lugar la corrupción (37%), las violaciones a los derechos humanos (35%) y su alianza con Vladimiro Montesinos (30%).

Hay varios factores que pueden ayudar a la campaña anti Keiko. Primero, el inicio del juicio por el caso cocteles. Personalmente pienso que se va a caer, que es un absurdo, pero va durar hasta la campaña electoral y la va a golpear (la aprobación histórica a Keiko empezó a caer con su proceso penal). Y otro elemento significativo es que Montesinos saldrá libre antes de las elecciones, trayendo al presente lo más ominoso de la década de los 90.

Si la centroderecha golpea allí, en ese flanco, podrá afectar la candidatura de Keiko Fujimori y,si no hacerla descender, por lo menos evitar que suba por el envión de la muerte de su progenitor. Si además logra consolidar alguna alianza potente -discúlpese la cargosería con el tema-, podría colocar a un candidato en la segunda vuelta que enfrente a la izquierda radical, o a la propia Keiko Fujimori, asegurándose, en ambos casos -es lo más probable-, el triunfo final.

Cualquier estrategia de marketing electoral de los candidatos de centroderecha deberá incluir un vector antikeikista obligadamente. No van a trasvasar sus votos a favor suyo (la matriz de transferencia del fujimorismo es variada), pero ya dependerá de quienes sean candidatos atraer su propio caudal. Lo importante es impedir que Keiko se dispare y se asegure el pase a la jornada definitoria.

Por naturaleza ideológica, la centroderecha es más anticomunista que antifujimorista, pero la cifra de su éxito electoral dependerá de que sepa balancear ambas campañas al mismo tiempo y con la misma intensidad.

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Keiko Fujimori-Rafael López Aliaga

[Agenda País] Los peruanos estamos acostumbrados a vivir con mentiras, aquellas que lindan con el cinismo, y otras pequeñitas, cotidianas, casi inocuas, pero mentiras al fin.

Es decir, los ciudadanos vivimos en un constante fraude social (https://sudaca.pe/noticia/opinion/aldo-parodi-el-fraude-social/), desde aquellas habituales costumbres como ser impuntuales sin tener consideración al prójimo, manejar por izquierda en carretera a 60 km/h y que se jodan los de atrás, hasta la gran corrupción y el cinismo de personajes nefastos de nuestra política nacional.

Esta manera de engaño constante que ahonda la sensación de vivir en una selva sin ley, ha llegado, lamentablemente, a las esferas de los medios de comunicación que, sin ningún pudor ni ánimo de autocensura, dejan que periodistas e invitados se explayen diciendo cualquier falsedad.

Ya estamos cansados de escuchar que a Alberto Fujimori se le condenó por delitos de lesa humanidad cuando hasta el propio juez César San Martín aclaró que la mención de lesa humanidad no era referida a algún delito sino una referencia retórica. Sin embargo, algunos periodistas, académicos y políticos ideologizados, siguen con ese mismo relato, quizá, bajo instrucciones superiores.

Es aún más grave cuando líderes comunicacionales sobreponen su interés político a la verdad, por ejemplo, cuando el Dr. Elmer Huerta azuzó la marcha por RPP contra el presidente Merino en plena pandemia diciendo que, en ese tipo de multitud, la posibilidad de contagio era casi inexistente. 

El pasado 7 de octubre, día en que se conmemoró la masacre de cientos de israelíes ultrajados, decapitados, quemados vivos y secuestrados por los terroristas de Hamas, el reemplazante de Fernando Carvallo, casualmente también en RPP, su tocayo Fernando Vivas, se refería a Hamas como “organización política no convencional”. ¡Suavecito! como diría el recordado Alex Valle.

Esta indignante aseveración de Vivas no fue corregida por su colega Mávila Huertas, ni por la entrevistada y pasó así, desapercibida, como si los miles de oyentes de RPP tuvieran pues, que aceptar el dicho de Vivas como la santa palabra.

La búsqueda de la verdad es fundamental para cerrar las heridas, cualesquiera que hayan sido. Desde una infidelidad matrimonial hasta una cruenta guerra.

