Opinión

El reciente intento del gobierno de Dina Boluarte, mediante el Ministerio de Educación conducido por Morgan Quero, de retirar 22 libros de educación básica ha desatado una justificada ola de críticas desde la academia y la sociedad civil. Estos libros contienen términos como «conflicto armado», «conflicto social», «dictadura», «ideología de género», «aborto» y «educación sexual integral», considerados adversos a la narrativa promovida por el fujimorismo y otras bancadas conservadoras, como Renovación Popular y Avanza País, entre otras. Esta acción representa una amenaza a la libertad de expresión y al derecho a la información.

La censura de estos términos es una maniobra para manipular la información y la historia. Este acto busca reforzar la impunidad para militares y políticos, generalizando el uso del término «terrorista» para deslegitimar a los opositores del gobierno y minimizar los crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado y sus fuerzas del orden. Esta estrategia de manipulación histórica no solo tergiversa la verdad, sino que también distorsiona la percepción pública de eventos trascendentales, afectando la memoria colectiva.

Eliminar términos como «conflicto armado interno» es particularmente preocupante. La inclusión de este término en los textos escolares permite a los estudiantes entender el contexto y las características del conflicto ocurrido en el país, el cual tuvo profundas implicaciones sociales, políticas, económicas y culturales. Eliminar este término distorsiona la comprensión de estos eventos cruciales y su impacto en la historia nacional.

El silencio del Congreso ante esta grave situación es alarmante. A pesar de la polémica generada, ningún legislador ha citado al ministro Quero para que rinda cuentas, y varios congresistas vinculados al ámbito educativo han optado por la complicidad del silencio. Este mutismo institucional no solo evidencia una falta de compromiso con la defensa de una educación libre y plural, sino que también sugiere una preocupante alineación con las políticas de censura y manipulación del régimen de Boluarte.

En un país como el Perú, marcado por una historia de conflictos y dictaduras, es vital que la educación refleje de manera fiel y completa los acontecimientos del pasado. La manipulación de la verdad y la historia desde el Ministerio de Educación no solo traiciona el legado de aquellos que lucharon por la democracia y los derechos humanos, sino que también hipoteca el futuro de las nuevas generaciones.

Es imperativo que la sociedad civil, los académicos y los defensores de los derechos humanos se unan para resistir estos intentos de censura. La educación debe ser un espacio de libertad y verdad, donde se fomente el pensamiento crítico y se promueva una comprensión profunda y matizada de nuestra historia y realidad contemporánea. Solo así podremos construir una democracia sólida y una sociedad justa y equitativa.

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¿Qué pesa más en la balanza: el eventual ciclo de inestabilidad que supondría un anticipado proceso electoral o la resolución del hartazgo ciudadano con un gobierno mediocre y sin rumbo?

Apenas 5% de la población aprueba al gobierno de Dina Boluarte y 90% lo desaprueba, según la última encuesta del IEP. Y al socio político del Ejecutivo -el Congreso- solo lo aprueba el 6% y lo desaprueba el 91%.

Lo que es más grave: un 50% de peruanos considera que el gobierno de Dina Boluarte será más corrupto que los anteriores y 42% igual de corrupto. Además, un 72% considera que la situación económica es peor que hace un año y 55% considera que será peor en el futuro.

La sensación de corrupción, desatada luego del Rolexgate y de las andanzas del hermanísimo, ha corroído seriamente las bases de legitimidad del régimen. Y si se le suma la desesperanza respecto de la economía (expresada fácticamente en el aumento de la pobreza), se entenderá la foto del presente desalentador para la democracia, y, como bien señala el propio IEP, esto alentará la aparición de propuestas radicales o autoritarias.

Volvemos a la pregunta inicial: ¿es mejor cortar por lo sano, adelantando las elecciones generales, o, en aras de no aumentar la inestabilidad -que no veo dónde está (hay relativa paz social)- mantenemos como sea a Boluarte hasta el 2026?

Esta situación no va a mejorar. Va a ir para peor, y cuando queramos reaccionar políticamente ya va a ser muy tarde. La crisis del gobierno afecta a la democracia y le quita lustre ciudadano. Mientras más se sostenga este tinglado, más abono a favor de candidaturas disruptivas, radicales y autoritarias.

Mi posición es clara: se debe adelantar elecciones y cortar la sangría democrática que implica este gobierno mediocre y sin idea de cómo gobernar. Coincide con ello el 77% de los peruanos, aunque un 58.6% no sepa aún por quién votar. ¿Hay riesgo de que en las actuales circunstancias los Antauros descollen? El riesgo de que lo hagan será mayor si el deterioro se acentúa.

Y no hay nada que nos permita pensar que este gobierno mejorará. Al contrario, ya hasta los ámbitos tecnocráticos del Ejecutivo -el MEF, sobre todo- están tocados por la medianía y la contaminación política. Todo nos lleva a pensar que lo mejor para el país es zanjar el problema, convocar a elecciones generales y apostar a que las fuerzas democráticas, apremiadas por la urgencia, tengan la responsabilidad de conducirse inteligentemente.

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Adelanto de elecciones, Dina Boluarte, Rolexgate

La necesidad de un gran frente democrático, republicano y liberal para las elecciones del 2026 no solo es una necesidad electoral para derrotar a la fuerza telúrica que va a acompañar a algún candidato radical de izquierda, sostenido por el sur andino, el resto del mundo rural y los bolsones de pobreza de la costa y la selva.

Es también, una fórmula de gobierno, la única capaz de generar los consensos necesarios para poder afrontar los enormes, gigantescos desafíos sociales, políticos y económicos que el país tiene frente a sí: reactivación capitalista, construcción de infraestructura, reforma político-electoral, reforma de la salud y la educación públicas, regionalización, reforma del sistema de justicia en su conjunto, etc.

Se debe tratar de un frente que, además, no solo comprometa partidos políticos, sino gremios populares representativos (véase con atención la gigantesca movilización que el Sutep ha podido convocar a mediados de esta semana).

Señalaba en columna reciente la paradoja de que las grandes reformas democratizadoras del último siglo y pico habían sido llevadas a cabo en dictaduras (Leguía, Odría, Velasco y Fujimori). Es hora de que sea un gobierno democrático el que corresponda a esa tarea. El último gran esfuerzo por plantearse algo así fue el Fredemo que presidió Mario Vargas Llosa en 1990 y que lamentablemente fracasó en las urnas.

En base a los consensos básicos que un frente como el propuesto ya de por sí implica, sí es posible pensar en un gobierno democrático reformista de la envergadura que se requiere. Sería el colofón salvador de la fallida transición democrática que hemos tenido después del fujimorismo y que nos ha llevado a una de las peores crisis republicanas de la historia nacional (solo es equiparable, para hablar de los últimos tiempos, con la debacle de fines de los 90).

Mucha coordinación, sapiencia política, desprendimiento y tolerancia serán necesarias para que este gran frente no aborte en medio de apetitos minúsculos de poder o celos partidarios inconducentes. La magnitud de la tarea por llevar a cabo debería bastar para convencer a todos los que se están animando a pensar en el 2026, en su urgente necesidad.

La del estribo: buena puesta en escena de Una hazaña nacional, la historia de Fray Calixto de San José Túpac Inca, escrita y dirigida por Alfonso Santistevan, con las actuaciones de Daniela Trucíos, Pold Gastelo, Ricardo Bromley, entre otros, en el entrañable teatro Blume. Va hasta fines de junio. Entradas en Teleticket.

