Opinión

La ONPE se ha pasado el fin de semana desmintiendo noticias falsas. Pero el daño está hecho, pues las noticias cumplieron su cometido de crear un clima de desconfianza en las autoridades electorales. El twitter de la ONPE tuvo una excelente capacidad de reacción, y uno esperaría que esto habría hecho detener la difusión de estas mentiras, pero lamentablemente la gran mayoría de personas que comparte noticias falsas es completamente indiferente a desmentidos y refutaciones. Como una primera aproximación, quisiera hacer una tipología de las personas que comparten estas noticias.

Los mentirosos. En primer lugar, tenemos a los que saben que las noticias son falsas, pero las distribuyen para conseguir un fin ulterior. Aquí existen dos grupos, los que actúan como si la noticia fuera verdadera, y los que actúan como si no supieran si la noticia es falsa o no, y la comparten como si estuvieran consultando sobre su veracidad. En los casos más tristes, estas personas justifican hacia sí mismas su proceder aludiendo de manera oblicua al hecho de que son muy pocas las proposiciones empíricas sobre las cuales tenemos certeza absoluta (y así el pobre David Hume termina siendo utilizado para apañar la idiotez).

Los inocentes. En segundo lugar, muchas personas no están acostumbradas a verificar la información. Es más, en muchos casos ni siquiera saben cómo verificar una noticia. ¿A dónde ir? ¿A quién creer? En teoría, una vez que se llega a la página de la ONPE o del JNE debería terminar el asunto, pero vivimos en una época en la que se confunde ser perspicaz con ser escéptico, y donde el que dice no a todo se cree transgresor y profundo. Entonces, ya no se duda solamente de los miembros de mesa, o personeros de Perú Libre, sino de los mismos organismos electorales. Cual gallina sin cabeza, estas personas andan epistemológicamente desorientadas, y terminan creyéndole a cualquiera que les hable bonito y los haga sentir especiales.

Los tercos. En tercer lugar, hay personas que no están acostumbradas a reconocer sus errores o que creen que eso sería una muestra de debilidad, y por lo tanto se embarcan en las más inverosímiles racionalizaciones. Dos ejemplos: Primero, varias personas compartieron la falsa noticia de que el JNE había colocado a Vladimir Cerrón como segundo vicepresidente de Perú Libre. A pesar de que se les mostró la página del JNE donde se indica que la candidatura de Cerrón es improcedente, estas personas reaccionan con ejercicios de gimnasia mental. El más increíble que encontré es este: “Claro, pero si el JNE editara su página, podría cambiar la denominación de improcedente por una de procedente, lo cual prueba que, en efecto, el JNE ha declarado la candidatura como procedente”. Segundo ejemplo, una persona dice que Perú Libre ha impugnado más de mil actas, teniendo que pagar una cuantiosa suma de dinero. Se le muestra la página de la ONPE donde se ve que las actas impugnadas son menos de 500, que no hay ninguna indicación de que estas hayan sido impugnadas solo por Perú Libre, y que la impugnación no tiene costo. Pero nada de esto le importa al susodicho, y ahora uno se ve forzado a asistir al suicidio intelectual del homo sapiens: “Quise decir observadas”, “Es probable que todas hayan sido impugnadas por Perú Libre”, y “¿De dónde sacó Perú Libre plata para la campaña?” Todos hemos sido engañados alguna vez, pero si tuviéramos la costumbre de retractarnos cuando accedemos a evidencia que nos contradice, el nivel de difusión de noticias falsas sería mucho menor.

