Opinión

Tiene razón Guillermo Nugent cuando mira con desdén a aquellos que, casi en una renuncia a la comprensión, se limitan a decir que el Perú es un país “muy complejo” y lo dejan ahí, entrampado y sin solución. Por eso es notorio (escandaloso, diría) el divorcio que existe generalmente entre el discurso político y temas clave de nuestra propia constitución cultural, como la heterogeneidad, la idea de culturas o patrimonios vivos o la riqueza en la percepción de la otredad que ofrece el fascinante –y desafiante– mosaico nacional.

 

Uno de los aspectos más interesantes del mundo andino es sin duda la religiosidad, donde se entremezclan sabia y creativamente elementos originarios y de la cristiandad. En estas celebraciones, la fiesta, la devoción, la alegría, componen un verdadero collage sincrético que, lejos de aspirar a ser una pieza de museo, cambia, se alimenta de nuevos ingredientes, es un repertorio dinámico y que mantiene, además, un vínculo muy profundo con la teatralidad.

 

Así lo entiende Zoila Mendoza, antropóloga peruana que ejerce la docencia en la Universidad de California (Davis), quien en Qoyllur Rit´i. Crónica de una peregrinación cusqueña nos ofrece una detallada etnografía sobre la fiesta del Qoyllur Rit´i, una de las más importantes de la antigua capital del incario. En fecha que varía cada año, entre los meses de mayo y junio, miles de peregrinos se dirigen al santuario del taytacha Qoyllur Rit´i (“Señor de la nieve brillante”), en el nevado Qulqipunku, a cinco mil metros de altura, en la cordillera del Vilcanota.

 

En cinco capítulos relativamente breves, Zoila Mendoza aborda la festividad desde diversas miradas, todas ella entrelazando elementos míticos y religiosos de diverso origen. El primer capítulo alude a una canción, llamada “Chakiri Wayri”, que marca el encuentro de los peregrinos y su mutuo reconocimiento en la música y el mito que late en ella, el encuentro entre el niño pastor Marianito Mayta y el Niño Jesús, naciendo de este modo una gran amistad.

 

El capítulo segundo examina el trasfondo ritual que tiene el acto de peregrinar o caminar hacia el santuario y la autora nos recuerda la existencia de la palabra quechua “puriy” cuyo doble significado nos deja poner un pie en la tierra y otro en lo sagrado, es decir, caminar y viajar. La caminata, por supuesto, tiene un sentido ancestral, pues ha sido la forma de movilizarse de campesinos y comuneros por largos siglos, lo que permite entrever una manifestación de su cotidianidad. Pero está también el sentido religioso, cifrado en la caminata hacia el encuentro con el apu.

 

El tercer capítulo se centra en el examen de las nociones de “pampachay” y “hucha” que una traducción apurada ha vinculado a un marco católico como equivalentes a perdón y pecado, respectivamente. Sin embargo, Mendoza desentraña más profundamente su sentido y anota la reverberación de estas palabras quechua en el contexto de la reciprocidad, el intercambio, la noción de trabajo comunitario que acompaña a los peregrinos al santuario.

 

El capítulo cuatro establece algo así como una “semántica” del peregrinaje e incide en una serie de sentimientos y vivencias expresadas límpidamente en la lengua quechua: “Kaswariy” (renacer), “Llanllariy” (avivar/reverdecer), “Panchariy” (florecer) o “Chi´n” (silencio) y “Manchakuy” (miedo).

 

El capítulo final muestra las manifestaciones vivas de esta peregrinación y cómo los pobladores de Pomacanchi danzan con orgullo devoto la k´achampa en honor al Taytacha Qoyllur Rit´i. Zoila Mendoza ha escrito un libro que nos permite comprender cómo lo sagrado tiene un tejido íntimo con la experiencia vital y cotidiana de una comunidad andina; ha representado, además, un fresco social y cultural donde aparecen personajes maravillosos (los ukukus, por ejemplo) y donde la música, la danza, la oralidad y la fe componen un maravilloso espectáculo digno de estudio y desciframiento. Ya leer esta crónica, querido lector, es una manera de peregrinar al santuario.

 

Qoyllur Rit´i. Crónica de una peregrinación cusqueña. Lima: La Siniestra, 2021.

