Opinión

[AGENDA PAÍS] Como peruanos orgullosos de nuestro legado, mi esposa y yo siempre tuvimos el plan de conocer Choquequirao, ciudadela del último inca, localizada a 3100 m s. n. m. en el Cusco, en el límite con Apurímac. Así que, aprovechando vacaciones, nos enrumbamos hacia la ciudad imperial a la cual llegamos vía aérea a principios de la tarde. Como a mí me choca un poco el primer día en altura, decidimos tomarnos el resto de la jornada con tranquilidad, pasear un poco y comer ligero.

Al día siguiente, y como aclimatación a la caminata que nos llevaría a Choquequirao, visitamos el valle sur donde conocimos una imponente y poco promocionada obra de ingeniería hidráulica inca llamada Tipón, la ciudadela Huari de Pikillaqta y la iglesia barroca de Andahuaylillas. Todo listo entonces y a dormir temprano porque nos recogen a las 5 de la mañana para empezar nuestra aventura camino a Choquequirao.

El tour que tomamos consistió en 4 días de caminata ida y vuelta, sin embargo, en este relato, recomiendo acomodar la ruta a 5 días, tanto para balancear el esfuerzo físico como para disfrutar más en la ciudadela de Choquequirao.

A las 5 a. m. en punto, nuestro guía Paul pasó por nosotros y nos enrumbamos por la carretera hacia Abancay. En la ruta, aprovechamos para visitar las ruinas de Saywite, donde se encuentra la piedra del mismo nombre, la cual tiene grabadas distintas costumbres de la vida de nuestros ancestros, así como habitaciones, andenes y figuras antropomorfas. Una réplica de esta piedra se puede ver en la av. Camino Real de San Isidro en Lima, esquina con Pezet. Luego de más o menos 5 horas, llegamos a Capuliyoc, que es desde donde se inicia la caminata a Choquequirao.

En ese lugar nos esperaba nuestro arriero Ronaldinho, un muchacho muy simpático que nos acompañó todo del trayecto, poniendo las mochilas encima de una mula y con un caballo de emergencia, en caso se requiera. Como también hay caminantes solitarios, una muchacha de Ayacucho, Edith, también con la ilusión de llegar a Choquequirao, se unió al grupo y nos acompañó todo el trayecto.

Luego de registrarnos en el módulo del Ministerio de Cultura empezamos los 7 km, todos de bajada, que nos llevarían a nuestro primer destino, Chiquisca, caserío a unos 2000 m s. n. m. en ceja de selva, condiciones que permiten cultivar tanto bananos y paltos como maíz. Llegamos a eso de las 2 de la tarde después de unas 3 horas y media de caminata, con algunas picaduras de mosquitos, incipientes ampollas y una inoportuna picadura de avispa en el brazo de mi esposa que el alcohol a 95 grados pudo rápidamente atenuar.

En Chiquisca nos alojamos en unas habitaciones que los pobladores de la zona han acomodado para los visitantes, pero también se puede acampar y se ofrece además alimentación. La sopa de olluco, de campeonato. La vista desde Chiquisca, a media montaña, permite ver tanto el cañon del Apurimac, su río, la frondosa vegetación de la zona y nevados eternos que nos vigilan y protegen a la vez. Aprovechamos la tarde para reponer energías, una buena ducha fría y a dormir, ya que, al día siguiente, muy temprano, continuaría la aventura.

Antes de las 6 a.m. iniciamos nuevamente la caminata, primero continuando la bajada del día anterior por poco menos de una hora (2 km) hasta llegar a la Playa Rosalina, desde la cual se cruza un puente para pasar de Apurímac al Cusco. Aun cuando muchos turistas acampan allí por haber amplios espacios y la comodidad de los escasos 1400 m s. n. m., la batería de mosquitos que aprovecha el agua y el calor de la zona es impresionante. Harto repelente es más que necesario.

