Opinión

[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Aunque es razonable discutir la noción misma de generación literaria marcada mecánicamente en décadas, no se puede dejar de advertir el hecho de que la década del 50 encierra un tesoro para nuestra historia cultural. Pocas décadas como esta fueron tan pródigas no solo en producción literaria, sino en ánimo humanista: casi no hubo disciplina artística e intelectual que no dejara algún miembro brillante y de obra perdurable. En ese contexto, en la poesía, Blanca Varela ocupa un lugar estelar.

Los temas que aborda Varela en su poesía configuran un repertorio quizá no muy numeroso, pero tratado con profundidad ejemplar. Una estética altamente fragmentaria, que se traduce en una escritura de bordes minimalistas; la reflexión constante sobre la condición humana, en relación con su animalidad; experiencias como la maternidad o el exilio; una marcada preferencia por los dislocamientos del lenguaje, lo que establece un parentesco notorio con cierta vanguardia o la riqueza de sus alusiones al mundo de las artes plásticas son algunas de sus claves.

La singularidad de Varela se transparenta desde su primer libro, Ese puerto existe (1959). La poeta prescinde allí de todo subtexto o pretensión autobiográfica, el yo poético se nos presenta como alguien masculino y, como señala Peter Elmore, se trata de una máscara o un doble de la poeta. El artificio del yo poético ofrece una distancia para que la voz discurra sin tropiezos ni actos de autocensura y, al mismo tiempo, un juego de dobles y pares, como nota también Elmore.

La construcción de la identidad del hablante es problemática. La pertenencia o su percepción, no es placentera ni garantiza un lugar estable: “Aquí en la costa tengo raíces,/ manos imperfectas,/ un lecho ardiente en donde lloro a solas” declara en el verso final del poema “Puerto Supe” (p.36).

“Del orden de las cosas” es un poema emblemático. Perteneciente a Luz de día (1963), se trata de una poética envuelta en un poema en prosa donde el hablante examina su proceso creativo e intenta plasmarlo en escenas de gran poder sugerente: “Me acuesto en una cama o en en el campo, al aire libre. Miro hacia arriba y ya está la máquina funcionando. Un gran ideal o una pequeña intuición van pendiente abajo. Su única misión es conseguir llenar el cielo natural o el falso” (p.65). Espacio, mirada, ideas: he aquí la materia prima de la escritura, una que apela a la “desesperación, asunción del fracaso y fe. Este último elemento es nuevo y definitivo” (p.66).

Valses y otras falsas confesiones (1972) circunda la vida familiar y se acerca con mayor intensidad a la vida cotidiana que muchos quisieran asociar a la propia autora, pero no olvidemos el carácter ficticio del texto poético, además de la evidente contradicción que encierra la última parte del título, “falsas confesiones”. Inicialmente el discurso se desdobla en una narración breve, que se va intercalando con un poema de dolida intimidad, donde se presenta un juego intertextual con fragmentos de letras de algunos valses criollos (mundo conocido por la poeta en la vida fáctica, pues era hija de la compositora Serafina Quinteras) y se deja ver, como detrás de una rendija, una serie de alusiones al ámbito doméstico.

Tanto en poemas de largo aliento como el poema en prosa “Vals del ángelus” o “Nadie sabe mis cosas” y además en las piezas más breves, aquellas que aparecen reunidas en la sección “Ejercicios”, hay un notable control expresivo y un riguroso sentido del ritmo, en un escenario en donde se contraponen, tensamente, la actividad creadora y una cotidianidad muchas veces lacerante. La visión de la vida conyugal o las relaciones materno-filiales, por ejemplo, son vistas con un inocultable tinte expresionista.

Canto villano (1978) muestra un notorio decantamiento en el lenguaje, que se torna más conciso y la expresión explota la ironía, el sarcasmo y otros procedimientos de carácter oblicuo. No hay ternura fácil: en este territorio el amor es un campo de espinas, de carbones ardiendo. Un momento epigramático para la memoria es el poema “Justicia”, que cito íntegro: “vino el pájaro/ y devoró al gusano/ vino el hombre/ y devoró al pájaro/ vino el gusano/ y devoró al hombre” (p.149).