Luego del debate de América Televisión, que vio más de un millón de personas, los puestos en las preferencias electorales se han movido. ¡Más de una sorpresa!

Lescano (11%, -1.2): llega a su techo y empieza a descender. El fenómeno Castillo no solo parece quitarle votos a Mendoza sino también al candidato de Acción Popular. No le fue bien, además, en el debate.

Forsyth (8.1%, +0.1): Congelado. El voto Esto es guerra se mantiene, pero ya empiezan a aparecer denuncias en su contra y a recibir ataques de sus adversarios. Eso siempre hace daño. En algún momento, su orfandad ideológica le va a pasar factura.

Fujimori (7.1%, +0.6): sigue creciendo. Lenta, pero sostenidamente. No se sale de su libreto aunque arrecie la tormenta. Su estrategia es clara: el suyo no es el aborrecible fujimorismo de los últimos cinco años sino el de los 90. Debe esperar a que algunos le crean.

Mendoza (5.4%, -0.5): la benefició el debate, pero Castillo parece haberle quitado más votos de los que pudo haber ganado al domingo pasado. Salvo que ocurra una catástrofe con Lescano, se ve muy difícil que la candidata de Juntos por el Perú pase a la segunda vuelta y gane la semifinal de la izquierda.

López Aliaga (5.2%, -2): se desploma. Baja al quinto lugar. Era previsible. Tanta altisonancia y agresividad le iban a costar en las preferencias electorales. Se ha convertido en el candidato de la amargura. Su walk over en el debate influye. La avalancha de denuncias en su contra también le han hecho mella. Erasmo Wong no fue suficiente.

De Soto (4.5%, =): ni crece ni cae. Esta encuesta no mide el incidente de la vacunación en Miami, pero el autor de El misterio del capital va a necesitar algún impulso extraordinario para trepar y meterse en la pelea. Demasiados errores cometidos en los últimos días.

Castillo (4.3%, +1.8): sigue siendo la sorpresa. Lescano y Mendoza son sus víctimas. A ambos les arrancha votos. Y lo más probable es que siga creciendo (hay segmentos en los que tiene 0% y allí aún no se ha aparecido de visita).

Acuña (4%, =): estancado. Ha hecho una buena campaña, pero por alguna razón indescifrable no ha pegado. Su narrativa era la correcta, la del emprendedor surgido de la pobreza, pero esta vez -a diferencia del 2016-, no ha hecho click.

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La sucesión de dislates cometidos por Hernando de Soto, candidato de Avanza País, ya se acercan al autosabotaje. Dice que no aceptaría vacunarse en el extranjero porque sería un privilegio inaceptable y a renglón seguido lo hace, reconociéndolo solo luego de ser pescado por la prensa. Por cierto, no tiene nada de malo que lo haga, pero lo que subleva es la impostura.

Dice haber publicado su plan de gobierno en The Economist y en The Wall Street Journal, y a los pocos minutos es desmentido tajantemente. A lo sumo, no pasaba de haber publicado algunos artículos, por lo demás bastante alejados de lo que podría ser una propuesta gubernativa cabal.

Sus voceros lo felicitan con algarabía por haber sido mediador exitoso entre el gobierno y los transportistas de carga que habían paralizado sus labores y bloqueado carreteras. Al final, uno se entera que De Soto solo se había reunido con taxistas informales y que no tuvo ni la más mínima injerencia en la solución del problema. Uno de sus aúlicos más entusiastas llegó a decir que De Soto no había esperado al 28 de julio para empezar a gobernar.

En días anteriores habíamos especulado sobre un eventual ascenso en las encuestas de De Soto, porque había salido del pasmo en el que se encontraba y había empezado una maratón de visitas regionales y apariciones mediáticas muy propicias. Y si a ello se le sumaba el estancamiento de la candidatura de López Aliaga, había margen para pensar que el autor de El misterio del capital podía terciar en la pelea de la derecha por pasar a la segunda vuelta.

Todavía es posible que suceda y que el pueblo le perdone o pase por alto sus gazapos, pero si no ocurre y hay un castigo cívico, será única y exclusivamente responsabilidad suya y de su entorno dócil de consejeros, que parecen no ser capaces de empinarse sobre el desbordado narcisismo del candidato.

