Opinión

Se le presenta una nueva oportunidad al Congreso para recuperar legitimidad política frente a la ciudadanía: la interpelación y ojalá censura del ministro de Trabajo, Iber Maraví.

Las pruebas en su contra son contundentes. Los atestados policiales que ha publicado La República no son uno, son varios, no son en base a un testigo sino son muchos más. Maraví, según esos documentos, estuvo involucrado en la cúpula fundacional de Sendero Luminoso y participó, inclusive, en atentados terroristas.

Ya era una afrenta al país el gabinete Bellido, salvo excepciones. Lo es ahora terriblemente más honda, con la presencia de alguien como Maraví. Nunca se le debió dar la confianza a este gabinete. Al menos, se espera que en el proceso de interpelación planteado, esta vez el Congreso no decepcione ni desaire la expectativa ciudadana.

Particularmente, cabe invocar a Acción Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú y Podemos, sin cuyos votos es imposible una censura, que en esta ocasión, antepongan eventuales intereses políticos subalternos, al prestigio de la patria, que no puede verse mancillada por la presencia en el poder de alguien con semejante prontuario, vinculado a un movimiento que generó un baño de sangre en el país y enlutó a decenas de miles de familias peruanas.

Y si el Premier Bellido -a quien, dicho sea de paso, Maraví no le hace caso y se zurra en su pedido de renuncia-, hace cuestión de confianza por esa interpelación y eventual pedido de censura, pues el Legislativo tendrá que asumir los costos políticos y proceder igual a censurarlo y tumbarse el gabinete, si se diera el caso que el Premier antepusiese un capricho para hacerle frente a un clamor político popular.

La gobernabilidad del país, que es, al parecer, lo que les preocupa a algunos líderes políticos del centro (Acuña, Lescano, Luna Gálvez, etc.), no pasa por bajar la cabeza frente a los despropósitos del régimen. Por el contrario, como se está viendo, ese desvelo transita por la necesidad de controlar los desmanes políticos que el Ejecutivo está cometiendo, al amparo de un Presidente diletante y a quien el cargo le ha quedado sobradamente grande.

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Iber Maraví

El año pasado, algunos meses antes de cumplir 90, lúcido y brioso, el saxofonista de jazz Sonny Rollins disparaba frases como estas, en entrevista para la sección cultural de The New York Times: «A mi edad, todos mis amigos ya se han ido -Miles, Coltrane, Dizzy, Bird-, y ahora debo lidiar conmigo mismo. A veces comienzo a quejarme pues no puedo llamar a nadie por teléfono para perder el tiempo conversando, pero para mí es una señal de debilidad. No hay escapatoria para esto. Tengo malestares por todo el cuerpo pero, espiritualmente, viejo… me siento mejor que nunca. Estoy en el camino correcto».

Este martes 7 de septiembre, Rollins cumple 91 años de edad y, aunque dejó de tocar el saxo tenor en el año 2012, debido a una fibrosis pulmonar, la vitalidad de sus memorias y la devoción que despierta entre los verdaderos amantes del jazz ha mantenido su imagen presente, como un tótem, casi como una divinidad. Ahora, que se nos están haciendo costumbre los obituarios de excelentes músicos que, por razones cronológicas, van «mudándose al otro barrio» -Rubén Blades dixit-, vale la pena recordar la trayectoria de este iluminado improvisador que brilló, como acompañante o al frente de sus propias bandas, por más de seis décadas.

Se trata de uno de los dos únicos sobrevivientes (el otro es el saxofonista Benny Golson, de 92 años) de aquella generación proverbial de jazzistas que posaron en la legendaria sesión fotográfica conocida como A Great Day In Harlem, realizada el 12 de agosto de 1958 frente a un edificio ubicado en el #17 East de la 126th Street, entre Madison y la Quinta Avenida, el corazón del barrio más negro de la Gran Manzana. En la toma, preparada por el entonces novel reportero gráfico Art Kane para una edición especial de la revista Esquire, Sonny Rollins, entonces de 28 años, aparece al lado de otros 56 grandes nombres del jazz, entre ellos su gran amigo Coleman Hawkins (1904-1969) y su maestro, el pianista Thelonious Monk (1917-1982).

Para esa época Rollins, aún con el pelo corto y sin su característica barba puntiaguda bajo el mentón, ya había trascendido la categoría de «promesa». Su sexto álbum como líder de grupo, Saxophone Colossus (Prestige, 1956) –que contiene St. Thomas, una de sus composiciones más famosas-, se convirtió en su principal carta de presentación y, posteriormente, en su apelativo. También le decían, como cuenta el trompetista Miles Davis (1926-1991) en su autobiografía, «Newk», por su gran parecido físico con el jugador de béisbol Don Newcombe, con quien hasta lo confundían en taxis y trenes.

Rollins grabó más de sesenta producciones discográficas, entre álbumes en estudio y en vivo, para los sellos más importantes de la edad dorada del jazz: Prestige, Blue Note, Impulse!, Riverside y Milestone. Su amistad con Max Roach (1924-2007) -el genial baterista con quien trabajó durante muchos años- o con Ornette Coleman (1930-2015), generaron algunas de las grabaciones más fluidas de hard bop, be bop y free jazz, entre lo clásico y la avant-garde. Pero si a alguien en realidad admiraba Rollins, era a Monk, con quien publicó una histórica colaboración titulada simplemente Thelonious Monk & Sonny Rollins (1953).

