Opinión

Hay una diferencia entre la votación que obtiene Daniel Salaverry a la Presidencia y la que consigue su lista congresal, presidida en Lima por Vizcarra. Según la última encuesta de Datum, mientras que a la Presidencia Somos Perú obtiene 0.9%, para el Congreso consigue un 2.8%.

Claro, la diferencia es menor en términos globales, pero adquiere valor si uno se pregunta adónde se van a ir los votos vizcarristas, que llegan casi a un 2% del electorado, cifra más que suficiente para marcar una diferencia en el pelotón de arriba.

Lescano sí puede ser -y ya debe ser- beneficiario de ese voto. Nunca fue tajante contra Vizcarra e inclusive se enfrentó a su bancada cuando ésta decidió vacarlo. No es solo de la izquierda clásica, sobre todo del sur andino, que estaría cosechando el candidato de Acción Popular.

Del terceto de la derecha que pelea palmo a palmo el pase a la segunda vuelta (De Soto, López Aliaga y Fujimori), es difícil que al menos el candidato de Renovación Popular o del fujimorismo reciban algún trasvase, porque uno es hipercrítico de Vizcarra y ella fue dura adversaria cuando dominaba el Congreso de la República. Solo De Soto podría hacerle algunos guiños a ese sector flotante.

Pero es complicado rescatar algo de Vizcarra. Fue un gobernante mediocre y taimado, sumamente ineficaz, pero además se vio involucrado en serias denuncias de corrupción en el caso del Club de la Construcción y terminó por devaluar su imagen al aprovecharse y vacunarse por fuera de los protocolos sanitarios. De milagro, tiene alguna población despistada que aún vota por él y lo defiende.

Lo único quizás rescatable de la gestión de Vizcarra fue la incipiente reforma judicial y algunos aspectos de la reforma política (la prohibición de la reelección fue un desastre que pronto habrá que corregir). Nada más que eso. Y sus méritos los ha borrado de un plumazo con su desastrosa respuesta a la crisis pandémica, disimulada con cuarentenas absurdas dispuestas para el aplauso de una tribuna angustiada por la enfermedad.

No hay forma que querer conquistar el electorado vizcarrista sin correr el riesgo de sufrir más costos que beneficios. Mejor ni intentarlo. Pero no deja de ser relevante que haya casi un 2% de votos allí dispuestos a sumarse a algunas opciones distintas a la de su propio candidato presidencial. Pueden terminar por decidir el pase a la segunda vuelta.

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Candidatos, Elecciones 2021, Juan Carlos Tafur

Nos sigue haciendo falta un relato histórico literario que analice con rigor la presencia e importancia de los grupos literarios e intelectuales a lo largo de nuestra tradición. Son, ciertamente, muchos, ubicados especialmente en el siglo XX, nucleados alrededor de distintas causas: el indigenismo, diversos acentos de vanguardia, propuestas estético-sociales entre otras.

 

Los grupos, además de mostrar la producción individual de sus miembros, producen gran cantidad de otros textos, como manifiestos, que permiten no solamente explorar las razones íntimas de cada colectivo sino también constituyen puertas abiertas a la comprensión de su época.

 

Tengo en mis manos el libro Retratos y semblanzas del Grupo Norte, investigación y recopilación de materiales hecha por Elmer Robles Ortiz, docente trujillano de dilatada trayectoria. El Grupo Norte, al que pertenecieron entre otros Juan Espejo Asturrizaga, Antenor Orrego, José Eulogio Garrido, César Vallejo y Víctor Raúl Haya de la Torre, se forma a mediados de 1915, aunque inicialmente el grupo es conocido como La Bohemia de Trujillo.

 

Posteriormente, en 1923, adoptaría el nombre de Grupo Norte y se mantendría activo hasta 1930. El grupo nucleó escritores, poetas y también artistas plásticos, como el destacado pintor Macedonio de La Torre o Julio Esquerre (Esquerriloff). El libro que ha construido Robles Ortiz es de gran utilidad, es una suerte de guía de viaje por el interior del grupo.

 

El primer capítulo reúne testimonios de los diversos miembros del grupo, textos cargados de nostalgia y algunas anécdotas de antología, como la que refiere Haya en una carta a Sánchez, cuando describe a Antenor Orrego diciéndole a Vallejo: “Óyeme César, porque tú eres incapaz de envanecerte: tú eres genio, yo te proclamo el genio de la poesía americana; y por eso sufrirás mucho (César Vallejo lloraba). Te proclamo yo, humildemente, sin que nadie nos oiga, aquí en Trujillo ¿Ves? Tú eres el poeta nuevo superando en una ruta estelar a Darío” (p.91).

