Opinión

A nadie con dos dedos de frente le debería molestar que el candidato Pedro Castillo modere sus posiciones radicales y prometa aplicar un programa de izquierda que por lo menos no sea tan radical como el que aparece en su programa de gobierno.

Igual sería un desastre productivo, pero por lo menos no sería el apocalipsis económico y político que muchos tememos con razón, más aun si se tiene en cuenta la agenda filosubversiva de algunos de sus compañeros de ruta de anterior data (huelga magisterial) y de última hora.

Lo que sorprende es que quien se ofrezca de constructor de puentes (pontífice, literalmente hablando) en ese sentido, sea alguien que compitió en esta contienda electoral y lo hizo bajo una propuesta de libre mercado que disiente radicalmente de las posturas de Castillo, aún de las más moderadas.

Felizmente, los candidatos perdedores no tienen capacidad de endose alguno y mal harían Castillo o Keiko en coquetear con De Soto para embolsicarse su caudal electoral. De Soto se representa a sí mismo y sus electores ya sabrán por quién se inclinan sin que les importe qué haga o deshaga su excandidato electoral.

En su calidad de líder político, sin embargo, lo que cabía era una definición. Y ella, como parece evidente, no podía ser otra que apoyar la candidatura de Keiko Fujimori, defensora del modelo en el cual De Soto dice creer (debe recordarse que De Soto ya ha sido compañero de ruta de Keiko Fujimori en la anterior elección). Y si con ese apoyo en buena hora lograba inducir a Keiko a incorporar alguna narrativa anti establishment, tanto mejor, porque eso es lo que necesita para conquistar al electorado D y E, que disiente del modelo y ve sus beneficios como ajenos.

Pero su coqueteo con Castillo y su indefinición, son impropias de quien fuera candidato, menos aún proveniente de alguien con clara vocación ideológica, no un pragmático o un improvisado. ¿Qué puente va a construir, como no sea, quizás, aquél que le permita fungir de asesor de alto nivel gubernativo en caso cualquiera de los dos candidatos gane la elección? Mientras no acabe la campaña, De Soto está obligado a actuar con la investidura de un líder político, no puede ponerse prematuramente el sombrero de tecnócrata en busca de contrato, como, lamentablemente, parece ser su prosaico objetivo.

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De Soto

Cierre de brechas sociales, crecimiento económico y un castillo de naipes que se derrumba al primer soplido técnico. No te pierdas la videocolumna de Alexandra Ames La Caja Negra.

 

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Lima – Perú

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Economía, Elecciones 2021, Pedro Castillo

Hay un dato revelador en la última encuesta del IEP: un 58% de la población señala que se debería mantener el modelo, pero con cambios, mientras que un minoritario 33% dice que se debería cambiar totalmente. En la propia izquierda, hay un 52% que señala lo propio, que se debe mantener el modelo, pero con cambios, y en la derecha el 63%.

No estaría cayendo en saco roto el mensaje de Keiko Fujimori de defensa del modelo y su narrativa anticomunista. Claramente apunta a reforzar su núcleo duro, de derecha, centro y hasta una porción de la izquierda. Y es más fácil para Keiko decir que va a defender el modelo y le va a hacer algunos cambios que a que Castillo lo haga.

Castillo está atrapado en su lógica radical. Difícilmente va a poder salir de ella. Su propia bancada está partida en tres: los prosenderistas, los cerronistas y unos cuantos castillistas. Si se modera no solo perdería a su facción radical -que fácilmente puede dejar de votar por él y pasarse al bolsón de blancos y viciados- sino que puede resultar inverosímil y proyectar la imagen de la impostura.

No es casual que Castillo rehúya las entrevistas en set, ante periodistas calificados y acuciosos y solo decida declarar a reporteros, sin posibilidad del intercambio de preguntas y respuestas necesario y sin el tiempo debido (él mismo se encarga de cortar las entrevistas).

Nada está definido en esta elección aún. Las actitudes, más que la ideología, va a jugar un papel preponderante y ya estamos viendo que, según la propia encuesta del IEP, hay mayor facilidad de que el discurso de Keiko (si le agrega alguna dosis de anti establishment) pegue antes que el de un rígido Castillo (no tiene muchas variables de juego).