Los gregarios. El cuarto punto tiene que ver con la dinámica al interior de los grupos de WhatsApp. Tal como señala el sociólogo y economista político William Davies, en un artículo publicado en The Guardian el año pasado, las características particulares del formato de WhatsApp facilitan la difusión de noticias falsas. En WhatsApp la transmisión de mensajes es completamente encriptada, por lo que el nivel de privacidad es mucho mayor que en otras redes sociales. Esto hace que los usuarios puedan hablar más francamente, compartiendo no solo sus alegrías y logros personales, sino también ideas que no se atreverían a compartir en público, tales como prejuicios e incluso discursos de odio. Los grupos de WhatsApp desarrollan rápidamente un fuerte sentido de comunidad, generalmente en torno a una visión compartida del mundo. Esto también implica una solidaridad negativa, donde se define a un enemigo común del cual los miembros del grupo deben defenderse. Debido a ello, los ataques al enemigo común suelen ser premiados, mientras que los desacuerdos suelen ser castigados. Esto genera un espíritu de cuerpo acrítico, que contribuye a la radicalización del grupo. En ese contexto, cuando una noticia favorece la visión del mundo compartida por el grupo, es más probable que sea aceptada, e incluso será reenviada a otros grupos, independientemente de si es verdadera o no. Desmentir dicha noticia suele percibirse como un acto incómodo, como un insulto al que la compartió. La reacción ante un desmentido no es la subsecuente desconfianza en aquél que compartió la noticia. Por el contrario, en solidaridad con el agraviado, el grupo suele compartir más y más noticias que vayan en la misma línea, verdaderas o no, y el que desmiente pasa a ser el nuevo enemigo. Validar al grupo es más importante que decir la verdad. En el caso que nos ocupa, el enemigo común es el comunismo. Al comienzo, este se materializa solo en Perú Libre. Pero gradualmente esta idea se va radicalizando. El gobierno también pasa a ser comunista, luego la prensa independiente, los organismos electorales, y por último las entidades internacionales que observaron nuestras elecciones. Y como el fraude se le atribuye al ‘comunismo’, se crea el clima perfecto para aceptar cualquier noticia falsa en ese sentido. Como el grupo se percibe a sí mismo como aislado, no existe conciencia de que lo que ocurre ahí pueda tener repercusiones reales (como me comentaba un amigo, la gente actúa como si estuviera en un videojuego, donde lo que haces supuestamente no tiene consecuencias). Pero las noticias falsas suelen saltar de grupo en grupo: a mayor concentración de noticias falsas en un grupo, mayores las probabilidades de que estas transpiren a otros grupos. Y así, cuando los líderes de opinión salen a pedir abiertamente un golpe de estado militar, cientos de grupos de WhatsApp han contribuido no solo a crear un clima donde el fraude es tomado como una realidad indiscutible, sino que la idea de un golpe se ha normalizado.

Las noticias falsas correncomounreguerodepólvora, facilitadas por gente que se miente a sí misma y a los demás, o que no sabe distinguir entre lo verdadero y lo falso, o que es incapaz de reconocer un error, o, como en el caso de los grupos de WhatsApp, se maneja con un falso sentido de solidaridad. Las noticias falsas socavan la democracia, y cualquier persona que se autoproclame defensora de la democracia debería luchar activamente contra esta plaga.

[Nota: El artículo de Davies se llama What’s Wrong with WhatsApp, y fue publicado en The Guardian el 2 de julio del 2020. Lo del ‘reguerodepólvora’ es de Rayuela. Las categorías de mentirosos, inocentes, y tercos corresponden vagamente a las de perros, ovejas y chanchos, que usé en mi columna El Zoológico del Terruqueo (Sudaca 9.3.21), que a su vez provienen del Animals, de Pink Floyd].

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

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Fake news, JNE, ONPE

Un día después del último debate electoral, lunes 31 de mayo, a seis días de la elección definitiva, el encargado del despacho presidencial decide convocar a la prensa. Su gobierno hace un anuncio sin novedades: El Perú supera los 180 000 muertos por covid-19. La cifra espeluznante ya la sabíamos pero el gobierno no la reconocía oficialmente sino hasta ese día, especialmente ese día.

Desde el año anterior, los números reales los venían mostrando incluso medios afines a las posturas del gobierno del vacado Vizcarra, con quien pasamos gran parte de la pandemia en el 2020. Se basaban en las estadísticas del Sistema Informático Nacional de Defunciones (Sinadef) que siempre arrojaban una contabilidad distinta a la del Ministerio de Salud (Minsa). Así, el 31 de mayo, en medio de la competencia ajustada por la presidencia del país, el gobierno de Sagasti se anima a reconocer 180 764 fallecidos por el virus entre el 1 de marzo del 2020 y el 22 de mayo de este año. Hasta el domingo 30, día del debate, el Perú solo reconocía 66 471 muertos por covid-19, tres veces menos. De la noche a la mañana nos convertimos, entonces, en el quinto país a nivel mundial con más muertes registradas por coronavirus, detrás de Estados Unidos, con 594 468; Brasil con 461 931; India con 329 100, y México con 223 507, teniendo en cuenta los datos ofrecidos por la Universidad Johns Hopkins, recogidos por el diario Gestión.

¿Por qué el gobierno de Francisco Sagasti decidió actualizar las cifras faltando 6 días de la segunda vuelta y no mucho tiempo antes? La información que nos ofrecieron en aquella conferencia del 31 de mayo—ya lo dije— no era novedosa. Fue evidente la incapacidad de Martín Vizcarra y de sus ministros en el manejo de la pandemia. Y el Sinadef era el termómetro en todo este tiempo: mientras el Minsa vizcarrista «lamentaba» 3 muertes por covid, los sepultureros sellaban 10 tumbas. El exceso de defunciones siempre nos dijo que el gobierno mentía.

Recordemos. Lo que sucedió el domingo 30 de mayo, día del debate electoral —y un día antes de la conferencia del gobierno— fue que la candidata Keiko Fujimori ratificó su propuesta de campaña más emblemática: El Bono Oxígeno, que plantea la entrega de S/10 000 a todas las familias que han perdido integrantes como consecuencia de la pandemia. Una estrategia económica calculada por su equipo técnico sobre 66 471 defunciones. Sospechoso que al gobierno morado se le ocurriera hacer oficial la multiplicación por 3 de esa cifra especialmente en la última semana de campaña política.

