Opinión

Una de las mejores noticias para el futbol peruano es la aprobación de la ley de viabilidad de los equipos profesionales de fútbol (proyecto 1137), en la comisión de Economía. Quienes quieren detenerla -Gremco y los compadres- están realmente desesperados para que no llegue a aprobarse en el Pleno del Congreso.

Puntualmente establece un régimen excepcional para lograr que los clubes puedan presentar un plan de viabilidad que garantice el pago total de su deuda concursal, tributaria y corriente, su recuperación financiera y deportiva y la protección de su patrimonio.

¿Qué se establece? Que sea la Sunat la que administre el club hasta el pago total de su deuda concursal, tributaria y corriente. Y la Sunat, mediante concurso público, nombra un administrador.

La ley complementaria establece una tabla de montos y plazos obligatorios para que exista certeza jurídica del cobro de sus acreencias a entidades públicas y privadas.

Su vigencia previa ha logrado resultadosextraordinarios. El caso de Universitario de Deportes es excepcional: viene avanzando de una manera acelerada con el pago de la deuda corriente, que incluye la tributaria a favor del Estado. Ha duplicado los ingresos del club y dejado de depender solamente de los derechos de transmisión. Debido al éxito deportivo, ahora la taquilla es su principal ingreso, batiendo sus récords de asistencia en 100 años y recaudando más de 25 millones de soles por ese concepto que el año pasado. Por esos mismos logros deportivos, el nivel de los sponsors del equipo ha aumentado en cantidad y sobre todo en rentabilidad. Las cifras de hoy son muy superiores a las de toda su historia. Hay nuevas unidades de negocio como Socio adherente que acercaron al hincha con el club y lograron ingresos nunca antes generados. Se ha modernizado totalmente el viejo estadio Lolo Fernández y levantado el coliseo Apuesta Total para sus otras disciplinas como el vóley y futsal down. Y la base de todos estos logros ha sido una nueva realidad deportiva con grandes éxitos que han despertado la ilusión de toda la familia crema que ha vuelto masivamente al estadio.

Después de un carrousel de administraciones concursales fallidas que llevaron al equipo a la quiebra económica y deportiva, la institución se ha levantado de sus cenizas para celebrar su centenario como campeón del fútbol peruano 2023 y ahora campeón del torneo Apertura 2024.

El fantasma de Gremco que llevó al equipo a sus noches más oscuras ha desaparecido por ahora gracias a la Ley 31279 y se espera que ello se consolide con la nueva ley. El Congreso no puede estar de espaldas a la realidad de millones de hinchas del fútbol.

Este año se conmemoran cien años del nacimiento de Sebastián Salazar Bondy y treinta años de la partida de Julio Ramón Ribeyro. La coincidencia de recordar esto en un mismo año es una anécdota menor, hay otras más trascendentes. Por ejemplo, que ambos pertenecieron a la Generación del 50 (del 45 la llamaba Salazar Bondy), ese brillantísimo núcleo de intelectuales y creadores que no ha vuelto a repetirse en nuestra historia cultural. 

Otro aspecto que los emparenta y muy de cerca, es su mirada sobre Lima. Salazar Bondy escribió, recordando a César Moro, Lima la horrible, un magnífico ensayo que derrumbó la mitología de Lima como arcadia colonial y mostraba una ciudad en su dimensión real y problemática, en su decadencia incuestionable, muy lejos ya del (notable hay que decir) registro humorístico y nostálgico de Palma. Ribeyro pobló su narrativa de seres que transitaban una ciudad en declive, que parece en muchos sentidos la cuidad descrita por su compañero de generación. Héroes grises, derrotados, incapaces de enfrentarse a su destino. 

Es interesante notar que tanto Salazar Bondy como Ribeyro cultivaron los mismos géneros. Ambos son autores de cuentos, novelas, ensayos y obras de teatro. Si el texto ensayístico más representativo de Salazar Bondy es Lima la horrible, lo mismo cabe decir de La caza sutil en el caso de Ribeyro. En el teatro hay también más de una cercanía entre ambos, desde dramas históricos como Flora Tristán y Atusparia, hasta sátiras y farsas como Amor, gran laberinto o Confusión en la prefectura.