No es momento de que los castillistas celebren alborozados el triunfo ni de que los keikistas se conduelan deprimidos por los resultados de las primeras encuestas. La campaña recién comienza y no estamos ante bloques ideológicos afianzados y duros que sean imposibles de convencer de su migración.

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Keiko Fujimori, Modelo económico, Pedro Castillo

No tuvo que pasar mucho tiempo para que la Superliga se desmoronase. Ni bien pasaron algunos minutos desde su anuncio el domingo pasado, en las redes sociales se evidenció claramente un sentir mayoritario de rechazo frontal y contundente. Con un apoyo que rebasó ampliamente el campo de personalidades del ámbito futbolístico, con entrenadores y jugadores haciendo explícito su desacuerdo y, sobre todo, con la protestas articuladas afuera de los estadios de aficionados tanto del Chelsea como del Liverpool en Inglaterra, el proyecto de la Superliga desistió en cuarenta y ocho horas. De los doce poderosos equipos que formaban parte del torneo elitista de manera fundacional y vitalicia, la salida de los seis ingleses fue decisiva.

Sí, se sabe desde hace un buen tiempo que el fútbol en su conjunto atraviesa por una grave crisis estructural. Ampliamente documentados son los escándalos de corrupción en la FIFA y sus organismos. Nada más hace unas semanas se llamó la atención sobre las protestas por el Mundial de Qatar 2022. Con una serie de clubes comprometidos económicamente por el insostenible modelo de gestión  implementado por quienes ahora se presentan como sus “salvadores”,  se requieren modificaciones sustanciales. Pero lo que representa un torneo excluyente ideado bajo la codicia extrema de un grupo reducido y arbitrario de propietarios, que implica la profundización radical de las desigualdades y la concentración de la riqueza ya existentes en el fútbol europeo, y, especialmente, fundada sobre el no-reconocimiento de cuestiones elementales de este deporte, a saber, el valor del mérito y el esfuerzo en la competencia, está lejos de ser la solución.

Aún así, en sintonía con las  posturas dominantes en el espectáculo político actual, donde la prepotencia, la arrogancia y la militante incomprensión son características de los proclamados líderes, Florentino Pérez —gran abanderado de la Superliga— sostuvo que el rechazo generalizado era algo “orquestado” desde la UEFA y los directivos de las respectivas ligas nacionales. Revelando una profunda desconexión con respecto a la reacción del público, apeló a una “explicación” bastante conocida, típica de políticos que intentan desacreditar a los que se manifiestan críticamente y pretenden desconocer o simplemente negar que existen voces que se establecen en el campo del disenso.

Aunque brindó una cantidad inusual de entrevistas en escenarios favorables durante la semana, Pérez, no logró convencer ni mucho menos obtuvo la adhesión masiva del entorno futbolístico. Interpretando sus intervenciones, el periodista Ezequiel Fernández Moore apunta que “la derrota más dura lleva la cara de Florentino Pérez, presidente eternizado de Real Madrid, sin necesidad de elecciones, porque no hay rivales para su billetera, y que ofició de vocero y padre del proyecto […] Decían que la pandemia nos haría mejores. Pero, manejando un Rolls Royce por Wall Street, nunca será fácil saber cómo anda realmente el mundo. Y mucho menos esa jungla primitiva llamada fútbol.”

Y justamente, en este particular ambiente, lo irónico, encajando a la perfección, también apareció súbitamente. El mismo día que se anunciaba el lanzamiento de la SuperLiga, Real Madrid empató sin goles frente al Getafe. Un Getafe que nunca podría ser participe del torneo elitista, pero que, ilusionando a sus aficionados, dio batalla en la presente edición Europa League clasificando hasta los Octavos de Final. Asimismo, Manchester United, otro de los “clubes vitalicios” de la competición, en la misma jornada, no pudo doblegar al Leeds United y, en Italia, Atalanta derrotó por la mínima diferencia a Juventus —el otro gran impulsador— que, dicho sea de paso, esta última jornada no pasó del empate frente a la Fiorentina. De esto no pretendo extraer alguna “verdad trascendental” ni mucho menos, tan solo resaltar lo simbólico de que los mismos juegos pongan en cuestión los débiles cimientos sobre los que se establece la Superliga.