Ejercicios materiales y El libro de barro (ambos de 1993) cierran el volumen. Entre estos dos libros existe una red de vasos comunicantes y aunque los estilos difieren, pues Ejercicios materiales es hasta cierto punto un retorno al tono descarnado de Valses y otras falsas confesiones, El libro de barro opta mayormente por el poema en prosa, pero planteando atmósferas surrealizantes.

La publicación de una nueva edición de Canto villano es, entonces, la posibilidad de reencontrarnos con una obra que, como la de Blanca Varela, deja de ser un simple hito para convertirse en una presencia necesaria e inevitable. Un acierto del FCE que hay que saludar.

Blanca Varela. Canto villano. Lima: Fondo de Cultura Económica, 2023.

 

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Lo único que está logrando Keiko Fujimori -porque imaginamos que es con su anuencia- es que su bancada congresal reactive el viejo lastre de la política peruana, que es el antifujimorismo.

A diferencia de Chile donde el pinochetismo-antipinochetismo solo aflora en las fechas de recordación del golpe militar -como acaba de suceder-, en el Perú define los procesos electorales. Ocurre mucho menos en España, donde el franquismo-antifranquismo se reduce a  cenáculos extrapolíticos.

¿Cómo puede ocurrir ello si Franco y Pinochet marcaron a sangre y fuego las sociedades española y chilena en mucho mayor medida que el fujimorismo en el Perú? La dictadura fujimorista no fue ni lo brutal ni lo sanguinaria de las referidas y, sin embargo, mantiene activos rechazos acendrados en significativos sectores de la población peruana (ni siquiera cabe la hipótesis de que ello se debe a que cambió el modelo económico porque lo mismo hizo Pinochet y no marca la política actual como es el caso del fujimorismo).

Claro, marca una diferencia notable que ni en España ni en Chile haya partidos que se reivindiquen franquistas o pinochetistas, como sí existe acá, que hay un partido que se reivindica fujimorista, pero creemos que la razón principal no estriba allí, sino en la conducta presente de la agrupación que lo representa.

Para no remontarnos a las elecciones del 2011 y el 2016, queda claro que las del 2021, las pierde Keiko Fujimori por el proceder de su bancada parlamentaria respecto del gobierno de PPK. El 2016 era la ocasión dorada para la derecha peruana de construir un país a su medida, implementando reformas estructurales de segunda generación, dejándole el camino servido a la sucesión keikista luego de un gobierno exitoso, pero no, la bancada naranja se dedicó a sabotear desde el primer día a Pedro Pablo Kuczynski, generando una crisis pavorosa que desembocó en cinco presidentes en seis años.

Hoy el fuji-acuñismo-cerronismo hace y deshace en el Congreso, extralimitándose en la naturaleza transitoria de su existencia (el 80% de la población quiere que se vayan) y en ese talante siembra los vientos que luego, en la campaña del 2026, le pasarán nuevamente factura a Keiko Fujimori, si por ventura no aparece ningún candidato de centroderecha potable, y logra pasar a la segunda vuelta a disputar por cuarta vez la jornada definitoria contra un candidato radical de izquierda.

 

 

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[AGENDA PAÍS] Hace unas semanas, nos enteramos con sorpresa, que la congresista Digna Calle, del partido Podemos que dirige el controvertido empresario José Luna Gálvez, estaba de licencia desde enero de 2023, despachando y votando de manera remota desde una de sus propiedades en los Estados Unidos de América.

El entonces presidente del congreso, José Williams, consideró que un congresista podía ausentarse permanentemente del hemiciclo y desde cualquier parte del mundo ejercer su labor parlamentaria que incluye representar, fiscalizar y legislar, otorgándole 6 largos meses para que cómodamente, y quizá con un Bloody Mary en la mano, la congresista Calle apriete el botoncito de votación en su celular cuando buenamente se le ocurra.

Al parecer, el reglamento, por omisión ya que la figura de despachar fuera del país no estaba regulada, permitía, aplicándolo al pie de la letra, que se le otorgue una licencia sin goce de haber a un congresista. Sin el más mínimo de criterio, la mesa directiva de Williams, debió limitar no solamente el tiempo (6 meses es un exceso) sino la ubicación geográfica de la congresista ausente.

El descaro de esta “Madre de la Patria” es tal, que pidió una extensión de 2 meses que le fue negada pero igual se los tomó, sin que nada pase, siendo pues el magno Congreso, otra de las tierras de nadie que abundan en nuestro querido Perú.

