Opinión

Nuestra literatura en castellano es una de las más ricas del continente y de la lengua en general, pero es, por gloriosa añadidura, una literatura que está acompañada de por lo menos otras 48 tradiciones en lenguas originarias, lo que hace del Perú un país de una lite-diversidad verdaderamente envidiable.

Esta semana se realiza el Simposio Internacional “La Literatura peruana hacia el Bicentenario” los días lunes 12 y martes 13 de julio, confirmando que nuestros mejores críticos y gestores culturales tienen en cuenta el principio básico de la lite-diversidad y lo llevan a las más altas esferas académicas para irradiarlo desde allí a todo el mundo.

El evento está organizado por la Asociación Internacional de Peruanistas, la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Tufts University y el Consulado del Perú en Boston. Asimismo, el vigoroso proyecto de “La Huaca es Poesía”, presidido por el poeta Rafael Hidalgo, estará auspiciando el evento para que así pueda tener mayor difusión.

Definitivamente, una de las grandes posibilidades que ha fomentado la pandemia es el don de la ubicuidad a través de la comunicación virtual. Por eso, escritores y estudiosos de temas peruanos se reunirán en esta gran fiesta literaria para comentar sobre algunos de los puntos claves en las distintas tradiciones de nuestro país. Resulta muy emocionante tener a intelectuales tan importantes comentando sus propias obras o haciendo análisis de proyectos que se han dado recientemente.

Estarán el novelista Eduardo González Viaña, quien dará la charla inaugural y presentará su nueva novela ¡Kutimuy, Garcilaso!; sobre nuestro paradigmático Inca Garcilaso de la Vega; también estudiosos como Eva Valero, Ethel Barja y esta servidora, que hablaremos del aporte de las mujeres a nuestra literatura desde la Independencia en adelante. Del mismo modo, el poeta y antropólogo Pedro Favarón se referirá a las tradiciones andinas y amazónicas, mientras que Mónica Carrillo, directora de LUNDU, nos ilustrará sobre la tradición literaria afroperuana, y el destacado crítico Juan Zevallos Aguilar abordará el nutrido espectro de los narradores peruanos en los Estados Unidos, en lo que se ha llamado “el Quinto Suyo” de nuestra literatura. Basta recordar que ya son cientos de escritores peruanos en el extranjero, principalmente en los Estados Unidos, lo cual refleja que nuestras fronteras culturales se han ampliado enormemente en las últimas décadas y terminan cambiando el rostro de nuestra producción, haciéndola más interesante.

Otros aportes son los de José Antonio Mazzotti, quien preside una mesa redonda sobre José María Arguedas con Luis Millones y Carmen María Pinilla, dos de las autoridades sobre el gran autor de Los ríos profundos; y Paolo de Lima, que comentará sobre su reciente colección de ensayos Golpe, furia Perú. Poesía y nación, junto con la crítica marroquí Amal Ait Nani y la estudiosa chilena Andrea Echeverría.

Desde ya los invitamos a disfrutar de estos dos días cargados de mucha información y energía que los animarán a releer a nuestros autores y a reflexionar sobre temas importantes en nuestra vida en camino al Bicentenario.

El enlace al programa completo puede encontrarse aquí:

https://asociacioninternacionaldeperuanistas.blogspot.com/2021/06/simposio-internacional-la-literatura.html

¡Viva el Perú! ¡Y viva su lite-diversidad!

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lite-diversidad, Literatura peruana

A propósito del día internacional del orgullo LGTB celebrado el pasado 28 de junio, me involucré con una frase dolorosa que leí en las redes sociales: “El mundo no habla de mí”. Automáticamente se me presentó un concepto que se viene repitiendo hasta el cansancio, quizás sin comprender su implicancia en la creación de un mundo más inclusivo, y decidí escribir sobre su importancia en el proceso de hacer cine desobedeciendo al régimen patriarcal. Me refiero a la “empatía”, aquella que se hace notar cuando nos enfrentamos a contextos de lucha y dolor, a experiencias límite que nos animan a luchar por el cambio. Las corrientes feministas, más aún la cuarta ola, han incentivado a hacer cine desde otro lugar, desde la lucha por poner en escena los discursos que son socialmente rechazados hasta eliminar pensamientos como “usted todavía no tiene permiso para hablar”. Se puede notar una clara transformación en la deconstrucción del lenguaje del cine latinoamericano, desde su des aprendizaje hasta su redescubrimiento, así como también una ruptura de los límites de los géneros cinematográficos. En este sentido, el análisis de los estereotipos que proviene de la teoría feminista ha influenciado a que se inauguren festivales como “Asterisco”, el festival internacional de cine LGBTIQ fundado en Argentina que convocó a Albertina Carri como su directora.

