Opinión

Para todos aquellos melómanos que conocen a fondo la obra musical de Frank Zappa (1940-1993) no es ningún secreto la fascinación que el guitarrista y líder de The Mothers Of Invention tenía por todo lo que fuese percusión, hecho que se reflejaba tanto en sus composiciones como en las diversas configuraciones de sus bandas, especialmente a partir de 1973. 

Si previamente ya había contado con dos bateristas -Jimmy Carl Black (1938-2008) y Arthur Tripp III, quien fue luego reemplazado por Billy Mundi (1942-2014) o con los amplios recursos de un virtuoso como el británico Aynsley Dunbar (John Mayall & The Bluesbreakers, Journey), desde ese año Frank incorporó de manera definitiva a su sonido a la familia de los vibráfonos, marimbas, xilófonos, campanas tubulares y percusiones menores en todas sus versiones y tamaños. 

Para ello contó, primero, con Ruth Underwood, entre 1972 y 1976, responsable de las grabaciones originales de complejos y vertiginosos segmentos en dichos instrumentos que pueden escucharse en canciones como Inca roads (One size fits all, 1975), St. Alfonzo’s pancake breakfast (Apostrophe, 1974) o Echidna’s arf (Of you) (Roxy & elsewhere, 1974) y después, cuando la extraordinaria vibrafonista decidió apartarse del grupo, con Ed Mann, quien falleció la semana pasada, el 1 de junio, a los 70, a solo tres años de que abandonara toda actividad musical debido a la trágica muerte de su hija Anaïs, de apenas 27, víctima del cáncer. 

Ed Mann fue el músico que más tiempo permaneció en la banda, desde 1977 hasta 1988. En ese tiempo no solo replicó en vivo las complicadísimas y físicamente exigentes líneas de Ruth Underwood –Frank escribía cosas que requerían que tus manos se movieran en direcciones opuestas a la manera normal en que los brazos te lo permiten”, comentó alguna vez- sino que, además, estampó en varios vinilos las suyas propias. Por ejemplo, podemos oírlo en Sinister footwear II (Them or us, 1983), Let’s move to Cleveland (The best band you never heard in your life, 1991) o Wild love (Sheik Yerbouti, 1979), solo por mencionar algunas. 

Además, ambos desarrollaron una sociedad profesional y personal muy profunda. “En el pico de nuestra relación, Frank y yo compartimos un gran afecto el uno por el otro” dijo en una entrevista a la revista especializada Modern Drummer, que le concedió el premio como mejor percusionista varios años consecutivos, debido a su capacidad para dominar un amplio rango de instrumentos. La conexión entre Frank Zappa y Ed Mann era casi psíquica. “Siento como si lo escuchara todo el tiempo. Tengo sueños vívidos cada semana y no estoy bromeando. Literalmente, puedo sentir que me está hablando”, dijo en el año 2004, durante su participación en la edición 15 del Festival Zappanale, al que asisten miles de seguidores del genio de Baltimore cada año desde 1989, en la ciudad de Bad Doberan, al norte de Alemania. 

En ese periodo de once años, el vibrafonista que había estado bajo la égida de John Bergamo (1940-2013) en el instituto California Arts y había tomado lecciones con verdaderas leyendas del instrumento como Victor Feldman, Dave Samuels o Emil Richards, integró la sección rítmica de las bandas de Frank junto a tres de los mejores bateristas de todos los tiempos, muy diferentes entre sí: Terry Bozzio (1977), Vinnie Colaiuta (1978-1981) y Chad Wackerman (1981-1988). Este último fue el primero en reaccionar en redes sociales tras su muerte: “Descansa en paz mi viejo amigo. Ed fue un percusionista magistral y brillante. Podía leer cualquier cosa que Frank le lanzara y nunca lo escuché cometer un error”. 

Ed Mann estudió en la Escuela de Música de Hartford, Connecticut. Allí se hizo amigo del tecladista Tommy Mars, a quien luego recomendaría para unirse también a la banda. Antes de trabajar para Frank Zappa, Mann y Mars formaron World Consort, un combo de jazz experimental, cosas eléctricas y progresivas, con el que anduvo un par de años como baterista. Luego, desde 1976 se hizo integrante de Repercussion Unit, un colectivo de percusionistas creado y liderado por su maestro y mentor Bergamo, experimentado docente y promotor de carreras jóvenes que ha ayudado a cientos de músicos a hallar su propio camino. 

Bergamo y sus alumnos/colegas -Steven Mosko, Larry Stein, Paul Anceau, Gregg Johnson, James Hildebrandt y Ed Mann- se especializaron en llevar las posibilidades de la percusión a otros niveles de experimentación, usando instrumentos convencionales -baterías, marimbas, xilófonos, steel drums- con juguetes, bloques de madera y objetos de todo tipo, con un espíritu innovador y extremadamente lúdico, combinando el jazz con el avant-garde y convirtiéndose en pioneros del uso libre y terapéutico del ritmo y los sonidos. 

