La actividad del narrador, además, consiste en ir construyendo, ocultando sutilmente las costuras historiográficas así como las fuentes propiamente judiciales (estrategia que permite, supongo, mantener un ritmo, un carácter esencialmente novelesco), un esbozo biográfico de Ajmatova, recreando escenas claves de su infancia, adolescencia y madurez. Se trata en pocas palabras de un fresco que a través de grandes pinceladas revela la actualidad y la urgencia de un relato como este, que más allá de sus protagonistas, examina los siempre quemantes efectos del poder sobre los individuos.
Alberto Ruy Sánchez narra entonces el gulag íntimo de Anna Ajmatova, la cruenta sombra estalinista sobre ella y ofrece una novela intensa que gana fuerza dramática en la medida en que se van sumando piezas al collage que constituye el texto en su globalidad. Una novela que nos deja recordar que sin libertades creativas la experiencia humana puede reducirse a su expresión más miserable, cosa que aplica tanto para quienes abusan del poder como para las víctimas de ese abuso. Finalmente, este libro es una forma de acercarse al universo de una gran escritora, que era vista en el Kremlin según testimonio de un colaborador de Stalin de esta manera: “hipócrita como monja y perversa como prostituta”. Honor a Anna Ajmatova.