Opinión

Si un gobernante no tiene mayoría pues tiene que labrársela a punta de pactos y alianzas, como sucedió con Toledo y el FIM, el Apra y el fujimorismo. Ollanta y Perú Posible. No nos referimos obviamente a las trastadas que quiso perpetrar PPK para agenciarse una mayoría y que Castillo ha seguido como guion para armar una guardería que lo blinde.

Lo que sí corresponde, para castigar las inconductas parlamentarias o para brindarle esa mayoría indispensable para gobernar sin sobresaltos al Ejecutivo, si el pueblo así lo desea, es que haya renovación parcial a mitad del periodo legislativo –o, inclusive, antes- para reajustar las clavijas políticas del país (que, por cierto, podrían ir también sentido contrario, y terminar por darle mayor peso a la oposición). Todo sea bienvenido siempre y cuando no se le quite representatividad al Legislativo, cuyo mayor déficit es ése y se agravaría si se plasman propuestas como las señaladas.

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Gobierno, Oposición, Pedro Castillo
  1. ¿Qué dice la Constitución en materia laboral?

La Constitución refiere que las relaciones laborales deben contar con la igualdad de oportunidades. Este ha sido desarrollado también por el Tribunal Constitucional, adicional al tratado internacional que mantiene el Perú con el Organismo Internacional de Trabajo (OIT).

  1. ¿Finalmente, la Constitución garantiza el derecho a la vivienda?

El derecho a la salud mencionado arriba garantiza las condiciones mínimas de salud, como el ambiente equilibrado, adecuada vivienda, entre otros. (https://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2005/02064-2004-AA.pdf)

¿Es realmente una nueva Constitución la solución a todos nuestros problemas como país? Como podemos ver arriba, todo indica que esta propuesta no nos daría más derechos en el papel. Entonces, ¿porque algunos políticos de izquierda insisten en plantearla como solución cada vez que el país enfrenta algún tipo de crisis? Parece que, como bien dice el dicho, “Si tu única herramienta es un martillo, tiendes a tratar cada problema como si fuera un clavo” (Abraham Maslow).

Sabido es que los Congresos suelen vivir en una burbuja social que le impide sintonizar con los ánimos populares, pero en este caso, que se trata no solo de evitar la destrucción del Estado que Castillo está perpetrando, sino de construir alternativas potables de recambio para el 2026, es imperativo que la oposición marque una agenda programática capaz de ser empática con las reales demandas de los sectores populares.

Por ello es que las propias encuestas castigan duramente al Congreso y con ello a la oposición, la misma que le es perfectamente funcional al gobierno. Castillo se ha sacado la lotería con la oposición que le ha tocado en suerte.

Ojalá se logren algunos acuerdos, se fortalezcan un par de candidaturas potables y seamos espectadores en las siguientes elecciones presidenciales, de una segunda vuelta como la del 2016, entre dos candidatos de derecha, que aseguren, esta vez sin las torpezas irresponsables y deleznables de PPK y de Keiko, un lustro de reformas liberales, promercado, con un trabajo –producto del aprendizaje de los últimos treinta años- intensivo en la provisión de servicios básicos estatales, tales como educación, salud, seguridad ciudadana y justicia.

Si ello se logra y la población hace suya la percepción de que ese es el camino que el Perú necesita y que beneficia, sobre todo, a los más pobres, la posibilidad de que se repita el fenómeno al cabo de cinco años es alta. Y diez años de regímenes liberales cambiarían el país de modo definitivo y, estamos seguros, alejarían ya para siempre, la tentación antisistema y populista de un sector importante de la población que, con razón, se ha sentido marginada de los éxitos macroeconómicos de las últimas décadas.

A toda esta situación, se suma -durante dos décadas y media- un crecimiento económico sin precedente que generó un nuevo rico venido desde abajo, cuya expresión máxima es César Acuña. Pragmático y que se jacta de no leer libros. El que hizo dinero lucrando con la educación superior sin importar la importancia del egresado de la que universidad a la que él representa.

Así es, estimado lector, sobre este panorama social es que se hace actualmente política.

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Esta reflexión sobre la palabra dicha me lleva a pensar en el poema de Victoria Santa Cruz, “Me gritaron Negra”,  Santa Cruz utiliza una anécdota que le ocurrió en el barrio de La Victoria cuando tenía cinco años y pudo experimentar la discriminación y racismo citadino. Este ejemplo refuerza la identidad afroperuana y se destaca una esencia en cuanto al ritmo y a la música como estructura de su obra la que otorga una performance musical en cuanto a su cuadro escénico.

En la actualidad, el poema en muchos espacios es solamente el texto que será performativo y así el género lírico se convierte en un medio de expresión que puede llegar a más personas.