Con ellos ha tocado y grabado en paralelo a su recargada agenda con Zappa, la cual terminó abruptamente en 1988 cuando Frank decidió desarmar su último grupo. Como miembro de Repercussion Unit, Ed Mann ha participado en varios álbumes: el epónimo Repercussion Unit (1978, en el que figura una composición suya, Dream toon), Christmas party (1984), In need again (1987) y Repercussion Unit goes abroad (1991). 

En 1975 Bergamo estaba ensayando con Frank algunas composiciones de música de cámara y un día llevó a Ed al estudio para presentárselo. Dos años más tarde, cuando Frank llamó a John para que hiciera unos overdubs de percusión para el álbum Zappa In New York, el extraordinario doble en vivo que resume cuatro noches en el Palladium Theater de New York, con la participación especial de la sección de metales de Saturday Night Live y del legendario presentador de dicho programa humorístico, Don Pardo (1918-2014), Bergamo se excusó de ir por sus propios compromisos y recomendó a Ed Mann para que vaya en su lugar. 

En esas sesiones, Mann tocó junto a Ruth Underwood sin saber que poco tiempo después sería su reemplazante, cuando ella decidió retirarse del extenuante mundo de las giras. Su ingreso a la banda fue totalmente inesperado para él. Ruth lo llamó a medianoche para preguntarle si conocía a algún buen tecladista, porque Frank estaba buscando uno para complementar el trabajo acústico del pianista austriaco Peter Wolf. Ed recomendó a su amigo Tommy Mars, que se acababa de mudar a Los Angeles. Cuando llamó a Frank esa misma noche, lo invitó a su casa. Allí estaban Patrick O’Hearn (bajo), Adrian Belew (guitarra) y Terry Bozzio (batería), ensayando. Lo puso delante de una inmensa marimba y, en el atril, estaba la partitura de Montana (LP Over-nite sensation, 1973). Para las dos de la mañana ya era parte de la banda que después vimos en acción en la película Baby snakes (1979), que documenta los conciertos de Halloween de 1977.

Ed Mann se encargó de todas las percusiones en discos elementales del último periodo de Zappa como “solista”, desde el fundamental Sheik Yerbouti (1979) -escuchar por ejemplo Flakes o Dancin’ fool– hasta la tríada de álbumes en vivo que salieron de aquella última gira, Broadway the hard way (1988), The best band you never heard in your life y Make a jazz noise here (1991). En los estudios, Mann se adaptó a los formatos rockeros como en Joe’s garage (1980), You are what you is (1981) o Them or us (1984); orquestales como en el doble grabado con la sinfónica de Londres (1983), bajo la dirección de Kent Nagano; o semi electrónicos en Jazz from hell (1987), disco que da inicio a sus experimentaciones con el Synclavier y la creación de una biblioteca de sonidos pregrabados, con la ayuda precisamente de Ed. 

Asimismo, se le puede ver en los videos Baby snakes (1979), Video from hell (1987), Halloween (2003) y The dub rooom special (2007). En vivo, Mann aportaba mucho a la dinámica divertida y la atmósfera de permanente cinismo y critica a la política, sociedad y cultura pop norteamericana que Zappa imprimía en sus conciertos. Por ejemplo, se encargó de la imitación de Bob Dylan que solían incorporar en temas como Flakes -en la versión original la imitación la hace Adrian Belew- y la versión alterada de Lonesome Cowboy Burt, clásica del LP 200 Motels (1970), con letra modificada para burlarse del conocido tele-evangelista Jimmy Swaggart y el escándalo que se generó al ser descubierto en actividades, digamos, poco santas. Mann estuvo en todas las giras de Zappa desde 1977, menos en la de 1984. Según el vibrafonista, aquella vez Frank había contratado demasiados vocalistas y no había espacio sobre el escenario para su arsenal de instrumentos, por lo que aprovechó para aceptar una invitación de la banda de jazz fusión y new age Shadowfax, con quienes salió de gira ese año. 

Con respecto a la abrupta disolución de la banda en 1988, Ed Mann comentó: “En ese momento, Frank tomó decisiones que reflejaban su cansancio y su salud en general. Él nunca hubiera permitido que una situación así continuara en décadas anteriores. Donde Frank iba, su banda iba con él. Cuando él estaba bien, la banda estaba bien. Si él estaba mal, la banda estaba mal. Para todos los que estuvimos allí, la meta era sobrevivir cada día, fue devastador. Pero también hubo momentos grandiosos, los samplers y las voces extrañas eran nuestro escape, nos reíamos juntos de eso”. Un buen ejemplo de esa manipulación y collage auditivo es la canción When yuppies go to hell (Make a jazz noise here, 1991) que tiene de jazz, música concreta y humor sonoro.

