Opinión

La semana pasada, visité a unos amigos de improvisto. Me reciben con pizza casera y sonrisas, pero la alegría decae un poco cuando comenzamos a hablar sobre la situación del país. Sabiamente, Lara —una amiga— introduce el tema de la literatura como para salir de lo político. ¿Qué tal va la literatura?, pero mi desazón responde que terrible, que no logro escribir a pesar de que lo literario me persigue. Hasta los taxis me recuerdan a ella. Se sorprende y explico que he vuelto pedir taxis, ya que el auto está abandonado en el taller por falta de dinero para recogerlo. La cuestión es que en la última semana me han tocado dos conductores inolvidablemente literarios. El primero me recoge de Salaverry y se llama Orestes. No es la primera vez que escucho un nombre griego en nuestras calles, pero aún no me explico el origen de este tipo de predilección. Envalentonado le pregunto al conductor por el origen de su nombre. ‘Me lo puso mi papá’, me indica sonriente y agrega que desconoce toda referencia al origen del mismo. Contento de que elogie su nombre me explica que de niño lo molestaban en el colegio por llamarse así. Es un clásico de la tragedia griega, le digo. Orestes venga a su padre Agamenón. En complicidad con su hermana Electra, asesinan a su madre Clitemnestra y a su amante Egisto, pues fueron ellos quienes acabaron con Agamenón para hacerse del poder. Orestes es perseguido por las Furias por su crimen, pero finalmente queda absuelto por la justicia de Atenea. Es —le explico— un representante de la reflexión en torno a la justicia para la Grecia clásica. Asombrado y ya por terminar la carrera, Orestes me dice que ahora le gusta más su nombre y que buscará la historia. Antes de bajar, le hago una última pregunta: ¿Nunca le preguntó a su padre por qué le puso ese nombre? Nunca lo conocí —responde— se desentendió de mí al nacer…

En la mesa se ríen, pero aún falta la mejor. Ayer, saliendo de la feria de arte pido un taxi para continuar con la fiesta. Vamos varias cervezas, pero no las suficientes como para leer mal el nombre del taxista que acaba de aceptar mi solicitud. John Milton llegará en 5 minutos me indica la aplicación. Imposible, les enseño a las amigas que me acompañan. No puede ser que después de Orestes uno de los poetas más grandes de la humanidad nos vaya a recoger. Esta vez, el conductor es muy alegre y nos anima con rock en español. Ya en confianza procedo a preguntarle si, en efecto, se llama John Milton. Sí, me responde, primer nombre John y segundo Milton. John porque su padre se llamaba Juan y Milton por el cantante brasileño Milton Nascimento, que le gustaba mucho a su madre. No conoce nada acerca del autor del Paraíso perdido ni de los magníficos dibujos del infierno de Dante. No tenía idea, me dice, pero lo voy a buscar si usted dice que es tan bueno y volvemos al rock en español hasta que nos deja en la fiesta. ‘Realmente te persigue la literatura, a mí me tocan nombres de los más normales’. Reímos y acabamos las pizzas. Nos tenemos que mover porque hemos quedado con otros amigos en ir a La Oficina a escucha música criolla. Es tarde y ordeno un taxi.

Recién cuando llega veo el nombre. Sócrates. Esta vez el taxista sí conoce la historia del nombre. Mi amiga Lara no lo puede creer. ‘Eres tú me dice’. Sin duda, le digo, Lima es una ciudad cada vez más literaria…

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El directorio de Petroperú ha señalado en comunicado reciente que comunicó a su Junta General de Accionistas la urgencia de privatizar la empresa y que no hay otra salida que aquella para reflotarla, ya que se requiere con urgencia de dos mil 200 millones de dólares adicionales.

“En las actuales circunstancias de un Petroperú con gobernanza y gestión empresarial expuesta a los usuales apetitos políticos, sería irresponsable y un acto de inmoralidad solicitar mayor financiamiento del Estado, ya que nada asegura que la empresa no retorne en el futuro cercano a solicitar más apoyo estatal, en desmedro de la caja fiscal y el bolsillo de los contribuyentes peruanos”, señaló la empresa del Estado.

Se ha puesto por fin el dedo en la llaga y lo ha hecho la propia administración de la empresa, corroborando que la misma nunca debió subsistir y menos aún embarcarse en el delincuencial proyecto de modernizar la refinería de Talara, proyecto apoyado fervorosamente por diversos economistas de izquierda durante la gestión de Humala (al propio Humala nunca se le vio tan contento y radiante como cuando anunció desde el sitio el inicio de las obras).

Las empresas públicas no tienen ningún sentido económico. La empresa privada es muy superior en capacidad de inversión, mejor provisión de los servicios y rentabilidad, además de que en los casos en los que su posición de dominio podría afectar al consumidor existen organismos reguladores muy estrictos y finalmente el Indecopi, para intervenir (como ya lo han hecho en sinfín de oportunidades).