Estamos todavía en los primeros 30 minutos del primer tiempo del partido por la primera vuelta y en la semifinal de la derecha se mantiene un empate técnico, pero De Soto se ha hecho merecedor de varias tarjetas amarillas que en pocos días sabremos si lo han afectado y beneficiado a sus adversarios.

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Días estos muy interesantes los que estamos viviendo durante las campañas electorales, porque se vuelven un deleite de falacias y falsos argumentos con los que se intentan justificar muchos miedos. Los miedos más interesantes que comentaré solo son cuatro, pues seguro hay más si se presta atención al entorno:

 

El primero es el miedo de las clases medias y altas a un gobierno de izquierda. Estas lo expresan terruqueando a Verónika Mendoza, lo cual no significa que crean que cometerá las atrocidades de Abimael Guzmán; es sólo una forma grosera, violenta, un insulto para mostrar su miedo. Si prestamos atención, observaremos que este se trata de una reacción casi automática de correr a proteger propiedades e intereses financieros, pues se tiene el convencimiento de que apenas llegue Mendoza a Palacio de gobierno impondrá una estatización como la del general Juan Velasco Alvarado cuando tomó las empresas extractivas y los grandes latifundios y los puso en manos de un estado que rápidamente se corrompió y trajo abajo la producción nacional (cuando llegan aquí ya les falta el aire).  ¿Ya ven que está planteando estatizar la producción de oxígeno? Terminaremos como Venezuela, añaden. Como final, para asustar más y mejor, recurren a Nicolás Maduro, la gran sombra amenazante, como lo fue en tiempos de Nadine Heredia, el presidente Hugo Chávez.

 

Ahora bien, la izquierda sabe que Verónika Mendoza se encuentra lejos de esos modelos estatistas latinoamericanos y que su promesa está centrada en el modelo de Estado de bienestar contemporáneo. De ahí que su plan se haya estructurado en relación con los derechos humanos. Pero es justamente esta postura la que despierta el segundo miedo, en este caso, en los marxistas de la vieja escuela internacional, que, al ver esta posición en una candidata, ¡una mujer!, que ha mejorado su discurso hasta convertirse en la más coherente y cuerda de todos los candidatos, están convencidos que seguirá el modelo de Nadine, traicionará todos los principios revolucionarios y se amistará con la CONFIEP rápidamente. Lo cual conduciría a un gobierno muy parecido como con el que contamos actualmente, algo cercano al que en un inicio pareció prometer Yonhy Lescano de Acción Popular, pero que luego resultó ser solo una lista de declaraciones sin mayor sustento que han conseguido que nadie, pero nadie, ya le tema.

 

El tercer miedo es el que despierta Rafael López y bueno, aquí las razones son todas y una a la vez, porque desde su mirada, postura, hasta la forma de mentir e improvisar sin siquiera prestar atención a principios mínimos de ética, nos dan cuenta de un hombre que se debe lacerar para poder contenerse. Si no se gobierna a sí mismo, ¿cómo no temer el violento desborde al que nos llevaría su fascismo, su fanatismo religioso y su marcado desprecio por los demás cuando tenga el poder de dirigir nuestro país? Parece un anuncio apocalíptico pleno de angelitos celestes.

 

Pero el cuarto miedo es el que siento más y por eso lo dejo al final. Lo despierta en nosotras, en nosotros, el ver que una parte significativa de la población de Lima e Ica se siente entusiasmada por el don que tiene López de poder imponer lo que realmente le da la gana, sin sustento alguno. Por el goce que les da como sacerdote, como falso candidato o como la rica mujer sometida, como lo que sean, de no tener que pensar en los demás y poder pasar por encima sin culpa alguna. Y claro, después no quieren que el resto de peruanas y peruanos no miremos a Velasco y le sonriamos recordando viejos tiempos…

 

23 de marzo de 2021

 

Las últimas encuestas revelan con claridad que la ola celeste de Rafael López Aliaga se convirtió en un tumbito. Ya dejó de crecer al ritmo que lo venía haciendo y lo más probable -dada la cantidad enorme de desaciertos que viene cometiendo- es que empiece paulatinamente a bajar en su intención de voto.