A finales de los años 50, luego de codearse con los más grandes de su tiempo –Charlie Parker, Miles Davis, The Modern Jazz Quartet- y publicar una veintena de álbumes, muchos de ellos alabados por la crítica especializada -como Tenor madness (1956), cuyo tema-título es la única grabación que hizo junto a John Coltrane (1926-1967); Way out West o A night at the Village Vanguard (1957), Rollins, abrumado por un éxito que jamás soñó conseguir e imbuido de una densa convicción espiritualista, desapareció del ojo público y el ajetreo de su vida profesional. Pero no dejó la música. Durante casi tres años se le vio, saxo en mano, practicando en el puente Williamsburg, que conecta el bajo Manhattan con Brooklyn, según sus propias palabras, “para no molestar a sus vecinos”. En 1962 regresó de ese hiato con un LP titulado, convenientemente, The bridge. Hoy, miles de sus seguidores vienen realizando una campaña, por redes sociales, para que este puente se llame Sonny Rollins Bridge, en su honor.

De mirada torva y gesto serio, Rollins fue defensor, como muchos otros jazzeros, de los derechos civiles de las poblaciones negras en los duros años de la segregación racial. Su álbum Freedom suite, de 1958, netamente instrumental, grabado junto a Max Roach (batería) y Oscar Pettiford (contrabajo), contiene una dura declaración de principios, un alegato contra la injusticia de un país que “quiere escuchar la música de los negros pero no la historia de los negros”. Para muchos, Freedom suite –tema de casi veinte minutos- es la primera canción de protesta sin letra. El álbum contiene también una hermosa interpretación del clásico de 1950 ‘Till there was you, también grabada por los Beatles en 1963, en su segundo LP With The Beatles.

A diferencia de sus pares, que se entregaron a las fusiones y subgéneros como el jazz-rock o el smooth jazz, Rollins se mantuvo en sus trece, lanzando una sucesión de álbumes de jazz puro, algunos más accesibles que otros -tocando standards, baladas o acercándose al blues y al funk, como en The way I feel (1976) o Easy living (1977), en sociedad con un elenco diverso de colegas de esas nuevas vertientes como el tecladista George Duke, el bajista Stanley Clarke, los bateristas Billy Cobham y Jack DeJohnette, en los que presentó sus composiciones ancladas en su inacabable capacidad para la improvisación, los fraseos vertiginosos y la influencia de ritmos como el soul y el calypso.

La única vez que cruzó la frontera hacia el universo del pop-rock fue en 1981, cuando aceptó participar de las sesiones del álbum Tattoo you de los Rolling Stones, para colocar su experto saxofón en tres canciones, Slave, Neighbours y el éxito Waiting on a friend. Y como él mismo cuenta, lo hizo un poco a regañadientes: «Mick (Jagger) no entendía lo que yo estaba haciendo y yo no lo entendía a él. Fue mi esposa –Lucille, fallecida en el 2004- quien me convenció de grabar con ellos. Yo los consideraba -y es un error, por supuesto- una banda que no estaba al nivel del jazz». Por el lado de los Stones, no cabían en sí mismos de la felicidad porque este titán del jazz trabajara con ellos. Jagger calificó aquella sesión de «maravillosa» y Charlie Watts, que lo había visto en vivo en 1964 en la efervescente 52nd Street de New York, quedó fascinado y hasta desarrolló una gran amistad con Sonny. «Compartimos el mismo sastre en Nueva York. Aquella vez tocó de maravilla. Lamentablemente nunca coincidimos en el estudio, fue un overdub. Y si eso hubiera ocurrido… ¡Carajo, no habría sabido qué tocar!»

A partir de los noventa, Sonny Rollins se fue encerrando y recluyéndose más -tuvo otro año sabático previo, entre 1969 y 1971, en que se concentró en el yoga-, aunque siguió lanzando álbumes de gran factura como Here’s to the people (1991) o Global warming (1998). Con los años su imagen cambió hasta volverse icónica: vestido de frac o de colores, enormes lentes oscuros y una electrizada pelambrera y barbas blancas, un personaje de aspecto misterioso y fantasmagórico, venerado por pequeñas legiones de amantes del jazz en el mundo entero y desconocido por las masas gigantescas y deformes que creen que escuchar jazz es tener canciones de Kenny G y música lounge en su iPad. Su vínculo con New York es extremadamente fuerte. En 1985 dio un recital exclusivo de puras improvisaciones, en el Museum Of Metropolitan Arts (MoMA), titulado convenientemente The solo album. Y en el 2001, tras los ataques terroristas del 9/11, Rollins dedicó su álbum en vivo Without a song a su ciudad natal. 

Walter Theodore Rollins, el coloso del saxofón, ha recibido múltiples condecoraciones en los últimos veinte años. Diez veces coronado con el grado de Doctor Honoris Causa por prestigiosas escuelas de música –Berklee College de Boston y Julliard School de New York, nada menos- y depositario del prestigioso premio y medalla Kennedy Center Honors, que recibió de manos del presidente Barack Obama en el año 2011, en una ceremonia en la que también fueron premiados las actrices Meryl Streep y Barbara Cook, el cantautor Neil Diamond y el cellista Yo-Yo Ma, declara no tenerle miedo a la muerte y, aunque ya no toca su querido saxo, supervisa los detalles de cada lanzamiento nuevo con material inédito como el disco doble Rollins in Holland (Resonance Records, 2020), que recupera grabaciones y recitales de 1967. O la serie Road shows, cuatro álbumes lanzados entre 2008 y 2016, que contiene grabaciones de Rollins entre los 70 y 80 años de edad. 