La poesía distingue a Salazar Bondy y eso constituye una deuda crítica, porque sus poemas merecen algo más de lo que han obtenido hasta ahora: lecturas apresuradas y sin demasiado rigor. Sería un acto de justicia que el poeta que escribió poemas tan intensos y logrados como “Todo esto es mi país” o “Testamento ológrafo” recuperara su lugar. Por lo demás, se trata de una poesía que hacía ver la artificialidad de la separación de los poetas en “puros” y “sociales” muy en boga entre sus coetáneos, porque en los poemas de Salazar Bondy fluyen tanto el discurso íntimo y lírico como la observación del mundo social.

A Ribeyro, en cambio, lo distinguen los quehaceres autobiográficos, a través de dos libros que resultan ejemplares: Cartas a Juan Antonio y su monumental diario La tentación del fracaso, dos volúmenes que, dejando de lado los cuestionamientos al hecho de escribir sobre uno mismo y al valor referencial de esa escritura, constituyen ejemplos muy finos de algo que podríamos llamar una estética de la intimidad.

La práctica periodística tampoco les fue ajena, aunque en el caso de Salazar Bondy hay que señalar que su obra periodística no solo es mucho más voluminosa (se estima en más de dos mil crónicas y artículos) sino también más abarcadora: cultura, política, arte, literatura, etcétera. La caza sutil, de Ribeyro, siendo el libro brillante que es, resume colaboraciones eventuales en diarios y revistas y algunos textos de mayor calado, como el que dedica, precisamente, a los diarios.

Dice Ítalo Calvino que los libros clásicos son aquellos que nunca agotan lo que quieren decir, libros que a medida que uno cree conocer mejor, siempre sorprenden y ofrecen giros nuevos, inesperados, de manera que cada lectura o relectura es una suerte de aventura interpretativa. Añadía el escritor italiano que los clásicos deben leerse no bajo el imperativo del deber o del respeto, sino por mandato del amor. Hoy recordamos, pues, a dos clásicos peruanos. Leámoslos entonces como aconseja Calvino.

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Julio Ramón Ribeyro, Ribeyro, Sebastián Salazar Bondy

Va en el sentido correcto la afiliación del precandidato presidencial Fernando Cillóniz en las filas del PPC y su anuncio de que ya andan buscando alianzas con otros partidos que, como ellos, promuevan la defensa democrática y el respeto a la propiedad privada.

Ese es el camino a seguir. Ha mencionado a Avanza País, Libertad Popular, Renovación Popular e, inclusive, a Fuerza Popular (aunque ha anticipado que este partido no estaría interesado), como eventuales nuevos aliados del frente.

Sería claramente un frente de derecha o centroderecha. Si, por otro lado, la gente de Lo Justo se une con Jorge Nieto y llaman a otros partidos del mismo perfil centrista podríamos arribar al proceso del 2026 con dos grandes frentes, uno de centro y otro de derecha, que ayudarían a evitar la enorme fragmentación existente y, además, considerando que la gente está harta de la politiquería, podría tener mucho arrastre electoral.

Por cierto, partidos como el Apra o Alianza para el Progreso, o candidatos como Carlos Anderson y Alfredo Barnechea, no deberían ser soslayados en estos esfuerzos de integración multipartidaria.

Es un error pensar que estos pactos serán interpretados por la ciudadanía como enjuagues politiqueros, o imposturas ideológicas. Todo lo contrario, veremos cómo su conformación atraerá atención y preferencia cívica. En otras circunstancias históricas, tal vez podrían haber sido vistos, efectivamente, como componendas ambiciosas de poder, pero en los tiempos que corren, en los que la política es percibida como un mercado fenicio, plagado de ineficiencia y corrupción, esfuerzos que impliquen desprendimiento y trabajo colaborativo, serán bien apreciados.

