Opinión

La noticia sorprendió a quienes creíamos que Slayer ya no regresaba más a los escenarios después de aquella gira del año 2019, que terminó con Kerry King despojándose de la icónica y pesada cadena que llevaba siempre colgada del cinturón para despedirse del público levantando los brazos y gritando, en actitud gorilesca, mientras que Tom Araya, con el ceño fruncido, la boca apretada y los pulgares en los bolsillos, le daba la espalda a su compañero (ver la escena aquí). 

Que ambos, fundadores y únicos miembros estables, dejaran esa imagen en su último concierto, creó la sensación de que algo se había quebrado para siempre. Sin embargo, todo cambió el pasado 21 de febrero cuando varias páginas especializadas anunciaron que Slayer, la legendaria banda de thrash metal, ha confirmado su participación en dos festivales a realizarse en septiembre de este año, Louder Than Life y Riot Fest, en las ciudades norteamericanas de Kentucky y Chicago, respectivamente.

King, siempre polémico y lenguaraz, había alborotado los oscuros corrillos metálicos con dos declaraciones explosivas, muy a su estilo, que no anticipaban para nada esto. Primero, reveló que las líneas de bajo de los álbumes más importantes del grupo las había grabado él y no Araya. Y, dos semanas antes del anuncio de retorno, dijo que no hablaba ni cruzaba correos con su amigo de toda la vida desde aquella separación ocurrida hace ya cinco calendarios. Dicho sea de paso, el guitarrista andaba más preocupado en promocionar su primer álbum en solitario, From hell I rise, cuyo lanzamiento se anuncia para la quincena de mayo.

Por su parte, Araya comentó, apenas se viralizó el anuncio: “Nada se compara a los 90 minutos que pasamos tocando en vivo, sobre el escenario, compartiendo esa intensa energía con nuestros fans. Y, para ser honestos, he extrañado mucho eso”. Como sabemos, él fue sometido, en el 2010, a una compleja cirugía para corregir sus vértebras cervicales, dañadas por décadas de azotar ferozmente su cabeza durante sus conciertos, por lo que desde entonces toca y canta casi sin moverse, pero manteniendo, eso sí, su amenazante mirada fija en el público.

¿Qué esperar de este intempestivo giro en la historia del cuarteto formado en California, EE.UU., en 1981? Definitivamente, se trata de un acontecimiento de gran importancia para los seguidores del heavy metal y, sin duda, estas apariciones serán una nueva oportunidad para que el cuarteto interprete en vivo lo mejor de su amplio repertorio. Cada concierto de Slayer, en cualquiera de sus etapas, es garantía de agresividad, buena bulla y catarsis liberadora -pienso, por ejemplo, en el DVD War at The Warfield (2003) o el álbum doble Decade of aggression (1991)- aun cuando ya no sean los mismos veinteañeros rabiosos y descontrolados que parecían no detenerse ante nada, como en aquella participación en el Combat Tour: The ultimate revenge, junto a Exodus y Venom, en 1985. 

Hoy, cuatro décadas después, el asesino de las carátulas infernales, los enloquecidos solos y los gritos aterradores retorna convertido en toda una institución del rock duro que inspiró a músicos del mundo entero para dar origen a vertientes más extremas del metal, como el death o el black. Por todo eso, vale la pena recordar su catálogo y las razones de su ascendencia en uno de los estilos de música popular contemporánea que más lealtades y pasiones despierta.

La música de Slayer no es apta para todos: Una voz que lanza gritos desgarradores, dos guitarras ultra veloces que se cruzan en solos melódica y armónicamente complejos y una batería machacante la hacen imposible de asimilar para el oyente de gustos convencionales. Además, sus letras contienen abiertas blasfemias contra Dios y descripciones explícitas de la violencia y los horrores de la guerra, los métodos de asesinos en serie, la corrupción política global y la maldad que pareciera inherente al ser humano, a juzgar por los crímenes e injusticias que vemos todos los días, aquí en nuestro país (sicarios, extorsionadores, políticos y sus allegados) o a nivel internacional (genocidios, explotaciones, abusos, conspiraciones). Según Araya, uno de los letristas del grupo y ferviente católico, sus temas son deliberados intentos de asustar a la gente, pero que no deben ser tomados muy en serio, aun cuando King y Hanneman -compositores de letra y música- han declarado ser ateos convictos y confesos.

Desde las épocas en que se rumoreaba que el bluesero Robert Johnson (1911-1938) había vendido su alma al demonio para dominar la guitarra hasta los primeros acordes esotéricos de Coven y Black Sabbath a inicios de los setenta, las conexiones entre el rock y lo diabólico eran, básicamente, abstracciones fantasmagóricas inspiradas en la literatura de Edgar Allan Poe (1809-1849) o H. P. Lovecraft (1890-1937); los estudios satánicos de Anton LaVey (1930-1997) o su antecesor, el británico Aleister Crowley (1875-1947, el mismo de la canción de Ozzy Osbourne de 1981); y hasta las películas de Boris Karloff (1887-1969) y Vincent Price (1911-1993). 

Incluso hubo personas que se empeñaron, a finales de los setenta e inicios de los ochenta, en encontrar “mensajes ocultos” en las letras de bandas como los Beatles, Led Zeppelin, Queen o Eagles, manipulando sus grabaciones para escucharlas al revés. Slayer decidió ahorrarles ese trabajo y llevó las cosas a otro nivel. Si bandas como Iron Maiden o Venom fueron las primeras en incluir simbología diabólica en sus letras y carátulas, el cuarteto californiano se alejó de las metáforas para escribir canciones que parecían sacadas del mismísimo averno.

Entre 1983 y 1990 se ubican las bases del prestigio de Slayer, periodo en el que lanzaron seis discos de larga duración y un EP de cuatro canciones -el salvaje Haunting the chapel (1984)- con un sonido tormentoso y agresivo, que puede llegar a ser insoportable, odioso y hasta espeluznante para oídos no entrenados. El debut, Show no mercy (1983), presenta sus primeras influencias ubicables en grupos de la New Wave Of British Heavy Metal (NWOBHM), especialmente Iron Maiden y Judas Priest, notorias en el uso de guitarras dobles y ritmos similares al speed metal, pero con un acercamiento directo a los temas oscuros, sin adornos ni eufemismos. Canciones como The Antichrist, Black magic o Evil has no boundaries son claros ejemplos de ello. De aquel primer disco, brillan con luz propia dos canciones muy recomendables, Crionics y Die by the sword.

