Opinión

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Sin embargo, no es este el tema que quiero tratar aquí, aunque todo lo que se diga en esta columna guardará siempre vinculación con la lectura. Quisiera comentar tres hechos puntuales. Este año, como recordarán, la Feria Internacional del Libro de Lima tenía como país invitado a México, pero un exabrupto político hizo que el señor López Obrador pateara el tablero y rechazara la invitación. Eso, felizmente no empañó el evento. La FIL se realizó de igual modo, con gran afluencia de público, buen nivel de ventas, pero eso sí, con la pena de no contar con el invitado, un país de poderosa tradición literaria.

El segundo hecho que quiero puntualizar es el siguiente: hacia fines de octubre, si mal no recuerdo, el Congreso de la República, en uno de sus pocos aciertos en materia de cultura, acaso el único, hizo que la exoneración al IGV al libro en el Perú fuera permanente, de modo que no se tuviera que pasar cada tres o cuatro años por la ordalía de renovarla. Motivos ajenos a la actividad editorial (los vaivenes en el precio del papel, por ejemplo) no han provocado quizá un reflejo inmediato en el precio de los libros, pero no deja de ser una buena noticia que se cuenta con ese respaldo legal. Lo pendiente: la devolución del IGV a los editores, sobre todo a los independientes, cuyo volumen de ventas es sustancialmente menor al de sus megacompetidores.

El tercer punto es la Feria Ricardo Palma, tradicional reunión de libreros que se realiza siempre en la parte final del año, en el parque Kennedy de Miraflores, su lugar natural, aun cuando en el pasado se intentaran otras locaciones. Hubo gran afluencia de público, actividades de interés y muchas novedades bibliográficas tanto locales como extranjeras. Como para no quejarse.

Finalmente, el Ministerio de Cultura realizó durante el año 2022 la Encuesta Nacional de Lectura, a nivel nacional y con una convocatoria masiva que llegó a casi 70 mil encuestados. ¿La magnitud del universo de esta encuesta la hará más confiable? Se espera que sí y ojalá que así sea. De cualquier forma será una herramienta útil para saber en qué situación estamos exactamente en materia de lectura. Por ahora solo un botón: el incremento de lectoría per cápita por año llega a 1.9, casi 2. ¿No es una buena noticia? Lo es, sin duda.

La pelea por la lectura tiene que librarse también en hogares y escuelas. Los padres deben comprender de una vez la importancia de formar el hábito lector en sus hijos, porque de esa manera estarán contribuyendo a construir futuros ciudadanos sensibles e informados; la escuela, por su parte, debe planear estrategias de lectura más realistas y que permitan una conexión más profunda entre el estudiante y la realidad nacional, sin perder de vista el aspecto lúdico y placentero que debe acompañar el gesto de tomar un libro entre las manos.

Si podemos decir que el 2023 fue un buen año para el libro y la lectura en el Perú, no debemos dejar de lado que hay muchas y más grandes tareas por delante. Sigamos trabajando por un país de lectores. No puede ser malo informarse, analizar, juzgar críticamente, interpretar y conocer más a fondo del mundo en que vivimos. Amén.

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Encuesta Lectura, feria del libro, IGV, Ministerio de Cultura

[PIE DERECHO] Hace un par de días escribí una columna señalando que la única manera de que el país recupere la confianza perdida en su mejoría, pasaba porque adviniese un régimen de derecha o de centroderecha y que la eventualidad de un triunfo de la izquierda nos llevaría a un hundimiento mayor en la crisis multisectorial que transitamos.

Varios amigos de izquierda que mantengo desde hace décadas me llamaron a recriminarme mi sectarismo y a mostrarme decenas de ejemplos de administraciones de izquierda que habían logrado prosperidad y desarrollo para sus países (muy puntualmente, fue mentada la experiencia de la Concertación en Chile).

De hecho, sí es factible admitir que puede haber gobiernos de izquierda económicamente exitosos, pero en todos los casos que ello ha ocurrido, ha sido porque han admitido previamente la vigencia de una economía de mercado, matizada, en el caso de los gobiernos de izquierda, por políticas institucionales y sociales más progresistas o liberales, pero que la mantenían como lecho rocoso.