Lo interesante de tales pactos es que aseguran, además, que las cuotas partidarias para las candidaturas al Parlamento tengan cierto filtro (cada partido tratará de colocar a sus mejores cuadros en el elenco) y de esa manera, poder aspirar a tener una mayoría parlamentaria o provocar un escenario propicio para que una posterior ampliación de la alianza, si gana las elecciones, le permita conformar una mayoría legislativa que le facilite la tarea ejecutiva.

Mis parabienes a Fernando Cillóniz. Sea en la lid presidencial o en la congresal, su presencia supone un aporte a la política peruana y su gesto debería ser imitado.

Esta Casita de Cartón abre sus puertas gratamente sorprendido ante la serie que se estrenó recientemente por Star +, ‘Feud: Capote vs. The Swans’. Y es que alguna vez si Nueva York fue el centro de la moda y la cultura, fueron sin duda por personajes particulares como Truman Capote y sus ‘Cisnes’, como les llamaba a aquellas musas ‘hermosas y malditas’, que le confiaban sus secretos más íntimos erróneamente. Ya que como alguna vez él mismo plasmaría en esa obra donde las desnudaría, ‘Plegarias atendidas’: ‘La mayoría de los secretos jamás deberian ser contados, pero en especial los que son más amenazantes para quien los oye que para quien los dice’. Como le pasaría también al ‘Duque’, Marlon Brandon, quien le confesaría en una noche en Japón, donde el actor la pasaría tomando agua y el escritor vodka, ‘que su madre era una alcohólica’. A lo que Capote, con su mordaz y deslumbrante memoria, no lo dejaría pasar y lo inmortalizaría en The New Yorker, sin temor al revuelo, con otros ‘pesados’ secretos. Curiosamente, esto va a la par de un libro original que pude comprar por unos 4.500 pesos (que serian como 13 soles acá), antes de llegar a Lima, en Argentina, de Liliane Kerjan, y que retrata la vida de aquel hombre que tocó las puertas y a los ‘becerros de oro’ del primer mundo y luego verse en la ignominia plena. Este es un pequeño homenaje al niño terrible de las letras norteamericanas, que se describía así mismo como: ‘Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio’.

Es que desde hace unas semanas, estoy leyendo las biografias de mis escritores favoritos de cabecera, y empecé con la obra de Richard Lehan: ‘El Mundo de Scott Fitzgerald’, texto imprescindible para saber quien fue aquel hombre que hiciera la novela del sueño americano por excelencia, para en un santiamén, continuar con esta. Los libros son mis mejores compañeros cuando el imsonio asola en horas indescriptibles de la noche, y que mejor de aquellos que marcaron distintos periodos de mi vida, y ahora entiendo por qué. Y es por la razón que ellos escribían con el mismo palpito del que palpita mi corazón. Y dentro de su más de 200 páginas detalladas sobre este irreverente autor, creo que no hay mejor definición de él, como la que alguna vez hizo el poeta Jean Cocteau, cuando este le presentó a la dama de las letras francesas, Colette, a quien Capote admiraba profundamente: ‘no te engañes querida. tiene el aspecto de un angel de diez años, pero su edad es infinita y su alma maligna’. Pues Truman, quien nació con el nombre y apellido de Truman Streckfus Persons, nunca perdonaría haber crecido sin amor y ese resentimiento hacia la vida lo llevaría hasta el ultimo día, ahogado en pastillas, alcohol y cocaína. Pero sobre todo recalcando lo de su infancia, que consideraba la más infeliz. El que su madre alcohólica, Lillie Mae Faulk, lo escondiera en un ropero u hoteles mientras se deleitaba con amantes adinerados, o lo mandara a vivir con sus tías para ella poder ‘cazar’ a un multimillonario y darle la vida que consideraba que merecía tener, esa pretención y angurria adoptaría Truman y que sería con los años parte de su destrucción. Y es que como muchas veces sucede en las familias, los padres depositan al hijo el sueño inalcanzable que no pudieron llegar, el sueño frustrado que llevan dentro. Y Capote, buscaba romper eso, ser conocido y estar rodeado de riqueza y fama que nunca pudo tener su madre. Y a medida que alcanzaba esa meta, creía que sería amado. Su logro fue el sueño que no llegó su madre. Llegó a la meta pero a qué costo. Prácticamente el mismo: morirse suicidados en distintas consonancias y tiempo.

