Opinión

[Música Maestro] Joaquín Sabina es un caso raro en el pop-rock en nuestro idioma. Debido a su habilidad para la creación de rimas consonantes es normalmente considerado un trovador. De hecho Inventario (1978), su álbum debut, se inscribe en ese rubro, la trova, con un sonido lánguido y arrullador, de guitarra de madera colgada y mirada perdida en el horizonte, mientras elabora reflexiones nacidas de la experiencia, la imaginación o un interesante híbrido entre ambas cosas. Sin embargo, hay en su tono mordaz y cargado de humor negro una abierta dimisión a la etiqueta.

Sabina es uno de los artistas más interesantes y creíbles de la generación intermedia de trovadores-poetas, gracias a una actitud que dejaba de lado los idealismos románticos para mostrarse más realista y consciente de los dobles raseros de la moral convencional. Ese perfil también se nota en los aspectos musicales ya que, a diferencia de sus colegas de la canciónespañola, que orientan sus melodías al jazz y la balada, Sabina mantuvo un decidido ataque rockero, muscular y arrabalero, de guitarras eléctricas, casaca de cuero y rebeldía ilustrada.

Sin embargo, categorizar al cantautor español no es tan fácil ni predecible como parece. En todos los discos que publicó en el periodo comprendido entre 1984 y 1990, Joaquín Martínez Sabina -usa su apellido materno como nombre artístico desde siempre- se encargó de confundirnos a todos con una onda que tenía tanto de la ópera bufa de La Orquesta Mondragón como de la agudeza lírica y el amplio vocabulario de Joan Manuel Serrat.

Baladas acústicas, jugueteos con el jazz y fuertes dosis de pop-rock dieron forma al estilo que todos admiramos y reconocemos como “la primera época” de Sabina. Y para colmo de males, en 1992 comenzó a enriquecer más su paleta sónica incorporando elementos de distintos géneros latinoamericanos, que fusionaba inteligentemente con su propia estética y con influencias del folklore de su país, canturreando rumbas y haciendo dúos con Rocío Dúrcal.

Para cuando apareció su décimo álbum en estudio, Yo, mi, me, contigo (1996) Sabina ya era toda una superestrella de la música popular en Hispanoamérica. Sus dos placas anteriores habían tenido un profundo impacto entre las juventudes universitarias por esa fresca y extraña mezcla de poesía ingeniosa y rebelde rocanrol. No olvidemos que, durante la primera mitad de los noventa, dos canciones de esa época se hicieron las favoritas tanto en cafés y bares bohemios como en karaokes de entretenimiento masivo, además de ser respetuososhomenajes a México y algunas de sus principales figuras culturales.

Por un lado, Y nos dieron las diez (Física y química, 1992), una ranchera; y, por el otro, el brillante rock acústico Por el bulevar de los sueños rotos (Esta boca es mía, 1994), en que Sabina recuerda a varios personajes, desde Diego Rivera (1886-1957) y Frida Kahlo (1907-1954) hasta José Alfredo Jiménez (1926-1973), el célebre compositor de El Rey y, por supuesto, Chavela Vargas (1919-2012), personaje central de esta canción, con quien cultivó una amistad a prueba de balas y de borracheras.

Yo, mi, me, contigo llegó, entonces, en un momento especial para la carrera del compositor y cantante nacido hace 75 años en la ciudad de Úbeda, en la provincia andaluza de Jaén. No solo es su álbum diez, número que llevan en el dorsal los mejores futbolistas del planeta, expresión de calidad y jerarquía. Sino que, además, se trata del último disco de Sabina -en solitario, no estoy considerando aquí Enemigos íntimos(1998), que grabó a dúo con el argentino Fito Páez- en el que podemos apreciar su voz al natural, de timbre rasposo, apagadoy agudo, más agradable que el tono arrugado, roto, que comenzó a exhibir en el extraordinario disco 19 días y 500 noches (1999), el primer anuncio de un paulatino deterioro vocal que se fue acrecentando por sucesivos problemas de salud, aunque jamás llegaron a afectar la calidad de sus letras y esa socarronería que lo hace único entre sus contemporáneos aunque él, como dijo en una reciente entrevista para El País, escribe cada canción pensando en si sería aprobada o no por el poeta y músico Javier Krahe (1944-2015), su camarada de aquellas izquierdas autoexiliadas durante los últimos años de Franco y cómplice de sus primeros vuelos musicales a través del proyecto La Mandrágora (1981).

Muchos expertos en Sabina califican a Yo, mi, me, contigo como “el mejor disco” de su trayectoria. Y se basan para ello en la potencia de las metáforas, retruécanos y creativas frases de canciones como Contigo (balada jazz) o Y sin embargo(bolero), que convocan a una sensibilidad poco convencional. Si en los setenta y ochenta Camilo Sesto (1946-2019) escribió algunas de las canciones románticas más doloridas, cursis e intensas de la historia de la balada en español, en los ochenta y noventa Joaquín Sabina ofreció al público una visión cínica y desprejuiciada, que no se fija en los detalles clásicos de la relación de pareja sino que sale por la tangente con giros situacionales imprevistos, desvergonzados, mirando siempre de reojo temas que parecían grabados en piedra: la fidelidad, el amor eterno, el acartonamiento de la vida de oficinista, todo es puesto de cabeza por el tamiz de este “contante de historias” como él mismo se describió hace varios años.

