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Opinión

El fanatismo es cuna de la intolerancia. Ahora bien, sumemos a ese fanatismo un elemento altamente tóxico que, en la historia de nuestro país, ha significado violaciones de los derechos humanos, delitos de homicidio, secuestro agravado, desapariciones, el uso de las fuerzas armadas para amedrentar a los enemigos políticos. Este elemento se llama «fujimorismo». Tras más de 20 años de su caída como régimen dictatorial y corrupto, hay quienes son capaces de demostrar con insultos, agresiones y difamaciones su frustración naranja de no estar en el poder.

La cobarde agresión de parte de un fanático fujimorista contra Avelino Guillén, que ha sido identificado por el portal Epicentro TV como Gianpiero Silva Montejo, gerente de Infinite Communications SAC, empresa contratista de la Policía Nacional del Perú.

Este personaje persiguió por el estacionamiento de un supermercado e insultó al ex fiscal supremo Avelino Guillén, quien denunció y logró encarcelar al dictador Fujimori, es el botón más representativo del pensamiento, agresividad y deseos escondidos que los herederos de Fujimori y Montesinos tienen contra sus enemigos. Para los fujimoristas, no existen adversarios políticos: ellos solo tienen enemigos y su praxis es destruir a ese enemigo. Pero contra Avelino Guillén nunca pudieron ni podrán.

Tengo una curiosidad: ¿han visto a algún fujimorista o aliado indirecto de dicho partido condenar la agresión contra Avelino Guillén? No, jamás, eso no pasará. ¿Y saben por qué? Porque el fujimorismo disfruta por dentro esas agresiones. Se revuelcan en el lodo de la herencia de violencia que ha dejado el padre. Encuentran un bálsamo rejuvenecedor cuando sus fascistas agreden al adversario que no piensa como ellos. Aplauden por dentro, porque por fuera no pueden hacerlo. Tienen que seguir fingiendo que creen en el respeto a las diferentes posiciones, para ver si así logran limpiar su rostro autoritario.

El fujimorismo maneja un doble juego: por un lado difunden en sus medios aliados el mensaje de «tolerancia», «respeto» y «disposición al diálogo»; por otro, sin embargo, son los ideólogos de grupos como La Resistencia, radicales que hostigan y agreden a periodistas y políticos de izquierda. Sus integrantes son descritos como fanáticos fascistas que buscan protagonismo en el escenario político bajo la ridícula estrategia de gritos, insultos y amedrentamientos, como si el Perú no estuviese harto de esa forma de hacer política. ¿En realidad creen que lograrán algo rentable?

Este grupo de choque es la más grande imagen escondida que el fujimorismo no puede mostrar en público, pero que reunidos en su cuarto de guerra, es decir, ese grupo que genera las acciones y maneja la estructura del partido, sí pueden manifestarse. En su momento de mayor resentimiento, el desaforado por su propia bancada, Kenji Fujimori, reveló una de las conocidas estrategias del fujimorismo: «A todo aquel que no piense como ellos, lo terruquean».

Esa es la esencia del fujimorismo sin cámaras de televisión, sin periodistas que armen un show con firmitas absurdas de «compromisos» con la democracia. La base del fujimorismo nunca fue la democracia ni la tolerancia de posiciones. La herencia de violencia que dejó Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos sigue viva en la superficie del partido fujimorista. Es un arma de amedrentamiento para ellos, pero que por estrategia la reprimen para lavarse el rostro. Para el fujimorismo, la democracia está sobrevalorada.

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Alberto Fujimori, Avelino Guillén, Fujimorismo, Vladimiro Montesinos

Mientras la derecha o el centro no logren capitalizar una votación importante en las zonas andinas del país, es improbable que se alcen con el triunfo electoral en el futuro o, si lo logran, probablemente sea con un nivel de contestación en esa zona del país que prontamente generaría cuotas de ingobernabilidad.

Hoy vemos que a pesar de los groseros errores cometidos por el gobierno, la cuestionada designación de un Premier impresentable como Bellido, la rechazada presencia dominante de Vladimir Cerrón, la impugnada cercanía de elementos vinculados a Sendero Luminoso, las designaciones cuestionadas de funcionarios públicos, la profusión de ministros incompetentes y un Presidente dubitativo, indeciso e inaparente, las zonas andinas del país le siguen brindando su respaldo.