Pero con comunicadores que sobreponen su ideología a la verdad, apañados y protegidos por una línea editorial cómplice dictada por los propietarios del medio, nunca podremos los peruanos, entrar en una fase de reconciliación y paz.

Estamos camino a la autodestrucción como sociedad, incluso peor que con el terrorismo de los ‘80s ya que, al azuzamiento del caos causado por las mentiras constantes de sectores ideologizados, se une el sicariato y la extorsión expandidos a todo nivel económico y social, teniendo como perla, unas próximas elecciones presidenciales con cerca de 40 candidatos que solo incrementarán la angustia de sentirnos en un fango sin salida.

Solo hablando con la verdad y anteponiendo los hechos a la ideología, podremos encontrar no solamente esa luz al final del túnel, sino también, esa mano amiga que nos ayude a salir del fango de la decadencia.  

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Más allá del balance contable que se haga respecto del acatamiento del paro o la magnitud de las marchas, lo cierto es que la protesta convocada hoy contra el gobierno posee una tremenda potencia política.

Rompe el dique de contención que inexplicablemente nos mostraba un país silente y sumiso frente a las tropelías de un Ejecutivo y un Congreso que no cesan en demoler la separación de poderes y el orden institucional democrático, pero que -y ese es el motivo de la protesta- no acompañaba su diligencia destructora en acciones efectivas contra los problemas reales que aquejan a los ciudadanos, como la inseguridad ciudadana y la corrupción.

Y es el punto de partida de una serie de protestas ya convocadas, entre ellas una que amenaza con ser contundente como es la huelga general indefinida del Sutep, y que podría significar un parteaguas político en el país.

Llamaba la atención que un Ejecutivo y un Congreso con tasas de desaprobación históricas no merecieran agitación callejera. Pues ya empezó y de ahora en adelante solo cabe esperar una espiral de crecimiento de la protesta. Enhorabuena, ante la apatía de la clase política opositora o los gremios formales más reconocidos.

Si no es el Congreso -cuestión casi imposible de que ocurra- solo la calle puede tumbarse a este régimen. Y ojalá crezca la protesta al punto de lograr la vacancia o renuncia presidencial y el adelanto de elecciones. El daño que le está produciendo al país la alianza ladina del Ejecutivo y el Legislativo es inmenso y va a tener un impacto electoral gigantesco si no se hace nada o no se le pone coto.

Es más, no importa si no se logra el objetivo (cabe mencionar que no es parte de la plataforma de hoy que se vayan todos); ya es bastante que la ciudadanía se movilice espontáneamente y exprese políticamente su malestar respecto del statu quo. Le hace bien al país, a la sociedad, a la democracia, al devenir electoral. La calle hace lo correcto en pronunciarse por fin respecto de un régimen mediocre, inoperante y antidemocrático.

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movilización, paro nacional, protestas

Según las encuestas, la mayoría de ciudadanos se autoidentifica de centro. Me parece, sin embargo, una definición engañosa, porque puede no decir nada, es decir no reflejar una postura ideológica alejada de las posiciones de derecha e izquierda tradicionales, sino simplemente esconder una indefinición.

En cualquier caso, hay un listado de personajes que habitan ese espacio y que, al parecer, pretenden tener protagonismo en estas elecciones, yendo a contrapelo de la polarización que parece que va a primar en la contienda, en beneficio de las posturas más definidas de derecha o izquierda.

Se puede mencionar entre sus inquilinos, a Jorge Nieto, Marianella Ledesma, Alfredo Barnechea, Francisco Sagasti, César Acuña, Martín Vizcarra, Flor Pablo, Marisol Pérez Tello, Mesías Guevara y Susel Paredes, entre otros tantos que todavía están por aparecer en el firmamento.

La verdad es que la segmentación ideológica es arbitraria y difusa, porque bien podrían distinguirse en la lista personajes más cercanos a la izquierda que a la derecha y a la inversa, que mejor harían en sumarse al esfuerzo que desde algunos sectores ya se están haciendo para aglutinar proyectos.