Después de un breve descanso iniciamos el ascenso hacia Marampata, caserío a 2900 m s.n.m., que sería nuestra base para la segunda noche. Desde la Playa Rosalina hasta Marampata, todo es subida, en un zigzag interminable de 5 km luchando contra el sol, los mosquitos y la sed. De allí que la hidratación en todo el camino es vital, no solamente es necesario llevar mucha agua sino también energizantes en polvo (para mezclarlos con agua) o las gomitas que comen los maratonistas.

Cuando llegamos a Marampata fue un gran alivio, 5 horas de pura pierna con un par de paradas para descansar, la más importante en Santa Rosa Alta donde se puede usar el baño, asearse y comprar refrescos o agua. En Marampata dejamos nuestras cosas, comimos una nutritiva sopita de quinua y con las mismas continuamos la caminata para llegar a Choquequirao.

Decía al comienzo de esta crónica que nuestra recomendación es que la caminata se haga en 5 días en vez de 4, por ello que, en este segundo día, es mejor no continuar a Choquequirao sino descansar en Marampata y al día siguiente (el día 3) salir temprano a Choquequirao, pasar todo el día y regresar para nuevamente dormir en Marampata.

Nosotros no lo hicimos así, sino que continuamos hacia Choquequirao el segundo día, lo que supuso otros 3 km de subidas y bajadas, pero con la recompensa de que 2 horas después ya estábamos ingresando en esta ciudadela inca. Lo primero que divisamos fue el descubrimiento de nuevos andenes, que por su cantidad hacen suponer que hubo una población importante en esa época. Ya entrando a la ciudadela, se bordea unos andenes de piedra perfectamente construidos que nos dirigen hacia la plaza principal.

Allí, en la plaza principal de Choquequirao, se siente la misma energía que en Machu Picchu, aquella inexplicable que te llena el alma de regocijo y los ojos de un puñado de lágrimas. En esta plaza, uno se encuentra en la cima de la ciudadela, con vista a los cuatro puntos cardinales, teniendo a la espalda un complejo de habitaciones de la nobleza inca y al frente, lo que sería un templo de adoración.

El plan era visitar la cima y regresar al día siguiente para conocer la parte oeste, donde se encuentran otros andenes con 24 representaciones de llamas en piedra blanca, pero nos llegó el segundo aire y decidimos hacerlo esa misma tarde. Qué emoción tan grande ver a las llamitas en piedra, las 24 mirando hacia el norte y una de ellas, mamá llama, con su hijita llama al costado.

Ya se acababa la tarde, era momento de empezar el retorno a Marampata porque se venía la noche. El regreso fue retador, casi todo de noche y realmente cansados, pero valió la pena el esfuerzo, nos esperaba una buena ducha caliente, una rica cena preparada por Michael, el dueño del hospedaje y una cama cómoda donde descansar.

El tercer día, ya sin apuro, emprendimos la caminata de regreso por el mismo camino, tuvimos incluso tiempo de refrescarnos en el río Apurímac hasta llegar a Chiquisca, donde nuevamente pernoctamos. Al día siguiente, muy temprano (para que no nos pegue el sol), partimos nuevamente, esta vez de subida por 5 horas más, para terminar esta aventura donde comenzamos, en Capuliyoc.

En este hermoso trayecto a Choquequirao nos acompañaron siempre los Apus, (que nos protegieron todo el camino), los amaneceres y atardeceres de intensos colores, el cielo estrellado repleto de constelaciones que casi podíamos tocar y la amabilidad y generosidad de nuestra gente, a la cual, con profundo cariño, le retornamos nuestro respeto y gratitud.

Ya pronto vendrá el teleférico, planificado para el 2026, se hará más fácil acceder a Choquequirao y mi esposa y yo, con unos años más, regresaremos con nuestros nietos para ver qué otras maravillas se habrán develado en esta ciudadela inca. Pero estos 4 días de caminata por los senderos de ceja de selva del cañón del Apurímac quedarán por siempre en nuestra memoria y en nuestros corazones. ¡Gracias Perú!