Pero si estos dos temas, de lejos los más difundidos del álbum, sirvieron para que Sabina mantenga su perfil expectante en las preferencias del gran público, son otras composiciones las que desmarcan a este álbum, lanzado a través del importante sello discográfico Ariola. Pienso, por ejemplo, en el vals Jugar por jugar, con tundete peruano y acordeón afrancesado, casi una banda sonora de carrusel circense; o en la descarga caribeñaPostal de La Habana, con sección de metales y guitarra al estilo Santana.

México se hace presente de nuevo con un divertido corrido,Viridiana; y la rumba flamenca Mi primo El Nano llega con un emocional y divertido retrato biográfico de su amigo y colega Joan Manuel Serrat, “ese alquimista de las emociones que cura las heridas con canciones”. Por si fuera poco, se lanza una escatológica historia de juerga y fracaso nocturno en clave de rap, titulada No sopor…, no sopor. En manos de músicos poco talentosos, un collage así de disparatado podría ser insoportable. Pero, en las manos y voz de Sabina, se convierte en una experiencia musical sumamente entretenida.

Aun cuando el disco es tan variado, Sabina no pierde el filo rockero que lo caracterizó desde sus inicios, como queda demostrado en El capitán de su calle -un tema recurrente en su discografía anterior y posterior, la descripción de personajes irreverentes como en Manual para héroes o canallas (Malas compañías, 1980) o Conductores suicidas (Física y química, 1992), El rocanrol de los idiotas -con brillante armónica y guitarra acústica de doce cuerdas-, Es mentira y Seis de la mañana, con guitarras afiladas que van dibujando contornos perfectos para sus destellantes historias.

Un caso aparte es el de Aves de paso, tema que resume la óptica de Sabina con respecto a las relaciones ocasionales, las múltiples formas en que se puede vivir un “choque-y-fuga” y cómo eso puede pasar de ser un comportamiento ligero, casquivano, para convertirse en fuente de aprendizajes que moldearon su personalidad y hasta bálsamo para sus desengaños. Musicalmente hablando, es un pop-rock fino y contundente, un clásico instantáneo en la línea de, por ejemplo, La del pirata cojo (Física y química, 1992) o Whisky sin soda(Juez y parte, 1985). En el siglo XXI la canción fue interpretada por su compatriota y camarada rockero, Miguel Ríos, en el disco Miguel Ríos y las estrellas del rock latino (2001). Aquí podemos verla en concierto, entonada por ambos íconos de la escena musical hispanoamericana.

Otro de los aspectos que hacen especial a Yo, mi, me, contigo es que se rodeó de un elenco de invitados de lujo para la ocasión. Como base, su banda habitual conformada por Antonio García de Diego (guitarras, teclados, coros), Francisco “Pancho” Varona (guitarras, coros) -coautores y arreglistas de la música en once de los trece temas-, Paco Bastante (bajo), Tino di Geraldo (batería) y Olga Román (coros). Algunos de ellos, como Román, Varona y García de Diego, acompañan a Sabina desde las épocas de Viceversa, nombre del grupo que estuvo a su lado durante el periodo 1985-1989.

Por ejemplo, en Mi primo El Nano aparecen los músicos flamencos Víctor Merlo y Luis Dulzaides, en guitarras y percusiones; en Es mentira canta y toca los teclados el ídolo argentino Charly García; y en el corrido Viridiana hacen locuras vocales Andrés Calamaro, Ariel Rot y Julián Infante, que en ese entonces gozaban de popularidad como Los Rodríguez. Además, Rot compuso la música tanto de Viridiana como de Jugar por jugar. En Postal de La Habana, Sabina es acompañado por una sección de vientos muy rítmica y el cantante canario Caco Senante, de timbre vocal muy similar al de Pablo Milanés; mientras que el francés Manu Chao hace de las suyas en voz, guitarra acústica y bajo en No sopor…, no sopor, casi como un bonus track de su propio álbum Clandestino. Otro tinerfeño, Pedro Guerra, uno de los cantautores más requeridos de la trova española, escribió la música de El capitán de su calle.

Y como si este marco musical no fuese suficiente, están las letras. La capacidad de Sabina para crear imágenes, jugar con las palabras y combinar léxicos coloquiales, giros idiomáticos y refranes con referencias a diversos niveles de la cultura clásica y popular es ilimitada. A diferencia de las insoportables y aburridas cantaletas del guatemalteco Ricardo Arjona, el español se bate a duelo con las palabras, pero no con pretensiones de superioridad ni disforzada bizarría sino con la fluidez y autenticidad de quien hace las cosas por inspiración y no por afán de llamar la atención. A pesar de que sus temas puedan ser repetitivos, Sabina siempre logra dar la vuelta y presentar historias que son, a un tiempo, interesantes y graciosas.