Una Superliga que, además, al atentar de manera tan profunda con las ligas locales, desconoce que “la razón por la que el fútbol resulta tan importante para tantos de nosotros apunta precisamente a la experiencia asociativa que constituye su núcleo, y al vívido sentido de comunidad que proporciona«, como afirmó el filósofo e hincha del Liverpool Simon Critchley.

Además, desconoce que otro atractivo central de este deporte reside en la posibilidad del acontecimiento. La aparición, en el juego, en el curso de la temporada, de lo radicalmente inesperado, del evento novedoso. Si se pretende despertar mayor interés por el fútbol, ¿en qué medida la repetición rutinaria de partidos por los mismos, sin riesgo alguno, como plantea este torneo, donde los “partidos excepcionales” perderán su sentido de acontecimientos por la repetición a la que se verán sometidos, puede constituir un avance? ¿en qué medida los partidos de los distintos conjuntos en ligas locales, que ya no tendrán ese interés particular debido a la clausura de posibilidades de acceso a instancias superiores, pueden representar algo atractivo?

En realidad, este intento, que por ahora ha fallado, de “salvación del fútbol” mediante un proyecto “secesionista”, se adecua a la postura que han adoptado las “élites oscurantistas” con respecto al cambio climático identificadas por Bruno Latour: “Las élites han estado tan persuadidas de que no habría vida futura para todo el mundo que decidieron desembarazarse, lo más rápido posible, de todos los lastres de la solidaridad: he ahí la desregulación. Que había que construir una especie de fortaleza dorada para el pequeño porcentaje que lograría estar a salvo: he ahí la explosión de las desigualdades. Y que, para disimular el egoísmo craso de esa fuga del mundo común, había que rechazar de plano su motivación original: he ahí la negación del cambio climático”.

Como hemos señalado, lo que sí ha logrado este fallida aventura es llamar la atención sobre la imperiosa necesidad de cambios en la organización del fútbol. Pero no hay un único camino. No existe, como han insistido los voceros de la Superliga, una sola alternativa. En principio, como señala el periodista David Jiménez en The New York Times, “clubes y organismos internacionales deberán ahora sentarse a negociar la futura competición europea y un nuevo modelo de reparto de beneficios. Esas conversaciones deberían ir encaminadas hacia una revolución ordenada del fútbol. La imposición de topes salariales en los clubes, una mayor regulación del mercado de fichajes y un regreso a parámetros económicos razonables son asuntos urgentes.” Reconocer la existencia de otras opciones que se abren  para otro futuro, sin perder de vista lo que constituye la esencia de este deporte y su dimensión social.  Sin cancelar la posibilidad de la emergencia de lo impredecible y, en definitiva, lo que mantiene vivo el vínculo emotivo de los aficionados con sus equipos.

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Fifa, Fútbol, liga, Superliga

Después de esta primera semana de campaña electoral ya tenemos el primer punto de partida. Pero consideramos que es apresurado sacar conclusiones sobre un potencial ganador o ganadora. Lo que no es apresurado sino más bien urgente es conocer cómo podemos generar la obligación de los candidatos a establecer compromisos sobre sus propias acciones. 

Ha sido una semana de encuestas, de inicios de giras, de entrevistas, de destapes sobre Cerron y Castillo (ninguno sobre Fujimori y creo que no tendremos ninguno en seis semanas más). De todo un poco. Aunque para ser sinceros, lo que no se define esta semana es la composición final del Congreso. Esperaremos lo que pasa con ello para el análisis respectivo.

Después de ver los números, incluyendo los de Idice como ejercicio lúdico, lo central es que Castillo bordea el 40% de intención de voto y Fujimori el 20%. Suben y bajan pero por ahí van.

Lo siguiente que hay que decir es que no hay grandes movimientos con respecto a la primeras vuelta. Los candidatos ganadores mantienen el 90% de su discurso. Pero la percepción de las personas para justificar su voto por uno u otra sí tiene elementos que valen la pena mirar, de acuerdo con la encuesta del IEP. Se presenta esa porque además es la única con una respuesta espontánea, sin mostrar una tarjeta que influencia su voto:

Si bien es cierto que ambos candidatos tienen una mayor explicación por el “anti” hay diferencias notables. Hay una explicación sectorial relevante del voto por Perú Libre y una explicación de “defensa del modelo” -economía y democracia- y el recuerdo del padre en el voto de Fuerza Popular. Si uno lee el cuadro, es evidente que a Castillo le adjudican un mejor plan de gobierno (¿?) en sectores clave, mientras que a Fujimori la sienten como una alternativa, pero con menor entusiasmo. Es bien claro que en el lado de lo programático, se siente un mayor peso de Castillo. Entonces, punto de partida, Castillo ya tiene una identidad y Fujimori tiene una asignación “anti”. Sacar a Castillo de esa identidad es una tarea muy difícil.

