Opinión

Hasta la fecha, son seis los ministros del Interior que han asumido la dirección del sector encargado de velar por el orden interno y la seguridad pública del país desde que Dina Boluarte asumió el poder el 7 de diciembre de 2022. En promedio, hemos tenido un ministro nuevo cada tres meses. 

En ese mismo periodo, se han producido 1 435 211 millones de denuncias por delitos y faltas a nivel nacional. Si está cifra alcanzó las 77 503 denuncias en enero de 2023; se elevó a 86 256 en enero de 2024. Para el caso de las denuncias por extorsión, 1348 incidencias fueron registradas en enero del 2023, mientras que esta cifra subió a 1549 para enero de 2024. La tendencia se repite en el caso de la gran mayoría de modalidades delictivas relevantes para el grave panorama de (in)seguridad que afronta el país en la actualidad: robo agravado (enero 2023: 2146; enero 2024: 2525); estafa (enero 2023: 2016; enero 2024: 3162); asalto y robo de vehículos (enero 2023: 480; enero 2024: 553). Y así con otras modalidades más. 

Ninguno de ministros del Interior de Dina excluyendo al recientemente nombrado Juan José Santivañez ha podido liderar una reducción de las cifras anteriormente mencionadas. Todo lo contrario, parece que cada uno ha tenido una tarea concreta que cumplir durante sus breves designaciones: César Cervantes duró menos de dos semanas en el cargo y su misión fue aplacar (bajo cualquier medio necesario) las protestas masivas que se desataron luego de la salida de Pedro Castillo de Palacio de Gobierno; ante su rochosa salida, Víctor Rojas Herrera asumió la cartera por un par de semanas más para continuar con la tarea de amilanamiento de las manifestaciones; luego, Vicente Romero Fernández asumiría el cargo por un periodo más largo, diez meses, con el objetivo de defender a la presidenta ante la ola de críticas en su contra, como también intentar limpiar la imagen de la Policía Nacional del Perú (PNP) por las irregularidades cometidas durante las tareas de control y restablecimiento del orden; finalmente, sería censurado por el Congreso de la República por “manifiesta incapacidad técnica de liderazgo y falta de idoneidad para el ejercicio del cargo”; su sucesor, Víctor Torres Falcón, fue el encargado de absorber políticamente la destitución de, Jorge Angulo, comandante general de la PNP quién lanzó fuertes acusaciones en contra de la mandataria por supuestas intrusiones en la institución policial; y, por último, todo parecería indicar que Walter Ortiz asumió el cargo con la única consigna de desactivar el Equipo Especial contra la Corrupción en el Poder (Eficcop) compuesto por personal policial especializado e involucrado en las investigaciones en contra de la presidenta Boluarte por el caso conocido como Rolexgate antes de renunciar al cargo por “razones personales”. Cada ministro ha tenido una bala de plata que quemar. Una bala de plata que claramente no ha tenido en la mira resolver la grave situación de (in)seguridad que el país afronta, sino más bien deshacerse de cualquier obstáculo político y penal que pueda aparecer en el camino de Dina Boluarte.

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Dina Boluarte, MININTER, Policía Nacional del Perú, Rolexgate, seguridad ciudadana

Este pasado 15 de mayo se cumplieron 61 años de la muerte de Javier Heraud (1942-1963), un caso muy particular en la historia de la poesía peruana. Su corta vida y trágica muerte, sus veintiún años de existencia, su destacada figura en los deportes y en la labor intelectual le dieron un perfil brillante, el más relevante en su momento dentro de su generación, que luego sería bautizada como ‘Generación del 60’. Aunque no muchos se hayan acordado del luctuoso aniversario, lo traigo a colación porque su caso, después de todo, tiene ciertas implicancias con la situación política actual del Perú.

Desde sus primeros poemarios, El río (1960), El viaje (1960, primer premio compartido con César Calvo en el concurso «El poeta joven del Perú) y Estación reunida (1961) se revelaba su precoz aporte dentro del llamado «británico modo», un estilo de poesía que asumía de manera directa el lenguaje conversacional, la frase sencilla y el ritmo fluido, propio de lo que el poeta mexicano José Emilio Pacheco llamaría en 1979 «la otra vanguardia», es decir, la poesía que derivaba de la tradición anglosajona más que de la francesa (como el surrealismo, por ejemplo) o de cualquier otra escuela de vanguardia europea continental. En inglés, la vanguardia se encarnó en la escuela imaginista, que preconizaba la escritura directa, derivada del habla común, así como las imágenes visuales, sin retorcimientos semánticos.

También se nota la influencia del Neruda de las Odas elementales (1953), con sus versos cortísimos y su ritmo «vertical», como un chorro de agua, que, sin embargo, al reunirse, evocaba a veces formas tradicionales del español como el verso endecasílabo y el alejandrino.