Sabina usa, en todas sus canciones, figuras poéticas como antítesis, anáforas, retruécanos, símiles, hipérboles, metonimias, ironías y paráfrasis que se intersecan con reflexiones -algunas profundas, otras ácidas-, situaciones absurdas y críticas sociales. Y Yo, mi, me, contigo no es la excepción. Referencias a sus influencias poéticas más clásicas como los españoles Francisco de Quevedo (1580-1645), Jorge Manrique (1440-1479) o contemporáneas como Jaime Gil (1929-1990), están siempre allí. Y también están las oscuras golondrinas de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) en Y sin embargo y el París sin aguacero de César Vallejo (1892-1938) en Contigo.

En lo musical, el final de El rocanrol de los idiotas remite a los Beatles, mientras que Charles Aznavour y su clásica Venecia sin ti aparecen en Contigo. Postal de La Habana es literalmente eso, pues por sus estrofas desfilan José Martí, Silvio y Pablo, Benny Moré, Fidel y el Ché Guevara. En Mi primo El Nano confluyen el FC Barcelona, Miguel de Cervantes y el Mediterráneo. En Viridiana aparecen el film de 1929 Un perro andaluz de Luis Buñuel, la ranchera Volver de José Alfredo Jiménez y la Malinche, legendaria colaboradora de Hernán Cortés en la colonización de México. Y en Aves de paso desfilan, al lado de las anónimas “novias de nadie”, mujeres que van desde las bíblicas Salomé y María Magdalena hasta la creación del Marqués de Sade, Justine, la bailarina y espía de guerra Mata Hari, y la diva de Hollywood, Marilyn Monroe.

Y están, por supuesto, sus propias frases, siempre capaces de arrancar una sonrisa, un suspiro o una sorpresa. Por ejemplo, aquello de “bailar es soñar con los pies”, en un contexto musical de vals, revela sensibilidad y dominio de los elementos que escoge para construir sus canciones. De igual manera, las confesiones del impenitente mujeriego en Y sin embargo pueden servir como manual de coartadas para aquellos que desean pasar por alto sus majaderías: “De sobra sabes que eres la primera, que no miento si juro que daría por ti la vida entera. Y sin embargo un rato cada día, ya ves, te engañaría con cualquiera, te cambiaría por cualquiera…” O ese coqueteo filosófico que se esconde en el estribillo de El capitán de su calle, en que el personaje central de la historia “sabía que la verdad desnuda guarda oculta detrás de la corteza el hueso de cereza de una duda”. Fanáticos de los balbuceos de Bad Bunny, Daddy Yankee y Karol G, abstenerse.

Pero si de canciones confesionales se trata, Tan joven y tan viejo que cierra Yo, mi, me, contigo, con música escrita por el trovador cubano Carlos Varela- despunta como la primera de esas en las que Sabina declara estar consciente del paso de los años pero no con nostalgia pasiva sino con la fiereza del zorro viejo que no está dispuesto a jubilarse nunca, algo que hace posteriormente en A mis cuarenta y diez (19 días y 500 noches, 1999) o en Sintiéndolo mucho, que aparece en el documental del mismo nombre sobre su vida, dirigido por su amigo Fernando León de Aranoa. Este tema, hasta el momento su última grabación oficial, recibió el Premio Goya 2023 a “canción más original”.

En Tan joven y tan viejo Sabina, entonces de 47 años, lanza un lapidario desafío a la muerte: Así que, de momento, nada de adiós muchachos, me duermo en los entierros de mi generación. Cada noche me invento, todavía me emborracho, tan joven y tan viejo, like a rolling stone”, referencia directa a Bob Dylan y a la banda de Mick Jagger y Keith Richards, venerables ancianos que se niegan a desaparecer. Como el mismo Sabina que, en la ceremonia de premiación de los Goya, interpretó la canción a dúo con Leiva, un anticipo de lo que será su gira de despedida, Hola y adiós, anunciada para el 2025.

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Joaquín Sabina, Pop-Rock en español, Trova

Una digresión personalísima. Estoy feliz. Puse un post en Facebook solicitando que alguien me venda el libro Catedral de Raymond Carver, en la versión amarilla de Anagrama. Quería esa en particular y no la de bolsillo porque esa la había tenido a inicios de los 90, completando mi colección de un autor que agradezco a Abelardo Oquendo me lo haya recomendado.

Cometí el error de prestarle el libro a un librero que creía amigo, pero que resultó un sinvergüenza porque vendió el libro que le presté y nunca más -hasta ahora- lo pude conseguir. Felizmente, mi cuñada, que vive en España, leyó el post de Facebook y me lo consiguió, en versión usada, pero en buen estado.

Soy un fetichista de los libros y esa recompra me hace feliz. En mi juventud leía compulsivamente (leí Teología de Liberación, de Gustavo Gutiérrez, en dos días) y algunas circunstancias personales trágicas me produjeron un estado de ansiedad permanente que me alejó de la lectura (para leer hay que estar sosegado). Pero atesoré muchos libros. Compro más de lo que leo y he armado una buena biblioteca que me vi obligado a fichar digitalmente porque ya la edad y mi proverbial distracción me empezaron a hacer comprar libros que ya tenía.