 

En capítulo II reúne textos que abordan la recepción y acogida que tuvo el grupo entre sus contemporáneos. Poetas como Parra del Riego, que visitaron Trujillo y conocieron a los miembros del grupo, dejan valioso testimonio de ese encuentro. Felipe Cossío, José Carlos Mariátegui, Luis Alberto Sánchez, entre otros, analizan la trascendencia del grupo y enfatizan la lectura en una de sus figuras centrales: César Vallejo.

 

El capítulo III reúne diversas miradas críticas que intentan un balance en relación con la importancia y el legado del grupo. Eduardo Quirós Sánchez, razona sobre las influencias del grupo: “se nutrió con los ideales de la guerra de la independencia y la herencia de la ilustración” y trae “una nueva manera de expresar la realidad sin los patrones poco abandonados del modernismo y el postmodernismo” (p.248). En ese mismo capítulo, Marco Martos se refiere a Vallejo como el escritor “que mejor nos representa ante el mundo” (p.258).

 

El capítulo IV es una breve antología de poemas y discursos de los miembros del grupo: César Vallejo, Haya de la Torre, Óscar Imaña, Francisco Xandoval, Alcides Spelucín, Antenor Orrego, Carlos Manuel Cox, entre otros. Allí se lee, de Antenor Orrego: “Nosotros tenemos todavía una tarea por hacer, una tarea no realizada. En lo que se refiere a la Historia, todavía somos ignorantes de nuestra propia Historia” (p.313).

 

Finalmente, el capítulo V ofrece una selección de cartas de los miembros del grupo, cartas que de algún modo y a pesar de su registro íntimo, también nos dejan entrever el espíritu de Norte. Todas las epístolas resultan de interés, pero hay una, fechada en enero de 1938, que dirige Vallejo a Sánchez, en la que ofrece pormenores de la organización de la resistencia a la dictadura de Benavides desde Francia: “Querido Luis Alberto: Conforme a los deseos e instrucciones que acabo de recibir de Alcides y de Antenor, hemos iniciado aquí los trabajos encaminados al desarrollo de una enérgica campaña por las libertades en el Perú” (p.362). Cierra el volumen un anexo, con escritos varios, igualmente ilustrativos, como la defensa de las ideas de José Vasconcelos hecha por Orrego y otros miembros de Norte.

 

En suma, un volumen que nos invita a recorrer la historia y los personajes de uno de los momentos más interesantes de la literatura peruana, encarnada en la actuación de un grupo que fue un núcleo intelectual y creativo cuyo estudio Robles Ortiz nos facilita enormemente. Salud por eso.

Elmer Robles Ortiz
Retratos y semblanzas del Grupo Norte. Elmer Robles Ortiz. Trujillo: Fondo Editorial de la Universidad Privada Antenor Orrego, 2020.

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Alonso Rabí Do Carmo, Literatura, Norte, Trujillo

No hay nada que tema más la derecha que una segunda vuelta entre Yonhy Lescano y Verónika Mendoza. Y con razón. Entre un populista desembozado y una izquierda socialista tradicional, queda claro que el modelo de crecimiento que en los últimos treinta años nos ha permitido reducir la pobreza y las desigualdades y que tocaba profundizar antes que desandar, va a sufrir un duro golpe y la economía del país pagaría los platos rotos el siguiente lustro.

Ya anoche, en el programa de Beto Ortiz, Hernando de Soto sugirió que la derecha debe pensar su voto respecto del escenario de la segunda vuelta. Según las encuestas, señalaba De Soto, ni López Aliaga ni Keiko Fujimori le ganarían a Lescano a Mendoza y él sí, y que por ende el voto debería ser para Avanza País. Personalmente, creo que son prematuras esas encuestas y que, en todo caso, quien sí la tendría muy difícil de ganar es el candidato de Renovación Popular por la cantidad de anticuerpos que ha generado, inclusive en la propia derecha. Keiko, en cambio ha ido bajando el antivoto que arrastraba. La segunda vuelta, a dos meses de la primera, es un albur sobre el que no cabe mayor certeza premonitoria.

Pero no esa la única invocación al voto perdido que cabe hacer. Antes del escenario probable de una definición en segunda vuelta, hay que calibrar quiénes pasan a ella. Y en ese sentido, la derecha va a tener que apostar todos sus caballos a quien tenga mayores posibilidades de hacerlo.

Después del debate -que solo IEP va a medir en su encuesta de este domingo próximo, no Ipsos, que acabó su trabajo de campo el martes-, López Aliaga va a seguir cayendo. Esa es su tendencia y difícilmente la va a remontar, menos a tan poco tiempo de la elección. La derecha va a tener que optar entre Hernando de Soto y Keiko Fujimori. Aquel de los dos que capture la mayor cantidad de lopezaliaguistas en fuga e indecisos de derecha, asegurará su pase a la segunda vuelta.

La derecha proinversión capitalista se la juega en esta elección. Si pierde vendrá un periodo oscuro que seguramente demorará décadas interrumpir.