El voto ultraconservador tiene un nicho en el Perú, pero tiene un límite que es incapaz de franquear, salvo que quien lo represente sea un candidato convocante, plural, sensato, todo lo contrario a lo que el líder de Renovación Popular viene mostrando ser.

Rehúye debates (no fue al de América Televisión y canceló a última hora el de San Marcos), se muestra cada vez más soez con el gobierno y sus adversarios y ha enfilado sus baterías contra la prensa que legítimamente lo cuestiona o lo investiga. Se permite inclusive retuitear los peores agravios que en las redes sociales se lanzan contra periodistas que lo ponen en aprietos en entrevistas (y, qué curioso, la mayoría son contra periodistas mujeres).

Tiene, además, compitiendo a su alrededor a candidatos del mismo o parecido perfil derechista que están recomponiendo adecuadamente sus estrategias. George Forsyth ha detenido su caída, Keiko Fujimori sigue creciendo lenta pero sostenidamente y Hernando de Soto despertó de su modorra y ha emprendido una maratón de visitas a regiones del país y se prodiga con habilidad en entrevistas en medios de comunicación. La semifinal de la derecha no la tiene ganada López Aliaga y todo apunta a que la va a perder sin atenuantes, producto de sus propios errores.

Sería una gran noticia para la democracia, para la economía de mercado y para las libertades civiles (que tanto ha costado y cuesta instaurar en el Perú), que un candidato como López Aliaga no pase de ser una efímera y lamentable anécdota en el firmamento político peruano.

La ultraderecha no merece tener protagonismo. La construcción de una república moderna y liberal marcha en sentido contrario de proyectos cavernarios que harían retroceder décadas al país.

Solo ha sido la simultaneidad de crisis -sanitaria,, económica, social y política- lo que le ha permitido a López Aliaga cosechar de ello y sorprender a una parte del electorado, pero felizmente todo parece indicar que haber aparecido tan precozmente le va a pasar factura. Este tiempo ha servido para revelar el verdadero rostro tenebroso de un personaje lamentable y peligroso.

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En el gobierno morado, ministros, exministros y hasta el presidente están en el callejón

sin salida de la mentira. El Vacunagate los persigue porque prefirieron

callar desde el principio antes que hablar con la verdad.

 

Han pasado 39 días desde que nos enteramos de la existencia del lote de vacunas de «cortesía» de Sinopharm y de la primera lista de vacunados vips pero hasta hoy nada acerca de la segunda relación que se prometió revelar. Parece que proteger a ciertos funcionarios vinculados a este régimen —y al de Vizcarra— vacunados irregularmente es lo único que sí toma en serio Francisco Sagasti. Y también, por supuesto, negar —como Pedro negó a Jesús— todo lo que salga de la boca de su exministra Elizabeth Astete.

 

Francisco Sagasti no quiere aclarar ante el Congreso las versiones de su excanciller Astete que lo involucran contundentemente en el Vacunagate: «Me vacuné en un acto público y con anuencia del presidente Sagasti», ha confesado ella. Y, además, que tras presentar su carta de renuncia [el 14 de febrero] el presidente Sagasti le propuso continuar como ministra pero que ella le dijo que no. Serias revelaciones que Sagasti, en lugar de aclararlas ante el Parlamento, prefiere negarlas de lejos con comunicados a través de la prensa sin someterse a las preguntas de sus colegas legisladores que todavía ejercen rol fiscalizador. Dice que no tiene información adicional que aportar a la investigación más allá de lo que ya ha declarado públicamente.

 

Bueno, recordemos que Martín Vizcarra declaró públicamente que sería el último en vacunarse y que Pilar Mazzetti dijo públicamente que iba a ser la última en abandonar el barco, haciendo alusión a que sería la última en ser vacunada entre el personal de salud. Mientras eso decían Vizcarra y Mazzetti públicamente, ambos ya se habían vacunado secretamente.

 

Tal parece que el señor de las corbatas rojas con puntitos que a distancia se ven moradas pero que no son moradas —así trató de confundirnos cuando hacía propaganda a su partido— no se ha dado cuenta de que la credibilidad no es una virtud de su gobierno. También es probable que le fastidie el control político que ejerce su institución: el Congreso, de donde no debió salir.