Luego siguieron cuatro demoledores lanzamientos, siempre con Rick Rubin en la producción, en las que el grupo definió su posición de dominio en el espectro metalero con un discurso que no dejaba espacio para el humor negro, la moderación o el uso de metáforas sugerentes, como pasaba con muchos de sus colegas. En lugar de ello, las descripciones gráficas de sus letras y carátulas -a cargo del artista plástico Larry Carroll- añadían un franco desinterés por caerles bien a los demás, que daba carácter único a aquellos elementos que sí compartían con sus pares, como velocidad, actitud ruda y desprecio por el establishment y los convencionalismos de la industria musical comercial.

De ellas, destaca su tercer álbum, Reign in blood (1986), considerado junto con Master of puppets (Metallica), Peace sells… But who’s buying? (Megadeth) y Among the living (Anthrax) -todos lanzados el mismo año-, entre los mejores de la historia del thrash metal. Aquí figuran canciones emblemáticas como Postmortem, Raining blood -que, en concierto, termina con una literal lluvia de sangre (falsa, por supuesto)-, Altar of sacrifice y Angel of death, una composición que les trajo mucha polémica debido a las referencias a uno de los personajes más siniestros de la Alemania nazi, Joseph Mengele. Jeff Hanneman, compositor del tema, se defendía diciendo que entendía los malentendidos pero que jamás habría apoyado al nazismo ni sus horrendas prácticas.

Otras canciones de esa época, infaltables en los conciertos de Slayer, son por ejemplo South of heaven, Mandatory suicide (South of heaven, 1988), Hell awaits, At dawn they sleep (Hell awaits, 1985), Dead skin mask, Seasons in the abyss o War ensemble (Seasons in the abyss, 1990). Posteriormente, con la primera salida de Dave Lombardo y el ingreso de Paul Bostaph, el cuarteto lanzó tres discos más: Divine intervention (1994), Undisputed attitude (1996), álbum de covers de bandas punk y hardcore como D.R.I., The Stooges y Pap Smear, grupo que Hanneman tuvo antes de 1981; y Diabolus in musica (1998), considerado su único intento por “adaptarse” a tendencias vigentes como grunge y nu metal), antes de iniciar su tercer periodo, una vuelta al sonido abrasivo, sin concesiones, que los hiciera famosos. 

A esta etapa pertenecen God hates us all (2001, todavía con Bostaph), Christ illusion (2006), que contiene temas como Jihad, Eyes of the insane, que generó más de una incomodidad por su irreverente carátula; World painted blood (2009) y Repentless (2015), los tres últimos con Lombardo de regreso. Desde entonces no han vuelto a grabar nada, aunque sí se mantuvieron en actividad, ya sea en giras propias como la que los trajo al Perú en el 2011 (para hacer un conciertazo en el Estadio de San Marcos) o en festivales como Wacken y Sonisphere, en el que actuaron junto a sus compadres Metallica, Anthrax y Megadeth, en lo que se conoció como el encuentro de los Big Four, los “cuatro grandes del thrash”.

Pero, si sus grabaciones son impactantes, en vivo Slayer posee una contundencia aún mayor. Los gritos y rugidos de Tom Araya expresan enojo, angustia y desesperación, emociones inevitables cuando uno piensa en la corrupción de los barones de la guerra, la política, la empresa privada y la religión. Miles de veces he fantaseado con interrumpir los vacíos discursos de nuestros ignaros, mentirosos y cínicos políticos -de cualquier bancada, de cualquier poder del Estado, de cualquier «color idelógico»- con los segundos iniciales de Angel of death (Reign in blood, 1986) o el coro de Disciple (God hates us all, 2001), reproducidos a todo volumen para no escucharlos más.

El trabajo de guitarras de Kerry King y Jeff Hanneman es virtuoso y “salvajemente caótico”, como lo describe el portal web http://allmusic.com, intercambiando solos y riffs extremadamente rápidos y complejos que representan, según el tema que interpretan, las terribles imágenes creadas por sus letras. Dave Lombardo, por su parte, dispara furibundos bombazos con una técnica y velocidad imposibles de entender -bateristas de bandas de metal extremo como Ken Owen (Carcass), Pete Sandoval (Morbid Angel) o Paul Mazurkiewicz (Cannibal Corpse), lo citan siempre como su principal influencia. Su talento para usar ambos pies y dos bombos -en lugar del pedal doble que usan la mayoría de bateristas para este tipo de música- lo han convertido en una leyenda por derecho propio.

Una de las curiosidades acerca de Slayer es que, en sus inicios, fue una banda multinacional. Tom Araya (62) nació en Chile -su nombre de pila bautismal es Tomás Enrique-, aunque llegó a los Estados Unidos siendo todavía un niño. De hecho, en el 2019 -durante su gira de despedida- el grupo tocó allá y el artista fue convocado por el Congreso Nacional para homenajearlo en Viña del Mar, su lugar exacto de nacimiento. Jeff Hanneman tiene raíces alemanas, por vía paterna. Su padre y abuelo, ligados al ejército germano, despertaron en él la afición por las medallas y la imaginería bélica. Por su parte, Dave Lombardo (59) nació en La Habana (Cuba) y, aunque sus padres emigraron cuando el pequeño David apenas tenía 2 años, no perdió su conexión con el idioma español, que habla perfectamente. Esto deja a Kerry King (59) como el único miembro 100% norteamericano de aquella primera formación del grupo, que se quebraría en el 2013 con la prematura muerte de Hanneman, a los 49 años.