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Candidatos, Elecciones 2021, Juan Carlos Tafur

«Cuando el hombre trabaja, Dios lo respeta. Pero cuando el hombre canta, Dios lo ama». Es una frase del célebre escritor indio Rabindranath Tagore (Premio Nobel de Literatura en 1913), que solía repetir Facundo Cabral, el entrañable trovador argentino, -y que levantaría las iras (no tan) santas de las seguidoras de Mayra Couto, quienes mandarían quemar, apoyadas por la simplonería dominante de las masas modernas, a Tagore, a Cabral y a Dios, en cualquiera de sus formas, por no haber usado para tan sensible adagio el absurdo “lenguaje inclusivo” que, según sus defensores, será la salvación para la mujer y la comunidad LGTBI. Una total falacia, por cierto, más falsa que promesa de campaña presidencial.

De hecho, Cabral debe haber sido el cantautor en español que más ha hablado de Dios, Jesús, la Biblia y la religión, sin aburrir a su auditorio. Había en su voz, en lo rotundo de sus reflexiones y lo austero de su imagen, una autenticidad más convincente que las cantaletas de autoayuda, repetitivas y casi marketeras de megaestrellas del pop evangélico como Jesús Adrián Romero o Marcos Witt.

Como continuación de una larga tradición histórica, que se remonta al uso litúrgico de composiciones corales en el siglo XI -los cantos gregorianos, que fueron reintroducidos al gusto popular, en los años noventa, por unos alemanes que se hacían llamar Enigma-, o a los oratorios sacros de Johann Sebastian Bach (La pasión según San Mateo, 1727) y George Friedrich Haendel (El Mesías, 1741), la religión también encontró su camino en las expresiones musicales populares y contemporáneas, en especial a partir de la década de los setenta, con la psicodelia y sus mensajes universales (paz, amor, libertad) como fondo perfecto para aludir a la vida de Jesucristo y conectarla con sus propios idearios sociales y artísticos.

El ejemplo definitivo de esto, por supuesto, es Jesus Christ Superstar, la transgresora ópera-rock que llevó a la fama al británico Andrew Lloyd Webber en 1970 con una producción que fue polémica y exitosa a la vez, en el siempre exigente circuito teatral de Broadway. Ambientada en Jerusalén, esta pieza de pop-rock psicodélico y orquestal fue, hasta hace unos años, muy popular entre los jóvenes que la representaban, de forma entusiasta, en grupos parroquiales durante la Semana Santa.

En estos tiempos dominados por el reggaetón balbuceante y las oligofrénicas coreografías del tándem Instagram/TikTok, es difícil pensar en adolescentes jugando –y aprendiendo, al mismo tiempo- a ser Jesús y María Magdalena, papeles que, en su momento, fueron interpretados por el vocalista de Deep Purple, Ian Gillan; e Yvonne Elliman, conocida por su exitazo disco If I can’t have you, composición de los Bee Gees. O por Camilo Sesto y Ángela Carrasco en la espectacular adaptación al español estrenada en 1975.

En 1971 apareció Godspell, con música del prestigioso compositor Stephen Schwartz –autor también de Wicked, uno de los musicales más taquilleros de la historia reciente de Broadway. Esta obra voltea aun más la historia de los Evangelios y la ubica en lugares emblemáticos vacíos de New York, con una troupé de personajes imaginarios que alternan con los bíblicos y que más parecen una mancha de hippies, vestidos de clauns, preparándose para ir al Festival de Woodstock. Aunque en su momento fue tan popular como Superstar, fue desapareciendo del imaginario colectivo hasta ser casi una obra de culto, solo para conocedores. Canciones como Day by day y Finale resumen el espíritu psicodélico combinado con esa aura cósmica de la plegaria musicalizada. Tanto Jesus Christ Superstar como Godspell tuvieron excelentes versiones cinematográficas, estrenadas una después de la otra en 1973.

Por esa misma época, en 1970-1971, el cantautor brasileño Roberto Carlos lanzó el single Jesús Cristo. La canción, tanto en español como en portugués, se convirtió en uno de los temas más conocidos del famoso baladista carioca. Mientras tanto, en Argentina, el cuarteto de hard-rock Vox Dei estrenó en 1972 una obra conceptual titulada La Biblia, de sonido rugoso y pesado. Este LP, el segundo del grupo, es considerado como un trabajo fundamental del rock en nuestro idioma. Aunque hoy prácticamente nadie sabe de su existencia, tuvo un ligero renacer en 1996, cuando Soda Stereo incluyó Génesis, tema que abre aquel disco, en su álbum en vivo Comfort y música para volar.