Durante los noventa, la carrera de Ed Mann se concentró en colaboraciones con otros artistas, proyectos de diseño y producción de sonido con tecnología digital/electrónica y la composición de material propio, desplegado en cinco álbumes: Get up (1988), Perfect world (1990), Global warming (1994), Have no fear (1996) y (((GONG))) Sound of being (2002). Este último es el primer volumen de una serie de producciones dedicadas a la música compuesta para el gong, instrumento oriental utilizado en rituales, meditación y oración desde tiempos ancestrales, que ha sido incorporado con mucho éxito en géneros musicales más modernos. 

“Dentro de una orquesta sinfónica o de una banda de rock, el gong sugiere misterio y poder. Pero al ser utilizado como instrumento solista, se convierte en un universo sonoro único”. Ed Mann ha trabajado incluso con asociaciones de musicoterapia debido a las propiedades curativas de este peculiar instrumento de percusión, cuyas resonancias y frecuencias producen atmósferas que van de lo plácido y relajante a lo tenso e impredecible. Aquí lo podemos ver, en la edición 2017 del festival Wormtown en su ciudad natal Greenfield (Massachussets).  

Entre los artistas con los que Ed ha grabado o salido de gira figuran, entre otros, la banda Ambrosia, el ex guitarrista de The Police Andy Summers o Kenny Loggins, con quien se le puede ver en el DVD Outside: Live from The Redwoods de 1993, tocando clásicos del soft-rock setentero como I’m alright, Love will follow, This is it, Your mama don’t dance o el clásico de The Doobie Brothers, What a fool believes. 

Pero, definitivamente, Mann dedicó la mayor parte de su carrera a difundir y mantener la vigencia del material de Frank Zappa, a través de diferentes encarnaciones de Banned From Utopia -también conocida como The Band From Utopia-, creada en el año 1994 por ex músicos de Frank como Robert Martin (voz, teclados, saxo), Arthur Barrow, Scott Thunes (bajo), Ray White (voz, guitarra), los hermanos Tom y Bruce Fowler (bajo y trombón), entre otros. Ed Mann se integró recién en el 2004 y ha interactuado en varias ocasiones con ellos desde entonces.

Asimismo, Mann ha participado en muchas ediciones del Festival Zappanale, en conversatorios, exposiciones y, por supuesto, conciertos, ya sea con su propio grupo o acompañando a varios de los conjuntos que, a lo largo de los años, se han formado para mantener vivo este complejo y atemporal legado musical. En el caso de Ed, se trató siempre de un compromiso personal, de amor y respeto por quien fuera su jefe y mentor, a quien todo el tiempo recordaba. “Me encantaba sentarme con Frank en su estudio de noche. Le gustaba entretener a los demás: se sentaba y ponía esta grabación y la otra, cintas de habitaciones de hotel, algo de doo-wop, contaba historias, etc. En forma física, la última vez que hablamos fue en junio del ’88 en Italia”.

Además de sus encuentros con Banned from Utopía, Ed Mann ha tocado con Project/Object -el grupo liderado por Ike Willis, otro de los lugartenientes de Zappa en los ochenta-, la big band de Ed Palermo, el combo liderado por el baterista original de The Mothers Of Invention, Jimmy Carl Black, The Grandmothers; The Muffin Men de Inglaterra y, más recientemente, con The Z3, un trío de New Haven, Connecticut formado por Tim Palmieri (guitarra, voz), Bill Carbone (batería, voz) y Beau Sasser (teclados, voz). En el Zappanale del año 2015, The Z3 y Ed Mann ofrecieron un show de más de dos horas con lo mejor del repertorio zappesco, desde Take your clothes off when you dance (We’re only in it for the money, 1967) hasta Heavy duty Judy (The best band you never heard in your life, 1991). Si nunca oíste hablar de Ed Mann ni lo escuchaste tocar, esta es tu gran oportunidad de hacerlo…

 

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Queda claro que las conferencias de prensa no le permiten lucirse porque no goza de la virtud de la elocuencia y no transmite convicciones a quienes la escuchan, pero ocurre lo mismo en sus soliloquios discursivos en eventos oficiales y, sin embargo, estos no los ha cancelado.

Obviamente, lo que la presidenta no quiere es que le hablen de temas de coyuntura, de los Rolex, de Córpac, de las atrabiliarias y antidemocráticas decisiones congresales, de sus ausencias inexplicables, de las encuestas, de la reforma de las pensiones, de Tía María y Conga, de la reactivación económica, de la inseguridad ciudadana, etc.

Pero lo que no parece entender la primera mandataria es que ella tiene la obligación cívica y democrática de ejercer un liderazgo nacional y que la única manera de hacerlo es pronunciándose sobre temas que a veces estrictamente no le competen, pero que le caben por su investidura de ser la primera autoridad nacional. Es una tarea que no puede ser delegada a los ministros.