Eso, lamentablemente no sucede en el Perú. Acá, un sector de la izquierda fue evolucionando favorablemente cuando, primero, abandonaron las tesis revolucionarias referidas a la captura violenta del poder, y reconocieron a la democracia como la única vía de ascenso al poder. Ello aconteció hace ya décadas. Pero ese proceso político no ha venido acompañado de un proceso equivalente en lo económico, donde superviven posturas populistas o estatistas, sin rubor ni empacho.

Ni siquiera el sector moderado de la izquierda peruanas admite políticas de mercado, pro inversión privada, pro empresa, pro libertades económicas. Y ello saltó más a la vista cuando esa izquierda se prestó, dócil y solícita, a los devaneos gubernativos del nefasto régimen de Pedro Castillo. Allí se le vio el verdadero calzón a la izquierda peruana.

Y junto a ello se aprecia también una involución de su progreso político, cuando se llena de remilgos para condenar las tropelías antidemocráticas de regímenes como el cubano, el venezolano y el nicaraguense. Se cimbran hasta el paroxismo para no llamar a las dictaduras en esos países como lo que son, poniendo de manifiesto -y ese es el problema- que no le harían ascos a la eventualidad de seguir los mismos rumbos en el Perú de acceder al poder.

Por todo ello es que la posibilidad de que la izquierda realmente existente en el país vuelva al poder el 2026, constituye una seria amenaza a la viabilidad política, económica y social del Perú.

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Crisis Multisectorial, economía peruana, izquierda peruana

[EN LA ARENA] En estos días de fiestas es casi imposible escapar de las ganas de hacer un balance del país. Las juntas con amigos y familiares nos muestran siempre que no es tan fácil vivir en un país tan obviamente complicado. Y la condición más clara, que nos han explicado hasta el cansancio, década tras década, diversos autores, es que disfrutamos el excluirnos radicalmente entre nosotros. Un ejemplo concreto y directo: actualmente sólo el 20% de nuestra economía es informal; sin embargo, más del 70% de peruanos (y en algunas regiones hasta el 90%) tiene un trabajo informal. De todos ellos, más de un millón de niños, niñas y adolescentes ha tenido que abandonar el colegio para empezar a trabajar así, informal o peor aún, ilegalmente, sufriendo el ser víctima de un trabajo forzado o sexual.

Mientras tanto, la presidenta que tenemos en este momento (contra la voluntad de la mayoría de peruanas y peruanos) ha dedicado todo el año a viajar al extranjero, fotografiarse con celebridades y llevar un saludo de paz. Mientras tanto, aquí ella es indiferente y deja hacer a su gabinete y al Congreso. En el proceso judicial en el que se encuentra por las masacres que con su conocimiento se perpetraron (otro caso clarísimo de exclusión y crueldad racial con el que empezamos el primer trimestre del año) ella, la presidenta, sólo guarda silencio.

Inspirada probablemente en el delirante presidente de El Salvador, su labor como presidenta se ha reducido (o concentrado, cómo se lo quiera percibir) al de la seguridad urbana. Para ello ha decidido, como su homólogo, quebrar leyes y sentidos básicos del derecho. Por lo pronto, su apuesta por dar el control policial de las calles a los militares parece no haber presentado cambio alguno. Ahora dotará de labores fiscales a los policías. Además de si reduce o no la violencia urbana, el problema es su impacto en la legislación y los antecedentes que nos deja, permitiendo que se pueda ejercer violencia de parte del Estado.