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Y lo más preocupante es que el gobierno de Castillo y el colapso del Estado que está produciendo, por su absoluta mediocridad, van a generar el 2026 –o cuando se produzcan las venideras elecciones presidenciales- que el fenómeno se repita. El pueblo está cada vez más subvertido por la inexistencia de servicios públicos, siquiera con cobertura mínima, para hacer de las suyas, unas vidas ciudadanas integradas al sistema, al llamado modelo.

La del estribo: con la dirección y dramaturgia de Mariana de Althaus –lo que asegura su calidad de antemano- está en escena Quemar el bosque contigo dentro, con un elenco de primera, encabezado por la mejor actriz peruana del momento, Alejandra Guerra, acompañada de Grapa Paola, Macla Yamada y el gran Lucho Cáceres (también, a mi juicio, entre los mejores actores peruanos). Va de jueves a sábado hasta el 10 de diciembre, en la Alianza Francesa.

Todos han llegado a la conclusión — los que no han decidido desconectarse de lo que va más allá de sus afanes inmediatos— que los actores en el escenario de lo social y político no tienen nada que ver con el bienestar común y el funcionamiento colectivo: solo buscan promover intereses subterráneos y trasladar sus culpas a otros, dentro de su propio equipo o a quienes se encuentran en el que, supuestamente, combaten. Son mercaderes de la duda: lo único que podemos comprarles son sospechas. Preferencias, no hay.    

Todos están confundidos. “Muere héroe o vive lo suficiente para convertirte en villano”, le dijo Harvey Dent a Bruce Wayne. Viniendo de un fiscal que alguna vez persiguió el delito y buscó la justicia, no deja de ser irónico en las actuales circunstancias. Pero lo cierto es que vivimos un festival en el que todos pretenden ser héroes y a la vuelta de una semana se gradúan de villanos. Ciudadanos y líderes, no hay.

Todos están aburridos. Tienen la sensación de estar condenados a asistir a un partido cuyo resultado tendrá consecuencias importantes. Los jugadores son malos, no hay árbitro, se agotó la banca de suplentes, se acabaron los alargues y ahora se está en una definición por penales que no tiene cuando acabar. Y ni siquiera se puede salir del estadio. Rabia, sí hay.   

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Marchas, movilizaciones, protestas

La segunda parte acontece quince años después. Peter Lavin ha colgado los hábitos y vive con su esposa y dos hijos en Montreal. El caso se ha reabierto y hay víctimas dispuestas a declarar. Lavin es arrestado y llevado a St. John para enfrentar cargos de abuso sexual, aunque en todo momento se declara inocente. Kevin, la víctima principal de Lavin, sin embargo, no quiere participar del juicio pues eso reabre heridas que aún no han sanado. Steven, otra víctima de abusos, ha caído en el alcoholismo y la drogadicción y su vida laboral es inestable. Cuando declara en el juicio, la defensa revela que a sus dieciséis años de edad también abusó sexualmente de niños de siete años en el orfanatorio. Derrumbado emocionalmente, Steven terminará suicidándose con una sobredosis de drogas. Este incidente convencerá a Kevin de la necesidad de declarar contra Lavin en el juicio.

La película resulta particularmente importante, porque allí están presentes todos los elementos del abuso sexual eclesial: los abusos cometidos contra menores por guías y maestros espirituales con autoridad sobre ellos, la incredulidad inicial ante los relatos de las víctimas, el encubrimiento efectuado por las autoridades eclesiásticas e instituciones de la sociedad, la impunidad de los responsables y su traslado a otras locaciones con el fin salvaguardar la imagen institucional de la Iglesia, los traumas persistentes en las víctimas, la negativa de algunas víctimas a dar testimonio de sus experiencias, la reproducción de conductas abusadoras por parte de algunas víctimas, la revictimización al cuestionarse los testimonios de víctimas que quieren hablar, la indolencia de los abusadores y la complicidad de altos miembros de la sociedad.

El film termina con una nota ambigua, pues no sabemos si Peter Lavin será sentenciado o absuelto. Pero lo que más inquieta es un detalle sobre lo podría haber hecho después de ser destituido de su puesto de director del orfanato. Su mujer, apabullada por el testimonio de Kevin, al cual le da absluta credibilidad, le pregunta en una habitación durante un receso del juicio, si había tocado a alguno de sus propios hijos. La respuesta de Lavin es inquietante y ambigua: “Pregúntaselo a ellos”.

Muchas víctimas no hablan y se llevan su trágico secreto a la tumba. Pero si quieren saber qué han vivido, pregúntenle a ellas con todo respeto. Y créanles. Es tal vez lo que más necesitan y lo que piden con urgencia.

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abuso sexual, Iglesia, Iglesia católica, victimas sexuales
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