OTROSÍ: Mientras cerraba estas líneas me enteré del fallecimiento de otro legendario músico, el compositor griego Mikis Theodorakis, conocido universalmente por la melodía central del film Zorba The Greek (Michael Cacoyannis, 1964), protagonizada por Anthony Quinn, de nefasta recordación para nosotros por ser música de cabecera del terrorista Abimael Guzmán Reinoso. Theodorakis fue una de las figuras artísticas y políticas clave en el desarrollo de Grecia durante el siglo 20. Nos seguimos quedando solos…

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Durante el pico de la segunda ola, a donde trabajo, el Hospital de Tingo María, llegaron varios pacientes desde otras provincias, tanto del mismo Huánuco como de otros departamentos. La mayoría de ellos eran casos muy graves, por lo que lamentablemente, fallecían a los días o tras varias semanas en UCI. 

Cuando un paciente fallece teniendo una prueba positiva para la infección por SARS-CoV-2 o se encuentra catalogado como caso sospechoso de la misma, se aplica el protocolo de manejo de cadáveres contemplado en la DS 087-2020 DIGESA/MINSA, donde se indica que el difunto no puede ser velado ni ser trasladado fuera de la provincia en donde falleció. 

Esto último fue muy difícil de asimilar para los familiares de aquellos fallecidos. Nunca imaginaron que intentar salvar la vida de su ser querido tuviese un costo tan alto. “No voy a abandonar a mi madre aquí”, “cómo van a crecer mis hijos chiquitos tan lejos de su padre”, “yo me lo llevo a mi tierra así sea lo último que haga”; son algunas de las frases que los deudos me decían entre lágrimas cuando venían a buscarme implorando que les dé una autorización de traslado (algo que me hubiese gustado hacer, pero que escapaba de mis manos).

Es por ellos que siento importante que esta directiva sanitaria ya debería ser dejada sin efecto, pero también existen razones objetivas por las cuales creo que hace mucho que debió ser modificada. Comenzaré por lo más claro para todos: La evidencia científica. Ya se ha demostrado que el contagio es a través de gotículas y que el riesgo de hacerlo al entrar en contacto con superficies contaminadas es ínfimo; por ende, una persona fallecida no va a contagiar a nadie. Esto hace que a día de hoy, carezca de sentido continuar con la prohibición de velar y trasladar a los difuntos. 

Si bien esa es la razón principal por la que esta directiva ha quedado obsoleta, me gustaría retratar las razones por las cuales creo que la prohibición del traslado no fue bien pensada, porque es importante aprender de los errores y porque esta mala planificación ha generado que se atropellen derechos de los deudos injustificadamente. Para ello, mencionaré datos de casos que se registraron durante esta segunda ola. 

Dada nuestra distribución geopolítica y la existencia de cementerios en varios centros poblados, a veces respetar el límite entre una provincia y otra tomaba un carácter absurdo. Nosotros siempre procuramos que el cementerio elegido para la inhumación, sea el más cercano posible al que deseaba la familia. En una de esas coordinaciones se dio el caso de unos deudos que habían llegado desde el centro poblado de Ramal, que pertenece a Tocache, la provincia de San Martín que colinda con Leoncio Prado (la provincia en la que queda Tingo María). El cementerio más cercano a ellos dentro de nuestra jurisdicción era el del centro poblado de Milano. ¿La distancia entre este y el de Ramal? 5 minutos, solo que, a pesar de estar tan cerca, cruzar la frontera está prohibido. 

Al menos para ellos, hubo un cementerio cerca a su hogar. Desafortunadamente, esa no fue la suerte de todos. Recuerdo el caso de un paciente a quien aprecié mucho. Él era policía y se encontraba de servicio aquí cuando se enfermó, sin embargo, toda su familia vivía en Piura. Los hijos quisieron ver la posibilidad de que se le incinerara para así llevar sus cenizas a casa. El único crematorio de Huánuco queda en la capital pero, a pesar de estar a 2 horas y media de Tingo María, es otra provincia, por lo que al final él tuvo que ser inhumado en el cementerio de nuestra ciudad. Se fue portando su traje de policía, con los honores que correspondía.  

Viendo esta problemática, como coordinadora he tenido que ser más estricta con las referencias. Antes de aceptar que se trasladara a cualquier paciente, había que estar muy seguros de que realmente íbamos a poder ayudarlo acá, porque de fallecer, dejar a su familiar aquí iba a ser aún más doloroso para la familia. Incluso así, llegaron varios con pronóstico muy malo a corto plazo. La situación más extrema que recuerdo es la de un paciente que fue traído en ambulancia desde Tocache y que falleció a su llegada a triaje. Nuestra intervención fue mínima, pero aun así se tuvo que sepultar aquí. 

Esta normativa también afectó a aquellos pacientes que tras varias semanas en UCI, fallecían. Lógicamente, ellos ya habían pasado la etapa en la que eran contagiosos y por lo general, la causa de su fallecimiento solía ser alguna complicación. El caso más frustrante fue el de un paciente que ya se encontraba en hospitalización con solo 0.5 litros de oxígeno, próximo al alta; pero que se complicó con lo que llamamos un TEP masivo (cuando un coágulo ocluye un vaso principal) y falleció. No pudo ser llevado a su ciudad porque al haber ingresado por neumonía COVID-19, debía ser manejado bajo el protocolo que dicta la directiva sanitaria. 