Según Ipsos, si bien en Lima desaprueba al gobierno el 62%, en el centro lo aprueba el 49% y en el sur el 57%. Según Datum, en Lima lo aprueba apenas el 29%, pero en el centro el 55% y en el sur el 58%. Datum pregunta también sobre la percepción de la capacidad de Castillo para gobernar: en Lima solo el 22% estima que está capacitado, en el centro lo cree el 45% y en el sur el 49%. Para CPI, el 62.4% de Lima desaprueba a Castillo, pero en la sierra y centro sur lo respalda la abrumadora cifra del 64.4%.

Por cierto, Castillo no es que haya hecho nada en particular para conquistar tamaños niveles de aprobación en esas regiones del país. Es la inercia del voto de la segunda vuelta (donde, inclusive, obtuvo cifras más altas de votación: el centro político de las zonas andinas parece haberse ido desprendiendo del respaldo al Presidente), pero pesan también razones identitarias que la derecha parece incapaz de responder o contestar.

Sociológicamente hablando, regiones como Puno o Junín ya dejaron de ser predominantemente agrarias para pasar a ser eminentemente comerciales. Son poblaciones comerciantes, capitalistas, negociantes, y si se pudiese establecer una correlación entre la actividad económica y la perspectiva ideológica deberían inclinarse mayoritariamente por la derecha antes que por la izquierda, como suelen hacer.

A la postre, cuando el desarrollo económico genere en las zonas andinas peruanas los mismos niveles de integración a los beneficios del mercado que se ven en el resto del país, ese fenómeno de derechización ocurrirá (véase, por ello, la votación de las zonas populares de Lima y la costa norte), pero mientras ello no ocurra, la derecha tiene allí un desafío político que afrontar. No tendrá viabilidad electoral futura si no hace suyo el mundo andino.

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andino, Pedro Castillo, sociología

UNO

Los monstruos no son gratuitos. Jamás. Y menos en una sociedad corrupta y desigual como la peruana. Ayacucho fue el culto de cultivo para tal efecto. Nos guste o no. Muchos tratan de encontrar en su infancia, el origen de su proceder. Ignorando que hay monstruos que nacen, justamente, desprovisto de bondad o con la maldad a flor de piel. Profesor de Filosofía lleno de visiones contrapuestas. Ególatra y vanidoso. Leyó a Mao Tse Tung y cuando pudo visitó China. Interpretó erróneamente que el Perú podría convertirse en una tierra llena de terratenientes, desterrando el capitalismo. Ridículo, por donde se le mire.

La historia siempre da respuestas. Las revoluciones, a excepción de la rusa; la del 49 y 59 se dieron en países netamente agrícolas. En los sesenta y setenta, todas las guerrillas, en Sudamérica, fracasaron rotundamente.

Si hablamos de violencia, la sombra de Pol Pot, se cernió sobre su figura. Y de ahí, las más de 70 mil víctimas de Sendero. La violencia era un medio para llegar al poder. Su ideología era la muerte y destrucción.

Mao Tse Tung se apoyó en el campesinado. Lo hizo parte de la revolución. Abimael, llegó después de la reforma agraria. Por ende, no había terratenientes. Entonces, aterrorizó a los campesinos. Usó la dicotomía malsana: Si no estás conmigo, estás contra mí.

 

DOS

Éramos adolescentes, con problemas de acné, en 1980. Uno de los hechos más relevantes fue que volvió la democracia, de la mano de Fernando Belaunde Terry. Cuya secuela directa, para nuestro regocijo, fue la aparición de revistas como Playboy y Zeta. El televisor aún era en blanco y negro, en muchos hogares. Vivía en Mangomarca, que se había construido para empleados del Seguro Social y Policías; era una urbanización mesócrata, llena de hileras de casas blancas.

Recuerdo los cerros colindantes y las torres de alta tensión. Una tarde de junio, iba a la bodega a realizar unas compras y, de repente, vi como explotó una torre. Estaba como a cinco cuadras de la explosión. Fue mi encuentro con el terrorismo. Tenía 16 años.

Así empezó en Lima: Derribando torres de alta tensión y dejándonos sin luz. A medida que pasaban los años todo se agudizo.

 

TRES

El Presidente nunca le prestó la atención debida. El retorno de la democracia, que empezó con buen pie, dio muestras de descalabro. En primer lugar, la llamada década perdida (en toda Latinoamérica) agudizó la crisis económica. No ayudó Manuel Ulloa, en absoluto, con sus desatinadas decisiones financieras. Para más inri, tenía encima la deuda contraída por los militares, la década anterior. Se llegó a destinar el 40% del presupuesto a pagarlas. El fracaso de la derecha peruana fue evidente.