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elecciones 2026, frente democrático

Aun cuando pertenece al mundo exclusivo y multiforme del jazz, el nombre de David Sanborn, fallecido el pasado domingo 12 de mayo a los 78 años, es bastante conocido entre los fanáticos de todo lo que tenga que ver con una de las personalidades más importantes del rock, su tocayo, David Bowie (1947-2016). A mediados de los años setenta, el brillante saxofonista norteamericano trabajó para el “Duque Blanco” tanto en giras como en estudios de grabación. Para mejores señas, es Sanborn quien coloca esos potentes fraseos de saxofón alto en Young americans (1975), tema-título del noveno álbum de Bowie, en que decidió incursionar en el R&B y el soul tras varios años de ser ícono absoluto del glam-rock (también se luce en los temas Right, Somebody up there likes me y Fascination).

Su asociación con Bowie se había iniciado un año antes, cuando el saxofonista integró la banda que sacó de gira el álbum Diamond dogs, documentada en el doble en vivo David Live (1974) -Sanborn brilla en temas como Big Brother y la versión modificada de All the young dudes– y se prolongó hasta toda la promoción del Young americans, que incluyó intensas agendas de conciertos -en lo que se conoció como The Soul Tour, más de 50 fechas en Estados Unidos, entre septiembre y noviembre de ese año- y hasta una aparición en el famoso programa The Dick Cavett Show tocando, entre otras, la canción mencionada al inicio, una crítica aguda del “American way of life” desde el lacónico punto de vista de un artista inglés. 

Como reseñó estos días la revista Rolling Stone, Sanborn tuvo un papel muy importante en el sonido de Bowie en esos años: “Como no había primeras guitarras, yo cubrí ese rol con mi saxo. Y en la gira, Bowie nos dejaba tocar solos durante veinte minutos antes de salir a escena”. Para ese momento, David Sanborn ya era bastante conocido en la escena musical de su país. Después de haberse fogueado, siendo aun adolescente, en las bandas blueseras de los guitarristas Albert King (1923-1992) y Little Milton (1934-2005), obtuvo su primer trabajo de alto perfil a los 22 años, cuando ingresó al grupo de Paul Butterfield (1942-1987), cantante y compositor que además tocaba magistralmente la armónica.

Como integrante de The Paul Butterfield Band, con quienes grabó cuatro álbumes -The resurrection of Pigboy Crabshaw (1967), In my own dream (1968), Keep on moving (1969) y Sometimes I just feel like smilin’ (1971)-, David Sanborn participó nada menos que en Woodstock, la mañana del lunes 18 de agosto de 1969, último del festival, tres horas antes del legendario cierre que hiciera Jimi Hendrix (1942-1970). Aunque la participación del combo bluesero no fue incluida en la película, una de sus canciones –Love march– sí encontró espacio en el clásico álbum triple. Cincuenta años después, en el 2020, apareció un LP doble de colección, con la completa presentación de la banda, titulado Live at Woodstock.

Pero, como decíamos al principio, el verdadero mundo de David Sanborn fue siempre el jazz. Aquejado desde niño por la terrible poliomielitis, los doctores les recomendaron a sus padres que practicara el saxofón para superar las secuelas que la enfermedad había dejado en su brazo derecho y a nivel pulmonar. En la música y la libertad del instrumento que hicieron brillar personajes como Charlie Parker (1920-1955) y John Coltrane (1926-1967), el joven David encontró una razón para vivir y superar el estigma de la discapacidad. Su larga y fructífera trayectoria son testimonio de todo lo que puede lograrse con disciplina, talento y ética de trabajo. Con los años, David Sanborn se convertiría en uno de los saxofonistas más importantes y solicitados en la competitiva escena del jazz mundial.

Después de su experiencia con Butterfield, Sanborn trabajó junto al extravagante pianista y director de orquestas canadiense Gil Evans (1912-1988), en el disco en vivo Svengali (1973) -notable Blues in orbit– y un alucinante álbum grabado para el sello RCA Victor en el que Evans y su big band de dieciocho músicos reinterpretan composiciones de Jimi Hendrix -la versión de Angel les da una idea de por dónde va este disco, una joya del jazz setentero-, lanzado oficialmente en 1974. Poco después, Sanborn iniciaría un copioso trabajo como solista, que no le impidió seguir colaborando con toda una verdadera constelación de astros de la música. Desde James Taylor, en el single How sweet it is (To be loved by you) (LP Gorilla, 1975) hasta Al Jarreau, como integrante de su banda en vivo a mediados de los noventa, los altos vuelos del saxofón de David Sanborn se hicieron sentir.

Si entre las décadas de los cincuenta y los sesenta, subgéneros del jazz como bebop, cool y la fusión tuvieron entre sus filas a grandes saxofonistas afroamericanos -los mencionados Coltrane, Parker, Julian “Cannonball” Adderley (1928-1975), Sonny Rollins, entre muchos otros-, para mediados de los setenta comenzaron a surgir instrumentistas blancos que, inspirados por los sonidos integradores de Stan Getz (1927-1991) -que combinaba la sutileza del bossa nova con una terrible y agresiva misoginia- y Phil Woods (1931-2015)-, dominaron la escena incorporando al jazz elementos de R&B, funk, pop-rock y soul, en lo que poco a poco dio forma a una de las principales vertientes del jazz moderno: el smooth jazz. 

A raíz de los cambios sucesivos en la industria discográfica, con la explosión de figuras creativas y exitosas en todos los géneros existentes, se consolidó, desde inicios de los años setenta, la figura de los “músicos de sesión” ya no como entidades corporativas -Muscle Shoals, The Brill Building- sino como freelancers que intercalaban sus producciones como integrantes de grupos o solistas con contratos específicos para grabar con quienes requirieran de sus servicios. Entre los saxofonistas/clarinetistas más destacados de esa era podemos mencionar a Tom Scott, Eric Marienthal, Lenny Pickett, Richie Cannatta, Mark Rivera o Michael Brecker. En las épocas doradas del pop-rock norteamericano -entre 1975 y 1995- era muy común ver sus nombres asociados a artistas como Joni Mitchell, Eagles, Billy Joel, Elton John, Steely Dan y un larguísimo etcétera. David Sanborn fue uno de los más activos en ese terreno.

En paralelo a sus cinco primeros álbumes como solista, editados entre 1975 y 1979, entre los cuales por lo menos dos -Taking off (1975) y Hideaway (1979)- son considerados en la actualidad auténticos clásicos del smooth jazz, David Sanborn se unió a la banda de los hermanos Randy y Michael Brecker, con quienes lanzó dos exquisitos discos de jazz-funk, con temas destacados como Rocks (The Brecker Brothers, 1975) o Keep it steady (Back to back, 1976). El saxo alto de Sanborn se escucha en canciones de Bruce Springsteen, George Benson, Stevie Wonder, Gil Evans, Jaco Pastorius, Linda Ronstadt, Chaka Khan y podríamos seguir. Canciones suyas como Funky banana, Butterfat (Taking off, 1975, compuestas por el pianista David Matthews), o The seduction (Love theme) (Hideaway, 1979), escrita por el productor italiano Giorgio Moroder para la película American gigolo, protagonizada por Richard Gere, figuran entre sus grabaciones más difundidas en Estados Unidos y Europa.