De manera gradual y casi imperceptible, la relación música popular-religión se fue diluyendo en cuanto a la aparición de obras conceptuales y grandilocuentes como las mencionadas. Lo que ocurrió, en cambio, fue la consolidación de la industria del pop-rock y las baladas evangelizadoras –tanto en inglés como en español, paralela a otros estilos. Tanto así que los Premios Grammy tienen, desde el 2015, una categoría para “Música Cristiana Contemporánea”, en la que participan tanto cultores del gospel tradicional como artistas de esta onda de nuevas alabanzas musicales.

Por otro lado, en el siempre cambiante mundo del pop-rock anglosajón, varios artistas no necesariamente relacionados a la religiosidad –aunque sí a diversos niveles de espiritualidad libre- han usado la figura de la vida pública de Jesús como metáfora para mensajes más mundanos. Podemos mencionar, entre otros, a bandas y solistas como Tom Waits (Jesus gonna be here, 1992), Depeche Mode (Personal Jesus, 1989), The Flaming Lips (Shine on sweet Jesus, 1990), Bruce Springsteen (Jesus was an only son, 2004), Manassas (Jesus gave love away for free, 1972), ZZ Top (Jesus just left Chicago, 1973), Soundgarden (Jesus Christ pose, 1991) o Queen (Jesus, 1973).

De estos temas, quizás el más representativo sea Jesus is just alright, un gospel de 1966 que la banda de blues-rock The Doobie Brothers incluyó en su segundo disco, Toulouse Street (1972) y fue uno de sus grandes éxitos. En nuestro idioma, Cómo no creer en Dios (1977), del portorriqueño Wilkins o las salsas de Héctor Lavoe e Ismael Rivera Todopoderoso o El Nazareno (ambas de 1974) usan también la fe como tema central. Y si hablamos de salseros cristianos, no podemos dejar de mencionar a Richie Ray y Bobby Cruz, que dieron un giro a las letras de sus clásicas descargas para entregarlas al Señor, y así redimirse de una vida azarosa asociada a la adicción y el desenfreno. Los fariseos (1982) y Nabucodonosor (1983) son dos de sus éxitos en esa línea ecuménica.

En lo relacionado a bandas sonoras, hay tres particularmente notables: Jesús de Nazareth (1977), La última tentación de Cristo (1989) y La pasión de Cristo (2004). Sus compositores -Maurice Jarre, Peter Gabriel y John Debney- construyeron estremecedoras piezas que funcionan, en sí mismas, como desafiantes experiencias sonoras. Por su parte, Miklós Rósza y Elmer Bernstein escribieron extensas partituras sinfónicas para dos clásicos que todos veremos, de nuevo, en la televisión este fin de semana: Ben-Hur y Los diez mandamientos, ambas de 1959. Para incomodar al establishment del clero, nadie mejor que el sexteto de humoristas británicos Monty Python, que cierran su hilarante Vida de Brian (1979) con el silbido optimista de Always look on the bright side of life, cantada por decenas de agonizantes crucificados. Una escena inolvidable.

Pero si de novedades se trata, en el 2019 apareció Jesus Christ The Exorcist, una suite interpretada por ensamble de rock, orquesta y coros. El compositor de esta obra inspirada en Jesus Christ Superstar es el experimentado y prolífico multi-instrumentista norteamericano Neal Morse, un “cristiano renacido”. Con un elenco de estrellas del prog-rock moderno, es un contundente testimonio de la fe de su autor, muy conocido entre los fans de este estilo por su trabajo con Spock’s Beard, Transatlantic o The Neal Morse Band. Aunque es difícil que se convierta en un clásico dadas las condiciones actuales de la industria musical, se trata de una opción estimable si quieren escuchar algo distinto esta Semana Santa.

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Facundo Cabral, Música

Ha cumplido 75 años, pero cuando responde a las preguntas lo hace agitadamente, de manera dubitativa. Sus respuestas son inseguras, nerviosas, en busca siempre de una expresión más exacta que resta elusiva. Acostumbrado a corregir sus textos hasta la extenuación, Patrick Modiano sufre para concluir las frases, tal como el adolescente que escribía sus primeras cuartillas a los 18 años, y que extravió en algún resquicio de esa vida trashumante, entre la provincia francesa y el París de la década de los sesenta.

 

En varias entrevistas, realizadas en la biblioteca de su apartamento, en rue Bonaparte, en uno de los barrios más tradicionales de París, en el vecindario del mítico Jardín de Luxemburgo, explica el escritor que su dificultad con la expresión oral se debe por haber pertenecido a una generación de niños que no tenía derecho a participar en la conversación de los adultos, y que cuando se le permitía hablar debía hacerlo rápidamente antes de ser interrumpido.