Esa compulsión comenzó porque en mi época estudiantil no había libros y uno tenía que comprar lo que buscaba o le generaba interés apenas lo viera porque si otra persona lo adquiría ya no se encontraba más (recuerdo con placer nostálgico la travesura que hacía con mi amigo Jorge Yui -quien ahora vive en Suiza- de ir a librerías y si encontrábamos un libro que nos interesaba, pero la plata no nos alcanzaba, lo hundíamos en el anaquel para que nadie lo viera hasta que pudiéramos regresar a fines de mes). Recuerdo cómo cuando cobraba mi sueldo mínimo en La Prensa corría a las librerías de Quilca y Camaná para comprar libros de liberalismo que no se conseguían en otra parte. Allí nació mi biblioteca. Mi bien más preciado, que felizmente en el abusivo allanamiento del que fui objeto hace unos meses, los policías respetaron.

Habitualmente leía ensayos, no ficción. Le agradezco a Alonso Cueto y a la maravillosa decisión de inscribirme en su Club del Libro que nos hace leer mensualmente literatura, y ha resucitado en mí, desde hace poco más de un año, una nueva pasión por la lectura, pero esta vez más combinada con la ficción.

Y he vuelto a leer varios libros a la vez como era mi costumbre juvenil. Acabamos de leer el cuento o novela corta de Herman Melville, Bartebly, el escribiente, una maravilla de narrativa perfecta. Y estoy terminando Contradicciones de Luis Jochamowitz, a la par de seguir leyendo con sobresaltos La crisis del capitalismo democrático de Martin Wolf y Democracia Asaltada de Rodrigo Barrenechea y Alberto Vergara. Todo ello mientras he empezado a releer Sapiens de Yuval Noah Harari, pero en la versión cómic, una joya.

Y en medio de todo ello, pronto empezaré la relectura de mi cuentista favorito, Raymond Carver. En medio de tantas tribulaciones políticas permítaseme esta nota íntima que espero anime a mis lectores a emprender la maravillosa ruta de la lectura permanente. Que más de medio millón de personas haya ido a la Feria del Libro es un buen augurio.

Históricamente las academias han sido y en muchos casos siguen siendo verdaderos centros de conocimiento y divulgación. Su importancia institucional y cultural no ofrece mayor duda y, al menos en occidente, hay una larga tradición de academias tanto en las ciencias como en las humanidades, que han ofrecido notables contribuciones a sus disciplinas.

Desde hace un buen tiempo, cinco academias peruanas ocupaban el edificio conocido como Palacio de Osambela en el Centro Histórico de Lima. Se trata de la Academia Peruana de la Lengua, la Academia Peruana de Historia, la Academia Peruana de Derecho y la Academia Peruana de Ciencias y la Academia Peruana de Medicina. No hace mucho han sido expulsados de allí.

No asombra a nadie que la cultura viva en el Perú en estado permanente de orfandad. Sorprende, más bien, la falta de reacción en un país que se ensoberbece, cada vez que puede, de sus cinco mil años de historia, su enorme diversidad cultural, sus varios patrimonios mundiales y otras perlas que funcionan en el marketing de gobierno pero en la realidad no. Asombra igualmente que los medios de comunicación, incluidos los públicos, no hayan mostrado el más mínimo interés en este asunto.

Una cosa es el discurso y otra las acciones. La Municipalidad de Lima ha ordenado a estas cinco academias abandonar el local, en base a un informe técnico que coloca a esta inmueble en estado de inminente colapso, informe que ha sido cuestionado en varios puntos (el colapso inminente del local es una fantasía, pues requiere refracciones que, aunque puedan parecer menores, son urgentes) y que ha motivado a quienes dirigen estas cinco instituciones a dirigir un oficio al municipio pidiendo se deje sin efecto el informe y se elabore otro más preciso.

El inmueble pertenece al Ministerio de Educación, pero desde Minedu dicen que no hay dinero para refracciones. Luego apareció Prolima en escena con una propuesta francamente abusiva: ellos ofrecieron refraccionar el local a cambio de utilizar el 90% del mismo, dejando a las academias prácticamente en la vereda. 

Eduardo Hopkins, actual presidente de la Academia Peruana de la Lengua, indica que están en busca de financiamiento para poder refaccionar Osambela y así poder seguir trabajando. La Academia Peruana de la Lengua sesiona actualmente en un local cedido por la Universidad Ricardo Palma, pero este local deberá ser devuelto a fin de este mes. 

¿No hay alguna otra universidad, especialmente entre aquellas que se jactan de su estandarte humanista o científico, que quiera alojar a alguna de estas academias? ¿Es aceptable un estado de cosas en el que cinco academias de larga historia se queden en el aire, sin local donde sesionar, discutir y planificar su trabajo? Por supuesto que no. 

Y de resolverse este tema, y espero que sea lo antes posible, sería recomendable que estas instituciones redefinan también parte de su trabajo, en especial su proyección a la comunidad: ofrecer cursos, capacitar maestros y profesores, emitir opinión mediante cartas públicas, es decir, hacer sentir su presencia. Sin embargo, primero es lo primero: la ubicación física de estas academias debe resolverse ya. Amén. 