Luego de pasar una temporada (1979-1980) como integrante de la banda del programa humorístico Saturday Night Live -uno de los más sintonizados de los Estados Unidos, cantera inagotable de estrellas del cine y la televisión-, el saxofonista inició una sociedad de trabajo con un joven bajista de 19 años, a quien conoció en ese grupo, Marcus Miller, hoy reverenciado como uno de los más grandes exponentes de dicho instrumento. En todos los álbumes que Sanborn publicó entre 1980 y 1999, Marcus Miller aparece como compositor, arreglista y productor, además de tocar bajo, teclados y sintetizadores. Aquí podemos verlos en acción, durante la edición 1997 del festival de Montreaux (Suiza).

La complicidad entre ambos se trasladó a la televisión, cuando Sanborn trabajó en el programa Night songs/Night music, producido por el mismo canal de Saturday Night Live, NBC Studios, durante la temporada 1988-1990. El show estaba dedicado a presentar grandes artistas de la música, desde Paul Simon hasta Miles Davis y, mientras Miller hacía de director musical de la banda residente, Sanborn asumió la conducción junto con el reconocido pianista inglés Jools Holland, poco antes de que iniciara su conocida serie Later with… Durante la primera mitad de los ochenta, Sanborn se integró a otro grupo de televisión, para acompañar las emisiones nocturnas del conocidísimo conductor y entrevistador David Letterman. En este video lo vemos como invitado del famoso talk show nocturno.

En 1986 aparecería uno de los álbumes fundamentales para entender la estética sonora del smooth jazz, a dúo con el pianista/tecladista y compositor Bob James, uno de los músicos más respetados del subgénero. El disco, titulado Double vision, cuenta con la participación de un verdadero equipo soñado de “sesionistas”: Marcus Miller (bajo), Steve Gadd (batería), Eric Gale (guitarra), el brasileño Paulinho Da Costa (percusión) y el vocalista Al Jarreau. Las canciones Since I fell -cantada por Jarreau- y el instrumental Maputo -usado en infinidad de comerciales- le dieron estatus de culto a este disco, que fue galardonado con el Premio Grammy a Mejor Performance Vocal o Instrumental de Jazz Fusión, uno de los seis que recibió entre 1981 y 1999. Muchos años después, en el año 2013, Sanborn y James volvieron a juntarse para un disco extremadamente fino, Quartette humaine, que generó temas que son un verdadero placer para el oído como Montezuma o Deep in the weeds.

Para inicios de los noventa, David Sanborn dio un giro en su sonido, un poco cansado del encasillamiento en esa versión atildada y, hasta cierto punto, predecible del “jazz suave” al que se dedicó durante la década anterior. Para sacudirse el membrete, publicó Another hand (1991), un retorno a formas más aventureras del jazz, siempre acompañado de su hermano musical Marcus Miller en la producción. El disco, de atmósferas volátiles y jazzeras/blueseras, tiene otra vez un elenco de lujo que acompaña a Sanborn -Bill Frisell, Marc Ribot (guitarras), Charlie Haden, Greg Cohen (bajos), Steve Jordan, Jack DeJohnette (baterías)- en temas como Hobbies, Jesus o la espectacular Duke & counts. Al año siguiente, repitió el plato con Upfront (1992), esta vez en el camino del jazz fusión para continuar su desmarque de lo “smooth”. Composiciones de Miller como Snakes o Full house -con un invitado especial en guitarra, Eric Clapton- se juntan a clásicos del latin jazz como Bang bang (The Joe Cuba Sextet, 1966) o del free jazz como Ramblin’ (Ornette Coleman, LP Change of the century, 1959).

Los tiempos fueron cambiando y la industria discográfica modificó sus estándares de valoración de calidad y apreciación de las producciones musicales. Como ha ocurrido también con el pop-rock de calidad y su diversidad de ramificaciones, el jazz y sus derivados, poseedores de historias evolutivas muy ricas e íconos forjados durante décadas de talento, creatividad y éxito, fueron retrocediendo hasta convertirse en placer de minorías, guetos aislados de las grandes cajas de resonancia de los medios de comunicación, más concentrados en las simplonerías del hip-hop y el R&B de pasarelas en Estados Unidos, las ondas bizarras para discotecas europeas y la vulgaridad del latin pop y el reggaetón en Hispanoamérica, por lo que nombres consagrados como el de David Sanborn pasaron, en un abrir y cerrar de ojos, a ser virtualmente anónimos para los nuevos públicos consumidores de música popular. 

Entre el 2001 y el 2018, David Sanborn publicó un total de siete álbumes, siempre al lado de músicos de primera. En la temporada de festivales jazzeros 2011-2012, Sanborn formó el supergrupo DMS, junto a Marcus Miller (bajo), George Duke (teclados), Federico Gonzáles Peña (teclados) y Louis Cato (batería). Indiferente a las etiquetas que suele imponer la prensa especializada, declaró alguna vez a la revista Down Beat que “no tengo tiempo para andar pensando si algo es o no es jazz” -ante un cuestionamiento del por qué grababa de todo- y que, como músico, no le interesaban las peleas organizadas por los críticos. “¿Qué tanto protegen estos guardianes de castillos imaginarios? El jazz siempre ha absorbido y transformado todo aquello que encontró alrededor suyo”. Aquí podemos ver a DMS en el Festival de Jazz de Tokio-2011, interpretando Run for cover, tema del sexto álbum de Sanborn, el galardonado Voyeur (1981).

Su vigésimo primer álbum oficial, Here and gone (2008), editado para el prestigioso e histórico sello Verve Records, es un homenaje a Hank Crawford (1934-2009), una de sus primeras inspiraciones cuando aprendía a tocar, arreglista y saxofonista de la banda de Ray Charles (1930-2004), quien es, como todos sabemos, una figura emblemática de la música y la discapacidad, al haber crecido invidente desde los seis años, probablemente a causa del glaucoma. “La primera vez que escuché a Ray Charles y su sección de vientos, pensé -le dijo en entrevista televisiva a David Letterman, allá por 1987- me dije a mí mismo que el mejor trabajo en el mundo debía ser tocar el saxo”. El disco contiene colaboraciones especiales de estrellas de diferentes generaciones como Eric Clapton (I’m gonna move to the outskirts of town), la cantante de soul Joss Stone (I believe to my soul) y el guitarrista Derek Trucks (Brother Ray).

Casi diez días después de su fallecimiento, Marcus Miller, su amigo del alma, recién se sintió capaz de escribir al respecto en sus redes sociales: “Estoy lleno de una gratitud inagotable por haber tenido la oportunidad de conocer a David, reír y hacer música con él. Trabajando juntos evolucioné hasta convertirme en productor, compositor, arreglista, empresario y artista. Todo gracias a la increíble confianza que David tuvo en mí al conocerme siendo yo tan joven. Descansa en paz, hermano mío”. 

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El prematuro lanzamiento a la carrera presidencial de Rafael López Aliaga es un disparate descomunal que nadie de su entorno parece haber sido capaz de advertirle.

Primero, porque incumple una enfática promesa de campaña de que no renunciaría a la Alcaldía de Lima para postular a las lides presidenciales (ello le sería enrostrado corrosivamente durante toda la campaña por sus adversarios). Segundo, porque su gestión edil es tan mala que no tiene madera para hacer flotar alguna expectativa de dar el salto presidencial.