A inicios del 2011, el rubio guitarrista fue diagnosticado con una extraña necrosis en el brazo, tras ser picado por una araña. Esto, desde luego, le impidió seguir tocando, lo cual le causó serios episodios de depresión y alcoholismo. Gary Holt (59), fundador de Exodus, otra importante banda de thrash de la Costa Oeste, ingresó para cubrirlo, en un principio de manera temporal. En abril de ese año, Hanneman se unió a sus compañeros en lo que sería su última aparición en concierto, junto a los Big Four, para tocar South of heaven y Angel of death. Dos años después, en mayo del 2013, se anunció su fallecimiento, ocasionado por una cirrosis crónica, por lo que Holt pasó a ser miembro estable de Slayer. 

Mientras tanto, Dave Lombardo volvió a separarse de Slayer tras la publicación de Repentless (2015), y fue nuevamente reemplazado por Paul Bostaph (60). Con esa misma formación -Araya, King, Holt, Bostaph- Slayer regresa pero solo a los conciertos, pues no parece haber planes de componer nueva música juntos. Aunque, como quedó demostrado con el anuncio de febrero, uno nunca sabe.

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Abog. Miguel Ángel Ferreyra 

La dictadura apareció en la Roma republicana como una institución de carácter excepcional, mediante la cual se entregaba transitoriamente el poder absoluto a un ciudadano, para salvar a la república de sus enemigos. Una vez alcanzado el objetivo el ciudadano devolvía el poder y regresaba a sus anteriores ocupaciones. La dictadura entonces, en aquellos tiempos plasmaba una ética política y un ideal de civismo en momentos críticos para la supervivencia de la sociedad y del Estado. Aunque el investido como dictador poseía el derecho de vida y muerte sobre sus semejantes, su ejercicio se vinculaba a la clara conciencia de un fin estrictamente necesario para el bien común. Posteriormente, esta figura fue instrumentalizada para el logro de objetivos ajenos a la defensa de la república, y evolucionó hacia la órbita del autoritarismo y tiranía, y durante el siglo XX se consolidó su vinculación con el militarismo, de modo tal que prácticamente casi todas las dictaduras fueron implantadas con la iniciativa y/o apoyo del sector militar. 

En la actualidad encontramos en la política peruana la última fase de evolución de la dictadura. El acoso y ataques a los vocales de la Corte Suprema, a los magistrados del JNE, integrantes de la ONPE y de la JNJ; así como el restablecimiento del senado y la reelección de congresistas a pesar del rechazo del pueblo a dichas medidas, la destrucción del equilibrio de poderes mediante la desactivación de la cuestión de confianza, la renuencia a acatar las resoluciones judiciales que suspenden las medidas congresales por vulneración de derechos y principios constitucionales, la destrucción de la reforma universitaria, la eliminación de las elecciones primarias para la selección de candidatos, la anulación del derecho del pueblo a participar en la vida política mediante el referéndum, etc., demuestran que el Perú se encuentra bajo una dictadura, implantada no por el sector castrense sino por una coalición parlamentaria perniciosa en el Congreso. 

El Congreso pretende que sus decisiones no sean objeto de revisión ni control por el poder judicial, ha desbordado los límites impuestos por la Constitución, aprueba y modifica leyes por su solo arbitrio y sin razón alguna. Ha empleado sus facultades y atribuciones para destruir la separación de poderes y el control político, y someter a las instituciones y entes constitucionales cuya presencia y actuación independiente son cruciales para la preservación y defensa del principio democrático. Estos grupos parlamentarios del Congreso peruano han cometido traición contra la nación peruana y su derecho a vivir en Democracia. 

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La derecha cada vez cree menos en la democracia y la izquierda cada vez menos en el mercado, se aprecia en el panorama político peruano. El capitalismo democrático, única vía sostenible de desarrollo, sufre, por ello, en el Perú, de ausencia de representación política

Es lamentable que hallamos llegado a un escenario donde las tendencias radicales autoritarias de ambas orillas ideológicas hayan sido ganadas por el pensamiento disruptivo antiliberal.

Particularmente lamentable es que la izquierda haya involucionado de modo tan acelerado. Si de la derecha hay que lamentar su bukelismo exacerbado (Bukele se ha convertido en su referente máximo), de la izquierda casi nada bueno queda por rescatar.

Su retroceso histórico transita no solo por lo económico, donde se aleja cada vez más de la aceptación de la economía de mercado como lecho rocoso sobre el cual erigir una estrategia redistributiva o social (como vemos en Chile o Uruguay), sino también en lo político.

La desgracia que sufren países como Venezuela (donde acaban de sacar de carrera a la lideresa opositora Corina Machado) o Nicaragua, no merece por parte de nuestra izquierda local ni un oblícuo pronunciamiento. Es sonoro su silencio y pone de manifiesto su debilitado compromiso con las formas democráticas.

Por eso es que subleva que se le esté dejando la cancha libre para ser protagonista en las elecciones del 2026. De un eventual triunfo de la izquierda no queda nada bueno por esperar. Por el contrario, nos asomaríamos a un abismo peor que aquel al que nos condujo el desgraciado régimen de Castillo.

No solo nos asomaríamos al desastre económico, al que las fórmulas estatistas y antimercado conducen, con la consecuente recesión y aumento de la pobreza, sino que veríamos a la democracia en serio riesgo de ser avasallada por el populismo autoritario que nuestra izquierda ve cada vez con mayor simpatía.

La democracia es una pelotudez y el mercado un ente demoníaco. Así se resume lo que plantea la izquierda realmente existente en el Perú. Y esta izquierda, gracias a la defección de la derecha liberal, crece día a día, cosechando el inmenso descontento popular con el orden establecido.

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Es cierto que los discursos autobiográficos han recibido muchos cuestionamientos en relación con su valor referencial. Independientemente de la pertinencia o no de esas observaciones críticas, es casi imposible discutir la fascinación que ejercen géneros como la memoria, la autobiografía o el diario entre muchos lectores. Campo de revelaciones sorprendentes o polémicas, estos géneros descorren el velo que oculta o enmascara la vida pública de un autor. En todo caso, hay textos que tienen ese poder. En el Perú, la aparición de La tentación del fracaso (1992-95), el diario de Julio Ramón Ribeyro o El pez en el agua (1993), las memorias de Vargas Llosa, textos que en su momento despertaron apetencias lectoras y críticas que habría sido difícil provocar de otras maneras. 