Heraud era ya un poeta consagrado desde sus primeros años de universidad. Le hubiera sido muy fácil acomodarse al «establishment» cultural, convertirse en catedrático, o quizá en miembro de la Academia de la Lengua, o en un caserito más de la mamadera estatal, como tantos y tantas hoy en día. Pero al alejarse del Perú en 1962, atraído por el socialismo y el triunfo reciente de la revolución cubana en 1959, Heraud se fue politizando de manera cada vez más visible. Viajó a Cuba supuestamente a estudiar cine, pero se enroló en las filas del Ejército de Liberación Nacional y regresó al Perú como guerrillero. Con este gesto, que algunos necios calificaron de ‘absurdo’, ‘ingenuo’ o ‘muestra de inseguridad personal’, sorprendió a todo el mundo, particularmente a la clase media y oligárquica peruana, que no podía entender cómo un muchacho tan joven, de ‘buena familia’ y con un futuro brillante, podía haberse metido en actividades que hoy fácilmente serían calificadas de terroristas. Sus poemas de esa época, bajo el pseudónimo de Rodrigo Machado, nos presentan a un poeta muy explícito en sus creencias políticas. Su lenguaje literario se volvió, a su vez, todavía más directo, casi panfletario (lo cual, claro, es una pérdida para la literatura).

El resto ya es bastante conocido. Él y su grupo fueron avistados en la selva de Madre de Dios y el 15 de mayo de 1963 fue baleado con proyectiles explosivos (las famosas y vedadas balas «dum dum») mientras trataba de escapar, ya que la bandera blanca de rendición que él y su compañero Alain Elías enarbolaron desde su canoa en el río no sirvió de nada. No solo fue la policía la que lo masacró, sino muchos civiles desaforados, que mostraron así su rabia y su pánico, aplicando una ejecución sumaria sin justificación alguna.

La crueldad de la muerte de Heraud nos deja hoy palidecidos. Su vida y su entrega a sus ideales lo revelaron como un mártir del fervor revolucionario de esos años. Hoy algunos dirían que solito se colocó «fuera de la sociedad» y por lo tanto, incluso de haber sobrevivido, no merecería una vida civil ni una reintegración al tejido social peruano. Para esos cuantos, Heraud debería permanecer eternamente como un paria.

Piénsese en lo que ocurre hoy con aquellos condenados por terrorismo que ya han pagado con largas condenas de cárcel sus acciones equivocadas. ¿Hasta cuándo seguirán siendo castigados? ¿Son mejores moralmente quienes saquean el estado, mienten descaradamente y se mantienen en el poder con uñas y dientes?

Heraud, al menos, sobrevive como ejemplo de excelente poeta y hombre íntegro, por muy equivocado que haya estado. 

Quedan tan pocos en el Perú.

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el río, Javier Heraud, poeta guerrillero, revolucionario

Jorge Coaquira Del Arroyo

Socio Fundador – GRUPO PRACDA

De manera general podemos decir que el apalancamiento es la habilidad de hacer más con menos. En ese sentido, esta habilidad puede aplicarse tanto en el mundo financiero como en la vida cotidiana con ejemplos como el apalancamiento de tu mentalidad, de tener un plan o estrategia, de tus actos o hábitos, incluso de apalancamiento de solamente dar el primer paso hacia una meta u objetivo, ya que el primer paso no te llevará a donde quieres llegar, pero seguro te saca de donde ya estás.

En las finanzas y economía el apalancamiento es un concepto fundamental, que se refiere al uso de deuda (dinero prestado) para financiar la adquisición de activos. Este mecanismo permite a los individuos y empresas aumentar su capacidad de inversión más allá de lo que permitirían sus propios recursos financieros. Existen varios tipos de apalancamiento, entre ellos el operativo, el financiero y el combinado, cada uno con características y aplicaciones específicas.

El apalancamiento operativo se refiere al uso de costos fijos en la estructura de costos de una empresa. Una alta proporción de costos fijos en comparación con los costos variables significa que la empresa tiene un alto apalancamiento operativo. En ese contexto, una pequeña variación en las ventas puede provocar un cambio significativo en las ganancias operativas. Por ejemplo, una fábrica con altos costos fijos (como alquiler de instalaciones y maquinaria) y bajos costos variables (como materia prima) experimentará mayores beneficios con un aumento en las ventas, pero también sufrirá más en caso de una disminución.

El apalancamiento financiero implica el uso de deuda para adquirir activos. Esto permite a una empresa o individuo aumentar la cantidad de inversión y potencialmente las ganancias. Sin embrago, también incrementa el riesgo financiero, ya que las deudas deben ser pagadas independientemente de los ingresos generados. Una empresa con un alto grado de apalancamiento financiero tendrá una mayor cantidad de deuda en su balance general en comparación con el capital propio. Esta estrategia puede aumentar significativamente las ganancias cuando las inversiones realizadas con el dinero prestado generan un retorno superior al costo de la deuda. No obstante, si los ingresos no son suficientes para cubrir los costos de la deuda, la empresa puede enfrentar problemas financieros graves. 

El apalancamiento combinado es, justamente, la combinación del apalancamiento operativo y financiero. Este mide el efecto total del uso de costos fijos tanto operativos como financieros sobre las ganancias. Una empresa con altos niveles de ambos tipos de apalancamiento puede experimentar grandes fluctuaciones en sus ganancias debido a pequeños cambios en las ventas. Esta situación puede ser muy rentable en tiempos de bonanza, pero extremadamente arriesgada en períodos de crisis económica.

El apalancamiento ofrece varias ventajas. Permite a las empresas y a los individuos acceder a oportunidades de inversión que de otro modo no estarían a su alcance. En un contexto empresarial, el uso efectivo del apalancamiento puede aumentar significativamente las ganancias y el valor para los accionistas. Además, en algunos casos, los intereses pagados por la deuda pueden ser deducibles de impuestos, lo que reduce el costo efectivo de la deuda.