El directorio de Sedapal debería seguir el ejemplo de Petroperú y junto con ella todas las empresas de saneamiento de todos los municipios del país que operan pésimo y no tienen capital para mejorar sus ratios de eficiencia y de cobertura.

Es patriótico que no haya empresas públicas, que solo terminan pasándole la factura de su ineficiencia al ciudadano común, que con sus impuestos debe pagar el despilfarro y la pésima conducción empresarial.

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En los rincones más oscuros del gobierno peruano, se está tejiendo una telaraña de corrupción y abuso de poder que amenaza con deshilachar por completo el tejido democrático del país. Cada nuevo episodio de delito y manipulación que emerge desde los pasillos del poder ejecutivo es como un golpe más a la débil estructura de la democracia peruana.

La reciente detención preliminar del hermano de la presidenta del país, junto con su abogado, es solo el último capítulo en una saga de delitos y manipulaciones que han corroído las bases de la sociedad peruana. Desde la presunta participación en organizaciones criminales hasta la obstrucción de la justicia, la presidenta y los congresistas de Fuerza Popular, Alianza para el Progresos, Renovación Popular y Perú Libre, entro otros, han convertido el ejercicio del poder en una trama retorcida de intereses particulares y enriquecimiento ilícito.

Dina Boluarte, la presidenta en el ojo del huracán, ha sido señalada repetidamente por su complicidad en actos que van desde la venta de cargos públicos hasta la manipulación de instituciones para su beneficio personal. Pero la corrupción no se limita al ejecutivo. El Congreso, lejos de ser un contrapeso efectivo, se ha convertido en cómplice de esta demolición de la democracia.

La manipulación de procesos judiciales, la destitución arbitraria de funcionarios públicos y la obstrucción de la justicia son solo algunas de las tácticas utilizadas por los legisladores para proteger sus propios intereses y mantener su control sobre el poder. Incluso el sistema judicial ha sucumbido ante las presiones políticas, perdiendo su independencia y viéndose influenciado por el poder político.

Pero la tragedia más grande es que el pueblo peruano parece estar dormido ante esta pesadilla que se desarrolla a su alrededor como bien lo señala Juliana Oxenford en su columna de opinión. Mientras los que hoy gobiernan y legislan se enriquecen y consolidan su poder, millones de peruanos sufren las consecuencias de la corrupción y el abuso de poder en forma de pobreza y desigualdad.

Es hora de despertar y enfrentar esta crisis con determinación y valentía. La democracia peruana está en juego, y solo una ciudadanía activa y comprometida junto a verdaderos partidos democráticos pueden detener su colapso. Es necesario exigir transparencia, rendición de cuentas y respeto por el Estado de derecho. Solo así podremos evitar que la corrupción y el autoritarismo sigan minando los cimientos de nuestra sociedad.

La historia ha demostrado que la democracia es frágil y vulnerable. Depende de cada uno de nosotros, protegerla y defenderla. El futuro de nuestro país depende de nosotros, y solo juntos podemos construir un país donde reine la justicia, la igualdad, la fraternidad y la libertad para todos sus ciudadanos y ciudadanas. Porque esta “waykiKracia” no es democracia.

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Resulta increíble que un decreto supremo del Ministerio de Salud, invocando un manual de diagnóstico caduco, considere enfermedades mentales a la transexualidad y el travestismo. La Organización Mundial de la Salud ya no las considera así, pero nuestro órgano rector en salud se ampara en normas ya arcaicas para proceder como lo ha hecho.

No es un error superficial o un descuido administrativo. Es consecuencia de la conservadurización extrema que viene asolando los organismos estatales desde hace algunos años, y que va de la mano, por ejemplo, con todo el desmontaje de las políticas de género hasta hace poco vigentes.

Ya ningún psicólogo, psiquiatra o psicoanalista serio considera patologías a las identidades sexuales diversas que existen. Se estiman como configuraciones distintas de la “normalidad” estadística, pero perfectamente explicables dentro de la ciencia mental.

No hay perversiones, en el sentido más estricto, en el erotismo humano. La sexualidad instintiva, animal, tiene sí un solo proceso y desenlace, pero la maravillosa explosión de variantes, en base a la interacción con la cultura, abre el abanico de posibilidades eróticas de una manera infinita.

Todo el erotismo humano es perverso en el sentido de ser otra versión (per-versión) del instinto. Lo es tanto un transexual como un heterosexual que se excita con ver a su pareja con indumentaria particular. Están en el mismo rango psicológico.

No se puede perder la batalla liberal por las libertades civiles morales que la derecha más bruta y achorada quiere imponer como narrativa, primero, y como política pública después. Está en juego la vida de miles de peruanos que merecen un trato democrático igual, sin privilegios, por su condición.

La salud y la educación públicas son los campos de batalla en que la DBA está sembrando trincheras y cargando municiones y lamentablemente un gobierno mediocre y débil como el que nos gobierna cede en todo con tal de no molestar a quienes lo sostienen desde la mayoría congresal conservadora.