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Apurímac, Apus, Capuliyoc, Chiquisca, Choquequirao, Marampata

Exultante, el vocero de Perú Libre, Flavio Cruz, declaró que la izquierda puede llegar a tener 70 votos para conquistar la Mesa Directiva del Congreso. La verdad es que sumando a las cuatro bancadas de izquierda, Perú Libre, Bloque Magisterial, Perú Bicentenario y Cambio Democrático, más un sector de la guardería de Acción Popular, Somos Perú, Podemos y no agrupados, llegarían, hasta el momento, a 62, pero, en todo caso, es una candidatura que con un golpe de suerte y buenas negociaciones podría aguarle la fiesta a la derecha, en principio mayoritaria en el Parlamento.

Por ese temor es que se apreciaron declaraciones acomedidas hacia la figura de Waldemar Cerrón por parte de congresistas como Hernando Guerra García (Fuerza Popular) o Alejandro Cavero (Avanza País), pero ayer, el portavoz extraparlamentario del fujimorismo, Micky Torres, zanjó a medias la incertidumbre al señalar que Fuerza Popular jamás respaldaría a Perú Libre para la presidencia o primera vicepresidencia de la nueva mesa directiva (no aclaró si para otras vicepresidencias ello sí era factible).

Lo cierto es que el centro y la derecha, que tienen la mayoría formal del Legislativo, no deberían abrirle la cancha a los derrotados del 7 de diciembre del 2022, comparsas del nefasto gobierno castillista y azuzadores de la desestabilización. No es un tema de principismo obtuso. Eventualmente, para una mesa directiva congresal sí es admisible un pacto plurideológico, pero en este caso, el mismo es inaceptable en la medida que se le estaría concediendo un triunfo a quienes casi llevaron al país a su colapso político, social y económico.

Al final de cuentas, la mesa directiva no es tan relevante, como sí lo es la Presidencia, que ejerce un papel decisorio en los temas que se ponen en agenda, pero aún a pesar de ello, el llamado bloque democrático debe hacer todo lo posible para reagrupar fuerzas y evitar que de Acción Popular, Somos Perú o Podemos haya migración interesada hacia la izquierda. Con la misma generosidad con que pensaban conquistar a Waldemar Cerrón, deberían tratar a las bancadas díscolas que por no recibir nada son capaces de aliarse al extremismo izquierdista.

En el desenlace que la crisis política tenga en los meses y años venideros influirá mucho lo que ocurra en el Congreso. Tener una Mesa Directiva de izquierda sería el primer paso hacia la anarquía.

 

 

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Acción Popular, Alejandro Cavero, Congreso, Hernando Guerra García, Micky Torres, Perú Libre, Somos Perú, Waldemar Cerrón

[EL CANCERBERO] El crecimiento actual de las autocracias se revela de dos formas:

La primera es la influencia que estados autocráticos como China y Rusia ejercen sobre países que por distintas razones se acercan a su órbita. Es posible que deseen obtener beneficios económicos a través de grandes inversiones y preferencias comerciales. También pueden buscar formas de colaboración que los ayude a perpetuarse en el poder, como por ejemplo apoyo militar, tecnologías de vigilancia, técnicas cleptocráticas, tácticas de propaganda, entre otras.

La segunda forma se revela a través del proceso de degradación de estados democráticos que no necesariamente desean acercarse a esa órbita. La influencia se da a través de narrativas y propaganda que por un lado favorecen ataques a las instituciones que sostienen la democracia, erosionando las normas democráticas y por otro, atizan las llamas de las guerras culturales, generando polarización. El modelo autocrático o autoritario se vuelve atractivo, lo cual influye en la elección de líderes y partidos abiertamente antidemocráticos en países de relevancia global como EE.UU., Alemania, India, Polonia, Hungría, Turquía entre otros.

¿Qué hay detrás del aumento de las prácticas autocráticas y la pérdida de creencia en la democracia?

A diferencia del siglo veinte, actualmente no son las ideologías las que impulsan la atracción por las autocracias, son más bien otros los factores. Wolf propone tres:

Primero, la globalización y la crisis económica del 2008 han generado el deterioro de los ingresos de clases medias y trabajadoras del mundo desarrollado, lo cual los ha llevado a desconfiar de las instituciones que gobiernan sus países y las personas que las lideran.