Casualmente, desde el año 2021, las cifras de tasa de homicidios en el Perú han dejado de aparecer en los estudios divulgados sobre los índices de criminalidad en América Latina por las Naciones Unidas. Sin embargo, si comparamos las cifras del año 2020 con las de este año difundidas por encargo de entidades del gobierno, podemos ver que el número de personas lamentablemente asesinadas ha disminuido notablemente. El año 2020 fueron cerca de 1900 y hasta la semana pasada el Sistema Informático Nacional de Defunciones había registrado menos de 1,100. Sin duda el índice de 6 por cada 100 mil habitantes debe haber disminuido y haber mantenido nuestra estabilidad en la región, en donde países como Colombia, Ecuador, México u Honduras, superan tasas de más de 25 hasta de 38 como alcanzó El Salvador hace algunos años.

Si el índice en Perú está bajando, queda la pregunta de por qué la presidenta insiste en quebrantar el sistema jurídico en nombre de una violencia que los medios presentan falsamente como haber “batido récord”. Porque así, la presidenta alimenta la exclusión, el odio al migrante, la sospecha contra el pobre.

En estos días de fiesta, también resulta imposible no soñar. En toda esta historia de manipulación de la información, la prensa y los rezagos de partidos políticos tienen un papel fundamental porque la exclusión se alimenta de la mentira, en cambio la solidaridad, con la búsqueda de la verdad. La exclusión no quiere que nada cambie, la solidaridad siempre quiere que seamos más y mejor. El país somos “todos”, mucho más que “nosotros”. Mi deseo para el 2024 es que al menos un medio de comunicación nacional y al menos un partido político también nacional, tenga la capacidad de proponer como salir de este mundo de trampas y engaños, de sangre y de fuego, para mirarnos, cuidar nuestras tierras de los delincuentes y dejar que nuestras niñas, nuestros niños puedan crecer en plenitud.

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análisis crítico, Exclusión, Manipulación Informativa, Seguridad Urbana

[LA TANA ZURDA]  En el Perú, diciembre quema, por el cariño, por el ambiente, por la comida, por las fiestas, pero también, literalmente, por la manera de festejar que tenemos, de comprar y reventar «cuetes», o sea, cohetes, cohetones, cohetecillos, ratablancas, rascapiés, mamarratas, calaveras, pokerratas, luces de Bengala, en fin, toda una variedad de explosivos de diversos tamaños, colores y sonidos. El problema no es solo la gran cantidad de heridos que causan, hasta el punto de llegar a mutilar dedos y manos, sobre todo de niños dejados al descuido, sino que esto cada vez perjudica más a otros seres que cohabitan con nosotros.

A menudo y por tradición se han festejado las celebraciones de fiestas religiosas, y días cívicos, así como feriados patrióticos con fuegos artificiales. La pirotecnia aparece en las celebraciones de fiestas patronales, aniversarios y hasta conciertos. Era lindo ver cómo el cielo se encendía con formas y figuras psicodélicas que formaban figuras espectaculares, pero ese festejo –como los de la Navidad y el Año Nuevo– trae como consecuencia muy malos efectos tanto a la tierra donde vivimos como a los seres vivos.

En la actualidad ya se han evidenciado los problemas que conlleva el uso de estos explosivos hacia las personas con condiciones diferentes, autistas y personas que sufren enfermedades respiratorias. Asimismo, las personas que tienen síndrome de Down o alguna condición mental sufren muchísimo por las explosiones que emiten estos festejos. Y ni mencionemos a perros, gatos y mascotas en general, que literalmente sufren dolor por los ruidos tan altos, que, a la larga, solo contribuyen a lo que se conoce como contaminación acústica.

Realmente es bien cuestionable la forma de expresar de esa manera nuestra devoción, nuestro cariño y nuestra lealtad hacia algo que queremos. Más bien, deberíamos expresarnos de una forma en la cual no se dañe a nadie y no se malgaste el dinero en algo tan dañino y perjudicial.

Numerosas cuentas en redes sociales se quejan de tener que compartir un espacio limitado donde se prenden castillos de fuego y entre las humaredas y los ruidos, la gente no puede hallar tranquilidad. Las autoridades tratan de vigilar estos actos, pues realmente debemos considerar si pertenecen a nuestro siglo o no. La Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (SUCAMEC) es la rama de la Policía Nacional que viene desde hace años tratando de controlar la fabricación y el comercio ilegal de estos explosivos de «entretenimiento». Y lo más importante, su uso, pues muchas veces este se hace sin supervisión alguna y de ahí es que surgen los accidentados, que terminan abarrotando las salas de emergencia de hospitales, clínicas y postas médicas. Y a veces hasta la morgue.