Somos un continente que a lo largo de su historia ha vivido sometido y nuestro cine es un espejo de esta realidad. Un cine basado en un régimen de representación patriarcal influido por los discursos hegemónicos que hoy quiere hacerse cargo e ir en contra de las formas tradicionalmente aceptadas. El descubrir los tiempos propios es una de las principales características del nuevo cine de resistencia que está disconforme y quiere hablar. Pero este cine no solo se caracteriza por su evolución en los estereotipos de género, sino que, cabe mencionar, opera distinto a cualquier otro formato de producción. Es usual compararlo al formato de cine europeo, pero en realidad este último se asemeja mucho más al sistema de producción de estudios por contar con presupuestos mucho más elevados. En este sentido, nuestro proyecto de descubrimiento es único y con narrativas distintas, por lo que debería de ser tratado como tal, con una ampliación del lenguaje que reivindica al cine como experiencia libre y colectiva y como un espacio que prohíbe la invisibilidad.

Mubi, plataforma de streaming de cine independiente, cuenta con un podcast gratuito en Spotify llamado “Encuentros”. Esta semana se inauguró una conversación muy interesante y enriquecedora entre la ya mencionada Albertina Carri y Camila José Donoso, directora chilena, donde discuten sobre la urgencia de eliminar las jerarquías piramidales entre los que están detrás y delante de la escena. La lucha feminista ha despertado en ellas un cuestionamiento transgresor que ha influenciado profundamente en sus procesos de producción y en las narrativas de sus películas.

Por un lado, Camila Donoso es directora del proyecto “Transfrontera”, el cual busca liberar el proceso creativo del cine de los modos de producción industriales tradicionales. Ella cuenta que su forma de hacer cine va en contra de todo lo que le enseñaron en la universidad. Camila nos habla del concepto de “transficción”, el cual borra los límites entre el documental y la ficción. Su película “Casa Roshell” estrenada en Berlinale en el 2017, fue rodada como una experiencia comunitaria en la que existe el juego de hacer una película, pero también la retroalimentación de escribir la historia en conjunto con sus personajes, de habitarla colectivamente eliminando cualquier jerarquía y conservadurismo y estableciendo una relación horizontal. Un dato curioso es que fue grabada en tan solo 6 días, caso muy poco probable en las producciones occidentales.

Albertina Carri, por su parte, directora del festival Asterisco, se mantiene fiel al compromiso por la diversidad sexual y sostiene que las películas deben de explorar más con la cámara para descubrir narrativas y reflexiones propias. Una de mis películas favoritas de Carri es “Los rubios”, una obra maestra que habla sobre la mutabilidad de la memoria, sobre la cuestión de eliminar su dimensión monumental. Por muchos años hemos creído en el papel “poderoso” del monumento, en este caso hablamos del cine como tal, y como puede recordar por nosotros. En “Los Rubios” ocurre lo contrario, la memoria actúa contra-monumento, se resiste a su propia razón de ser y a su obligación de contar la historia. De esta manera, la película le devuelve al espectador esta carga y es así como amplía un lenguaje que antes no podía revelarse.

Pero esta nueva ola feminista, la corriente de cine LGTB, y otros movimientos que buscan eliminar las fronteras conservadoras, también llegaron al “Mainstream”, donde ya no solo se hace una denuncia a la violencia sexual, sino que se habla, por ejemplo, de identidades más fluidas, como en el caso de la serie “Euphoria”, una representación sin censuras de la generación Z, que así como en “Los Rubios” no explota la nostalgia por el pasado, sino que mira directamente al presente. Por otro lado, se encuentra una serie magnífica “Big Little Lies”, protagonizada por Reese Witherspoon y Nicole Kidman. Se trata de un pacto de solidaridad entre mujeres de 50 años aparentemente perfectas que tienen un papel muy definido en la ficción. Sus roles están muy asociados a los arquetipos clásicos de mujer, pero, con el transcurso de los episodios se observa cómo se alejan del rol tradicional establecido y nos muestran matices más complejos de sus personajes. Este hecho me lleva a la conclusión de que no se trata solo de discursos de sufrimiento, sino que es mucho más complicado y complejo.

El mensaje feminista se propuso llegar a todo sitio y lo está logrando. El feminismo Mainstream se ha llenado de protagonistas empoderadas hasta tal punto que puede ser problemático por los contextos donde se hace esta enunciación. Todas estas producciones se realizan desde los modelos capitalistas. Entonces me pregunto, hasta qué punto estas historias siguen siendo parte de la cuarta ola feminista si se siguen ejecutando dentro del paradigma de producciones que están bajo el modelo mercantilista. El rol de la mujer en el cine debe de venir desde detrás de la escena, desde la intención de la mujer creadora en la industria audiovisual. Series como “Gambito de dama”, “Poco Ortodoxa” o “El cuento de la criada” forman parte de esta corriente feminista del Mainstream en donde la protagonista es una mujer heroína y no es indicativo que el mensaje tenga que ser subversivo. En estos casos la intención si bien es reivindicar el rol de la mujer frente al régimen de representación patriarcal, también es divertir y entretener, por lo que dentro de la agenda Mainstream a pesar de que se usen los códigos cinematográficos de toda la vida, se reformula la tradicional figura del héroe, que hoy por hoy es inclusiva y colectiva.

