Opinión

El viaje es un tópico central en la tradición latinoamericana. Tanto en el terreno de la historia, la literatura (basta recordar al cubano Alejo Carpentier) y el ámbito de lo que hoy clasificamos bajo el paraguas de “no ficción” (que por cierto no excluye los discursos autobiográficos), el viaje y los discursos de los viajeros ofrecen una amplia gama de posibilidades interpretativas, pues se vinculan con distintas áreas de reflexión: la expresión de la experiencia colonial, la acumulación de saberes dirigidos a los centros de poder europeos, las heridas y costuras de la otredad o la necesidad de construir identidades propias.

 

La marca del viajero es la marca del forastero. Pero eso no limita la figura del viajero a la condición extranjera. En el Perú, por ejemplo, libros emblemáticos como Paisajes peruanos, de Riva Agüero (publicado en 1955 en edición póstuma al cuidado de Raúl Porras) o Costa, sierra y montaña (1938), de Aurelio Miró Quesada, constituyen exploraciones en pos de lograr un concepto, una idea, acaso esbozar un fragmento de eso tan inestable y resbaladizo que llamamos la identidad nacional. El viaje, en todo caso, se convierte en una experiencia de conocimiento del propio territorio.

 

La condición extranjera juega inicialmente otro papel. La conquista española, por ejemplo, puso en acción toda una maquinaria narrativa uno de cuyos objetivos era llevar a la práctica un registro minucioso y exhaustivo de los nuevos territorios que iba dirigido a la corona, información valiosísima para un imperio en plena expansión y atacada por la ansiedad de expandir sus fronteras económicas. La puerta de entrada de este universo es el Diario de Cristóbal Colón, la primera mirada europea sobre América.

 

Durante el siglo XIX numerosos viajeros recorrieron el Perú, acumulando en muchos casos información geográfica, económica, biológica que alimentaría estrategias de inversión y penetración de capitales por parte de potencias como Inglaterra y Francia, principalmente. Estuardo Núñez y Edgardo Rivera Martínez, entre otros, han estudiado prolijamente este significativo segmento de nuestra literatura y han sido responsables, en más de un caso, de impecables reediciones.

 

Estas reflexiones se han suscitado por la lectura de una reciente publicación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el Instituto Francés de Estudios Andinos: Una vida en los Andes. Diario (1864-1896) de Théodore Ber, un ciudadano francés cuya biografía está llena de momentos rocambolescos y fascinantes. Nació en 1820 en Francia, en la localidad de Figeac, en una región conocida también como Mediodía-Pirineos. Aprendió el oficio de sastre, trabajó como obrero en talleres textiles y llegó a ocupar una gerencia.

 

En 1860, Ber decide “hacer la América” y se instala primero en Valparaíso, Chile y luego, en 1863, en Lima, oficiando de maestro de francés. Cuando comienzan a sonar los clarines de la Comuna de París, en 1870, regresa a Francia y participa activamente de la revolución que culminaría con el primer régimen socialista europeo de inspiración obrera. Luego de esta aventura vuelve al Perú donde, entre otras actividades, funda un diario en francés, titulado L´Etoile du Sud.

 

Desde entonces dedica múltiples esfuerzos a realizar estudios arqueológicos en distintos lugares del Perú, en misiones avaladas por el gobierno francés que no tuvieron un final exitoso. En 1879 se instala en La Merced donde hace de todo un poco, desde cultivador de café hasta juez de paz, pasando por jefe de Correos e incluso gobernador de la ciudad. Finalmente regresa a Lima en 1884, donde permanecería hasta 1900, año de su desaparición. Dejó un diario, que resume su vida en el Perú, una existencia marcada por una curiosidad cultural militante y un ansioso deseo por la escritura.

 

Pascal Riviale y Christophe Galinon, editores de este valioso texto, refieren: “Théodore Ber es un hombre lleno de curiosidad, una mente crítica, movido por una pasión avasalladora por escribir. El deseo de testimoniar, transmitir, se satisface hilvanando anécdotas y recuerdos inscritos en simples cuadernos o bien en imponentes registros (…) entre 1864 y 1896” (p.26).