El 85 salió elegido Alan García. Y llegó el acabose.

Muchas veces la literatura y el cine reflejan mejor que nadie la realidad. Siempre ha sido así. La policía y luego el ejército se vieron rebasados por el terrorismo. Cometieron actos deleznables. En 1988 se estrenó la película “La Boca del Lobo” de Pancho Lombardi. Se basaba en la masacre de Socos ocurrida en noviembre de 1983. Donde los policías mataron a una treintena de personas, que estaban en una fiesta de pedida de mano. Antes, violaron a las mujeres. En el 86 condenaron a once encausados. El réprobo de Fujimori los indultó el 95.

El 87, es un año clave, el Ejercito, cambió la estrategia, logró aliarse con el campesinado. Sin eso, nunca se hubiera ganado a las huestes de Abimael.

 

CUATRO

A finales de los ochenta, cuando se le antojaba, Sendero declaraba “Paro Armado”. Así, sin titubeos. Entonces la gente acudía con temor a trabajar. O no iba directamente. Recuerdo que donde vivíamos, había una farmacia, que estaba a 2 cuadras de la casa. Abrió en ese día. A la madrugada, los terroristas dinamitaron el negocio. Abimael y sus secuaces, ya entraban en los barrios de la periferia de Lima.

El ruido vibrante y constante de los generadores eléctricos eran un martirio en la Lima, de finales de los ochenta o inicios de los noventa. Bancos y negocios grandes compraban indiscriminadamente dichos aparatos. Mientras el hombre común, compraba velas, linternas y lámparas a kerosene. Las fiestas o cumpleaños terminaban apenas comenzaban. O se aplazaban, porque no había luz.

Todo cambia el 16 de julio de 1992. El atentado de Tarata, nos muestra que somos un país escindido. El terrorismo había ya matado decenas de miles en la serranía. Pero jamás importó demasiado o no quisimos darnos por enterado. Hasta que se dio el atentado en el centro del distrito, oligarca por excelencia.

Fue el golpe más mediático. Fue el inicio del fin.

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Abimael Guzmán, Terrorismo

El 5 de septiembre se celebró el Día Internacional de la Mujer Indígena. Es una fecha que reconoce la lucha de las mujeres de pueblos originarios por la igualdad y su constante contribución a nuestro país. Sin embargo, lo que obtuvo más relevancia fueron comunicados de mujeres feministas, académicas, funcionarias públicas y de ONGs exigiendo una agenda de género y cambios en el gabinete. A la vez en los últimos días el terruqueo ha llegado a su clímax con la muerte de Abimael Guzmán. La derecha se ha posicionado como la única víctima del conflicto armado exigiendo más sangre y criminalización, sorprendentemente apoyados por algunos grupos considerados progresistas. En estas discusiones no se ha escuchado la voz de las mujeres andinas o amazónicas tanto en las demandas feministas o en relación a A. Guzmán, a pesar que fueron las mujeres indígenas y sus comunidades los más violentados por el terrorismo de Estado y Sendero Luminoso. Una de esas voces silenciadas es Maria Sumire, mujer quechua, ex-congresista y autora de la Ley N. 29735 que regula el uso, preservación, fomento y difusión de las lenguas originarias del Perú.

Para las mujeres quechuas no existen oportunidades para contar sus experiencias sobre racismo y violencia económica. Sus experiencias son invisibilizadas por las experiencias de las mujeres privilegiadas. Parte de sus vidas transcurren en la organización colectiva, largas jornadas laborales en el campo e intentar vender sus productos a un precio justo. Sus voces no dominan la vida académica de universidades privadas ni se escuchan en intercambios de exposiciones en conferencias de alto nivel ni en los medios de comunicación. Para la derecha macartista, la voz de mujeres como Maria Sumire tampoco importa. Vivimos en un país que cuando la gente privilegiada se victimiza cuenta con los recursos para convertir su causa en parte de la agenda nacional y escoger al perpetrador según la pertinencia de su narrativa.

Maria es hija del legendario líder campesino Eduardo Sumire Qqelcca, el Tayta Awqatinku, quien fundó la Federación Departamental de Campesinos del Cusco (FDCC) y movilizó a miles de campesinos para recuperar sus tierras en los 60s y 70s. Eduardo Sumire permanece injustamente excluido de nuestra historia oficial pero su lucha sigue vigente en las comunidades campesinas. Maria lleva en la sangre y en la vida el ejemplo de su padre. Una organizadora por naturaleza. De muy joven fue trabajadora del hogar en casas en Cusco y expuesta, como la mayoría de trabajadoras de ese sector, a distintas formas de discriminacion y explotación. Con el valor que siempre la ha caracterizado agrupó a otras trabajadoras y fundó el primer Sindicato de Domésticas.