En el contexto latinoamericano, una reciente edición de la Universidad Diego Portales, a cargo de Cecilia García Huidobro, nos pone en contacto nuevamente con la escritura autobiográfica. Se trata de los diarios de José Donoso, escritor chileno protagonista del boom latinoamericano y autor de una de sus novelas más emblemáticas: El obsceno pájaro de la noche (1970). Donoso pertenece por derecho propio a ese brillante núcleo de novelistas latinoamericanos y es justo reconocer que, entre ellos, fue el único en recoger su testimonio personal en un libro imprescindible para entender algunos aspectos de la intimidad del movimiento literario: Historia personal del boom (1972). 

Un diario es algo más que un registro de vivencias cotidianas. Los diarios de escritor tienen una amplísima gama temática y son la mayor parte del tiempo un campo de reflexión, de comentario de lecturas, una manera de fijar en el tiempo el proceso mismo de la escritura. En esos elementos radica su valor, pero nada sería igual si estas “fotografías” de la cocina del escritor no vinieran acompañadas de confidencias de diverso calibre que, bien leídas, abonan en favor de un conocimiento más preciso de la personalidad y el temperamento de su creador.

Los dos volúmenes que han aparecido se reparten un arco temporal de treinta años. Diarios tempranos. Donoso in progress. 1950-1965 y Diarios centrales. A season in hell. 1966-1980, este último de reciente publicación, dan cuenta del proceso literario y personal de Donoso. Ambos volúmenes comparten apuntes muy precisos sobre cada novela y el progreso de cada proyecto creativo del escritor. Esta, que sería en apariencia la parte de mayor interés para los lectores, viene acompañada de otra serie de anotaciones en las que Donoso revela su torturada existencia, entre una esposa con problemas de alcoholismo, el vínculo tóxico con su hija y, para no olvidarse de él mismo, una homosexualidad que reprimió con todas sus fuerzas. 

La hija del escritor, Pilar Donoso, publicó en 2010 Correr el tupido velo, basado en una revisión de los diarios de su padre (entonces no conocidos) y otros documentos del archivo paterno que adelantaron, en parte, algunos de los secretos de la vida del autor chileno. A la luz de la aparición del segundo volumen de sus diarios, será muy provechoso leer en paralelo ambos libros, que desde ya nos ofrecen una rica intertextualidad. 

El subtítulo de los llamados “Diarios centrales” no es en modo alguno gratuito. Una temporada en el infierno, como manda el manual de traducción, refleja eso: años de enorme potencia creativa y al mismo tiempo, de profundo pesar existencial, de cuitas, tribulaciones, desdichas y dudas de diverso calibre que transparentaban un temperamento tortuoso, dado al sentimiento de la infelicidad. 

Pero no nos desviemos de lo literario. Hay un pasaje de mucho interés (bueno, hay demasiados diría) que escojo para mostrar un ejemplo del sorprendente contenido de estos diarios. Es una anotación hecha en Zaragoza, el 6 de agosto de 1971 y corresponde a la escritura de Historia personal del boom. En esa entrada se lee: “La idea del boom, como comercial de nuevo, y posible. Algunas ideas afloran, parecen interesantes, pero tengo, sobre todo, que ponerme a trabajar duro para pescar el significado de todo esto que quiero hacer. Incluir, donde sea, mucha anécdota personal. Por desgracia tiene que ser anécdota personal, qué le vamos a hacer” (p.209). Seguidamente, Donoso plantea enumera los temas que irá tratando en este libro, que será finalmente Historia personal del boom. Podríamos deducir que por exigencia editorial le habrían pedido abandonar toda pretensión académica o ensayística y adoptar una mirada más cercana a la crónica. No podría asegurar lo que afirmo, pero fue una buena decisión: Historia personal del boom es un libro entrañable que, comparado al tormento que retrata en sus diarios, nos permite ver a un Donoso liberado de sus fantasmas e incluso feliz. 

Esta es solo una de las muchas sorpresas que el lector irá encontrando en su viaje por estos quince años de vida. Si, como se dice por ahí, el libro de Pilar Donoso y la publicación de estos diarios, motivaron un regreso a explorar la obra del chileno, pues, nunca se pagó mejor precio por volver los ojos a una obra notable. 

José Donoso. Diarios centrales. A Season in Hell. 1966-1980. Edición de Cecilia García Huidobro. Santiago de Chile: Universidad Diego Portales, 2023. 

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En los últimos años, hemos sido espectadores de innumerables actos de corrupción realizados por funcionarios públicos en todos los niveles e instituciones del sector público, incluyendo el Ejecutivo, Poder Judicial, Congreso, gobiernos regionales y locales, y en todo el resto del aparato estatal.

La Contraloría General de la República, es la institución que tiene el encargo de, y cito : “Supervisamos y verificamos la correcta aplicación de las políticas públicas y el uso de los recursos y bienes del Estado, a través de nuestras gerencias regionales de control, los Órganos de Control Institucional (OCI) y las Sociedades de Auditorías (SOA).”

Lo que hemos visto de la Contraloría, en la voz del Contralor General Nelson Shack, son anuncios de cuánta plata se han robado en el 2023 (más de 24,000 millones de soles), cuánto se gasta en consultorías y que han encontrado unos 9,000 funcionarios incurriendo en faltas de todo tipo.

Pero siempre es lo mismo. Se siguen robando la misma cantidad de soles cada año, seguimos observando, impávidos, contrataciones de “amiguitas” y dinero público, nuestro, de nuestros impuestos, gastado en inútiles consultorías y sabe Dios, en qué otras barbaridades, porque si Dios no lo sabe, menos la Contraloría.

Ya estamos cansados de estos anuncios inútiles que hace el Contralor Shack. En vez de ello debería exponer cuáles han sido las mejoras en los procesos que los Órganos de Control Institucional (OCI) que funciones dentro de las instituciones públicas, han propuesto, implementado y cuáles han sido los resultados.

Si en el 2023 se robaron más de 24,000 millones de soles, ¿Cuál es la meta que la Contraloría se pone para el 2024? ¿Cuánto menos dinero se va ir en corrupción gracias al trabajo que hace la Contraloría y sus gerencias regionales de control, los Órganos de Control Institucional (OCI) y las Sociedades de Auditorías (SOA)?