 

El diario, como género, puede darse el lujo de registrar simultáneamente las experiencias, la temporalidad que media entre los hechos y su traspaso a la escritura se estrecha de modo notable; de ahí que su conexión con la cotidianidad del autor sea, con frecuencia, un rasgo central. El diario de Ber no escapa a esta regla, pero tiene además otras lecturas: es pergamino íntimo, pero también documento cultural, vivencia de la otredad.

 

Lo cierto es que a Ber le tocó vivir momentos importantísimos de nuestra historia. Estuvo presente en el combate del 2 de mayo y sobrevivió a la Guerra del Pacífico, así como también a una epidemia de fiebre amarilla que provocó una espeluznante mortandad en Lima y Callao en 1868.

 

Un ejemplo de su escritura minuciosa tiene que ver con un pasaje del Combate del 2 de Mayo: “Durante el combate, el Loa y el monitor Victoria, ambos blindados, pero de pequeñas dimensiones, utilizaron con provecho sus cañones, sin haber sido incomodados por los españoles. Unos pequeños barcos de madera, como el Colón, el Sachaca y el Tumbez, han podido participar del combate sin ser seriamente averiados. Todos se extrañan de la retirada de los españoles, a sabiendas de que una hora más de combate les confería una apariencia de victoria. Se terminó por saber que el almirante [Méndez] Núñez había sido herido a bordo de la Numancia y los hay que dicen que está muerto” (p.157).

 

No te privo más, lector, de bucear por ti mismo en las páginas de este importantísimo rescate bibliográfico, cuya lectura recomiendo desde ya con total entusiasmo.

 

Una vida en los Andes. Diario (1864-1896). Pascal Riviale y Christophe Galinon (editores). Traducción de Isabelle Tauzin-Castellanos, José Gabriel Castellanos y Mónica Cárdenas Moreno. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos e Instituto Francés de Estudios Andinos, 2021.

Theodore Ber
Una vida en los andes

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Alonso Rabí Do Carmo, Crítica, Literatura

Usted es el voto perdido de la derecha. No tiene posibilidad de pasar a la segunda vuelta y aún si ocurriera el improbable caso de que el milagro se produjese, usted no le ganaría a nadie, ni a Pedro Castillo.

Es imperativo, en salvaguarda del modelo económico que usted dice defender, que renuncie a su candidatura y permita que sus votantes se vayan donde Keiko Fujimori o Hernando de Soto, y de ese modo evitar la catástrofe que sería una segunda vuelta entre Yonhy Lescano y el ultraradical Pedro Castillo.

El país se juega mucho en esta elección. Con mediocridades mercantilistas que siempre hemos denunciado, y con tremenda corrupción de por medio, a pesar de ello, la estabilidad macroeconómica y las reformas incompletas que se hicieron básicamente en los 90, han permitido que en las últimas dos décadas el Perú crezca, se reduzca la pobreza y disminuyan las desigualdades.

Lo que cabe es cortar de un solo tajo los nudos de privilegios mercantilistas que inundan nuestra legislación, transitar del Estado proempresa al Estado promercado, reformar el Estado y lograr tener una salud, educación, seguridad y justicia mínimamente decentes. Eso solo se logra profundizando el modelo, no destruyéndolo o cambiándolo por populismos o estatismos reaccionarios.

Usted, López Aliaga, perdió la ocasión por su virulencia, intolerancia y ánimo autoritario. Creció en las encuestas por disruptivo, pero su personalidad lo traicionó y desengañó al electorado que le quitó la confianza y así frenó su ascenso. Se convirtió en el líder de la derecha bruta y achorada al pretender convertir al Estado peruano en una filial política del conservadurismo religioso. Felizmente fracasó en su intento, pero ahora tiene la oportunidad de reivindicarse.

Tiene que haber por lo menos un candidato de derecha en la segunda vuelta, que genere alguna expectativa razonable. Idealmente, podrían ser dos. Pero no está usted invitado a esa fiesta. Más bien, puede depender de su generoso gesto de renuncia que ello se logre. Sus votantes y el país se lo agradecerán.