Ya tiene, según la mayoría de encuestas, una desaprobación superior al 90%. Nueve de cada diez peruanos no la quiere. Y eso ocurre no porque haya cometido desastres o esté involucrada en actos flagrantes de corrupción, por lo menos probadamente, y la barbarie represiva de finales del 2022 no alcanza para explicar tamaña desaprobación.

El silencio presidencial se entiende más porque la gobernante no tiene nada nuevo ni interesante que decirles a los peruanos. El suyo es un gobierno inerte, sojuzgado por un Congreso prepotente, y esa debilidad sustancial es lo peor que puede mostrar un líder a sus seguidores.

Estamos en medio de una desgracia política. En momentos en los que más reformas se necesitan, el gobernante responsable de conducirlas y empujarlas, no tiene la menor idea de qué hacer y para evitar mostrar tamaña orfandad, ha decidido ocultarse de los periodistas.

Hay que contar los días para que esta pesadilla acabe y que el nuevo gobierno que entre el 2026 sepa qué hacer, sepa que lo tiene que hacer rápido y sepa que debe ejercer un liderazgo mediático permanente. No se esperaba mucho de Dina Boluarte, quizás ya es bastante que no haya seguido el rumbo de Pedro Castillo, pero resulta más que evidente que el país necesitaba una mejora superlativa, que, tristemente, ni se ha producido ni se va a producir.

En la década de los 70’s, se exhibieron en las salas de cine una saga de películas sobre accidentes y/o incidentes aéreos llamada “Aeropuerto” que ilustraba diversas situaciones como choque entre aviones, secuestro y sabotajes que ponían en peligro a la tripulación, pasajeros e incluso, a personal de tierra y ciudadanos.

La parodia no tardó en llegar y en 1980 se lanzó ¡Aeropuerto! protagonizada por Robert Hays y Julie Hagerty, teniendo actores de primera línea como Leslie Nielsen. En este divertido film, diversas situaciones irónicas y absurdas suceden, desde que un ex piloto veterano de guerra, traumatizado por su experiencia de combate, tiene que pilotear el avión, o aquel “piloto automático” que en realidad es un muñeco inflable que pudo conducir el avión luego de un “final feliz”. 

Así, se sucedían en esta parodia inimaginables escenarios que si cualquiera de nosotros, los hubiéramos vivido en un avión, probablemente no volveríamos nunca a volar.

La pena, y también la rabia, es que nuestro primer aeropuerto internacional del Perú, el Jorge Chávez de Lima, se ha convertido en una mala parodia que ya nos ha traído tragedias y que, por negligencia, desidia y total falta de empatía hacia los pasajeros por parte de las autoridades del Ministerio de Transportes y Comunicaciones y Corpac, está a punto de causar otra y de grandes dimensiones.

En noviembre del 2022, en un simulacro de emergencia, un camión de bomberos se estrelló con una aeronave que estaba despegando, causando la muerte de los 3 bomberos y de 25 heridos provenientes del avión siniestrado. Una negligente planificación y coordinación entre la compañía de bomberos y Corpac, entidad pública que tiene como responsabilidad justamente la seguridad aérea, enlutó a 3 familias y causó un sentimiento de inseguridad y desamparo en los millones de pasajeros que pasan por el hub más importante de América del Sur, como lo es, el aeropuerto Jorge Chávez.

Unos meses antes en ese mismo año 2022 y para semana santa, los controladores aéreos de Corpac, de varios aeropuertos del Perú, entraron en huelga causando decenas de vuelos cancelados y miles de pasajeros varados.

En los primeros días de febrero de este 2024, nuevamente controladores aéreos de Corpac entraron, otra vez, en una huelga con aires de chantaje, que provocaron las consecuencias de siempre, vuelos cancelados y pasajeros varados.

El final de “Aeropuerto 2024” se dio este pasado domingo 2 de junio cuando, sorpresivamente, las luces de balizaje de la pista antigua de nuestro primer aeropuerto, se sintieron de cumpleaños y decidieron apagarse. 

Los vuelos que estaban por aterrizar fueron desviados, pero tal fue la magnitud y el tiempo de restablecimiento del funcionamiento del aeropuerto, que más de 200 vuelos fueron cancelados, decenas de miles de pasajeros varados entre ellos miles de turistas extranjeros y aeropuertos de toda América Latina recibiendo los aviones que no pudieron aterrizar en Lima.

Pero eso no fue todo. Nos enteramos que no hay luces de emergencia, que la pista nueva no se usa por un tema en las lunas de la nueva torre, que el famoso aeropuerto alterno de Pisco, con un bello terminal, no cuenta con escaleras para los aviones ni gasolina en tanques subterráneos ni menos personal permanente de migraciones, porque simplemente, no es alterno y no hay rutas aéreas establecidas hacia y desde el extranjero.