Nuestra falta de conciencia cívica a veces nos lleva a actuar de manera absurda y peligrosa, atropellando los derechos de los demás y poniendo nuestras vidas en riesgo.

Si queremos un Perú mejor, empecemos por apoyar y difundir las campañas de prevención. Manifestemos nuestro sentido de la Navidad y los augurios de Año Nuevo de manera más pacífica y menos peligrosa. En vez de comprar cohetones, compremos chocolates, demos un abrazo a quien lo necesita. Recuperemos el espíritu fraterno de la Navidad. La explosión de cariño debe ir por dentro.

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Consecuencias, Festividades Peruanas, Impacto Negativo, Pirotecnia

[CIUDADANO DE A PIE] El XIX Encuentro Internacional de Periodistas, llevado a cabo a inicios de este mes en la ciudad mexicana de Guadalajara, tuvo como invitado a Pablo Iglesias Turrión. Politólogo, fundador de Podemos, exvicepresidente del Gobierno de España y actualmente periodista en medios digitales, Iglesias tuvo a su cargo la conferencia titulada “La delgada línea entre el periodismo y la política.” Su experiencia en movimientos sociales e instituciones democráticas, así como el hecho de haber sido el blanco de una intensa campaña de lawfare, permitieron a Iglesias abordar este complejo tema con un enfoque perspicaz e incisivo, el cual nos ha servido como punto de partida para hacer algunas breves reflexiones sobre el periodismo político en nuestro país.

El periodismo como política 

El desprestigio mundial que sufre la política ha alcanzado niveles paroxísticos en el Perú, donde el sistema democrático representativo atraviesa una profunda crisis causada, como ya ha sido dicho tantas veces, por la ausencia de partidos políticos dignos de ese nombre. Esta carencia se hace particularmente evidente en el paupérrimo nivel moral e intelectual de la mayoría de nuestros congresistas, incapaces como son de articular un discurso propositivo y medianamente coherente. Es en estas condiciones de dolorosa ausencia de liderazgos, que adquiere especial relevancia la observación que hace Pablo Iglesias sobre el nuevo rol que han adquirido los periodistas, en tanto que verdaderos actores políticos e ideológicos en nuestras sociedades. Son ellos quienes, con sus formas de jerarquizar, abordar y analizar la actualidad nacional e internacional, van modelando la opinión pública según sus propias convicciones, motivaciones e intereses. No creemos que exista actualmente un personaje político en nuestro país, cuyas opiniones puedan atraer más la atención que las de un Marco Sifuentes en “La Encerrona” o las de un César Hildebrandt en “Hildebrandt en sus trece”. “La gente ya no milita en los partidos políticos, sino en los medios de comunicación, y no existe proceso político trascendente sin ellos. El poder mediático es el poder político fundamental en sociedades en las que se deja a la gente votar”, afirmó enfático Iglesias.

Medios de comunicación y calidad democrática

El derecho ciudadano a la información veraz sobre los hechos de relevancia pública es, al mismo título que la libertad de expresión y de opinión, pilar fundamental que sustenta el buen funcionamiento de la democracia, de ahí su reconocimiento en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A este respecto, Iglesias plantea dos preguntas muy pertinentes que tocan a la propiedad de los medios de comunicación: ¿Es posible que el periodismo asuma la función democrática que le corresponde, si grandes empresas con intereses económicos particulares, son las propietarias de lo que pueden ver, leer y oír los ciudadanos? Y ¿Tiene protección el periodismo independiente cuando los medios pertenecen a empresas privadas? La recientemente defenestrada periodista Juliana Oxenford podría, sin lugar a duda, responder apropiadamente a estas preguntas, de las que en última instancia, depende la calidad democrática de un país como el nuestro.