Segundo, los trastornos sociales causados por la migración, la afirmación de los derechos de las minorías étnicas, de las mujeres, así como los de las minorías sexuales, han generado una sensación de inestabilidad que lleva a muchos a la nostalgia de un pasado más familiar y predecible.

Tercero, esta situación genera una oportunidad para políticos que deseen captar a este grupo de votantes con una retórica populista y autoritaria que ofrezca un retorno al pasado, mejorar su economía y una posible revancha frente a los que sienten son responsables de su situación. Lo resume muy bien la frase “Make America Great Again” de Trump.

Para Applebaum, el factor unificador que explica el proceso es la desilusión con los cambios económicos, culturales y sociales.

¿Qué es lo que acelera este proceso?

La respuesta es clara: Las redes sociales son la pieza fundamental detrás del crecimiento de las tendencias autocráticas al permitir la constante presencia de posiciones extremistas que contribuyen a la polarización en la que vivimos.

El riesgo que se genera es que cuando la mitad de una sociedad polarizada gana un proceso democrático, la otra mitad no reconoce su derecho a gobernar.

¿Qué se puede hacer ante esta situación?

Applebaum hace varias recomendaciones:

Primero, regular a las redes sociales para que sean transparentes respecto a los algoritmos que gobiernan la difusión de la información. Segundo, adaptar las instituciones democráticas a la realidad actual. Tercero, reformar las normas electorales de manera que se restrinja la influencia del dinero en la política. Cuarto, priorizar la educación pública para fomentar el entendimiento cívico. Quinto, contrarrestar el impacto de los regímenes autocráticos neutralizando la influencia que las empresas chinas y rusas tienen en las empresas occidentales.

Dados los desafíos planteados por el poder político e influencia económica china y rusa, tanto Wolf como Applebaum consideran necesario se inicie un desacoplamiento estratégico del eje sino ruso cuanto antes.

Concluyen resaltando lo importante que es recordar que las libertades que se encuentran salvaguardadas en las sociedades democráticas se pierden en las autocracias y son muy difíciles de recuperar. Solo miremos a Venezuela o Nicaragua como ejemplos de esa posibilidad.

Twitter: @rafaelletts

 

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Anne Applebaum, autocracias, Globalización, Martin Wolf, Trump

[EMPRENDE] En las últimas décadas, desde finales del siglo pasado, el mundo ha cambiado sustantivamente, la economía global ha configurado un modo de vida que ha condicionado de distintas formas a las sociedades existentes en todas partes, las conductas y enfoques de convivencia se rigen por individualismos e historias que transcurren en tiempos reales y las particularidades que los pueblos generan, está entre los hermetismos culturales de algunas poblaciones o la aculturación total y disposición al cambio total. Clara realidad que la globalización ha permitido.

Estos fenómenos de cambio también se han trasladado al tema de las movilidades humanas y claro, las fronteras se han acortado, tanto internas como exteriores. Hace algunos años el considerar las migraciones internas como objeto de estudios era tener en cuenta la generación de redes sociales, aquellas redes que eran el componente más importante para el crecimiento, asentamiento y desarrollo de grupos humanos que se beneficiaban de un tipo de capitalización que significaba el posicionamiento en un mercado que era descubierto y los primeros emprendimientos utilizaban este tipo de estrategias. Esta estrategia generaba un impacto en la economía.  La red social vista como un instrumento de interacción con un claro objetivo: capitalizarse. Al acercarse los países con el traslado continuo de las personas a través de las fronteras y la movilidad continua que la coyuntura general obliga, las redes sociales tienen otro significado y siendo aún una estrategia, el objetivo de generar cambio es mucho más ambicioso, efectivo y global.

No es un secreto entonces que hoy en día, las redes sociales juegan un papel muy importante en casi el 80% de las personas, de alguna u otra forma, y por supuesto esto también esta impactando en la economía. Supongo que estas redes sociales le han dado un giro de 360 grados al manejo del mercado o marketing. Las redes sociales, ahora son más que una estrategia, más que una herramienta, las redes sociales son un aliado no solo para las empresas, sino también para los negocios y para los clientes, pues establece una firme conexión entre ellos. Considerar las redes de mayor impacto ahora es casi una obligación y creo que nadie puede estar ajeno a ello, no hay componente cultural que lo impida y el impacto en la economía está en el Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, LinkedIn y YouTube. La influencia es fuerte.