Anoche, en una de las charlas de análisis político que suelo dar a empresarios, el tenor de la misma era la advertencia de que si las cosas siguen como van, podemos perder el país que conocemos y podremos caer en la orilla de las naciones socialistas autoritarias de la región (Venezuela, Nicaragua, Bolivia, etc.).

Un asistente, perspicaz y agudo, intervino y me hizo notar algo relevante. Ya hemos perdido el país que nos ha signado los últimos veinte años. Desde el 2021 en adelante se ha instalado en el Perú un régimen contrarreformista y preñado de la influencia de las economías ilegales y los intereses mercantilistas con absoluto descaro.

Es el país de los Pedro Castillo, César Acuña, Vladimir Cerrón, Keiko Fujimori y José Luna Gálvez el que nos signa, no solo desde el Congreso sino también desde un Ejecutivo sumiso que agacha la cabeza frente a los designios que provienen de la plaza Bolívar.

No se trataría, en consecuencia, de no perder el país, que ya lo hemos perdido, sino de recuperarlo. Y he aquí una bandera potente que la derecha podría tomar como lema central de campaña. Ir contra el statu quo, lanzar mensajes disruptivos, poner énfasis no en la defensa del modelo sino en la provisión de servicios básicos de calidad (salud y educación públicas, seguridad, justicia, mejora económica, las principales preocupaciones sociales según todas las encuestas).

La derecha debe salirse de la caja habitual en la cual se mueve y si a ello le suma una campaña pródiga en recorridos presenciales del país, participación intensiva en medios regionales, ligazón de alianzas electorales, microfocalizacióndel electorado, podría disputarle la batalla a la izquierda radical que se apresta, si no se desalinean los astros, a disputar entre sí la segunda vuelta electoral.

Ojalá la clase política de centroderecha, hoy desperdigada en casi treinta candidaturas, lo entienda, lo reflexione, lo tome como una consideración a tener en cuenta. Debe ser una derecha insumisa, para ir con los tiempos, agudamente señalados por el colega Juan de la Puente. Una derecha modosa, monotemática con el modelo económico, sin conjunciones electorales, sin mensajes disonantes, va camino, como dijimos ayer, a la derrota.

 

Revelador el último informe preparado por el IEP para el Instituto Bicentenario, titulado “Ciudadanía, democracia y gestión descentralizada”. Hay múltiples interrogantes sobre percepción ciudadana respecto de problemas políticos puntuales que es recomendable leer.

Destaco, sin embargo, por su filo político, una pregunta que suelo mencionar: el de la autodefinición ideológica. Ha ocurrido un vuelco significativo.

Hay un 37% que se identifica de izquierda, 39% de centro y 24% de derecha, rompiéndose el equilibrio que en otras encuestas se mostraba y que eventualmente revelaban una mayor inclinación por la derecha. Es un trabajo de campo efectuado entre noviembre y diciembre del año pasado, que varía de otras mediciones del propio IEP, pero incluye una muestra mayor.

Lo cierto es que no sorprende el resultado. La derecha está labrando su propia tumba por dos razones fundamentales: por su inmenso desprestigio desplegado en el manejo del Congreso (ayer nomás se han terminado de tirar abajo la reforma universitaria que tantos años costó construir) y por su respaldo a la gestión mediocre y pueril del gobierno de Dina Boluarte.

Salvo honrosas excepciones, la derecha en su conjunto se suma al carro desprestigiado, con índices de desaprobación altísimos, de la alianza fáctica entre Ejecutivo y Congreso que nos gobierna. Y eso pasa factura y termina por beneficiar a una izquierda que, de otra manera, se habría acercado a las elecciones del 2026 completamente achicharrada por su infame respaldo a la espantosa gestión gubernamental de Pedro Castillo.

La mesa viene servida para la izquierda y no para la izquierda centrista sino para la izquierda radical, por culpa, adicionalmente, de una centroderecha irresponsable, incapaz de disminuir la fragmentación que la fagocita y la punible indolencia del fujimorismo que se niega a cualquier alianza que no implique apoyar a su candidato (la inefable postulación de Alberto Fujimori, que al final será un cuento chino, pero que ya hace daño de antemano).

Esta Casita de Cartón abre sus puertas con el título de una memorable canción del rock Argentino, escrita por el maestro Charly García, en el periodo musical de Sui Generis, ‘Confesiones de invierno’. Puesto que esta columna será, de alguna manera, íntima, recapitulando los días que pasaron, tras la Ventana del tiempo, como de los días venideros. Así que me dispongo a oír aquella pieza maestra en esta madrugada en la que escribo, enfermo y con la trastornada marea de pensamientos que retuercen las pocas estrellas en el cielo de esta noche invernal, que estuvieran iluminadas si es que las calles en las que camino tuvieran esperanzas. Pero no hay, y la carne se hace sombra y transcurre dentro de su cárcel redundante en las letras de esta canción.

