Opinión

Pocos días atrás, el heroico sandinista Daniel Ortega, que regresó de su autoexilio en Costa Rica para gobernar su país en los años ochenta, ganó por cuarta vez consecutiva el gobierno de Nicaragua. Son catorce años en el poder y a la espera de cinco años más. Los pronunciamientos en contra de los resultados quedaron en manos de las cancillerías de los países de la OEA y trataron acerca de la transparencia de las elecciones y el encarcelamiento de sus opositores.  En el Perú Vladimir Cerrón de Perú Libre cuestionó duramente la decisión del gobierno peruano, resaltando que Ortega era víctima de los mismos cuestionamientos a los resultados electorales que vivió Castillo. 

Es preocupante la postura de Cerrón porque está apostando por un gobernante que si bien fue de izquierda en su primer gobierno tras el triunfo contra la dinastía de Somoza, el Daniel Ortega que retornó al poder el año 2007 para combatir la corrupción desfachatada de Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños, optó por establecer un claro pacto con la iglesia conservadora y los empresarios nicaragüenses. Contra todo lo esperado, su gobierno ayudó a impulsar una de las legislaciones más retrógradas en Latinoamérica sobre el aborto, pues criminaliza hasta el terapéutico, cuando este había sido un derecho protegido por la Revolución Sandinista e incluso antes, desde la dictadura de los Somoza. Económicamente, Ortega no solo no cambió el modelo neoliberal, sino que estableció una alianza con la gran empresa y el Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP). Pero como en estas elecciones, algunos empresarios decidieron oponerse y postular sin formar un bloque opositor de defensa de la democracia, varios de ellos terminaron encarcelados por el gobierno. Nada más lejos del discurso de un auténtico gobierno democrático de izquierda. Leonardo Boff, desde la Teología de la liberación y muchos sandinistas, sinceros socialistas, han levantado reclamos desde la represión del año 2018 que dejó más de 300 muertos, de acuerdo con la CIDH por las protestas contra la reforma del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, otra de las entidades del estado que Ortega manipula a su antojo. 

Que la izquierda peruana y latinoamericana no zanje con él de una vez y pueda considerar que Ortega ha traicionado el compromiso con su pueblo, también lo hemos podido observar en la lentitud con la que han aceptado que Nicolás Maduro lidera una dura e injusta dictadura en Venezuela o en el silencio acerca de Miguel Díaz-Cabel, el presidente de Cuba. Sin duda, uno de los malos síntomas claros que muestra la izquierda latinoamericana es no haber conseguido adaptarse plenamente al sistema democrático e incorporado principios que parecen desdecir el heroico método revolucionario de llegar al poder y luego tener que mantenerlo. Que el modelo soviético cayera hace ya más de treinta años, cuando ya se sabe que sus héroes terminaron convertidos en abusivos dictadores al llegar al gobierno, no ha impedido que siga en pie el principio revolucionario de que el pueblo primero debe tomar el gobierno con las armas, aprender a vivir el socialismo dictado por el líder gobernante para que una vez interiorizado, habiendo renacido bajo un modelo justo y amenazante para el capitalismo, pueda liberarse en un utópico futuro comunista. 

De esa manera, el principio que cree que la marcha de la historia sigue un orden que debe cumplirse, continúa siendo la razón por la que el partido que toma el poder debe quedarse hasta asegurar que ese orden lo puedan alcanzar las próximas generaciones. El partido Comunista de Cuba, el Partido Socialista Unido de Venezuela, el Frente Sandinista de Liberación Nacional no tienen ninguna otra justificación (como si lo fuera). 

Y a veces ni siquiera alcanza la vida para lograr la verdadera transformación de los pueblos, así que la cabeza de cada uno de estos partidos debe dejar preparado a un seguidor para que tome su lugar cuando la muerte (y solo la muerte) lo obligue a abandonar a su pueblo. Raúl Castro dejó a Miguel Díaz-Canel, Hugo Chávez a Nicolás Maduro (hay un pajarito que dio fe) y Daniel Ortega, preparado ante el inevitable destino, ya cuenta con su esposa, Rosario Murillo, como vicepresidenta en caso la muerte (y solo la muerte) lo sorprenda. 

 

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Daniel Ortega, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Acabo de tener la siguiente conversación con mi hija menor:

  • Poki (su apodo), ya es hora de dor…
  • No quiero
  • Sí, ya sé que no quieres. Pero es hora de dor…
  • ¡No quiero!
  • Pero Poki, no te estoy preguntando lo que quieres. Te estoy diciendo lo que es. Y ya es hora de dor…
  • … 
  • ¿Es hora de jugar o es hora de dormir?
  • Domill (así, sin ‘r’ al medio y con ‘ll’ al final).
  • Entonces, es hora de dor…
  • Quiero jugar.
  • Sí, ya sé que quieres jugar. Pero es hora de dor…
  • …mill.

