En aquel álbum debut, Costello ofreció sus credenciales con una selección de composiciones que mostraban de un plumazo sus principales influencias: la energía del rockabilly, el brillo de los Beatles, el punk de The Clash y Paul Weller y hasta algo de country-jazz, en la balada Alison. Detrás de él, como banda de apoyo, estuvo Clover, un grupo norteamericano en el cual tocaban John McFee (guitarra) y Sean Hopper (teclados), futuros miembros de los Doobie Brothers y Huey Lewis & The News, respectivamente, mientras que en la producción, un viejo conocido de la escena underground de la Rubia Albión, el multi-instrumentista Nick Lowe, colaborador de Costello hasta mediados de los ochenta. El single Watching the detectives, un reggae con predominio de teclados, se incluyó en el prensado del disco para los Estados Unidos.
Entre 1978 y 1988, Elvis Costello lanzó un total de diez álbumes -uno por año, en promedio- acompañado por su banda oficial, The Attractions. Costello sintió que el atildamiento de Clover no encajaba con sus intenciones artísticas, por lo que convocó a Steve Nieve (teclados), Bruce Thomas (bajo) y Pete Thomas (batería) para redondear una propuesta más británica, orientada a lo que venían haciendo bandas coterráneas como The Jam o solistas como Joe Jackson, entre el punk y la naciente new wave de sonido prístino, ritmos alocados y letras inteligentes. Canciones como Radio radio (This year’s model, 1978), (What’s so funny ‘bout) Peace, love and understanding (Armed forces, 1979), I can’t stand up for falling down (Get happy!, 1980) o Man out of time (Imperial bedroom, 1982) son algunas muestras de ese estilo, entre lo agreste y lo sofisticado.
Lo segundo fue imponiéndose a lo primero, al acercarse la primera mitad de esa década, con temas como Everyday I write the book (Punch the clock, 1983), I wanna be loved (Goodbye cruel world, 1984) o I want you (Blood & chocolate, 1986), que ya comienzan a dar muestras de esa búsqueda por integrar estilos y liberarse del rótulo “college rock” que le había endilgado la prensa especializada. Esa sofisticación en letras y melodías lo iban acercando, cada vez más, al jazz, el country y las románticas tonalidades del pop sinfónico pero sin dejar ese filo rockero propio, desgarrado y eléctrico, que practica hasta ahora.
Para las décadas de los ochenta y noventa, la influencia de Elvis Costello se podía sentir en una diversidad de artistas, desde los pioneros del indie rock Pixies -Kim Deal, bajista y cantante del cuarteto bostoniano, se declaró siempre una fanática- hasta el argentino Fito Páez, como puede notarse claramente en canciones como Mariposa tecknicolor, Lo que el viento nunca se llevó (Circo Beat, 1994) o La vida moderna (Enemigos íntimos, 1998) -escuchen temas como Accidents will happen, Pony St. o Veronica para entender la referencia- o de forma menos evidente en She’s mine, que remite de inmediato a London brilliant’s parade (ambas lanzadas el mismo año). Incluso un grupo esencialmente intrascendente, llamado Escape Club, le debe su ingreso a la célebre lista de one-hit wonders a la pegajosa melodía de Pump it up (This year’s model, 1978), que replican casi al milímetro en su recordado éxito radial Wild, wild West, una década después.
La evolución estilística de Elvis Costello conforma un cuerpo de trabajo auténtico, creíble, tributario de aquellos referentes que lo motivaron, desde el inicio, a expresar a través de una guitarra su rebeldía e idiosincrasia. Allí están, desde el principio, los Beatles, Burt Bacharach y T-Bone Burnett, leyendas del pop, el rock y el country con quienes colaboraría muchos años después. Y, en discos notables como Brutal youth, de 1994, asoman las influencias de The Byrds y los Heartbreakers de Tom Petty, en temas como Just about glad o la enigmática Sulky girl, así como tintes de rock alternativo en Kindred murder. O el ciclo de canciones que compuso con Paul McCartney, entre 1987 y 1989, que quedaron repartidas entre álbumes de ambos. Por ejemplo, el mencionado single de 1989 Veronica (LP Spike) o My brave face, que Macca incluyera en Flowers in the dirt, del mismo año.