Eso no es admisible. La modernidad liberal, que tiene siglos reinando en el mundo occidental, acá parece necesitada de una Ilustración. Pues habrá que dar esa batalla si no queremos ser avasallados por las cavernas.

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La mayoría del Congreso no va a vacar a Dina Boluarte aunque el escándalo de su hermano detenido crezca (y también porque percibe que hay un operativo político de la Fiscalía, juego al que no se va a prestar), y la presidenta, por su lado -ya lo dijo su vocero-, no piensa en renunciar.

No es soslayable, sin embargo, la opinión de algunos congresistas que ya han empezado a desmarcarse del régimen y podrían crecer hasta ser una mayoría que, cambiando de opinión, decida acabar con el suplicio que nos gobierna.

El balance de la semana nos arroja un gobierno políticamente más debilitado, con el agravante de las cifras de pobreza, que han puesto en duda su capacidad técnica para manejar la economía, tarea esencial en estos momentos de crisis.

La pregunta de si Dina Boluarte dura hasta el 2026, que ya se daba por sentada, ha sido puesta en entredicho esta semana, al son simplemente de si su abogado se sometía o no a la colaboración eficaz.

Desde siempre esta columna ha señalado que este gobierno debió ser de estricta transición y convocarse a elecciones generales lo más rápido posible. ¿Sigue siendo una opción viable faltando apenas dos años y pico para que acabe su mandato? Lo sigue siendo. Por más apariencia de inestabilidad que generen unas nuevas elecciones, mientras más corto sea el mediocre mandato que nos rige, menos chance de crecer tendrá la izquierda antiestablishment.

Ese es el punto político principal que anima a quien escribe a insistir en la propuesta del recorte del mandato. Ya lo dijimos: cada día que pasa Dina Boluarte en Palacio son cinco mil votos más para Antauro Humala.

Veremos en los siguientes días cómo viene el panorama en el Ministerio Público y cómo en el Congreso -el gran sostén del régimen-, pero lo cierto es que, lejos de amainar, la crisis política ha crecido sobremanera, con todos los costos que eso le trae al país.

La del estribo: un nuevo descubrimiento literario gracias al Club del Libro de Alonso Cueto, ha sido Memorias de África, de Isak Dinesen (en realidad Karen Blixen; tuvo que firmar como hombre para poder triunfar en la primera mitad del siglo pasado). En este libro se basó la película del mismo nombre, dirigida por Sydney Pollack, con las actuaciones de Robert Redford y Meryl Streep, que en 1985 ganara siete Óscar.

JOSE LUIS OLIVERA

Director de Unidad de Negocios – Grupo PRACDA

Invertir es más que simplemente asignar recursos financieros, tiempo o confianza a una causa, empresa o proyecto. Es un acto de fe, un salto hacia lo desconocido donde el riesgo y la incertidumbre se entrelazan con la esperanza y la confianza en un futuro prometedor. En este mundo de inversiones, donde las decisiones pueden llevar a ganancias sustanciales o a pérdidas devastadoras, la habilidad para evaluar y gestionar el riesgo es fundamental. Pero también lo es la capacidad de confiar en aquellos en quienes depositamos nuestra fe y recursos. En este artículo, exploraremos cómo el acto de invertir implica una combinación única de riesgo, confianza y fe, y cómo podemos navegar por este complejo paisaje financiero con sabiduría y perspicacia.

El Riesgo: La Sombra que Acompaña a toda Inversión

En el mundo de las finanzas, el riesgo es una realidad omnipresente. Cada inversión conlleva cierto grado de incertidumbre y potencial de pérdida. Ya sea invirtiendo en acciones, bienes raíces, criptomonedas o incluso en una nueva empresa, siempre existe la posibilidad de que las cosas no salgan según lo planeado. El mercado puede fluctuar, las condiciones económicas pueden cambiar y los riesgos inherentes pueden materializarse de maneras imprevistas.

Sin embargo, el riesgo no debe ser visto únicamente como una fuerza destructiva. De hecho, es el riesgo lo que hace posible el crecimiento y la innovación. Aquellos dispuestos a asumir riesgos calculados pueden abrirse camino hacia el éxito financiero y personal. La clave radica en comprender y gestionar este riesgo de manera efectiva, diversificando las inversiones, realizando una investigación exhaustiva y manteniendo una perspectiva a largo plazo.

La Confianza: Fundamento de Toda Relación de Inversión

En el corazón de toda inversión se encuentra la confianza. Ya sea confiando en un asesor financiero, en el equipo directivo de una empresa o en el potencial de un proyecto, la confianza es el pegamento que une a inversores y oportunidades. Sin embargo, la confianza no se otorga fácilmente y debe ser ganada a través de la transparencia, la integridad y los resultados demostrados.