Mi hija acaba de cumplir dos años. Yo no soy especialista en psicología del desarrollo humano, pero creo que su silencio después de mi aclaración es un indicador de que está empezando a comprender la diferencia entre lo que uno quiere que sea verdad, y lo que es verdad realmente. 

A muchas personas les cuesta comprender esta diferencia. Podría citar el caso de los peruanos que creen que Pedro Castillo no ganó las elecciones limpiamente porque les gustaría que Castillo no haya ganado. O los que creen que Castillo está haciendo un buen trabajo porque les gustaría que estuviera haciéndolo bien. Pero me voy a centrar en las creencias relacionadas con el Covid. 

Jones cree que el Covid no existe porque a él le gustaría que no existiera. Pero eso no es verdad. El Covid existe y ha matado a millones de personas. 

Jane cree, porque le gustaría que fuera así, que el sistema inmunológico humano, por ser ‘natural’, funciona como una máquina perfecta. Por esta razón, piensa Jane, el cuerpo humano así solito es capaz de combatir el Covid. Pero la realidad no es así, y por eso es necesario complementar este sistema con vacunas. 

John cree, porque le gustaría que fuera así, que, entre todos los países del mundo, él justo ha nacido en aquél que tiene una tradición ancestral de medicinas que son capaces de combatir todas las enfermedades, incluso el Covid. Esto, desafortunadamente, no ha sido comprobado hasta hoy. (John también cree que lo importante en el fútbol no es ganar sino tocar la pelota con elegancia y picardía… pero estoy divagando. Sigamos). 

Julia cree, porque le gustaría que fuera así, que justo la doctora que está viéndola es muy muy inteligente, y conoce de un tratamiento suavecito que la va a proteger del Covid (por ejemplo, tomarse unas gotitas de ivermectina o dióxido de cloro). La doctora además es muy muy buena, y ha decidido compartir esa información con Julia (la doctora no es mala como los otros doctores, que trabajan en los mejores hospitales y centros de investigación del mundo, y que han decidido ocultar esta información para llenarse los bolsillos de dinero a costa de las vidas de millones de personas). Y como Julia es pura de corazón, tiene la disposición para comprender esta verdad revelada por su doctora, no como otros pacientes incrédulos que viven cegados porque son peones del sistema, y por eso permiten que les pongan vacunas y otras cosas que te cambian el ADN con químicos. No como Julia, que decide ingerir ClO2 (dióxido de cloro) o C47H72O14… (ivermectina) solo porque su doctora se lo dice. Pero la realidad no es así. La doctora que ofrece ivermectina o dióxido de cloro tal vez no sea ni muy buena ni muy inteligente. Lo más probable es que, o se esté aprovechando de Julia para alimentar su ego y su bolsillo, o no tenga la menor idea de dónde está parada, o ambos. 

Aceptar la realidad. Tan simple como eso. Y mi Poki de dos años lo sabe. 


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas.

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querer, ser

El propósito de Vladimir Cerrón es claro: retornar al poder y convencer a Castillo de que con los “caviares”, como él insiste en calificar, no llegará a buen puerto.

Para ello se ha propuesto, inicialmente, intrigar contra la premier Mirtha Vásquez, disponiendo que sus 16 congresistas leales, se acerquen o comuniquen con todos los ministros posibles para brindarles apoyo y asegurarles que cuentan con sus votos, a despecho de lo que pueda querer o pensar la Premier.

La idea de Cerrón apunta a lograr un resultado electoral significativo en las venideras elecciones municipales y regionales, como plataforma para impulsar su proyecto constituyente, y sabe que sin el respaldo del Presidente, con las justas logrará ganar en la región Junín (lo cual, inclusive, está en duda).

Por cierto, el Presidente cometería el más grave error político de su corta historia si accede a los cantos de sirena cerronistas, echa del gabinete a los moderados y dialogantes, y reestrena la estrategia confrontacional que suponía el gabinete cerronista que presidía Guido Bellido.

Su propia permanencia en el poder correría serio peligro si perpetra semejante despropósito. No parece probable que las bancadas de centro (muchos de cuyos integrantes se arrepienten del voto de confianza dado al gabinete Bellido), acepten, sin sobresalto, que el gobierno vuelva a dar un golpe de timón y retorne a las pretensiones de la transformación radical de la sociedad.

Los votos del centro, sumados a los de la derecha, alcanzan para vacar al Presidente. Un acto de tamaña necedad política -reconciliarse con Vladimir Cerrón y todo lo que ello implica- prenderá las alarmas no solo empresariales, ya de por sí aún desconfiadas de las perspectivas que vaya a seguir el gobierno- sino, sobre todo, políticas, porque algo así claramente indicaría un derrotero autoritario que transitará indefectiblemente por la ruta de la disolución del Congreso: no hay otra vía para convocar a una Asamblea Constituyente, tal como está distribuida la conformación del poder parlamentario.