Ya de regreso, Digna Calle insiste en que no va a ir presencialmente al congreso, porque está lleno de delincuentes, porque no sirve para nada, en fin, a lo Sigrid, que es un zoológico y en eso la verdad, no le falta la razón, ya que, además, por sus actos, es uno de los atractivos principales en la jungla parlamentaria.

Ante esta rebeldía total de la congresista Calle nos preguntamos qué carajo hace el Congreso para, de un lado, modificar el reglamento en cuanto a las licencias que debería incluir no solamente la obligación de permanecer al menos en el territorio nacional, sino también, que, ante una licencia de más de 30 días, esa curul sea ocupada por el accesitario. Y del otro lado, iniciar un proceso en la Comisión de Ética para desaforar a esa congresista.

El desprestigio del parlamento es continuo y creciente, no pasa un solo día sin que nos enteremos de alguna barrabasada e incluso, de asesores pederastas, como el de Susel Paredes y otros con prisión preventiva, como el asesor del congresista Bermejo.

En el Ecuador, el presidente Lasso aplicó una medida constitucional llamada la “muerte cruzada”, una disposición de emergencia donde ambos poderes, ejecutivo y legislativo, son renovados simultáneamente en elecciones complementarias.

En el Perú urge una modificación constitucional en ese mismo sentido, que permita al presidente aplicar la “muerte cruzada” en tiempos de grave crisis política como la que estamos pasando. El mismo ejecutivo debería presentar un proyecto de reforma constitucional y entregarle así la responsabilidad al Congreso, para ver si tienen el coraje de aprobar esta reforma o continúa escondiéndose entre el laxismo, la hipocresía y el cinismo.

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En esta pugna ya no sorda entre caviares y DBA se cometen tropelías éticas y brulotes procesales de ambos lados, con fruición y desparpajo. A propósito del conflicto por la permanencia o sanción de los integrantes de la Junta Nacional de Justicia, hemos visto desfilar declaraciones absurdas y cometer dislates de ambas partes, sin contención alguna. Desde los que hablan, con exageración, de que se está perpetrando un golpe de Estado, hasta quienes quieren verlo simplemente como un reajuste administrativo absolutamente normal en una democracia.

El problema mayor, sin embargo, es que la mayoría del país político (lo que incluye no solo a los líderes sino a los ciudadanos interesados en ella), no sintoniza con ninguna de las dos posturas y ve con asombro que se desaten pasiones sin límite y se cometan exabruptos que exceden, inclusive, el ámbito local (como este desatinado pronunciamiento de un funcionario de tercer nivel de la ONU).

Es hora de que se marque la agenda que realmente importa al país más allá de esta pugna que atraviesa diversas instituciones (el Ministerio Público es hoy, por ejemplo, un campo de batalla abierto entre ambos bandos), pero que involucra a dos sectores minoritarios del país. La DBA y los caviares son influyentes, tienen redes de sustento, son bullangeros, pero no son la mayoría del país, ciudadanía que quiere un desarrollo democrático y liberal, ajeno a las bataholas de las que somos testigos en estos días.

Pedir que los partidos políticos comprometidos en el Congreso con los bandos en pugna, se morigeren, es una cuestión innecesaria. Ya es una batalla perdida. Lo que se espera es una renovación del discurso general, fuera del Legislativo, con miras al próximo proceso electoral.

Lo de la JNJ va a pasar -ojalá que en términos democráticos-, pero lo que no puede quedar incólume es la puesta en escena de una guerra política e ideológica que no recoge los reales sentimientos ciudadanos mayoritarios, que andan preocupados por agendas más concretas: seguridad, corrupción, salud y educación públicas, frente a las cuales, la clase política dividida en los bandos señalados, no aporta idea suelta alguna.

 

 

 

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[EMPRENDE] En los últimos años, la realidad permite darnos cuenta de que, propiciar un clima de paz social y poder sostenerlo, generaría las condiciones necesarias para que la economía de un país pueda entrar en un franco crecimiento, y mantener óptimos niveles de desarrollo, y una de estas condiciones es plasmar rasgos de credibilidad y confianza en las instituciones públicas y también privadas. Tema para considerar con mucha seriedad, pues, en tiempo real es una situación que necesita mucha atención.