La parodia continuó mal con las declaraciones poco afortunadas del ministro Perez-Reyes adelantando un acontecimiento fortuito a una investigación más que necesaria, y secundado por el presidente de Corpac, que simplemente no puede asegurar que este hecho no se repita ya que hace 14 años que no hacen mantenimiento al cableado eléctrico subterránea. Crónica de una muerte anunciada.

El gran problema del país es que estas situaciones se repiten en todos lados. En los colegios que se caen a pedazos sin baños ni agua para los estudiantes, en los hospitales mal abastecidos donde algunos que son solamente cascarón y donde el maltrato al paciente es pan de cada día, en una policía que sigue sorprendiendo por su ineficacia en la lucha contra la inseguridad ciudadana y en nuestra clase política que sólo se fija en legislar para beneficio propio.

Nos hemos olvidado del Perú. Es tiempo de acordarnos de la patria que nos vio nacer y devolverle con amor, empatía por nuestros compatriotas y una gestión pública de calidad, el legado histórico y la generosidad de nuestra tierra. No tengamos un nuevo “Aeropuerto 2026” con Antauro como piloto.

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Mauricio Mulder ha declarado que probablemente el APRA irá sola a las elecciones del 2026 porque, si bien cree en las alianzas, advierte que pareciera que los otros partidos les tienen temor.

Suponemos que se refiere a que temen que la astucia política de los apristas los haría encaramarse por encima de sus aliados y conseguir los cupos parlamentarios que entre todos disputarían, pero también es cierto que existe un profundo anticuerpo en varios candidatos de la centroderecha respecto del aprismo por la estela de corrupción que lamentablemente proyecta.

La pregunta es, si puesta en la balanza, ese factor debe pesar más que los activos que el aprismo podría aportar no solo a la candidatura sino a la posibilidad de ser gobierno.

La experiencia de haber tenido un buen gobierno, como lo fue el segundo mandato de García -a pesar de su inercia reformista-, mejor que el de Toledo (Humala fue un fiasco, PPK una decepción, Vizcarra una farsa deleznable y Sagasti tuvo un buen desempeño, pero de muy corta duración), le debería dar algún crédito político en la mesa de negociaciones de cualquier alianza.

El APRA puede aportar buenos candidatos parlamentarios (el propio Mulder, Del Castillo, Velásquez Quesquén -el mejor premier de la transición democrática-, Luis Gonzales Posada, José Luis Alvarado, etc.), además de una miríada de jóvenes bien preparados y con capacidad de darle batalla política a los grandes adversarios, que van a ser la izquierda radical y el fujimorismo.

Pero, además, puede contribuir con una lista de tecnócratas, no necesariamente apristas, que trabajaron durante su gobierno y permitieron que el país creciera a las tasas que creció y la pobreza se redujera de 50 a 27% en el lapso de un lustro.Esa larga lista de burócratas y tecnócratas le sumaría al nuevo gobierno un lecho rocoso de partida que podría ser muy útil para sobrellevarlos primeros tiempos de acomodo que suelen tener los gobiernos entrantes.

No es, en suma, un mal aliado el APRA. Los partidos de centroderecha que ya están conversando harían bien en tener en cuenta al partido de la avenida Alfonso Ugarte. Históricamente, además, son aliados leales, valor político muy preciado en tiempos en los que los pactos se rompen a la primera de bastos, echando por la borda el gran esfuerzo de conformarlos.

Por razones de tiempo no suelo ver mucha tele y menos películas. La chamba es demasiado fuerte, pero a veces me doy mis gustitos, hago mi balde de pop-corn y enciendo la pantalla.  

Esta vez me dio curiosidad una película, Madame Web, que vienen anunciando mucho en Netflix y que al poco rato me di cuenta que era para adolescentes. Pero por qué no, me dije. Total, tengo una hija adolescente y siempre hay cosas peores.

La decepción, sin embargo, se vio pronto superada por la sorpresa. Ocurre que el Perú sigue siendo emporio y objeto de la imaginación colonizadora, pues desde el principio se hace alusión a nuestro país. En la cursilona cinta, una fotógrafa norteamericana incursiona en la selva amazónica en busca de una araña desconocida que podría curar la enfermedad congénita de su hija aún dentro de su vientre.

Una vez que la fotógrafa encuentra la mágica arañita, su ayudante Ezequiel (presumiblemente un peruano, o un latino al menos) la traiciona. Mata a balazos a los otros miembros del equipo y a ella misma le mete su plomo para quedarse con la arañita. No contaré el resto para no pecar de «spoilera», pero debe saberse que la hija llega a nacer, es rescatada por una extraña tribu de amazónicos llamados «Las arañas» (qué original) y adquiere superpoderes gracias al veneno del arácnido que le es aplicado al momento de morir la madre durante elparto.

Cassie Webb (Cassie por Casandra, la adivina que puede ver el futuro, y web por la red o internet y a la vez por la telaraña) es esa hija que treinta años después vive en Nueva York y poco a poco empieza a entender su extraordinaria condición y sus dotes personales.