Las mujeres de nuestros pueblos originarios viven desde hace mucho tiempo las feroces consecuencias del terruqueo. A mediados de los 80s, Maria Sumire enfrentó un hecho que le cambió la vida. El alcalde del distrito de Pomacanchi, quien era un abusivo descendiente de terratenientes, había convocado a la comunidad de Huáscar para hacer una faena para el mantenimiento de una carretera. Fayna o faena es un trabajo comunal para el bien común. Como es costumbre los alcaldes dan refrigerio que consiste en hojas de coca, chicha y pan para sostener la dura jornada laboral. El alcalde se negó, y los faneantes decidieron paralizar la obra para tener una asamblea e informar que no recibirían el refrigerio. En plena asamblea aparecieron policías de la Guardia Civil encapuchados para detener a los dirigentes campesinos. “No sabíamos quienes eran, pero nos enteramos que el alcalde había denunciado diciendo que los campesinos estaban haciendo una asamblea para arrasar el pueblo de Pomacanchi y que eran terroristas”, recuerda Maria. Al contactar a grupos de derechos humanos le dijeron que no tenían tiempo para ayudarla. Cuando reclamó por sus derechos, la policía le dijo “para los indios no hay derechos humanos”. La impotencia ante la injusticia y ver como una mujer campesina yacia inconsciente llena de sangre por un aborto provocado por la policia, le hizo tomar la decisión de estudiar derecho.

Ingresó a la Universidad San Antonio de Abad en la ciudad del Cusco. Maria dice “me costó muchísimo terminar mi carrera. A veces no podía asistir a clases por mi trabajo de campo en el fondo rotativo de papa, comedores infantiles, alfabetización a mis hermanas de las comunidades que asesoraba como los Comités de Mujeres, Club de Madres en la provincia de Anta y en Quispicanchis. El viaje desde Sicuani a la universidad tomaba casi tres horas”.

Esa valentía de Maria Sumire y compromiso con su comunidad la llevó a ser congresista del 2006-2011 propuesta por las comunidades y no escogida a dedo. En 2006 Maria Sumire juramentó en su lengua materna. Por ejercer su derecho al idioma, Maria fue degradada públicamente por la entonces congresista fujimorista Martha Hildebrandt, lingüista y furibunda racista. “Aunque te saquen las tripas nunca llores delante del enemigo”, le había dicho su padre. La valentía y dignidad de Maria demostró la fuerza de la mujer andina en el mismo centro del poder político colonial. Se enfrentó a Hildebrandt y le encaró su racismo. Un par de congresistas mujeres le demostraron solidaridad pero la mayoría le criticó por “levantarle la voz” a la famosa lingüista. Una muestra de la hipocresía de mujeres privilegiadas que sistemáticamente han tratado de silenciar otras voces para mantener el orden social y económico, porque en el Perú las mujeres de pueblos originarios no tienen derecho al reclamo o la indignación.

Debido a que el feminismo es eminentemente urbano y centralizado en Lima, continúa siendo una vía limitada para la liberación de todas las mujeres. La cuota de género sigue siendo una demanda de mujeres de clase media. En un país donde la educación es un privilegio y los estereotipos racistas excluyen a mujeres profesionales en polleras y con trenzas, la cuota no resuelve desigualdades ni avanza los derechos de las mujeres de pueblos originarios. “Las mujeres campesinas a pesar de ser profesionales no somos consideradas por el racismo y la discriminacion. Nosotras no somos parte de los gobiernos” dice Maria. “Nuestra lucha es por la supervivencia, nuestra identidad cultural, acceso a derechos como la salud y educación, al territorio, seguridad alimentaria y mejorar nuestra economía local como la artesanía y el trabajo en el campo. Mujeres y hombres somos explotados en el campo. Nuestra lucha como mujeres debe empezar allí. Hay que trabajar para acabar con el machismo que también hay en nuestra comunidad pero sin silenciar la violencia racial y de clase.”

Después de hablar con Maria Sumire me queda más claro que el feminismo debe transformarse e incluirse en un movimiento anti-capitalista y antirracista de mujeres y hombres. Solo así empezaremos a desmantelar el patriarcado. Tupananchiskama o hasta que la vida nos vuelva a encontrar, Maria!