Quisiera terminar allí, sin embargo, debo mencionar también lo sucedido con los pacientes que el año pasado fueron internados en área COVID-19 por tener prueba de anticuerpos positiva, pero que ingresaban por cuadros no relacionados a la infección. Siempre andábamos pendientes de si ya habían salido los resultados de PCR de los más delicados, para así poder cambiar sus estados a “caso descartado” y, de esa forma, queden exentos del protocolo en caso de fallecimiento. Lastimosamente hubo resultados negativos que llegaron luego de que ya todo había sido aplicado. 

Por último, quiero comentar también acerca de los velorios. Se me hace un tanto discriminatorio que no sea permitido en caso de que el fallecido tenga una prueba positiva; pero sí si este ha fallecido por otra causa. Reitero, el difunto no va a contagiar a nadie, además, las medidas de cuidado deben ser las mismas siempre, porque al velorio de un paciente no COVID, también puede asistir alguien infectado y contagiar al resto de asistentes. He tenido pacientes que se han contagiado en los velorios, no lo negaré, y es por eso mismo creo que estos deben ser permitidos para todos, para así poder establecer ambientes y protocolos que se puedan controlar. 

Los que no lograron superar la enfermedad no son solo parte de las estadísticas. Tienen una familia detrás que también importa, porque para nuestra cultura, el poder velar y enterrar a nuestros seres queridos es muy valioso. Quitar la oportunidad de cumplir con nuestras tradiciones por protocolos que ya no tienen sentido, es generar un daño innecesario; es por esto, que es urgente actualizarlos, antes de que la tercera ola pegue más fuerte en las regiones fuera de Lima.

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Supuestamente había en el Perú una izquierda que había evolucionado a favor de la defensa de la democracia, los derechos civiles y, en alguna medida, criterios económicos responsables, disidentes del statu quo liberal, pero enmarcados en una lógica racional de mercado.

Esta izquierda sufrió un severo traspiés moral cuando miró de soslayó y rehuyó definiciones acerca de las dictaduras de Cuba y Venezuela, y no supo marcar diferencias y, por tanto, despejar dudas respecto de que si accedía al poder no hubiera desplegado esquemas de gobierno igual de autoritarios y populistas.

Costó sangre, sudor y lágrimas que paulatinamente algunos políticos o intelectuales de izquierda aceptasen que ambos regímenes eran indigeribles, democráticamente hablando, y que merecían, por tanto, severa condena.

Pero puesta sobre el test de realidad que hoy significa el gobierno de Castillo, esa izquierda ya no ha cometido un mero traspiés sino un descalabro moral. Estamos ante un gobierno inepto, imbuido de lógicas políticas dictadas por el leninismo anacrónico de Vladimir Cerrón y el filosenderismo del ala castillista. No hay forma de que una izquierda moderada se pueda tragar semejante sapo si no es previa claudicación política, moral e ideológica.

Parece que el puro afán de poder es el que mantiene a los ministros de esa izquierda en sus respectivos cargos. Un gobierno mediocre, un Presidente patológicamente dubitativo y un régimen ideológicamente esquizoide es la receta segura al fracaso más estrepitoso.

¿Quiere incinerarse la izquierda “moderna” en ese incendio seguro? La campeona del yerro, Verónika Mendoza, ya jugó sus cartas a favor de
Vladimir Cerrón. Hace pocos años rompió un proyecto político porque estaba el exgobernador de Junín presente. Hoy, se olvidó de sus aprehensiones morales y no solo lo acompaña sino que lo apuntala.

¿Pero y el resto de la izquierda? ¿Va a seguir el juego frívolo o perverso de Mendoza o va a ser capaz de denunciar las prematuras tropelías que este gobierno está perpetrando? ¿Va a tolerar el radicalismo autoritario de Cerrón? ¿Va a mirar de soslayo la presencia evidente de Sendero Luminoso en el seno de Palacio? ¿Va a pasar por agua tibia la misoginia rampante de, nada menos, el Premier?

Si la izquierda moderna y moderada -que existe en la política, en la prensa y en la academia- guarda silencio “estratégico” frente a lo que ya claramente es una tragedia política, será cómplice y corresponsable -si acaso ya no lo es- de un régimen destinado al abismo más hondo.

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Gareca juega de una manera específica. Puntual y determinada. Encontró ese equipo en la Eliminatoria anterior y ha mantenido el esquema de juego desde ese entonces. Ha tenido éxito: Perú juega mejor de lo que ha jugado en las últimas dos o hasta tres décadas. Pero hay algo que no anda bien y es como un demonio que persigue al entrenador argentino: ¿cuáles son las variantes?

En una entrevista con Martín Liberman, Gareca dijo que un equipo no podía jugar de múltiples maneras. Que los mejores equipos pues eran los que jugaban igual, pero cada vez mejor. Lo dice un técnico que ha llevado a Perú a un éxito inusitado. Es la apuesta por la perfección de un mecanismo que ha funcionado, con renovaciones según las figuras que aparezcan en el camino.

Así pues hoy, a nadie le tiembla la voz al decir que Lapadula es el nuevo Guerrero. Porque juega de Guerrero. O que Perú está en búsqueda de la dupla de Rodríguez y Ramos para la defensa central. O que aún dependemos de la velocidad de Advíncula para abrir espacios por la derecha, que Carrillo es el desequilibrio, que de Cueva salen las fantasías, y una larga lista de funciones pre-establecidas.

Como una Biblia, o un manual.

Lo que ha hecho Gareca es reemplazar hombre por hombre, en el mejor de los casos. Pero el esquema es el mismo. Una línea de cuatro al fondo con un defensor central que sale tocando y otro que va duro, más rústico. Un lateral izquierdo con buen pie, que acompaña en las salidas del volante de primera línea, que es el tiempista todoterreno, el reloj y arquitecto de todo lo que funciona en Perú.