En un principio, el rótulo iba a ser ‘Luz de agosto’, nombre de una novela del autor que escribí por última vez, William Faulkner. Y es que es agosto, el mes de mi nacimiento, un año menos, a lo que realmente lo siento así y que de alguna manera me tranquiliza. Sigue otra canción, ‘Agosto’ de HDS, es un cóctel de músicas que acompañaron mi juventud. Recordando a mi viejo amigo Gustavo, fanático de esa banda española como de otras de la movida madrileña. Cuando tomábamos vinos hablando de arte y de los amores fracasados que por entonces yo no había vivido, pero que en cada palabra entendía los suspiros de vientos que alguna vez llegarían a este pozo. Tenía 14 o 15 años, y desde muy joven siempre me gustó oír voces autorizadas por el tiempo. Me escribe Ana, una amiga, en este momento, y le envío una escena de ‘Her’, ya que minutos antes de sentarme al ordenador, hablábamos sobre la IA, que está muy en boga, y del amor y sus sacramentales palabras en otrora a diferencia de ahora. Cómo ha cambiado todo, y lo veo al ver a mi hermano echado en su cama abrazando su alivio, Tik Tok o un juego. Y no juzgo, son los campanarios de los ‘temps moderns’ y del futuro, que tanto espantaba a Baudelaire o al que satíricamente Chaplin con arte hacía ‘gruñir’. A veces pienso que la historia ya está escrita realmente y solo caminamos en la misma comparsa una y otra vez encaprichada por un Dios siniestro. Pienso, tantas veces pienso que la respuesta realmente tal vez lo tenga el viento.

Ahora, después de muchos años escribí un cuento para una revista, que lleva de título ‘Lo que ya no recuerdas’. Con el epígrafe siguiente: ‘Hay muchos tipos de amor en este mundo, pero nunca el mismo amor dos veces’, del autor que quizás como nadie entendería este palpito en estos minutos donde presiono los teclados, puesto que veía a la vida como yo, con el retrovisor del pasado, con los vientos tocando imperecederamente el acordeón de la nostalgia una y otra vez en el reloj de arena. Y quizás por eso es que me ‘enamoré’ de su obra. En sí, cada autor favorito que tenemos es un semblante de lo que somos, lo intrínseco, plasmado en sus artes, y en eso señalo a mis escritores predilectos, como Capote, Mishima, Fitzgerald, Dazai. El orden es aleatorio. Y al leer sobre sus vidas lo entendí, porque escribían con la pulsación del mismo sentimiento a través de la ventana de la imaginación y del sufrimiento. Quizás con ellos me gustaría compartir un velada en el infierno, creo que sería el sueño más allá de la vida que me haría muy feliz.

Y el cuento trata sobre una relación de esas obnubiladas. De los que cada vez se extinguen propiamente por las afluencias culturales. De una chica que dedica canciones de amor que alguna vez su ex amor le dedicaba: jazz, baladas francesas, y demás. Un knockout al polaroid que atesoraba el personaje dentro de las cosas que uno más ama. Al terminarlo, pensé: la única canción que nunca podría dedicar a nadie la personaje de la historia, sería ‘Don’t think twice, It’s all right’, de un genio de Minnesota, curiosamente como Fitzgerald, Bob Dylan. Del que harán una película, noticia que me alegró gratamente, y que espero que sea digna de lo fue, es y será el único músico premio Nobel de Literatura al día de hoy. Es la canción que considero más hermosamente decorosa para despedirse de alguien (así ésta haya sido ruin y desleal). Y pongo una interpretación del mejor Bob Dylan, a medios de los 60’s, exactamente en 1965 en Birmingham, Inglaterra. Esta historia es inspirada en el caso de la vida real (de un gran amigo) como todo. Trayendo a colación al maestro Jorge Luis Borges: ‘Todo lo que nos sucede, incluso nuestras humillaciones, nuestras desgracias, nuestras vergüenzas, todo nos es dado como materia prima, como barro, para que podamos dar forma a nuestro arte’. A su vez, llega el final de estas líneas, y resplandece esta sentencia de Neruda: ‘Me enamoré de la vida, es la única que no me dejará sin antes yo hacerlo’. Pasado, como todo lo que mi rostro ve ahora en el espejo. 

Esta casita de cartón cierra sus puertas con la última frase de una de las canciones mencionadas: ‘Una vez en la vida debo encontrar dentro de mí,­/ una noche de agosto/ mi alma perdida que arrojé al mar’. Y espero que sea en esta. 

Gracias a Julio Ramón Ribeyro por ‘Prosas apátridas’, Edward Hopper por ‘Domingo por la mañana’ y a John Lennon por [Just Like] Starting Over.

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casita de carton, Charly García

Tan solo 10 años duró la Reforma Universitaria. De ello se podría deducir (en términos muy generales, por supuesto) que quizá solo una generación de estudiantes en nuestro país tuvo acceso a una formación profesional con la calidad asegurada. 