Por supuesto, esto tuvo un efecto. Algunos colegas pensaron que el Bono Oxígeno se caía con las nuevas cifras de fallecidos dadas por el gobierno morado. Recuerdo que un conductor de televisión lanzó la pregunta a Fujimori: ¿Acaso su propuesta ahora será imposible de realizar? A lo que ella respondió que su equipo técnico siempre consideró el exceso de víctimas del covid que ni el gobierno de Vizcarra ni el de Sagasti se atrevían a revelar.

Francisco Sagasti ha entrado a la campaña desde un principio, la llamada por teléfono a Mario Vargas Llosa no ha sido su único intento de virar a la izquierda los destinos del país. Lo hizo, primero, al no renunciar a su candidatura a la vicepresidencia sino hasta que por presión mediática fuera excluido por las autoridades electorales; segundo, al exhibirse en actos públicos con corbatas moradas, el color de su partido en campaña; luego, con sus anuncios oficiales que influyeron en las promesas de campaña de Fuerza Popular; y, después, al jugar al filo de la ley pidiendo a un nobel que interceda para que Keiko Fujimori desista de sus reclamos contra las irregularidades descubiertas de esta elección. Reclamos que —muy probablemente— la mitad del país más 1 apoyamos.

15 DE JUNIO DEL 2021

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Covid-19, Vizcarra

En la charla organizada por el Citibank, en la que participaron los economistas Pedro Francke y Oscar Dancourt, y que tanta tranquilidad ha generado en los agentes de inversión, por las posturas evidentemente más moderadas que ambos expositores desplegaron respecto de las propuestas originales contenidas en el ideario auroral y el Plan Bicentenario de Perú Libre, hay un cabo suelto que es menester advertir.

Es cierto que se descartan estatizaciones, confiscaciones de ahorros o controles de cambios. A la vez, señalan que se respetará la autonomía del BCR. Se mantendrán contratos de estabilidad tributaria y se respetarán las cuentas de las AFP. Todo ello suena muy bien. Pero a renglón seguido señalan que se mantendrá el principio de plantear un referéndum para convocar a una Asamblea Constituyente.

Ello implica necesariamente zozobra política y económica. La única forma de lograrlo pasa por aprobar con 87 votos en dos legislaturas, o con 66 en una y convocatoria a referéndum. No tiene esos votos. En un escenario radical Castillo solo tiene 42 votos en el Parlamento (los 37 propios más los 5 de Juntos por el Perú); en un escenario moderado podría aumentar a 77, si los cerronistas no se separan por su moderación. En ese caso, si las otras bancadas se suman al proyecto constituyente, sí le alcanzaría para aprobarlo en una legislatura y convocar a referéndum.

Pero lo más probable que es que Alianza para el Progreso, Acción Popular, Somos Perú o los morados no se sumen a ese empeño y así restringirían las posibilidades de Castillo a plantear un escenario de colisión frontal con el Congreso.

Tendría que presentar un proyecto de ley para modificar el artículo 206 y agregar a las vías de reforma constitucional la del referéndum planteado por el Ejecutivo y posterior convocatoria a una Constituyente. Y hace cuestión de confianza de ello. Se la niegan una vez, cae un gabinete. Lo vuelve a presentar, se la niegan nuevamente, cae un segundo gabinete y disuelve el Congreso.

En esa tesitura o lo vacan antes o lleva al país a un derrotero de zozobra e inestabilidad, donde habría que convocar primero a nuevas elecciones congresales, luego esperar a que dicho Legislativo sí apruebe la reforma castillista y si es así realizar el referéndum y luego de eso, si lo gana, convocar a una Asamblea que durante un año discutirá la nueva Constitución. Zafarrancho innecesario. Los planteamientos de Francke y Dancourt no requieren cambios constitucionales para llevarse a cabo. Huele a gato encerrado.

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Oscar Dancourt, Pedro Francke, Perú Libre

La asociación de Italia con una propuesta futbolística conservadora ha quedado atrás. Desde hace un buen tiempo, en realidad, aunque nunca falten algunos altavoces desde los que se hable de la posible presencia del histórico ‘catenaccio’. Y es que, tras haber quedado eliminada de forma sorpresiva en su intento de llegar a Rusia 2018, Roberto Mancini —entrenador de perfil propositivo, que intenta imponer condiciones a partir del buen trato de balón— asumió la dirección técnica de la ‘Squadra Azzurra’,  iniciando un proceso constructivo que se inscribe en un contexto de renovación e incorporación de nuevas tendencias (ej. Atalanta, Sassuolo, etc) en el fútbol italiano. No solo por mantener un invicto de veintiocho jornadas podemos afirmar que marcha bien, sino también por ‘la manera’, es decir, el ‘cómo’ ha jugado su equipo para conseguirlo. En ese sentido, la victoria por tres a cero frente a Turquía en el partido inaugural de la Eurocopa significó la respuesta exitosa en la primera prueba de rigor, además de un buen indicador sobre la evolución del juego colectivo de los dirigidos por el exestratega del Inter de Milán.