Si Castillo se reencuentra con Cerrón -tarea en la que está empeñado el inefable de Evo Morales-, le declararía la guerra a la democracia y a la vigencia de una economía con ciertas libertades. Implicaría, de antemano, la señal de que se quiere llevar al país al abismo bolivariano que ha sumido en la pobreza más espantosa a los países que siguieron ese sendero.

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Democracia, Economía, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

“Sudaremos y Sudaremos” fue la promesa que el general Juan Velasco Alvarado le hizo al pueblo peruano cuando fundó el primer y único gobierno revolucionario militar en el Perú. Y efectivamente, el libro Velasco de Héctor Béjar refleja la visión, esfuerzos, vaivenes y preocupaciones del general en una odisea política por la transformación del país.

El autor es Héctor Béjar, ex-guerrillero, sociólogo, abogado, escritor, artista, académico, ex-Canciller y uno de los pocos intelectuales peruanos con una combinación de experiencias únicas que lo coloca como referente para los y las que investigan, estudian, y persisten en el camino de la justicia social. Para total transparencia de esta reseña, el autor es mi tío, hermano de mi padre.

El libro empieza con Béjar en la clandestinidad, amenazado por el gobierno de Francisco Morales Bermúdez, conocido como el “felón”, al igual que Pinochet porque traicionó al presidente que servía y debía lealtad. Personalmente, me trae los primeros recuerdos registrados de mi tío, cuando de muy pequeña con mis padres lo visitábamos a su cuarto al fondo de una casona antigua en Jesús María, donde vivió escondido a fines de los 70s. 

Velasco es un libro en tapa dura, con un diseño moderno y cuidadosamente editado por Ediciones Achawata. Son 334 páginas con fotos de cartas y portadas de los diarios de la época. La curiosidad te hace escudriñarlas para reconocer a los que formaron parte del primer gabinete del gobierno revolucionario. Desde los primeros comunicados de la Junta Militar anunciando el golpe contra Belaúnde hasta fotos de Velasco erguido, sonriente y decidido, y en donde un joven alto aparece, casi desapercibido, Javier Pérez de Cuellar, embajador de Velasco en la Unión Soviética.

Con ese nivel de detalles, Héctor Béjar relata cronológicamente todo el proceso del gobierno de Velasco, con una visión “clara y honesta” como lo menciona Hugo Neira en el prólogo. Al igual que en sus otros libros, hay una parte personal que le da un tono emocional a lo contado. 

Después de 5 años preso en Lurigancho por liderar el Ejército de Liberación Nacional, Héctor Béjar fue liberado por una ley de amnistía, dada previa consulta con los jefes policiales, los comandantes generales y almirantes, y firmada incluso por el ala de derecha del gobierno, los generales Artola y Vargas Caballero. Béjar, al igual que muchos profesionales e intelectuales de izquierda, entró a trabajar en el proyecto revolucionario y vivió desde dentro este proceso.

El libro detalla rigurosamente el momento político que desencadenó el golpe, la reforma agraria, la toma de tierras, el proyecto de socialización y autogestión en la producción económica, la reforma en la prensa, las presiones políticas dentro y fuera del gobierno, y las conspiraciones para la sucesión de Velasco. Nombres de personajes que cumplieron un rol decisivo en este proceso, algunos olvidados, vuelven a la vida para sumergirnos en una época hasta ahora contada por los que llegaron después, esos que traicionaron el proceso. Este libro le hace justicia a esa época.

El libro Velasco es una secuela de Revolución en la Trampa, libro que Béjar escribe en la clandestinidad el cual le presenta a Velasco debilitado, casi fuera del gobierno y muy enfermo por la arteriosclerosis. Otro logro del libro es que humaniza a Velasco. Así conocemos su origen campesino, su escape de Piura a Lima a los 16 años en un barco chileno con peligro de ser descubierto, y su ingreso en el ejército peruano con el más alto puntaje.

Velasco es la figura político-militar más importante del Perú, quien organizó y lideró a la única generación de militares nacionalistas que usaron su poder para servir al país, y no para defender intereses privados ni extranjeros. Al parecer una especie en extinción. Desde los 90s, las fuerzas armadas se han fujimorizado y sus comandantes son la antítesis de Velasco. 

Gracias a Ediciones Achawata que publica libros de esta calidad y al alcance de las mayorías. Ediciones Achawata inicia su proyecto editorial en el 2020 con el propósito de constituirse como una promotora cultural de investigaciones peruanas y trabajos sociales que apunten a momentos históricos relevantes del país.