Y en ese derrotero desmedido de ambición, Lillie llegaría a conocer al que sería el padrastro de su retoño y su mina de oro, Joe Capote, y con eso el apellido que eternizaría el pequeño Truman: ‘Capote’. Con los años y ya con fama reconocida (todavía no publicaba ‘A sangre fría’), la mujer que botaria las cartas con dibujos que hiciera un enamorado jovencito que sería el mítico fundador de la ‘Factory’ y emblema del ‘Pop art’, Andy Warhol, terminaría suicidándose, cruz que llevaría por siempre Truman, quien se sentiría al ser su único hijo, responsable de aquel fatídico suceso. De alguna manera, se puede percibir de ella su influencia de la personaje más recordada de sus novelas, la lunática y rebelde, Holly Golightly, de ‘Desayuno en Tiffanys’. Librito que tendría un eterno recuerdo en mí, razón por la cual importaría una edición especial conmemorativa de Anagrama y que lo conservo entre mis ‘joyas’ literarias. Aquel personaje siempre me rememoría a una empalagosa canción de la banda española ‘La mode’, ‘Aquella chica’. Como si hubiera sido compuesto después de leer esa novela. Pero la personaje que más influencería en su creación sería la ‘bomba sexy’, Marilyn Monroe, su mejor amiga, a la que llamaba una ‘hermosa criatura’. Y a la que hiciera un enternecedor escrito de despedida en otra obra monumental, ‘Música para  Camaleones’. Justamente quería que ella fuera la actriz de la película que se hiciera de esa novela, pero al final no lo fue sino Audrey Hepburn, a pesar de las regañadientes del autor de brillantes cuentos como ‘Miriam’. La cuestión es que sería retratada en el séptimo arte con la interpretación majestuosa de la actriz, y por el maravilloso y sublime fondo musical de ‘Moon River’, en composición del maestro Henry Mancini. Que en noches como estas, misteriosas, que esperan cubrir las estrellas del cielo con 20 Rosas, la escucho hasta el amanecer y así abrigo mi alma con su entrañable recuerdo.

‘Las palabras siempre me han salvado de la tristeza’, escribiría alguna vez. Y es que ‘el Proust norteamericano’, nunca se desprendió del lugar ni los sentimientos donde diera sus primeros pasos, del Alabama o New Orleans, donde el rio misispipi ondula sus aguas, como los recuerdos que siempre llegaban, como cuando oía The Sunny Side of the Street’ en voz del ‘Buda negro’: «Para mí, la dulce furia de la trompeta de Armstrong, la ronca exuberancia de sus gestos, son en cierto modo como la magdalena de Proust: hacen que vuelvan a levantarse las lunas del Misisipi, evocan las luces fangosas de las ciudades ribereñas y el sonido de las sirenas en el río, que se parece al bostezo de un caimán. Oigo la embestida del agua mulata contra los flancos del barco. Sigo oyendo el compás marcado con el pie de ese Buda burlón al tocar The Sunny Side of the Street, para acompañar sus rugidos…”. Siempre latían los sonidos de aquellos bosquecitos donde los mitos eran contados como cuentos, la magia dentro de lo fantástico que llevaría a la posición de ser considerado el nuevo Hemingway o Faulkner, cuando publicara su ópera prima, ‘Otras voces, otros ámbitos’, obra con matices claramente autobiográfico, principalmente en la búsqueda del amor de su personaje principal a su padre.