 

24 DE MARZO DEL 2021

 

Un candidato dice que “el primero de mayo, Estados Unidos ha vacunado a toda su población”. Se arma un pequeño escándalo porque está hablando del futuro como si fuera el pasado: aparentemente estaba borracho. Algunos de sus defensores justifican el uso de “ha” para hablar del futuro apelando a una libertad lingüística. Otros dicen que es un valor positivo el haberse emborrachado para compenetrarse con sus electores. Pocos mencionan que la afirmación es falsa. Lo que ha dicho el gobierno estadounidense es que van a comenzar a vacunar a todas las personas, sin restricciones de edad o profesión, a partir del primero de mayo, no que para esa fecha ya habrán vacunado a todo el mundo. ¿Les importa a los defensores del candidato que éste les mienta en la cara? Hace rato que no. El candidato se ha vuelto la medida de todas las cosas. ¿Cómo saber si una encuesta es legítima? Fácil. Si él sale arriba, la encuesta está bien; si no, ha sido comprada por la prensa mermelera. ¿Creen realmente sus seguidores que las cosas son así? La verdad es que no les importa. Sus votantes no quieren ser persuadidos por una buena mentira, solo quieren instrucciones para defenderla en sus redes sociales. ¿Y por qué razón se interesan en defender sus mentiras? No es porque crean que es un mal necesario para proteger al país del comunismo-izquierdista-castro-chavista. Después de todo, no parece importarles que se haya unido con un movimiento de extrema izquierda como el de Antauro Humala. Mi tesis es que este candidato les da la oportunidad de expresar su desprecio por los progres y liberales.

 

Algo parecido sucedió con Trump. En un mitin justo antes de comenzar las primarias republicanas el 2016, dijo que él “podría pararse en el medio de la 5ta avenida y disparar a alguien, y no perdería ningún votante.” Ese año no solo ganó la nominación de su partido, sino también la presidencia de su país. Durante esa campaña hubo innumerables ocasiones en las que Trump hacía y decía cosas impensables para un candidato presidencial, y sus críticos pronosticaban que ‘ahora sí’ sus votantes lo abandonarían, pero eso nunca sucedió y, finalmente, terminó ganando la presidencia. De presidente, Trump no fue diferente. Siempre supo que sus partidarios le permitirían mentir sin escrúpulos. Meses antes de las elecciones del 2020 dijo que si perdía era porque habría habido fraude. Y cuando las encuestas lo proyectaban como perdedor, comenzó una seguidilla de ataques infundados contra el sistema electoral. Un par de meses después de perder la elección, alentó un ataque terrorista a la sede del Congreso, bastión y símbolo de una de las democracias más fuertes del mundo. La gente no vota por Trump porque crea que va a defender la democracia estadounidense o los valores conservadores. Lo único que importa es que Trump insulta sin tapujos a los liberales. Como señala Paul Waldman en un artículo publicado el pasado diciembre en The Washington Post, el desprecio de los conservadores a los liberales es tan profundo que ya no les interesa la democracia. Si respetar un proceso democrático implica que un liberal llegue al poder, no dudan ni un segundo en abandonar la democracia.

 

Me da la impresión de que algo parecido está pasando en el Perú. Nuestro susodicho les da a sus seguidores las herramientas perfectas para expresar su desprecio a los liberales y progres, y con eso están satisfechos. Ya ni siquiera se sienten en la necesidad de racionalizar las mentiras, lo importante es tener una respuesta que dar. ¿Les importa realmente preservar el modelo económico, los valores tradicionales, o algún tipo de ideología? No lo creo. En un mismo respiro critican de inocente la defensa de los derechos humanos, y a la vez elogian cualquier muestra de respeto por los mismos por parte de su candidato. ¿Insulto a la Virgen María? Horrible cuando lo dice un caviar, pero cuando lo hace su defendido simplemente-está-expresando-sus-sentimientos. ¿Antauro Humala? ¡Jamás! Pero… bueno, en verdad sí, lo-que-pasa-es-que-es-con-los-reservistas-y-no-con-Antauro-mismo. No se vota por el susodicho por interés personal o porque se crea que es lo mejor para el país. La gran motivación, el gran premio, es imaginar la cara de impotencia de los ‘izquierdosos’ si el candidato ganara. ¿Es lo suficientemente potente esta motivación para sacrificarlo todo? Me temo que sí.