Sin embargo, el apalancamiento también conlleva riesgos considerables. El principal riesgo es el de insolvencia, donde la incapacidad para cumplir con las obligaciones de deuda puede llevar a la quiebra. Durante las recesiones económicas o periodos de baja demanda, las empresas con altos niveles de deuda pueden encontrar difícil generar suficientes ingresos para cubrir sus costos fijos y pagos de deuda. Además, el exceso de apalancamiento puede limitar la capacidad de una empresa para obtener financiación adicional en el futuro.  

En conclusión, el apalancamiento es una herramienta poderosa en finanzas que puede amplificar tanto las ganancias como las pérdidas. Su uso debe ser cuidadosamente gestionado, evaluando los riesgos y beneficios, y manteniendo un equilibrio adecuado entre deuda y capital propio. Una gestión prudente del apalancamiento puede contribuir significativamente al crecimiento financiero de una empresa o individuo.

Para terminar, se dice que existen dos tipos de apalancamiento en el mundo cotidiano del dinero: T.O.P. (Tiempo de Otras Personas) y D.O.P. (Dinero de Otras Personas); y tal como dijimos al inicio, el apalancamiento es una habilidad, por lo tanto debe aprenderse y practicarse hasta que se gestione de la manera más eficiente posible. Recordemos que si no estás utilizando algún tipo de apalancamiento en tu vida y en tus finanzas, probablemente seas el apalancamiento de alguien más.

Hay quienes ingenuamente creen que Antauro Humala va a ser un bluff político, que apenas comience la justa electoral se va a desinflar y perderá el interés que hoy genera.

Craso error de juicio político. Antauro Humala es un líder elocuente, inteligente, disparatado, pero que en su disparate mismo comulga con las expectativas populares. Sus anuncios de expropiaciones de medios de comunicación, por ejemplo, nos agarran cuando nunca antes han estado tan desprestigiados los medios de comunicación. Su discurso en contra de las grandes empresas nos coge en medio de una situación terrible de descrédito del gran capitalismo (según encuesta de Ipsos, el 90% de peruanos cree que acá unos pocos gobiernan para su propio beneficio).

Con astucia, Antauro busca “posicionarse”, además, como el Bukele peruano, recogiendo así la alta expectativa local -y regional- que existe en favor del autoritario mandatario salvadoreño por su lucha contra las bandas delincuenciales en su país.

Antauro, por lo demás, no está quieto. Recorre a diario el país, particularmente el sur andino, haciendo política de verdad y no aquella que cree que basta salir en medios limeños para sembrar presencia y posterior endose electoral.

Este columnista está convencido de que Antauro será contendiente de la segunda vuelta del 2026. Lo único que podría sacarlo de carrera es que aparezca y crezca otro candidato disruptivo radical (allí asoman Guido Bellido y Aníbal Torres), que lo supere en radicalismo y lo haga fragmentar el voto -ojalá que ello ocurra- y arruinar la posibilidad de que la izquierda radical dispute la segunda vuelta.

De lo contrario, y si persiste la fragmentación de la centroderecha (ya hemos visto que, felizmente, hay esfuerzos por remediarla), tendremos no solo a un candidato radical sino probablemente a dos en la segunda vuelta y nos encaminaremos a perder el país. Se juega mucho el 2026. A riesgo de parecer obcecada, no se cansará esta columna de advertirlo.

La comisión de Trabajo ha aprobado un proyecto de ley para desactivar la Autoridad Nacional del Servicio Civil, Servir, una entidad que si de algo adolecía es de incompletud de su tarea, pero que en donde había intervenido con propiedad había logrado elevar los estándares meritocráticos de la administración pública.

Uno de los grandes males estructurales del Estado peruano es la carencia de cuadros tecnocráticos, con conocimientos técnicos de los sectores y capacidad administrativa. Servir se encargaba precisamente de eso, de fungir de filtro para mejorar la burocracia estatal.

Dos son las causas del empobrecimiento tecnocrático de la burocracia estatal peruana: la decisión de Alan García, en su segundo gobierno,de reducir los sueldos, y la persecución fiscal abusiva y absurda que muchos exfuncionariosafrontan durante años por parte del Ministerio Público y el Poder Judicial.

A contrapelo de ello, Servir había ya alcanzado velocidad en sus acciones. Cerca de 90 entidades públicas han presentado ya su Cuadro de Puestos de Entidad que luego derivan en una evaluación, posterior contratación, y una consecuente supervisión periódica.

Cuando las cosas habían empezado a caminar y se desplegaba una de las pocas reformas positivas que vemos en el horizonte, un grupo de parlamentarios pretende meterle un golpe demoledor desactivando la entidad y dando pie al retorno del desmadre del tarjetazo, la contratación por favores políticos o cuotas partidarias que tanto daño nos hace como Estado eficaz y productivo.

La reforma del Estado es una matriz gubernativa esencial que cualquier gestión pública debe considerar eje central de su gestión. No lepodemos pedir ya a la clase política que hoy nos gobierna en el Ejecutivo y el Legislativo que inicie reforma estructural alguna, pero sí exigirle que no destruya lo que se ha avanzado en algunos sectores como el mencionado.

Ojalá las instancias superiores del Parlamento sepan aquilatar la reforma emprendida y eviten que esta iniciativa de algunos ganapanes con curul la destruya.

[La del estribo] sería bueno que el alcalde de Miraflores, Carlos Canales, le preste atención al extraordinario mural instalado en una parte del Zanjón correspondiente a su distrito, hecho por el artista Ricardo Wiesse, que, aún ya en pequeños tramos, ha empezado a caerse. Probablemente, la humedad está generando consecuencias, pero bajo ningún concepto puede permitirse que se arruine uno de los mayores aportes al arte público en la ciudad.

