El gobierno es un desmadre absoluto. Cada ministro hace -y, sobre todo no hace- lo que buenamente puede, sin el respaldo presidencial suficiente para que sus iniciativas lleguen a buen puerto. Lo que es más grave, resulta evidente que el presidente ni siquiera sabe lo que sus ministros hacen y ni le interesa. Él está más preocupado por la Fiscalía de la Nación que por sus responsabilidades administrativas.
Castillo ha olvidado que es jefe de Estado, no un “sindicalista básico” empeñado en salir bien librado de las desventuras judiciales en las que se ha metido él mismo con su desprolijidad e inmoralidad gestora y que actúa solo en función de presionar, política, mediática y socialmente a los que él considera los responsables de su desgracia (Congreso, medios de comunicación, Fiscalía de la Nación y Poder Judicial). Tenemos un presidente que en la práctica ha hecho abandono de sus funciones.