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

Una encuesta de determinada empresa no se puede comparar con otra. Tienen metodologías distintas y muestreos diversos. Pero sí es factible compararlas entre ellas mismas y en esa medida, la última encuesta de Datum arroja resultados interesantes a comentar. Cabe mencionar que ha sido hecha antes del debate dominical.

Lescano (14%, +1): Empieza a lentificarse su crecimiento. Es curioso que en el oriente sea donde peor le vaya en cuanto a región geográfica siendo una zona tradicionalmente populista. No le fue bien en el debate.

López Aliaga ((9%, +2): también ya se detiene su boom de crecimiento. Está asentado sobre todo en el sector AB, hombres y en Lima. Va a ser difícil que crezca en otros segmentos. Ya habría llegado a su techo y puede empezar a descender. No participar en el debate fue un error.

Forsyth (8%, +1): El debate lo va a afectar. Tiene más arraigo en jóvenes limeños y del oriente, del sector AB. Si la da un giro a su campaña podría mantenerse y tentar la segunda vuelta. Deberían salir más sus voceros y no sólo él.

Fujimori (8%, +1): crece lenta, pero sostenidamente. Es la que mejor está llevando su estrategia, sin perder los papeles. Sabe que el partido dura 90 minutos y no se aloca. Debe trabajar el sur y el oriente. Tiene buena votación femenina (más que Mendoza).

Mendoza (6%, =): su mensaje cala más en el sector E. Después del debate puede crecer. La atenazan Lescano y Castillo. Le han quitado el sur. Lescano tiene 18% en esa región, Mendoza 8% y Castillo, allí cerquita, 7%. Y en el centro, Castillo le gana.

De Soto (5%, =): en el centro (1%) y el oriente (3%) casi no existe. Lo mismo en el sector E (1%). Debe hacer campaña allí. Se está desplegando bien en medios y en visitas. Va a crecer. No se puede asegurar si al punto de aprovechar la probable caída de López Aliaga o si le dé como para alcanzar a Keiko.

Urresti (5%, +1): es el que votación más homogénea tiene (género, edad, región y nivel socioeconómico). No le fue bien en el debate, aunque quizás su efectismo gestual logre calar.

Castillo (3%, +1): si hace campaña en Lima, donde tiene 0% de intención de voto, podría dar la sorpresa y superar la valla. Tiene 10% en el centro y 7% en el sur.

Acuña (3%, =): le va bien en las entrevistas. En el AB le va pésimo. Debería hacer hablar a sus voceros económicos que pueden sintonizar con ese segmento. No está descartado.

Quizás lo más importante de esta encuesta de Datum es que el 45% aún está pensando por quién votar y un enorme 25% no ha pensado nada sobre estas elecciones. Solo un 28% dice ya haber decidido su voto.

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Uno de los esfuerzos más interesantes que se realizan en esta campaña, es el que hacen Fernando Tuesta y el Grupo de Investigación de Partidos y Elecciones (GIPE), con el apoyo de IP Noticias. Han realizado una medición de la presencia de candidatos presidenciales en entrevistas desde el primero de enero.

En un país en el que no se puede hacer publicidad electoral, la presencia en TV, puede ser un gran trampolín para avanzar en la intención de voto, más aún cuando no hay candidato que supere hoy los 15 puntos en ninguna de las principales encuestadoras. El cuadro que ven es el último reportado:

No vamos a comentar lo que seguramente ya leyó antes: Que LA es el que más apariciones tiene pero más del 70% son en Willax; que Beingolea tiene una relación inversamente proporcional entre sus entrevistas y su intención de voto; y que cada entrevista de Castillo implica triplicar sus votantes.

Más bien, observar este trabajo nos llevó a preguntarnos algunas cosas. ¿Hay relación entre la presencia en la TV y el aumento de la intención de voto? ¿Hay un fenómeno de expansión de la información que genera mayor votación? ¿Hay segmentos más “influenciables” que otros? ¿Diciendo lo que sea se puede ganar votación? Para algunas esbozamos respuestas y otras las dejamos de tarea.