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Camila José Donoso, feminismo

Resulta políticamente imperativo que el presidente electo, Pedro Castillo, dé a conocer a la opinión pública su postura global sobre el proceso electoral (tan cuestionado por la derecha recalcitrante), sobre Vladimir Cerrón y Los dinámicos del centro, sobre Pedro Francke y su eventual moderación económica, sobre la peregrina tesis de la Asamblea Constituyente y sobre cómo piensa llevarla a cabo, etc.

No basta con que se reúna ordinariamente y trascienda algo de lo que en esas reuniones se discute, no basta con sus tuits esporádicos o con las declaraciones de algunos voceros, por más autorizados o calificados que sean.

El panorama económico se le muestra propicio. No solo por los precios de las materias primas sino por el boom exportador a los Estados Unidos debido al incremento arancelario que Washington ha aplicado a las importaciones chinas. Si se maneja con sensatez, puede mostrar pronto cifras positivas en recaudación fiscal, volumen de exportaciones, crecimiento del PBI, disminución de la pobreza, etc.

Su problema radica en la parte política y en la incertidumbre que existe respecto de cuáles serán sus postulados institucionales, políticos y económicos. Se enfrenta y enfrentará a una recia deslegitimación interna y externa, llevada a extremos internacionales obtusos por Mario Vargas Llosa y sus satélites.

La pasividad que viene mostrando solo contribuye a tornarlo más precario y débil. La mayoría del país que votó por él debe estar en estos momentos desconcertada, desmovilizada, incipientemente hasta desilusionada porque su líder se esconde, no da entrevistas, no da conferencias de prensa, no se somete a interrogatorios acuciosos, no se pronuncia sobre la coyuntura.

Ya sabemos que Castillo no es un líder carismático ni potente. Eso, probablemente, no va a cambiar por más influjo que ejerza sobre él el poder, pero lo que no puede permitir es que se generan vacíos políticos a su alrededor. De buena fe, hay muchos que no votamos por él que deseamos que le vaya bien, que entienda la racionalidad y pragmatismo que exige su situación congresal y social y logre consolidar una propuesta de centroizquierda viable y potable. Pero su ausencia absoluta lo único que hace es abonar en el terreno de la duda sobre sus reales capacidades gubernativas y fortalece los peores augurios.

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Asamblea Constituyente, Mario Vargas Llosa, Pedro Castillo

Tres días de exequias en Italia, sentidos adioses de famosos colegas (Julio Iglesias, Raphael, Laura Pausini) y un inusitado homenaje durante una de las semifinales de la Eurocopa 2020 son solo tres botones de muestra de la imborrable huella que dejó la cantante, actriz y conductora de televisión Rafaella Carrà (Bologna, 1943), fallecida el martes de la semana pasada, a los 78 años. En la previa del partido Italia vs. España (su país natal y su segunda patria), el calentamiento de ambos equipos tuvo como música de fondo el tema A far l’amore comincia tu, más conocida entre nosotros por su versión en español, En el amor todo es empezar. En cuanto al funeral, se llevó a cabo el viernes en la iglesia Santa Maria de Ara Coeli de Roma, donde tuvo su última residencia. El anuncio de su muerte lo hizo el coreógrafo Sergio Japino, quien fuera su segunda pareja y cercano colaborador hasta sus últimos días. La causa: un fulminante cáncer al pulmón que venía padeciendo, en secreto, desde hace algún tiempo.

Reconocida por sus letras desenfadadas, su estampa de gimnasta y esa enérgica forma de sacudir la cabeza, con aquel flamígero cabello entre rubio y platinado, con cerquillo beatlesco, Raffaella Maria Roberta Pelloni (su verdadero nombre) fue el prototipo de ese, a veces incomprensible y, otras veces, terriblemente mal usado concepto de «vedette». Pero además de las coreografías de vaudeville y el elenco de bailarines siempre dispuesto a cargarla hasta seis veces por canción, su discurso artístico fue una abierta confrontación con la cucufatería de su tiempo.

Y, aunque actualmente su propuesta, vista en bloque, no sea capaz de moverle el piso a nadie si la comparamos con el vulgar libertinaje de las «divas» de hoy (por momentos luce hasta infantil e inofensiva), no puede negarse su naturaleza pionera en esto de sacarle la lengua a los convencionalismos y romper el molde de la cantante/actriz sufrida y dependiente. Recordando cómo mi madre, una sencilla y conservadora ama de casa que había nacido dos años después que ella, disfrutaba de sus canciones, cuando estas eran moneda corriente en radio y televisión, y cuánto admiraba -sin decirlo- esa actitud liberada y suelta de huesos frente a la sociedad, puedo imaginar fácilmente el profundo impacto que tuvo Rafaella Carrà en toda su generación y en las posteriores.