Así como Velasco es imprescindible para comprender nuestra historia, lo es igualmente conocer la importancia de la toma de tierras desde 1950, que influenciaron la ejecución de la reforma agraria, una de las más radicales de la región. Líderes campesinos como Eduardo Sumire, quien fundó la Federación Campesina del Cusco, organizador, innumerables veces torturado y preso, merecen un lugar en nuestra historia. Estos testimonios deben difundirse.

En la Feria Bicentenario Ediciones Achawata están presentando la reedición de Soy señora, testimonio de Irene Jara de Francesca Denegri, la reedición de la Autobiografía de Gregorio Condori Mamani y Asunta Quispe de la profesora Carmen Escalante y del profesor Ricardo Valderrama. Felicitaciones a Ediciones Achawata y sus editores César Coca Vargas y Magdalena Suárez Pomar por ayudarnos a reclamar nuestra historia.

velasco-héctorbejar

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“Sudaremos y Sudaremos”, Héctor Bejar

Usted, quién lee esas líneas (sí, usted), en el mejor de los casos en una persona que se transporta en auto particular. Si es así, probablemente todos los días se enfrente a un tráfico insufrible, reniegue porque las combis y taxis paran en frente suyo sin aviso alguno, viva mirando con frustración como Waze le sube los minutos a su ruta hasta que se duplican, y alguna vez le han chocado en carro y se han dado a la fuga.

En el peor de los casos, usted es una persona usuaria de nuestro transporte “público”, y si vive en la periferia de la ciudad y trabaja en algún centro empresarial, es posible que pase alrededor de 6 horas al día transportándose. Sí, 6 horas, en un transporte además incómodo e inseguro por donde se lo vea.

La reforma de transportes nos afecta a todos. Al que maneja auto privado, al que utiliza las combis y micros, y a quienes las manejan con escasos derechos laborales. Por supuesto, como en todo, a quienes más afecta es a quienes menos tienen. Nuestro sistema de transporte nos roba horas, días y años que podríamos invertir con nuestras familias y amigos, contamina a diario nuestra ciudad, que ya es de las más polucionadas del mundo, genera pérdidas económicas por 27 millones de soles al año y ha dejado 30mil víctimas mortales en los últimos 9 años. 

Por eso señores, es que nos toca defender esta reforma con uñas y dientes. El pasado 03 de noviembre se filtraron audios que revelaron que el Ministro de Transportes, Juan Silva, se comprometió ante los representantes de los gremios de transporte urbano de Lima y Callao a ampliar por 10 años más las autorizaciones de las rutas de las combis, coasters y buses. Esto frustra por completo la reforma en marcha, que contempla la renovación del parque automotor y la reorganización de las rutas. En cristiano: el sueño de tener un sistema de transportes digno, al menos en el mediano plazo, se vería boicoteado.

Es verdad que los beneficios de la reforma de transportes aún no son tan palpables para los ciudadanos. La Autoridad Única de Transportes (ATU), responsable de ejecutar dicha reforma, se instaló recién en el 2019, y en el 2020 vino la pandemia. Es verdad que su estrategia de comunicación es pobre y los ciudadanos no entienden necesariamente que está en juego porque aún no gozamos de muchos beneficios. Pero, aunque no podemos defender algo tangible, nos toca hoy defender una apuesta a futuro: el sueño de que un día Lima tenga un sistema de transporte público funcional, seguro, ordenado y eficiente, el cuál podamos usar independientemente a nuestro poder adquisitivo, que haga de nuestra capital una ciudad más limpia, ordenada, con menos bulla y bocinazos, en la cuál todos podamos transitar de manera segura. Y este sueño solo se podrá cumplir en el largo plazo si defendemos hoy, y cuantas veces sea necesario, una reforma que es de largo aliento. 

Tener un transporte digno no va a demorar 1 año o dos, sino probablemente 10 o 20. Pero valdrá la pena. Si vamos a levantar nuestra voz por algo, que sea por esto. 

*Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de las organizaciones a las cuales pertenece.

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ATU, Ministerio de transporte, protesta

Hay tres poderes fácticos -gremios empresariales, tecnocracia liberal y medios de comunicación- que a lo largo de las últimas décadas han jugado un rol de contención importante respecto de cualquier devaneo populista o estatista.

Esta trenza derechista logró que Alejandro Toledo se quitase la vincha roja, que Alan García II no hiciese realidad sus promesas populistas de campaña, que Ollanta Humala elija la hoja de ruta, etc. Gracias a su presión, terminaron por evitar que el país se vaya al abismo, y a pesar de la enorme corrupción de la transición democrática, el país creció, disminuyó la pobreza y lo propio ocurrió con la desigualdad.