Cincuenta años atrás, las universidades peruanas eran espacios de lucha política: partidos como el Aprista, otros de la diversa izquierda y agrupaciones terroristas como Sendero Luminoso tomaron las aulas. Contaban con jóvenes que se dedicaban a la política y que no terminaban la carrera nunca. Un curso o dos al año. Pero ahí, en medio de disputas armadas, la mayor parte de docentes y estudiantes jamás se rindieron, consiguiendo graduarse con grandísimo orgullo. Sumado el contexto de crisis económica e inflación delirante, las universidades públicas quedaron en abandono. Cuando llegó Alberto Fujimori a la presidencia, las intervino violentamente con tanques y militares, y disminuido el Conflicto Armado, con su estilo característico hizo decretar a su Congreso la libre creación de universidades públicas y privadas, sin ningún requisito que fuera traba para entregar un título, ni siquiera una tesis. Esa fue su simple receta. 

Como consecuencia, emergieron centros de estudios que engañaban y estafaban a sus estudiantes. No existían normas que regularan su calidad o su administración económica. La política en sus aulas fue desapareciendo. Egresaban jóvenes sin conciencia hasta de lo poco que valía su título. Tanto que también lo podían comprar falsificado en calles del Centro de Lima. Tal desborde produjo una brecha muy grande entre profesionales en la contratación laboral, pues la universidad de origen pasó a ser un componente de estigmatización. Y como toda marginación en Perú, dio como resultado el tener que recurrir a la informalidad o a la corrupción para crecer económicamente. La mayor evidencia se encuentra en el opulento crecimiento de los bienes de algunos de sus rectores y ni se diga de sus propietarios. 

Por eso el pedido de una reforma universitaria fue creciendo la primera década del siglo XXI, hasta que el año 2014, el congresista Daniel Mora en trabajo conjunto con las mejores universidades del país y siguiendo los estándares internacionales, consiguió que el parlamento aprobara la Reforma Universitaria tan requerida; así nació la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria, conocida como Sunedu, lista a cerrarles el paso a los dueños y autoridades de los centros de estafa y corrupción académica. De inmediato, ellos levantaron la voz, sostuvieron que se trataba de un acto inconstitucional, pero no consiguieron apoyo alguno y poco a poco sus instituciones fueron cerrando o consiguieron reformarse, dado el poder que ya les había otorgado a sus propietarios. Jamás se rindieron y su estrategia fue clara y directa: serían congresistas y gobernadores regionales hasta recuperar el control que habían perdido.  

Hoy, diez años más tarde, desde el Congreso alcanzaron su objetivo, le pusieron fin a la labor de fiscalización de la Superintendencia Nacional de Universidades y al parecer, también acabaron con la política estudiantil, porque mediante la aprobación de formación universitaria completamente virtual, los estudiantes pocas veces tendrán que ir al campus, espacio en los que se formaban las agrupaciones políticas que daban vida a la formación ética recibida y debatida en las aulas, principal fuerza que los capacitaba para encarar la corrupción y combatir la estafa en su formación. 

Por ir al campus es que miles de estudiantes de universidades en Estados Unidos han protestado contra el apoyo de su país a la estrategia genocida de Israel; y miles de estudiantes en Argentina salieron a protestar contra la reducción de su presupuesto público, que mantiene a sus universidades en los primeros lugares de calidad educativa de la región y el mundo. En Bangladesh, donde los universitarios son el núcleo principal de los partidos políticos, más de 300 murieron en su lucha contra la repartición de los cargos públicos entre los allegados a la oligarquía gobernante; y después de que la Primera Ministra huyera hacia la India, han sido ellos quienes han conseguido que los gobierne Muhammad Yunus, el premio Nóbel de la Paz conocido como el Banquero de los pobres. 

Ahora que se acercan nuestras elecciones, ¿estarán imaginando los nuevos partidos contra la corrupción cómo acceder a nuestra juventud universitaria para devolverles el compromiso con su profesión y país?

No fui a ver a la U en mi primera incursión en el Estadio Nacional. Fue en 1968 a un Alianza Cristal que terminó 3-3, un partidazo con 3 goles de Cubillas. No me hice hincha, sin embargo, de ninguno de los dos y al final de ese año, inclusive, alentaba al Juan Aurich para que le ganara al Cristal la definición.

Bastó que fuera a ver un partido de la U -contra el Boys recuerdo- y me hice hincha de inmediato. El juego técnico, pujante, aguerrido, veloz, agresivo, el fetiche de las medias negras (pude también ser hincha del Boys, mi segundo equipo en querencias), me conquistó. Era la época de Chumpitaz, Cruzado, Nicolás Fuentes, Chale, un equipazo.

De allí en adelante surgió una reafirmación de mi hinchaje por la U por su maravilloso proceso de cholificación popular, iniciada en los 90, que ha convertido hoy al club no solo en el más campeón, el que mejor desempeño histórico ha tenido en la Copa Libertadores, sino en el de mayor hinchada (en todos los rincones donde va la U, juega de local) y poseedor del estadio más grande del país y el segundo del continente.

Del equipo clasemediero de sus orígenes, que se expresa en la saga Terry-Chale-Leguía-Chemo del Solar, se transitó a la más potente de Lolo Fernández, Héctor Chumpitaz y el Puma Carranza, y a la migración de su barra de Oriente a la popular Norte.