Aunque su formación artística comenzó a través del ballet y el cine -estudió danza y actuó en varias películas italianas épicas sobre hechos religiosos y leyendas de civilizaciones antiguas (Roma, Grecia) durante los años sesenta- fue como cantante que se hizo realmente conocida a inicios de la década siguiente, en su país, con un estilo que destacaba por su elegante y pícara sensualidad. En 1971, su primer single Tuca tuca causó sensación en la televisión italiana con un video que fue criticado hasta por el Vaticano porque la joven de 28 años aparecía “mostrando el ombligo”. Algunos años después lanzó una nueva versión, con un divertido video en el que alborota a varios señores por la calle. En estos clips, disponibles en YouTube, se aprecia ya la base de lo que vendría después, esa llamarada de personalidad escénica que la catapultó al estrellato.

Musicalmente hablando, lo que hizo Rafaella Carrà -de la mano de Gianni Boncompagni, su primera pareja, productor y compositor de casi todos sus éxitos entre 1971 y 1985- se inscribe en la onda del disco con sabor europeo, con bajos sintetizados a lo Giorgio Moroder (su célebre compatriota, productor de Donna Summer), fondos orquestales y ritmos que se alimentaban de diversas fuentes y géneros de raíz latina, elementos que le dieron a su discografía un aire inconfundible en un tiempo en que era difícil destacar, en medio de opciones musicales tan buenas como diversas. En esa época era muy común que artistas europeos, en especial italianos, lanzaran sus producciones en español -también lo hicieron, con enorme éxito, de otros países como Demis Roussos (Grecia), Charles Aznavour (Armenia/Francia), Abba (Suecia)- y, en ese sentido, Rafaella Carrà no se quedó atrás, uniéndose a la larga tradición de artistas bilingües con carreras altamente aceptadas por el público hispanohablante.

Antes de convertirse en personalidad de las televisiones italiana y española, Rafaella Carrà tomó por asalto las pistas de baile con canciones que, a pesar de los años transcurridos, siguen sonando frescas y vigentes. Desde la rumba española (Fiesta, 1977), el musical al estilo cabaret (Caliente, caliente, 1981 o la mencionada En el amor todo es empezar, 1976) o los guiños de samba brasilera en la controversial 53-53-456 (1976, que también grabó como 03-03-456 para evitar confusiones con un teléfono real en Argentina), la música de Rafaella Carrà era perfecta para el baile, la alegría y el desacato. Grabadas originalmente en italiano, todas tuvieron su versión en castellano, a través de las grabaciones que lanzó con el sello español Hispavox (distribuido por la multinacional Sony). Psicodélica en Rumores (1974), pícara en Pedro o romántica en Yo no sé vivir sin ti (ambas de 1980), Carrà no se guardaba nada en sus discos, con interpretaciones intensas y auténticas, las mismas que hacían juego con su carisma y simpatía.

Pero si hay una canción que identifica a Rafaella Carrà y su rol libertario es la desinhibida Hay que venir al sur (1978), cuya primera versión en español causó tal revuelo que se vio en la necesidad de grabar una segunda, más moderada, como un gesto de consideración hacia los públicos centro y sudamericanos, no tan acostumbrados a escuchar letras que incitaban a las mujeres a «buscarse otro más bueno» cuando un hombre las dejaba. Otras como la infantil Mamá dame 100 pesetas (1981) o la divertida Lucas (1978) también tocan temas controvertidos como las ansias de irse de casa o la homosexualidad, respectivamente, pero definitivamente, aquel coro que dice «para hacer bien el amor hay que venir al sur…» es hasta ahora su más claro grito de emancipación femenina.

Esta cadena de éxitos radiales la llevó por el mundo entero, pero fue en España y América Latina donde alcanzó inmensos niveles de popularidad. Visitó nuestro país en varias ocasiones entre 1979 y 1982. En tiempos en que los grandes conciertos eran inimaginables en el Perú, la presentación de Rafaella Carrà en el Coliseo Amauta, ante 15,000 personas, en 1981, fue uno de los eventos más sorprendentes de aquella época. Muchos años después, en 2005, volvió pero solo como turista, para visitar Machu Picchu.

Poseedora de un natural atractivo mediterráneo, sin aspavientos ni grotescas cirugías plásticas, Rafaella Carrà ponía especial cuidado en sus vestuarios, siempre sofisticados y sugerentes pero sin llegar a los exhibicionismos baratos de hoy. Tenía un brillo y elegancia que encandiló a hombres, mujeres y más allá, pues se convirtió en icono de la comunidad gay (en esas épocas no se hablaba de «LGTBI» ni nada por el estilo) De hecho, recuerdo haber escuchado, siendo yo un niño, el rumor de que “la Carrá” era un hombre travestido. Esta por supuesto, es una más de esas absurdas leyendas urbanas de la música, como las que afirmaban la muerte de Paul McCartney, la vida secreta de Elvis Presley después de 1977 o los mensajes satánicos de ciertos discos si los escuchabas al revés. Hay ecos de Rafaella Carrà a ambos lados del espectro artístico: desde la norteamericana Madonna y la española Alaska; hasta la argentina Susana Giménez o la peruana Gisela Valcárcel, tienen en sus apariencias algo de la italiana, ya sea por auténtica influencia en el caso de las mencionadas cantantes, o burda imitación en el de estas dos conductoras de televisión sudamericanas, provenientes del submundo del vedettismo y el humor de baja estofa.