Así, en el Stadio Olímpico, de principio a fin, el dominio fue del seleccionado italiano. Jugando prácticamente todo el encuentro en campo contrario, el 4-3-3 que se planteó como esquema base, en realidad, experimentó varias modificaciones -sin perder el orden- por la tendencia natural a intercambiar roles, combinar y la movilidad de sus hombres de avanzada. Con laterales que otorgaban amplitud y fijación de adversarios por los carriles exteriores como Spinazzola y Di Lorenzo (mejor que Florenzi), en la zaga, Giorgio Chiellini junto a Leonardo Bonucci no hicieron sino evidenciar amplia compenetración, además de capacidad para sumarse a la elaboración de juego mediante pases filtrados a compañeros ubicados a distintas alturas del campo. Jorginho, Manuel Locatelli y Nicolò Barella —de mayor libertad para desprenderse y, por lo general, recostándose sobre el sector derecho, generar situaciones ofensivas—, los tres mediocampistas, fueron determinantes a partir de su manejo de balón y ocupación de los espacios, vinculando positivamente con los tres movedizos e incisivos atacantes, a saber, Lorenzo Insigne, Ciro Immobile y Domenico Berardi.

Turquía, ante la dinámica del equipo italiano, no hizo sino replegarse con un bloque bajo e intentar salir de contragolpe buscando especialmente a su estrella Burak Yilmaz para construir sus ataques, pero eso fue impedido en gran medida por la agresiva presión tras pérdida que aplicaron los de Roberto Mancini. Ni bien perdían el balón, los más cercanos, sostenidos por la estructura táctica, iban hacia adelante forzando al error o incomodando el intento por enlazar alguna jugada rápida por parte del cuadro dirigido por Şenol Güneş. Esto no es sino signo del interesante trabajo coordinativo de un equipo en el que las relaciones de sus futbolistas respondieron correctamente ante las distintas situaciones que implica el juego.

Por su parte, los goles se hicieron esperar durante la primera mitad, pero cayeron de forma sucesiva en el complemento. Goles que, me parece, tienen un carácter simbólico en tanto involucraron conductas distintivas de la idea de juego de esta ‘Squadra Azzurra’. En el primero, Manuel Locatelli identifica a Nicolò Barella ubicado entre líneas con tiempo y espacio y le entrega el balón; así, el mediocampista del Inter espera el momento justo y se lo cede con ventaja a Domenico Berardi, que se interna en el área y saca un centro que terminó con un autogol por parte de Merih Demiral. En el segundo, tras haber arrastrado marcas y ‘limpiado’ la jugada con un pase a Locatelli desde su propio campo, Barella siguió avanzando, volvió a recibir entre líneas por parte de Insigne y replicó el pase a Berardi, que decidió sacar un centro a Spinazzola y, frente al bloqueo de su remate, apareció Ciro Immobile para pescar el rebote y marcar. Finalmente, en el tercero, fruto de la insistencia en la presión alta, obligaron al error al portero rival, que le entregó el balón a Berardi y, tras combinación entre Barella e Immobile, Insigne apareció solo ante una línea defensiva descoordinada para definir con clase ante Uğurcan Çakır.

De este modo, exponiendo un fútbol alegre y dinámico, como lo ha caracterizado el periodista Ramón Besa, el panorama para el equipo de Roberto Mancini da la sensación de ser particularmente alentador. Aunque desde la óptica histórica las mejores performances de los italianos se corresponden con su inscripción fuera del campo del favoritismo, sus posibilidades de progresión en esta ocasión parecen ser manifiestas. En una Eurocopa donde selecciones como las de Bélgica, Francia e Inglaterra, por citar algunos nombres, llegan en gran momento y que, además, como todos los certámenes internacionales, se caracterizan por su dinámica caótica e imprevisible, Italia -sin confundir el camino- tendrá que ratificar progresivamente que puede ser un protagonista de consideración.

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Eurocopa, Italia, Roberto Mancini

La transparencia de la información y los datos abiertos ha logrado parar -más allá de los candidatos y los medios- muchas mentiras y manipulación de la verdad sobre la elección última. Pero esto no ha parado. Tenemos que seguir en actitud vigilante para conocer la verdad.

Dos señoras, digamos “bien”. Sábado mediodía. Conversan en el parque donde han sacado a sus hijos a jugar: “¿nos vemos más tarde no? Por supuesto, ya organicé todo, la nana se queda con ellos y voy con mi esposo. Perfecto, tenemos que protestar, el fraude no va a pasar. ¿Quieres ir con nosotros? Así vamos en un solo carro.”