Todos los funcionarios públicos trabajan con metas e indicadores que miden su gestión. ¿Cuál es la meta de dinero gastado en corrupción Sr. Contralor? Si en el 2023 se gastaron 19,300 millones en contrataciones “a dedo” porque los montos no sobrepasan las 8 UIT (41,200 soles), ¿Cuál ha sido la propuesta de la Contraloría para limitar este tipo de gasto discrecional sin concurso ni licitación?

Ya es hora que se ajuste a la Contraloría, para que trabajen con objetivos claros y que todos los peruanos sepamos las actividades, mejoras en los procedimientos e iniciativas legislativas que se han implementado y las que están en curso, así como sus respectivos impactos en la lucha contra la corrupción.

Pero en la práctica, ¿Quién controla al Contralor?

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Contralor, La Contraloría General de la República, Órganos de Control Institucional, Poder Judicial, Sociedades de Auditorías

Quizá el país donde más se admira y se promueve la obra de César Vallejo –después del Perú, claro– es Cuba. La hermosa isla caribeña ostenta el mérito de haber publicado numerosas ediciones de la obra de Vallejo, algunas ya legendarias, como las prologadas por Roberto Fernández Retamar y Raúl Hernández Novás desde la década de 1960. Asimismo, Cuba ha sido escenario de numerosos congresos, homenajes y festivales alrededor de la figura de nuestro vate bandera.

¿A qué se debe este entusiasmo? No es que Cuba carezca de grandes poetas. Bastaría pensar en José Martí y en José Lezama Lima para hacer enrojecer de envidia a muchos otros países del continente. Lo que pasa es que hay una conexión muy especial entre Vallejo y Cuba: su abierta adhesión al socialismo y al ideal de una sociedad sin clases.

Todos sabemos que Vallejo se hizo marxista más o menos a partir de 1927, cuando en Francia conoció los escritos del filósofo y economista alemán, para entonces una inspiración de todos los intelectuales revolucionarios que se apasionaron por las grandes transformaciones que se vivían en Rusia a partir de la Revolución Bolchevique de 1917. Vallejo mismo viajó a la URSS tres veces (en 1928, 1929 y 1931) a experimentar de primera mano los cambios profundos que la revolución estaba operando sobre una sociedad que hasta hacía poco había sido monárquica y feudal.

Al margen del marxismo heterodoxo de Vallejo, que por momentos lo hizo simpatizar con el trotzkismo, el poeta se mantuvo fiel a sus ideales revolucionarios y eso determinó también su apoyo incondicional a la República española durante la Guerra Civil que asoló a ese país desde 1936.

Vallejo se murió un 15 de abril de 1938, intuyendo que la causa española ya estaba casi perdida. Tampoco pudo, pues, ser testigo de la Revolución Cubana, que triunfó el 1 de enero de 1959. Si Vallejo hubiera vivido, habría tenido 66 años cumplidos y sin duda hubiera dado su apoyo absoluto a los barbudos de Fidel.

La poesía de Vallejo encarna como pocas el ideal revolucionario desde una perspectiva profundamente humana, por lo que no es raro que el público cubano haya encontrado en él la voz de los ideales de cambio y esperanza que se vivieron intensamente en las primeras décadas de la Revolución.

Pero la relación de Vallejo con Cuba empieza mucho antes. Cuando el poeta se sube en el Callao al vapor «Oroya» el 17 de junio de 1923, lo hace intuyendo que jamás regresaría al Perú. Su itinerario lo hizo cruzar el Canal de Panamá y hacer escala en La Habana, donde permaneció tres días antes de reemprender el rumbo hacia Europa.

En Cuba conoció a algunos intelectuales y estableció vínculos que lo hicieron colaborar eventualmente con periódicos y revistas cubanas en los años siguientes. Una vez fallecido, nuestro poeta creció en fama y prestigio como la espuma. Las ediciones cubanas de Casa de las Américas y la Editorial Artes y Letras lo popularizaron tanto que pasó a convertirse en uno de los poetas favoritos de la intelectualidad y los lectores cubanos en general. Grandes autores como Cintio Vitier y Fina García Marruz lo leyeron y comentaron. La última –una de las poetas cubanas más notables– escribió un bellísimo poema, «Carta a César Vallejo», que pinta a nuestro poeta de cuerpo entero.

Además ha habido en Cuba congresos y simposios sobre Vallejo celebrando aniversarios y centenarios, como el reciente «Trilce y las vanguardias latinoamericanas», celebrado en noviembre del 2022 por la Asociación Internacional de Peruanistas y Casa de las Américas con motivo del centenario del extraordinario libro de Vallejo.

Menciono todo esto porque la Embajada del Perú en Cuba ha tenido el acierto de erigir un busto de Vallejo (el primero en la isla) frente al hermoso edificio de la Casa de la Poesía en La Habana Vieja. El develamiento tendrá lugar este viernes 15 de marzo (justo un día antes del cumpleaños del poeta) y participarán dos notables vallejólogos peruanos, el poeta y crítico José Antonio Mazzotti y el coleccionista e investigador Jorge Kishimoto.

Aquí el programa:

DEVELACIÓN DEL BUSTO DE CÉSAR VALLEJO EN LA HABANA

Viernes 15 de marzo de 2024, 4 pm

Casa de la Poesía de La Habana

(Calle Mercaderes, no. 16, entre O’ Reilly y Empedrado, Habana Vieja, La Habana)

PROGRAMA:

PANEL “Impronta de Vallejo en la literatura cubana”

Jorge Kishimoto (Centro de Estudios Vallejianos y Universidad César Vallejo): “Vallejo en Cuba antes de 1938”.

Susana Haug (Universidad de la Habana): “Presencias del vallejismo cubano a partir de la segunda mitad del siglo xx”.

Roberto Méndez(Instituto de Estudios Eclesiásticos Padre Félix Varela): “Cintio Vitier y Fina García Marruz leen a César Vallejo”

José Antonio Mazzotti (Tufts University y Asociación Internacional de Peruanistas): “Trilce en Cuba en 2022 y los nuevos estudios vallejianos”.

