En definitiva, la reflexión de Semana Santa que debemos hacer en el Perú es sobre el valor de la honestidad y la integridad en la vida pública. Hay claramente una contradicción esencial entre ser un país tan católico confeso y a la vez tan corrupto. Los sepulcros blanqueados abundan y demuestran que el mensaje ético católico simplemente es letra muerta. Es imperativo recordar que la corrupción es un mal que afecta a todos y que solo podemos combatirlo juntos, con el compromiso y la participación de todos los ciudadanos. Solo así podremos construir un país más justo, equitativo y próspero para todos.
Corrección: me hacen notar, con razón, que he pecado de exageración al cuestionar la miopía moral del arzobispo Carlos Castillo respecto de la gestión de Pedro Castillo, y me traen a colación que fue uno de los primeros en pedir la renuncia del exmandatario. Mea culpa. Rectifico la dureza de mi columna de ayer.