Pocas veces se ha visto una actuación administrativa en el municipio capitalino tan errática, ineficiente e improductiva como la que está desplegando López Aliaga y de allí sus altísimos niveles de desaprobación. La Lima que nos va a entregar va a ser una bastante peor que la que recibió.

Si en algún momento pensó que el sillón de Nicolás de Ribera era el mejor atajo político para llegar al solar vecino se equivocó de cabo a rabo. No solo por los antecedentes fallidos que existen al respecto (Bedoya, Barrantes, Belmont, Andrade, Castañeda, Villarán, etc.), sino porque mal puede, quien no es capaz de lo menos, de mostrarse como alguien con la capacidad de hacer lo más.

Seguramente, en su imaginación cree poder encarnar el carácter disruptivo y motivador de las dos figuras que la derecha regional mira con embeleso, como son Bukele y Milei. Lo que no está al alcance mental de López Aliaga es que él ya perdió ese aire disruptivo que lo acompañó cuando recién apareció en el firmamento político peruano y, además, que el Perú no parece demandar figuras de ese perfil.

Lo que se necesita para derrotar a los disruptivos radicales de izquierda, que sí tienen tela por cortar, como Antauro Humala, Guido Bellido o Aníbal Torres, es un gran frente de centroderecha, republicano, liberal y demócrata, y para conformarlo se requieren virtudes de las que adolece el burgomaestre limeño.

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POR: ALESSANDRA ABUSADA

«A finales de octubre, estaba claro que nadie iba a ayudar a los habitantes de Khirbet Zanuta». Así comienza un importante artículo del New York Times, “Los impunes: cómo los extremistas se apoderaron de Israel”. 

Khirbet Zanuta es una aldea palestina de Cisjordania cerca de Hebrón cuyos 150 habitantes, acosados y amenazados por colonos extremistas e ignorados por la policía israelí, recientemente huyeron para salvar sus vidas. Mis amigos de Cisjordania llevan mucho tiempo temiendo que una guerra pueda desencadenar otra Nakba. “Ese es el objetivo final de los sionistas: quieren la tierra sin el pueblo”, dirían.

La mayor parte de lo que describen Ronen Bergman y Mark Mazzetti no era nuevo para mí. Durante los cinco años que viví en Palestina/Israel, fui testigo de la injusticia sistémica, seguí el avance de los lunáticos de extrema derecha de Israel hacia los centros de poder estatal, y observé la impunidad de los colonos violentos, como los que vaciaron y destruyeron Khirbet Zanuta.

Como descendiente de palestinos, siempre quise entender el conflicto. Viajé a Jerusalén en 2010 pensando ingenuamente que un par de meses in situ me ayudaría a resolver mis dudas. A mi llegada al aeropuerto Ben Gurión me detuvieron e interrogaron: ¿cuál es el objetivo de su visita? ¿Cómo se llama su padre, su abuelo, su tatarabuelo? Mi apellido árabe me hizo sospechosa. 

A pesar del recibimiento, me enamoré de Palestina/Israel y no me quise ir. Para poder quedarme, me matriculé en la Universidad Hebrea de Jerusalén, aprendí árabe y hebreo y obtuve una maestría en Investigación de Conflictos. Sacar la visa de estudiante me llevó mucho más tiempo que a otros estudiantes internacionales. Si yo, una palestina cuya familia emigró a Perú hace 100 años, enfrentó un trato desigual, ¿cómo será para los palestinos que viven ahí? Tuve cinco años para descubrirlo.

Cuando escucho a Jaime Bayly, renombrado escritor peruano, describir a Israel como la “única democracia en el Medio Oriente, una democracia admirable, que da la bienvenida a los palestinos pacíficos”, sólo puedo pensar que ignora la realidad sobre el terreno. Si una mayoría electa discrimina a una minoría étnica, ¿es esa una democracia digna de elogio?1

Como dijo sin rodeos Moshe Cohen-Eliya, un abogado israelí y profesor de derecho constitucional , en un seminario sobre la democracia en Israel: “si en caso llegamos a una situación en la que el 80% de los miembros de la Knesset (parlamento israelí) quieren oprimir a los árabes, mejor toma tu maleta y huye lejos de aquí, creo que esto ya es un estado patológico de la democracia y ningún tribunal puede ayudar”2

De hecho, una democracia que no se base en principios liberales puede convertirse en la “tiranía de la mayoría”. Por tanto, dirijo este artículo a los liberales, y no necesariamente a los defensores de la democracia entendida estrechamente. 

Las políticas y el comportamiento de Israel hacia los palestinos son indefendibles desde un punto de vista liberal. Mi propósito aquí no es crear animosidad hacia los israelíes3 ni defender los actos de Hamás. Quiero arrojar luz sobre las políticas opresivas que se implementaron mucho antes del 7 de octubre y que nos llevaron a esta tragedia.

Hacia una definición simple de los ideales liberales

La definición más básica de un liberal es aquel que defiende la libertad, la igualdad de oportunidades y los derechos individuales. Los políticos debaten qué queremos decir con esos ideales. Los estudiosos distinguen entre libertad positiva y negativa; no están de acuerdo sobre qué constituye un derecho inalienable y cuál es la fuente de su legitimidad; contrastan igualdad con equidad, etc.

Sostengo aquí que, independientemente de cómo entendamos estos términos, Israel no califica como Estado liberal. Las políticas del Estado judío hacia los no judíos que controla, directa o indirectamente, no sólo son antiliberales sino profundamente racistas y discriminatorias. Ya sean ciudadanos árabes de Israel, residentes de Jerusalén, palestinos de Cisjordania, habitantes de Gaza o refugiados esparcidos por todo el Medio Oriente, todos los palestinos pagan el precio.

¿Qué tipo de injusticias soportan los palestinos? Cada “categoría” de palestinos enfrenta dificultades particulares. Veamos algunos ejemplos.

Sin libertad de movimiento

Los palestinos que viven en la ocupada Cisjordania enfrentan cientos de obstáculos para moverse. Según un informe de la OCAH , a principios de 2023 había 645 de ellos, incluidos puestos de control con personal constante de las fuerzas israelíes (77), puntos de control con personal ocasional (+129) y otros bloqueos como barricadas, montículos de tierra y barreras de carretera (+400).

La gran mayoría de las obstrucciones se encuentran en lo más profundo de Cisjordania; sólo 39 son “puntos de entrada a Israel”. Más de la mitad (339 de 645) tienen un impacto severo en la vida de los palestinos, restringiendo el movimiento y el acceso a las principales carreteras, centros urbanos, servicios y áreas agrícolas.

Alessandra Abusada.

 Estas barreras internas van y vienen según consideraciones de “seguridad”. Tomemos, por ejemplo, la Carpa de las Naciones, una granja en la cima de una colina que pertenece a la familia Nasser desde la época Otomana y cuenta con títulos de propiedad de 1924/25. Daoud Nasser, palestino cristiano, lucha por mantener la granja en manos de la familia, y proclama un mensaje de paz y convivencia. Eso no ha impedido que Israel bloquee su camino de acceso y emprenda una batalla legal de décadas para reclamar la tierra. Aparentemente, un activista por la paz palestino que se reúne con extranjeros es una “amenaza” para la seguridad de Israel.