“El fraude no va a pasar” es un tema común de discusión entre mis vecinos que se han visto animados a la participación, motivados por el miedo, por el enojo, que la sensación del amaño de la elección les genera. Pero ¿existe el fraude?

Semana dura la última. Deberíamos estar escribiendo acerca de quién ganó las elecciones, aunque eso esté en evidencia, pero aún. Se ha instalado desde el lunes con fuerza pero desde hace varias semanas con sutilezas, la idea de que existe un fraude. Un fraude no es algo menor. Es un intento consciente de sabotear las elecciones usando diversos mecanismo, para manipular el voto.

Más de 86,000 actas electorales escrutadas, un candidato que matemáticamente ya pasó el límite y es imposible que pueda perder, una contabilidad de votos abierta, pública y transparente; están en riesgo de quedar en entredicho porque la candidata que va perdiendo está dispuesta a jugarlo el todo por el todo por la premisa de que hubo un intento para sabotear la elección.

Para eso, armó una estrategia legal compleja, buscando demostrar que al menos en 800 mesas de las zonas donde había ganado el contrincante, había un grosero intento de manipulación de la intención popular. Conseguir demostrar eso, no es tarea fácil. Las elecciones en el Perú toman en cuenta la resolución de la mayoría de controversias en mesa. Para eso hay un juzgado ad hoc, los miembros de mesa, y unos abogados, los personeros, que se encargan de dilucidar el proceso. Las observaciones deberían ser una excepción. Fuerza Popular considera que hay irregularidades más allá de la excepción y de que se trata de un intento sistemático.

¿Cómo se logra esa demostración? Con pruebas. Pruebas tangibles y objetivas de que se cambió la voluntad del voto en la mesa, a través de un sistema que por ejemplo ponga miembros de mesa amañados, falsifique formas, etc. Pruebas difíciles que son necesarias. Que no pueden ser cuatro o cinco ejemplos que se dan en conferencia de prensa.

En estas elecciones, como nunca antes hemos visto, disponemos de información privilegiada y de la capacidad de poder “bajarla” y hacer con ella todos los análisis convenientes para poder entender si es que hay o no fraude en alguna dirección. Profesionales del open data como Ragi Burhum por ejemplo, han logrado descargar la base de mesas de votación -de libre acceso- y aplicado determinados algoritmos para guiar sus propios análisis, descubrir patrones a través de algoritmos, entender si es que hay datos anómalos. Tenemos el universo de información a nuestro alcance. También lo tuvo Fuerza Popular y pudo empezar por allí su proceso de anulación de mesas, pero prefirió que los abogados en horas determinaran si había firmas falsificadas o no. El resultado va siendo catastrófico para ellos.

Pero el tener la data sola no sirve. Como Josué Ortega señala en un extenso hilo de Twitter (https://twitter.com/josueortc/status/1404183119582928904) entender un fenómeno como una elección popular y sus distintas complejidades no puede pasar solo por una aplicación de algoritmos y ya. Responden a contextos, realidades y espacios específicos que merecen tomar un momento para la comprensión, en lugar de mencionar exclusivamente: “es fraude”, “es fraude”.

Pero el marco de análisis está allí para verlo y para usarlo. Tenemos la base y a partir de ella sí hay esfuerzos muy relevantes para comprender los datos y poder darles una dimensión coherente. En función de ello lo primero que podemos decir es que no hemos hallado una sola referencia analítica de la información que se demuestre que hay un fraude. Ninguna. Nos hemos pasado los últimos tres días buscándolo y no hay nada en ese sentido. Por el contrario hemos visto algunos ejemplos que demuestran que de fraude esta elección ha tenido nada.

El mismo Ragi Burhum muestra que su análisis y algoritmos consideran que hay irregularidades para ambas candidaturas y que no se puede colegir de ello que hay fraude (https://twitter.com/rburhum/status/1404136235053031427). Usando su data, Saki Bigio hace sus propios análisis y manifiesta que: “no encuentro ninguna evidencia de fraude sistemático a nivel estadístico.” (https://twitter.com/SakiBigio/status/1404122740638945284)

La estadística ha jugado su papel, como no. Han existido hasta matemáticos que han señalado que es “estadísticamente imposible” que haya cambio de datos entre primera y segunda vuelta. Cómo es posible que si en la primera vuelta votaron por mí, ahora en la segunda no. ¡Fraude! Otros científicos de datos ya explicaron hasta la saciedad que eso no es anómalo. Pero acá vale entender que no solo se trata de la data cruda. Hay una inferencia importante a nivel del comportamiento humano. ¿Es posible que algunos votos cambien de dirección entre la primera o segunda vuelta? ¡Por supuesto que sí! Más en cinco años aún. Ni siquiera se debe entrar en la motivación expresa de ello. Si no fuera así, que elaboren una ley para que solo quienes no votaron por Castillo o Fujimori voten en segunda vuelta, porque quienes sí lo hicieron no pueden cambiar su opinión. Así de ridículo suena.