Por el otro lado, un lateral derecho con amplio recorrido que cierre banda y acompañe al volante en ataque. Este, un desequilibrante, al que se le deja libre y siempre de cara al gol. En el medio está el volante defensivo que se mete entre los defensores y en ataque presiona. Luego el volante por izquierda que cubre la espalda del creativo. Completan el volante ofensivo central, uno que hace libres transiciones para romper líneas defensivas del rival, y el delantero es un punta solitario, todoterreno y valiente.

Sin decir nombres, cada una de estas posiciones tienen un rostro propio. Es el equipo que sale de memoria. Y ese es el mayor error de Perú, que seguro se mantendrá hasta el final del ciclo del técnico actual. Es un equipo duro de enfrentar, pero absolutamente previsible.  Todo ello se ha visto representado en el partido contra Uruguay y es momento de desentrañarlo. Quizás en este ejercicio quede claro el gran talón de Aquiles peruano. 

Callens y Santamaría no funcionan juntos. Son dos defensas que cumplen el mismo rol: van al choque, son aguerridos, no tienen mucha creatividad en la salida. Serían ambos un Ramos. Quizás el Santamaría tenga más fútbol y mejor anticipación, pero ninguno es Rodríguez. Tampoco lo es Abram, que es otro Ramos. Si lo fue Zambrano, en la Copa América 2019. Entonces, pues, la mejor alternativa es hacerlo volver. 

Pero eso parece un sueño imposible, porque su relación con el comando técnico está rota. Entonces, Perú debe cambiar el trabajo defensivo. No se puede esperar que de la forma que se genera el ataque (por el medio y al toque) deje a la defensa obligada a cortar salidas rápidas con buena anticipación, porque los defensas no anticipan, corretean. Y es esperar que alguno de ellos esté en una gran noche. Contra Uruguay, fallaron ambos en el gol y no fueron exigidos demasiado. Casi, además, se pierde sobre el final.

Paso a los laterales. Advíncula es lo que es y felizmente está. Con casi cien partidos en la selección, lo que ha sumado a su conocida velocidad es temple y sabiduría de juego. Por la banda izquierda, López cumple el mismo rol de Trauco con piernas frescas y ritmo. No desentona. Pero la monotonía del rol hace que el rival ya sepa cómo marcar sus posibilidades de salida. Y lo anulan. 

Tapia es intocable en esta selección. A veces no tiene grandes partidos, pero no hay nada que lo supere. Y su rol es inmodificable: no tiene Perú un volante defensivo que juege a otra cosa. Cartagena y Aquino son calcos suyos. No existe un volante con salida, ni tranco largo, ni uno que rompa líneas desde atrás. Tenemos este tapón Tapia, que se mete entre los defensas, que empuja al equipo.  

A su lado, algo similar pasa con Yotún. El sistema está armado en base a él. De ahí la famosa frase “Si Yotún juega bien, Perú juega bien”. Es el corazón de la monotonía y, como tal, no se puede discutir demasiado su rol. Sin él en la cancha o jugando en otra posición, Perú podría cambiar. ¿Pero quién se atreve a modificar esa volante Tapia-Yotún que ha funcionado tanto?

Lo que hace diferente a Yotún es su anticipación, quite y salida rápida con pierna izquierda. Yotún debería estar valorado en millones de euros y jugando en una gran liga. Es quizás uno de los jugadores más infravalorados del continente. Pero esto tiene una razón: sus altibajos. Cuando está en una buena noche, es un diamante. Pero esto lamentablemente no pasa demasiado. Otra razón de necesitar variantes.

Arriba, Carrillo juega con licencias. Libertad y autonomía. Se confía en que siempre baja a la marca, por su maravilloso estado físico. Y siempre hace todo el recorrido de la banda. Es un doble lateral, un volante y hasta un delantero extremo. Analizado en fino, en lo táctico André es incuestionable. Pero, de nuevo, es eso lo que te da y se depende demasiado de su talento. 

Ante Uruguay, André no funcionó. Llegó tarde en todas sus decisiones, no encontró espacios para propiciar el pase de Yotún, no creó asociaciones finas con Cueva. Uruguay y los demás rivales lo conocen ya demasiado, y toda su magia es grandemente adivinada. Lo mismo pasa con Cueva, otro que juega libre y a ver si es que se activa su talento o no. ¿El azar? 

Luego estuvo Flores, que es el sacrificado. Como López (Trauco) y Yotún avanzan a la marca, el volante por izquierda (que a veces es Cueva y antes fue Polo) pasa a cubrir espaldas. De vez en cuando queda frente al gol. Hoy pasó y no tuvo fortuna, quizás por falta de ritmo. Pero regularmente, es un volante de ataque que cumple labores principalmente defensivas. El suyo es un trabajo asimétrico. 

Y adelante Guerrero. Si se usa a otro delantero sin sus características, Perú es insuficiente. Llámese Ruidíaz, Ormeño, o el que sea. Solo Farfán y Lapadula han podido emularlo. Trabajar una selección que se acostumbre a otro tipo de delantero sería imposible. Esto es lo único que no hay que cambiar de todo el esquema. Ahí, soltar a Lapadula es el hombre clave. Y juntar las manos.  

Los argumentos concluyen en una cosa: si Perú no encuentra variantes, es poco lo que va a poder hacer de cara a la clasificación. A Venezuela hay que ganarle, irán ocho puntos. Luego vienen Brasil, Chile y Argentina, rivales que conocen este esquema de memoria. Con suerte serán tres puntos, llegas a once. Luego Bolivia y Venezuela, asumimos seis puntos, llegas a diecisiete. 