El paradigma Fox de los hechos alternativos

En su conferencia, Pablo iglesias hizo referencia a lo que él ha denominado “el paradigma Fox de los hechos alternativos” que recibe su nombre de la cadena norteamericana de noticias Fox, condenada a pagar 787,5 millones de dólares por propagar falsedades en torno a las elecciones presidenciales norteamericanas del 2020. Este paradigma periodístico tiene dos componentes: la legitimación de la mentira informativa con fines políticos, y la relativización de la verdad, consistente en dar versiones diferentes y hasta contradictorias sobre un mismo asunto, con el objetivo de que la gente tenga muchas dificultades para conocer la verdad. Periodismo no es, como afirma el politólogo español, “contar que alguien dice que llueve y que alguien dice que hace sol, sino abrir las ventanas y comprobarlo.” Ambos procederes pueden ser detectados en los medios de comunicación de nuestro país, los que en su inmensa mayoría defienden posiciones de derecha neoliberal. Así por ejemplo, en la portada del último jueves 21 de diciembre, el diario Perú 21 publicó en su portada el siguiente titular: “Fracasó paro contra Milei. Rígido protocolo de seguridad evitó bloqueos y actos de vandalismo de grupos de izquierda.” La realidad es que para ese día en Argentina, no se había convocado ningún paro (por lo que mal podría haber fracasado), sino que se trataba de la marcha trotskista anual conmemorativa -que suele convocar un número modesto de participantes- de las movilizaciones del 2001, que significaron la caída del fracasado gobierno derechista presidido por Fernando de la Rúa. En cuanto al controvertido (por ilegal) “Protocolo de seguridad” de la ministra Bullrich, ese mismo día por la noche, no pudo impedir la movilización de decenas de miles de ciudadanos de todas las tendencias políticas, que llenaron las calles en protesta contra las medidas económicas de Milei, medidas por cierto, muy del agrado, tanto de la línea editorial de Perú 21, como del resto de la prensa concentrada.

La relativización de la verdad es un método más sinuoso y no siempre fácil de detectar. El diario “progresista” La República, cuenta en su plantel de periodistas con dos connotados defensores del neoliberalismo: Rosa María Palacios y Augusto Álvarez-Rodrich, quienes disponen de espacios de opinión en este medio “muy de izquierda” (Palacios dixit) con el que ya quisieran contar personalidades de esa tendencia política. Ambos despliegan lo que bien podría calificarse como una estrategia de “hechos alternativos”. Así, mientras RMP defendía el derecho a la protesta y lamentaba las muertes extrajudiciales ocurridas durante las movilizaciones sociales en el sur del país, AAR abundaba en la tesis gobiernista -sin pruebas hasta el día de hoy- de que las mismas eran instigadas por grupos delincuenciales y extremistas aunadas a oscuras fuerzas foráneas de inspiración izquierdista, lo que desgraciadamente no podía sino justificar indirectamente su brutal represión. Al tiempo que RMP abogaba por un adelanto de elecciones como único medio para superar la crisis, AAR criticaba las marchas en pro de la renuncia de Dina Boluarte, asegurando que estas deberían exigir únicamente el cambio de algunos ministros. Cuando el pasado noviembre, RMP criticó duramente la afirmación de Dina Boluarte de que el Perú “estaba en calma y paz” recordándole la responsabilidad de su gobierno en 49 muertes extrajudiciales y los graves problemas de seguridad ciudadana existentes, el buen AAR afirmaba que Boluarte en el fondo tenía razón. Todo esto podría bien atribuirse al sano derecho de opinión y discrepancia, pero en todo caso, menudo problema habrán tenido los seguidores de ese medio de comunicación, para saber de qué lado se encontraba la verdad, y más aún para  entender cuál es su línea editorial… si es que tiene alguna. Hay algo en lo que RMP y AAR coinciden plenamente, aunque discrepen en ello con el 88% de los peruanos: mantener intocable la Constitución neoliberal de 1993 ¿Sorprende eso a alguién?

¡Feliz 2024!