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Elecciones 2021, Juan Carlos Tafur, Rafael Lopez Aliaga

En múltiples ocasiones señalamos cómo los astros se alineaban para favorecer la aparición de candidatos disruptivos en esta contienda electoral. Ya había aparecido uno, de extrema derecha, ahora aparece otro, de extrema izquierda, rompiendo todos los pronósticos precedentes. Justamente por su naturaleza disruptiva, son impredecibles.

Vivimos una atmósfera lo más cercana posible a la de finales de 1990, con una crisis económica pavorosa, que ha llevado a millones de la clase media a la pobreza; un Estado colapsado, sobre todo en materia de salud pública; una crisis de corrupción generada por los escándalos sucesivos Odebrecht, Club de la Construcción, Cuellos Blancos, etc.; una tormenta política desatada desde el fatal desencuentro entre el Ejecutivo de Kuczynski y el Legislativo de Keiko Fujimori; una catástrofe producto de la pandemia que ha producido casi 200 mil muertes y ha generado la rabia natural de los deudos por la desatención recibida. La tormenta perfecta.

Si a ello le sumamos los problemas estructurales propios del Perú, con un Estado desastroso en asuntos de convivencia social mínima, como educación, salud, seguridad y justicia, se puede entender perfectamente el malestar ciudadano. El 11 de abril la gente va a ir a votar de malhumor y eso, obviamente, genera apego a fórmulas estridentes, disruptivas, disonantes del statu quo.

El centro, que era por donde tradicionalmente se llegaba al poder en el Perú ha sido devorado por las fuerzas centrífugas, tanto de derecha como de izquierda. Lo que no se percibía al inicio de la contienda es que estas fuerzas llegaran a los niveles extremos a los que han llegado.

Nada está dicho aún, por cierto. Los días que faltan para la elección van a ser decisivos, pero sea cual sea el resultado, hay un fenómeno de disidencia política que es menester entender y acotar, porque si no se va a repetir en todos los procesos electorales venideros, sembrando zozobra e incertidumbre.

Ojalá el país más equilibrado reaccione y evite que cualquiera de los dos extremismos pase a la segunda vuelta. Superada la pandemia, a partir del 2022 seguramente, se necesitará mano firme y, sobre todo, sensata para conducir el país, no arrebatos beligerantes ni ánimos confrontacionales de alta peligrosidad para la democracia peruana.

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Candidatos, Elecciones 2021, Juan Carlos Tafur

Ganará la derecha pero las encuestadoras se resistirán a decírtelo. Este once de abril a las 7 de la noche, los dueños del sondeo a boca de urna te mostrarán cifras ajustadas, muy pegaditas, juntitititas, y comentarán que nada está dicho, que todo puede pasar, que el margen de error aquí, que el margen allá o que lo otro. Son tan predecibles. En consecuencia, este domingo de elecciones no habrá flash. Así que ni te molestes ni te aburras ni te hagas viejo. No esperes sentado. Es que hay una predisposición de la prensa a no reconocer el triunfo de la derecha.

 

Al final del día de la elección tampoco esperes resultados de la Onpe, eso, para empezar, jamás se ha visto. O no te acuerdas de que siempre nos han paseado por semanas con resultados del conteo al 5 %, al 15 % ó al treintaitantos por ciento y con el cuento de que faltan los votos rurales o que el camión con las cédulas no llega o cualquier otra excusa que le ponga suspenso al evento, como si fuera esto una película de terror o de acción con efectos especiales. ¿No te acuerdas? La Onpe es la institución burocrática más lenta del mundo y, con pandemia o sin pandemia, en el día más importante de su razón de ser siempre hace gala de su lentitud. En cada elección general es lo mismo. La rapidez no es virtud de la Onpe. Mucho menos lo tiene que ser ahora que no es políticamente correcto hacer celebrar a la derecha.