Además, Alejandra Costa y Kenneth Sánchez de Comité de Lecturas analizan de manera más cualitativa los casos en los que hay diferencias de votos de primera y segunda vuelta en un hilo muy meticuloso. Su conclusión: “ninguno de estos datos apunta de manera concluyente a un fraude o a una manipulación de las mesas” (https://twitter.com/alecosta/status/1403961227835895808)

Aún más, Sebastien Polis usa el análisis de al distribución de Benford, que analiza patrones de datos, para concluir que no hay datos fabricados, ergo, son datos que siguen un patrón natural que rompe cualquier presunción de fraude. (https://twitter.com/SebastienPolis/status/1403628945346641920). Todo esto es análisis de datos abiertos que están a disposición de todos y que cualquiera puede hacer. De eso se trata. No de andar lanzando ideas porque se me ocurren.

Todos estos son ejemplos, hay varios más que por extensión ya no se pueden presentar, de que:

  1. Se habla de fraude alegremente y no hay ni una sola evidencia de ello
  2. El acceso a los datos es público y gratuito y era esperable que Fuerza Popular presentara argumentos más serios de la existencia de fraude a partir de la data.
  3. Nada hace pensar que realmente exista un fraude o una intención de hacerlo.

Cualquier mensaje sobre las elecciones debe partir de allí. No podemos permitir que una idea tan compleja como la de fraude quede dando vueltas por allí como si fuera normal. Ello va a preparar las cosas para deslegitimar todo lo que se venga.

Finalmente, encontrar elementos “anómalos” es el primer paso para la comprensión. Necesitamos más que nunca a las ciencias sociales, en especial a la antropología, apara que nos aproximen a los vasos comunicantes que requerimos como sociedad.

No termino este artículo dejando de expresar solidaridad con todos aquellos que han visto su nombre expuesto acusados de fraude, de no ser ellos, de haber suplantado identidades o firmas. Ojalá se les brinde la reparación necesaria.

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Elecciones 2021, Fraude electoral, Keiko Fujimori

Entre tanto se define el proceso electoral en el Jurado Nacional de Elecciones, ya se van produciendo realineamientos al interior de Perú Libre, partido que según el conteo rápido de Ipsos y el escrutinio de la ONPE ganó la elección, pero que debe esperar, como corresponde, a que el JNE dé la última palabra.

Claramente hay un intento de moderación del discurso ideológico original del partido del lápiz, que pasa por la convocatoria de técnicos como Pedro Francke y Oscar Dancourt, quienes esta semana han tranquilizado a los mercados al señalar los planteamientos que llevarían a cabo (salvo por la insistencia en una Asamblea Constituyente, planteamiento máximo al que Castillo debería renunciar dada la correlación de fuerzas congresales y la polarización social del país que conllevaría).

Pero este esfuerzo está claramente saboteado por las fuerzas cerronistas (22 de 37 congresistas de Perú Libre obedecen a Cerrón), que trata de “invitados” a los técnicos independientes que se acercan a Castillo y los pretende intimidar con el subrayamiento de que quien ha ganado las elecciones es Perú Libre, no siendo ello verdad, porque si no fuera por Castillo, PL habría sacado al histórico 5 o 6% que lo acompañó en los últimos procesos electorales (leer estupendo informe de Juan Carlos Chamorro sobre las tensiones internas en PL, hoy en Sudaca: ¿Cerrón sigue mandando?: La sombra que impide la moderación del plan de Castillo

Si Castillo emprende ese camino de moderación y despliega igual un gobierno de izquierda -nadie le niega ese derecho- puede lograr convocar a otras fuerzas en el Congreso (Alianza para el Progreso, Acción Popular, Somos Perú, eventualmente Podemos), que le permitirían gobernar sin que el chantaje cerronista lo ate de manos y lo someta al tironeo entre el ala radical de su propio partido y la derecha movilizada que se agrupa en Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País.

Lo primero que deberá hacer Castillo apenas se defina legalmente la elección es tomar la decisión de cuál camino seguir. Si oye los cantos de sirena de Cerrón, pondrá a su gobierno al filo de la navaja, con un escenario de vacancia en la epidermis congresal. Debe entender que la mitad del país no ha votado por el camino convocado por él, y dentro de sus propios votantes la inmensa mayoría tampoco debe comulgar con un escenario de zozobra y polarización permanente. ¡Que lo mande a Cerrón de embajador en Cuba!

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JNE, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Empiezo esta columna con una frase que para muchos pasará como normal: “Se los dije”. Me refiero al triunfo del profesor Castillo, cuya candidatura he apoyado tratando de despejar prejuicios desde antes de la primera vuelta.