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Carlos Canales, Miraflores, Ricardo Wiese

Como limeño de nacimiento perteneciente a una clase media acomodada, crecí en los años 60 y 70 del siglo pasado en un ambiente donde se consideraba la homosexualidad, la transexualidad y otras formas de identidad sexual diversas a la binaria tradicional (hombre-mujer) como perversiones propias de personas con problemas de salud mental. Curiosamente, coincidía con la época en que la Asociación Estadounidense de Psiquiatría retiraba la homosexualidad de su manual de trastornos mentales en 1973, paso que seguiría la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el año 1990. Con la transexualidad se haría lo mismo recién en el año 2019, cuando la OMS publica una actualización de su Clasificación Internacional de Enfermedades, la CIE-11.

Sin embargo, en el Perú parece que estos datos, basados en los actuales avances de las ciencias médicas y psiquiátricas, parecen no haber llegado a conocimiento de los responsables del Poder Ejecutivo, y en concreto del Ministerio de Salud, lo cual se refleja en el “Decreto Supremo N° 009-2024-SA que modifica el Decreto Supremo N° 023-2021-SA, que aprueba la actualización del Plan Esencial de Aseguramiento en Salud – PEAS”, de fecha 9 de mayo de 2024 y firmado por Dina Boluarte (Presidenta de la República),  José Arista (Ministro de Economía y Finanzas) y César Vásquez (Ministro de Salud).

Tomando como referencia el ahora obsoleto CIE-10, señalan como enfermedades mentales identidades de género que ningún especialista que se respete consideraría ahora como trastornos relativos a la salud mental. Dice el documento:

B) CONDICIONES ASEGURABLES DE LA PERSONA CON ENFERMEDAD: 

(…)

153. Persona con problema de salud mental

(…)

b) Diagnósticos CIE-10

(…)

F64.0 Transexualismo

F64.1 Transvestismo de rol dual

F64.2 Trastorno de la identidad de género en la niñez

F64.8 Otros trastornos de la identidad de género

F64.9 Trastorno de la identidad de género, no especificado

(…)

F65.1 Transvestismo fetichista

(…)

F66.1 Orientación sexual egodistónica

(…)

No está en discusión que las personas con identidades de género diversas tengan derecho a acceder al Plan Esencial de Aseguramiento en Salud (PEAS). Lo que resulta cuestionable es que se considere la condición sexual de estas personas como una enfermedad, lo cual abriría la puerta a tratamientos arbitrarios e innecesarios, unido a discriminación social y laboral. La cual ya existe de hecho en la sociedad peruana, pero que no tiene por qué ser afianzado conceptual y legalmente por parte de las más altas autoridades del país.

En el trasfondo parece estar la enseñanza de muchas iglesias cristianas —entre ellas la Iglesia católica— que siguen considerando cualquier orientación sexual que se aparte de la heterosexualidad pura como una anormalidad, aun cuando bajo el pontificado del Papa Francisco se haya dado cabida a una mayor tolerancia hacia las personas de sexualidad diversa, como dice un documento vaticano del 8 de abril de 2024:

«La Iglesia desea, ante todo, “reiterar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar ‘todo signo de discriminación injusta’, y particularmente cualquier forma de agresión y violencia”. Por ello, hay que denunciar como contrario a la dignidad humana que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida, a no pocas personas, únicamente por su orientación sexual» (Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe “Dignitas infinita sobre la dignidad humana”, 08.04.2024).

Sin embargo, el mismo documento rechaza lo que denomina la teoría de género, argumentando que ésta «pretende negar la mayor diferencia posible entre los seres vivos: la diferencia sexual. Esta diferencia constitutiva no sólo es la mayor imaginable, sino también la más bella y la más poderosa: logra, en la pareja varón-mujer, la reciprocidad más admirable y es, por tanto, la fuente de ese milagro que nunca deja de asombrarnos que es la llegada de nuevos seres humanos al mundo».

Aunque no se mencione explícitamente, esta doctrina se sustentaría en un texto bíblico (Génesis 1, 27) que dice:

«Y creó Dios al hombre a su imagen,

a imagen de Dios lo creó;

varón y hembra los creó».

Sin embargo, no sólo no se toma en cuenta que los textos bíblicos deben ser entendidos e interpretados según el contexto en que fueron escritos, sino también que, como continuamente se ha repetido para salvaguardar la verdad de la Biblia, ésta no se puede tomar como sustento y prueba de cuestiones científicas, incluidas las biológicas. Los estudios de género, basados en investigaciones médicas y biológicas, han llegado la conclusión de que las sexualidad humana es mucho más compleja que la reducción al binomio hombre-mujer, y comprende no sólo elementos biológicos, sino también psicológicos y sociales. Y contrariamente a lo que dice el texto vaticano, no existe en los estudios de género la pretensión de negar la diferencia sexual, sino más bien de reconocer la compleja multiplicidad de las identidades y orientaciones sexuales, que no se reduce a solamente dos colores, sino que abarca metafóricamente todos los colores del arco iris.