 

Otro obstáculo a la libre circulación es el sistema de permisos que determina quién de Cisjordania puede entrar en la Jerusalén Oriental ocupada y/o en el propio Israel. Algunos musulmanes obtienen un permiso durante el Ramadán, otros cristianos durante Semana Santa y Navidad. Una vez conocí a una joven cristiana con identificación de Cisjordania que nació en Jerusalén, pero a la que no se le permitía visitar a su abuela de 90 años en la Ciudad Vieja de Jerusalén porque Israel no le concede permiso, excepto en los días santos cristianos.

El Muro de Separación plantea aún más obstáculos a la libre circulación. El Muro se extiende 708 kilómetros, el doble de la longitud de la Línea Verde (la frontera de facto con Israel de 1949 a 1967). Dado que la mayor parte (aproximadamente el 85%) se ubica dentro de Cisjordania, el muro ha aislado el 9% de Cisjordania de los agricultores palestinos quienes deben acceder a sus plantaciones a través de puertas: 69 de ellas. La mayor parte del tiempo, las autoridades israelíes mantienen estas puertas cerradas

La vida de los palestinos que vivían en la Franja de Gaza antes del 7 de octubre del año pasado era sombría. Desde 2007, el año en que Hamas tomó el control de la Franja de Gaza de manos de la Autoridad Palestina liderada por Fatah, Israel ha impuesto una prohibición general de entrada y salida de Gaza. También restringe severamente los viajes entre Gaza y Cisjordania, limitando el número de personas autorizadas a viajar fuera de Gaza solo a aquellas que necesitan recibir tratamiento médico.

Israel controla el espacio aéreo y las aguas territoriales de Gaza. Sin aeropuerto. Sin puerto marítimo. La mayoría de los habitantes de Gaza quienes deben viajar al extranjero deben salir a través de Egipto. Excepto que la frontera de Gaza con Egipto ha estado prácticamente cerrada desde que Abd Fattah Al-Sisi ascendió al poder hace diez años. Cuando Mohammad, un estudiante de Gaza, ganó una beca para estudiar ingeniería en la Universidad de Columbia en Estados Unidos, no le permitieron cruzar a Egipto y perdió la oportunidad.

Los habitantes de Jerusalén y los ciudadanos palestinos de Israel tienen mayor libertad para moverse dentro de Israel y el territorio palestino ocupado (TPO), y pueden utilizar el aeropuerto Ben Gurión de Israel. Sin embargo, a ellos también los detienen arbitrariamente para realizar inspecciones. En Jerusalén, he visto a jóvenes de aspecto árabe acosados por la policía sin hacer nada sospechoso o ilegal. La discriminación racial es tan frecuente que artículos ofrecen consejos a los palestinos para cruzar los puestos de control israelíes.

Ni siquiera el más básico de los derechos humanos.

Los liberales hablan de derechos inalienables, derechos fundamentales para la humanidad y más allá del debate político. El Estado de Israel niega estos derechos a los palestinos.

Consideremos el derecho a no ser detenido arbitrariamente, herido o asesinado. En Israel, el Estado puede arrestar y retener sin juicio a una persona que no ha cometido un delito, con el argumento de que puede violar la ley en el futuro. Lo llaman detención administrativa. La persona es detenida sin procedimiento judicial, basándose en pruebas que no se le permite ver. La persona puede ser retenida hasta por seis meses. Si, antes de que expire la orden, existen «motivos razonables», la detención puede prorrogarse otros seis meses. No hay límite de cuántas veces se puede extender la detención. En septiembre de 2023, el Servicio Penitenciario de Israel tenía 1,310 palestinos en detención administrativa. Este número se ha más que duplicado desde el 7 de octubre.

He perdido la cuenta de cuántos palestinos han sido heridos o asesinados Israel por “error” o como “daño colateral”. Los casos recientes incluyen el asesinato de la famosa periodista de Al Jazeera, Shireen Abu Akleh;  la redada en plena luz del día a la ciudad cisjordana de Nablus; y la ejecución de David Ben Avraham, un palestino de 63 años convertido al judaísmo.

El asesinato de Shireen Abu Akleh el 11 de mayo de 2022 recibió atención mundial. Nacida en Jerusalén en una familia cristiana, Shireen también tenía ciudadanía estadounidense. El día del asesinato, ella estaba cubriendo una incursión israelí en el campo de refugiados de Jenin. Inicialmente, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) afirmaron que un pistolero palestino la mató, pero finalmente admitieron una «alta posibilidad» de que Abu Akleh fuera «alcanzado accidentalmente» por fuego del ejército.

Dos ONG llevaron a cabo una investigación conjunta sobre el incidente. Forensic Architecture es un grupo de investigación multidisciplinario con sede en Londres que utiliza técnicas y tecnologías arquitectónicas para investigar casos de violencia estatal y abusos de derechos humanos en todo el mundo. Al Haq es una organización palestina de derechos humanos. Su análisis detallado de las pruebas  los llevó a concluir categóricamente que el ejército israelí atacó deliberadamente al periodista con intención de matarla. Israel se ha negado a realizar una investigación criminal. Nadie ha sido acusado.

El 22 de febrero de 2023, a las 10:30 a. m., el ejército israelí asaltó la ciudad vieja de Nablus . El objetivo era arrestar a tres combatientes buscados de Lion’s Den, un grupo armado con base en Nablus. El ejército sabía que a las 10:30 de la mañana de un miércoles la Ciudad Vieja estaría abarrotada. Sabían que los civiles estarían en peligro, pero procedieron de todos modos, hiriendo a más de 100 palestinos y matando a 11, entre ellos 5 civiles inocentes como un chico de 16 años y un hombre de 72 años.

Alessandra Abusada.

 El caso de David Ben Avraham fue grabado en vídeo pero no recibió suficiente atención en los medios occidentales. El “grave incidente”, como lo llamaron las FDI, ocurrió el 19 de marzo de 2024. En el video se ve a Sameh Muhammad Abd al-Rai Zaytoun, un palestino de Hebrón, que se hacía llamar David Ben Avraham desde que se convirtió al judaísmo hace varios años, con un arma apuntándole después de bajarse de un taxi palestino en una estación de autobuses cerca de un asentamiento de colonos judíos en Cisjordania, al sur de Jerusalén. Al parecer, Zaytoun levantó sospechas entre los reservistas que no creían que fuera judío. A pesar de cumplir las órdenes de los reservistas, fue asesinado. Tenía las manos en el aire cuando le dispararon.

Durante años, después de convertirse al judaísmo, Ben Avraham había estado buscando la ciudadanía israelí, pero las autoridades lo rechazaron repetidamente debido a su herencia palestina. Ajeno a la ironía, el ministro del Interior aprobó póstumamente su estatus de residencia en Israel.

Derecho a la propiedad denegado

Entre los derechos individuales que los liberales y libertarios4 valoran más, está el derecho a la propiedad. Una revisión del despojo palestino debería enfurecer a libertarios como el presidente argentino Javier Millei.

Después de la guerra de 1948, sólo quedaron 150,000 de los 900,000 palestinos que vivían en lo que más tarde se convirtió en Israel. El otro 85% huyó o fue expulsado en lo que muchos estudiosos ahora coinciden fue una campaña de limpieza étnica.5

Según la Ley de Propiedad de Ausentes que Israel aprobó en 1950, los palestinos expulsados después del 29 de noviembre de 1947 eran “ausentes” y por lo tanto se les negaba cualquier derecho6. El estado confiscó sus tierras, casas, apartamentos y cuentas bancarias. Los refugiados palestinos que intentaron regresar7 fueron etiquetados como “infiltrados” y, si eran capturados, asesinados a tiros.