 

Y mientras todos se toman su tiempo, y pasan los días, la incertidumbre crecerá aun más rápido que el dólar. No tendremos candidatos claros de segunda vuelta y las inversiones ni tocarán la puerta. Y por si fuera poco tendremos, además, que esperar cerca de dos largos meses para definir al presidente. ¡Dos largos meses! Mucho tiempo, lo necesario para dar cabida al calentamiento fuera de la cancha de personajes autocalificados como inmaculados que siempre te dicen por quién debes votar y —por supuesto— siempre equivocadamente, guiados por el resentimiento personal histórico. Uno de ellos, el abanderado: el señor Mario Vargas, el escribidor. ¡Ah! Llosa es su segundo apellido.

 

Siempre, el señor Vargas, aparece en el escenario de la segunda vuelta electoral. Es como el as bajo la manga del caviar, de aquel que no quiere salir de la planilla del Estado. Mario Vargas siempre sale para dar el espaldarazo a quien compita con Fujimori, quien sea pero que sea el competidor. Esta vez me pregunto, entonces, si apoyará a Rafael López Aliaga. Qué dilema para el señor Mario Vargas.

 

Un once de abril con movidas raras nos espera. Pero no nos inquietemos. Hagámonos la idea de que todo está bajo control. Ya sabemos que no, pero hagámonos esa idea para no aburrirnos.

 

¡Ah!, una cosa más. Esta columna, por supuesto, asume que el once de abril habrá elecciones.

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Elecciones 2021, Flash, ONPE

En estas elecciones para el Congreso de la República podremos votar 9,830,538 mujeres y 9,764,762 hombres. Pero es muy probable que, de los casi veinte millones de votantes, adultos mayores, personas que tendrán que cuidar a pacientes y familiares, y quienes debían desplazarse interprovincialmente prefieran pagar la multa. Sólo la siguiente semana sabremos cuántos votos quedaron tras esta comprensible deserción. Los votos de quienes sí caminaremos hacia nuestros centros electorales estarán distribuidos en 27 distritos electorales: el de cada departamento, el de Lima Provincias, el de la Provincia Constitucional del Callao y el de Peruanos en el extranjero.

 

Cada distrito electoral no tiene el mismo número de congresistas. Hasta el Congreso actual, varios departamentos han tenido solo dos congresistas: Amazonas, Apurímac, Huancavelica, Moquegua, Pasco, Tacna y Tumbes. Madre de Dios tiene solo uno. Arequipa tiene 7, La Libertad tiene 8. Lima 37. Esa desproporcionada diferencia sin duda afecta al país porque inevitablemente centraliza la producción legislativa desde la perspectiva de la capital. Sin embargo, esta aparente mala distribución de las curules siempre culmina en otra distribución organizada de acuerdo con los intereses económicos que representa cada partido político. Surge de este modo una apariencia sumamente fragmentada entre los partidos políticos más relevante que la departamental.

 

Esta fragmentación que proyectan las encuestadoras entre 6 y máximo 20 curules por partido político no es una novedad, pues el actual Congreso ya presenta esa estructura. No obstante, si observamos como se comportó debido a ello, podemos imaginar cómo rápidamente, incluso desde antes de saber los resultados, qué alianzas se configurarán a partir del 28 de julio, día del Bicentenario de nuestra República.

 

Las bancadas de Soto, López y Fujimori se unirán espontáneamente. Ya vimos en este Congreso cómo los integrantes de Solidaridad Nacional y Fuerza Popular se reacomodaron rápidamente en los partidos de alquiler. Distribuidos ahora en este triada, se llevarán armoniosamente bien en tanto comparten intereses comunes como el dar carta blanca a redes de corrupción, defender la evasión tributaria, el monopolio y liberar la informalidad en los grandes sectores económicos como minería, turismo y agroexportación. En otra alianza, las bancadas de Acuña, Urresti y el FREPAP cerrarán filas para defender sectores menos rentables pero fundamentales en nuestra economía como la educación y los cultivos ilegales. Frente a este desmadre, las bancadas de Guzmán y Mendoza representan una alianza que representa los intereses económicos del sector público y cultural, que agrupa un amplio abanico técnico y profesional vinculado a servicios del Estado, instituciones artísticas, educativas, de investigación y organizaciones no gubernamentales. Eventualmente, las bancadas de Forsyth y Lescano, que representan otros sectores económicos como la mediana construcción, industria y exportación, estarán usualmente en alianza con el grupo de Soto y compañía, pero que ante situaciones de trastabilleo de la democracia o derechos fundamentales, se aliarán con Guzmán y Mendoza. Como vemos, no se trata de una fragmentación de fondo, sino de alianzas locales y nacionales que prefieren trabajar en paralelo y fortalecer sus propias redes políticas y económicas. Son cuatro sectores claramente definidos en un campo en el que se juega muchas veces tres contra uno, pero a veces dos contra dos.