Con los años llegaría la novela que los llevaría al panteón eterno de las letras, ‘A sangre fría’, con el género al que abría las puertas, de ‘no ficción’, aunque años atrás hiciera lo mismo por estas latitudes, Rodolfo Walsh, con ‘Operación Masacre’. Que tuviera también la oportunidad de leerlo en las aulas de la Universidad de Buenos Aires. Texto que tranquilamente podría haber acoplado aquel título del terrible caso de Kansas por lo desgarrador de sus páginas, en aquel sangriento periodo de la dictadura militar Argentina. Y para celebrar el éxito total de su novela, aunque con la excusa de conmemorar a Katherine Graham, dueña del Washington Post, el 28 de noviembre de 1966 haría la legendaria fiesta del siglo, ‘The Black and White Ball’. Donde estarían toda la élite mundial, pasando por multimillonarios, políticos, célebres personajes del arte y la cultura, y demás. En sus mismas palabras, quería que pareciera un cuadro, inspirado en la película ‘My Fair Lady’. Y así fue. Lo tenía todo. Había llegado a la cima pero del que luego caería estrepitosamente al confesar los ‘bajos instintos’ de sus ‘Swans’. El escritor más perfecto de su generación, según dijera su amigo y enemigo literario, el antisistema, beodo y mujeriego, Norman Mailer, terminaría sus días en el ostracismo.

Esta Casita de Cartón cierra sus puertas pidiendo perdón por esta rayuela de emociones como rememorando la sincera confesión que hiciera en su apoteósico prefacio de ‘Música para camaleones’: ‘Cuando Dios te da un regalo también te entrega un látigo, y la sola función de ese látigo es la autoflagelación’. Perspicaz, siniestro, pero tan brillante como sus epigramas: ‘Siempre hacen más ruido las latas vacías que las llenas. Lo mismo ocurre con los cerebros’. Estas palabras como otras que he escrito han sido, sin duda, gracias a sus obras. Este no es el mejor homenaje pero si uno muy sincero, de un escritor que empezó a escribir gracias a él, entre otras imperecederas plumas. Por el ‘Camaleón de las letras’, Truman Capote.

 

De contrabando, porque no estaba así considerado previamente, en el proyecto aprobado en el Pleno que permite la reelección de gobernadores regionales y alcaldes, se ha eliminado de un plumazo la vigencia de los movimientos regionales, de modo tal de obligar a los ciudadanos a votar por partidos nacionales que no tienen arraigo o vigencia alguna en las regiones del país.

Uno de los problemas mundiales que agobia a las democracias, es su descrédito y pérdida de legitimidad, porque la ciudadanía no se siente efectivamente representada y porque resiente la distancia que se establece entre el elegido y los electores. No pasa mucho tiempo del proceso electoral y ya los índices de desaprobación suelen ser muy altos.

En el Perú, por propia decantación, sin nada que predisponga a ello, en las elecciones regionales, los llamados partidos nacionales -que en la práctica son ya partidos limeños- han perdido paulatina vigencia y surgieron movimientos endógenos que terminaron capturando la preferencia electoral del respectivo bolsón ciudadano.

Eso no es un problema. Es maravilloso para la democracia que surjan dinámicas políticas propias en cada región y se genere así paulatinamente clase política, burocracia regional y tecnocracia local. Es un gran paso a favor de la vigencia democrática y que la ciudadanía no se desencante aún más de un sistema como el democrático, que tiene, de hecho, muchas carencias, pero es el mejor sistema político conocido.

La regionalización en el país debe ser reformada radicalmente, porque es corrupta e ineficiente, pero eso no es problema de los movimientos regionales (probablemente, la situación sería peor si por obligación, sean partidos nacionales los que asuman el poder), sino de un sistema legal administrativo que lleva a ese escenario.

Los movimientos regionales deben mantenerse y ser alentados. Conectan mejor con las preferencias electorales de cada región, por lo general desalineadas de los parámetros capitalinos, y permiten que se practique el ejercicio democrático sanamente. Inclusive, con un control más eficiente de las fuentes de financiamiento de estos movimientos, podríamos arribar a un círculo virtuoso que imitaría los beneficios del federalismo en otras naciones.