Lamentablemente, en el último lustro, esta trenza había sufrido serio menoscabo. Los gremios empresariales se hallaban seriamente desprestigiados por el caso Lava Jato y el Club de la Construcción, los tecnócratas liberales habían perdido capacidad de influencia al haber salido del Estado, y los medios atravesaban no solo una serísima crisis económica -que perdura-, sino que arrastraban errores de indulgencia cometidos, sobre todo, con el gobierno de Martín Vizcarra.

Felizmente, sin embargo, luego del triunfo de Pedro Castillo, esta triada de poderes fácticos está recuperando su capacidad de influencia y está logrando lo que, por ejemplo, un Congreso opositor mediocre y blandengue no ha logrado, como es la caída de un gabinete y luego de varios ministros, o que se modere la línea económica inicialmente planteada por el régimen.

Los gremios se han modernizado y entendido que su rol político no puede ser “a lo bestia” y que bien dosificada la postura enérgica es mucho más decisoria. Los medios, casi por unanimidad, han puesto el acento hipercrítico en la denuncia de las tropelías del gobierno, recobrando prestigio, y la tecnocracia liberal ha logrado compensar su ausencia de las instancias de decisión públicas con una presencia mediática influyente.

En medio de la ausencia de liderazgos políticos, de la defección de los principales partidos, de la debilidad institucional del Congreso o de los poderes locales, que la trenza derechista se haya recompuesto, recupere bríos y capacidad de influencia, es una extraordinaria notica que hay que ponderar. El Perú de estos años críticos lo va a agradecer.

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estatismo, gremios empresariales, medios de comunicación, poderes, Populismo, presidentes del Perú, tecnocracia liberal

Desde el 2000 hasta el día de hoy, si hay algo que caracterizado al Perú es que para las vacancias y renuncias presidenciales no ha sido un factor determinante el componente externo, vale decir, la calle o las masivas salidas de los ciudadanos organizados, como en Ecuador o Bolivia. Lo que ha caracterizado a nuestro sistema político fueron las caídas de presidentes por factores internos. Eso lo hemos podido apreciar desde la renuncia de Fujimori por los vladivideos, la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) por la compra de votos y la vacancia de Martin Vizcarra también por factores internos. 

Se preguntarán por la renuncia de Manuel Merino a través de las salidas a las calles. La verdad, es un caso que no se convierte en regla. Fue un episodio inaudito producto de una crisis sanitaria por la que pasamos, pero no es lo que nos caracteriza. Sucedió también en 1975, en pleno régimen dictatorial, con el paro de los policías en un contexto de severa crisis económica que favorecía ello. La forma de protesta del ciudadano es a través de las urnas, votando por el mal menor y no por convicción. Eso ha sido, y sigue siendo, la regla de nuestro sistema político en la que el ciudadano -que vive en una economía informal (80% según el INEI)- vive del día a día y en la que aún hay un pan en la mesa de los hogares peruanos.  

Algo importante a apuntar es que se pueden generar las condiciones para estas situaciones a través de protestas sociales focalizadas (léase paro de transportistas o conflictos sociales en torno a la minería e hidrocarburos) en la que se vaya legitimando un descontento con el accionar del presidente, como sucedió con Fujimori y PPK. Pero vuelvo a repetir: no es la calle -como expresión movilizadora y organizada- la que caracteriza al peruano. 

Al respecto, habría que analizar el porqué del asunto, el porqué de esa conducta política parroquial. Ya mencioné que un condicionante estructural es la economía informal; otra estaría muy relacionada a la poca capacidad cívica o ciudadana. Como diría el politólogo Guillermo O´Donnell, poseemos una peculiaridad delegativa, en la que solo votar consta como parte de nuestro deber democrático. 

El espacio público también no se presta para la generación de una cultura política responsable. Hemos podido apreciar, desde la transición de la democracia hasta ahora, que lo que caracteriza al espacio público es la diatriba, la satanización del adversario y la judicialización. Vivimos -como diría el historiador francés Pierre Ronsavallon- una contrademocracia, vale decir, una cultura política del veto, de eliminación del adversario, tan dañina para nuestra joven democracia. 

Nos toca a todos los actores involucrados en mantener nuestro Estado de Derecho, estar alerta de los enemigos de las libertades y también de las actitudes poco democráticas de los actores dentro de nuestro sistema político que generan las condiciones para el acecho de organizaciones negativas para el país. 

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presidentes del Perú, renuncias presidenciales, vacancias

14N Un año después: Una perspectiva diferente

En noviembre del 2020 el Perú vivió y protagonizó una de las crisis fundamentales para entender su historia contemporánea al movilizarse en contra del gobierno de Manuel Merino y logra su rápida renuncia. El historiador José Ragas el domingo en La República señala sobre este momento que: “… fue la mayor movilización ciudadana de la historia republicana. Incluyó no solo la ocupación del espacio público a nivel nacional sino también protestas desde el espacio doméstico (por la cuarentena del COVID – 19) y las redes sociales”².