Sobre la pretensión de negar teorías y hechos científicos referentes a las identidades sexuales humanas sobre la base de textos bíblicos, se puede citar lo que declaró la teóloga católica austriaca Ilse Müllner (1966- ), catedrática de teología bíblica en el Instituto de Teología Católica de la Universidad de Kassel (Alemania), en una entrevista publicada el 16 de octubre de 2018 en el portal katholisch.de:

«…de la Biblia no se puede deducir en absoluto cómo debe posicionarse hoy en día una persona cristiana en relación con el tema de la homosexualidad. Primero, porque la Biblia no dice nada sobre la homosexualidad tal como la entendemos hoy. Y segundo, porque los actos sexuales que se describen en ella siempre deben ser considerados dentro de su respectivo contexto cultural y socio-histórico. Las concepciones de una pareja homosexual no existían en ese entonces. De esto se habla recién desde principios del siglo XIX. […]

No se pueden utilizar estos pasajes en contra de la homosexualidad tal como se entiende hoy en día, ya que no tratan sobre una relación amorosa duradera entre personas del mismo sexo. Esto se debe saber antes de utilizar tales citas para argumentar. En Levítico se rechaza cuando un hombre se acuesta con otro hombre como con una mujer. Con esto se describe el coito anal entre hombres. Pero no se trata de una relación homosexual. Se trata de un acto sexual que se condena porque no se considera beneficioso para la comunidad. Esto se hace evidente en el contexto, donde también se rechaza, entre otras cosas, el coito con una mujer menstruante, es decir, no fértil en ese momento. En la literatura narrativa, a menudo se hace referencia a Génesis 19. Aquí se pretende humillar a los invitados que llegan a la ciudad de Sodoma, de ahí el término sodomía, mediante el acto sexual. Nuevamente, no se trata de relaciones homosexuales. En cambio, se pretende que los hombres sean violados por un grupo de otros hombres. Se trata de violencia xenófoba. En este pasaje bíblico, se pone de manifiesto la relación entre sexualidad y poder. Este vínculo es algo con lo que debemos lidiar, especialmente en relación con el escándalo de abusos. […]

…en la antigüedad, un acto sexual entre hombres estaba definido por una relación de poder. No se trataba de una relación de igualdad, sino de demostrar quién era poderoso y rico y quién dominaba sexualmente al otro como si fuera un esclavo. Aquí se habla del hombre adulto y del muchacho, del superior y del inferior. La sexualidad también puede convertirse en un arma de guerra, algo que conocemos hasta el día de hoy. Pablo se opuso a esta práctica antigua de una sexualidad basada en el poder entre hombres en su Carta a los Romanos. Por eso condena el coito entre hombres como “contra la naturaleza”. Lo que se puede aprender del estudio de los textos bíblicos es que no se trata de juzgar actos sexuales individuales, sino que la sexualidad siempre se vive en relación y en el contexto de las comunidades, es decir, tiene funciones sociales».

Y que la sexualidad cumple funciones sociales y no depende de una función reproductiva exclusivamente en el marco de una familia tradicional es algo que no logra ver con claridad hasta ahora la cúpula clerical de la Iglesia católica. Pareciera que en su moral la sexualidad estuviera marcada con el sello de la impureza y la suciedad moral, la perversión y el desenfreno, el pecado y la culpa, de los cuales se redime sólo si el fin de reproducción de la especie está de una u otra manera presente en un contexto familiar legitimado por el matrimonio. Por eso mismo, no faltan las voces, particularmente en Alemania, que exigen una reforma de la moral sexual católica, más acorde con los descubrimientos de la ciencia, la experiencia cotidiana de las personas y la condición humana.

Al clasificar determinadas identidades sexuales como enfermedades o desviaciones, muchas iglesias cristianas y el Estado peruano demuestran que los enfermos no son las personas con identidad sexual diversa, sino ellos mismos. Y en este caso parecería que se trata de una enfermedad cancerígena incurable, que ha hecho metástasis en varios sectores de la sociedad peruana.

Si miramos el panorama de la música latina desde la superficie, en lo relacionado a artistas femeninas, la única conclusión a la que llegamos es que se trata de una escena contaminada por el sexismo, tanto el ejercido por productores hombres como por la rentable y voluntaria autocosificación -a la que me referí hace algunas semanas en esta columna-, los clichés y la degradación de un patrón estereotipado desde EE.UU. y Europa que nace, por supuesto, de una realidad innegable: el atractivo de nuestras razas hispanoamericanas y las distintas fascinaciones que ha generado a través de las décadas, tanto en públicos americanos como anglosajones y actualmente, con la globalización e internet, en cada rincón de los cinco continentes a los que haya llegado la cultura pop importada de Occidente.

Esto hace que, al escuchar las palabras “mujer latina”, el sector masculino de las actuales masas globales consumidoras de música y cine popular activen sus sensores para detectar únicamente todo aquello que los remita a lo “sensual”. Desde la nuyoricana J. Lo, las colombianas Shakira/Karol G y sus cientos de clones, que abusan de ello hasta el cansancio y lo grotesco; hasta propuestas ajenas a los géneros que ellas cultivan (latin-pop, reggaetón) como, por ejemplo, la chilena Mon Laferte o la mexicana Natalia Lafourcade quienes, a pesar de haber dejado claro que sus intenciones están enfocadas en recuperar la dignidad de la mujer latina y reivindicar sonidos regionales y fusionarlos con un pop que aleje de sí el barato exhibicionismo, terminan de una forma u otra entremezcladas con las primeras, valoradas y tabuladas por cómo se ven, cómo se visten, cuánto muestran o dejan de mostrar.