La confianza en una inversión puede verse reforzada por la reputación y el historial de éxito de las partes involucradas. Del mismo modo, la falta de transparencia o la percepción de riesgos ocultos pueden erosionar rápidamente la confianza del inversor. Es fundamental realizar una diligencia debida exhaustiva y evaluar cuidadosamente la integridad y la credibilidad de aquellos en quienes confiamos con nuestros recursos.

La Fe: Creyendo en un Futuro Prometedor

Más allá del riesgo y la confianza, la inversión también implica un elemento de fe. Es la creencia en un futuro mejor, en el potencial de crecimiento y en la realización de nuestros objetivos financieros y personales lo que nos impulsa a invertir nuestros recursos. Esta fe puede ser alimentada por una visión clara y una comprensión profunda de la oportunidad de inversión, así como por la convicción en las habilidades y la integridad de aquellos involucrados.

Sin embargo, la fe no debe confundirse con la imprudencia. Es importante mantener un sentido de realismo y pragmatismo al invertir, reconociendo los riesgos inherentes y siendo conscientes de las limitaciones de nuestras propias percepciones y habilidades. La fe no debe ser ciega, sino fundamentada en una comprensión informada y una evaluación cuidadosa de las circunstancias y oportunidades.

Conclusión: Navegando por las Aguas de la Inversión

En última instancia, invertir es un acto de equilibrio entre el riesgo, la confianza y la fe. Requiere una combinación única de análisis racional y juicio intuitivo, así como una disposición a aceptar la posibilidad de fracaso en aras del potencial de éxito. Al comprender y gestionar el riesgo, construir relaciones de confianza y mantener una fe fundamentada en una visión clara y realista, podemos navegar por las aguas de la inversión con sabiduría y perspicacia.

[MÚSICA MAESTRO] Si mañana, Día de la Madre, en lugar de obsequiarle el ansiado “e-qui-pa-zo” como nos machaca la publicidad de una conocida marca de celulares, le ofreces de regalo a tu mamá una canción, lo más probable es que te mire de arriba abajo como si fueras, en lugar de su hijo, un insensible bicho raro. Sin embargo, el catálogo de composiciones de grandes artistas pop-rock que usan a la madre como tema central para homenajearla -o como pretexto para creativas metáforas y cuestionamientos a su rol y concepto tradicional- es tan amplio que resulta inevitable armar una lista de reproducción que no suplantará al carísimo aparato, pero por lo menos asegura una hora y media de buena música. Para melodías más convencionales, hacer click aquí.  

THE BEATLES – JULIA (The Beatles, 1968): Cuando John Lennon perdió a su madre, atropellada por un auto en Liverpool en 1958, él tenía 18 años y ella, 44. Este tierno homenaje acústico a su recuerdo nos muestra ese lado intimista que luego explotaría mucho más. Precisamente, una de sus primeras canciones como solista también estuvo dedicada a su mamá, aunque con un tono más oscuro, de reclamo. “La perdí dos veces”, dijo alguna vez. “Primero cuando me mudé con mi tía. Después, cuando murió”. Los Fab Four tuvieron también, en Your mother should know (Magical mystery tour, 1967) y Let it be (Let it be, 1970), otras dos maneras de homenajear a mamá (ver/escuchar).

THIN LIZZY – PHILOMENA (Nightlife, 1974): Phil Lynott tuvo en su madre a una verdadera guerrera, que enfrentó la discriminación en su natal Irlanda por ser madre soltera de un pequeño niño negro. A la larga, se convirtió en casi manager del grupo –“en las giras, era la mamá de todos” recordaba el guitarrista Brian Robertson- y, tras la muerte del cantante/bajista, en 1986, cuidó su legado y hasta escribió un libro, My boy, donde cuenta la estrecha relación con su famoso hijo. El riff y solo central es de Gary Moore (ver/escuchar).

LOW – MOTHER (The invisible way, 2013): En su décima producción oficial, la prolífica banda norteamericana de dream-pop incluyó este tema en que el vocalista Alan Sparhawk reflexiona, apoyado por sutiles acordes de piano, orgánicos golpes de tambor y las melancólicas armonías vocales de su partner-in-crime, Mimi Parker, sobre el profundo lazo emocional que une a un hijo con su madre, desde el nacimiento hasta la muerte (ver/escuchar). 

ALICIA KEYS – SPEECHLESS (Monster Mondays Vol. 1, 2011): La talentosa neoyorquina compuso este tema pensando en el nacimiento de su primer hijo, Egypt Daoud, para dejar constancia del asombro que le dejó la experiencia. La canción, en típica clave de moderno R&B de pasarela, es una muestra de esa innegable sensibilidad musical que, inexplicablemente, suele contaminar como aquí, con el gutural e innecesario rapeo de una tal Eve. El tema no figura en ninguno de sus álbumes oficiales, sino en una recopilación armada por su pareja, un productor que se hace llamar “Swizz Beatz”, padre del pequeño (ver/escuchar).