El Perú es un país que está atravesando por un proceso de múltiples alteraciones sociales, debido a varios factores que el lector podrá identificar, pensando muchos en la mundialización del mercado e individualización de la sociedad, otros tantos optarán por reducir el problema a los efectos de las migraciones extranjeras “extremas y desordenadas” de hace algunos años, y todo pues, en fin, se reduciría a los efectos que ha traído el mercado global. Sin embargo, el problema es mucho más de fondo y parte cuando se comienza a percibir rasgos de criminalidad que afectan notablemente a la economía, pues ahuyenta a los inversores a nivel nacional, además a los consumidores a los cuales muchas veces les produce miedo, les ocasiona pérdidas, y hace que se desperdicien recursos, elevando costos y cambiando hábitos y conductas del consumidor y también a los que apuestan por una empresa.

Ahora bien, es una verdad que los emprendedores, no son ajenos a esta realidad, el caos social, el desorden constante, la inseguridad en la ciudad y la informalidad de conductas generan grandes pérdidas en los negocios promovidos con la ilusión propia de la oportunidad anhelada. Gran problema.

La falsas libertades que se dan en la sociedad generan a la larga problemas estructurales que juegan en contra para el buen desarrollo de las apuestas comerciales y de servicios que brindan las nuevas y pequeñas empresas que vemos a diario funcionar en las ciudades, la confianza se va perdiendo y las dudas de contar con personal eficiente y competente reducen las posibilidades de una sostenibilidad en la atención, además, el estar pendientes que los negocios funcionen en tranquilidad tiene la barrera de la inseguridad de las calles, asaltos al paso en tiendas o restaurantes, inhiben la mayor presencia de consumidores.

Por otro lado, es una verdad, que, ante la novedad en los servicios, que aplacan el efectivo monetario y el marketing operacional que se da para que la atención sea más cómoda para el usuario, la modernidad por un lado y la personalidad individual de la atención, juegan roles que contrastan un dualismo que debemos tomar en cuenta.

La modernidad en todo sentido se ve como un avance natural, al cual, la sociedad debe adaptarse, pero como en todo sistema, también este trae sus malas interpretaciones y vivezas que hacen peligroso considerar su buena utilización. Los pagos por aplicativo están siendo objeto de trampas informáticas que a la larga generan dudas en una generación que se va adaptando, este es un tema que habría que tocar a fondo, en otro artículo. Asimismo, las personalidades individuales son objeto de estigmas que se van generando por ese caos cotidiano que percibe la sociedad y los deliverys, en este caso, no son ajenos a esa desconfianza que ve acrecentando temores y desconfianza. En fin, se podrían enumerar muchas situaciones que contravienen toda apuesta emprendedora, sin ánimo de justificar, las debilidades mencionadas en artículos anteriores sobre la construcción sostenida de un emprendimiento, sin embargo, es necesario evaluar estas situaciones que se andan presentando en lo cotidiano.

Entonces, considero que, ante esta realidad, la necesidad mencionada líneas arriba sobre el propiciar un clima de paz social o de seguridad ciudadana es un compromiso que debería afrontarlo el estado, desde las instituciones públicas que pueden ayudar a minimizar los efectos de las inseguridades generadas por estos cambios que se han dado en la sociedad. Generar confianza, ordenando y regularizando estadías, identificando los cuellos de botella que permiten la criminalidad, apuntando a un seguimiento exhaustivo y castigos ejemplares para los que abusan de la tecnología para lo abusivo, en sí, tomar cartas en el asunto comentado. Para que el desarrollo y crecimiento de nuestro mercado interno, al menos, sea óptimo.

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[CASITA DE CARTÓN] Esta casita de cartón abre sus puertas con la fiebre alta de las eliminatorias, que han comenzado y con esto otro sueño mundialista al 2026. Y escribe con un ojo en su ordenador y otro en el partido de Perú vs Brasil en un estadio Nacional que revienta de público y cánticos.  Y es que cuando la ‘blanquirroja’ entra al campo de juego, nos acordamos que todos somos peruanos y nos tratamos como hermanos, cantando el himno y celebrando los goles como si fuera la última vez que lo hiciéramos. Y en esos minutos que duran el partido nos olvidamos de todo, hasta de las deudas o que nos dejó nuestra pareja, no existe nada salvo esos hombres detrás de una pelota. ¿Pero qué es este deporte que es capaz de hacernos vender hasta nuestras casas, autos o hasta divorciarnos como sucedió con innumerables personas, para poder viajar al mundial de Rusia?