Poniendo en contexto el tema, el expresidente Vizcarra fue vacado por el Congreso, medida que obtuvo el 91% de desaprobación ciudadana: el 78% señaló al Congreso como el responsable de la crisis y las motivaciones para dicha acción fueron percibidas como intereses políticos de los congresistas, antes que real preocupación por actos de corrupción. De hecho, el Congreso obtiene un 90% de desaprobación, si no la más, una de las más altas de rechazo que ha tenido el Legislativo en su historia reciente.³ 

Pero un dato más significativo es que más de un tercio de la población urbana y rural del país de 18 a más años señala que participó de las protestas contra el gobierno de Merino “ya sea en marchas, por redes, con cacerolazos u otra forma de protesta”. De estos, en mayoría se trataba de jóvenes, mujeres de NSE altos y medios de Lima. Uno de cada 3 peruanos estuvimos, como pudimos, haciendo algo para que el régimen no se mantuviera.

Un año después, ¿qué ocurrió con este tercio de peruanos movilizados, interesados, politizados?, ¿qué fue lo que se construyó a partir de allí y cómo esas protestas articularon algo más que el disgusto por una situación que generó tanta indignación y protesta? La respuesta es lacónica: nada. Fuera Merino, fuera movilización. ¿Cómo entenderlo? Humildemente este columnista considera que entre quienes investigaron y publicaron sobre el tema el mejor alcance lo dio Eduardo Villanueva en su libro “Rápido, violento y muy cercano: Las movilizaciones de noviembre de 2020 y el futuro de la política digital” en las que el autor analiza cómo un uso intenso de recursos digitales permitieron generar una respuesta social novedosa, disruptiva y eficaz (términos propios que se me hacen razonables al leer sus hallazgos), pero a la vez de tiempo limitado. Una vez que se logra lo buscado, el movimiento desaparece.

Villanueva mismo lo explica en su blog, un año después: 

“¿Qué quedó? Poco. Bastó con traerse abajo a los usurpadores para sentir la satisfacción del deber cumplido, sin que esto significara un acuerdo mínimo sobre qué hacer con el resultado. Es parte del problema de fondo de nuestra sociedad: no hay conexiones claras entre lo que la gente quiere y lo que la clase política —entendida esta de una manera muy pero muy laxa— puede hacer.”4

En nuestra cuenta de Twitter (@ojoenlagente), una red social de opinión, aunque muchas veces sea arduo separar la paja de trigo para saber cuándo lo es y cuándo es concierto de trolls, le planteamos a los seguidores y a algunos analistas que tuvieron la cortesía de dar su punto de vista, que pudieran plantear sus hipótesis de los que pasó luego del 14N. La pregunta específica fue: 

Leo opiniones: ¿por qué las marchas de Nov20 no generaron un movimiento orgánico y pese a ser masivas quedaron ahí? Los partidos que más cerca estuvieron sacaron resultados penosos en elecciones. ¿Qué pasó? Los leo

El tuit a la hora del cierre de este artículo ha tenido 140 respuestas. Más de 50 000 impresiones, más de 2 000 interacciones directas. Ha motivado a la opinión a opiniones diversas que, con respeto y esfuerzo, han logrado desgranar el tema y ofrecer muchas hipótesis posibles. Así que los invito a revisar estas hipótesis de qué pasó a partir de lo que en ese post se comenta. Nuestra labor será la de compiladores y organizadores de esta información esta vez. El contenido, es compartido. Es el ejercicio de cocreación que más hemos disfrutado.

Esencia apolítica

Lo primero y más mencionado como respuesta ha sido que se trató de un movimiento que en su base y su razón rechazaba la política como actividad. Si esto fue así, era lógico considerar que de allí se iba a nuclear alguna organicidad dentro del espectro político del país. Muchos han mencionado esto con certeza y convicción

Como el politólogo José Alejandro Godoy menciona, las marchas tenían como único fin el sacar a Merino de su condición de presidente, pero además no tenemos partidos que canalizaran demandas muy variadas y -algo que veremos luego- la vivencia de la pandemia que hizo priorizar acciones concretas.

La comunicadora e investigadora Manuela Núñez señala que hay mucha desesperanza que algo bueno salga de la política pues “habíamos visto en primera línea cómo los políticos se arranchaban el Perú y con él, nuestra salud mental. Sacamos a Merino y todo se acabó.”

Jacqueline Fowks, periodista que cubrió las protestas de noviembre de manera excepcional, también reflexiona en la misma línea: “Las protestas NO pretendían volverse un movimiento ‘orgánico’. Tuvieron un objetivo específico: terminar con un gobierno ilegítimo y rechazar ese modo de hacer política.”