Esto indica que existe un nivel más subterráneo, en el que, oculta de la atención pública masiva, opera la verdadera vanguardia de la música hecha por mujeres latinas (y que no necesariamente utilizan ritmos latinos, ojo). Como se imaginarán, hay varias artistas que hacen cosas diferentes a lo que esperan/compran las masas, que no buscan generar millones de likes por minuto ni se preocupan por llamar la atención de productores aceitosos a la caza de la multitud de aspirantes a divas pachangueras, dispuestas a todo por ser, aunque sea solo por algunas semanas, la mujer latina más deseada del mundo. 

Desde plataformas sonoras tan disímiles como música electrónica, death metal, jazz, indie pop/rock o música instrumental contemporánea, talentosas músicas se independizan a diario y en el más absoluto anonimato de esta dictadura de la imagen, sorprendiendo a públicos minoritarios y selectos, desconectadas de la fama, los conciertos multitudinarios y las super ventas, mostrando que poseen una belleza artística adicional, más duradera, la que emana de sus instrumentos y sus voces.

A ese grupo pertenece Mabe Fratti (32), una joven nacida en Guatemala en 1991. “Mi música es como cuando te ves a ti misma en un buen espejo y te das cuenta de todos los poros de tu piel, me encanta eso…” dice, cuando le toca describir sus grabaciones. Fratti es cantautora y cellista, aunque no se considera una virtuosa –“mis limitaciones técnicas me permiten soltar un sonido crudo, me gusta esa suciedad, esa falta de elegancia”-, y viene lanzando interesante música desde el año 2019, en que debutó con un disco titulado Pies sobre la tierra (Earth Smoke Records/Aurora Central Records), producción que le permitió insertarse en la escena avant-garde de México, país en el que reside desde el año 2015, tocando en librerías, recitales de poesía, universidades y ferias editoriales. 

En el país de las rancheras, Fratti se incorporó a la comunidad de intérpretes de música experimental, ajena al circuito comercial del pop-rock, donde era común cruzarse con instrumentistas de todo tipo. En su caso particular, se obsesionó desde niña con el cello después de escuchar algunos discos del compositor y docente húngaro György Ligeti (1923-2006) -seguramente entre ellos anduvo alguna interpretación del Concierto para Cello (1966) y la suite Atmosphères (1961), célebre por el uso que le diera Stanley Kubrick en el clásico film de ciencia ficción 2001: A space odyssey (1968), que formaban parte de la colección de su padre. Entre esas primeras escuchas también estuvo, por supuesto, la recordada Jacqueline du Pré (1945-1987), una de sus principales inspiraciones. 

Además, en su decisión de tocar el cello -instrumento clásico asimilado desde hace muchos años por el lenguaje del pop-rock, desde Electric Light Orchestra hasta Belle and Sebastian- influyó haber visto a su hermana mayor tocando el violín. “También quería tocar el saxofón, pero siempre tuve problemas respiratorios y andaba con mucha flema”, recuerda Fratti en una entrevista publicada en Uncut (edición #319, diciembre del 2023). Como corresponde, Fratti combinó sus gustos por lo antiguo con las escuchas recurrentes de una joven de su tiempo: Nirvana, Radiohead, Lenny Kravitz. De hecho, una de sus composiciones más recientes lleva como título el apellido del afamado rockero. “Tuve un par de semanas en las que me obsesioné con Lenny Kravitz, lo escuchaba una y otra vez, así que algo de Kravitz ha quedado en ese tema, aunque bastante alejado de lo que él haría, desde luego”.

En cuatro años, entre el 2019 y el 2022, Mabe Fratti ha lanzado tres álbumes. Al mencionado Pies sobre la tierra le siguieron Será que ahora podremos entendernos (2021) y Se ve desde aquí (2022), ambos con el sello independiente Unheard Of Hope (UOH Records), que tiene sus cuarteles generales entre Inglaterra y Holanda. Esto le ha asegurado a Fratti una regular exposición como invitada en eventos europeos de música de alto perfil, como el Festival de Jazz Alto Adige en el sur del Tirol (Italia), Festival de la Noche Estrellada de Žilina (Eslovaquia), entre otros. También es muy común verla en los carteles de recitales organizados por prestigiosas instituciones mexicanas como el Centro Nacional de las Artes o la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Las fuentes que originan el sonido de Mabe Fratti son diversas. Sus referencias pueden ir de lo más arcano y especializado, como el mencionado Ligeti, en canciones como El sol sigue ahí (El sol brilló, no tenía alternativa), que arranca con ciertos aires andinos; o Nadie sabe, con estructuras sugeridas en medio de la turbulencia que proyecta desde su cello. En paralelo, puede hacer una canción como Un día cualquiera (Será que ahora podremos entendernos, 2021), ocho minutos de improvisaciones que incluyen digitación natural sin arco y melodías dispersas, entre las que parece haberse colado el violín rasgado a la mala por Robert Smith en aquel clásico single de The Cure, The caterpillar (The Top, 1984).

Aun cuando las canciones de Pies sobre la tierra y Será que ahora podremos entendernos están construidas sobre una misma base de elementos comunes como las atmósferas drónicas, combinación de técnicas, retazos de electrónica por aquí y por allá, letras poéticas o las imágenes oníricas/surrealistas reflejadas en sus videoclips, se nota cierta evolución entre un disco y el otro. 