 

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Discriminación, mujer indígena, Oportunidades, Perú, Racismo

Muchas voces reclaman la aparición de un líder de la oposición que capitalice el descontento de un sector de la población con el gobierno y que galvanice y potencie los ánimos disidentes, que irán creciendo conforme el régimen se vaya deteriorando, producto de su inmensa mediocridad administrativa y desparpajo político.

Se habla, inclusive, de la necesidad de conformar un gabinete en la sombra que le respire en la nuca al oficialismo y vaya generando en la población la sensación de que hay mejores alternativas, o siempre las hubo, respecto de lo que está aplicando Palacio a trompicones, en medio de una confusión programática feroz (donde coexisten castillistas, cerronistas, caviares e improvisados, en un guiso políticamente indigesto).

Así, se menciona la posibilidad de buscar cuadros nuevos, distintos al establishment o elenco estable de la política de centro y derecha (mucho del que aparece en los mítines de Erasmo Wong), para que aglutinen fuerzas y reemplacen inclusive a quienes fueron candidatos presidenciales en la última jornada electoral (Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga, César Acuña, Yonhy Lescano, Alberto Beingolea, Daniel Urresti, etc.).

En verdad, no les falta razón a quienes creen que ya ese conjunto de figuras cumplió su ciclo y que la única forma de derrotar la aparición de una izquierda disruptiva (que hoy ha sido Castillo, pero que mañana puede ser Antauro Humala o Indira Huillca), es cultivar la presencia de figuras nuevas, fuera de la caja, novedosas.

Pero también es cierto que a estas alturas del partido, cuando aún existe absoluta incertidumbre respecto del rumbo que va a tomar el gobierno, si moderado, con un Castillo desprendiéndose de Cerrón y el Movadef y, por ende, de la Asamblea Constituyente, si acaso un Castillo manteniendo esa alianza y ese propósito, haciendo de su afianzamiento en el poder una herramienta para radicalizarse antes que para centrarse, es mejor mantener en ristre todas las fórmulas opositoras, cada una con su afán y su estrategia, funcionando libremente.

La oposición como un racimo, no como un puño único, parece ser la mejor manera de transitar esta fase de lucha política. Y en esa medida, bienvenidos los mítines de sábados y domingos, la radicalidad de cierta derecha, la oposición congresal, las organizaciones sociales populares, la manifestación principista de gremios empresariales, el rol mediático de denuncia -tan importante en estos días-, la aparición en la prensa de diversos líderes de ese amplio espectro que va del centro a la derecha. Todo suma, nada resta.

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descontento, Gobierno peruano, Oposición

Un reciente informe de Amnistía Internacional y el CMP Flora Tristán, titulado: “Las Mujeres que nos faltan” realizado en el marco de la Campaña Búscalas, vuelve a colocar en la agenda pública la preocupación por las mujeres desaparecidas. El estudio evidencia no sólo datos alarmantes, sino además testimonios de familiares que coinciden en visibilizar la indolencia de las autoridades frente a las denuncias y procesos de investigación que no cumplen con los estándares de la debida diligencia.

Entre los datos más impactantes tenemos que en el 2020 se registraron 18461 desapariciones, de estas el 63% corresponde a mujeres y el 62% fueron niñas y adolescentes entre los 12 y 17 años. Llama la atención la falta de información desagregada por edad y sexo para el 2021, por lo que es necesario fortalecer el Registro Nacional de Personas Desaparecidas – RENIPED, que es parte del Sistema de Búsqueda de Personas Desaparecidas que incluye, además, el Portal de Personas Desaparecidas y la Línea 114 (línea de atención telefónica).

El mencionado informe intenta visibilizar la peligrosa relación que existe entre las desapariciones de mujeres y la violencia de género. En cerca del 25% de los casos de feminicidios las víctimas fueron reportadas como desaparecidas. Del mismo modo, se alerta del vínculo que existe entre este crimen y otros como la violencia sexual y la trata de mujeres.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos en el 2009 a partir de la sentencia del Caso Campo Algodonero, estableció que los Estados tienen un “deber de debida diligencia estricta” frente a los casos de mujeres desaparecidas. Esto significa que las autoridades conociendo el nivel de vulnerabilidad en el que se encuentran las mujeres por el contexto de discriminación de género, tienen la obligación actuar de forma efectiva y rápida, ordenando medidas oportunas para dar con el paradero de la víctima, presumiendo que la persona se encuentra con vida y privada de su libertad, por lo que las medidas tomadas en las primeras horas son fundamentales.