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ideología, Periodismo, Política, propiedad, verdad

[PIE DERECHO] Ahora que por arte de la edad, la maduración (uno nunca deja de hacerlo), o haber ingresado a un perentorio círculo de lectura (el de Alonso Cueto), he recuperado el hábito de leer, que lamentablemente había perdido por falta de tiempo, sobre todo, aun cuando no haya llegado a los niveles febriles de dedicación a los libros que tenía en mi juventud, en razón del fin de año y la habitual puesta en blanco y negro de una lista de propósitos, expongo una lista de libros que he intentado leer, pero cuya finalización ha naufragado por desmotivación, o por no haberme sentido atrapado por el libro.

La guerra del fin del mundo, de nuestro orgullo nacional, Mario Vargas Llosa. No sé por qué razón, pero no me capturó y lo dejé, aunque según los entendidos sea una de sus obras maestras. La enfrentaré este año entrante. Es uno de los pocos libros que me falta de la vasta producción de nuestro narrador arequipeño.

Ulises, de James Joyce. Tengo que sacarme ese clavo. Quizás me ocurrió que lo empecé a leer de adolescente, porque estaba en los anaqueles de la biblioteca de mi padre, y me resultó incomprensible dada mi orfandad literaria.

Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. Tarea mayúscula porque su dificultad no habrá variado cuando lo vuelva a abrir. Es el castellano del inicio del siglo XVII, disonante con el actual, y que exacerba la dificultad de su lectura.

Guerra y paz, de León Tolstoi, el monumental novelista ruso que no es de lectura difícil, hay que señalarlo, pero es la extensión del libro la que desalienta a quienes poco a poco nos vamos acostumbrando a textos cortos (las fiestas me cogen leyendo a uno de mis autores favoritos, el francés Éric Vuillard, su novela Una salida honrosa, sobre la guerra de Indochina, donde el párrafo corto y el capítulo breve, son su sello distintivo).

El Capital, de Karl Marx. Tuvimos con un grupo de amigos un intento fallido de formar un grupo estudios marxistas este año que concluye. Me propongo reanimarlo y, obviamente, parte esencial de ese grupo será leer la obra prínceps del filósofo alemán.

Moby Dick, de Herman Melville. Tuve el infortunio de leerla de niño en versión resumida e ilustrada. Entonces cuando hace poco la compré para leerla como corresponde, me desalentó su tamaño. Está en la lista de pendientes.

Se me quedan varios libros más en el tintero, Armas, gérmenes y acero, de Jared Diamond, terminar El infinito en un junco de Irene Vallejo, recomenzar alguno de los de Oliver Sacks (los tengo todos, debido a mi pulsión de comprar libros que sé que no voy a leer en el momento, y que me viene de la época juvenil, cuando no había importación de libros y si uno veía cualquiera en un estante debía adquirirlo porque si no, podía pasar buen tiempo para reencontrarlo), Los mitos griegos, de Robert Graves, sobre quien pesa una sensación culposa, porque de estudiante universitario vendí la edición de Losada que mi padre tenía y luego me tomó décadas volverla a conseguir en esa misma edición, para saldar esa deuda simbólica con mi progenitor.

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Clásicos, Desafíos Literarios, Libros, Propósitos Literarios



[HACIENDO EMPRESA] Veamos, por un lado tenemos el libreto repetitivo expuestos en medios y discursos de las “acciones denodadas” que se “vienen haciendo” desde el sector público -léase: gobierno- por combatir la corrupción en sus distintos niveles, o al menos mitigar los impactos negativos que afectan nuestra forma de vida, institucionalidad, y por tanto, la sociedad en su conjunto; y la otra cara de la moneda es la que muestra la realidad; la corrupción avanza no sólo en cuanto a índices -nadie puede negarlo- sino que además ha demostrado muy preocupantes e evidentes actos desde los sectores del Estado más representativos de la gobernabilidad e institucionalidad; todos ellos materia de investigación y pendientes de esclarecimiento.

Pero esta realidad impone una pregunta obligatoria, frente a este escenario, que vienen haciendo los entes más representativos de nuestra sociedad en su conjunto y el empresariado en particular.