Modera: Caridad Tamayo Fernández (Casa de las Américas)

Performance artístico a cargo del grupo Danza Teatro Retazos

Lectura de poemas a cargo de:

Josefina de Diego García-Marruz (Cuba)

Roberto Méndez (Cuba)

José Antonio Mazzotti (Perú)

Giselle Lucía Navarro (Cuba)

Palabras del Embajador del Perú en Cuba Gonzalo Guillén y de Sinecio Verdecia, director de la Casa de la Poesía

Develación del busto de César Vallejo

Pisco Sour

Si conoce a alguien en Cuba, pásele la voz.

Recordemos que el poeta inglés Martin Seymor Smith denominó a Vallejo como «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Por su lado, el monje trapense estadounidense, escritor, teólogo, místico y poeta Thomas Merton, lo consideraba «el mayor poeta universal desde Dante».

Vallejo es una de nuestras mejores cartas de presentación. Su obra bien vale un Perú.

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César Vallejo, Cuba, literatura cubana, vallejo

Esta casita de cartón abre sus puertas un día lluvioso en Buenos Aires, mirando por las ventanas el cantar de las lluvias que caen sobre la ciudad con furia, destendiéndose lleno de magia. E inevitablemente se me hace imposible no poner aquella memorable canción ‘Purple Rain’, en Syracuse (1985), de Prince, mientras releo ‘Nunca me abandones’ de Kazou Ishiguro, escritor asiático ganador del Nobel de Literatura en 2017. Pero por una razón en especial. Y es por una frase de ese libro que resonó en mí al terminar de ver ‘Vidas Pasadas’, uno de los filmes nominados al Óscar recientemente como mejor película, pero que no llegó a llevarse la preciada estatuilla.

De Oppenheimer, el ganador, hay inumerables ríos de tintas escritos. Era la favorita. Y mientras se celebrabra este magnánimo evento, me fui al cine más cercano a casa a ver esta película coreana- americana, por el trailer que me conmovió. Es que en sí, ya mucho no me llama la atención los premios de la academia, viendo el menú de sus nominaciones, que en muchos rozan lo superficial de lo efímero o en el peor de los casos, cuando son llevados al terreno de lo político y se soslaya la esencia, a priori, de lo que llevaba esta distinguida gala en antaño, asi como el Nobel, y es el arte per se. Debo confesar que en algún momento pensé que podria haber de eso en esta cinta, como muchas veces me ha pasado. Pero nada más alejado que eso, felizmente. Justo hablaba con una amiga este fin de semana, sobre el amor y como el ‘amor’ de Hollywood nos ha obnubilado con sus cansinos ‘happy end’. Y por suerte, este filme no incurre en eso. Por el contrario, uno halla el arte de lo simple, en lo cotiano. El exceso de positividad (Byung-Chul Han) envuelto dentro de la monotonía, en la cual estamos prefijados como la del personaje principal, Nora Moon, quien para lograr su aspiración de ganar el Nobel de Literatura algún día ( ‘los coreanos no ganan el Nobel’), se traslada con su familia a Canadá de niña, para ya de joven estudiar en Usa. Pero a medida que va creciendo, ve a sus anhelos volverse más terrenales, viviendo prácticamente para sobrevivir en una sencilla morada. Y es que la vida dista mucho con la que uno cree de niño. Y la realidad con sus experiencias nos cambia, hasta los sueños se van mirando cada vez más a lo lejos, cada vez más inalcanzables y hasta olvidados con el tiempo. Quién no se ha sentido alguna vez especial o tocado por ‘algo’ mágico de joven, pero que, justamente, al dar el salto a la adultez, uno se ve engullido en el mecanismo en el que vivimos, tragicómico y muchas veces patético.

Cuando has visto una buena película, te quedas pensando durante el recorrido a casa o charlando con los que viste, para luego volver a aparecer en los últimos minutos de la noche antes de dormir, y es acá donde brotó la frase del libro que menciono: ‘No hago más que pensar en ese río de no sé qué parte, con unas aguas muy rápidas. Y en esas dos personas que están en medio de ellas, tratando de agarrarse mutuamente, aferrándose con todas sus fuerzas el uno al otro, hasta que al final ya no pueden aguantar más. La corriente es demasiado fuerte. Tienen que soltarse, y se separan, y se los lleva el agua’. Como es natural, la corriente no nos atreviesa dos veces con las mismas aguas, nos lleva por otros senderos, bifurcados, como cuando se despiden de niños Nora y Hae Sung, subiendo a distintos escalones, o cuando se dividen los buses que llevaban a dos niños también predestinados por el amor, Kevin Arnold y Winnie Cooper: ‘Quería decirle que ella era la única, que siempre había sido la única desde que eramos niños, desde que vivía cruzando la calle (…) Al llegar al asiento vacío en el que viajaría a casa, encontré el anillo que le había dado a Winnie, el anillo que me estaba devolviendo, la busqué en el otro autobús pero no pude verla ya estaba perdida entre la multitud,y entonces supe se habia ido, y que mi vida no volvería a ser la misma jamás’. Con ‘God only knows’ sonando de fondo en la mejor serie que vi, ‘Los años maravillosos’, o como se llamó en España, ‘Aquellos años maravillosos’, con los vientos del pasado entonando lo latente.