Menos cuando lo que se hace es el “terruqueo”. Observen las respuestas. Nadie hace una referencia explícita a SL. A una lógica de izquierda y comunista, sí. Pero no al terrorismo. Por más portadas que se hagan a diario, y centrar los argumentos anti Castillo hacia esa zona peligrosa, la opinión pública no está reconociendo esa relación de manera espontánea. Mucho menos el vínculo con Venezuela o Bolivia, que fue el centro del ataque de Fujimori en esta semana.

La precariedad de la representación seguirá siendo el sanbenito de las elecciones del bicentenario. El 37% hoy opta por la opción “ninguno”, ya sea viciando, votando en blanco o aún no sabiendo por quién hacerlo. Esa opción pelea el primer lugar hoy y le ha sacado una buena ventaja a la candidata Fujimori. Mantiene la proporción de las semanas previas a la primera vuelta, pero hay un giro en los indecisos relevante, se vuelven más limeños, más masculinos, aunque siguen siendo mayoritariamente de NSE muy bajos.

Frente a eso, voces sensatas señalan que la acción ciudadana debe exigir garantías a los candidatos y estos deben ofrecerlas. Desde este humilde rincón somos escépticos de lo etéreo de esa acción que no tiene hoy el espacio del ejercicio para poder hacerse realidad. Queda en la cancha de los candidatos hacerlo y no parece que estén muy dispuestos a hacerlo. Llama la atención que los “compromisos” que antes Fujimori firmaba con tanta soltura, hoy no aparezcan en ninguna parte de su discurso. Menos en el de Castillo que desde arriba de las preferencias va a esperar a ver qué necesita hacer o decir según se vaya moviendo su rival.

Por ello, en ese escenario y también en función de lo que se expresan en la diferentes mediciones, proponemos algunos puntos de compromiso que podrían generar un poco más de confianza para que los candidatos tengan candados. Van a sonar quizás ingenuos, pero que sirvan para empezar a discutirlos en serio:

  1. Gabinetes nombrados. Los candidatos se muestran seguros de lo que van a hacer desde el 29 de julio. Ya lo tienen “todo listo”. Si es así, que comprometan a su primer gabinete. Que haya “nombramientos” al menos de los ministerios clave. Que el Premier sea conocido y forme parte integral de la campaña. Que se tangibilice así el estilo de gobierno y la capacidad de convocatoria que tendrá una u otra opción. Que el futuro o futura Primer Ministro se someta también al escudriñamiento público. Porque ya tienen idea de a quiénes van a nombrar, ¿o no?
  1. Renuncias. Renunciar al protagonismo en el Congreso. A la presidencia de comisiones clave. No presidir presupuesto. No presidir fiscalización. No presidir economía. Renunciar a la privacidad de lo público. Toda la agenda presidencial y ministerial debe ser transparente, conocida y auditada. Renunciar a los secretos bancarios y de comunicaciones. Renunciar.
  1. 21 acciones concretas generales y sectoriales para los primeros 100 días. Con control del Congreso, de auditores y de la opinión pública. Que especifiquen hoy cuáles son, su presupuesto, sus responsables y su forma de ejecución. Es muy importante conocer el shock de propuestas que los candidatos tendrán para ejecutar en el inicio de sus gobiernos.
  1. Atención específica de la pandemia. Que nada distraiga de ese objetivo. Ordenada en siguientes puntos: médico, sanitario, económico y social. Con criterios de impacto y de realidad.
  1. Nombrar una comisión de seguimiento de promesas electorales. Formada desde luego por miembros de la oposición y “notables”. Pero que sea tangible que habrá explicación y detalle de lo que se hace. Que además tenga exposición mediática y un vínculo al Congreso que ayude a su función fiscalizadora. Pero que no nos hagan de nuevo el perro muerto habitual. Si los elegimos por algo, que hagan ese “algo”.
  1. Accountability. Propuesta de rendición de cuentas. Obligatoria y comunicada a la opinión pública. Con formatos claros y simples. Que se sepa y conozca lo que se está haciendo, cómo se está haciendo y para qué se está haciendo.