Esa emergencia social identifica a la U, equipo que vive no de las tragedias, la victimización o la simbología religiosa, sino del triunfo épico, la garra histórica, y la pujanza. Si un jugador crema no tiene esas características no es querido por la tribuna.

Luego de muchos años en crisis, hoy asoma un nuevo horizonte económico y deportivo que le está empezando a devolver una grandeza que nunca debió haber perdido. Los recuerdos históricos de sus hazañas hoy empiezan a reverdecer y tornar posible reeditarlas pronto, con paciencia y buen manejo gerencial, como hasta el momento viene ocurriendo.

Dale U, es su lema original, su viejo cántico de tribuna, que siempre aflora cuando la victoria luchada aparece. Los hinchas de la U tenemos una identidad definida. La U la tiene. Juega y debe jugar de un cierto modo si quiere contentar a la hinchada fiel que hoy la ha vuelto a seguir masivamente. El futuro será crema. ¡Felices cien años a la institución más grande del Perú!

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Dale U, La U, Universitario

[TIEMPO DE MILLENIALS] Recuerdo que estaba trabajando en la casa y me llamó tu abuelita, mientras hablaba con ella entró una llamada de un número desconocido y no contesté. A lo lejos sentí el celular de tu papá y que él decía: “un momento quiero que mi esposa también escuche”. Automáticamente supe que era por ti. Esa llamada fue un 1 de julio de 2024, en la noche, cuando llevábamos diez meses en el proceso de adopción y muchos años intentando tener un hijo biológico. 

Al día siguiente, a primera hora, fuimos a la división de adopciones del Ministerio de la Mujer para ser formalmente notificados con la designación de nuestro hijo, tú. Vimos tu carita por primera vez y supimos que naciste en el mismo mes que nosotros presentamos nuestra solicitud de adopción, también que aprobaron tu adoptabilidad el mismo mes que nos aprobaron ser padres adoptantes. Creímos y creemos que estaba escrito en algún lado que seremos los 3 por siempre.  

Siguieron las dos semanas más locas de nuestra vida en la que preparamos todo para tu llegada con tanta ilusión y amor que será por siempre uno de mis recuerdos más lindos. Todo era felicidad, risas, indecisión con los colores de tu cuarto, ¿cuna o cama cuna?, preguntas a todos los papás expertos y de pronto -si es que cabe- nos unimos más a nuestros papas y hermanos. Cuando crezcas verás los videos que hicimos en esas semanas para ti, pensando siempre en que vas a saber cuánto quisimos y queremos tenerte en nuestra vida.

El 16 de julio viajamos a Chiclayo pues tú -si bien eres Trujillano- estabas esperándonos en Ferreñafe. Uno de los viajes más cargados de nervios ya que sabíamos que íbamos dos pero volvíamos tres. Nuestras maletas cargaban muchas más cosas para ti que para nosotros pues nos estábamos volviendo padres sin saber.

El miércoles 17 te conocimos. Teníamos mucha expectativa del primer encuentro o que no quieras que te carguemos o hagamos cariño pues al fin y al cabo, éramos un par de extraños para ti. Pero, superaste todas nuestras expectativas cuando no solo te dejaste cargar si no que te quedaste dormido en mis brazos como si nos conociéramos todos los 10 meses de tu corta vida. En los talleres nos habían hablado de cómo trabajar para generar el vínculo y en desarrollarlo pero lo que nunca nos dijeron es que sería amor a primera vista y que tan de pronto e inmediatamente dejamos de ser Andrés y Fiorella para ser tus papás.

El jueves 18 fuimos a verte y nos reconociste, no tienes una idea como nos movió.  El viernes 19 fue tu último día en el hogar y nuestro primer día como familia. Te fuiste tranquilo y feliz con nosotros al hotel hasta esperar la hora de nuestro vuelo a Lima. ¿Qué si te portaste bien en el avión? Digamos que sacaste 9 de 10, un pequeño amago de llanto y nada más. Tus abuelos te esperaban en el aeropuerto y fuimos juntos a nuestra casa. ¿Te asustaron los ladridos de tus tres perros? No. Nunca lloraste, los mirabas con curiosidad y creo que desde ahí sabías que serían tus grandes amigos.

Me sentí distinta la primera noche. De pronto tuve miedo, sentí la poderosa necesidad de protegerte. Han sido dos semanas y media en que nos hemos conocido cada vez más y también a esta nueva versión mía, una en la que tú eres protagonista y yo soy mejor persona para ti.

Te he esperado tanto tiempo que no puedo creer que por fin estás aquí, siento tanta gratitud por ti y porque estamos rodeados de personas que te quieren y nos quieren mucho y no hay nada más valioso que sentirse querido  y valorado en esta vida. 

Gracias hijito porque has hecho que nuestra vida sea mucho más feliz y has despertado un amor loco en nosotros que suena en nuestra cabeza como la canción de Marc Anthony…desde el día en que te conocí me enamoré de ti, en ti vi todo lo que siempre imaginé…pronunciaste mi nombre y yo supe por fin que así comenzaría un cuento que no tiene fin….

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adopción, paternidad responsable
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