Parece que sí hay una relación entre la aparición en medios y el impacto en las encuestas. Por lo menos de los candidatos que hasta hoy aparecen con mayor votación. Usando los cuadros reportado por Tuesta (fines de febrero y quincena de marzo) y la intención de voto reportada por el IEP (días más, días menos las mismas fechas), encontramos algunos datos muy importantes (que, como digo siempre hay que usar en su dimensión. No hay una ciencia exacta en el análisis electoral en el país):

Hay una correlación entre ambas series de 0.64. Cualquier investigador conoce que encontrar un número así no es común, por lo alto. Nos puede llevar a un sobredimensionamiento de fenómeno, pero también es cierto que nos alerta de lo importante que es la presencia en medios. Hay una relación, fuerte, entre ambas variables. Sales más en TV, aumentas más tu intención de voto. Sales menos, la mantienes o incluso la disminuyes ligeramente.

Desde luego que la distribución no es homogénea. Parece que el impacto es más fuerte en los mayores y en el interior del país. Y bastante menos fuerte en los más jóvenes (y algo en el NSE DE). Tal vez el alcance y la importancia de la TV de señal abierta es más fuerte en los segmentos donde la correlación crece, mientras que en los jóvenes, por ejemplo, el medio no genera un involucramiento relevante. Es importante dejar esto como hipótesis que iremos siguiendo en el tiempo.

Más allá de las cifras, que son importantes, vale preguntarse si es que el contenido y el tono de esas entrevistas puede ser catalogado por igual. Por la importancia del medio o la repercusión que tiene, por la relevancia al implicar primeras planas posteriores o por el tono en el cual se lleva a cabo la entrevista. ¿Es lo mismo una entrevista a López Aliaga en Willax que una a Verónika Mendoza en ATV? El sentido común nos dice claramente que no, pero es un detalle que necesitamos comprobar con expertos en análisis de contenido.

Pero sí hay un detalle que nos llama la atención y que se relaciona con las noticias falsas y su relación con las elecciones. No abundaremos en información, pero es claro que los dos candidatos que más suben en las encuestas (López Aliaga y Lescano), se han dedicado a decir lo que les sale por la boca y poco se ha combatido esta información falsa. Son los más osados en señalar posiciones personales como fundamentos (el cañazo como tratamiento COVID por ejemplo) y nos hemos acostumbrado a verlos como simples anécdotas. O también en decir y desdecir. Acuso y digo que no acuso. López Aliaga ha hecho de este tema una estrategia.

¿Todo esto supone una estrategia o es pura campaña “bananera”? Solo de ejemplo, la BBC reportó el trabajo en México que se hizo con “Verificado 2018”, detectando 7 nodos de noticias falsas que después se usaron como argumentos en redes sociales para orientar el debate. Todas afirmando mentiras. Lo que influyó en la intención de voto y en el triunfo de AMLO (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-44476959).

Por cierto, otro de los mecanismos de fake news más común es la existencia de encuestas falsas que circulan apócrifamente y que tratan de influir en el electorado. O las empresas encuestadoras que claramente no hacen un trabajo prolijo, pero que generan que sus encuestas con datos erróneos den la vuelta por todos lados.

Acaba de aparecer el nuevo libro de Cass Sunstein llamado Mentirosos: Falsedades y libertad de expresión en una era de engaño. Allí, un liberal reconocido como el autor (socio de Thaler en ese increíble libro que es Nudges), habla de la necesidad de regular aspectos de la mentira pública que pueden generar un impacto nocivo y sin vuelta atrás de la información. Lo hace desde la constatación del Washington Post de las 30.753 mentiras que Trump dijo en cuatro años de gestión. 21 mentiras por día. Imaginemos eso en un presidente acá.

Entonces, parece que las apariciones en TV de los candidatos tienen un alto impacto en la gente. Habrá que profundizar más en ello. Pero además, la estrategia de la mentira como plan parece que también lo tiene. A estar prevenidos.

* Con esta columna comienza mi ciclo de colaboraciones con Sudaca.pe. Agradezco a Paolo Benza la invitación y espero que cada columna sea una invitación a la discusión. No queremos convencerlo, queremos darle una herramienta más de análisis.

* Revisen el reporte que IP Noticias ha hecho sobre medios y candidatos. Muy prolija la información que presenta Antonio Salerno. Síganla: https://ipnoticias-latam.com/wp-content/uploads/2021/02/Analisis-Elecciones-2021-LescanoForsythAliaga-1.pdf

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