 

Los resultados que se publicarán la próxima semana, dejarán en claro que nuestro voto habrá respondido a los ideales que cada peruana, que cada peruano tenemos entreverados con nuestra situación socioeconómica. Más aún en esta situación de pandemia. Pero si hay algo que nos une, nuestro dos contra dos debe ser nuestra apuesta: no queremos corrupción y no cejaremos de pelear. Preparémonos porque para eso necesitamos dos tareas: asegurar que sea quien sea que ocupe el sillón presidencial por primera vez este 28 de julio, cuente con una cantidad de congresistas necesaria, entre 40 y 50, que aseguren el contrapeso necesario para un gobierno estable y vigilado en la defensa de nuestros derechos y nuestra salud. Y la segunda es terminar, a punta de protestas, referéndum y acuerdos colectivos, las reformas políticas necesarias para que el 2026 tengamos un congreso sin delincuentes y con capacidad para legislar fuera de la corrupción.

 

Tengamos en cuenta que podemos votar por un partido para Presidente y otro para congresista, pero no se puede votar por dos congresistas de diferentes organizaciones políticas. Tiene que ser una sola. El número total de votos por cada partido determinará cuántos congresistas tendrá. Como no sabemos quiénes de ellos tendrán más votos, verifiquemos que los primeros 30 candidatos aseguren que saldremos dignamente de esta crisis, sin pisar a nadie para correr detrás de un billete. El lapicero azul está en sus manos.

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Carla Sagástegui, Elecciones, Elecciones 2021

Sin lugar a dudas, la gran sorpresa de esta elección la constituye Pedro Castillo, el maestro radical, candidato de Perú Libre, cuyo crecimiento amenaza inclusive con alcanzar la segunda vuelta o restarle tantos votos a Lescano y Mendoza que los podría sacar de la misma y ocasionar una final de derechas.

Según las últimas encuestas publicables, en Ipsos, Castillo pasaba de 3 a 6%, en IEP de 4.3 a 6.6% y en CPI de 4.3 a 6.2%. Si mantiene esa tasa de crecimiento puede dar el batacazo el 11 de abril.

De hecho, su candidatura expresa una radicalidad de izquierda que ha podido cosechar por el centramiento de Mendoza y por las falencias ideológicas de Lescano, sus dos contendores en la semifinal de izquierda que se disputa. Y su base magisterial ya demostró en la huelga de hace algunos años que tiene cierta representatividad. No debería sorprender. Hay un porcentaje pequeño de radicales en el país, pero cuyo peso crece relativamente en una elección tan atomizada como la que estamos viviendo. En una elección normal, como las últimas que hemos tenido, Castillo no pasaría de ser una expresión disruptiva ubicada en el sexto o séptimo lugar.

Pero también hay que analizar otro fenómeno, subyacente a la existencia de Castillo, y es el de la vigencia plena de vidas políticas subregionales, totalmente excéntricas al estatus limeño o costeño. La alta votación de Castillo en el centro se debe a la influencia probada de Vladimir Cerrón en la zona. Y en el sur confluyen los Aduviri, Cáceres Lliclla y demás. Eso le da sustento a Castillo.