Estas seis medidas pueden ser un punto de partida real y concreto. Seguramente caerán en saco roto. Pero desde esta posición ciudadana las ofrecemos de buena fe.

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Encuestas, IEP

La diferencia de intención de voto que muestra la encuesta del IEP en La República (41.5% versus 21.5%) -casi el doble- parece indicar que la elección ya estuviera ganada por el candidato de Perú Libre. Hay, sin embargo, tela por cortar y trecho por desbrozar. Cabe analizar la difícil estrategia que deberá realizar Keiko para remontar. Tendrá que ser una estrategia segmentada, multiverso e intensiva.

Derecha.- Primero va a tener que convencer a la propia derecha. Si uno, a priori, sumaba las votaciones en primera vuelta de la propia Keiko (10.9%), López Aliaga (9.56%), De Soto (9.4%), Acuña 4.9%), Forsyth (4.6%) y Beingolea (1.6%), la candidata de Fuerza Popular tendría que haber empezado la segunda vuelta con 40.96%. Pero según la propia encuesta, se ve cómo, por ejemplo, un 23.6% de los votantes de López Aliaga y un 18.3% de los de De Soto se han ido con Castillo en la segunda vuelta. En este segmento tendría la labor de cosecha aparentemente más fácil o propicia, pero hay trabajo por hacer.

Antifujimoristas.- según el IEP, hay un 21.2% de blancos/nulos y un 13.5% de indecisos. Allí anida el gran bolsón de centro y derecha antifujimorista y antikeikista (ella se ha ganado a pulso su propio antivoto por su deleznable actuación política de los últimos cinco años) al que Keiko va a tener que convencer con algo más potente que la sola invocación anticomunista que ha elegido como narrativa de inicio de campaña (suponemos, claro está, que es solo el primer paso de una estrategia más compleja). Gestos, anuncios, endoses más eficaces que los de Vargas Llosa, nombramientos anticipados, etc.

Anti establishment.- la gruesa mayoría del electorado y que cruza no solo todos los sectores sociales (hay un 26.5% del AB que votará por Castillo), sino también edades y regiones. Es el sector molesto con lo que identifica como “modelo económico”, al que se ha sumado desgraciadamente el bolsón de empobrecidos por la recesión pandémica, y al que solo se le puede conquistar con un discurso crítico de las enormes falencias de lo que hemos vivido los últimos veinticinco años. Keiko tendría argumentos para hacerlo. Pasa, por lo pronto, por recuperar en seis semanas el talante antiestablishment connatural al fujimorismo auroral que ella dice querer rescatar. Pero este es su nicho más refractario porque es un votante que tendría que robarle a su contendor, quien ya lo tiene consigo.

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Elecciones 2021, Keiko, Keiko Fujimori

“Vieja y mojigata Lima, devaluada bella durmiente siempre de espaldas al país ¿ya te diste cuenta de que Pedro Castillo es el outsider de esta elección y que probablemente será tu próximo Alberto Fujimori aunque sabe Dios bajo qué premisas?” 

 

El Epígrafe Sarcástico de esta nota lo posteé el 4 de abril, Pedro Castillo recién asomaba la cabeza y nadie daba ni medio por él. De hecho, me dijeron que el profesor tacabambino jamás llegaría a la segunda vuelta pero llegó. 31 años atrás, inmersos en la mayor crisis de la historia del Perú, las cosas estaban mucho más claras para los peruanos, al menos eso creíamos, pero no entendimos que entonces, en 1990, hablar de los peruanos no era lo mismo aquí que allá. Ahora tampoco lo es.

Un par de días después de la segunda vuelta escuché a Lourdes Flores hacer pésimas matemáticas en un audio, para obtener como resultado que los peruanos de acá eran más que los de allá, por lo que Keiko era fija para la segunda vuelta. Yo pensé, mas bien, que la bola de nieve de Castillo recién se había echado a andar y que se trataba más de multiplicar que de sumar, hasta que finalmente culmine su imparable recorrido. Mencioné que estas elecciones, como tantas otras en el Perú, serían más sociales, o socioculturales, que ideológicas.