Lamentablemente, los testimonios de los familiares y la experiencia del litigio de los casos reflejan que el Estado no cumple con su obligación de debida diligencia estricta; todo lo contrario, se encuentran serias deficiencias en su accionar lo que pone en riesgo la vida de las mujeres a la vez que expone a las familias a episodios de dolor, impotencia e indignación. La mayoría de ellas no se sienten acompañadas por el Estado, resienten la falta absoluta de empatía con sus casos, llegan a sentirse humilladas y abandonadas por un sistema que no responde a sus denuncias y a una búsqueda que – finalmente – tienen que emprender por su cuenta.

Urgen cambios para hacer frente a esta problemática, entre ellos un protocolo específico de actuación para los casos de desaparición de mujeres, la sensibilización de las autoridades (especialmente PNP y Fiscalía) y el fortalecimiento del Sistema de Búsqueda. Complementariamente a ello, se necesita establecer la desaparición de mujeres como una modalidad de violencia de género, promoviendo así su visibilización y políticas públicas integrales para hacer frente a este crimen.  “Las mujeres que nos faltan” ¡Búscalas!  es un grito para frenar la indiferencia, no dejemos de escucharlo.

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RENIPED

En el área. Ahí. En el corazón del área. En el corazón de todos. Jefferson Agustín Farfán Guadalupe, por su mamacita. El jugador histórico del primer gol a los neozelandeses. El gol del terremoto. El goleador del PSV Eindhoven, la joya de la volante del más poderoso Schalke 04. En algún momento, el jugador peruano más valioso del mundo. El diez de la calle, como le gusta llamarse a sí mismo. 

Tras veinte años de carrera y a poco de sus treinta y siete cumplidos, Jefferson Farfán era un jugar al borde del retiro. Durante un año no tuvo club, en el 2020. Las múltiples lesiones lo habían alejado por completo del fútbol mundial, poco después de Rusia 2018. Su centro de entrenamiento se volvió La Videna en Lima. Y al parecer Perú había perdido para siempre a su segundo goleador histórico.

Pero Alianza Lima, descendido y luego ascendido a primera en mesa, lo recuperó para la temporada 2021. Parecía que se cumplía la profesión que él mismo había pregonado en toda su carrera, retirarse en el club de su debut y de sus amores. La alegría duró pocos meses, pues aunque anotó un gol agónico y hasta las lágrimas en su primer partido de vuelta, se volvió a lesionar. 

Periodistas deportivos y entendidos del deporte lo daban no solo por retirado, sino incluso por casi paralítico. Sí. Se decía que Jefferson había sufrido un desgaste tal que si decidía volver a jugar el fútbol, podía quedar para siempre incapacitado de caminar. Muchos dijeron que Farfán debía decidir entre poder jugar pelota con sus hijos el resto de su vida o dar un último suspiro en el fútbol.

Como siempre, la prensa local vende en tonos amarillos. Jefferson se trató la lesión y siguió algunos meses de recuperación. Para callar bocas, ya ha vuelto a las canchas. Y no solo eso, ha sido decisivo en varios partidos para que Alianza saque victorias y se mantenga en la punta del campeonato actual. Hoy, el equipo que no debió jugar primera, está encaminado para llegar a la final. 

Sin embargo, Jefferson no juega noventa minutos. Sería imposible imaginarlo a su edad y con la fragilidad física actual poder competir en un partido completo. Incluso en el alicaido torneo local. Eso debería ser suficiente para sacarlo de cualquier opción de volver a vestir la camiseta de Perú. Porque en el verbo de Gareca, a la selección llegan los mejores futbolistica y físicamente.

Pero como todo en la vida, en el fútbol existen grandes excepciones.

La situación de la selección peruana de cara a Qatar 2022 pende de un hilo. Para ponerlo en sencillo: de los próximos tres partidos en una fecha triple exigente, necesita conseguir al menos cuatro puntos. Sino, está virtualmente eliminada. Es decir, ganar en Lima a Chile que viene muy venida a menos y no contará con Vidal, y al menos empatar con Bolivia en La Paz o con Argentina en Buenos Aires.

Nada de eso es imposible. De hecho, Perú ya ha conseguido esos resultados antes. Pero hay dos grandes deficiencias para lograrlo. La primera es la defensa, que no es parte de este análisis. Quedan varias semanas para evaluar el replantamiento de Gareca atrás. La otra es el ataque, principalmente la precisión en la última línea. Para nadie es una sorpresa que Perú hace tiempo no puede definir partidos.