En cada país, los grupos de poder siempre han tenido la intención de producir niñas, niños y adolescentes que respondan a los modelos de familia y ciudadanía que les resultan más convenientes. Siempre vinculados con la toma de los gobiernos, podemos considerar a los textos escolares como la más resaltante evidencia de tal intención. En los manuales podemos trazar las apuestas políticas, las revolucionarias y las represivas de los discursos en disputa de la hegemonía. Por esta razón cada vez son más las investigaciones que se realizan en ellos. España fue pionera en crear un centro para ello. Pasa por su experiencia. Al poco tiempo de que Francisco Franco tomara el poder tras la guerra civil, reescribió los textos escolares para que la juventud compartiera su anhelo de restaurar el imperio español. Y tras la muerte de Franco y la recuperación de la democracia, los textos escolares pudieron finalmente, enseñar el franquismo, aunque siguiendo la postura política de la editorial. Ante el último decreto sobre los saberes básicos (2022), la derecha más extrema se ha alzado en contra de la diversidad sexual y el que se haya reservado los estudios del bachillerato para un estudio político profundo de los siglos XIX y XX.

Augusto Pinochet cómo no iba a temer al programa Escuela Nacional Unificada de Salvador Allende, considerado comunista (cuando se trataba más de un modelo de gestión que de adoctrinamiento). Enfurecido, ordenó retirar todo material considerado extranjero, pues atentaba contra su patriótica educación. La historia se enseñaría a partir de heroicas biografías y las mujeres serían educadas para cuidar el hogar. Al igual que con el franquismo, una vez recuperada la democracia, la dictadura y los crímenes de Pinochet pasaron a los textos escolares para que las nuevas generaciones impidieran que se repitiera un gobierno tan atroz.  Sin embargo, los docentes no llegaban a trabajarlo por temor a que las familias reclamaran, lo reducían a un enfrentamiento entre dos bandos, o validaban opiniones que relativizaban los hechos. Hoy, las familias ya dejaron de oponerse y el tema cada vez interesa más a los estudiantes. 

Hasta hace poco, en Argentina la historia también se enseñaba desde un conjunto de símbolos patrios y de figuras heroicas. Por tal razón, Perón y Evita, aún en vida ya formaban parte de la imaginaría escolar y por la misma, el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu prohibió los símbolos peronistas, encarceló y fusiló a los opositores. Al llegar la dictadura de José Rafael Videla, diseñó un sistema para controlar la subversión en la comunidad educativa, que trajo como consecuencia la desaparición de docentes y estudiantes. Sí, su gobierno fue el autor de la Noche de los Lápices. Aquella en que se secuestraron y asesinaron estudiantes de secundaria en septiembre de 1976. Recién durante los gobiernos de los Kirchner, los textos escolares presentaron una estructura más vinculada con los acontecimientos, como las dictaduras sufridas. Javier Milei aún no se ha referido al contenido, pero ha cancelado la compra de textos escolares de este año. 

En México, las quemas de textos escolares son tradición. Sobre todo desde la década de 1970 cuando se incorporó la educación sexual en los manuales. El año pasado, los opositores al gobierno del Presidente Manuel López Obrador encendieron nuevas hogueras. Los estados regidos por el PAN han rechazado los textos escolares por considerar que promueven el comunismo y la pedofilia y las familias han salido angustiadas a marchar.

En Perú, donde aún se extrañan los hermosos textos escolares del gobierno velasquista y del proyecto de Augusto Salazar Bondy, no ha sido necesario secuestrar, ni encender fogatas. Como los diversos grupos de corrupción han tomado el gobierno y las tareas públicas, ya consiguieron intervenir los textos escolares en nuestro país. El motivo es defender a Alberto Fujimori, negar el terrorismo de estado durante el Conflicto armado y ponerle fin a la educación sexual integral en el país. Así no cabe duda que la corrupción se alimenta de la ignorancia y el atraso, y por eso los fomenta. ¿Añadimos la indiferencia? 

En la última encuesta del IEP se pregunta, si se adelantasen las elecciones, por quién votaría el ciudadano. Un abrumador 82.4% no tiene candidato. Y entre los que tienen definido un voto, un 4.6% lo haría por el fujimorismo, encabezando, por lejos la primera opción (lo siguen Antauro con 1.5%, Pedro Castillo, con lo mismo, Vizcarra con 1.4%, López Aliaga y Hernando de Soto con 1.1% y el APRA con 1%).