Sus programas de televisión, en Italia, Argentina y España, impusieron ese estilo alegre, conversador y cercano al público que sería copiado hasta la saciedad. En paralelo mantuvo su carrera musical, aunque con menor presencia en las radios. Sus trabajos musicales más recientes incluyen una participación como jurado/coach en la versión italiana del reality La Voz y álbumes como Replay (2013) y Ogni volta che è Natale (2018) de canciones navideñas. El 2020 apareció Grande Rafaella, recopilación doble que, por primera vez, contiene todos sus grandes éxitos, lanzada como soporte de la película Explota explota, del español Nacho Álvarez, sobre su vida.

Rafaella Carrà nunca se casó y solo se le conoció dos relaciones (Gianni Boncompagni y Sergio Japino), largas y que, luego de concluidas, se convirtieron en estrechas amistades, lo cual podría hacer contraste con su imagen pública, siempre abierta a probar muchas experiencias como dice su canción emblema. Tampoco tuvo hijos. Quienes la conocieron de cerca la describen como una mujer, espontánea, de carácter fuerte, amable e inteligente. La artista, fanática del Juventus y de sólidas convicciones socialistas, será recordada siempre por los dos continentes que la vieron sobre los escenarios derrochando libertad, energía y buena música.

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Rafaella Carrà

Una vez superada la pataleta negacionista en la que un sector de la derecha está empeñada (incluyendo, increíblemente, a intelectuales como Mario Vargas Llosa), corresponde empezar a diseñar una estrategia de contención del proyecto izquierdista que desplegará Castillo para evitar que nos lleve al despeñadero.

Se puede entender que actualmente Keiko Fujimori y Rafael López Aliaga estén librando una batalla política por capturar el protagonismo de la oposición de cara al siguiente lustro y que en esa contienda exacerben posturas y radicalicen actitudes, pero eso va a acabar pronto, apenas se instale el próximo gobierno.

Entonces corresponderá trazar escenarios alternativos. Si Castillo efectivamente se modera y cancela políticamente el proyecto de llevar a cabo una Asamblea Constituyente, pues deberá merecer un trato democrático, refractario cuando despliegue iniciativas regulatorias de la economía de mercado, pero formalmente respetuoso de la legitimidad del gobernante.

Si, en cambio, el gobierno de Perú Libre pretende meter de contrabando una iniciativa tan absurda como la de la Asamblea corporativista que propone, la lucha deberá ser recia y sin concesiones. Si lo hace dentro de los márgenes constitucionales, pues corresponderá rechazar sin ambages el proyecto de marras convocando al centro a sumarse a ese rechazo a una iniciativa polarizante y que desequilibraría el país los siguientes años.

Pero si lo pretende hacer disolviendo el Congreso, o convocando la Asamblea de marras de facto, sin pasar por la plaza Bolívar, lo que corresponderá, todo dentro de la Constitución, es vacar a un gobernante incapaz de leer con racionalidad y pragmatismo no solo la realidad política del Legislativo (donde solo tiene 42 votos y por allí algunos más) sino la dimensión social sobre el tema (todas las encuestadoras coinciden en que la mayoría está en desacuerdo con una Constituyente).

A la postre, que la democracia peruana albergue y tolere una opción de izquierda y sobrelleve el desafío sin sobresaltos, fortalecerá la institucionalidad del país, pero el principal responsable de que eso ocurra es quien ocupará la Presidencia de la República. Si, envanecido o enceguecido, quiere gobernar a trompicones, pues va a recibir el vuelto, como es natural, y lo más probable es que termine su mandato antes de lo previsto y sin ninguna gloria.

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Asamblea Constituyente, Derecha, Pedro Castillo

Desde diversos ángulos y perspectivas, gran parte de la obra narrativa del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez (1973) constituye una exploración consistente y rigurosa en ese fragoroso pantano histórico que representa la violencia en el presente y la memoria de los colombianos.

El año 2015 apareció La forma de las ruinas, una ambiciosa novela que intentaba reconstruir y unir, de manera fragmentaria, dos magnicidios que marcaron la historia de Colombia: el asesinato del líder liberal Rafael Uribe Uribe, acaecido en 1914 y en 1948 el del reformista Jorge Eliecer Gaitán (que aquí sería un despreciable caviar según algunos doctos con tribuna), crimen que daría pie al “Bogotazo”.