Efecto inmediato

Derivado de lo anterior, varios testimonios consideran que las protestas tenían un fin único, pero también inmediato que le dio sentido y permitió aglutinar. Como el abogado Luis Edgardo Vasquez considera: “La sensación colectiva de máxima injusticia o de abuso de poder es inmediatista, por tanto, su manifestación tiene una finalidad y se agota en ella. No tiene un efecto transformador de la cultura política, ni como elector ni como elegido.”

Es decir, era un movimiento condenado a morir en sí mismo o perdía su carácter masivo, unificador. La posibilidad de nuclear distintos frentes, intereses y hasta ideologías era su fin único. Nada más. No habían compromisos, adhesiones o lógicas más allá de ese fin.

Incluso su manera de convocarse tenía relación con ello. Como el periodista Jorge Luis Cruz manifiesta: “La movilización por redes sociales no es jerárquica. Por eso no habían líderes. Son como nodos vinculados. Por eso es difícil que, de una organización no jerarquizada, en el corto plazo, salga representación.”

Un movimiento que se organiza mejor en el “anti”

Ronald Cross, abogado y como él mismo se denomina “nerd electoral” plantea que no era posible lograr organicidad alguna si el punto de partida es el “anti” y pone de ejemplo el antifujimorismo como punto de comparación de una manera interesante:

“Cada 5 años vemos a la coalición anti fujimorista unirse detrás de candidatos muy diferentes en 2V. Y sin embargo resulta imposible recomponer esa coalición en la próxima elección. Unir a la gente “en contra” de algo es más fácil aquí. La baja participación en el referéndum y las municipales el 2018 y las congresales extraordinarias del 2020 sugieren qué hay hastío muy grande no solo con un establishment político, sino con la política con un todo. Hay mucha gente que va a votar porque tiene que y su aspiración es votar y luego no tener q pensar en política por 5 años.”

Varios otros testimonios dan cuenta de esta percepción, al considerarse que el objetivo era derrocar un régimen. El apuro era volver a la normalidad lo antes posible. Luego de eso, ¿qué necesidad había de algo más? Ninguna.

Unión con babas

Otra hipótesis que aparece es que somos un país que se articula por “momentos” en los que surge algo que nos cohesiona, pero que luego desaparece y nos reduce a una expresión más individual. Nuestra organicidad siempre es momentánea, temporal. 

Como la tuitera @usuariaperuana señala: “Somos un país fragmentado por donde lo veas, pero hay momentos reales de unión como las marchas de Nov20, la marcha de los 4 suyos, cuando fuimos al mundial, etc. Pero pasa y todo vuelve al caos de siempre, una y otra vez”.

El periodista Enrique Patriau sostiene en esa línea, que “Quizás fue porque participó gente con posiciones diversas. ¿Algo tan heterogéneo podía derivar en algo orgánico? Otra posibilidad: fue una protesta con un objetivo muy puntual. Se logró de manera rápida y la gente volvió a su vida.”

Una respuesta emocional

También se considera que lo que se vivió en noviembre 2020 se puede evaluar desde una lógica menos racional. Se trató de una respuesta emotiva que llevó a las personas a las calles. Esto tiene dos dimensiones, por un lado, quienes sostienen que esa emotividad fue la energía que canalizó el movimiento: “las razones que mueven estas marchas son subjetivas, responden a emociones del momento. Falta líderes interesados en hacer política de verdad y en conducir movimientos duraderos” (usuaria @marta1109).

Pero por otro lado se trataría también de un impulso motivado por el encierro. Donde se vio la oportunidad de salir, de expresarse, de romper con esa cuarentena: “La respuesta no es política si no psicológica, el encierro generó que muchos jóvenes estuvieran con ganas de salir a hacer desmadre luego muchos «influencers» solo fueron a tomarse fotos cosa que copiaron muchos de ellos” (usuario @Hi3i) 

Lima versus provincias

Farid Matuk sostiene una mirada distinta, más política, cuando señala que: “desde un punto de vista arcaico fueron protestas de la pequeña burguesía en contra de un gobierno oligárquico que había derrocado un gobierno de la burguesía provinciana. Por su naturaleza ecléctica, la pequeña burguesía no se articula como partido, y más bien fue una oportunidad perdida para la burguesía provinciana. Recién hace unos días, Vizcarra está intentando liderar esa burguesía provinciana y eventualmente arrastrar a la pequeña burguesía.”

Nos resulta llamativo este punto de vista y amplía el espectro de análisis. Algunos otros usuarios lo dejan entrever señalando el carácter clase mediero y poco popular que tuvieron las protestas. 