Pero Elvis Costello, como decíamos al principio, es un artista muy prolífico. Y en los últimos treinta años ha hecho, literalmente, de todo: música acústica, en clave de folk, bluegrass y gospel -lo que medios especializados angloparlantes denominan “Americana”-, un par de álbumes de música orquestal, un disco de baladas -el notable North (2003)-, un talk-show llamado Spectacle: Elvis Costello with… (transmitido entre 2008 y 2010 en CTV, una televisora canadiense), decenas de trabajos conjuntos con un variado menú -Squeeze, Daryl Hall, The Pogues, Tony Bennett, Allen Toussaint, Bill Frisell, Green Day, The Metropole Orkest. Una de las más celebradas fue Painted from memory (1998), a dúo con el legendario compositor, arreglista y director de orquesta Burt Bacharach, del cual salieron preciosistas composiciones como Toledo, This house is empty now o In the darkest place. Al año siguiente llegaría el mencionado megaéxito con She, en el que vimos a Costello convertido en todo un crooner de voz única y elegante.
Otras colaboraciones de primer nivel fueron el álbum Secret, profane & sugarcane (2009), con estrellas de Nashville como Emmylou Harris y T-Bone Burnett; o Wise up ghost (2013), con The Roots -aquí una excelente versión de su clásico I want you con esta versátil banda, conocida por su trabajo en el excelente programa The Tonight Show, del comediante Jimmy Fallon (NBC Studios, New York). Y, como si fuera poco, pasó de las páginas musicales a las sociales y del corazón cuando se anunció su tercer matrimonio, en el 2003, con una famosa cantante y pianista de jazz, la canadiense Diana Krall, una década menor, tras divorciarse de la bajista de The Pogues, Cati O’Riordan.
En el medio, notables discos de rock como The delivery man (2004), Momofuku (2008, el extraño nombre es un homenaje al creador de las sopas instantáneas, el japonés Momofuku Ando) o el más reciente de su catálogo, The boy named If (2022). Aunque comúnmente se le ubica como solista, Elvis Costello ha grabado el 80% de su discografía con The Attractions -Pete Thomas, Steve Nieve y Bruce Thomas-, aunque el grupo no estuvo libre de conflictos. En 1986 fue su primera separación y, luego de reunirse a mediados de los noventa, volvieron a separarse para regresar en el siglo 21, con nuevo bajista, Davey Faragher y nuevo nombre, The Imposters. En noviembre del 2007, se reunió por única vez con Clover, para el aniversario 30 de My aim is true, su álbum debut, el cual tocaron de principio a fin en un concierto a casa llena en San Francisco. Aquí un extracto.
Elvis Costello, el otro Elvis, acostumbrado a interpretar covers -los álbumes Almost blue (1981) y Kojak variety (1995) contienen clásicos de rockabilly, jazz, pop y country- es ahora quien inspira a otros artistas. En el 2021 apareció Spanish model, un proyecto ideado por el mismo Costello y su productor desde el 2018, el argentino Sebastián Krys. Dieciséis artistas latinoamericanos fueron invitados a adaptar al español las letras de las canciones de This year’s model, el segundo álbum, para montar sus voces sobre las bases instrumentales grabadas originalmente por The Attractions en 1978. Este detalle hace que sea un disco parejo, a pesar de que el elenco de vocalistas es muy desigual, con pesos pesados del pop-rock como Fito Páez (Radio radio), Juanes (Pump it up) y Jorge Drexler (Night rally) junto a superficiales ídolos pop como Jesse & Joy (Living in paradise), Morat (Lipstick vogue), Luis Fonsi (You belong to me) o Sebastián Yatra (Big tears). Como declaró Krys, encargado de escoger a los cantantes, en entrevista a CNN: «Elvis siempre ha hecho lo inesperado. Y no necesariamente era lo que la gente quería, o lo que la gente pensaba que él debería hacer». De eso se trata Spanish model.