Técnicamente, la protagonista sería una peruana por nacimiento, aunque de padres gringos. Por eso mismo, comparte con cientos de miles de hijos de migrantes peruanos que han venido a establecerse en los Estados Unidos la condición de la transterritorialidad. Al buscar sus raíces en la selva, Cassie, ya adulta, encuentra su verdadera identidad. Pero el Perú solo aparece como un lugar agreste, lleno de gente pobre, con ómnibus que se balancean al borde los precipicios. En suma, una imagen que representa un lado dolorosamente cierto de nuestra realidad.

Lo interesante es que esa imagen no empaña la idea de que seguimos siendo fuente de riquezas naturales exorbitantes y de misterios insondables, pues la legendaria arañita puede con su veneno curar enfermedades que la ciencia occidental apenas comprende y otorgar poderes físicos increíbles, como le ocurre al traicionero Ezequiel.

Esta idea del Perú como espacio de lo imposible o como fuente de la felicidad no es nada nueva, en verdad. Surgió desde las primeras expediciones de colonizadores españoles que buscaban el «País de la Canela», la «Ciudad de los Césares» o «El Dorado» desde el siglo XVI. La selva amazónica ha sido imaginada como una proyección rimbombante de la fantasía occidental, y Madame Web no es muy diferente.

La biodiversidad amazónica es tan grande que hay miles y miles de especies animales y vegetales que la biología apenas ha estudiado y catalogado en un 50%. Es posible que la cura del cáncer, el parkinson o el alzheimer se encuentren en las sustancias que quizá la ciencia llegue a descubrir en el futuro.

En Madame Web el veneno de la arañita peruana sirve, además, para salvar a la Gran Manzana de los horrores del guía traidor, que simbolizaría al latino egoísta, ambicioso y criminal. Mientras tanto, Cassie, nacida en el Perú, pero de madre gringa, restablece el orden civil y protege a tres jovencitas (una anglo, una latina y una afroamericana) que simbolizan el futuro étnicoy racial de los Estados Unidos.

En suma, el Perú sigue siendo excusa para las propuestas»políticamente correctas» del multimillonario negocio del entretenimiento mediático yanqui, como es el caso de Netflix y otras plataformas. Sin embargo, hay que reconocer que el cuidado de la biodiversidad peruana puede ser la clave de un futuro sostenible y menos contaminador que el que nos deparan gobiernos neoliberales como el de Dina y su posible sucesor(a). O sea, entre Willax y Netflix, la opción es obvia.

Ojalá se descubra la arañita mágica y salgamos del hoyo en que nos encontramos.

Son muchos los golpes que se le viene dando a la democracia en nuestro país. Al parecer a las autoridades actuales les interesa convertirnos en un país retrógrada en donde las libertades fundamentales son vulneradas constantemente. Un plan autoritario está en marcha, lo que terminará afectando a los más vulnerables.  

El principal responsable de estos retrocesos es el Congreso de la República, quien opera de la mano con sectores del gobierno que mantienen silencio frente al ataque y la mediocridad. Ya se ha afectado la separación de poderes, se ha incrementado la corrupción, se ha vulnerado la autonomía de la Defensoría del Pueblo y se ha retrocedido en materia de igualdad, lucha contra pobreza y no discriminación.

De igual manera como se ha procedido en países que han visto socavada su democracia como Venezuela y Nicaragua, en nuestro país se ha iniciado el proceso para censurar y poner barreras a las organizaciones de la sociedad civil, y, cuestionar la cooperación internacional para el desarrollo.  

El Congreso de la República ha aprobado un pre dictamen en la Comisión de Relaciones Exteriores, que acumula diversos proyectos legislativos que pretenden modificar la Ley de la Agencia Peruana de Cooperación Internacional (APCI). Utilizando argumentos falaces como la falta de transparencia o de rendición de cuentas de las organizaciones de sociedad civil, esperan el aval de la ciudadanía para seguir avanzando. 

En un mundo en donde se puede inventar y difamar sin pruebas, diversos sectores vinculados a la política actual lanzan afirmaciones falsas sobre el rol de la ONGs, quienes además tienen mecanismos de auditoría y fiscalización permanentes. 

El objetivo final es censurar a quienes, en defensa de las libertades, vigilan y hacen seguimiento a la política pública. Se quiere callar a quienes ponen freno a las autoridades para que no cometan abusos y a quienes denuncian la corrupción públicamente. 

Este es un plan orquestado, que preocupa porque socava la democracia y nos pone en riesgo de convertirnos en sociedades autoritarias; en donde los derechos no se encuentran garantizados. Eso que “dicen” temer, en eso nos quieren convertir. 