U2 – MOTHERS OF THE DISAPPEARED (The Joshua tree, 1987): La letra de esta canción, escrita por Bono, recoge el impacto que le ocasionó conocer la historia de las Madres de Plaza de Mayo y sus hijos desaparecidos durante las dictadoras en Argentina y Chile, la vez que asistió a diversas actividades en El Salvador y Nicaragua. De tono intenso y oscuro, sirvió para cerrar uno de los álbumes más exitosos del cuarteto irlandés (ver/escuchar).

MADONNA – INSIDE OF ME (Bedtime stories, 1994): En su sexto álbum, la “Reina del Pop” incluyó esta pieza, inspirada en el fallecimiento de su madre y cómo la recuerda, un atisbo de sensibilidad en medio de la noción farragosa que tiene sobre el ejercicio de su propia maternidad, como demostró en su publicitadísimo último concierto en Rio de Janeiro, en que no tuvo ningún empacho en exponer a sus menores hijas adoptadas a cuestiones aptas para adultos. El sonido atmosférico es cortesía de la producción a cargo del británico Nellee Hooper, conocido colaborador de Björk, Massive Attack y Sinéad O’Connor, entre otros (ver/escuchar). 

MADNESS – OUR HOUSE (The rise & fall, 1982): Una de las canciones más conocidas de la década ochentera, describe la vida caótica en familia, resaltando la abnegación y fortaleza de la madre de clase trabajadora, columna vertebral de las casas hasta en las situaciones más alocadas. El tema pertenece al cuarto álbum de esta banda, idolatrada en Inglaterra y apenas difundida en nuestro país, a pesar de tener una combinación interesante de géneros, que van del ska y la new wave hasta el jazz, el vaudeville y la world music (ver/escuchar).

JOAN BAEZ – GABRIEL AND ME (Blessed are…, 1971): En las primeras horas del sábado 16 de agosto de 1969, la cantautora actuó en el Festival de Woodstock, visiblemente embarazada de su primer hijo, Gabriel, quien nacería en diciembre de ese mismo año. A él le dedica este poema acústico con esa inolvidable voz acariciante y tierna, que recorre el mundo entre sueños de montañas imaginarias y caballos alados. La relación de Baez con su hijo se mantuvo siempre firme, tanto que actualmente él, de 55 años, toca batería en su banda (ver/escuchar).

SLEATER-KINNEY – LIONS AND TIGERS (One beat, 2002): Este trío de rock alternativo femenino, con sus disonancias y militancias que algunos podrían llamar “progresistas”, fue uno de los más importantes exponentes de lo que los expertos denominaron movimiento “riot grrrl” con una agenda de temas muy específicos. Desde esa óptica, la inclusión de esta canción dedicada a la maternidad -un Lado B de su sexta producción discográfica- es, a la vez, inesperada e interesante (ver/escuchar). 

JONI MITCHELL – LITTLE GREEN (Blue, 1971): La desesperación de una madre joven y sin dinero la lleva a dejar a su primera hija en adopción. La madre, de tan solo 23 años, toma la decisión y después, como parte de su terapia individual para superar la tristeza, le escribe una tierna canción a aquella pequeña de quien ni siquiera sabía el nombre y la incluye en un álbum confesional que se convertiría en un clásico. Casi veinte años después, madre e hija se vieron por primera vez. La historia es real. Joni Mitchell y su hija Kilauren se reencontraron en el año 1997 (ver/escuchar). 

EARTH WIND & FIRE – MOM (Last days and times, 1972): El tema que cierra el cuarto LP de “Tierra, Viento y Fuego”, compuesto por los hermanos Maurice y Verdine White, es una suave balada con tintes de bossa nova. A la madre le deben todo, las penas y alegrías, las enseñanzas sobre el bien y el mal. Los coros y la instrumentación -arreglos de cuerdas y metales- muestran esa sofisticación que los haría conocidos pocos años después alrededor del mundo (ver/escuchar).

METALLICA – MAMA SAID (Load, 1996): La madre de James Hetfield murió de cáncer, cuando el cantante y guitarrista tenía apenas 16 años. Aunque esta balada country no tiene nada que ver con lo primero en lo que uno piensa cuando escucha la palabra “Metallica”, es un testimonio personal valioso. Sobre todo si recordamos que Am I evil?, cover de Diamond Head que el cuarteto grabara en sus primeros años, comienza diciendo que su madre era una bruja que había sido quemada viva (ver/escuchar).

PHIL COLLINS – YOU CAN’T HURRY LOVE (Hello, I must be going!, 1982): Para su segundo LP como solista, el cantante y baterista de Genesis grabó este clásico del soul en que una madre le dice a su hijo que no se apure, que tenga calma en eso de enamorarse -un tópico impensable en tiempos de Shakira y Karol G, baronesas de la promiscuidad-. El mensaje de esta composición de Lamont Dozier y los hermanos Brian y Eddie Holland cobra aún más sentido en su versión original (1966), cantada por The Supremes (ver/escuchar).