Algunos de sus libros anteriores, como los cuentos de Canciones para el incendio (2018) y las novelas Las reputaciones (2013) y El ruido de las cosas al caer (2011) conceden a la experiencia de la violencia, en formas varias, un lugar central en su tramado. Hoy que hemos cerrado Volver la vista atrás (2020) su más reciente novela, la tentación de definir este corpus como una suerte de diálogo coral es grande y se justifica por la presencia de la violencia y sus efectos como columna vertebral.

Sin embargo, Volver la vista atrás tiene elementos novedosos, en relación con el universo al que Vásquez nos tenía acostumbrados. El más significativo es que los materiales que sirven de base a la narración son reales, es decir, provienen de lo fáctico y corresponden mayormente al testimonio-memoria del cineasta colombiano Sergio Cabrera (director de ese gran clásico que es La estrategia del caracol, 1993) que se divide en dos vertientes: el recuerdo de su padre, Fausto Cabrera, un catalán que huyó de la España franquista para recalar en Colombia; y la narración formativa de los años que pasaron el cineasta y su familia en la China de Mao, país donde Fausto reforzó su convencimiento revolucionario y tanto el cineasta como su hermana lograron el estatus de guardias rojos.

Es decir, el relato de base es la historia de una familia convertida a un ideal revolucionario y luego de abandonar China para volver a Colombia, integrada tanto a acciones de apoyo y logística (en el caso de los padres) como a la guerrilla (en lo que respecta a Sergio y a su hermana). A ese material se suma otro, producto de las pesquisas del propio escritor y del contacto con otros personajes aludidos a lo largo de la historia.

Anota Vásquez en la nota de autor: “Volver la vista atrás es una obra de ficción, pero no hay en ella elementos imaginarios. Esto no es una paradoja, o no lo ha sido siempre”. Basado en la autoridad enciclopédica de José Cuervo, apela con elocuencia a una acepción del verbo fingir: modelar, diseñar, dar forma a algo. Y añade: No es distinto lo que he intentado en estas páginas: el acto de ficción ha consistido en extraer la figura de esta novela del gigantesco pedazo de montaña que es la experiencia de Sergio Cabrera y su familia” (p.473).

Esta es pues una narración que sale del archivo familiar y aspira a convertirse en documento de una época en la que actividades como la guerrilla no estaban todavía sujetas al imperio moral y la justificada condena que pesa hoy sobre la violencia política como arma de transformación social. La novela prescinde de juicios de carácter moral sobre el relato de las peripecias familiares; del mismo modo, tampoco intenta cubrir con una pátina de romanticismo todas las correrías que pasan los personajes. Hay un logrado equilibrio en una novela que, lo digo sin resquemor, tiene todo para viajar al ecran.

Es octubre de 2016 y Sergio Cabrera está en Barcelona, presto a recibir un homenaje por su trayectoria cinematográfica, cuando se entera de la muerte de su padre. A partir de ahí se desencadena una historia llena de aventuras y desplazamientos que no impiden ver el fondo del asunto: esa curva que va del aprendizaje y entusiasmo revolucionarios a la más profunda decepción. Oportuna aparición en un momento como este, en que nada es más deseable que la paz para Colombia.

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Colombia, Juan Gabriel Vásquez

La reciente película de la compañía Disney-Pixar regresa con el brillo que anteriormente lograron cintas como Toy Story, Cars o Ratatouille.  Se trata de un fantástico film de animación que consigue envolver al espectador con un fresco relato y es a la vez una alegoría a las diversidades. Se estrenó el 18 de junio en la plataforma de Disney plus y espera conseguir el éxito que sus predecesoras han obtenido. 

Luca, es la historia de un niño que impulsado por su amigo Alberto decide dejar su hogar para conocer el mundo. Ambos con la fijación de conseguir una vespa (conocida motoneta italiana) que les permita lograr ese fin. Con ese propósito se embarcan en la Carrera de la Copa Portorosso, triatlón de un pueblo en la riviera italiana en donde conocen a Giulia, quien se unirá al equipo. 

La codiciada vespa no es otra cosa que el vehículo que los conducirá a la libertad de poder explorar un mundo que les ha sido negado por su condición de seres distintos. Por eso se convierte en un objeto de ensoñación y deseo. Cuando en realidad es una motoneta sencilla, pero que tiene todo un valor cultural en Italia. Podríamos mencionar este elemento también como parte de la inocencia que corresponde a la edad de los personajes. 

La aparente sencillez de esta historia captura al espectador con momentos divertidos e incluso surrealistas. Sin embargo, la clave de este relato está en la identidad de sus personajes. Luca y Alberto han huido de las profundidades del océano para adoptar forma humana ante la mirada de los demás, cuando en realidad son monstruos marinos. 

Esta premisa que hace alusión a las minorías, a lo diferente, satanizado por siglos, por temor y desconocimiento, es un importante punto de partida en esta última entrega de los estudios de animación. Si bien podemos recordar films también con este propósito como Monster Inc o Unidos, donde se presenta el primer personaje gay. En Luca, este concepto alcanza una dimensión con mayor impacto social.