 

A pesar de todo, es generoso y paciente cuando se le interroga una y otra vez por los orígenes de su vocación, sobre su primera novela, La plaza de la estrella, publicada en 1968, en la prestigiosa editorial Gallimard ─la misma que publica las traducciones de Vargas Llosa y otros escritores latinoamericanos─, y que le permitió simbólicamente poner fin a una infancia y juventud de necesidades materiales y aislamiento social. La escritura le otorga la posibilidad de compensar sus dolorosas perdidas familiares: la relación disfuncional de sus padres, la muerte de su hermano Rudy. Y alejarse de ciertas conductas extremas. Durante un periodo, después de haber vendido sus trajes, ─y para asegurar la subsistencia de él y su madre─ se dedicará a robar libros raros de bibliotecas públicas y privadas: una primera edición de En busca del tiempo perdido, ejemplares autografiados por autores famosos, muchos volúmenes de la lujosa colección de La Pléiade. Por esa misma época, su madre también roba bolsos de lujo en los almacenes de Paris.

 

Así, para Patrick Modiano la literatura es más que un refugio, es un verdadero acto de salvación. “A partir del momento en que comencé a escribir no volví a cometer latrocinios” cuenta el narrador en “Un pedigrí” (2005), texto impúdicamente autobiográfico en la que relata con implacable detalle el origen y la vida azarosa de sus padres previos a su nacimiento literario. La madre, nace en Amberes en 1918, hija de obreros, y aspirante a actriz, es lapidariamente retratada como una “chica bella y de corazón seco”, “un novio le había regalado un perro ─raza chow-chow─, pero nunca se ocupó de él, y lo confiaba a otras personas, como ella lo hará conmigo más tarde. Le chow-chow se suicidó lanzándose por una ventana. Lo he visto en algunas fotos y debo confesar que lo siento muy cercano”. Alberto, el padre ─de descendencia judía e italiana─, nacido en las afueras de París, en 1912, huérfano desde los cuatro años, transcurre su infancia en internados, y librado a si mismo desde los dieciséis, es un hombre de negocios, que conduce una inquietante existencia en la zona gris de dudosos negocios con extranjeros, a medio camino entre la especulación, el contrabando y el timo empresarial. Esas vidas grises, signadas por las necesidades de la guerra

 

Interrogado por su método de trabajo, Modiano habla de la dificultad de la escritura misma: no utiliza un ordenador o máquina de escribir. Necesita sentir el esfuerzo, la resistencia física de la escritura. No siempre trabaja en su biblioteca de paredes cubiertas de libros sin orden aparente, no usa papel o plumas especiales ─prefiero no tener rituales de escritura, se corrige─, por el riesgo que éstos se conviertan en un pretexto para no escribir. Trabaja por las mañanas, una o dos horas, luego la tensión y energía decaen. El escritor debe acometer la escritura con tensión, con urgencia, como el cirujano consciente de no tener mucho tiempo para completar la operación. Sus manuscritos están llenos de supresiones, tachaduras, correcciones. A diferencia del proceso creador de Marcel Proust, quien va añadiendo frases, párrafos y páginas a sus textos, las cuartillas de Modiano demuestran una penosa labor de supresión, de reducción, de búsqueda permanente no de la “palabra justa”, más bien de la idea, de la imagen inefable.

Apiladas en un rincón, varios tomos de las míticas guías telefónicas de París, es una edición de los años cincuenta. Son una herramienta fetiche del autor, y como en el caso del detective de “Calle de las tiendas oscuras” se le antojan irremplazables para poder avanzar en las investigaciones. “Sus páginas son recopilaciones de seres, cosas y mundos desaparecidos”. Así, los personajes de Modiano aparecen siempre con una dirección y número de teléfono. En sus novelas, las referencias a las calles, jirones y plazas de los diferentes barrios aparecen escrupulosamente documentados. En “Un Pedigrí”, el narrador explica esa obsesión por los datos registrales: “… Soy un perro que pretende tener un pedigrí. Mi madre y mi padre no estaban ligados a ningún medio bien definido. Dispersos, inciertos, debo esforzarme en encontrar alguna huella y algún punto de referencia en esas arenas movedizas, como cuando se trata de adivinar las letras medio borrosas en alguna partida de estado civil o en algún formulario administrativo.”

 

La larga lista de novelas ─una cuarentena de títulos, incluidas algunas piezas de teatro y libretos de cine─ han sido traducidas a treinta seis idiomas, y en 2014 le valieron el Premio Nobel de Literatura. Pero si se trata de una obra prolífica, los textos que la componen son breves, novelas de 200 páginas, en su mayoría se trata de historias de corte investigativo. En las cuales un gesto anodino, un saludo, una noticia en un periódico, una fotografía desvaída, un encuentro fortuito, en un café, se convierten en el punto de partida de una indagación que conduce al lector a un pasado oscuro e inquietante: tratar de desentrañar la identidad o el paradero de alguna persona teniendo como telón de fondo episodios de París ocupada por los Nazis durante la Segunda Guerra mundial.