LENNY KRAVITZ – ALWAYS ON THE RUN (Mama said, 1991): La onda retro de Lenny Kravitz, anclada en el funk-rock, muestra aquí una de sus mejores facetas, con ese bajo profundo, sólida batería y guitarra cortante con la que le rinde homenaje a una madre que siempre le dice que “es bueno ser natural, que el amor es lo único que importa y mejor es no subirse a caballos salvajes”. El afilado solo es cortesía de un viejo conocido, Slash (ver/escuchar).

LYNYRD SKYNYRD – SIMPLE MAN ((Pronounced ‘Lĕh-‘nérd ‘Skin-‘nérd), 1973): ¿Cuán en cuenta tomamos, a lo largo de la vida, los consejos de una buena madre? Las palabras que escribieron Ronnie Van Zant (voz) y Gary Rossington (guitarra) reflejan la búsqueda de normalidad en medio del desenfreno, la necesidad de un cable a tierra. Esta canción es un clásico de la banda y de toda una era, poseedora de esa electrizante emoción del rock en estado puro que siente añoranza por la familia mientras recorre el mundo haciendo música (ver/escuchar).

OZZY OSBOURNE – MAMA I’M COMING HOME (No more tears, 1991): Esta power ballad, con finos arpegios de Zakk Wylde en su segunda aparición junto al “Príncipe de las Tinieblas”, llegó un poco tarde, cuando el grunge ya había desterrado este estilo. El tema ha envejecido bien, considerando que se trata de un pedido de disculpas hacia una madre que debe haber padecido mucho la destrampada juventud de Ozzy Osbourne. La letra se la escribió otro angelito, su buen amigo Lemmy (Motörhead) (ver/escuchar).

JOURNEY – MOTHER, FATHER (Escape, 1981): Más conocido por las canciones Don’t stop believin’ y Open arms, una de las mejores baladas de esa década, el séptimo álbum en estudio del quinteto norteamericano Journey esconde, entre otras joyas de rock para llenar estadios, este poderoso tema de catárticas guitarras e impresionante interpretación vocal, cuya letra combina la tragedia familiar con algo de fantasía, una narrativa algo etérea que a la vez genera identificación por sus tintes legendarios (ver/escuchar). 

PAUL SIMON – LOVES ME LIKE A ROCK (There goes rhymin’ Simon, 1973): En su segundo álbum en solitario, el compositor de The sound of silence (1966) rinde homenaje a su madre y al doo-wop y los conjuntos vocales de los años cincuenta con esta rítmica melodía. Un año antes, en su debut de 1971, publicó un cadencioso reggae, Mother and child reunion, que usa la tierna figura del reencuentro entre madre e hijo como consuelo tras el fallecimiento de su mascota (ver/escuchar).

BOB DYLAN – IT’S ALRIGHT MA, I’M ONLY BLEEDING (Bringing it all back home,1965): Como bien saben los conocedores de la obra dylanesca, esta canción no es acerca de una madre. Su mención en el título -la coloquial contracción “ma”- es la goma que une toda esta lista de amargos comentarios acerca de los eternos problemas de la sociedad norteamericana -¿o debería decir mundial?- como el consumismo, la injusticia, la discriminación, la política hipócrita, etc. Un canto de protesta airada pero también de resignación. Un poco como lo que estamos viviendo en el Perú hoy, en el 2024 (ver/escuchar).

ST. VINCENT – I PREFER YOUR LOVE (St. Vincent, 2014): En su cuarto álbum, la cantautora y guitarrista Anne Clark, más conocida como St. Vincent, hace una reinvención de las atmósferas melancólicas de Nothing compares 2 U de Sinéad O’Connor para rendir tributo a su madre que, por entonces, andaba un poco mal de salud. La guitarrista y compositora, ex integrante de The Polyphonic Spree y de los colectivos vanguardistas de Glenn Branca y Sufjan Stevens, redondea un fino regalo sonoro con esta breve y sencilla melodía (ver/escuchar).

THE ROLLING STONES – MOTHER’S LITTLE HELPER (Aftermath, 1966): Hoy que se habla de padres y madres que administran pastillas a sus pequeños para mantenerlos calmados, esta canción de Mick Jagger y Keith Richards parece la clara demostración de que el tiempo es circular. La idea de que una madre necesite tomar pastillas para “atravesar sus ocupados días” no parece tan alejada de algo que puede estar sucediendo hoy mismo en diversos estratos socioeconómicos. Y no solo son pastillas sino que puede ser cualquier otro consumo adictivo. Cafeína, alcohol, azúcar, grasas saturadas. Usted elija (ver/escuchar).

QUEEN – TIE YOUR MOTHER DOWN (A day at the races, 1976): Si la tradicional mención a la mamá en Queen se ubica en su canción más conocida, Bohemian rhapsody, donde el protagonista suplica perdón por haber cometido un asesinato, es aquí donde el tema se encuadra más en la filosofía rockera y terrenal de la banda. Escrita por Brian May, es un intenso hard-rock con frenética guitarra slide en la que Mercury exige a su novia que “amarre a su vieja” para poder divertirse un poco (ver/escuchar).