Lo cierto es que en nuestro país son las ONGs de diverso tipo, las que con el apoyo de la cooperación internacional han logrado promover grandes cambios a favor de los más vulnerables. Ahí en donde el Estado ha estado ausente, las asociaciones sin fines de lucro de diverso tipo han brindado apoyo y asistencia.  Es gracias al actuar de estos actores que en la agenda pública se han posicionado temas invisibilizados históricamente como la violencia contra las mujeres, los derechos de los niños y niñas, el derecho a la salud, a la educación, la lucha contra la pobreza, los derechos de las personas adultas mayores, de las personas con discapacidad, de las poblaciones indígenas y afrodescendientes, entre otros temas de relevancia para el bienestar social. 

Ahí donde el Estado no ha está presente y reina el olvido, son las organizaciones de sociedad civil las que han brindado ayuda permanente, recordándole a las autoridades sus obligaciones. 

Frente al abandono, la indiferencia, la pobreza y la crisis; las asociaciones nuestro país han tenido una respuesta de soporte, han sido ayuda en tiempos difíciles y voz de los que no tienen voz. Es gracias a estos espacios-  que hoy son atacados-  que muchos derechos de los que hoy goza toda la ciudadanía se han garantizado. 

No nos dejemos engañar, mucho se ha hecho, mucho se ha logrado. Todo lo avanzado está en riesgo, por el accionar de quienes, con pensamientos oscurantistas, intentan socavar toda idea de libertad. 

Se necesita defender la democracia, lo que queda, reconstruirla y defender las libertades. Esta ya no es una tarea de pocos, es una responsabilidad de todos. 

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La mayoría de peruanos debe tener la misma sensación que un ilegal tiene en el extranjero. Carece de toda protección legal, es acosado por la policía, no goza de servidos básicos de calidad, no tiene carta de ciudadanía.

Lo que ha ocurrido en el aeropuerto no es si no un botón de muestra del desamparo absoluto que tienen los ciudadanos o consumidores respecto de los abusos de las empresas o entidades públicas. Tienen DNI, pero no tienen derechos.

Es un espanto las consecuencias psicosociales y políticas que ese estado de cosas genera en la población, particularmente a la hora del voto. Si a uno, por ejemplo, a pesar de ser asegurado y cotizar a EsSalud, no lo atienden, no le dan cita, no le dan cama, no le dan los remedios que requiere, en suma, lo dejan a su desamparo ¿cómo puede sentirse esa persona respecto del establishment?

Por eso, se debe ser muy severo respecto de los gobiernos de la transición post Fujimori. Recibieron un país en bonanza económica, bendecido además por un boom en los precios de las materias primas, y no hicieron reforma alguna que acercara al Estado al ciudadano, que integrara al país y no generara la división terrible que existe hoy en día entre el sur andino y Lima y la costa norte, que satisfaga las necesidades básicas del peruano de a pie y que su ascenso a la clase media -medido monetariamente- fuese de la mano con una mejoría de su calidad de vida.

Los peruanos que creen en el libre mercado y en la democracia, y más aún quienes se preparan para ser sus candidatos, deben ser plenamente conscientes de que eso no puede volver a ocurrir. De repente, inclusive, ya es demasiado tarde para evitar el desastre, pero si por esos azares del destino, confluyesen los astros, el gobierno reactivase la economía, se formasen frentes ideológicos consolidados, se arrebatase una porción del electorado del sur andino a la izquierda radical, y ganase una opción centroderechista, está obligada a hacer un gobierno radicalmente disruptivo y reformista. El país no aguanta otro fracaso de la inercia mediocre.

Sospecho que mi interés por los espacios y los objetos nació con la soledad que significó crecer sin hermanos, mascotas, videojuegos o televisión. La exploración del departamento en el que crecí debe serle ajena a quienes tuvieron estas distracciones. No son pocos los recuerdos que tengo observando con gran curiosidad un pedazo de la alfombra o alguna de las esquinas de la casa. Pero, con mayor emotividad, aparecen en mi memoria las veces que convertí a las almohadas de los sillones de la sala en refugios y monstruos monumentales que combatía con pasión. En los momentos de calma, me recuerdo pensando en las formas de la madera de los techos —cuyas vetas dibujaban criaturas— o en los rincones de las paredes, los zócalos, los estantes y los rajones de las sillas o mesas. No se trataba solo de observar la forma, sino en pensar en su particularidad, imaginarlos como seres con vida, pero, principalmente, con memoria.

Así empezaron las preguntas por quién había observado antes aquel rinconcito de pared que llamaba mi atención por entonces, o esa columna olvidada al lado de la terma, o ese espacio entre los hilos rotos de la alfombra. Esa pregunta llevó a no solo pensar en quién había depositado su atención en estos rincones, sino a pensar en qué habían conocido estos espacios y seres inanimados. ¿Qué recuerda aquella esquina? ¿Qué manos se han apoyado en el marco de esta ventana?