Porque hace falta jerarquía. Carrillo y Cueva son dos jugadores ya entrados en años que, si bien son lo mejor de su generación de lejos (y gracias a Dios existen), no alcanzaron el temple definitorio de Guerrero y Farfán. O de Solano y Palacios, antes de ellos. Son jugadores que cumplen y cocinan a fuego lento partidos, pero cuando las papas queman y hay que matarlo, usualmente no concretan.

Ni que decir de Canchita Gonzáles, Raziel García, Gabriel Costa, Sergio Peña o cualquier otra alternativa. Todos son jugadores cuya jerarquía a nivel internacional no está comprobada o no ha estado nunca. El caso de Edison Flores es especial. En la eliminatoria pasada, fue ese jugador decisivo que dejó huella en varios partidos de vida o muerte, como contra Uruguay, Ecuador y Bolivia. Pero hoy, al parecer, ha perdido la brújula.

Entonces, ante la escasez de figuras de jerarquía que puedan llenar ese vacío, ahí está Farfán. Sin dudas debe ser convocado y el plan de obligatorio de Gareca será hacerlo ingresar los veinte últimos minutos contra Chile. Va a ser un partido cerrado, cargado de tarjetas amarillas y quizás rojas, duro en lo físico y excesivamente conflictivo. Se va a definir por alguna jugada aislada, como tantas veces. Esto ya se ha visto mucho y una vez más sería inconcebible que Perú regale alternativas así. Y Farfán, con toda su experiencia, ya lo ha hecho.

En una pierna, Jefferson es la mejor alternativa para el ataque peruano. No todo el partido, pero sí cuando la defensa chilena esté cansada y todo se defina por un tiro libre, una pelota filtrada, un córner, incluso un penal, alguna dividida. Ahí donde a los ansiosos Lapadula o Guerrero les quede sobrando. O donde a Carrillo le quemen las piernas y a Cueva le salga una de más. Farfán es frialdad y garantía. 

Jefferson debe estar convocado para la fecha triple de octubre. Porque sino, ¿quién más? Ormeño es un jugador para otra selección y Ruidíaz es para ninguna. Cuántas veces van a ser necesarias poner a Raúl los últimos quince o veinte minutos y que no haga nada, para confirmar su intrascendencia con la selección. La única vez que algo pasó fue ya hace muchos años, al inicio de la gestión de Gareca. De ahí en más, una absoluta sequía. 

Y a Farfán no le queda ya mucho tiempo. Esta es la última oportunidad para (volver) ir a un Mundial. El próximo proceso ya no lo incluye. Su retiro del equipo debe darse luego del 2022, junto con el de Paolo, y pasar a una siguiente generación. Ahí se alistan nombres aún de menor calidad, pero que necesitan una oportunidad desde jóvenes, como ellos tuvieron. Llámese Percy Liza. Entonces, el último respiro del goleador está cerca. Ahí, en el área. Por su mamacita. 

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fútbol peruano, Jefferson Agustín Farfán Guadalupe

La confianza dada por el Congreso al Ejecutivo es la principal razón de su estabilización política, reflejada en el crecimiento -aunque pequeño- que muestra en las últimas encuestas.

Según CPI, su aprobación pasa de 40 a 43.5%; Datum muestra un crecimiento de 39 a 41% y la más reciente, de Ipsos, revela que su tasa aprobatoria pasa de 38 a 42%. Coincidencia que marca una clara tendencia.

Algunas lecturas políticas de estos resultados: 1) La claudicación del centro (básicamente Acción Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú y Podemos) le ha dado un baño de legitimidad al gobierno, a pesar de que los índices de desaprobación del impresentable gabinete Bellido sigan siendo muy altos.

2) Se mantiene incólume la marcada diferencia entre Lima-Costa Norte y las zonas andinas respecto de la valoración política del régimen. Por ejemplo, según Ipsos, el 62% en Lima lo desaprueba y solo el 29% lo aprueba, mientras que en el sur el 57% lo aprueba y solo el 29% lo desaprueba.

3) Sucede lo mismo respecto de los niveles socioeconómicos. Mientras que en el sector A, 82% lo desaprueba y solo un 15% lo aprueba, en el E, el 55% lo aprueba y el 32% lo desaprueba. Una cabal demostración de que mientras la oposición se limite a unas cuantas marchas pitucas con el estrado lleno de políticos tradicionales, refuerza la hipótesis de partida de que esta es una confrontación entre ricos y pobres.