QUIET RIOT – MAMA WEER ALL CRAZEE NOW (Condition critical, 1984): Someter a los padres a la locura del rock y la fiesta interminable de guitarras, chicas y sustancias prohibidas fue, sin duda alguna, uno de los inevitables efectos de la vida de rockstar a ambos lados del Atlántico, en las turbulentas décadas de los setenta y ochenta. El cuarteto británico Slade lo anunció de manera literal en este clásico de 1972 que reactualizaran los norteamericanos Quiet Riot. El parecido vocal entre Noddy Holder y Kevin DuBrow es alucinante (ver/escuchar).

FRANK ZAPPA – YO’ MAMA (Sheik Yerbouti, 1979): Zappa usó desde siempre el tema de las madres, desde el nombre de su grupo entre 1966 y 1976 -The Mothers Of Invention-, hasta canciones como Motherly love (Freak out!, 1966), Mom and dad (We’re only in it for the money, 1967) o My guitar wants to kill your mama (Weasels ripped my flesh, 1970). Pero en este tema va un poco más allá, que mezcla grabaciones en estudio y en concierto, la dedicatoria va para los hijos engreídos, incapaces de hacer las cosas por sí mismos, “los hijitos de mamá” (ver/escuchar).

PINK FLOYD – MOTHER (The wall, 1979): Una madre castrante, sobreprotectora, abusiva emocionalmente. Un hijo que, en la adultez, le reclama todo ese mal que, probablemente sin querer, su progenitora le ocasionó por esa forma de ser represiva y dominante. Casos como estos, más comunes de lo que muchos quisieran creer, deberían abordarse más como intentos de educación socioemocional. Cuántas personalidades quebradas e insensibles, tóxicas, producto de esas situaciones, que logran acumular poder -son jefes, autoridades, alcaldes, congresistas- nos ahorraríamos (ver/escuchar).

BONUS TRACK: La siempre sorprendente Björk dedicó su décimo álbum oficial, Fossora (2022), a su mamá Hildur Rúna Hauksdóttir, que había fallecido en el 2018 en una clínica homeopática. Específicamente, las canciones Sorrowful soil y Ancestress son acerca de ella, aunque todo el disco fue concebido como una terapia para procesar su dolor. El álbum sigue la línea musical que combina lo electrónico -secuencias, efectos de estudio- con ecos orgánicos de la música de su país y el uso masivo de coros y clarinetes que le dan un tono muy particular a sus creaciones. Anteriormente, la artista islandesa de 58 años había tratado el tema de la maternidad en canciones como Mouth’s cradle (Medúlla, 2004) o Hollow (Biophilia, 2011). 

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Día de la madre, música en inglés, pop-rock

Luego de apreciar la sesión de ayer de la subcomisión evaluadora al candidato a Contralor, Pedro Cartolín, es urgente que esta entidad del Parlamento amplíe su convocatoria y busque otros candidatos con sentido de urgencia.

Ni siquiera las preguntas más básicas fueron respondidas con propiedad. El candidato propuesto por el gobierno ha sido juez, no conoce de administración pública y su presencia supondría un agravamiento institucional de un organismo fundamental para prevenir y sancionar la corrupción tan extendida en el sector público, tarea en la que su antecesor no ha destacado precisamente.

La corrupción ya es percibida por la opinión pública como uno de los principales males de la sociedad, en muchas encuestas aparece como el mayor problema. La corrupción nos cuesta al año casi treinta mil millones de soles y la mayor parte acontece en las esferas regionales y locales (56%), por lo que, con mayor razón se requiere de ojo avizor y experimentado para ponerle coto a una de las taras republicanas que socava los cimientos democráticos.

Como bien señaló recientemente Jaime de Althaus en artículo de Lampadia, “la Contraloría debe cambiar radicalmente de paradigma. Debe pasar del control del cumplimiento de normas al control del desempeño. Exigir eficiencia, resultados, decisiones, acción, no lo contrario. Este cambio debería ir de la mano con una nueva ley de contrataciones, que está discutiéndose en el Congreso en este momento, que debería también cambiar de paradigma: pasar de la cultura de la sospecha que lleva a la multiplicación de controles y requisitos, a una cultura colaborativa y racional para resolver los impasses que se presentan”.

Deben entrar los mejores a la administración pública, pero con el sistema actual, también enrevesado gracias a la gestión de Humala, más bien ello se desalienta. No será posible derrotar a la corrupción con el sistema normativo vigente y mucho menos si el encargado de dirigir la entidad no tiene la capacidad básica para hacerlo.

Hay plazo para que el Congreso evalúe otros candidatos. La prisa no lo puede llevar a cometer un estropicio que nos va a salir carísimo en términos reales. La Contraloría es un ente fundamental en la refundación republicana que se exige a partir del 2026.