Hemos planteado ya reiteradas veces que esta situación de anomia política requiere que la clase política sea capaz de proponerle al país una fórmula atractiva, potente, plural y convincente, con un buen liderazgo; en suma, un gran frente republicano, democrático y liberal.

Uno de sus primeros desafíos es, sin duda, derrotar a los candidatos radicales antisistema, que ya aparecen en las encuestas y que crecerán conforme se acerque la campaña. Pero hay otra meta política esencial y es desplazar al fujimorismo como eje referencial de la centroderecha peruana.

El fujimorismo se ha convertido en un lastre político y electoral para el país. No nos arrepentimos de haber ejercido un voto vigilante a favor de Keiko en las últimas elecciones, porque, como los hechos lo confirmaron, lo de Pedro Castillo fue un espanto, y nos hubiera ido mejor, a pesar de todo, con Keiko Fujimori en el poder.

Pero eso no soslaya que la democracia peruana requiere que ya la herencia fujimorista sea superada. Evolutivamente, el fujimorismo pudo haberse convertido en la gran fuerza liberal popular que el Perú requería, pero en lugar de evolucionar, involucionó. Su labor en el Congreso, que es la prueba ácida de su real conducta política, los deja pésimamente parados.

Sabotearon la posibilidad de apoyar a PPK y lograr un gran gobierno de derecha. Y ahora, apoyan ciegamente a una opción desprestigiada y que genera enormes pasivos, como los que supone el régimen de Dina Boluarte, y lo más importante que ha hecho el fujimorismo en el Congreso esdesplegar una serie de contrarreformas, como la de la Sunedu, que es de espanto.

El fujimorismo se ha mantenido autoritario, se ha vuelto mercantilista y, además, terriblemente conservador en temas de derechos civiles. Salvo que se subordine y acepte ser parte secundaria del gran frente propuesto, el fujimorismo no debería formar parte de esa convocatoria y, por el contrario, debe ser, desde ya, un objetivo a derrotar. El país debe evitar la trampa mortal de una segunda vuelta entre Antauro Humala y Keiko Fujimori.

El sábado tomando con unos amigos discutimos sobre si titular o no las obras de uno de ellos. Bruno —como mucho otros pintores— se interesa poco por nombrar sus obras y se limita al ‘sin título’ que precisamente da nombre a esta columna y que normalmente se acompaña de la fecha en la que se acabó la obra y su ficha técnica. Uno de los asistentes —hisrtoriador y curador— reclamaba la necesidad de un título que evidencie el diálogo entre la pintura y la imagen colonial que había catapultado la invención del cuadro. Es cierto, la intertextualidad iconográfica existe, pero está en la misma obra y quien se enfrenta a la pintura no necesita de la referencia para apreciar y dejarse sensibilizar por el cuadro.

Muchas veces los títulos pueden ser estupendos, agregar a la obra o abarcarla. Nadie puede negar que son útiles en tanto nos permiten referirnos a las obras de manera clara e inconfundible. Sin embargo, son tramposos. Con esto me refiero a que los títulos no suelen ser pensados como parte de la obra (sé que a veces sí). Por lo tanto, son un producto posterior y ajeno a la misma, que trata de referir a ella, pero con elementos ajenos a esta. La obra de arte visual o musical está pensada y compuesta en un lenguaje que no se compone de palabras. Su registro es otro. Y creo que funciona perfectamente en este. No tiene la necesidad de un orden lingüístico racional que la encapsule en un termino que proviene de un orden ajeno al propio de la obra. El hecho de titular a la obra que esta fuera de las palabras es imponerle un registro que no es el suyo. Lo que trata o abrasa la obra de arte visual y musical, si está realmente lograda, no puede ser mejor comunicado que a través de la expresión misma de la obra. En caso el artista hubiese sido capaz de encontrar una o dos palabra que expresen mejor lo que buscaba su composición, pues podría haber prescindido del lenguaje visual o sonoro, para limitarse al uso de estas palabras.