No pretendemos proponer fórmulas innovadoras o radicales; como tampoco formular críticas a los esfuerzos que con efectividad ya se vienen haciendo, a nivel empresarial, gremial, medios de comunicación, entre otros; ese no es nuestro objetivo.

Nuestra pretensión es llamar la atención respecto a cómo la corrupción afectas nuestro desarrollo sostenible como sociedad y país, y como frente a ello nos toca afrontar el reto de ejercer acciones concretas frente al fenómeno.

En efecto, según datos estadísticos, encuestas realizadas, y data de las propias entidades encargadas del control, la corrupción, la ilegalidad y la delincuencia, son tres de los principales fenómenos sociales que afectan el clima de negocios, la inversión, la seguridad ciudadana, la institucionalidad y por ende el bienestar y desarrollo de las personas.

Hablando en términos de sostenibilidad, y enfocándonos en la corrupción, este fenómeno afecta las Industrias en general, el desarrollo de la innovación e infraestructura en todos sus niveles; así como la educación y servicios de salud con cobertura apropiada y universal, entre otros efectos, y así el acceso de las personas a mejoras de su calidad de vida.

Descrito el problema, que nos toca hacer:

  • Dotar a nuestro sistema de control y justicia de un marco legal funcional mucho más efectivo concordante con la realidad, con instrumentos de gestión y ejecución más eficientes y eficaces.
  • Prever políticas de gestión que permitan el fortalecimiento de las instituciones tutelares del Estado en la lucha contra la corrupción; así como mecanismo de reporte, seguimiento, y sanción eficiente.
  • Fortalecer institucionalmente al Órgano Superior de Control, dotándolo de mayores recursos y capacidades de gestión.
  • Mayor apertura al conocimiento y dialogo con la población respecto al fenómeno de la corrupción respecto a todos los niveles del gobierno y Estado: Fomentar una Cultura de Tolerancia Cero a la Corrupción.
  • Desde el lado empresarial deberíamos crear sinergias con el Estado para promover la “Cultura de Tolerancia Cero a la Corrupción”, además de promover un entorno más justo y equitativo. Fortalecer la prevención de actos de corrupción es un trabajo urgente y prioritario.
  • Los medios de comunicación pueden ejercer una labor de control muy significativa – de hecho, la mayoría lo viene ejerciendo con mucho impacto desde hace tiempo- observando y transparentando el actuar del Estado y los privados en lo que al ejercicio de posibles actos ilícitos, así como respecto a las demás formas de corrupción. Hay mucho y muy buen trabajo realizado, pero la realidad demanda esfuerzos mayores; su rol es vital en nuestra sociedad.
  • Fortalecer la participación activa de la sociedad civil, incluyendo las organizaciones no gubernamentales, las organizaciones de base comunitaria, y las entidades de representación gremial en la prevención y la lucha contra la corrupción y en la sensibilización de la opinión pública.

No hay corrupción ante la ausencia de alguna de las partes; el que ofrece -corrompe- y el que acepta, recibe y ejecuta -corrupto-. La falta de transparencia, información oportuna, falta de un accionar moral y ético, alientan directamente los actos de corrupción. Es trabajo de equipo velar por que la realidad cambie y tengamos como país un futuro con menos corrupción y con más oportunidades de desarrollo.

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Acciones Concretas, corrupción, Desarrollo Sostenible, sociedad

[PIE DERECHO] Gran parte del desasosiego generalizado de la ciudadanía, puesto de manifiesto en la encuesta de Ipsos que revela que el 75% de peruanos considera que estamos empeorando, se debe a razones psicológicas, como señalamos en nuestra columna de ayer.

Correspondería a los “jefes de familia”, la clase dirigente, enrumbar el camino. En esa línea interpretativa, se debe exigir de nuestras élites y dirigencias, la recuperación de una perspectiva futura, de una mirada país, que aliente las expectativas de que la cosa no viene para peor, aun cuando, si no se desalinean los astros políticos, todo apunta a que el hoyo se haga más grande.