¿Pero por qué “se los dije” pasa como normal y no lo es? Porque el “lo” se refiere al objeto directo singular (“les dije que ganaría Castillo”). Cuando usamos dos pronombres, uno para el objeto directo y otro para el indirecto, ambos mantienen su condición plural o singular. Pero en Lima se habla de cualquier manera y pluralizamos el objeto directo para enfatizar que el público es el plural, aunque el “lo” no se refiera a ellos. Muchos limeños siguen diciendo “se los dije” (a ustedes, el triunfo de Castillo), o “se los traje” (el pan) o cualquier otra forma semejante. La forma correcta, en este caso, es “se lo dije”. A secas.

Lima, pese a su autocomplaciente prejuicio, no es el lugar donde se habla el mejor castellano. Este resabio colonial viene sin duda de haber sido por dos siglos la capital política y cultural de Sudamérica hasta que se fundaron los virreinatos de Nueva Granada y del Río de la Plata en el siglo XVIII. Entonces empezó la “decadencia” de Lima como trono de la cultura europea en América del Sur.

Pero los hábitos mentales son difíciles de desarraigar. Los limeños fueron creciendo en número gracias a la migración interna y externa; sin embargo, el estamento original de los criollos hijos y nietos de conquistadores y comerciantes españoles mantuvo una rivalidad de intereses con los peninsulares y poco a poco logró un férreo control de las instituciones, sobre todo a partir de la independencia.

Este criollismo es el que critica el gran Sebastián Salazar Bondy en su clásico ensayo Lima la horrible, de 1964. Allí nos pinta con lujo de detalles cómo Lima después de 143 años de la independencia seguía siendo la urbe racista y clasista que discriminaba a los habitantes del Ande y a los mestizos que “se atrevían” a vivir en la ciudad.

Más cercanamente, el 2016, otro gran ensayista y poeta, José Antonio Mazzotti, publicó un libro fundamental para entender el criollismo peruano: Lima fundida: épica y nación criolla en el Perú. La novedad de Mazzotti está en plantear que en Lima se fue forjando desde el siglo XVI un sentido de nacionalidad étnica que se mantuvo diferenciable del resto de naciones que habitaban y habitan el territorio peruano. Y pese a su elitista exclusivismo, los criollos siempre estuvieron y a veces adoptaron hábitos y símbolos del interior para validar su supuesta representatividad. Mazzotti acuña el título de libro (Lima fundida) a partir del célebre poema de Pedro Peralta Barnuevo, Lima fundada, de 1732, en que el sabio limeño glorifica las hazañas de Pizarro y los conquistadores.

Mazzotti le da vuelta al título de Peralta y nos explica las limitaciones y prejuicios de muchos limeños, sin darse cuenta de que a veces caen en el ridículo histórico con sus hábitos mentales coloniales. Y encima hablando mal.

“Se los dije”. Lima está fundida.

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Elecciones 2021, José Antonio Mazzotti, Lima

La revolución es el sufragio… es una célebre frase del célebre revolucionario, antimperialista y prócer de la independencia cubana José Martí, quien, adelantado a su tiempo, advertía que, en América latina, la sola consolidación del estado de derecho podría traer consigo el cambio, el desarrollo y la justicia social.

Los peruanos acabamos de vivir, literalmente, una semana para el insomnio cuando al conteo de los votos de la segunda vuelta electoral se le añadieron actitudes de los candidatos que elevaron innecesariamente la temperatura. No voy a entrar en detalles, tan fácil que hubiese sido manifestar confianza en los entes electorales y esperar el final del conteo.

Hoy domingo, al momento que lean estas líneas, es posible que ya Pedro Castillo haya sido proclamado Presidente de la República, o que falte muy poco para hacerlo, y la pregunta que tirios y troyanos nos hacemos es en qué consistirá esa tan mentada revolución que el profesor tacabambino llevará a cabo, la que pone a temblar a unos y entusiasma a tantos otros.

Quiero comenzar explicando la historia de Pedro Castillo. El no es “comunista viejo”, como se decía de los cristianos antiguos hace muchos siglos, para separarlos de los recién conversos. El rondero y dirigente del Sutep recién se inscribió a Perú Libre el año pasado para postular a la presidencia y nunca se imaginó en la segunda vuelta electoral. Por eso insisto en que lo fundamental de sus propuestas se ha expresado en el lapso que transcurrió entre la difusión de los resultados de la primera vuelta y la realización de la segunda.

Es en ese contexto donde Pedro Castillo se plantea realmente qué hacer frente a la eventualidad de convertirse en Presidente del Perú y sus pasos, desde entonces, son como señales que debemos leer detalladamente. En ese esquema, la alianza con Juntos con el Perú de Verónika Mendoza resulta crucial. Desde entonces, JPP no es solo un acompañante periférico, sino que dota a Castillo de sus principales técnicos, de los que Perú Libre carecía.

Entre ellos se ha destacado nítidamente la figura del economista Pedro Francke quien, de manera clara y reiterada, ha explicado las líneas maestras de la política económica del próximo gobierno, las reformas que hará y, muy importante, las que no.