No podemos negar que la tecnología ahora tiene un rol dominante en la sociedad. La interacción social ha cambiado y es mediante las redes, lo que permite a las empresas poder vender, distribuir y promocionar sus productos o servicios; con mayor facilidad y sobretodo mayor alcance. Si bien es cierto un gran número de usuarios de las redes de las distintas plataformas, las usan para un tema personal, amical y familiar, estos mismos no son ajenos desde la experiencia diaria a utilizar estas mismas redes para comprar o vender algo. La capitalización va no de las redes humanas sino de las redes tecnológicas. Ojo con eso.

En estos momentos, podemos afirmar que la economía y las redes sociales van juntas, convirtiéndose ambas en un modo de vida en las personas en tanto empleados, emprendedores, amas de casa, en fin, de todo aquel que sea consumidor de algún producto, es decir, todos, se desenvuelven en clara aceptación de esta nueva forma de interacción. Muchos de nosotros deberíamos seguir esa corriente.

Entonces comencemos a considerar esta economía como una economía de redes donde se visualiza un sistema de producción, intercambio y consumo que está utilizando la tecnología en su modo más moderno y se nutre de la información y comunicando en red. Es decir, la economía tradicional ha cambiado, se ha transformado, ahora con el uso del internet la virtualidad genera y fortalece la producción, el intercambio y por ende el consumo. Sin duda, estas redes tecnológicas de información y comunicación han logrado la conexión de mercados y personas de manera más efectiva y algunas veces eficiente. Dando lugar a formas más simples y sencillas de intercambio de propiedad entre compradores y vendedores. Los costos, la inversión, los mercados, los proveedores y sobretodo los usuarios superan las limitaciones de los mercados en espacios físicos limitados.

Sin embargo, es importante hacer una precisión, debemos tomar en cuenta que no es lo mismo pensar en una economía digital que pensar en una economía de redes, pues la economía digital es un sistema de transacciones económicas puramente digitales; al comprar un producto por internet, por ejemplo. Otra cosa es cuando en una economía de redes las personas o las organizaciones transan económicamente pero el servicio es físico. Por ejemplo, los taxis por aplicativo. Clara diferencia que permite entender que en este mundo cambiante las opciones se siguen dando y las lecturas y aplicación de la sociedad aún sigue siendo importante. Este tema tiene para rato.

 

 

 

“Un partido nuevo” responde la gran mayoría de la ciudadanía, respecto de por quién votaría en una nueva elección congresal, de acuerdo a la última encuesta de Ipsos publicada en Perú21.

Un 28% responde así, por un partido nuevo, 11% por Fuerza Popular, 6% por Perú Libre, 5% por Acción Popular (¡increíble!), 4% por Avanza País, 3% por Alianza por el Progreso, 3% por Renovación Popular, 3% por el Partido Morado, 2% por Somos Perú, 2% por Juntos por el Perú y 1% por Podemos.

La encuesta no lo plantea, pero no sería excesivo atribuir que semejantes resultados ocurrirían también si se preguntase por la elección presidencial. La gente está harta de la partidocracia vigente, aquella instalada principalmente en un Congreso absolutamente desprestigiado.

Es un mensaje para los actores políticos de centro y de derecha que pretenden encaramarse en el poder en las próximas elecciones. Los del statu quo, que se unan, para evitar la dispersión. Por el lado de la derecha, que vayan juntos Renovación Popular, Avanza País, el Apra y Fuerza Popular. Por el centro, que se alíen Alianza para el Progreso, Somos Perú, los morados y Podemos.