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contralor peru, La Contraloría General de la República

Cuando alabamos la sencillez de un texto no estamos diciendo ninguna banalidad. Al contrario, aludimos a un arduo proceso con las palabras: su elección, su sonoridad, su ritmo, elementos que se dan cita para crear un relato transparente, cuya diafanidad no cae en el candor, pero tampoco es llano sinónimo de simpleza. 

Quienes conocemos los relatos de Fernando Ampuero sabemos que en esencia hay dos elementos rápidamente identificables en su práctica narrativa: uno es la economía expresiva, esa capacidad de decir mucho con poco; otro la virtud del buen contador de historias que no se entrampa en su propio lenguaje. 

Este asunto queda claramente planteado por el propio narrador de uno de los relatos, titulado “Los amores canallas”, cuando al referirse a las historias contadas por uno de los personajes observa: “Hubo otros aspectos menores de su solution mix, pero creo que volverían farragoso este relato, de modo que prescindo de señalarlos o dar alguna explicación” (91). Es el propio narrador quien elige la economía expresiva como unas de las claves de su arte narrativo.

Los relatos de Ampuero, incluidos los de este libro, siguen ese derrotero, y esperan que el lector reconozca esos códigos y se embarque en esa placentera aventura de ir descubriendo las tensiones del relato para llegar, finalmente, a un desenlace que puede ser sorpresivo como un puñetazo o, en cambio, sutil y reflexivo, que puede atenuar la caída del telón, pero hace perdurables sus efectos. 

El melodrama exige casualidades necesarias y que no sean percibidas por los lectores como cebo o carnada. Ampuero maneja este recurso con maestría, y eso explica la eficiencia de sus relatos. Mientras más se oculta el artificio, mejor para el relato. Cuentos como “Pecados de familia” o “El despertar de Lena” –dos relatos desde ya antologables dentro y fuera de nuestra lengua– este mecanismo funciona a la perfección, y se manifiesta en la última línea que es la llamada a resolver el conflicto que da vida al cuento.

El universo narrativo de Ampuero se mantiene fiel a su naturaleza. Los personajes conforman una suerte de teatro de lo cotidiano. Habitan preferentemente espacios urbanos, están marcados por un profundo sentido de lo mundano y en ellos abundan obsesiones, miedos, disyuntivas y pulsiones. Humanos al fin, se parecen a nosotros, sus lectores, enredados en la misma maraña de dudas y tormentos. Melodrama y humor se funden de manera natural y armoniosa en este nuevo conjunto, que alude desde el título al mundo amoroso, encarnado en al fragmento de un bolero canónico. 

Amores que brillan por su ausencia, o por la dificultad de su realización. No es un asunto que se vea desde el patetismo, se ve, más bien desde el humor, desde un acabado manejo de la ironía y, en ocasiones, el sarcasmo. Al planteamiento de cada conflicto le sigue un desarrollo armonioso y coherente y las mas de las veces el final nos toma de zopetón, con un final inesperado, una vuelta de tuerca violenta y sorpresiva. No está de más recordar ciertos parentescos: Los amores difíciles, de Ítalo Calvino o Los amores ridículos de Milán Kundera, manes mayores en lides de carácter sentimental.

Habría que remarcar también el trabajo con la expectativa frustrada. Muchas veces los personajes no logran lo que anhelan, algo que sin duda mantiene vivo el recuerdo de Julio Ramón Ribeyro en el destino de los personajes de Ampuero. La necesidad de construir el escenario para la frustración no solo es un mandato melodramático, es también un ingrediente ideal para que el lector viva estas historias o bien con una sonrisa o bien con una mirada conmovida. Lo sfracasos de los personajes son, de algún modo, nuestros también.

El libro se cierra con una crónica que se me antoja leer como un manifiesto de nostalgia por un periodismo que compartía la noche y la bohemia como prácticas educativas, formadoras, tesoro de historias y personajes. Hay allí todo un mundo de referencias que se van perdiendo paulatinamente y que la memoria, voraz exhumadora, rescata para nosotros. 

Imbuido en parte del talante de un flanneur, Ampuero evoca y recrea aquí la historia de varios cafés y centros nocturnos de la capital, sus habitúes, las grandes lecciones que encierran la calle y la noche para quienes se inician o viven de sus descubrimientos y revelaciones. Con este texto Ampuero revela su linaje, el de aquellos periodistas que ven en la literatura no un antagonista sino un hermano. Mas aun, este bello texto final encierra una forma de ver las de relaciones entre el periodismo y la literatura que quizá haya desparecido o esté por desparecer. Y por supuesto, es un homenaje a Lima, en clave de melancólicos recuerdos de juventud que hacían que la ciudad, a contrapelo de lo que pensaba Sebastián Salazar Bondy, a lo mejor no era tan horrible. Cinco cuentos y un ensayo testimonial aquí reunidos, como muestra de una prosa como la de Ampuero, que solo sabe decantarse con el tiempo.

Tanta vida yo te di. Fernando Ampuero. Lima: Tusquets, 2024.

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