De esta manera, Francke parece colocar el manejo económico del próximo gobierno en la línea de las reformas globales al neoliberalismo que hoy se producen en el mundo y que viene liderando Joe Biden, presidente de Estados Unidos. Recién hace unos días, el G7 ha decretado que las corporaciones paguen un 15% de impuestos no solo en los países donde tienen sus plantas instaladas, sino en cada país donde producen ganancias.

Al respecto, ha señalado Francke que renegociará con las empresas mineras y con Shell, que controla Camisea, para que le dejen más divisas al país. El caso de las mineras es especialmente sensible pues el precio del cobre ha alcanzado su pico más alto en años y viene muy bien un impuesto a las sobreganancias. Respecto de las AFP, ha señalado que el dinero de los ahorristas es sagrado y que, contrariamente a los que se ha dicho, la reforma buscará romper el oligopolio de las cuatro AFP que dominan el mercado para así ampliar las competencias y lograr que aumenten las ganancias, pero, esta vez, en favor de los pensionistas.

Otras medidas se caen de maduras. Una es romper con la concertación de precios de las farmacias que hacen que nuestras medicinas sean de las más caras de América Latina y otra es que nuestros grandes bancos y corporaciones le paguen a la Sunat los miles de millones que le deben hace décadas. Ciertamente hay políticas más técnicas vinculadas al desarrollo de la producción agrícola nacional, vinculando la producción de los medianos y pequeños productores con los mercados mundiales, entre otras.

Este conjunto de medidas, y otras más, persiguen la finalidad de aumentar la liquidez del país, en primer lugar, para atender la pandemia y, en el segundo, para mejorar revolucionariamente los servicios de un estado absoluta e indolentemente precarizado a pesar de 20 años consecutivos de bonanza económica que acabamos de vivir. De allí que la reinversión interna de las ganancias en el desarrollo de su infraestructura y servicios será una meta fundamental en lo venidero. Tema aparte: ciencia y tecnología, de la mano de Modesto Montoya y un equipo de científicos de primer nivel, es posible que asistamos al primer esfuerzo serio de desarrollo del ramo en el Perú, con la finalidad de añadir valor agregado a la manufactura, esto es, salir de la exportación primaria que remite a los tiempos en que los españoles se llevaban la plata a Sevilla, desde el centro minero de Potosí.

Nos queda hablar de lo que no hará Pedro Castillo: Pedro Castillo, no te va a quitar tu casa, no te va a quitar tus ahorros, no va a eliminar el TC, no va a eliminar instituciones, no va a nacionalizar los recursos naturales, ni las empresas privadas. Pedro castillo, no es ni Velasco, ni Polpot, ni Maduro, es pragmático, se ha sabido rodear de una izquierda del siglo XXI y se inscribe en la corriente mundial de reformas al modelo neoliberal, así que calma.

p.d. fundamental. ¿Cómo va a hacer Pedro Castillo para salir de Vladimir Cerrón? Es su piedra en el zapato.

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El Jurado Nacional de Elecciones no puede cometer las torpezas que ha cometido ayer, al  dar pie, primero, a una ampliación del plazo para presentar impugnaciones, y luego retroceder en dicho propósito, al entender que ello vulneraba la legislación vigente.

Genera una impresión de parcialidad o de impericia que preocupa, ad portas del proceso de revisión de las actas observadas por la ONPE y las impugnadas tanto por Fuerza Popular como por Perú Libre.

Es más, ni siquiera hay ciencia cierta respecto de cuántas actas estamos hablando. Se menciona en las redacciones periodísticas que solo ingresaron 160 (si fuera así, el triunfo de Castillo sería irreversible), otros mencionan que entraron al final las más de 800. En fin, ello, quien debería precisarlo con celeridad y claridad es el propio JNE y no dejar que crezcan las voces que hablan de un fraude a la vista.

En una elección no sólo reñida sino polarizada ideológicamente, con gente movilizada en las calles de ambas partes, es imperativo que el JNE se conduzca con extraordinaria transparencia. Debería seguir, en ese sentido, el ejemplo dado por la ONPE que dispuso un equipo de respuesta inmediata en las redes sociales a la infinidad de fake news que circularon y aún circulan por doquier.

Sea cual sea la decisión final del JNE, habrá controversia y eventual tumulto. Pero si esa decisión sucede en medio de cuestionamientos a la probidad moral y profesional de los miembros de la autoridad electoral, el riesgo de una escalada del conflicto crece.

Las elecciones del bicentenario colocaron al frente a dos personajes discutidos hasta por sus propios votantes. Se habló por ello de votos vigilantes y críticos en ambos casos. Sabíamos, pues, que se venían y vienen tiempos complicados política y socialmente hablando. En ambos escenarios.

Lo peor que le podría pasar a un proceso social que de por sí ya va a ser azaroso y lleno de zozobra, es que el JNE no le brinde legitimidad a su fallo final respecto del portavoz final del mandato popular.

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