Los “afortunados” que permanecieron en sus hogares fueron sometidos a un toque de queda militar8. Los desplazados internos fueron declarados “ausentes presentes”; el Estado se apoderó de sus posesiones, les prohibió regresar a sus aldeas dentro de Israel y se apresuró a arrasar sus casas y confiscar sus tierras. Estos botines fueron asignados a kibutzim cercanos, utilizados para crear nuevas comunidades judías o plantados con pinos en una campaña de green washing. Las casas de estilo otomano propiedad de palestinos que vivían en ciudades mixtas (árabes y judías) fueron entregadas a refugiados judíos que llegaban de Europa o países árabes. Cuando visito los hermosos barrios residenciales de Qatamon o Baq’a en Jerusalén Occidental con familiares de Cisjordania, me señalan las casas y recuerdan el nombre palestino del legítimo propietario.

Durante las décadas de 1960 y 1970, los palestinos en Israel fueron objeto de confiscaciones masivas de tierras que provocaron la manifestación del 30 de marzo de 1976, en la que seis palestinos desarmados murieron y cien resultaron heridos. Desde entonces, cada 30 de marzo, los palestinos de todo el mundo celebran el “Día de la Tierra” para señalar su conexión continua con su tierra.

En 1966, Israel concedió la ciudadanía a los palestinos dentro de Israel. Ahora podían votar en las elecciones generales y participar en política. Israel señala a algunos de estos ciudadanos árabes que han ocupado puestos importantes en la sociedad, para defenderse de las acusaciones de apartheid. Pero Israel priva de derechos a su población árabe en todos los aspectos de la vida: distribución de tierras, seguridad, presupuestos de educación y salud, infraestructura y más.

Desde su creación, Israel ha empleado consistentemente una política discriminatoria de distribución de tierras. Si bien se han establecido más de 1,000 comunidades judías, no se ha aprobado ni un solo asentamiento árabe. Los asentamientos judíos en el desierto del Néguev al sur de Israel son reconocidos retroactivamente, mientras que las aldeas beduinas anteriores a la independencia de Israel no están reconocidas y se ven privadas de agua, electricidad e infraestructura.

Aunque los ciudadanos palestinos de Israel representan el 21% de la población, ocupan menos del 3% del territorio. Al no poder expandirse debido a limitaciones de tierra y no poder comprar tierras propiedad del Estado judío9, los municipios árabes están superpoblados mientras que las comunidades judías vecinas se extienden cómodamente sobre grandes extensiones de tierra.

La ocupación y asentamiento de los TPO: ciudadanía despojada, más apropiación de tierras y falta de seguridad

En la guerra de 1967, Israel ocupó el 22% restante de la Palestina histórica, expulsando a Egipto de Gaza y a Jordania de Cisjordania. Israel anexó rápida y unilateralmente Jerusalén Este10 y declaró que ambas mitades, Este y Oeste, eran “la capital eterna e indivisa de Israel”. Los habitantes árabes de Jerusalén eran ahora “residentes permanentes”, no ciudadanos. A cualquier palestino residente en el territorio recién ocupado que se encontrara en el extranjero en ese momento de la guerra se le prohibió regresar.

Para judaizar aún más Jerusalén, Israel aprobó una ley en 1995 para revocar el estatus de residente permanente a los palestinos que pasaran siete años o más fuera de Israel. Conocí a un joven de la Ciudad Vieja en 2011 que había estudiado Ingeniería Mecánica en la Universidad Northwestern y le ofrecieron un trabajo en Estados Unidos. En lugar de aprovechar la oportunidad y perder su residencia en Jerusalén, regresó a casa. Cuando lo conocí, vendía souvenirs en la tienda familiar.

La apropiación de tierras continúa sin cesar. Ya en septiembre de 1967, dos meses después de su victoria, el gobierno israelí dio luz verde a los judíos israelíes para establecerse en los territorios recién conquistados, principalmente en el Valle del Jordán y alrededor de Jerusalén. En 1977, Israel amplió las áreas para los colonos judíos en Cisjordania.

Alessandra Abusada.

Vista general del asentamiento de colonos judíos de Efrat construido en Cisjordania. Crédito foto AP.

Con cada nuevo asentamiento de colonos viene la confiscación de tierras, el cierre de áreas a los palestinos, la pérdida de acceso a fuentes de agua y tierras de pastoreo, y más. A mediados de 2023, unos 700,000 colonos viven en 279 asentamientos. en Cisjordania (500,000) y Jerusalén Este (200,000), un número que seguramente aumentará en represalia por el ataque de Hamás en octubre pasado.

El contraste es marcado entre el trato que Israel da a los colonos judíos (ciudadanía plena y subsidios ) y a los palestinos. La violencia de los colonos contra los palestinos, relatada por fin en el New York Times, ha quedado impune durante años y ha aumentado dramáticamente en los últimos meses11. Según Yesh Din, un grupo israelí de derechos humanos, de 1,600 casos de violencia de colonos en Cisjordania entre 2005 y 2023, apenas el 3 por ciento terminaron en una condena.

Continuo desplazamiento forzado a través de permisos de construcción y derechos diferenciales para reclamar propiedades.

Después de que Israel anexara Jerusalén Oriental en 1967, aprobó la Ley de Asuntos Jurídicos y Administrativos de 1970, que permite a las familias judías reclamar propiedades que supuestamente poseían12 en Jerusalén Oriental pero que perdieron en 1948, al tiempo que niega el mismo derecho a los palestinos.

Las familias palestinas que ahora enfrentan el desalojo de Sheikh Jarrah son descendientes de refugiados asentados en Jerusalén Este cuando Jordania tomó el control. Tienen propiedades en Israel, pero la Ley de Propiedad Ausente de 1950 y su enmienda de 1973 les impiden reclamarlas.

Los permisos de construcción son otra herramienta utilizada para judaizar Jerusalén Oriental. La municipalidad de Jerusalén no finaliza ni aprueba ningún plan para los barrios palestinos y niega alrededor del 93 por ciento de las solicitudes de permisos de construcción de palestinos con residencia permanente13.

Las estadísticas de permisos son aún peores para los palestinos que viven en la llamada Área C, el 61% de Cisjordania bajo control total de Israel. Según la organización israelí Peace Now , entre 2009 y 2018 Israel concedió sólo el 2% de todas las solicitudes presentadas por los palestinos para permisos de construcción en el Área C (98 de 4,422). Por el contrario, Israel permitió unas 2,000 unidades de vivienda cada año en los asentamientos de colonos.

En consecuencia, los aproximadamente 300,000 palestinos que viven en el Área C deben construir sin permisos, lo que desencadena una orden de demolición. Israel ha demolido miles de estas edificaciones.

¿La igualdad no es buena?

La lista de injusticias y desigualdades continúa. Podríamos considerar, por ejemplo, la Ley de Comités de Admisiones que permite a las comunidades seleccionar y rechazar a los solicitantes considerados “inadecuados para su composición social y cultural”, facilitando a las ciudades de mayoría judía impedir que los ciudadanos palestinos de Israel se muden ahí14. O la Ley de Ciudadanía y Entrada a Israel que impide que los palestinos en Cisjordania y Gaza que se casan con ciudadanos palestinos de Israel obtengan residencia o estatus de ciudadanía15. También podríamos examinar cómo Israel está dificultando que los cónyuges extranjeros de palestinos de Cisjordania renueven sus visas para estar con sus seres queridos16. 