Mientras que en el primero las melodías son mucho más oscuras y nostálgicas, con el cello como único protagonista y Mabe Fratti haciendo gala de sus atemporales influencias -Tangerine Dream en Ignora, Radiohead en Creo que puedo hacer algo-, en el segundo larga duración se percibe una intención ligeramente orientada a melodías más accesibles, aunque siempre con la mirada fija en la experimentación y en géneros de glorioso pasado como la psicodelia (Cuerpo de agua), el prog-rock (Hacia el vacío) y el shoegazing (Inicio vínculo final), referencias expresadas en la inclusión de teclados y sintetizadores. Esta aparente amabilidad se quiebra, sin embargo, cuando el oyente queda expuesto a la cacofónica y desgarradora descarga de Aire o al caótico collage de la mencionada Un día cualquiera.

Se ve desde aquí (2022), su tercer disco, es un paso más allá en la evolución sonora de Mabe Fratti. El cello sigue siendo el principal vehículo de expresión, por supuesto, pero la artista guatemalteca incorpora esta vez baterías, guitarras acústicas y progresiones armónicas más estructuradas y, si se quiere, ordenadas. La confianza ganada por la buena recepción obtenida por sus dos álbumes anteriores pareciera ser el combustible para este avance, ofreciendo un producto que hasta podría llegar a asomarse en el radar de ciertos públicos de corte hipster, acostumbrados a romper de vez en cuando la monotonía de sus preferencias con cuestiones que luzcan un poco más “arty”. 

No es una tendencia que pueble todo el disco, solo en algunos temas como Algo grandioso o Cada músculo, con guiños al indie pop noventero lánguido y catatónico, aunque lo suficientemente inaccesibles como para no ser programados por radios convencionales. Una pasada a las dos canciones que acaba de publicar en su canal de YouTube –Pantalla azul y Kravitz– basta para advertir que Fratti sigue su camino hacia adelante sin encasillarse a sí misma y, a un tiempo, conservando su autenticidad como representante de esa vanguardia joven que pelea en espacios digitales por no desaparecer.

Como artista que inició su camino discográfico durante la pandemia, Mabe Fratti está muy acostumbrada a grabar/tocar en entornos caseros, espacios pequeños y al aire libre, solo necesita una buena conexión eléctrica, micrófonos de amplio alcance y el mobiliario básico -sillas cómodas, alfombras- para ofrecer su arte. Descalza, con ropa sencilla, sin una gota de maquillaje y el pelo al natural, unas veces suelto y otras distraídamente recogido con una liga o collet, Fratti entra en trance cada vez que sujeta su cello y al tocarlo, inicia un viaje metafísico que suspende su mundo hasta convertirlo en un universo paralelo de notas profundas, emotivas, insondables.

Aunque declara no ser técnicamente muy prolija, posee un amplio rango de recursos que le permiten hacer fraseos consistentes con una formación musical académica, la cual interrumpe repentinamente con agresivas digitaciones -usando el cello como un bajo fretless-, palmazos a la caja del instrumento o notas largas a doble cuerda, siguiendo los pasos de otro de sus grandes referentes, el cellista norteamericano Arthur Russell (1951-1992), que estuviera a un paso de convertirse en miembro de Talking Heads en la época en que el combo de David Byrne estaba cocinando su álbum debut (1976-1977) y que lanzó, en 1983, un álbum revolucionario en lo referido al uso del cello en contextos modernos, Tower of meaning. “La primera vez que escuché a Arthur Russell”, dice Fratti, “enloquecí, lo amé inmediatamente”. 

Durante el 2023, tres discos en los que ella ha participado de manera muy cercana han aparecido, a través de la plataforma digital BandCamp. El primero, titulado Vidrio, se lanzó en octubre de ese año, en conjunto con su socio, el mexicano Héctor “I. La Católica” Tosta. Es un álbum de pop barroco en que la voz de Fratti entona las letras poéticas escritas por el joven guitarrista. En ese disco destaca la composición Círculo perfecto, un homenaje al sonido de la islandesa Björk. Aquí, el disco completo, que la pareja grabó bajo el nombre Titanic.

El siguiente, publicado el 3 de noviembre, es el desenfadado art-rock de A time to love, a time to die de Amor Muere, colectivo que Fratti formó durante sus primeros años en México, junto a sus compañeras la violinista Gibrana Cervantes y las artistas sonoras Concepción Huerta y Camille Mandoki, expertas en manipular secuenciadores, teclados y demás artefactos. Finalmente, una semana después, fue el turno del disco Shimmer de Phét Phét Phét, otra banda derivada de las fusiones del jazz y la música experimental de esta nueva generación de instrumentistas, liderado por el saxofonista norteamericano Jarrett Gilgore. El extraño nombre de la banda repite tres veces el monosílabo tibetano “phét” que significa “cortar con todo lo convencional”. 

Aunque se presentan por separado, ambos discos funcionan como un díptico. Cada uno tiene cinco canciones que van de la breve ensoñación –Can we provoke reciprocal reaction (de Amor Muere), Shimmer (de Phét Phét Phét)- a extensos jams electroacústicos que le deben tanto a Cluster y The Velvet Underground como a Sigur Rós o Tortoise, como en You are the eyes of the world (de Phét Phét Phét) o Violeta y Malva (de Amor Muere), cada una cercana a los veinte minutos de duración. Se trata de una fábrica de melodías e instrumentos entre acústicos, eléctricos y digitales que hacen confluir la música de cámara con visiones más contemporáneas de tonos inesperados y sensaciones que conectan al oyente con una introspección auténtica, sin cálculos premeditados. 