Y los nuevos partidos, liberales la mayoría de ellos (en este segmento del espectro ideológico), deberían repensar cuidadosamente si les corresponde ir como parte de un gran frente centroderechista o, más bien, ir por la libre. Por lo que señalan las encuestas, no les conviene en absoluto unirse al statu quo sino, más bien, marcar su propia agenda. Eventualmente, pueden unirse entre partidos nuevos (no se entendería que Rafael Belaunde no converse con Carlos Espá, por ejemplo, o inclusive con Jorge Nieto, tres precandidatos absolutamente nuevos como tales, si al final todos logran la inscripción, cosa que hasta el momento solo ha conseguido Libertad Popular).

A todos convendría que las elecciones fueran el 2026, porque les daría más tiempo para instalarse en el imaginario popular y adquirir cierta vigencia, y en general, ello ayudaría a fijar cierta estabilidad  política en la agitada vida nacional, pero lamentablemente, los errores del gobierno y del Congreso, contribuyen a pensar que puede llegar un momento de ruptura del orden establecido y forzar a elecciones adelantadas (escenario deseable si efectivamente nada cambia en los dos poderes del Estado). Los partidos nuevos, en todo caso, deben actuar también en función de ese eventual desenlace.

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Carlos Espá, centroderechista, IPSOS, Jorge Nieto, partidocracia, Rafael Belaunde

[TIEMPO DE MILLENIALS] El sábado se desarrolló la Marcha del Orgullo, y fue un éxito rotundo. Hace tiempo no se veía en Lima una marcha tan multitudinaria, después de unos años de apatía política, donde ni las marchas del «fraude», vacancia, o en protesta por la vacancia de Pedro Castillo tuvieron este poder de convocatoria en la capital.

La jornada se vivió como una verdadera celebración, llena de carros alegóricos, performances, y incluso conciertos en vivo de diversos artistas. Se pudo ver a muchas familias con niños participar en la marcha y celebrar el mes del orgullo, además de exigir avances en temas de derechos para los individuos de la comunidad.

No existe causa más liberal que la que aboga por que todos los ciudadanos de un país tengan igualdad ante la ley. Hoy, la comunidad LGTBQI+ en el Perú está muy lejos de gozar de dicha igualdad. Las parejas del mismo sexo en el Perú no pueden casarse, ni afiliar a su pareja como derechohabiente en su seguro de salud, tienen dificultades para dejar una herencia, abrir una cuenta en el banco, pedir un crédito hipotecario, entre otras cosas. Su proyecto de vida se encuentra totalmente limitado en nuestro país.

Lo más desesperanzador es que pasan los años, y las movilizaciones, pero no se ven avances en materia legislativa. El actual Congreso no ha podido ponerse de acuerdo ni siquiera para la ley de Unión Civil, ya ni hablar del matrimonio igualitario.

Durante la marcha, diversas personalidades políticas pertenecientes al progresismo se hicieron presentes e incluso salieron a hablar. Congresistas de izquierda como Ruth Luque, Susel Paredes, o la progresista Flor Pablo Medina. ¿Y los liberales? No se supo mucho de ellos.

A pesar de ser la igualdad ante la ley, y las libertades sociales tanto como las económicas banderas del liberalismo clásico, en el Perú los pocos liberales que hay les dejan el terreno vacío a las voces de izquierda, para que estas de adueñen de las libertades sociales. Así la derecha pierde la oportunidad de mostrar una cara moderna, que empatice con los jóvenes que buscan voces que apoyen causas como esta. Según la más reciente encuesta de Ipsos, el 44% de los jóvenes de entre 18 y 25% años apoyan el matrimonio entre personas del mismo sexo, siendo este el grupo etario donde más aceptación tiene dicha propuesta.

Ya vimos el sábado que la cantidad de gente que asistió a la Marcha del Orgullo no fue menor, e incluso logró movilizar más gente que la mayoría de las marchas convocadas por el conservadurismo. En regiones poco a poco el movimiento LGTBQI+ comienza a manifestarse. Y los liberales, ¿les van a regalar las causas de libertades sociales a la izquierda?