La Universidad Hebrea organizó el año pasado un seminario sobre Democracia Liberal ”. Fue a la vez fascinante y perturbador. Hacia el final, la conversación giró hacia las consecuencias de las reformas judiciales que el gobierno de Netanyahu estaba impulsando y los riesgos de una mayor discriminación de los palestinos si se aprobara. Sospecho que los panelistas se sorprendieron cuando un estudiante preguntó: “¿Qué tiene de terrible la igualdad como base para juzgar?” ella preguntó. “¿Acaso la igualdad no es buena?” La próxima generación me da esperanza.

Anhelo el fin de la guerra en Gaza y el inicio de negociaciones que conduzcan a una paz integral. Los liberales de todo el mundo tienen un papel que desempeñar para lograrlo.

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1  La ley básica del Estado-Nación Estado aprobada en el 2018, proclama a Israel como el Estado-nación del pueblo judío. En Israel no existe la nacionalidad israelí. En los documentos de identidad existe un registro etnico: judío para la mayoría judia y árabe para árabes con ciudadanía israelí. 

2 Seminario de la Universidad Hebrea » Democracia liberal » 1:21:29

3 Aquí hago la distinción entre el Estado de Israel (es decir, sus políticas e instituciones) y el pueblo israelí. No los confundo por respeto a los compañeros de clase, profesores y amigos judíos israelíes que conocí durante mi estancia allí y que genuinamente quieren un acuerdo justo para ambos pueblos.

4 El libertarismo es una forma más extrema de liberalismo. Dos ideas son fundamentales para el libertarismo. En primer lugar, cada individuo tiene derecho a vivir como le parezca correcto, siempre que no intente obligar a otros a vivir de la misma manera. En segundo lugar, cada individuo tiene derecho a adquirir y conservar bienes. Si el gobierno es necesario, es sólo para defender estos derechos fundamentales.

5 Según Noam Chomsky “El informe define los actos de limpieza étnica como la separación de hombres y mujeres, la detención de hombres y la destrucción de casas y su posterior repoblación por otro grupo étnico. Este fue precisamente el repertorio de los soldados judíos en la guerra de 1948″ Gaza en crisis: Reflexiones sobre la guerra estadounidense-israelí contra los palestinos. Ver trabajo de historiadores como Walid Khalidi, Nur Marsalla, Erskine Childers, Illan Pape, Norman Finkelstein o Shlomo Ben Ami. 

6 Al mismo tiempo, la Ley del Retorno (1950) otorgó a los judíos de cualquier parte del mundo el derecho a convertirse automáticamente en ciudadanos israelíes. 

7 Según Benny Morris, el 95% de los “infiltrados” sólo intentaban recoger sus pertenencias, cosechar sus granjas o recoger los frutos de sus árboles.

8 El 29 de octubre de 1956, un grupo de palestinos de la aldea de Kafr Qassim, que desconocían el toque de queda impuesto ese mismo día en vísperas de la guerra del Sinaí, fueron asesinados por la policía fronteriza israelí. En total, 48 personas murieron en la masacre, de las cuales 19 eran hombres, 6 mujeres y 23 niños de entre 8 y 17 años.

9 Ley Básica: Tierras de Israel (1960) estipula que la propiedad de las “tierras de Israel” –controladas por el Estado, el Fondo Nacional Judío (FNJ) y la Autoridad de Desarrollo– sólo puede transferirse entre las tres entidades, sabiendo que el FNJ arrienda las tierras que posee sólo a los judíos. El noventa y tres por ciento de la tierra en Israel es pública y pertenece al estado, al FNJ o a la Autoridad de Desarrollo. Los ciudadanos palestinos no pueden arrendar alrededor del 80 por ciento de la tierra controlada por el Estado, según Adalah.

10 Inmediatamente después de la guerra de 1967, el Gobierno de Israel anexó unilateralmente unos 70.500 dunams (aproximadamente 17.400 acres) de tierras jordanas de Jerusalén y Cisjordania a los límites municipales de Jerusalén Occidental. Además de las zonas de Jerusalén que anteriormente habían estado controladas por Jordania (aproximadamente 6.500 dunams), las tierras anexadas incluían otros 64.000 dunams, la mayoría de los cuales pertenecían a 28 aldeas palestinas de la Ribera Occidental; las tierras anexadas restantes estaban dentro de los límites municipales de Belén y Beit Jala. Con esta anexión, el área total de Jerusalén se triplicó, convirtiendo a Jerusalén en la ciudad más grande de Israel, tanto en territorio como en población.15 Este territorio anexado se conoce hoy como “Jerusalén Oriental”.

11 https://www.hrw.org/news/2024/04/17/west-bank-israel-responsible-rising-settler-violence . Artículo del New York Times, “Los impunes: cómo los extremistas se apoderaron de Israel”

12 La mayoría de los reclamantes no son descendientes de los propietarios, sino judíos no emparentados apoyados por organizaciones de derecha como Elad y Aret Cohanim decididos a judaizar Jerusalén Este.

13 https://www.jerusalemstory.com/en/fact/can-palestinians-who-hold-israeli-permanent-resident-ids-build-private-structures-homes-rooms?search=1

14 https://www.aljazeera.com/news/2023/7/27/israeli-protests-cast-light-on-laws-discriminating-against-palestinians

15https://imeu.org/article/the-7-most-racist-israeli-laws

16https://reliefweb.int/report/occupied-palestinian-territory/west-bank-new-entry-rules-further-isolate-palestinians-enarhe

 

Entrevistando a Max Hernández para el segundo número de la revista Pulsión, el psicoanalista hacía notar con agudeza cómo había ocurrido en el país que tres grandes fenómenos democratizadores (el ascenso de las clases medias, la migración del campo a la ciudad y la condición ciudadana del emprendedor popular) habían ocurrido durante dictaduras, como las de Leguía, Odría y Fujimori. Agregaría la reivindicación del indio, bajo el régimen militar de Velasco.

Y ello en medio de la paradoja de que durante los periodos democráticos no se haya producido nada de esa envergadura, ni en los tiempos de la República Aristocrática ni en el periodo post Fujimori, los dos periodos más prolongados de alternancia democrático electoral que el país hatenido a lo largo de su vida republicana. Quizás solo podría ser equiparable la reducción de la pobreza desplegada sobre todo entre el 2001 y el 2011, cuando acaba el segundo gobierno de Alan García.

Eso debe cambiar radicalmente si queremos que sobreviva la feliz conjunción de capitalismo y democracia, que es la fórmula más exitosa para generar prosperidad en los países que los albergan. Con defectos enormes por corregir en ambos sistemas, aún hay porvenir propicio en ese matrimonio difícil y a veces conflictivo.

La democracia tiene que ser más efectiva. No puede contentarse con elecciones periódicas y la relativa existencia de una separación de poderes. Hay que darle vitalidad ejecutiva a los gobiernos democráticos, y dinámica participativa a las propias democracias, con mecanismos que involucren al ciudadano y lo hagan sentirse partícipe de las tomas de decisiones (referéndums, renovaciones parciales del Legislativo, revocatorias, etc.).