Y todo se define frente a los mismos bravos de siempre: Colombia y Uruguay de visita; Paraguay y Ecuador de local. De esos doce en juego, mínimo se necesitarán siete adicionales para llegar a los dichosos 24 puntos. Y para lograrlo, Perú no puede cometer el delito de presentar el mismo equipo de siempre que ya todos lo conocen. Es momento de trabajar en variantes efectivas. 

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Hace algunas décadas, un niño de 10 años filmaba sus cortometrajes con la cámara que le regalaron sus padres. En su barrio de Los Ángeles, uno de sus vecinos realizaba su segundo largometraje. Cuando salía rumbo a la escuela, habitualmente observaba al director de cine en las mañanas recoger su periódico. Ese niño era David Fincher, director de Seven y Fight Club y su vecino George Lucas. 

Lucas marcó a toda una generación con la saga de Star Wars y se convirtió en el fundador de una compañía líder en efectos especiales. Aquel niño que llevaba en sus manos una cámara 8mm, hoy ya cumplió 59 años, lleva 29 de ellos dirigiendo films sin que alguno siquiera haya pasado desapercibido y es, además, uno de los grandes referentes del cine mundial. 

David Fincher dejó su pequeña cámara para iniciar una carrera con la animación y publicidad, aunque todos lo conozcan por las películas que vinieron después como Seven, The Game, Fight Club, La habitación del pánico, Zodiac, El curioso caso de Benjamin Button, Facebook, La chica con el dragón tatuado, Pérdida y Mank. Films, que en su mayoría han sido reconocidos por la crítica internacional. 

“Mucha gente odia Alien 3, pero nadie más que yo”. El cineasta juró nunca más dirigir una película después de esta experiencia. La intervención de los productores hollywoodenses la convirtió en una pesadilla. Si hubiera cumplido su palabra, su ópera prima se hubiera convertido en la última y nos hubiéramos quedado sin ver Seven. En 1995, Fincher se hizo de un nombre por llevar a la pantalla la historia de dos detectives tras los pasos de un asesino en serie guiado por los 7 pecados capitales. Brad Pitt y Morgan Freeman fueron los protagonistas del primer film de culto del director. 

Seven se convirtió en un enorme éxito de taquilla y recaudó 327,3 millones de dólares. Los siete pecados capitales fue filmado cuando Fincher tenía la edad de Cristo. Dos años después presentó The Game con Michael Douglas y Sean Penn, que también logró un éxito considerable en taquilla y que quizás es de las películas que menos se menciona del director, pero no por alguna deficiencia en su calidad. Sin embargo, la obra que vino después ha marcado un antes y después no solo en la vida del cineasta, sino en la de toda una generación: Fight Club.  

La adaptación cinematográfica del libro de Chuck Palahniuk convocó nuevamente a Brad Pitt, esta vez acompañado de Helena Bonham Carter y Edward Norton, quien venía de mover mucho polvo con el film American History X. Hace 22 años se estrenó Fight Club. Nunca tuvo en su momento el éxito de taquilla que obtuvieron Seven y The Game, pero las reproducciones que vinieron en los siguientes años lo convirtieron en el símbolo de toda una generación relacionada con la cultura grunge y el desencanto que un sistema social consumista, había empezado a despertar. 

Fincher ha logrado que en la memoria colectiva prevalezcan frases como: 

“La primera regla del club de la pelea es: nadie habla sobre el club de la pelea. 

La segunda regla del club de la pelea es: ningún miembro habla sobre el club de la pelea”.

Como también: 

«Me conociste en un momento muy extraño de mi vida».

El inicio del siglo XXI vino de la mano de un referente cinematográfico de la cultura pop como lo es Fight Club. Mucho se ha hablado si es una apología a la violencia o no, el director ha declarado que mientras más se detalle el dolor, más horrible debe parecer al espectador, aunque, “nunca se sabe lo que la gente hará con los personajes”.

Una pequeña Kristen Stewart de la mano de Jodie Foster personifican el único film en donde las mujeres adquieren un real protagonismo fuera de los estereotipos femeninos: La habitación del pánico. Para el año 2002 ya todos querían grabar con el cineasta. De aquí en adelante todas las cintas de Fincher han sido nominadas, aplaudidas por la crítica y reconocidas en el mundo. 

A pesar de todo, La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas no concede hasta la fecha ningún Oscar al director americano dentro de las principales categorías. Esta conflictiva relación se traduce en nominaciones, tras nominaciones. Facebook y El curioso caso de Benjamin Button en cambio con tres estatuillas cada una, son a las que mejor les ha ido con la Academia. 

El último 28 de agosto Fincher celebró un año más de vida. Este año además, estrenó por primera vez en Netflix y logró 10 nominaciones a los premios Oscar con su última película: Mank. Historia del guionista del film Ciudadano Kane de Orson Welles, realizado en blanco y negro, con las actuaciones de Gary OIdman y Amanda Seyfried. Se llevó dos estatuillas  a casa, más de lo que consiguió El Ciudadano Kane en su momento. Pero el Oscar a mejor director sigue siendo aún esquivo. 

Lucas no solo fue una inspiración, también intervino directamente en su carrera al colocarlo como asistente de cámara en El Retorno del Jedi en 1983. Pero la ciencia ficción nunca lo cautivó, ya que años después rechazó la propuesta para continuar con la saga de Star Wars como director. 