Enrico Casarosa, quien dirigió la película, ha negado cualquier intención de darle al film un contenido LGBTQ. En declaraciones a la prensa se ha referido a que solo quiso reproducir experiencias de su infancia en Génova a lado de quien fue su amigo y que lleva el mismo nombre en la ficción: Alberto. “Una celebración a la amistad” mencionó. 

El director italiano expone una serie de componentes en Luca, como homenaje al séptimo arte. Admirador confeso del cine de Hayao Miyazaki, conocido por El viaje de Chihiro, como también de Federico Fellini, Wes Anderson, entre otros. Por lo que destacan los afiches de películas como La Strada en las calles del colorido pueblo, Vacaciones en Roma y guiños a cintas como El Rey León cuando sus protagonistas miran el cielo y se preguntan el significado de las constelaciones.

Lo cierto es que los elementos que deliberadamente el director ha incluido en esta película para hacer alusión a su cultura cinematográfica son considerables. Pero con respecto al argumento es inevitable pensar en La Sirenita y la restricción que los seres marinos tenían de contactar a los altamente peligrosos humanos. 

Jacob Tremblay, aquel niño galardonado que destacó por su actuación en La Habitación en el 2015, no ha parado de trabajar y hoy a sus 14 años ha dado la voz al personaje principal de este film. Por otro lado, en el papel de Alberto destaca Jack Dylan Grazer, conocido por su actuación en la película It. Acompañan Sacha Baron Cohen como el tío Hugo y Emma Berman como Giulia. 

Pixar debe escuchar las corrientes que van marcando las tendencias en el mundo. No hacer oídos sordos como lo hizo Disney cuando no aceptó el pedido de sus seguidores para presentar a Elsa de la película Frozen como un personaje LGTBI. Sin embargo, algo está cambiando y no es de sorprender que esta historia plantee figuras distintas a las que por muchos años Disney nos ha tenido acostumbrados. Giulia, es una niña impetuosa, capaz de confrontar a quien dude de sus capacidades. Un símbolo interesante de empoderamiento femenino y que se aleja del discurso conservador y patriarcal. 

En el mes del orgullo, donde se celebra a la comunidad LGTBI en su lucha por obtener los mismos derechos que las mayorías tienen, una película animada casualmente gráfica una realidad muy sencilla, pero dolorosa. Llamamos monstruos a todo lo que sea diferente y anormal, según lo que como sociedad se ha normalizado y legitimado. Ponemos la lupa sobre asuntos irrelevantes de la condición humana, por no profundizar en los océanos de cómo nos relacionamos como especie. 

A 35 años de la creación de los Estudios de Pixar, sus productores han elegido el mismo día de lanzamiento que tuvo hace 11 años Toy Story 3. Marcar tendencia hoy es apostar por la inclusión y por dejar de lado conceptos que sólo han alimentado el miedo a la diferencia. Parece que atrás ya han quedado las historias con las que miles de niñas crecieron soñando con el  príncipe azul y un sistema obsoleto de nobleza. Una nueva era también se refleja en la animación. 

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Disney-Pixar, Enrico Casarosa, Luca

Se lee recurrentemente en las redes sociales las palabras de satisfacción de muchos ciudadanos por haber sido beneficiarios del plan de vacunación anticovid y en algunos casos describen como placentera la sensación de que el Estado funcione.

No es solo una percepción subjetiva. Es relevante en términos de gobernabilidad democrática que haya un buen sistema de salud pública. Es una piedra de toque de la convivencia social y de la inclusión ciudadana que lamentablemente todos los gobiernos de la transición post Fujimori descuidaron con punible indolencia.

Se espera que el gobierno de Castillo le ponga especial énfasis a ello. Se ha dicho y escrito que se va a aumentar el presupuesto en salud pública y que los reajustes tributarios obedecen a esa intención.

Ojalá el nuevo gobierno sea capaz de integrar los sistemas de seguridad sanitaria y de provisión de salud pública (SIS, EsSalud, Minsa), que se anime a revisar con buen criterio el desastre que es la regionalización de los servicios de salud (se han vuelto un antro de corrupción), que sea capaz de reformar el manejo mafioso que se ha entronizado por parte de oligarquías sindicales refractarias a cualquier cambio en el sector (de repente, al ser un gobierno de izquierda le resulta más fácil domeñar a los colectivos sindicalistas).

Tanto Hernando Cevallos como Pedro Francke, los dos alfiles programáticos de Castillo, han formado parte, directa o indirectamente, del Foro Salud. Son plenamente conscientes de la problemática y de los posibles caminos de solución.

Hoy la urgencia es la pandemia y al respecto ojalá se apueste por la continuidad de equipos (inclusive de Oscar Ugarte o Fiorella Molinelli en sus respectivos cargos), hasta que concluya el proceso de vacunación que tan exitosamente ha empezado a funcionar en el país.