Es que a la mayoría de peruanos eso del modelo económico les importa un comino, lo mismo que el enfoque de género o los derechos LGTBI. Yo los defiendo, como no, pero las masas secularmente postergadas buscan alguien que las mire, que las reconozca, que las humanice. Lo que quieren es precisamente al Estado, a sus servicios, a la educación, a la salud y el trabajo, y algo muy importante, a la reivindicación de su cultura pero en sus términos.  

Podría funcionar en otro lugar, pero en un país con identidad propia, cuya historia de postergación se remonta cinco siglos atrás, la revolución, la izquierda y hasta la democracia solo pueden entenderse desde sus raíces. Lo dijo tan claramente Hugo Neira: pensamos que ser república -ha señalado el intelectual abancaíno- consistía en dejar de tener un rey, y que el debate republicano lo habían zanjado Jefferson, Hamilton, Rousseau y Voltaire; y por la flojera de no pensar nuestra patria desde sus costumbres fabricamos tiranos a repetición que conducen reiteradamente a Tartarias y Satrapías (parafraseo). Hoy sucede exactamente lo mismo y por eso tenemos que escoger entre dos proyectos autoritarios, uno corrupto y el otro peruano, o pensado desde una peruanidad que se siente secularmente postergada. 

Cuando indiqué que la bola de nieve no había dejado aún de rodar, señalé también que la palabra la tenía el Perú informal, el que desciende del serrano. Aquel no ha detectado aún a Pedro Castillo, pero, si lo integra a su narrativa como lo han hecho ya todas las regiones andinas del Perú, entonces no habrá quien pare al profesor del lapicito. Y vendrán la desesperación y el terruqueo, que fue lo que hicieron con el “chino Fujimori” en 1990, cuando la Lima del “Palais Concert” comprendió que ni con todo el dinero de Confiep podría vencer al outsider japonés, y que hoy sueña con su heredera en Palacio. 

La primera encuesta de Ipsos, le da a Pedro Castillo 9 puntos sobre Keiko Fujimori ¿tan terruco será el profesor? ¿o ha llegado el momento de dialogar y estrechar puentes? Quizá sea llegada la hora de pensar y hacer realidad el desarrollo, esa palabra maldita que tanta flojera y ojeriza le produce a nuestras élites económica y política, tan fácil que ha resultado vivir del Estado, desde hace un Bicentenario.      

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Alberto Fujimori, Pedro Castillo

La mejor manera de conmemorar el Día del Libro en los EEUU fue sin lugar a duda la realización de la Primera Feria Internacional del Libro Latino y Latinoamericano (FILLT 2021) que ofreció Tufts University, en Boston, bajo la iniciativa del poeta e investigador peruano José Antonio Mazzotti y el apoyo del Departamento de Lenguas Románicas bajo el liderazgo del novelista Pedro Ángel Palou. Se inició el jueves 22 de abril y concluyó ayer, sábado 24, con un total de diecinueve horas de transmisión y la participación de cerca de cincuenta escritores, editores y académicos de alto nivel. Realmente fue una forma maravillosa de reencontrarnos en pantalla con muchos de nuestros colegas literatos, ya que por casi dos años no nos habíamos podido juntar por la pandemia que estamos enfrentando. (Ya pueden verse las grabaciones en la página de Facebook y de Youtube de la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana).

Durante estos tres últimos días hemos podido respirar y nutrirnos de una variedad increíble de presentaciones, exposiciones, conversatorios y un simposio dedicado al “Inca Garcilaso de la Vega y el Bicentenario”. Asimismo, hemos presenciado la lectura de muchos escritores latinos que viven en los EEUU y otros que siguen habitando en nuestra querida Latinoamérica.