La democracia se debe comer. Si dejamos que se convierta en un adorno institucional, bajo cuyo manto prospera la inacción económica, el descuido de la igualdad de oportunidades (salud y educación públicas), la inseguridad ciudadana y la corrupción rampante, se explica por qué somos el país que peor consideración tiene sobre los valores democráticos y los riesgos que ello implica para la irrupción de candidatos populistas autoritarios tanto de izquierda como de derecha.

Nota: agradezco a la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de DDHH, por su reciente comunicado alertando sobre los abusos fiscales de los que he sido y soy víctima, yendo a contrapelo de la libertad de prensa y del principio constitucional de la reserva de las fuentes periodísticas.

No es ninguna novedad que vivimos un debilitamiento absoluto de la democracia. Los actores políticos que se encuentran en el poder son los principales responsables de esta crisis que arrastramos por años. Esto impacta en el ensanchamiento de las brechas de desigualdad y en la calidad de la participación ciudadana.

Actualmente, la categoría “democracia» ha sido vaciada de contenido y se utiliza para fines corruptos y el aumento del poder de determinados sectores contrarios a lógicas de igualdad y de derechos humanos. Una paradoja de la cual debemos salir. 

Hace años Pepi Patrón, filósofa de PUPC, escribió un artículo denominado “Democracia y Sociedad Civil”, en dónde destacaba la importancia de la pluralidad de actores en la construcción de una sociedad democrática, así como de la participación de ciudadanía organizada para hacer frente a las desigualdades y la discriminación imperante en el país. 

Así, la garantía de una sociedad civil que permita el diálogo abierto y plural, y, promueva el control ciudadano sobre el Estado es fundamental para garantizar un Estado democrático en dónde los derechos de las personas puedan ser respetados y ejercidos. 

Sin embargo, en nuestro país un grupo de Congresistas de los partidos Renovación Popular, Fuerza Popular, Avanza País, Alianza para el Progreso y Perú Libre han presentado varios proyectos de ley para limitar, poner barreras y debilitar a las ONGs. Esto como una estrategia como ampliar el espacio de poder que detentan, atemorizar y buscar debilitar la pluralidad y por ende la democracia.

Ante ello diversas organizaciones de derechos humanos, ampliamente conocidas en el país y a nivel internacional, con décadas de trabajo a favor de una sociedad más justa, se han pronunciado. Buscando con ello no solo socializar con la ciudadanía está preocupación, sino alertar a los actores nacionales e internacionales con talante realmente democrático de los riesgos que enfrentamos. El avance de los sectores autoritarios no para y esto representa un grave riesgo para la paz. 

A continuación, comparto este comunicado con el afán de que el cansancio no nos gane, y, podamos actuar para defender la pluralidad y el derecho a la participación ciudadana organizada y democrática.

Liz Melendez

Un Estado democrático requiere una sociedad civil capaz de promover el diálogo, ejercer vigilancia de las políticas estatales, como mecanismo para denunciar el abuso de poder y promover la vigencia de garantías fundamentales como son los derechos humanos.

No nos dejemos arrebatar más libertades. 

Al cierre de esta columna, son 28 partidos políticos los que están formalmente inscritos para participar en los comicios presidenciales del 2026. Adicionalmente, existen otras 17 agrupaciones que están apresurando el paso para lograr su inscripción ya que el 16 de julio de este 2024, es el último día para que los ciudadanos que deseen postular a cargos públicos en el 2026, se inscriban en el partido de su preferencia.

En las elecciones presidenciales del 2021, tuvimos los peruanos en nuestra sábana, mal llamada cédula de votación, a 21 partidos políticos, así que preparémonos para una nueva sábana, esta vez para cama King, con al menos 40 logos para escoger. Para los votantes de Lima, donde se insiste en un solo distrito electoral con 33 congresistas, la sabanota, que debería postular a Record Guiness, tendría la friolera suma de 1,320 candidatos al congreso para escoger, más lo que se considere para el Senado.

Una tremenda estupidez aupada por este inefable congreso que más se preocupa en blindar mochasueldos que pensar en una reforma electoral que simplifique el voto ciudadano pasando el mapa a distritos uninominales y que otorgue a los ciudadanos el derecho de elegir nuevos representantes en un menor tiempo. Pero no, más se interesan en viajar con el/la amante o usar su semana de representación para hacer proselitismo político, algo no muy “lo justo” que digamos.

La diáspora galáctica de precandidatos presidenciales es enorme. Entre los radicales de izquierda tenemos a Aníbal Torres y su “ correrán ríos de sangre, Guido Bellido leyendo hojas de coca para hacer políticas públicas, el asiduo visitante del VRAEM Guillermo Bermejo, la secretaría de Nadine, Veronika Mendoza y el orate asesino, homofóbico y racista de Antauro Humala. Tremendo ramillete que hace extrañar aquella izquierda, firme pero democrática, con la cual se podía conversar como la de Alfonso Barrantes, Genaro Ledesma y los menos radicales como Cucho Haya de la Torre y Enrique Bernales.

Hacia la derecha conservadora, alguna más achorada que la otra, tenemos a partidos más organizados como Fuerza Popular y su sempiterna candidata Keiko Fujimori, Renovación Popular, Avanza País y también el PPC, recientemente reincorporado a las lides electorales. 

Mientras que en la centro-izquierda aparecen amarillos y morados, la centro derecha se confunde entre discursos populistas y tibios, que poco impacto tienen, por ahora, en la población. Mientras que la derecha liberal, con algunos buenos prospectos, podría ser la sorpresa siempre y cuando los egos se guarden en los bolsillos, y el amor por el Perú prime para formar una alianza electoral desde la primera vuelta.

Pero como están las cosas, el panorama se inclina hacia los discursos radicales y disruptivos. Un sector de la población, como el sur andino y sectores más pobres del país, podría ver a Antauro como su nuevo Velasco, coincidiendo con sus planes de nacionalización, fusilamiento de corruptos, sus discursos en contra de la inversión extranjera y el advenimiento de la supremacía de la raza cobriza. Nazismo a la peruana.

Hacia el otro lado, con una Keiko rejuvenecida y empoderada por el apoyo de su padre, Alberto Fujimori, quien tiene, además, mayor simpatía del pueblo que ella misma, tiene el potencial de llegar a segunda vuelta sin mayor problema, siendo su principal paradigma, los 40,000 votos que, en dos ocasiones, le impidieron de vestir la banda presidencial. No sería de extrañar, que, entre la derecha conservadora, se trate de formar un frente que asegure una bancada mayoritaria y que luego tienda puentes con sectores más centristas para una “hoja de ruta” hacia la segunda vuelta.

Parece entonces que el 2026 se encamina a tener 4 grupos ideológicos en la contienda electoral. La izquierda radial con Antauro a la cabeza, el centro donde podrían confluir políticos de izquierda y derecha con gustos de champagne y caviar, la derecha liberal, siempre que tenga un discurso simple y disruptivo, y la derecha conservadora cuya candidata natural sería Keiko.

Sería ideal ver que estas tendencias ideológicas pudieran desprenderse del espejo del ego y la vanidad para formar alianzas desde la primera vuelta. Por la historia, esto es poco probable. Por el deseo de ver a nuestro Perú de regreso a la tolerancia, a la solidaridad y a un manejo profesional y honesto del Estado, es un mandato ético y moral.

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