Es buena la ocasión para reflexionar sobre la urgencia de recrear la bicameralidad en el país y que se permita en la Cámara de Diputados, la postulación de movimientos regionales, no solo nacionales. Hay un país en las regiones que necesita representación política desde hace décadas y no la encuentra en el sistema electoral y político vigente.

El fenómeno Castillo es también expresión de ello. No es solo la radicalidad de izquierda, presente indudablemente en un país plurideológico como el nuestro sino también una voz de protesta anticentralista que merece ser atendida.

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Confiep, CPI, Juan Carlos Tafur, Pedro Castillo

En las próximas semanas, una camada de billones de cigarras del género magicicada emergerá en diferentes regiones del noreste de los Estados Unidos. Estos insectos han estado bajo tierra durante exactamente 17 años. Sus padres emergieron el 2004, vivieron dos semanas, se procrearon, depositaron sus huevos en el suelo, y murieron. Las hijas han estado incubándose durante todo este tiempo, y este año emergerán simultáneamente para repetir el proceso. Los huevos que depositen permanecerán bajo tierra hasta el 2038.

 

Se han identificado 15 diferentes camadas de magicidadas, todas en el noreste de los Estados Unidos. Las que están más hacia el norte tienen periodos de 17 años, y las de más al sur periodos de 13 años. Este año toca que emerja la famosa “camada X”, la más grande de todas. Y sí, famosa. Bob Dylan escribió una canción basada en su experiencia con esta camada en Princeton, New Jersey, en el año 1970.

 

Existen diferentes aspectos del comportamiento de estos insectos que resultan fascinantes. Por ejemplo, ¿por qué tienen ciclos de vida tan largos? ¿Por qué existe una diferencia entre las del norte y las del sur? ¿Por qué emergen simultáneamente? Sin embargo, desde mi punto de vista la pregunta más interesante de todas es: ¿Por qué los periodos vitales corresponden exactamente con números primos?

 

De acuerdo al biólogo Yin Yoshimura, diferentes factores biológicos y geológicos explicarían que el rango de años esté entre 12 y 15 años para las cigarras del sur, y entre 14 y 18 para las del norte. Pero por qué la selección natural escogió exactamente 13 y 17 no se explicaría puramente por estos factores. Aquí entra el trabajo relativamente reciente de los investigadores Goles Shulz y Markus, para quienes la explicación es justamente que 13 y 17 son números primos. Más precisamente, el tener ciclos vitales primos disminuiría las posibilidades de encontrarse con depredadores:  hipotéticamente, si su periodo vital fuera de 12 años, las cigarras se encontrarían con depredadores con periodos de 1, 2, 3, 4, 6 o 12 años, mientras que cigarras con ciclos de 13 años solo se encuentran con depredadores de periodos de 1 o 13 años. Es decir que tener un periodo primo es ventajoso desde un punto de vista evolutivo.

 

Curiosamente, muchos filósofos de las matemáticas han mostrado un gran interés por el caso de las magicicadas. La razón es la siguiente: Cuando hacemos matemáticas, nuestro razonamiento se enfoca en números, funciones, formas geométricas, etc., mientras que al hacer ciencia razonamos sobre entidades concretas como electrones, campos electromagnéticos, especies animales, procesos evolutivos, etc. Ahora bien, la gran mayoría de personas no tiene problemas en creer que la ciencia estudia el mundo real, y que por lo tanto los electrones, campos electromagnéticos, etc., existen en el mundo real, incluso si no podemos verlos. La razón es la gran cantidad de fenómenos físicos que se pueden explicar apelando a estas entidades. (Piense en el teléfono o computadora donde lee esto, la luz sobre su cabeza, la corrosión de la pata de la silla) Pero es difícil concebir la existencia de un mundo de entidades matemáticas: ¿Dónde se encontrarían los círculos perfectos, el número 5, el infinito? Claro, esta es una pregunta injusta pues las entidades matemáticas, si existieran, no estarían ubicadas en el espacio-tiempo (las cinco manzanas en mi mesa no son el número cinco). Pero mi punto es que, en general, tenemos actitudes distintas frente a los objetos matemáticos y a los científicos, y es más fácil adoptar una actitud realista frente a los últimos que frente a los primeros.