En el simposio sobre “El Inca Garcilaso y el Bicentenario” pudimos apreciar las múltiples facetas de nuestro gran historiador mestizo, que fue también traductor y soldado, desde distintos y novedosos ángulos. Figuras como Bernard Lavallé, Mercedes López-Baralt, Raquel Chang-Rodríguez, Ramón Mujica Pinilla y otros de renombre internacional nos regalaron su erudición y originales planteamientos. Creo que uno de los temas más relevantes sobre el Inca es el que mencionó Mazzotti sobre su actualidad al plantear “el bien común” como premisa fundamental del ejercicio político (al priorizar a los más vulnerables desde el cuidado estatal y no maltratar la naturaleza), la migración (que sufren a menudo millones de peruanos) y el bilingüismo (cuyo incentivo permitiría una mejor comprensión de las realidades heterogéneas de nuestro país). 

Estoy segura de que hoy en día, bajo las circunstancias que padece el Perú, el Inca Garcilaso hubiera estado definitivamente del lado del cambio político por muchas razones. Una de las principales es que como buen renacentista y humanista, pero de claras raíces andinas, no descalificaría nunca a una persona por venir de ámbito rural y por el uso de su castellano regional. Es el caso, por ejemplo, del candidato Pedro Castillo. Y es que en todos estos años hemos vivido una dictadura solapa de la derecha criolla, heredera corrupta de la colonia, teniendo como resultado un Perú zombi, donde la gente muere aun teniendo plata. ¿Por qué? Por la discriminación, el racismo y la carencia de hospitales y de educación, abandonados por el afán de lucro y la poca visión de nuestros gobernantes de los últimos treinta años. 

El Inca Garcilaso hubiera abogado por un estado benefactor, pero altamente eficiente. Demostró una y otra vez que sus parientes maternos lograron resolver el problema del hambre y la desocupación. Y sin duda, en el contexto actual, que no hubieran esperado ingenuamente que el “chorreo” neoliberal resolviera sus problemas.

No es que estemos planteando un regreso (imposible, además) al Tahuantinsuyo. Solo un despistado podría pensar en eso. Sin embargo, hay mucho que aprender de las soluciones que los antiguos peruanos y los hombres y mujeres andinos de hoy son capaces de crear para salir adelante, priorizando el cuidado de toda la comunidad del país. Y para eso se necesita aceptar que existe una mayoría a la que –ya es hora– le toca hacerse cargo de su propio destino. Hay riesgo, sin duda, pero el riesgo es mejor que el abismo en que ya nos encontramos.

Busquemos un Perú mejor, moderno, pero con más conciencia histórica, no solo para que una minoría egoísta se abastezca de dinero, enfangándonos a todos en el individualismo, sino para que, como nación, y asumiendo nuestras diferencias, podamos recibir con auténtico orgullo nuestro maltrecho y manoseado Bicentenario. 

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feria del libro, Inca Garcilaso, Pedro Castillo

Vivo en un pueblito agrícola de Alemania con un poco más de 300 habitantes, en medio del campo. La principal actividad económica es el cultivo de uvas para producir vinos de buena calidad. Pero también se cultiva papas, zanahorias, nabos, lechugas, coles, coliflor, brócoli, espárragos, remolacha azucarera, trigo, maíz y girasoles, además de manzanas, peras, membrillos, ciruelas, zarzamoras e higos. Los campos de cultivo empiezan a 50 metros de mi casa y rodean al pueblo por todos sus confines.

En el pueblo mismo no hay muchos negocios: cinco fabricantes de vino —dos de ellos incluidos en los prestigiosos catálogos vinícolas Gault&Millau y VINUM de Alemania—, una casa de huéspedes con un minúsculo restaurante que ofrece gastronomía local, un taller de mecánica automotriz, un anticuario, un experto en jardinería y un corredor de seguros.

La gente es sencilla, amante de sus tradiciones gastronómicas y festivas. Muchos, sobre todo quienes han nacido y crecido en el pueblo, hablan un dialecto de difícil comprensión para quienes sólo manejan el idioma alemán oficial, con un acento peculiar que los identifica como oriundos de esta región, el Palatinado. Incluso hay entre ellos quienes entienden el alemán, pero no lo hablan, como si se tratara de una lengua extranjera.

Además de la calle principal que atraviesa el pueblo, hay sólo ocho calles más, todas asfaltadas.

Hay agua corriente, luz, gas e Internet, que ha mejorado desde que yo llegué aquí en 2013 desde 1 MBPS hasta los 1000 MBPS que serán posibles cuando este año se instale conexiones de fibra de vidrio hasta los domicilios, aunque quien desee opciones más económicas puede optar por planes de 200 MPBS o 400 MBPS.