Por lo pronto, queda claro que la única manera de que el Perú recupere la senda del desarrollo y de una relativa estabilidad política pasa por asegurar que el 2026 gane una opción de centroderecha o de derecha monda y lironda. Que sea capaz de remontar la pendiente, de atender los problemas de inseguridad, crisis económica y crisis política.

Que nuevamente gane la izquierda supondría un retroceso grave para el país y nos llevaría al caos, como ya sucedió con Pedro Castillo a nivel nacional o, como ya ocurrió, a nivel regional y municipal, cuando administraciones de ese perfil ideológico han tomado el poder.

Ello pasa, sin embargo, en primerísimo lugar, porque los partidos que van del centro a la derecha se aglomeren y no que haya más de veinte candidaturas, como hasta ahora todo hace suponer. Si eso termina ocurriendo, lo más probable no es solo que pase a la jornada definitoria un candidato radical de izquierda sino que, de repente, lo hagan dos.

El Perú sigue siendo un país mayoritariamente centrista y derechista, más que izquierdista, como corroboran las regulares mediciones que efectúan Ipsos y el IEP. Debería haber, pues, terreno fértil para el sembrío de planteamientos ideológicos de ese perfil. Pero si la derecha se aconchaba con el establishment, como viene sucediendo respecto del régimen de Dina Boluarte, a la par, se desperfila ideológicamente (parece tener miedo de decir lo que piensa) y, lo que es peor, presenta una baraja tugurizada de candidatos, le tenderá la cama a quienes nunca más deberían ocupar el poder, mientras no se modernicen y no reculen de ideas autoritarias y populistas.

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Crísis, elecciones 2026, Estabilidad Política, IPSOS, Pesimismo

[PIE DERECHO] La última medición de Ipsos respecto del optimismo/pesimismo de la ciudadanía es pavorosa, pero al mismo tiempo sorprendente. Hoy, el 75% de peruanos considera que el Perú está retrocediendo, una cifra superior al 73% que lo consideraba así en junio del 91, hasta ahora la cifra más alta, históricamente hablando, de pesimismo colectivo.

Objetivamente hablando, a inicios de los 90, cuando aún no cedía la hiperinflación heredada del primer alanismo, y Abimael Guzmán todavía no había sido capturado, la situación del país era peor, y por ello la fuga al exterior de casi dos millones de peruanos.

¿Por qué hoy existe tamaña desesperanza, cuando también objetivamente hablando, estamos mejor que hace un año, cuando nos gobernaba Castillo, o que hace tres, cuando nos azotaba la pandemia y sufríamos el peor manejo político del mundo de la misma? Entre el 2022 y el 2023, ya se deben haber ido del país millón y medio de peruanos. El 2022 se entiende, de alguna manera, ¿pero el 2023?

Según la misma encuestadora, los principales problemas del país son la delincuencia/inseguridad, el costo de vida, la corrupción y la falta de empleo. Pero igual, reiteramos, no hay punto de comparación entre esa conjunción de males con la que había en los 80.

Lo que está sucediendo, al parecer, es un fenómeno más psicológico que sociológico. Venimos de casi treinta y cinco años de crecimiento económico, de reducción de la pobreza, de disminución de las inequidades, y ya varias generaciones de peruanos no habían sufrido una crisis como la que hoy transitamos (aunque la encuesta señala que es entre los peruanos mayores de 43 años que cunde la mayoritaria percepción de que su situación económica ha empeorado este año).

Es el equivalente a la comparación de expectativas de alguien que viene del mundo de la pobreza respecto de las de alguien que, habiendo vivido en bonanza durante su infancia y niñez, de pronto ve a su familia caer en la miseria. La sensación de catástrofe es mayor.

Algo así parece estar ocurriendo en el país. La desesperanza se amplifica porque muchos peruanos, la mayoría, nunca han vivido una crisis y recién ahora sienten que se derrumba su castillo de expectativas.

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Crisis Psicológica, desesperanza, IPSOS, Pesimismo
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