Salvo César Acuña, quien, aunque quiera, no va a encontrar nadie que quiera aliarse con él (salvo que sea Podemos o algún estropajo partidario de ese rango), o Martín Vizcarra, quien carga encima suyo severos cuestionamientos de corrupción que lo hacen inalienable (aunque sea, en los hechos, quien más posibilidades tendría si logra levantar la inhabilitación que pesa contra él), el resto es perfectamente sumable a una alianza más amplia.

Lo perjudicial es que de mantenerse en pie sus candidaturas sumarán aún más a la fragmentación del espectro que va del centro a la derecha. Casi todos los mencionados, por no decir todos, sostienen posturas ideológicas que no difieren mucho de las que proponen, por ejemplo, los candidatos de Libertad Popular o del PPC.

Por ello, igual que decimos respecto de la centroderecha, de este sector debemos decir lo mismo. La tugurización electoral solo va a beneficiar a Fuerza Popular y a la izquierda radical, y acrecienta el peligro de tener que definir una segunda vuelta entre Antauro Humala y Keiko Fujimori.

[La columna deca(n)dente] ¿Dina Boluarte decidió esto? Bueno, digamos que alguien ha considerado que al Perú le hace falta un pequeño retoque armamentístico. No estamos hablando de hospitales mejor equipados, ni de escuelas donde los niños no tengan que rezar para que el techo no se les caiga encima. No, estamos hablando de algo mucho más urgente para el país: 24 aviones de guerra, ni más ni menos, por la módica suma de 15 mil millones de soles. ¡15 mil millones de soles!

Como dice la canción: «Mambrú se fue a la guerra, qué dolor, qué dolor, qué pena». Qué dolor y qué pena que no hayamos visto antes esta gran oportunidad para «protegernos». ¿De quién? Buena pregunta, porque no está muy claro quién es ese enemigo tan temible y poderoso que justifique semejante inversión. Pero no importa, el hecho es que Mambrú (o Dina, en este caso) ya está en camino, y su partida cuesta lo que un país con un sistema de salud en condiciones óptimas podría valer. Pero… qué dolor, qué pena que no tengamos uno así.

«Mambrú se fue a la guerra, no sé cuándo vendrá». O, en este caso, no sé cuándo llegarán esos hospitales mejorados, esas escuelas públicas con agua y desagüe, o esas carreteras asfaltadas. Ni hablar de poder trabajar sin el miedo constante de ser asesinado por los extorsionadores de turno. Pero lo que sí sabemos con certeza es que los aviones vendrán. Y cuando lleguen, ¡por fin podremos dormir tranquilos! Porque, claro, ahuyentarán a los extorsionadores y espantarán a las organizaciones criminales.

«Si vendrá para la Pascua, o para la Trinidad…». Nadie lo sabe con certeza. Lo que sí sabemos es que este gobierno de Boluarte tendrá la dicha de ser recordado por algo tan significativo como llenar el cielo peruano de aviones de guerra. De paso, el viento de las turbinas podrá barrer las ilusiones de los ciudadanos que esperaban soluciones a problemas más mundanos, como el acceso a agua potable o la reducción de la pobreza o la mejora de la educación pública. Pero claro, esas cosas no vuelan, ni hacen ruido, y mucho menos brindan una foto impresionante durante un desfile militar.

«Mambrú murió en la guerra, lo llevan a enterrar…». Esperemos que no sea la esperanza de los ciudadanos la que esté siendo enterrada en esta operación millonaria. En un país donde cada céntimo cuenta y las necesidades básicas parecen un lujo, alguien decidió apostar por un gasto digno de cualquier potencia militar. Con suerte, cuando entremos en la inevitable fase de austeridad y recortes en sectores como salud o educación, al menos podremos mirar al cielo y ver esos 24 aviones de guerra, cortesía de Dina Boluarte, recordándonos que, aunque no tengamos medicinas ni escuelas, al menos tenemos aviones.

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