 

Sin embargo, el resultado de esas investigaciones no es trascendental, las informaciones recabadas no resuelven misterio alguno, en la Calle de las tiendas oscuras, la agencia de detectives se dedica a obtener ─” información mundana” ─ para clientes de circunstancias, oscuros hombres de negocios. El detective, Guy Roland es un hombre que sufre de amnesia y que no conoce nada de su pasado real, durante una década ha habitado una nueva identidad, y por algún motivo se lanza a la reconstrucción de un pasado incierto e inquietante que no se sabe a quién pertenece. Un personaje más de la novela es la ciudad, los diferentes barrios parisinos, los cafés, las plazas y parques de una ciudad que aparece como testigo espectral de las miserias humanas a lo largo de los años.

 

En la mención oficial del Premio Nobel, se señalaba a Patrick Modiano como el Marcel Proust de la modernidad, el maestro de la memoria. Modiano afirmaba que ya no puede existir un Proust porque hemos perdido la certeza del pasado. Ante esa ausencia, los personajes de Modiano arrojan luces sobre nuestra propia capacidad de reflexionar, pensar y reinventar nuestra propia identidad.

 

Patrick Modiano, Calle de las tiendas oscuras, Anagrama, España, 2013, 240 páginas

Patrick Modiano, Un pedigrí, Anagrama, España, 2007, 144 páginas

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Jorge Yui, Patrick Modiano

La última encuesta de Datum -efectuada antes de los debates- es simulación (con cédula y urna) y en esa medida no es metodológicamente comparable al ciento por ciento con su propia encuesta anterior. Sin embargo, hay datos relevantes que cabe comentar en la comparativa.

Lescano (12.1%, -1.9): Ya se estaciona. La encuesta es predebate y a pesar de que no le fue mal (me parece que ganó anoche), la agresividad de Rafael Santos no le permitió lucirse. Es difícil que Mendoza, quien sigue complicada con el crecimiento de Pedro Castillo, lo llegue a alcanzar. Tendría que ocurrir un terremoto para que no pase a la jornada definitoria.

Fujimori (7.9%, -0.1): en lo suyo. Tranquila, sin perder la compostura. Ha internalizado a la perfección que no puede salirse un milímetro del guión. Muchos en la derecha, especialmente los lopezaliaguistas, ya empiezan a pensar que es mejor asegurarse que Keiko pase a la segunda vuelta y evitar así el temido escenario de una final Lescano-Mendoza.

Forsyth (7.4%, -0.6): también estacionado. Sorprende que no haya caído más, como se preveía. Es un mal candidato. Es probable que se mantenga allí, salvo que la teoría del voto perdido termine por afectarlo en el tramo final. No le fue bien en el debate. Entre Mendoza y Fujimori lo apabullaron.

López Aliaga (7.2%, -1.8): ya no solo se ha detenido sino que ha empezado a caer. Es producto de sus propios errores y necedades. Muchos de sus votantes ya empiezan a migrar a Fujimori o a De Soto. Su rol en el debate de anoche fue un papelón, sin atenuantes.

De Soto (6.5%, +1.5): sigue subiendo. En una de esas, dependiendo de la migración lopezaliaguista, termina alcanzando a Keiko Fujimori y pasa a la segunda vuelta. Pero le fue mal en el debate. Necesita a gritos media training intensivo y comités de asesoría permanente. Lo suyo es una cadena de errores, que hasta el momento, suertudo él, parecen no afectarlo.

Mendoza (5.7%, -0.3): estuvo solvente en el debate. Tiene varios topes: uno, el sector caviar que podría apoyarla está de capa caída y el poco que hay anida con Julio Guzmán, a pesar de su desgracia. Dos, el crecimiento de Castillo, que le arrancha votos de varias regiones claves y a quien tampoco le fue mal en el debate.

 

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Elecciones 2021, Juan Carlos Tafur, Keiko Fujimori

El sólo hecho que tanto Veronica Mendoza como Keiko Fujimori se encuentren participando del proceso electoral, como candidatas a la presidencia, es evidencia que hemos avanzado grandes pasos en la lucha por nuestros derechos políticos. Recordemos que las mujeres logramos que se reconozca el derecho al sufragio femenino hace tan sólo 66 años. Por cierto, este reconocimiento fue parcial, podían votar las mayores de 21 años, que sabían leer y escribir. El sufragio universal se logró en 1979. Es decir, hace 42 años.

 

La lucha por el reconocimiento de estas libertades ha sido larga y ha impregnado la historia del movimiento de mujeres a nivel mundial. De hecho, los movimientos sufragistas inspiran al movimiento feminista, siendo el derecho al voto y a la participación un paso previo y necesario para lograr la igualdad.

 

Aunque soy una convencida que mientras más mujeres participen en política se tendrán mejores condiciones para transformar la misma, ello no significa que todas las candidatas o autoridades comprendan la importancia de trabajar a favor de la igualdad y la erradicación de la discriminación.