O también, como en el capítulo 66, cuando Kevin entiende que ‘era parte del pasado de Winnie, un pasado que ella quería olvidar”. Como Nora Moon con Hae Sung, cuando por la distancia ella decide alejarse de él. Pero aún pasado los años, y ya siendo un adulto con oficio y pareja, Hae Sung no puede desprenderse de su ilusión, y viaja hacia la otra parte del mundo para ‘verla una vez más’, aunque ella esté casada. Y como a Kevin, cuando los padres de su amada le prohibían verla. Y es cuando decide subir a escondidas por un árbol, a la habitación de una convalicente Winnie, quien estaba en cama después de haber sufrido un accidente. Viéndose el uno al otro a través de la ventana, con las miradas traspasando lo que las palabras pueden decir de alma a alma: un te amo en ambos, y al final de la escena la foto de ellos de niños, acompañados de estas enternecedoras palabras: ‘Hay cosas en la vida que son importantes, cosas del pasado que no se pueden negar; Winnie Cooper era parte de mí y yo era parte de ella, y no importaba cómo, mientras viviéramos sabía que nunca podríamos olvidarnos’. Con el tema de Bob Seger, ‘We’ve Got Tonight’. Alguna vez oí que el amor para toda la vida es uno, lo demás son espejos o búsqueda de espejos de aquel recuerdo. El final de esta apoteósica serie como de la película es un canto a la vida y a la nostalgia. Y debo confesar que por más pétreo que uno pueda ser o que aparente, unas pequeñitas lagrimitas cayeron de mis ojos silenciosamente por el desenlace en ambas historias, como me sucediera con ‘Puedo escuchar el mar’, de Ghibli, otra oda al amor y al pasado. Y es que todos tuvimos alguna vez nuestra Winnie Cooper como nuestra historia de amor con alguien de alguna vida pasada, nuestro In-Yun, porque eso es lo que sentimos cuando amamos. Pero que en esta vida no tuvimos la suerte de estar siempre a su lado.

Esta casita de cartón cierra sus puertas descubriendo que para el amor no hay mejor fondo musical que la lluvia, por lo menos en la ‘ciudad de la furia’. Y que la melancolía tiende a hacernos perfeccionar lo que vivimos, o es que nosotros mismos somos los directores de esa película y le damos el mejor recuerdo para atesorarlo siempre en aquellos rinconces donde la vida y su tristeza no pueda dañarlo. Y más sobre un amor. Esas que ‘nos hace llorar cuando nadie nos ve’, sea de felicidad o no, pero con la mirada al cielo por todo lo vivido. Al final creo que somos una mota en el universo escribiendo una historia en paralelo a nuestros sueños, maia, buscando encontrarse dentro del sendero de la eternidad y de lo inexplicable. Y es por estas obras de arte, que vale la pena vivir.

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Nobel, Oscar

[PIE DERECHO]  “De acuerdo con Lorenzo Eguren, en los últimos 30 años el Estado invirtió US$6,321 millones en Olmos, Chavimochic, Pasto Grande, Majes-Siguas, Jequetepeque-Zaña y Chira-Piura, que han añadido más de 200.000 hectáreas de tierras en la costa. De esta cantidad, el Estado solo recuperó US$462 millones (el 7% de lo invertido)”, señala Humberto Campodónico en su último artículo.

Ratifica lo que venimos diciendo hace tiempo: las irrigaciones son un caso de hipermercantilismo supremo, en el que se destinan ingentes recursos públicos para subsidiar una actividad económica privada en particular. En el caso mencionado, a los grandes grupos empresariales agrícolas, que aprovechan muy bien este regalito estatal.

Propuse que se establecieran unidades agrícolas más pequeñas para generar una red de medianos empresarios agrícolas. Se me dijo que eso no era rentable, por el costo técnico de disponer las tomas de agua. Bueno, pues, que las subsidie el Estado, como ya subsidia toda la operación.

En otros países, son unidades pequeñas y medianas las que componen el grueso de la actividad agroexportadora, formando consorcios absolutamente rentables. Algo así podría lograrse en estos proyectos de irrigación obteniendo un beneficio social inmensamente superior al que hoy se logra, al entregarle estas tierras subsidiadas a megagrupos inversores.

Si a quienes alientan este tipo de esfuerzo estatal, este gran subsidio no les importa, en aras de la mejora de un sector privilegiado, pues entonces, que no se hagan ascos en apoyar la ley de promoción de la industria que la Sociedad Nacional de Industrias viene promoviendo y que tantas críticas ha merecido. Al final de cuentas, los industriales no tienen por qué ser menos que los agroexportadores.

Desde un punto de vista ortodoxo liberal, no debería haber privilegios para nadie y debería dejarse al mercado actuar libremente. Pero eso no sucede en el Perú (por ejemplo, mientras existan las AFP de contribución obligatoria no habrá libre mercado en el país) y, todo lo contrario, con el tiempo se ha ido perforando el modelo económico liberal que parcialmente se había instaurado a mediados de los 90.

Beneficios para todos o para nadie. La segunda opción es la correcta, sobre todo en un país donde el Estado es débil e ineficiente, en alguna medida por falta de recursos. A quienes saltan hasta el techo, con razón, por el despilfarro de la refinería de Talara, quisiera escucharlos haciendo lo mismo con el impresionante apoyo estatal a actividades productivas privadas, como la reseñada al inicio de este artículo.

 

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Humberto Campodónico, Inversiones Estatales, Irrigaciones, Modelo económico

Resulta evidente que toda construcción jurídica debe tener presente su efectividad y que el sentimiento que de ello brota está fundado en la convicción de que determinadas normas escritas o consuetudinarias son convenientes y justas para convivir. Dice Pablo Lucas Verdú, el reconocido jurista español, que las normas jurídicas, siendo la Constitución la de mayor jerarquía, calan profundamente en la sociedad y se incorpora en la vida social cuando los ciudadanos la sienten como algo suyo.

Afirma ese autor, “cuando un ordenamiento jurídico es capaz de suscitar amplia e intensa adhesión efectiva a sus normaciones y, sobre todo, a sus instituciones que más enraízan con las bases sociales, entonces tal ordenamiento es algo vivo, (…) penetra en la entraña popular y entonces es ordenamiento sentido”. Cuando se dice que la ley se obedece pero no se cumple, el mandato legal no puede llevarse a cabo, simplemente porque no complace a los ciudadanos. En efecto, y cito nuevamente a Lucas Verdú,  una Constitución vívida lo es, en gran parte, porque es sentida por el pueblo y aparece como símbolo político que tiene sentido por su función integradora”.