 

Es cierto que las ciencias usan matemáticas, pero por lo general este uso es instrumental. Cuando uno dice que el agua hierve a 100∞C, el número 100 en sí mismo no importa tanto como el proceso físico que se describe, proceso que podría haberse descrito también con el número 212 si se hubiera escogido la escala Fahrenheit.

 

¿Y qué tienen que ver las cigarras con todo esto? Bueno, el caso de las cigarras es curioso porque al parecer el uso que se hace de las entidades matemáticas “13” y “17” se parece más al uso que se suele hacer de “electrón” en la explicación de la corrosión, que al uso de “100” en la explicación de la ebullición del agua. En el ejemplo del agua, si remplazo al 100 por 212 no pasa nada. Cambio de unidades y todo sigue igual. En el caso de las cigarras, por el contrario, si no menciono al número 17 no puedo usar la noción de primo, y por lo tanto se me cae la explicación. Es decir que la explicación depende indispensablemente de las propiedades matemáticas del número 17, justamente en el mismo modo en que la explicación de la corrosión depende indispensablemente de las propiedades de los electrones. En ese sentido, si no tenemos problemas en creer que existen los electrones, a quienes no podemos ver, no deberíamos tener problemas en creer que los números existen, así no los podamos ver, especialmente si nuestras mejores explicaciones científicas dependen de estas entidades.

 

Si este argumento fuera correcto, deberíamos tomar el canto de las cigarras como una celebración del realismo matemático.

 

[Nota: en mis siguientes columnas voy a mostrar los problemas de este argumento, pero el lector interesado puede leer mis artículos académicos al respecto. Ahí podrá encontrar también las referencias que he omitido aquí]

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

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Cigarras, Manuel Barrantes, Matemáticas

Verónika Mendoza, candidata de Juntos por el Perú, está atrapada en una disyuntiva sin salida clara. Entre vaivenes ha terminado finalmente por moderar sus propuestas. En general, me parece una necedad acusarla de chavista o cosa parecida, aunque sí queda claro que el suyo no es un programa económico que se sostenga en el impulso a la inversión privada, cosa que este columnista considera crucial más aún en estos momentos de recesión pandémica.

Con ello, quizás ha pretendido conquistar a parte del electorado morado, desencantado de la mala performance electoral de su líder, Julio Guzmán, o también a algunos lescanistas. Pero Mendoza a la vez tiene quien le respira en la nuca desde su propia izquierda, como es el candidato de Perú Libre, Pedro Castillo, quien, según algunas encuestadoras, está, inclusive, en el pelotón de los que podrían pasar a la segunda vuelta.

Castillo tiene un discurso mucho más radical que Mendoza. Abiertamente propone la estatización de las actividades estratégicas (gas, petróleo, minería, energía, etc.) y el otorgamiento al Estado de un rol preponderante en el manejo no solo de la economía sino de la vida social en su conjunto.

Castillo empezó creciendo en el sur andino, pero hoy su influencia se extiende a todo el territorio nacional y podía seguir creciendo porque en Lima aún no hace campaña (la ha guardado para el final de su estrategia). El candidato de Perú Libre representa el voto duro de izquierda radical, sin concesiones al statu quo, y sus voceros acusan más bien a Mendoza de haber cedido a las presiones de los grupos de poder.

Este electorado, crucial para sumar los votos necesarios para asegurar el pase a la segunda vuelta, los ha perdido Mendoza con su moderación. Bienvenida una izquierda más centrada al país, pero al mismo tiempo ello se asoma como un error electoral, ya que hay un sector ciudadano de izquierda que reclamaba mayor radicalidad (o por lo menos un sector importante que Mendoza ha soslayado).

En términos estratégicos lo que pase entre Mendoza y Castillo va a mostrarnos un juego estratégico electoral muy interesante de seguir. El 11 de abril confirmaremos si Mendoza se equivocó o acertó con su estrategia vigente.

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Candidatos, Juan Carlos Tafur, Pedro Castillo
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