 

De hecho, en el actual proceso tenemos dos polos opuestos.

 

Verónica Mendoza tiene en su plan de gobierno una serie de medidas orientadas a promover los derechos de las mujeres, en diversos ámbitos como:  salud, educación, derecho a vivir sin violencia, trabajo, justicia, políticas de igualdad y participación; relevando la importancia del enfoque de género como una perspectiva de trabajo y reflexión que contribuye a pensar un mundo más justo, igualitario y sin discriminación para todos y todas.

 

Este enfoque habla de lo bueno en el mundo, de la lucha contra la violencia y la exclusión como base para la construcción de sociedades pacíficas.

 

Al otro lado tenemos a Keiko Fujimori, quién en su Plan de Gobierno si bien considera medidas en relación a nuestros derechos, centra sus propuestas – fundamentalmente-  al ámbito de la violencia y políticas de igualdad de oportunidades; no existe ningún planteamiento para garantizar la salud de las mujeres, el derecho al trabajo o la participación política. Tampoco considera a la población LGBTI. Su enfoque claramente tradicional y patriarcal, se niega a reconocer desigualdades y las causas estructurales de la discriminación.

 

Recordemos que, la candidata Fujimori, se opone – de forma permanente y hasta obsesiva- al enfoque de igualdad de género, desinformando y tergiversando información. Esto pudo observarse en el reciente debate presidencial organizado por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), en donde aprovechó una de sus intervenciones para repetir (lo que escuchamos en muchos sectores y grupos antiderechos) que ella combatirá “ideologías” y quiere proteger a los niños.

 

Este tipo de afirmaciones no son casuales, por el contrario, es el clásico discurso de sectores  antiderechos como los vinculados a “Con mis hijos no te metas” cercanos al candidato Lopez Aliaga; quiénes difunden posturas contrarias a la igualdad y han logrado que se instale en el imaginario de la población miedos a avanzar en materia de derechos de las mujeres y de la población LGBTI. Para ello han nombrado a un enfoque que representa todo lo bueno en el mundo como una ideología, desinformando, pero a la vez operando a nivel político para eliminarlo de normas y políticas estatales.

 

El temor lo construyen inventando, señalando que quiénes trabajan considerando las desigualdades género y luchando contra ellas buscan “homosexualizar a los niños”. Nada más absurdo.  Este mismo discurso tendencioso, falso y tergiversado lo encontramos en el discurso permanente de la candidata.

 

El enfoque que – tendenciosamente-  Keiko Fujimori sitúa como ideología y peligroso es parte de reflexiones mundiales sobre lo bueno para la humanidad. De hecho, los Estados de todo el mundo se han comprometido a garantizar y promover la “igualdad de género”; pues esta dimensión es parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas.

 

Las defensoras de los derechos de las mujeres, a lo largo de la historia, hemos luchado por los derechos de todas, pero, eso no significa que todas las mujeres, tan sólo por el hecho de serlo, van a defender nuestros derechos. Entre nosotras también hay guardianas y operadoras del patriarcado, vigilantes de los sistemas de opresión que buscan que se mantenga el status quo; aunque a la larga esto también las perjudique.

 

Este 11 de abril, la decisión es nuestra.

 

Estos moderadores, en lugar de moderar, interpelan, comentan e interpretan los gestos y palabras de los candidatos, y se toman todo el tiempo para hacerlo. Están equivocados.

 

En el debate electoral, José Vega, el candidato de Unión Por el Perú, decide usar los 30 segundos de tiempo que se le ha asignado para decir las razones por las que no será parte de la polémica: «Las encuestas y los medios vienen manipulando a nuestro pueblo y promoviendo la elección de sus candidatos. En estas elecciones mi candidatura y la de otros han sido ninguneadas. Hoy elevo mi voz de protesta en defensa de la verdad. Unión Por el Perú presentó y promovió la vacancia de Vizcarra. Nuestro mayor compromiso es la lucha contra la corrupción y la defensa de la vida. En Unión Por el Perú los patriotas Antauro, Vega y Belmont nos retiramos de este debate que no nos garantiza la democracia».

 

El anuncio del candidato Vega cae como baldazo de agua fría, sobre todo porque se tomó la molestia de ir al debate y tomar su lugar para desde allí lanzar su editorial en la primera oportunidad que tuvo de expresarse. Claro, no hubiera causado el mismo impacto si, en vez de hacerlo así, José Vega hubiera difundido un comunicado explicando su inasistencia, los medios no le habrían dado importancia posiblemente si consideramos los argumentos de Vega: «Los medios vienen manipulando a nuestro pueblo y promoviendo la elección de sus candidatos».