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Congreso, Flor Pablo Medina, IPSOS, LGTBQI+, Marcha del Orgullo, Pedro Castillo, Ruth Luque, Susel Paredes

[LA COLUMNA DECA(N)DENTE] Hace poco, desde España, el primer ministro Alberto Otárola anunció el fin de la crisis y el ingreso del país a un “proceso de pacificación”. “En este momento no existe una sola marcha de protesta, ni un camino bloqueado”, sentenció enfático. Pero a qué “pacificación” se refiere. Usualmente, se la entiende como los esfuerzos de un gobierno para poner fin a los conflictos sociales. Lo que implica buscar soluciones pacíficas mediante el diálogo, la negociación y el acuerdo con los adversarios que lo cuestionan con el objetivo de restablecer el orden y la estabilidad social.

Por el contrario, la “pacificación”, implementada por el gobierno, encubre acciones represivas y violaciones de los derechos humanos de cientos de ciudadanos que se movilizaron en su contra desde diciembre del año pasado. En lugar de buscar soluciones pacíficas y fomentar el diálogo, el gobierno recurrió a un uso desproporcionado de la fuerza pública como un instrumento para acallar a sus opositores. ¿No son acaso las detenciones arbitrarias como lo sucedido en el campus de la Universidad San Marcos o las ejecuciones extrajudiciales cometidas por las fuerzas del orden estrategias que buscaron generar un clima de temor y desaliento, con el objetivo de desmovilizar y controlar a la población, limitando su participación en manifestaciones de protesta?

Esa “pacificación” se sirvió de un discurso que estigmatizaba a los manifestantes. El “terruqueo” fue la punta de lanza del mismo, el cual buscó desacreditarlos o “demonizarlos”, presentándolos como elementos violentistas y perturbadores del orden público o como integrantes de Sendero Luminoso. Además, como parte de esa narrativa, se sostuvo que las movilizaciones eran financiadas por el narcotráfico y la minería ilegal. Pese a que la canciller Ana Gervasi señalara que el gobierno no cuenta con “ninguna evidencia” de que fuera así, hoy por hoy, el primer ministro Otárola sigue sosteniendo lo mismo. Con lo cual se trata de justificar, una vez más, la represión policial y militar sin mayor control.

Asimismo, tal “pacificación” es percibida por la ciudadanía como violatoria de los más elementales derechos humanos. Han transcurrido seis meses desde las primeras ejecuciones extrajudiciales cometidos y la investigación de las mismas no avanza con la celeridad que la situación requiere. No está de más mirarnos en el espejo europeo. Esta semana en Francia, un policía asesinó a un adolescente francés. De inmediato, sus conciudadanos se movilizaron en Paris y otras ciudades exigiendo justicia. El policía, una vez detenido, pidió perdón a la familia del menor ejecutado. El presidente Macron hizo lo mismo. A la fecha, las protestas continúan con tal grado de violencia muy pocas veces visto en lo que va del presente siglo. Cientos de manifestantes han sido detenidos y ningún otro ciudadano ha sido asesinado por la policía o el ejército.

Por último, pareciera que la única paz que se ofrece desde el gobierno, resultado de su mentada “pacificación”, es “la paz de los cementerios”. Expresión que se condice con lo dicho por la presidenta Boluarte: “¿cuántas muertes más quieren?”. La paz social no será fruto de la violación de derechos humanos ni de la impunidad. Por el contrario, es el resultado de la prevención y sanción de los delitos cometidos, del respeto irrestricto de los derechos humanos y del fortalecimiento de las instituciones encargadas de hacer cumplir la ley y no de su degradación.

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Alberto Otárola, Ana Gervasi, Boluarte, España, Macron, pacificación, sendero luminoso

La última encuesta de Ipsos publicada en Perú21, a propósito de las posibilidades electorales de Keiko Fujimori, trae dos malas noticias: Keiko puede pasar a la segunda vuelta, y en ella perdería irremediablemente contra el probable candidato de izquierda antisistema que el país está incubando.

Un 11% señala que definitivamente votaría por ella. Es el núcleo duro del fujimorismo. Y un 13% que podría votar por ella. Con una buena campaña tiene un techo de 24% que la colocaría definitivamente en la justa definitoria, como ha sucedido en los últimos tres procesos electorales.