Por ello defiendo la constumbre de no titular la obra. Muchas veces, ocurre que socialmente se le otorgan títulos a obras no tituladas o tituladas de otra forma. Pensemos en que nadie llama Retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo al cuadro más famoso del mundo. Hablamos de la Monna Lisa o La Gioconda. Nos referimos como a la sonata para piano n.º 14 en do sostenido menor, Op. 27 n.º 2de Beethoven como Moonligth Sonata o Claro de luna. Y resulta útil, práctico, amigable, pero es interesante notar que son nombres que no fueron puestos por los artistas. Son posteriores y se ubican fuera de la obra.

Que el artista rete de tal manera al público es interesante. Lo es porque complica la manera de referirse a su obra sin reproducirla, describirla o mostrarla. De alguna manera, reta e impone el propio lenguaje de la obra para evocarla. En el caso de las piezas de música “clásica” o “académica” se suelen utilizar por nombres esta suerte de códigos técnicos que nada nos dicen sobre la pieza. En ese caso, el nombre es un cuatión puramente práctica, pero cuando se nombra pensando en lo que la obra es, estamos ante un problema. La obra es —creo— lo que la obra es. Como decía, la mejor manera de decir lo que es la obra es como la obra misma lo hace. No por gusto el artista se toma tan en serio su trabajo buscando la mejor forma de representar lo que busca representar.

Por eso, creo en ese maravilloso ‘sin título’ que espero que mi amigo Bruno mantenga siempre. Porque reta a quien quiera referenciar la obra. Solo podrá describirla, reproducirla o mostrarla. Pensemos en lo divertido que es en la música. Ocurre con mucha frecuencia. La gente no siempre sabe los nombres de las canciones, pero sí puede tararearlas, silbarlas o cantar un pedazo de la letra en caso la tenga. En esos ejemplos, precisamente se hace lo que sugiero. La obra se evoca con su propio registro, uno que está fuera del lenguaje de las palabras. Almenos en estos espacios, seguiré siendo devoto del ‘sin título’ al que honra esta columna.

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Lenguaje, nombrar, obra de arte, registros, sin título

Según la última encuesta de Ipsos, no descolla ningún candidato en particular para las elecciones del 2026. Ello es malo porque hace anidar en la mente de los interesados de que la cancha está libre para cualquiera y de que es posible capturar un bolsón electoral suficiente como para pasar a la segunda vuelta. Es decir, favorece la dispersión y diluye la urgencia de armar frentes.

Es bueno porque quiere decir que no hay identificaciones regionales prefijadas con los candidatos de la izquierda radical, aunque lo más probable es que el sur andino termine siendo el fiel de la balanza en ese sentido (probablemente vote en la primera vuelta del 2026 como lo hizo en la segunda vuelta del 2021).

Ojalá suceda que no baste un rostro carismático o una candidatura sorpresa de último momento, sino que la ciudadanía sea capaz de exigir una mínima agenda de gobierno, sobre todo en los aspectos más álgidos: inseguridad ciudadana y crisis económica.

Según encuesta publicada hoy en Perú21, de acuerdo a Ipsos, el 78% desaprueba al gobierno en materia de lucha contra la delincuencia. Este dato es terrible, porque, además, no se ve visos de mejora, sino, todo lo contrario, de que la situación va a empeorar. Y lo mismo sucede con el manejo de la reactivación económica, que no halla amparo en una política técnica del MEF.

Lo preocupante de discernir respecto de si ambos problemas se agudizan es que van a propender a reforzar las incursiones de los Bukele o Milei peruanos, émulos de los gobernantes salvadoreño y argentino, respectivamente.

Y no es eso lo que el Perú necesita. No requiere de candidatos monotemáticos, centrados en atender primordialmente un punto de la agenda nacional, cuando la misma comporta otros grandes desafíos que sí exigen un programa de gobierno y un gran frente democrático, liberal y republicano, para ser asumidos.

Hablamos de la corrupción, de las economías ilegales, de la reforma del sistema de justicia, del cambio de la regionalización, de la reforma del Estado, etc. No basta con reactivar la economía o enfrentar la inseguridad ciudadana.

Solo bajo esa perspectiva, de que se necesita tiempo para madurar una conformación política de esa naturaleza, podríase aceptar que es mejor que Dina Boluarte se quede hasta el 2026.

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