Pensar en la historia de los objetos y los espacios hoy me hace transitar hacia los pasos y la sucesión de hecho que componen la historia privada y pública de la humanidad. Quienes estudiamos en la Católica nos hemos sentado en la rotonda que alguna vez alojó las nalgas de profesores como Antonio Cisneros. Ni qué decir de la plaza Francia que tiene tantos recuerdos de Ribeyro o la casona de San Marcos que no pocos chismes debe recordará de Alfredo Bryce, Mario Vargas Llosa y tantos más. Cuando viajamos pensar en esto se vuelve más fascinante. Es fácil llegar a sitios históricos que vivieron a inmensos personajes. Piénsese en el Teatro Odéon, Trafalgar Square o el Café Tortoni. Aunque confieso que más me llaman la atención los detalles de los espacios. Una pequeña grieta en un desgastado adoquín en una vieja y prestigiosa universidad europea, la alfombra de una casa que recibió muchísimas visitas, el colchón de la cama de quien mantuvo muchas aventuras sexuales, cada rincón que compone un baño, etc. Si verdaderamente tuviesen memoria estos seres inanimados, el valor de estas sería incalculable. Los objetos conviven con nosotros, registran y experimentan el paso del tiempo y las vivencias de quienes se acercan a ellos. Es ese lo que me interesa y hace disfrutar tanto de los muebles antiguos, los libros viejos, las ropas de segunda mano, las casas museo y los edificios desgastados. No podría soportar rodearme de artículos y espacios absolutamente nuevos. Los sentiría fríos e ignorantes, así como recuerdo que los siente una muchacha en alguna novela de Roberto Bolaño. Si no me falla la memoria, la chica vive en una enorme casa moderna, nueva, y cuyos muebles han sido todos comprados al mismo tiempo. Son de valioso diseño e irreprochable calidad, pero no tienen memoria. En cambio, la casa de su mejor amiga —de familia de viejo dinero— siempre le da la comodidad que la memoria, el cariño y la historia que contienen esos seres inanimados otorga. Cada uno cuenta una o varias historias. Fueron heredados, comprados en viajes, modificados o regalados. 

Se me ocurre que un poco así es que uno le otorga un valor sentimental a un espacio u objeto: cuando este acumula una serie de vivencias, relaciones, modificaciones. De ahí a que uno aprecie más al libro que le regaló alguien importante, al mueble que heredó de un familiar que ya no está o a la prenda que compró en algún viaje. Las casas crecen y cambian, se modifican, se repiensan. No hay nada más valioso que el objeto o el espacio cuya pertenencia supuso un esfuerzo. Más se quiere y valora a la casa que fue construida de a pocos que a la que se hizo de un tirón. Más se valora al libro, juguete o cena, que supusieron un ahorro o sacrificio monetario que los que se consiguieron con indiferencia o despilfarro. Los primeros incluyen una historia plagada de emociones, mientras que los segundo responden a una decisión despreocupada. No llevan mucho detrás. 

Lima, junio 2024

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Es un buen proyecto el propuesto por el abogado constitucionalista Natale Amprimo. Consiste en plantear una reforma constitucional para que los expresidentes del Tribunal Constitucional conformen una comisión reorganizadora que reemplace a los miembros de la Junta Nacional de Justicia y que, de inmediato, remueva a los fiscales supremos y elija a los nuevos entre los fiscales superiores, previa evaluación.

El proyecto ha sido recogido ya por varias bancadas y ojalá hagan lo propio las mayoritarias, especialmente Fuerza Popular. No se ve otra manera de salir del entrampamiento en el que se halla el sistema de justicia, plagado de corrupción y de politización.

Los fiscales todopoderosos abusan de su poder, avasallando derechos constitucionales y la JNJ no hace absolutamente nada al respecto. Hay una connivencia que merece ser cortada de raíz.

Consolidado el proceso, será necesario que el nuevo gobierno, a partir del 2026, reforme por completo el sistema de justicia. La de Amprimo es una solución de emergencia, pero lo que debe lograrse es un cambio radical de uno de los pilares fundamentales de la democracia, como es el sistema de justicia (uno de los pocos en los que el Estado debe invertir sin cortapisas).

El Estado de Derecho democrático es condición imprescindible para que funcione correctamente una economía de mercado. Sin una justicia justa, valga la redundancia, no hay tutela de los derechos individuales, piedra angular de la vida social y económica.

El Poder Judicial, en sus instancias superiores y supremas mal que bien se salva de la ignominia, pero el Ministerio Público es un antro de injusticia y abuso, impune y sin control alguno.

Hay fiscales honestos e institucionalistas que ven con espanto lo que se ha hecho con su institución, convirtiéndola en una chaveta contra los que conviene destruir y en un manto de impunidad en beneficio del amigo o del poder del dinero.

La república pocas veces en su historia ha visto el grado de descomposición moral y profesional del Ministerio Público que hoy apreciamos. Se espera que la propuesta de Amprimo, que ayuda a mejorar la situación, tenga el eco merecido en el Congreso y pronto veamos una calificaciónsustantiva del problema.

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