Odio

Alguna vez, la sabiduría en palabra y ser, según la concepción de occidente sobre este término, Jorge Luis Borges, se refirió sobre este deporte, fiel a su estilo, de esta manera: ‘la idiotez es popular por eso el fútbol es popular’. Como también le preguntaron en los tiempos donde Maradona era más amado que el mismo Dios por estas latitudes: ‘¿De qué equipo es, maestro?’. Y con su deleitosa y sapiente ironía, respondería: ‘Disculpe mi ignorancia’. Alguna vez se le inventó un mito popular, del que fuera hincha del equipo de Messi, Newell’s Old Boys, pero todo quedó en eso, un mito cuya asidero era la ficción.

Amor

También ha habido artistas e intelectuales que han estado en la trinchera contraria, y han amado mucho al ‘deporte rey’, como el autor de ‘Lolita’, Nabokov, quien era un guardameta y señalaba jovialmente que el arquero es el ‘guardián de los sueños’, o el Premio Nobel de Literatura 1957, Albert Camus, quien también era un ‘guardián de los sueños’ y que manifestaría sobre este deporte que amó: ‘Todo lo que sé de moral y obligaciones del hombre se lo debo al futbol”. Y de esto toma este columnista para señalar su amor por River Plate, del que ha sido hincha desde que tuvo uso de razón, desde aquellos años en aquella entrañable quinta de Enrique Palacios, donde lo que siempre rebosaba era felicidad y alegría. Y donde veía infaltablemente los partidos de River, ya que no tenía cable, en el restaurante de los ‘Huachanos’ con una jarrita de limonada o de chicha. Como los partidos de copa, en la época del Boca de Bianchi que eliminó a River en dos ocasiones, o en el que por primera vez un equipo peruano ganara un torneo internacional, justamente ante River, Cienciano, en aquella dramática final en el estadio de la UNSA, en Arequipa, con gol de tiro libre del paraguayo Lugo. Y en donde en ambas ocasiones saldría con la mirada baja, entre lágrimas, y con el consuelo de mi gran amigo, el mesero Gastón, el ‘huachano’, con su frase que me diría y recordaría siempre al irme triste por alguna derrota del ‘millo’: ‘Tranquilo, Renzo, ya vendrán épocas felices para River, y llorarás pero de alegría. Ya verás’. Y dicho y hecho, en estos casi diez años que he vivido en este país, probablemente se vivió la época más gloriosa del equipo Núñez, consagrada con la eterna final de Madrid ante el rival de toda la vida, Boca, en el Bernabéu. Recuerdo muy bien que por aquellos años vestía mi primera camiseta de River, de 10 solsitos, con la 10 de Gallardo, que sería el mejor regalo que me dieran en la vida y del que orgullosamente cada vez que jugaba al fútbol con mis amigos lo vestía.

Entre el amor y el odio

A su vez, ha habido otras mentes brillantes que le han disfrutado entre el limbo del amor y el odio, como el gran Umberto Eco, quien señalaría: ‘No odio al fútbol, odio a sus hinchas’. O como el dandi y el poeta de las flores, el vino y la elegancia, Oscar Wilde, quien acotaría con su magistral y fina ironía: ‘El fútbol es un juego de caballeros jugados por bárbaros’.

Hay textos inmortalizados sobre esta inconfundible pasión, como del escritor Nick Hornby, quien escribiera en ‘Fiebre en la gradas’, un libro del que se respira en todas sus páginas fanatismo y locura, y en este caso por los ‘cañoneros’ del Norte del Londres, el Arsenal. Aquel equipo ‘gunner’, que estaba muy lejos de ser la ‘sinfónica de Londres’, que deslumbraba a muchos de esta generación, ya que esa tradición del toque – toque llegaría recién a mediados de los noventa con  el ‘profesor’ Arsène Wenger, sino de un estilo rústico, de pelotazos. Y a su vez, ha habido grandes jugadores, como el ex campeón el mundo y ex jugador del Real Madrid, Jorge Valdano, quien ha confesado su afición por la lectura, e incluso a escrito libros sobre el tema o el ex técnico de la Juventus, campeón del Calcio, Maurizio Sarri, voraz lector del viejo indecente de Bukowski. Lo cierto es que este deporte paraliza millones de corazones en el mundo y nos hermana más que las guerras y las religiones, y así como la corriente va quizás llegue el momento que se cumpla la profecía de nuestro nobel, MVLL: ‘¿El próximo año le darán el Premio Nobel a un futbolista?’. Tal vez el tan controvertido nobel de la paz.