Pues bien, eso no ocurre en el Perú de nuestros días. Hemos tenido varias Constituciones y es posible que la mayoría de los ciudadanos en cada ocasión no haya entendido su propósito. No es que no existan personas que entienden y desean vivir y practicar conductas y comportamientos que estén cercanos a ese sentimiento de unidad y de propósito que se expresa en una Constitución; claro que las hay, pero son minoría. Son varias las razones para que ello sea así. La primera es que la mayoría de la población no conoce el sentido de un acuerdo constitucional. Otra, el bajo nivel educativo que impide comprender las ventajas de un acuerdo de esa naturaleza. También la circunstancia de ser un país con marcos culturales diversos, tanto en sus orígenes como en la tabla de valores que propone, y que no han logrado una paridad en la estima de las mayorías. Finalmente, no puede olvidarse a los gobiernos alejados de los intereses mayoritarios y a una representación política de baja calidad. Todo ello hace difícil poder gozar de los beneficios de un pacto consensuado, armónico y con propósito duradero.

Se puede expresar de muchas maneras, pero la conducta de la mayoría de nuestros gobernantes y de las mafias que eventualmente los rodean tienen una evidente acción destituyente, porque lesionan y debilitan aquellas instituciones creadas para que los gobiernos sean eficaces y constructivos, dentro de las variadas propuestas políticas de carácter democrático. Los míseros intereses de corto plazo pugnan por establecerse transitando en compañía de aquellos que les ayuden a consolidarse. Hay que reconocer que son conductas que a muchos les parecen aceptables, pues consideran que son el necesario tránsito para obtener y gozar de las ventajas del poder o de la ausencia de éste. Son estas vías destituyentes las que hacen perder sentido a un acuerdo constitucional sólido. Prácticamente todas las tiendas políticas están implicadas en esa desventura, y no se aprecia en su fragmentación real una vía de superación. Encono, resentimiento, avaricia y ausencia de aprecio a la nación están vigentes.

Lo anterior supondrá para algunos que, como consecuencia de lo dicho, la campaña por una Asamblea Constituyente sea imprescindible y su reclamo justificado, creyendo que ello nos traerá paz, alegría y superación. El deseo es comprensible, pero no habrá ningún texto, en las circunstancias actuales, que haga posible un acuerdo armónico, ensamblado con esperanza y confianza en el prójimo, con un futuro pleno de posibilidades. No se trata de cambiar un texto por otro. Los males que nos agobian van mucho más allá de un texto constitucional.

En esa campaña destituyente que vivimos hay un par de elementos más a considerar. La información y la libertad de expresión  deben ser equitativamente distribuidas en el país, lo que no ocurre actualmente con medios de comunicación concentrados y descaradamente parcializados, y con tecnologías utilizadas para la ofensa y la maldad. La otra, la necesidad de superar el discurso religioso que pregona sin descanso, y así ingresa a los hogares, que lo que vale para “salvarse” después de la muerte es una ética de máximos supra racionales, que hace difícil entender la necesidad de una ética de mínimos, que pueda ser compartida y defendida por todos. Esta última significa la vigencia de una ética cívica que nace de la convicción de que somos ciudadanos, no súbditos, y capaces en consecuencia de tomar decisiones de un modo moralmente autónomo. Lo que comparten los ciudadanos no son entonces determinados proyectos de felicidad, porque cada uno tiene su propio ideal de vida buena, que son las éticas de máximos morales. Lo que se requiere es aceptar unos mínimos morales que sean compartidos porque los distintos grupos sociales han llegado a la convicción de que son valores y normas a los que una sociedad no puede renunciar sin hacer dejación de su humanidad. (Adela Cortina, 2000)

¿Qué significa un pacto roto? Pues que aquellos que han sido elegidos o nombrados para gobernar y trabajar en las instituciones y oficinas estatales son  a la fecha en amplia mayoría defensores de intereses mezquinos, y que están incapacitados para hacer posible un pacto común. Y que los más educados o con mejor situación no tengan verdadero interés por el futuro de su comunidad. Desgraciadamente, la mayoría de los promotores de una nueva ley de leyes sigue el mismo guion que el de las asambleas bolivarianas, como la actual de Venezuela, donde el proceso se ha dado radicalmente fuera de cauces democráticos mínimos. En efecto, la propuesta actual de una Asamblea Constituyente no tiene como finalidad encontrar un texto que convoque a todos haciendo uso de su función integradora. Tiene, más bien, un propósito partidario y coyuntural, para hacerse cargo de un gobierno, quizás totalitario. De otro lado, los defensores de la Constitución vigente, en especial de su régimen económico, son reacios a aceptar cualquier reforma, pues son dogmáticamente extremistas. Por cierto, esta calificación tiene excepciones, porque algunos creen que será un paso adelante formular una nueva Constitución para lograr la unidad nacional, dada la falta de legitimidad de origen, aunque no de ejercicio, de la actual Constitución fujimorista.

Es penoso comprobar que la actual generación del bicentenario ha fracasado, a diferencia de la correspondiente al centenario, pues ha neutralmente aceptado, con la excepción de una minoría patriota y austera, que se ha producido un vaciamiento democrático, ahondando una enemistad histórica con la institucionalidad y la confianza en el otro. Es inexistente, por ejemplo, el lugar que ocupa la política regional en el debate público. Por ahora no hay nada parecido a una carrera política que asuma como desafío revitalizar el proyecto país de unidad nacional. La mayoría de los actuales promotores para convocar a una Asamblea Constituyente, así como sus extremistas opositores, consideran inaceptables las varias reformas que deben incorporarse al texto de la Constitución del 93, tanto en el régimen político como económico. Son sin duda, ambas, conductas destituyentes y antidemocráticas. Cuando ello se supere, entonces habrá llegado la hora de plantearse formular una nueva Constitución que con gran exigencia nos haga a todos “firmes y felices por la unión”.

Es preciso luchar, entonces, para que pueda reconocerse una ética de mínimos común para todos los peruanos y que tenga como cimiento al concepto de dignidad humana, un principio de resistencia contra los tiranos. La dignidad es el bien verdaderamente universal. El artículo 1 de la Constitución vigente señala que “la defensa de la persona humana y el respeto a su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado”, cláusula pétrea que soporta al actual –y esperamos también que al futuro- edificio constitucional peruano. El respeto a la dignidad humana se asienta en el reconocimiento que todas las personas tienen los mismos derechos y ella no puede existir sin libertad, justicia, igualdad y pluralismo político.

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