Partidos poco representativos

Abel Gilvonio, sociólogo y representante de izquierda, expresa de manera autocrítica que “no hay partidos nacionales con estructuras sólidas que puedan canalizar a mediano y largo plazo las demandas ciudadanas. Todo es muy frágil y volátil. Esto provoca una militancia itinerante que un día participa de una revuelta social y al otro día está en lo suyo”

Hay muchas referencias también a la acción del Movimiento Nuevo Perú y del Partido Morado. Todos en un tono crítico y evidenciando que no se esperaba la capitalización política de la protesta.

Alberto Bellido considera que: “Cuando hay manifestaciones de protesta masivas, en general ese voto no recae en “partidos” ya existentes. Viendo experiencia española e italiana, ese voto va a partidos nuevos, Podemos y Movimento 5 Stelle, respectivamente. Pero ese proceso tomó algunos años de maduración.”

A modo de conclusión

En el fondo, cada uno pude sacarla del hilo que originó la discusión. Pero un espacio de Twitter bien llevado, con participantes que deseen aportar su opinión, es posible y salen ideas y reflexiones increíbles.

El respeto más grande por la memoria de Inti y Bryan y por el deseo de que su memoria se respete castigando a los culpables y haciéndose cargo de los heridos. 14N en Perú significó un hecho sin precedentes. No lo olvidemos.

Gracias a todos los que comentaron el post. Imposible exponer todos los comentarios. Pero hoy, el artículo lo escribieron ustedes.5


 1. El título: Respuesta del usuario @carjuas al post que da origen a este artículo

2. En: https://twitter.com/joseragas/status/1459904254433497094

3. Las cifras presentadas en este artículo se toman de la encuesta de IEP: Informe de Opinión noviembre 2020. En: https://iep.org.pe/wp-content/uploads/2020/11/Informe-Especial-IEP-OP-Noviembre-2020-v2.pdf

4. En: https://eduardovillanuevamansilla.substack.com/p/las-movilizaciones-de-noviembre-2020

5. El post original: https://twitter.com/ojoenlagente/status/1459483497907867653

 

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14N, Inti y Bryan, Manuel Merino, Marchas, protestas

El gabinete es un desmadre. La premier Mirtha Vásquez, a pesar de haber logrado la renuncia de dos ministros (Luis Barranzuela y Walter Ayala), aún no logra consolidarse, porque el presidente Castillo juega a la del sindicalista básico que es, y divide, alienta la intriga, juega con las piezas del poder, sin clarificar un rumbo y un horizonte.

En ese plan se encamina a un deterioro paulatino. La última encuesta de Ipsos, publicada hoy en El Comercio, muestra un desplome significativo. Pasa de 42% de aprobación en octubre a 35% en noviembre, y su desaprobación crece de 48 a 57%. Y más en particular, su aprobación en sus zonas de arraigo cae estrepitosamente. En el centro tenía 52% de aceptación, ahora tiene 37% (tal vez producto de su alejamiento de Cerrón); y en el oriente, donde tenía 54% de aprobación, ahora alcanza un magro 37%. Cae también en el sur, pero poco, de 55 a 52%.

En el sector C, tenía 38% de aprobación, ahora tiene 28%; en el D tenía 44%, ahora 38%; y en el E mostraba una aprobación de 53%, ahora es de 47%. Sus bases populares, su recurrido “pueblo” lo empieza a abandonar.

Deseémoslo o no, cuando el próximo año se junten las piezas de la tormenta perfecta (crisis sanitaria con la tercera ola, crisis económica, crisis política y crisis social), la incompetencia gubernativa y personal del Presidente de la República, van a producir un “momento destituyente”, que ante la menor detonación hará que la estabilidad presidencial vuele por los aires. Ya hay un ánimo vacador en un sector importante de la clase política. Bastará cualquier pretexto (y Castillo los da de sobra) para que ese sector crezca e incluya al centro, con lo cual la suerte presidencial estará echada.

La única manera de evitar que ese escenario se active es que el Primer Mandatario corrija desde ya los despropósitos y asuma con seriedad la tarea de gobernar. Y eso pasa, en primer lugar, por consolidar la presencia de su Premier y no jugar al sabotaje indirecto, al coqueteo poco disimulado con los boicoteadores cerronistas (que se acercan a los ministros enfrentados con la Premier para ofrecerles su apoyo incondicional, en labor abierta de zapa) a la espera de reconstituir un gabinete Bellido recargado.

-La del estribo: muy recomendable el libro Solo quedamos nosotros, de Jaime Rodríguez, que publica Penguin Random House. Relatos autobiográficos y pequeñas crónicas noveladas, configuran un libro valioso, con una narrativa limpia. Posdata: no se pierdan Fieras en el Teatro Británico. No se van a arrepentir. Extraordinaria puesta en escena.

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Luis Barranzuela y Walter Ayala, Pedro Castillo, Premier Mirtha Vásquez, Presidente Castillo
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