Esta casita de cartón cierra sus puertas con la tristeza de jugar como nunca y perder como siempre de nuestra selección ante Brasil. Que como muchas veces sucede en el amor, entregamos todo y al final siempre terminan dejándonos. Cuando estuvimos a punto de llamar a nuestras ex si ganábamos (en alusión al meme que se hizo viral si Perú ganaba), o hasta con el empate milagroso bastaba, como habíamos quedado con la Hermandad de los Bohemios Rotos. Ahora las cartas, las flores, los vídeos de Tik Tok con dedicación, y las palabras a flor de piel… ¿dónde nos lo vamos a meter? Nos queda esperar 4 años más o hasta que Perú vaya a otro mundial. Y es que el futbol remueve tantas pasiones inexplicables como el amor, que tiene razones que la razón nunca entenderá. ¿Y en qué lugar habrá consuelo para esta locura? En una cancha de fútbol, con el grito sagrado de ¡¡¡goooolll!!!

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Lo que causa rechazo es que el proceso de exterminio ideológico de la izquierda “caviar” en la que se halla empeñado el Congreso de la República, en base a la mayoría espúrea conseguida por la alianza entre el fujimorismo y el cerronismo, es que sucede por la puerta falsa.

Es equivalente a lo que se quiso hacer con el gabinete Flórez Araóz durante el cortísimo mandato de Manuel Merino. De la noche, a la mañana, la inmensa mayoría de la población que endosaba su respaldo a Martín Vizcarra se encontró con otro gobierno, de cariz distinto, queriendo hacer y deshacer.

En el caso actual sucede lo mismo. La población votó mayoritariamente por Castillo y ahora ve con sorpresa que desde un Congreso envalentonado se quiere hacer tabla rasa de uno de los sectores que facilitó el triunfo del maestro chotano.

Si alguien quiere emprender una restauración conservadora, como la ha bautizado Rosa María Palacios, o, mejor aún, una conversión del Estado peruano en uno derechista liberal y despejar las habitaciones de resabios izquierdistas, hasta bienvenido sería, pero debe hacerse con la legitimidad precedente de haber conquistado el poder por las urnas.

Como bien señala Michael Reid, exdirector senior de The Economist, “el desafío que enfrenta el Perú es sobre todo político. Es volver a construir organizaciones políticas que tengan credibilidad con los ciudadanos y que puedan agregar intereses e implementar políticas buenas. Ahí está el desafío en liderazgo y comunicación política”.

El Congreso, con este intento de tirarse abajo a toda la Junta Nacional de Justicia por causas injustificadas, está yendo más allá de la legitimidad que posee e, inclusive, de la legalidad de la propia medida que quiere implementar. Así no se construye una república derechista ni mucho menos. A trompicones, con leguleyadas y trastiendas jurídicas lo único que se logra es reacciones adversas y efectos contrarios al buscado.

Si la derecha quiere efectuar una poda ideológica en el Estado peruano, tiene el derecho político de hacerlo si es que, previamente, ganase las elecciones y obtuviese mayoría congresal, y además gozase de un alto grado de aprobación, pero no lo puede hacer un Parlamento hechizo, armado con componendas truchas, y con una desaprobación que bordea casi el absoluto rechazo ciudadano. Y encima con trampas jurídicas ostensibles y groseras, como las que apreciamos en el caso de la JNJ, la que, dicho sea de paso, tampoco ha puesto de su parte con un comportamiento ejemplar.

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[LA COLUMNA DECA(N)DENTE] La transición de un gobierno democrático a uno autoritario es un proceso gradual que puede tomar varios años. Sin embargo, en el caso de Perú, este proceso ha sido significativamente rápido. En solo unos meses, el gobierno de Dina Boluarte y sus aliados han logrado debilitar las instituciones democráticas y concentrar el poder en sus manos.

Así, han debilitado una serie de instituciones mediante la designación de funcionarios leales a su gobierno en puestos clave, como la designación de una abogada afín a Fuerza Popular como Adjunta Constitucional en la Defensoría del Pueblo. O la del nuevo Ministro de Justicia quien, ya a los tres días de su juramentación, es investigado de manera preliminar por la Primera Fiscalía Suprema Especializada en Delitos Cometidos por Funcionarios Públicos como presunto instigador del delito de tráfico de influencias agravado.