Aquel pequeño que soñaba estrenar una película como lo hacía su vecino George Lucas en Hollywood, se dispuso a trabajar en todas las áreas que comprenden la realización cinematográfica. Dirigió videoclips para figuras como Madonna y Michael Jackson. Fue capaz de realizar 17 repeticiones por toma y 200 horas de grabación por hora editada. Su cine caracterizado por sombras, contrastes de colores y personajes desquiciados se complementa con una obsesión por el detalle y su deseo por capturar la atención del espectador. 

Hoy, David Fincher prepara su próximo film The Killer que llegará por la plataforma de Netflix y también contará la historia de un asesino. Seguirá buscando impactar a su audiencia como a él lo impactó Tiburón cuando decidió no volver a entrar al mar. Buscará contar historias como las que escuchó de pequeño a su madre, que era enfermera en un hospital psiquiátrico.

 

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Mañana sábado 3 y el domingo 4 de setiembre se realiza la Segunda Feria del Libro Virtual de Cajamarca, un evento que en solo dos años ha adquirido un perfil muy interesante. Una feria del libro, sea virtual o física, es siempre una buena noticia: un espacio de diálogo y encuentro, una nueva oportunidad para rendirle culto a ese objeto maravillosamente placentero que es el libro y a su materialización, la lectura, solitaria en apariencia, pero a la vez una indudable forma de comunión. 

La feria ha adoptado el lema “Perú, contigo leo” y la parte central de su programa estará dedicada a abordar diversos aspectos de la obra de escritores peruanos clásicos: José María Eguren, Blanca Varela, Julio Ramón Ribeyro o Sebastián Salazar Bondy, por citar algunos casos, serán materia de charlas a cargo de destacados académicos y creadores peruanos como Alejando Susti, Christian Zegarra Vivian Lofiego, Marco Martos, José Antonio Mazzotti o Sara Beatriz Guardia, por mencionar algunos nombres.

Igualmente, el nutrido programa de actividades incluye a Mario Vargas Llosa como invitado de honor. Por otro lado, esta segunda feria tiene más sorpresas, como encuentros con Jorge Díaz Herrera, un destacado narrador y un autor ya canónico de nuestra literatura infantil y también con Rafael Dumett, autor de El espía del inca, una novela cuya importancia va encontrando asiento cada vez más sólido entre lectores y críticos de nuestro país. Estará también Miguel Pachas Almeyda, acucioso biógrafo de César Vallejo.

El programa completo, ambicioso y diverso, incluye también sesiones de crítica y la siempre refrescante presencia de muchos escritores peruanos de reconocida trayectoria. Se suman el historietista Juan Acevedo y el caricaturista Carlos Tovar “Carlín”. Sin humor no se puede vivir. 

Una oportunidad para escuchar la voz de José Luis Ayala, Gloria Mendoza Borda, Julio Carmona, Jorge Cuba Luque, Feliciano Padilla, Marita Troiano, Carmen María Pinilla, Juan Manuel Chávez, José Vadillo, Elton Honores, entre muchos más. 

Nota aparte para un hecho que realza el esfuerzo de los organizadores: esta feria carece de todo apoyo empresarial; tampoco recibe ningún dinero del Estado. Esta feria es posible gracias al tesón de un grupo de personas y dos editoriales independientes cajamarquinas que han tomado el toro por las astas. Muy meritorio y digno de aplauso.

El programa de más treinta páginas, así como las rutas de acceso a las charlas, presentaciones y lecturas, están disponibles en la página de Facebook del evento, donde puede acudir sin demora y de manera absolutamente libre: https://www.facebook.com/FeriaVirtualLibroCajamarca.

Todas las actividades, naturalmente, se transmitirán desde esa misma página. Me parece necesario saludar la realización de esta segunda feria. Lo que toca ahora es disfrutarla y difundirla. Viva la lectura, viva Cajamarca.

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Cajamarca, Feria de libro, Lectura, Perú

Desde el 28 de julio hemos presenciado un linchamiento mediático esencialmente racista y clasista contra un partido político que emerge de las regiones y llega al gobierno con Castillo y Bellido a la cabeza del gabinete. Se les ha terruqueado, llamado “incapaces” e “inmorales” porque en la cultura dominante no cuadra que un premier no sea un hombre blanco, limeño, «educado» y anti-comunista.

En este contexto, una congresista de la oposición golpista acusa de acoso verbal al premier Bellido exacerbando el rechazo legítimo de mujeres contra esa violencia machista. La violencia contra la mujer en Perú es alarmante y eliminar el feminicidio, con alrededor de 150 mujeres asesinadas al año, debe ser una prioridad para el gobierno. A la vez, las feministas no debemos extraer este incidente y sacarlo del actual contexto golpista. No sería la primera vez que el uso del poder femenino de clase o racial ha servido para activar o profundizar el sistema opresor. En su caso Chirinos consigue la inmediata solidaridad feminista para justificar la salida del premier. El objetivo es convertir a Bellido en el dolor de cabeza de Castillo como lo fue antes el ex-canciller. Recordemos que fue otra mujer, familiar de gamonales, quien empezó con las injurias en su caso. Existe pues un poder ejercido específicamente por mujeres blancas o privilegiadas victimizándose con fines políticos.

El Perú es un país racista y clasista con una clase blanca dominante similar a EEUU. En el 2020 en plena pandemia, una mujer blanca en el Central Park llamó a la policia diciendo que un hombre negro la estaba amenazando. Ella sabía lo que hacía y las consecuencias que podría conllevar, como la muerte de ese hombre por la policía racista de NY. Era mentira y el hombre pudo grabarla con su celular para defenderse. Felizmente esa historia tuvo un buen final.