Un vistazo de esta interesante propuesta musical nacida en el corazón de Centroamérica (Guatemala/México) es la fresca y tormentosa sesión que realizó Mabe Fratti, acompañada por la base instrumental de Phét Phét Phét -Héctor Tostas (guitarra), Jarrett Gilgore (saxo) y Gibrán Andrade (batería)- para el programa del canal de YouTube Live on KEXP, grabada en marzo del año pasado en un bucólico estudio campestre ubicado en el Parque Nacional El Desierto de Los Leones, en México, en que el cuarteto hace gala de esa irreverente y disonante combinación de estilos que une, de forma extraña y natural, a Julieta Venegas con los Kronos Quartet y King Crimson. 

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Art-Rock, cello, Mabe Fratti, Música nueva

Los momentos críticos atizan la búsqueda de soluciones. Y eso parece estar ocurriendo, en política, en el ámbito de la centroderecha, que, por fin, parece haber entendido la urgencia de unir esfuerzos para afrontar el crucial desafío electoral y social del 2026 (nos jugamos el país en esa elección).

Desde diversos predios, fundamentalmente del aprismo, el pepecismo y el centro (Lo Justo y los morados), además de algunos connotados independientes, están acercándose a conversar sobre la necesidad de conformar pactos políticos para evitar que la fragmentación le deje la mesa servida a la izquierda radical.

Felizmente apareció una encuesta de Ipsos que demuestra que la supuesta mayoría centroderechista del país (existente entre los que tienen ya una definición tomada) se diluye cuando se toma en cuenta a los indecisos. Así, el espectro se divide de la siguiente manera: 10% de izquierda, 37% de centro, 12% de derecha, y 42% que no precisa. La conquista de ese 42% es la clave del triunfo.

El límite son Lo Justo y los morados. Más allá es indeseable una alianza. Con la gente de Verónika Mendoza ni a la esquina. Son desleales, fueron cómplices de Pedro Castillo y no aportan ningún caudal electoral. Desde el centro a la derecha, de preferencia de la vertiente liberal, se puede armar un gran frente, potente políticamente, con buenos candidatos al Parlamento, y suficiente número de cuadros tecnocráticos. Solo faltaría -he allí el dilema- encontrar al buen candidato presidencial que esté a la altura del desafío y sea capaz de enfrentar una dura campaña y plantarle cara a los elocuentes y beligerantes Antauro Humala, Guido Bellido o Aníbal Torres, entre quienes saldrá el candidato radical.

Debe reeditarse la experiencia del Fredemo, pero sin cometer los groseros errores de campaña que entonces le arrebataron el triunfo a Mario Vargas Llosa. Figuras como Jorge del Castillo, Lourdes Flores, Marisol Pérez Tello, Carlos Añaños, pueden servir de bisagra para lograr convocar ese gran frente, necesario para sacar al país del marasmo político, económico y social en el que se encuentra. Si no se ejecuta un esfuerzo de esa envergadura, estaremos perdidos y condenados a la evaporación de la democracia y el libre mercado, sabe dios por cuántas décadas.

Es una buena noticia que el PPC haya logrado su inscripción. Es un partido tradicional y por tanto carga con los pasivos que la ciudadanía les otorga (la mayoría de encuestas señalan que la población busca alguien nuevo), pero tiene una identidad ideológica marcada (democracia y economía social de mercado), que desde ya supone un valor agregado a la hora de definir candidaturas o alianzas electorales.

De repente, además, lo “nuevo” para el electorado termina siendo precisamente aquello tradicional que hace tiempo no tiene protagonismo principal.

Desde su ruptura con la Democracia Cristiana -vendida luego a los devaneos de la dictadura velasquista-, el PPC constituyó una agrupación de derecha, adelantada a su tiempo, que decía cosas que eran “políticamente incorrectas” en su momento, pero que mucho bien le habrían hecho al país si merecían mejor suerte electoral, y que luego se convirtieron en lugar común en los discursos políticos de la narrativa ideológica peruana.

El PPC tuvo un problema central: Belaunde. Su sola presencia los acotaba superlativamente. Enrique Chirinos Soto decía que el “orgasmo del poder” era condición sine qua non para acceder a Palacio y que ello le sobraba a Belaunde y le faltaba a Bedoya.

Las pésimas campañas electorales de Lourdes Flores privaron al PPC de alcanzar el éxito electoral. Si el 2006 pasaba a la segunda vuelta contra Ollanta Humala seguramente habría sido la primera presidenta mujer del país, pero una vez más se dejó avasallar por la elocuencia de un candidato que como Alan García cargaba enormes pasivos y anticuerpos, por el recuerdo de su nefasto primer gobierno, pero que pasó a la jornada definitoria y terminó evitado que el chavismo del Humala de entonces se entronizara en el país.

Después de ello, y de la derrota municipal frente a Susana Villarán, el PPC se dejó atrapar en rencillas internas fratricidas que lo condujeron al marasmo y a su cuasi desaparición. Felizmente se ha recuperado de ello y cabe mirar con expectativa a un partido que tuvo a personajes de la talla del propio Luis Bedoya Reyes, Ernesto Alayza, Mario Polar o Roberto Ramírez del Villar entre sus cuadros políticos principales.

Probablemente su destino vaya ligado a formar parte de una alianza electoral. Cualquiera quisiera tener de socio a un partido serio, con buenos cuadros y solera democrática a prueba de balas.

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Lourdes Flores, Ollanta, Ollanta Humala, PPC
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