En unos días más, la destitución de los integrantes de la Junta Nacional de Justicia consumará el tránsito a un gobierno autoritario. La instauración de tal gobierno es grave y requiere de una respuesta contundente. La conformación de una coalición política amplia y plural es una manera, quizás la principal, de enfrentarlo.

Esta coalición democrática debe tener como objetivos el juicio y sanción de los responsables de las ejecuciones extrajudiciales de 49 personas, la defensa de la Junta Nacional de Justicia y el adelanto de elecciones. Una coalición integrada por organizaciones de ciudadanos y ciudadanas; y partidos democráticos como el Partido Morado, Partido por el Buen Gobierno y Primero la Gente por mencionar algunos.

La formación de esta coalición es un desafío, porque requiere que los diferentes actores políticos y sociales involucrados estén dispuestos a trabajar juntos para recuperar la democracia y el respeto irrestricto de los derechos humanos, incluso si tienen diferencias en sus ideas u objetivos.

Es una oportunidad porque puede contribuir a reconstruir la confianza de los ciudadanos en la política y a sentar las bases para un futuro más democrático para el país. Al unir a personas de diferentes orígenes, una coalición ciudadana puede demostrar que es posible trabajar juntos para lograr un cambio positivo.

En la conformación de una coalición democrática, los partidos políticos tienen una responsabilidad mayor. Si ellos, superando sus diferencias políticas, programáticas e ideológicas, asumen tal tarea y logran conformarla, se tendrá una oportunidad real de contribuir a la construcción de un Perú más democrático y justo.

Por último, la historia enseña que la confluencia entre partidos políticos y movimientos sociales fue eficaz para derrotar a los dictadores porque permitió unir a los diferentes sectores de la sociedad para luchar por la democracia. Por ejemplo, en Chile y en Argentina, la confluencia entre partidos políticos y movimientos sociales permitió derrotar a los dictadores Pinochet y Videla, respectivamente.

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El Congreso haría bien en tomar una decisión, que le debería corresponder al Ejecutivo, pero ante su carencia de iniciativa, desde el Legislativo bien podría tomarle la mano: la de decretar los 12 de setiembre, día de la captura de Abimael Guzmán, como feriado nacional, en homenaje a la victoria que el Perú obtuvo respecto del terrorismo senderista.

La narrativa de izquierda se ha enseñoreado al respecto y nos ha querido hacer ver ese triunfo como una derrota moral, por los terribles excesos cometidos por las Fuerzas Armadas y policiales, en determinados momentos y lugares.

Más que vergüenza hay que sentir orgullo por lo que se logró, en base a un cambio de estrategia, desde los 90, y por el énfasis en la inteligencia policial antes que en la represión indiscriminada. La captura de Guzmán no fue, ni siquiera, un hecho cruento.

El Perú es uno de los pocos países que ha logrado, de esa manera, una victoria política y militar frente a la subversión maoísta. Hay que recordar que en 1992, año de su captura, el Perú se hallaba al borde de caer derrotado por la insanía terrorista, que ya tenía bajo su control grandes extensiones del territorio nacional y de la propia capital de la república, a Lima arrinconada a punta de coches bomba y voladura de torres, con zonas rojas en la periferia urbana, y con los institutos armados y policiales a la defensiva, sin capacidad de asestar un golpe efectivo a la avanzada senderista.

La hipótesis de la inteligencia estratégica de los países vecinos y de Washington, era que el Perú iba a caer en manos del genocida Abimael Guzmán, y se preparaban escenarios de contingencia para semejante apocalipsis. Hoy no seríamos Venezuela, Nicaragua y ni siquiera Cuba, sino la Camboya de Pol Pot, la China de la Revolución Cultural o la actual Corea del Norte. Ese era el destino que nos hubiese deparado un triunfo probable del llamado “presidente Gonzalo”.

En una historia nacional plagada de lamentables derrotas, éste ha sido su mayor triunfo social, político y militar. En lugar de tanto feriado religioso inconducente con la naturaleza laica del Estado, sería importante monumento a la memoria nacional que los 12 de setiembre sirvan de recuerdo fresco de los riesgos de la radicalidad ideológica del comunismo y de la valía de la democracia como mejor modelo de gobierno.

 

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