 

Fue muy astuto entonces decirle no al debate desde el debate. Al menos así su protesta fue observada y escuchada por todos los que veíamos la televisión en ese momento. Me pareció válida su posición, y hasta había quedado clara, y el show tenía que continuar; sin embargo sorprendió la interrupción de los moderadores.

 

—Queremos hacer una explicación —dijo la moderadora Mónica Delta, pausando el curso del debate—. Empezó esta parte de la intervención el señor José Vega de Unión por el Perú. Él ha decidido, después de leer un pronunciamiento que se retiraba del debate. Él considera que no existen las condiciones en medios de comunicación para hacer su explicación. Ha hecho un ¡hurra! —¿hurra?— a sus líderes que son el señor Antauro Humala y compañía de Unión por el Perú y nosotros lo que queremos compartir con ustedes es que vamos a continuar.

 

Cerca de 40 segundos se tomó Mónica Delta para dar una explicación que nadie le pidió, incluso entorpeciendo el ritmo del debate de los demás oradores. En su explicación irregular remarca, además, que el candidato Vega leyó. Y cualquier comunicador sabe que leer en un debate no es bien percibido por el público porque denota falta de preparación, por lo que puedo sospechar que el que lo haya remarcado viene con una intención de perjudicar. Aparte, Delta también afirma que el candidato hizo una especie de adoración a Antauro Humala, sin embargo en los 30 segundos que duró la participación de José Vega sencillamente no existe algo similar a lo que solo ella imaginó.

 

Y por si con la interrupción de Delta no bastó, enseguida su compañero Pedro Tenorio también se animó a dar su opinión, o intentarlo: «Me parece importante que este compromiso que han asumido ante el país, ante el proceso electoral propiamente dicho, y la oportunidad de compartir sus puntos de vista sobre ese tema es fundamental», dijo el moderador Tenorio enredado en sus propias palabras. Ni se le entendió pero hizo perder más el tiempo. Total a estos moderadores nadie les dice «tiempo cumplido» y pueden interrumpir cuando quieran, son como dueños.

 

Tenorio y Delta deben reconsiderar la forma en que están llevando el debate. Sabemos que ambos conducen programas de televisión pero hoy no están en uno. Así que sus pareceres, sus inquietudes, sus consejos o explicaciones se los pueden guardar, más aún cuando el formato diseñado para que 18 candidatos brillen con ideas y propuestas originales no permite ni siquiera eso.

 

31 DE MARZO DEL 2021

 

Algunos comentarios a mi columna de ayer, en la que pedía un shock capitalista para salir de la recesión pandémica y para reencaminar al país por la senda del crecimiento, señalaban que estaba proponiendo más de lo mismo que nos ha gobernado los últimos veinte años.

La verdad es que no hay manera de asociar los regímenes de la transición a un programa de construcción de un capitalismo competitivo o liberal. Ni siquiera el gobierno de Fujimori a plenitud. Se hicieron reformas liberales los primeros años de los 90, pero luego el régimen se volvió populista y corrupto, trancó las privatizaciones (vean Sedapal o Petroperú), y, sobre todo, la reforma del Estado por un mero afán de Fujimori de reelegirse  fraudulentamente el 2000. ¿Alguien puede sostener que Fujimori de su segundo mandato era liberal cuando tuvo a Víctor Joy Way de ministro de Economía?

Lo que vino después, fue la continuidad del modelo económico construido en los 90, pero poco o nada se hizo para ahondar las reformas liberales o siquiera emprender reformas institucionales. Toledo desbarató la 20530, inició los tratados de libre comercio y desplegó la descentralización. De reformas, nada más que eso. García fue un gobernante proinversión -eso hay que reconocerle (las cifras de crecimiento de la inversión privada durante su gestión fueron superlativas)-, pero no promercado. No hizo mayores reformas desperdiciando la bonanza. A lo sumo, hizo algunos pininos en materia magisterial.

Ollanta Humala trancó todo. No fue un buen gobierno. Que nos alegremos de que no haya sido el cuco chavista que algunos temían, no lo convierte en un gobernante que pase la valla. La inversión privada empezó a caer con él y fuera de la reforma magisterial, no hizo ninguna otra. Menos, alguna procapitalista. Y nos deja como legado el desastre financiero de la modernización de la refinería de Talara.

Y el periodo Kuczynski, sobre el que había enormes expectativas en los mercados, más aún bajo la suposición de que haría un gran pacto derechista con el fujimorismo congresal, fue una gran decepción. No pasó de dictar algunas medidas mercantilistas. Y, por supuesto, lo de Vizcarra -su sucesor-estuvo muy lejos de ser un gobierno reformista en lo económico.

La apuesta procapitalista de mercado es una agenda pendiente, que ojalá el gobierno entrante despliegue. Acompañada de reformas institucionales de primer orden (salud, educación, seguridad, justicia y electoral), puede ayudar a cambiar el rostro apesadumbrado del país en estos tiempos oscuros.

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