Veamos como se ha instrumentalizado el poder de mujeres blancas para ejercer violencia contra hombres negros en los ultimos 100 años en EEUU. Miles de hombres negros han sido linchados, ejecutados, asesinados, etc. porque mujeres blancas dijeron que fueron violadas o acosadas. Estos son algunos casos más emblemáticos y terriblemente injustos:
La masacre de Tulsa en Oklahoma en 1921 un barrio de clase media negro fue atacado y bombardeado por blancos porque una mujer blanca operadora de un elevador dijo que un hombre negro le pisó el dedo. Como consecuencia cerca de 300 personas fueron asesinadas, 70% de ellas de la comunidad negra y más de 1,200 viviendas y negocios destruidos.

En 1944 George Stinney Jr. de 14 años fue acusado de asesinar a dos niñas blancas y electrocutado en la silla eléctrica en Carolina del Sur. Su juicio duró solo dos horas. No se llamó a ningún testigo del acusado, y al jurado de hombres blancos le tomó sólo 10 minutos sentenciarlo a muerte. Debido a que George era muy bajito, 1.50m, tuvo que sentarse en una biblia en la silla eléctrica. No se encontraron pruebas de su culpabilidad.

En 1949 en Florida una adolescente blanca acusó a 4 jovenes negros Walter Irvin, Samuel Shepherd, Charles Greenleede y Ernest Thomas de haberla violado. Este último escapó y fue asesinado por una turba de blancos con más de 400 balazos. Dos fueron condenados a cadena perpetua y otro sentenciado a muerte, sin embargo la policía blanca disparó a dos de ellos, matando a uno. Después de casi 60 años se confirma que la adolescente nunca fue violada.

La tortura y linchamiento de Emmet Till de 14 años en 1955 en Mississipi ocurrió porque una mujer blanca dijo que Emmet la agarró amenazante y fue “sexualmente crudo”. Sus torturadores le pegaron, le dispararon en el rostro y tiraron su cuerpo en el río. Años después la mujer admitió que había mentido.

Mientras no sabemos si Chirinos dice la verdad, Bellido ya fue “sentenciado” por la narrativa feminista dominante. Bellido como la gran parte de hombres peruanos son sexistas, pero no debemos creer inmediatamente en alguien sin comprender el contexto y el peligro que las consecuencias que conlleva. Chirinos estaría usando su victimización como un instrumento de poder con un fin político e incluso profundiza prejuicios racistas sobre el “serrano machista y violador”. El tema es bastante complejo y las reacciones sin cuestionar a la acusadora no ayudan a construir un feminismo de clase y anti-racista. Si el feminismo no es interseccional y decolonial no es feminismo.

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Patricia Chirinos

La decisión política que va a tener que tomar el presidente Castillo no es poca cosa. Es dramática. Se va tener que desarraigar de las dos fuentes matrices que lo llevaron al poder y reiniciar su gobierno bajo parámetros distintos. Porque el problema no es solo Vladimir Cerrón y sus pretensiones de que sea el partido Perú Libre el que gobierne -vieja reminiscencia leninista- y de que el régimen, con él como titiritero, se conduzca al proceso de refundar constitucionalmente la República a través de una Asamblea Constituyente, para lo cual ya junta firmas (esfuerzo, dicho sea de paso, inútil, ya que solo es el Congreso el único con potestad de reformar la Carta Magna, así se junten diez millones de firmas).

El otro grave problema fundacional del régimen, y que es el que está generando serísimos problemas de gobernabilidad, tantos como los ocasionados por el cerronismo, es la predominancia excesiva del ala magisterial radical vinculada al Movadef (de la cual es miembro, por ejemplo, el cuestionado ministro de Trabajo, Iber Maraví, sobre quien pesan serias acusaciones que lo vinculan a Sendero Luminoso), que también tiene entre sus propósitos el tema de la Asamblea Constituyente, pero, sobre todo, diseñar un plan de conquista sindical del magisterio, aplastando al Sutep, y luego la puesta en marcha de un plan político para construir desde el poder una patria socialista.

Si Castillo no rompe con ambos frentes, los cuales explican la ingobernabilidad que se aprecia en este primer mes y pico de gobierno, no va a poder desplegar ni siquiera una agenda de izquierda moderada. Se va a quedar atrapado en el conflicto político (porque, además, ambas alas se aborrecen y se sabotean mutuamente) y sumido en la parálisis y el desgobierno.

Entre el maoísmo del Movadef y el leninismo de Cerrón, Castillo no va a llegar a buen puerto. Y necesita actuar rápido. Ya, como se ha visto, nos han bajado la calificación crediticia y de persistir el despelote, las consecuencias económicas pronto se sentirán en los bolsillos, más allá del proceso devaluatorio e inflacionario, que en parte se explica por razones globales.

Castillo tiene que aprender a zanjar, a crear resentimientos, a postergar filiaciones, a desairar expectativas, a frustrar aspiraciones. De eso se trata, en alguna medida, gobernar, en tomar decisiones que alegran a algunos y afectan a otros. No se puede contentar a todos. Si lo que el Primer Mandatario busca es no herir susceptibilidades de nadie, vamos rumbo al despeñadero, a una situación de precariedad gubernativa de tal envergadura que amenaza la propia continuidad del régimen y conducirá, de paso (imaginamos que lo sabrá) al descrédito histórico de una opción de cambio.

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Movadef, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón
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