Pero, a la par, hay un 61% que señala que definitivamente no votaría por ella. Casi dos tercios del país. Al respecto, ya es hora de deshojar el análisis político. No parece que estemos ante un antifujimorismo histórico, que crece o se mantiene en el tiempo, a pesar de los 23 años transcurridos desde los finales del gobierno de su padre, sino ante el rechazo a una lideresa política de segundo orden que carece de empaque doctrinario, liderazgo y, sobre todo, reacciones e iniciativas audaces que partan las aguas cuando el país requeriría su voz de guía.

Hay, sin duda, el mentado antifujimorismo, pero en verdad corresponde a un sector minoritario de la izquierda y la derecha liberales. Lo que predomina es el antikeikismo, cuya raigambre no es esencial ni acrítica, sino que obedece a la desastrosa actuación política de la mandamás de Fuerza Popular en los últimos lustros, desde el gobierno de PPK hasta los entripados corruptos, mediocres y autoritarios que su bancada vigente exhibe sin vergüenza.

Y el problema político de fondo es que ese sector poblacional es el que va a volver a impedir que Keiko Fujimori gane la elección. Y ella, con su sola presencia electoral, le resta votos a otra opción de centroderecha o derecha monda y lironda, que definitivamente tendría una mejor performance en una segunda vuelta electoral y alzarse con el triunfo, asegurándole al país el retorno ideológico que reencamine la nación hacia mejores rumbos que los actuales.

Keiko Fujimori debe retirarse de la política. Su presencia es tóxica y tapona el surgimiento de una derecha liberal, moderna y republicana, además de darle combustible a una izquierda que sin el fujimorismo al frente probablemente deje de existir o se evapore hasta la insignificancia.

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[EN EL PUNTO DE MIRA] En el país, sin duda alguna, la empresa brasileña Odebrecht creó una extensa red de corruptela al interior del Estado peruano. Una red que pasó por los gobiernos nacionales de Toledo y Humala, así como por los gobiernos de Jorge Acurio en Cusco y Félix Moreno en el Callao (todos implicados en actos de corrupción), así como en el de Susana Villarán en la Municipalidad de Lima. Todo ello no hace más que reflejar lo que se sabe, que “el roba, pero hace obra” y “la ley del más vivo” están aceptados como estilo de vida en nuestra sociedad. No solo en la política y en la economía, también en nuestra sociedad.

De arriba a abajo, de señor a paje. Está en todos lados. Uno manejando un auto, por cualquier carretera del Perú, se da cuenta de las coimas que se suelen dar los conductores —de todas las clases sociales— a los policías de tránsito. Otro caso, en el Perú, la meritocracia funciona mal o casi no funciona. La preparación, ya sea en universidades nacionales o internacionales, muy pocas veces es valorada. Más sirve la argolla, los contactos o el arribismo. Solo así se puede avanzar como persona en una sociedad peruana tan falta de una integración social positiva.

El desorden formó un orden. Sirve poco el diálogo, escuchar al otro. La calle, como una selva de cemento, campea nuestro sentido común de existencia. El ciudadano y las reglas son un estorbo, o solo funcionan de vez en cuando. Lo normal es sacarle la vuelta a la ley y transgredir las normas sociales de convivencia. Es el triunfo del estado de naturaleza de Hegel, en plena era moderna.

Parafraseando al Pablo Escobar de la serie de Netflix, el Perú —como sociedad— no piensa como un país rico, sino como un pobre con plata. Lo importante —cuando uno adquiere dinero— es la camioneta, la exhibición, el derroche, mas no la formación humanista o el conocimiento y el ahorro. Me atrevo a decir que la mentalidad capitalista es muy reducida en el país. Existen empresarios y aspirantes a empresarios mercantilistas. No arriesgan. Siempre quieren ir a lo seguro. Y lo más seguro —por lo general— es hacer negocios con el Estado o en el rubro de servicios. No hay pierde en ello.

A esta situación psicológica por la que pasa el país hay que combatirla con políticas efectivas de educación. Mal que bien, este sigue siendo en la mentalidad colectiva nacional un camino seguro para una sociedad más justa y con igualdad de oportunidades.

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