4) Si los despropósitos políticos del gobierno, la percepción de que Castillo no manda sino Cerrón, la cercanía de elementos filosenderistas, la presencia de ministros incompetentes, que haya tres titulares ministeriales con denuncias de violencia de género, no ha producido un colapso en la aprobación del régimen, quiere decir que no basta la labor de la prensa -que ha sido la principal portavoz de tales denuncias- para afectar al gobierno, sino que se requiere de un perfil político opositor que le saque partido a los gazapos del gobierno y los empiece a capitalizar.

5) Dado ese panorama, se empieza a desinflar la expectativa de una vacancia express. Mientras la oposición política claudique respecto de sus obligaciones básicas de fiscalización de un gobierno atrapado en su mediocridad, no pasará nada y tendremos que soportar, en el mejor de los casos, cinco años de medianía y de deterioro, y, en el peor, un escenario de descalabro democrático perpetrado por el propio régimen, con la fatal anuencia de una clase política moralmente enclenque.

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Cuestión de confianza, filosenderistas

Durante el segundo trimestre de este año, Estonia, ex país comunista, superó el PBI per cápita de España. 30 años de políticas liberales y de modernización han llevado al país báltico a ser un caso de éxito. ¿Cómo lo logró?

Estonia fue conquistado por la Unión Soviética en 1939. A principios de los noventa, se vivía una situación familiar a la de muchos países comunistas: su sector industrial estaba en ruinas, los salarios reales se habían reducido a la mitad, la inflación era incontrolable y los alimentos, escasos.

En 1993, el historiador Mart Laar se convirtió en primer ministro. Laar mencionaba con frecuencia que, para ese momento, el único libro de economía que había leído era “Libertad para elegir”, de Milton Friedman. Desde la gestión de Laar, se implementaron una serie de medidas de libertad económica que lograron pasar de una economía centralizada y estatal a una economía de mercado dinámica, con una tasa de crecimiento anual del PIB de 4,02% en promedio, por encima del promedio europeo. Veamos algunas de las medidas que se implementaron. 

    • Impuestos simples y atractivos: Es decir que, independiente de lo que gane un trabajador, la tasa de impuestos es siempre 20%. Las empresas son sujetas a un sistema bastante atractivo, ya que los impuestos se pagan solo cuando se han distribuido los beneficios (cuando se pagan dividendos, por ejemplo), incentivando así la reinversión por parte de las empresas. Las empresas pagan solo 20% de impuestos, y estos pueden ser reducidos hasta 14%.
  • Tecnología y bajos niveles de corrupción: Estonia es el único país donde el internet es un derecho garantizado en la Constitución. Son líderes en el llamado “gobierno electrónico”, y la mayoría de los trámites gobierno-ciudadano se hacen a través de internet, reduciendo costos y burocracia. Crear una empresa, votar, o adquirir un pasaporte son todos tramites que pueden hacerse de manera virtual. El alto nivel de digitalización ha llevado también a altos niveles de transparencia. Entre el 2003 y el 2020, el ex país comunista mejoró 20 puestos en el índice de corrupción global. Se estima que la digitalización les ahorra el 2% del PBI en sueldos y gastos. 
    • Facilidad para hacer negocios: Estonia ostente el récord mundial de empresas emergentes por persona y está superando al resto de Europa. Esto se debe a que es muy fácil crear una empresa: todo puede hacerse de manera digital, los impuestos son bajos, las declaraciones de impuestos se realizan en menos de 3 minutos y los dividendos pagados a los no residentes no están sujetos a retención de impuestos.
  • Política macroeconómica responsable: esto no debe sorprender, pero Estonia es el país con menor endeudamiento de Europa, y ha mantenido en los últimos 30 años políticas fiscales saludables.

Adicional a todas estas buenas prácticas, Estonia es un país con políticas avanzadas en términos de igualdad de género, y de hecho este año se volvió el primer país del mundo en tener tanto presidente como primera ministra mujer. El país báltico ostenta el puesto #8 en el índice de libertad humana, por encima de Alemania, Suecia, Finlandia y Noruega, siendo su puntaje más fuerte en libertad personal. Es, además, el único país ex soviético que acepta las uniones civiles entre personas del mismo sexo y reconoce matrimonios realizados en otros países.

Envidiable, pues, lo de Estonia. Ojalá en el Perú podamos acercarnos más a las ideas y políticas que han llevado a este país a la prosperidad, y menos a políticas controlistas que restrinjan no solo la libertad económica, sino también la política y humana.

*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.

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