En fin, un pueblito rural del país profundo, pero no olvidado, como suele ocurrir con los pueblos de provincias en el Perú.

Pero no siempre fue así. Por los testimonios de las personas octogenarias en el asilo de ancianos donde trabajo, he sabido que aquellos que habían vivido en pueblos en sus años jóvenes no tenían ni agua, ni luz, ni gas. El agua había que sacarla de pozos. En las noches se prendían velas o lamparines de petróleo. Se cocinaba con leña. Las verduras, cereales y frutas se compraban en el mercado local o se cultivaban en huertas propias. Carne se comía sólo los domingos. La gente tenía sus gallinas y sus cerdos, a veces también gansos una que otra vaca, y elaboraba los embutidos y jamones de manera casera. Se utilizaban técnicas tradicionales para elaborar conservas de verduras y frutas, que eran almacenadas en el sótano junto con las papas. La letrina era una cabina con un hueco en el suelo, separada de la casa, y los excrementos se utilizaban como abono en el campo. El trasero se lo limpiaban con papel periódico. Sólo podían bañarse una vez a la semana, generalmente el sábado en familia, porque el agua no alcanzaba para más. Y, sobre todo, se trabajaba duro desde el amanecer hasta el atardecer.

Y así fue más o menos hasta los años 50, cuando el milagro económico alemán fue convirtiendo a Alemania en un país desarrollado. Esto fue posible gracias a una auténtica economía social de mercado —no sólo de nombre, como figura en la constitución peruana del 93—, donde el desarrollo económico va íntimamente unido al desarrollo social. Una economía de mercado donde los agentes económicos tienen que garantizar el bienestar de los trabajadores; donde hay sindicatos fuertes que tienen representantes en los directorios de las grandes empresas y le hacen contrapeso al poder de los empresarios; donde las políticas del Estado impiden que se formen monopolios; donde el sustento, la vivienda y la salud deben estar al alcance de quienes reciben un sueldo o salario; donde el Estado interviene con subsidios cuando hay quienes caen por debajo del nivel de subsistencia; donde el Estado interviene regulando el mercado, sin afectar las ley de la oferta y la demanda ni la competitividad, para corregir las tendencias que ocasionan desigualdades extremas que generen conflictos sociales. Y donde hay una preocupación por el desarrollo sostenible hasta del último pueblo de provincia.

Sólo en épocas de crisis ha surgido en Alemania la tentación de los gobiernos extremistas y totalitarios. El hambre y la situación de caos que hubo a fines de la Primera Guerra Mundial, con la consiguiente abdicación y huida del káiser Guillermo II, gatillaron una revolución comunista a ejemplo de la Revolución Rusa, que fue sofocada violentamente por fuerzas de derecha y culminó con los asesinatos de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg. El otro momento fue la crisis económica de los años 20 y el fracaso de la República de Weimar, que ocasionaron la subida al poder de Adolf Hitler en 1933.

Pero desde los 50 casi no habido en el campo la tentación de votar por partidos extremistas, sino que el péndulo se ha movido continuamente entre los demócratacristianos y los socialdemócratas. Porque lo básico y esencial también está garantizado en el campo, no sólo en la ciudad. E incluso hay en Alemania quienes prefieren vivir en el campo —por ser más económico— y trabajar en la ciudad. Porque —también hay decirlo— el transporte público está entre los mejores del mundo y las comunicaciones viales son buenas, pudiéndose llegar a cualquier lugar con vehículo propio.

Si en el Perú de las últimas décadas las autoridades —desde el presidente hasta los alcaldes locales— se hubieran preocupado efectivamente por el desarrollo de los pueblos de provincia, sin dilapidar los recursos en la corrupción, no tendríamos al campo dispuesto a elegir una opción política extremista, que conlleva grandes riesgos para el futuro del país. Una opción que ha recogido el clamor del campo y de las zonas empobrecidas de las grandes ciudades, que promete el gran cambio que con justicia anhela la población olvidada y desfavorecida, y que probablemente salga victoriosa en las próximas elecciones ante una opción que garantiza la continuidad de lo mismo de siempre, con sus fuertes dosis de corrupción, impunidad e injusticia.

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Campo, Voto
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