Esta vez, la eventual reconstrucción de la clase media -si se maneja la economía con sensatez- (ha disminuido casi a la mitad producto de la recesión pandémica) no puede soslayar la provisión de unas buenas salud y educación públicas, factores esenciales de edificación de ciudadanía inclusiva en el establishment del que todos los peruanos debemos sentirnos parte.

Si Castillo se olvida del despropósito de llevar al país al despeñadero político con una Asamblea Constituyente, y logra aumentar la recaudación fiscal y construir un sistema eficiente y digno de salud pública, habrá puesto un enorme grano de arena en la construcción de una cabal identidad nacional republicana.

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Pandemia, Pedro Francke, Vacunación

UNO

Gordo culón y caucásico, una alopecia lo acompaña desde tiempos pretéritos. Cuando es interpelado sufre de una incontinencia verbal. Su presencia, en el escenario político, es una secuela natural de la aparición del hombre-ridículo en la presidencia de los EE.UU.  Ante las cámaras, una pregunta incómoda y pertinaz lo acecha, la entrevistadora no ceja en su empeño. El candidato refunfuña, no se disculpa, monologa: “Soy dueño de la verdad pues, no necesito disculparme; soy millonario, carajo”.

“Darle vivienda, en un hotel 5 estrellas, a una niña violada es lo máximo que puedo darle de cariño”.

La blonda periodista lo interpela: “Hay un gran porcentaje de niñas de 9 y 12 años que son violadas, ¿piensa que es justo que den a luz?”.

“Entonces Ud. es asesina, quiere matar a dos personas”.

El Opus Dei ha parido 2 personajes en el ámbito político: Ambos célibes. Ególatras y bizarros.

Cada viernes, en su cubículo privado, con el torso desnudo, se arrodilla y empieza la flagelación. En ese momento, siente levitar, acercándose cada vez más a su Dios, a través del dolor. La mayoría, a eso, le llama sadomasoquismo.

Conservadores, católicos, protestantes, etc. se identifican con el orondo personaje. Sea por su autoritarismo, antifeminismo y homofobia. Gente que siente temblar, el piso de sus creencias, ante los cambios en la sociedad.

George W Bush era un converso también. Oró, con su gabinete, para tomar la decisión de invadir Irak. No encontró las armas de destrucción masiva; pero sí, encontró petróleo.

DOS

“Me interesa un comino esta elección, es lo que menos me importa en la vida…métanse la alcaldía al poto, a mí que me importa la alcaldía…” Lourdes Flores Nano – candidata a la Alcaldía 2010

Salida de un partido de derecha, del que solo quedan escombros. Lourdes, caderona de pelo frondoso y ya sesentona. Abogada de cierto prestigio y arropada; eso sí, con un poncho de marca. Locuaz, habla de maniobras fraudulentas en un puñado de mesas. Luego se contradice “hubo fraude”, y sentencia: “Keiko ha ganado en las mesas”. Días después, manifiesta, sin ruborizarse “hubo penetraciones en mesas”.

Queda en ridículo al denunciar fraude, porque los personeros  y jefe de mesa tenían el mismo apellido; insólito, porque es algo común en los pueblos del Perú profundo. No sorprende, es el desconocimiento inequívoco de parte de la derecha contumaz.

“Lo que me pasa hoy día es que, precisamente, no tengo ningún interés, no tengo en juego nada, pero sí tengo un sentimiento democrático”.

Conocido es el aporte financiero de Odebrecht a su campaña política. Hay pendiente un juicio. De la incólume e impoluta Lourdes, que emergió en 1985, ya no queda nada. Solo resquicios de una, impenitente fujimorista, que busca por todos los medios, desacreditar las instituciones democráticas.

TRES

“Nosotros somos socialistas y nuestro camino a una nueva Constitución es un primer paso, y si tomamos el poder, no lo vamos a dejar. Con todo el respeto que se merecen ustedes y sus pelotudeces democráticas, preferimos quedarnos para establecer un proceso revolucionario en el Perú” – Guillermo Bermejo

Piel cobriza, altisonante y con discursos cadavéricos de los años setenta. Genuflexo ante su líder Cerrón (“la sentencia es una error judicial”). Pareciera que no entiende que su discurso y posición, están a contramano con el presente.

Acusado de terrorismo, fue asilado político de la Venezuela de Maduro. Tiene pendiente un juicio.

En las antípodas de la izquierda moderna, es un conservador recalcitrante y supinamente ignaro en otros temas.

“No podemos estar en los mismos caminos que el Nuevo Perú y ellos […] No vamos a aceptar que nos vengan a imponer (…) género o aborto y tanta vaina, ahorita”.

Cuanto se dejan sentir Bedoya, Barrantes y Pease en el horizonte político.

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Guillermo Bermejo, Lourdes Flores, Rafael Lopez Aliaga
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